Dead Famous
Por Rozefire
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Capítulo 15
Ego herido?
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Él se había dormido.
Kagome miró su reloj con creciente preocupación… se estaba acercando a las doce y media. Sólo tenía media hora antes de que tuviera que irse, pero no veía obvia forma de escapar. La cama aún estaba contra la puerta y el balcón aún estaba muy lejos del suelo para considerar saltar seguramente. E Inuyasha aún estaba en su estómago. Pero no era que en realidad quisiera irse… algo la obligaba a quedarse con él como alguna especie de consuelo mientras dormía.
Eso era. Oficialmente era una vieja mamá gallina.
Ella suspiró suavemente preguntándose por qué se molestaba con este idiota. Tal vez era porque se había dado cuenta de lo entera y completamente inútil que era él? O tal vez porque era como su madre en esta área y era muy bondadosa para su propio bien?
Lo que fuera… era capaz de estar de acuerdo con su madre esta vez en que tal vez al menos podría intentar ayudarlo, cualquiera que pudiera ser su secreto problema.
Sus posiciones habían cambiado de alguna forma durante la última hora. Su seguro asiento con su espalda contra la pared había dormido su trasero, así que discretamente se había deslizado, llevando a Inuyasha con ella hasta que estaba acostado sobre su espalda con sólo sus hombros y cabeza apoyados contra la pared.
Inuyasha dormía sonoramente contra su estómago.
Kagome pensó en lo que su madre le había dicho en su primera noche en al villa. "Entonces cámbialo, por qué no?" Tal vez eso no era exactamente lo que había dicho pero esa era la idea básica. Y a Kagome le gustaría cambiarlo de alguna forma… no transformarlo en una persona maravillosa que en realidad sería amable para un cambio, sino más como ayudarlo a resolver lo que estuviera perturbándolo.
Él dijo que tenía una crisis de identidad? Entonces… qué se supone que debía hacer en orden de ayudarlo con esto? No era como si realmente pudiera encontrar el verdadero él y decir "Mira, este eres tú, conócete!" o algo así. Sólo que no iba a ser así de fácil… y Kagome no tenía idea ni experiencia en lo que la ayudaría a ayudarlo.
Ella enroscó distraídamente un mechón de cabello blanco alrededor de su dedo índice mientras trataba de resolver lo que debía hacer. Si ella regresaba a casa ahora entonces había una buena oportunidad de que todo este sufrimiento fuera ignorado e Inuyasha se pondría peor y peor hasta que enloqueciera y tuviera que ser llevado a una casa de locos en una camisa de fuerza. Nadie merecía eso. No si podía evitarse.
Sus empleados no podrían hacer nada. Si alguno de ellos trataba de consolarlo sobre las 'cosas-de-las-que-no-debían-hablarse' entonces serían despedidos en orden de ahorrarle a Inuyasha tener que (Dios lo libre) confrontar sus sentimientos.
Lo que él necesitaba era alguien que no tuviera nada que perder. Alguien que no pudiera echar porque era conveniente…
Alguien como yo? Musitó ella.
Y entonces qué? Tuvo que preguntarse.
Lo sentaría en un sofá y le hablaría sobre sueños y el subconsciente, diciéndole que su ira y desgracia era una manifestación de algún trauma de infancia con el que está rehusándose a tratar?
Él se reiría y le diría que estaba viendo cosas que no había ahí…
Así que qué más podría hacer, otra vez que quedarse cerca y esperar a que de un momento a otro le dijera lo que había pasado en 1992. Y entonces tal vez encontraría el camino a lo que debía hacer en la vida. O tal vez todos descubrirían lo irreparablemente dañado que estaba y sin rumbo…
Pero cómo iba a poder quedarse lo suficiente para conocerlo lo suficiente para que se sintiera realmente cómodo para hablarle?
El calor del mediodía estaba comenzando a formarse. Kagome miró hacia las rotas y destrozadas ventanas francesas y notó que apenas habría brisa afuera. Las plumas en el piso cerca a la entrada y las de afuera en el balcón estaban revoloteando.
Y la temperatura en la habitación estaba subiendo continuamente.
Kagome quería retorcerse y aflojar su cuello ligeramente, pero temía que si lo hacía entonces Inuyasha despertaría. Quería evitar eso por tanto como fuera posible. Sin duda iba a sufrir una herida muy grande a su ego gracias a este pequeño incidente, y ella no quería ser la que recibiera al final su ira tan pronto.
Además, mientras dormía, sus sueños parecían tranquilos. Al minuto que despertara la realidad del pobre muchacho regresaría y sería el mismo cabrón insensible que siempre había sido.
Kagome quería retrasar eso también.
Pero el calor también la estaba adormeciendo así como empelotándola incómodamente. Ella pasó una mano contra su frente, retirando su cabello de sus ojos en un intento por refrescarse y dejó escapar un fuerte suspiro mientras dejaba cerrar sus ojos. Sólo por un momento… sólo necesitaba relajarse un momento.
Se sintió como si se hubiera dormido por un momento, pero lentamente fue regresada al mundo real cuando escuchó un sonido chirriante de muebles siendo removidos.
Automáticamente su mano alcanzó para tocar a Inuyasha, para chequear que aún estaba seguro a su lado… pero cuando sus dedos cayeron contra su cadera en vez de su hombro se dio cuenta que se había ido. Eso la despertó mejor de lo que cualquier balde de agua fría podría. Con una fuerte inhalada de aire se sentó y abrió sus ojos de golpe…
… Sólo a tiempo para ver la puerta de la habitación cerrarse en una forma más bien violenta. Ella hizo una mueca cuando golpeó y se estremeció en su marco e hizo otra mientras miraba la habitación.
Alguien, probablemente Inuyasha, se había ido enojado. En el tiempo que le había tomado despertarse, había retirado la cama de la puerta y había salido. Plumas se movían perezosamente por el piso en su despertar, cubriendo las tablas del piso como una capa de nieve.
Bueno… no había ayuda ahora…
Kagome se levantó cuidadosamente y abrió su camino por las plumas para llegar a la puerta, aunque casi terminó tropezándose con un trozo de tocador en el proceso. Nadie estaba afuera cuando dejó la habitación, obviamente habían quedado satisfechos de que todo estaba bien cuando el silencio había reemplazado los sonidos de destrucción y habían regresado con sus vidas.
Eran casi la una ahora… seguramente alguien estaría buscándola para llevarla a casa.
"Oye, Kagome!"
Hablando del diablo. Ella volteó para ver a Sango corriendo hacia ella. "Vamos, niña, vas a estar tarde si no te apuras." Ella agarró el brazo de Kagome mientras la pasaba, arrastrándola hacia el elevador. "A propósito, buen trabajo calmando a Inuyasha."
"Sí?" Dijo Kagome vagamente mientras llegaba a un alto en la reflectiva celda del elevador.
Sango golpeó el botón para la planta baja. "Sí. Usualmente cuando se pone así no sale de ahí por años." Ella zapateó su pie impacientemente mientras las puertas se cerraban lentamente.
"Viste a dónde fue?" le preguntó Kagome ansiosa.
"Cuándo?" Sango le parpadeó.
"Ahora."
"Uh… no." la joven se encogió. "Dijeron sus adioses?"
Kagome dudó antes de sonreír y asentir. Sango sonrió. "Bien. Entonces estamos listas para partir." Ella le dio una pensativa mirada a Kagome. "Aunque… con tu habilidad para calmar a Inuyasha podría ser útil mantenerte aquí un poco más…"
Kagome encontró la pensativa mirada de Sango con una propia.
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"Estoy en ca-asa!" gritó Kagome mientras arrastraba sus maletas por la abierta puerta frontal. "Cielos, esta casa es pequeña…"
"Kagome - es Kagome!" ella escuchó el grito de su pequeño hermano desde algún lugar profundo en la casa. "Regresó!"
Él apareció en la cima de las escaleras y las bajó antes de lanzarse a los brazos de Kagome. Ella rió y lo apretó tan fuertemente, sin notar lo agradecida que estaba de estar con el semi-estable joven por primera vez.
"Espera - espera!" él se separó de repente, mucho para su sorpresa y le extendió su mano. "Aprieta mi mano!"
"Qué?" ella le dio un frunce perpleja.
"Aprieta mi mano!"
Kagome la apretó absorta.
"Bien!" Souta miró su mano como si estuviera hecha de puro oro. "Ahora he apretado la mano de la joven que apretó la mano de Inuyasha! MAMÁ! MAMÁ - aprieta mi mano!"
La Sra. Higurashi salió de la cocina, pasó a su hijo y envolvió a Kagome en un cálido abrazo. "Oh - te extrañamos!" ella le sonrió ampliamente a su hija mientras se separaba. "Cómo estuvo?"
"Grandioso!" Aparte de haber encontrado cuerpos en la playa, ser intimidada e insultada por siete días, ser humillada públicamente, y todo alrededor infelicidad… "Grandioso!" Tal vez algo de las naturales habilidades actorales de Inuyasha se le estaba pegando.
"Eso es bueno." Su madre la retiró a ella y sus maletas del marco y cerró la puerta. Llevó a Kagome a la sala con Souta y se asomó por la ventana. "Papá - adivina quién regresó!"
La cabeza del abuelo apareció al lado de la de la Sra. Higurashi. "Ah, Kagome! Dónde has estado toda la semana?"
Kagome le parpadeó divertida. "En la villa de Inuyasha?"
"Ese es el de cabello rojo y buenos modales o el-"
"Ese es Houjo." Lo corrigió Kagome rápidamente. "No te preocupes por eso abuelo, ven aquí, tengo cosas que contarles."
Y así ella procedió a contarles todos sus sietes días en siete minutos… la edición fuertemente editada. Desde el primer viaje a la villa en una limosina con Inuyasha (cortando unas pocas palabras y otras cosas negativas) a esa mañana cuando había desayunado en la cocina con Inuyasha.
Ella dejó fuera las partes donde había consumido drogas, donde ella había tenido que tomar drogas sólo para tratar con la idea de él consumiendo drogas (aspirina por supuesto, no cocaína) y por supuesto la parte donde la bomba había estallado en la habitación arriba de ella.
"Pero qué hay de ayer?" Souta se metió hacia el final de sus historias. "No fue arrestado por el asesinato de-"
"Nadie fue asesinado." Lo reprimió Kagome. "Y no fue realmente arrestado… sólo tomado bajo custodia por sospecha de intento de asesinato."
Esto no hizo nada para tranquilizar al par de mayores Higurashi al juzgar por sus inquietas expresiones. Kagome se encogió de hombros. "No se preocupen, él no lo hizo. Me lo dijo."
"Sabía que no lo hizo." Dijo Souta firmemente. "Inuyasha es muy genial para matar a alguien en medio de la calle. Él sería inteligente y lo haría en una forma furtiva y astuta por lo que la policía nunca sería capaz de atraparlo."
"No lo apuestes." Dijo Kagome planamente, sabiendo que Inuyasha no ponía tanta razón en las cosas que hacía. "De cualquier forma, todo fue aclarado. Inuyasha no está más bajo custodia."
"Es un mal final para unas agradables vacaciones." La Sra. Higurashi sonrió compasivamente. "No importa. Al menos puedes instalarte en tu humilde hogar y regresar con tu-"
"En realidad…" Kagome interrumpió dudosa. "En realidad… planeo regresar el próximo lunes…"
Todos la miraron, sin parpadear.
"… Si está bien con ustedes?" Kagome los miró a todos, esperando su respuesta. El abuelo se inclinó hacia su hija y habló aparte. "A dónde va otra vez?"
Souta ladeó su cabeza. "Inuyasha te invitó a regresar?" preguntó él inseguro.
Kagome movió su cabeza. "No exactamente… bueno… Sango está tratando de arreglarlo ahora, y si todo sale bien ella me llamará esta noche y me dirá si voy a regresar o no."
"Tú quieres regresar?" Su madre parecía confundida. "Pero pensé que estabas esperando regresar…?"
"Bueno, algo se presentó. Cosas de "último minuto." Kagome le dijo incómoda. Realmente no quería entrar en detalles de por qué quería regresar. Era muy confuso, incluso para Kagome.
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Sango se detuvo justo en frente de Miroku, su escritorio, y su pequeño portátil. "Miroku, necesito tu ayuda."
"Puede esperar, estoy un poco ocupado." Toda su concentración estaba en la pantalla de su portátil.
"Es urgente." Insistió ella, plantando un puño en su cadera.
"Shh, shh!" Él llevó un dedo hacia sus labios, aún mirando su pantalla. "Estoy en una sala de chat lesbiana…" él no notó la forma en que el puño de Sango se deslizó de su cadera en shock. "Mindy va a Mandy… pero considero que son la misma persona. Un poco decepcionante-"
"Notaste que ese alguien en esa sala de chat probablemente es un hombre, posando como una rubia de veinte años?" Señaló Sango secamente. "Como tú?"
"No, soy Jura - una pelirroja de diecinueve años. También soy parte Americana, una parte pastor- Oye!"
La mano de Sango había cerrado la portátil, casi ensandwichando sus dedos entre la pantalla y el teclado. Ella se inclinó para estar a nivel visual con él, una expresión mortalmente seria en su rostro. "Necesito tu ayuda."
Miroku se sonó, un poco ofendido de que hubiera terminado su sesión en la sala de chat. "Con qué?" preguntó él malhumorado.
"Con convencer a Kikyo," Sango rodó otra silla y se sentó en ella, descansando sus codos en el escritorio. Obviamente estaba intentando quedarse. "Has visto a Inuyasha hoy, a propósito?"
"Creo que está afuera… haciendo… algo… no lo sé." Miroku se encogió y entrecerró sus manos detrás de su cabeza mientras se recostaba para mirarla sospechosamente. "Por qué?"
"Obviamente él todavía está en ese estado." Sango le movió una mano despedidamente. "Pero el punto es que aún estaría destruyendo su habitación si Kagome no le hubiera puesto un alto."
Miroku asintió levemente, dispuesto a admitir que probablemente tenía razón. "Qué hizo?" preguntó él. Todo lo que sabía era que había escuchado los gritos de Kagome desde adentro de la habitación y luego todo se había tranquilizado. Ella los había llamado, diciendo que todo estaba bien, así que habían permanecido alrededor por unos minutos más antes de decidir que todo había regresado a la normalidad y se habían retirado. Miroku no los había visto desde entonces.
"No sé lo que hizo." Sango se encogió levemente. "Pero sabes… creo que lo mejor para Inuyasha sería mantenerla aquí."
Miroku le parpadeó. "Pero se fue."
"Podemos traerla de nuevo." Contestó Sango.
"Pero pensé que él no le agradaba. Ella no quería darle compañía."
"Ella ya aceptó hacerlo."
Miroku se inclinó hacia adelante, plantando sus manos sobre su portátil. "Nosotros no podemos traerla de repente. La gente ya sospecha que algo extraño está pasando entre ella e Inuyasha… y si ella es invitada por otra semana entonces todos enloquecerán con chismes."
"Y?" Sango se encogió. "Tú eres el que filtra la información al público. Puedes controlar lo que escuchan y puedes suplir una razón para invitarla a la villa."
Él rascó su frente, aún un poco molesto. "No lo sé… parece más problema de lo que vale para mí…"
Sango volteó sus ojos. "Mira. Todo lo que tenemos que hacer es convencer a Kikyo de que traer a Kagome es un buen movimiento de publicidad. Ella no será capaz de conseguir a esa joven lo rápido suficiente, especialmente cuando le digamos que Kagome está más que dispuesta a regresar."
"Inuyasha la devolverá!"
"No, él no lo hará. Si es Kikyo quien decidió traerla entonces no discutirá." Sango cruzó sus brazos y arqueó una ceja. "Vamos… qué tienes que perder?"
"Mi trabajo?" adivinó él. "Si Inuyasha descubre que fuimos nosotros quienes-"
"No seas estúpido." Lo reprimió ella. "Inuyasha necesita esto."
Miroku la miró aprehensivamente, notando lo seria y firmemente determinada que estaba. Con un molesto suspiro él asintió. Eso significaba hablarle a Kikyo… pero tal vez a largo plazo sería mejor para todos si Kagome regresaba.
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La marea estaba alta en la noche y la playa hacía mucho había sido cerrada para el público. El cercano anochecer hacía a la arena soportablemente cálida en vez de abrasadoramente caliente, justo lo agradable para sentarse y enterrar sus talones.
Inuyasha suspiró profundamente y se recostó sobre una mano mientras frotaba distraídamente una de sus orejas. Tenía un dolor en la base que parecía estar penetrando a un total dolor de cabeza, posiblemente a una migraña. Él regresó su mano a la arena y decidió ignorarlo. Era la única cura que conocía… viendo cómo la aspirina o el Ibuprofeno nunca parecía funcionar, algo que ver con su química.
Pero aparte del tolerable dolor, estaba completamente satisfecho. Kagome se había ido a casa ese día, lo cual significaba no más problemas para conservar su control.
Él ya estaba profundamente avergonzado de sí mismo. Llorar por amor de dios… en frente de ella nada menos. Los hombres adultos no lloraban! Eso era algo que sólo los niñitos tontos hacían… él nunca había sido uno que sucumbiera a las lágrimas antes. Incluso cuando sus padres habían muerto… había estado profundamente dolido y agraciado… pero nunca había llorado.
De hecho, pensándolo, no había llorado desde 1992…
Él fue sacado de sus melancólicos pensamientos cuando escuchó un conocido ladrido en algún lugar detrás de él. Conocía ese ladrido en cualquier lugar.
Inuyasha giró hacia los acantilados y miró las escaleras entre las rocas. Una pequeña forma de Pastor Alemán estaba saltándolos despreocupadamente hacia la playa. Él frunció sus ojos con un suspiro, pero aún no pudo evitar sonreír. "Aquí, Bess! Buena chica!" Él golpeó su rodilla y silbó.
La perra corrió por la polvorosa arena hacia él e impulsivamente giró sobre su espalda al lado de su rodilla, exponiendo su barriga para el usual tratamiento. Inuyasha rascó su barriga ligeramente con sus garras, sonriendo ante la forma que se retorcía a su lado.
Normalmente Bess se hubiera echado así por tanto como el humano estuviera dispuesto, pero este perro sabía que Inuyasha no era el humano regular… porque por una cosa, él sabía cómo consentir orejas apropiadamente. No pasó mucho antes de que se levantara y apoyara su cabeza en su rodilla, indicando silenciosamente lo que quería. Inuyasha acarició su cabeza tranquilamente, mirando hacia el mar mientras rascaba sus orejas en la forma que le gustaba frotar las suyas.
En medio minuto Bess estaba en un trance, ojos cerrados y lengua colgando felizmente. Pero incluso el acto de acariciar sus orejas era hipnotizante para Inuyasha y pronto comenzó a elevarse, mirando a la distancia sin ver en realidad… consintiendo el perro sin verdadera concentración.
"Te gustan los perritos, no es cierto, Inuyasha?" Una risa. "Por supuesto que sí, prácticamente están emparentados."
Inuyasha frunció ligeramente, sus pensamientos llevándolo a recuerdos que eran mejor dejar en paz. Pero por alguna razón no parecía poder interrumpirlos seriamente.
"Este es un Labrador."
"Como el perrito Andrex?"
"Pero este es negro."
Sus ojos comenzaron a medio cerrarse y su mano aminoró su trabajo en las orejas de Bess. No es que pareciera importante.
"Puedes acariciarlo si quieres."
Silencio.
La mano de Inuyasha cesó contra las orejas de Bess.
"Adelante. No te morderá."
"… pero…"
"Adelante. Acarícialo."
Una mano alcanzó tímidamente, tocó la cabeza del cachorro entre las orejas, rozando dudosamente el pelaje con los dedos.
"… Se siente bien…"
Un gatillo cliqueó.
BANG!
Inuyasha hizo una mueca fuertemente, la mano que había estado consintiendo a Bess voló a su rostro tratando de retirar la enfermante y cálida sangre. Pero cuando retiró su mano no había nada para ser visto…
Lentamente la playa regresó a foco, y la fantasmal sensación de sangre en su rostro y labios desapareció completamente. Él bajó su mano y le parpadeó a Bess que le parpadeó en respuesta, claramente confundido de por qué se había detenido en consentirla. Un pequeño arrebato de molestia fue suficiente para apagar el shock del recuerdo. Los dedos de Inuyasha se curvaron en puños fuertemente apretados y golpeó uno en el suelo, salpicando a Bess con arena.
El perro saltó con un gruñido.
"Regresa a casa, Bess!" ordenó él de golpe antes de llevar sus rodillas hacia su pecho y apoyando su mentón en ellas, frunció su entrecejo fuertemente mientras miraba al mar.
Él no necesitó voltear y mirar para saber que Bess estaba subiendo las escaleras tan rápido como sus pequeñas patas podían llevarla. Él cerró sus ojos ceñidamente y trató de pensar en algo más positivo, algo que no lo hiciera temblar como un azogado.
La única imagen positiva que su mente podía invocar… era Kagome.
"Qué me ha hecho…?"
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Continuará…
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Nota de Inu: Bueno he aquí otro capítulo de esta historia. De todo corazón les deseo a todos una FELIZ NAVIDAD!… espero que les haya gustado este pequeño regalito de navidad y espero estar de nuevo pronto con otro interesante capítulo… je je… Cuídense mucho y besos para todos!… HO HO HO… Hasta la próxima entrega…
