Día 3

-¿Estoy viva? No, quizás no – Sango repitió esa pregunta un par de ocasiones. Entonces sintió un aroma conocido, que la llenaba de felicidad, la hacia recordar su infancia. Aquella época que hace mucho se fue, cuando sus padres cuidaban de ella, cuando podía jugar con su hermano pequeño. Al cual le encantaba torturar pero a la vez cuidaba de él, como toda buena hermana mayor debe hacer.

De repente, escucho las olas romper contra la playa, esto la hizo recordar aquella vez que participo en una competencia de buceo. Claro que Sango fue la ganadora, como se esperaba, ella solo podía aceptar la victoria y nada menos.

Ahora siente la brisa entrar por la ventana, y acariciar su cara gentilmente. La cantidad de recuerdos que le vienen a la mente son innumerables, mas cuando ella normalmente suele reprimir todas esas memorias alegando que necesita seguir con su vida, que todo eso ha quedado muy atrás.

Sango abre sus ojos, su cara esta llena de tristeza. – ¿Que pasa, hace un momento estabas sonriendo – Se escucha una vez de entre las sombras. Sango trata de alcanzar su arma donde normalmente la dejaría por la noche, se da cuenta que no esta en su casa. –Tranquila, soy yo. Kagome –

- ¿Kagome? – Sango no la reconoce en el momento, pero todos los recuerdos de la noche anterior la golpean, le cuesta trabajo asimilar todo. Respira profundo, y recupera su calma.

–dime¿Cómo llegamos aquí? – Le pregunta Sango.
-Nos ayudo tu amigo, dijo que te conocia y nos llevaría a un lugar seguro- Respondió Kagome, con una actitud alegre.

-Mpmh, así que fue Kouga-

-Ahora que lo pienso, no le he preguntado su nombre. Pero dijo que podías tomar una ducha y que había ropa limpia en el baño para que te cambiaras, Sango-chan-

Sango solo asintió con la cabeza, tratando de disimular una sonrisa. Nadie la llamaba Sango-chan más que su hermano pequeño, Kohaku. Y el que Kagome lo hiciera le resultaba por lo menos nostálgico. Se dirigió al baño, cerro la puerta, se despojo de su ropa y entro a la ducha.

Mientras se duchaba, escucho voces en el pasillo. Se apresuro a ducharse, se cambio rápidamente, y salio del baño. Vio a Kagome, movió la mirada un poco hacia la izquierda.

-¡Tú! – Dijo Sango totalmente sorprendida

-¿eh¿No se conocían? – Preguntó Kagome

-Es una larga historia¿verdad, Tigresa?- Respondió el hombre – Como sea, el desayuno esta listo- Añadió

Se sentaron a comer, la mesa estaba muy bien arreglada, con una flor blanca al centro. Cuando Sango probó los panqueques, se sonrojó, los recuerdos de su infancia vinieron a ella nuevamente.

-Bueno, voy a bañarme, así que los dejo para que se pongan al día- Diciendo eso Kagome se levantó de la mesa y se dirigió al baño.

Sango quedo en silencio durante un rato, continúo comiendo su desayuno. Cuando termino, dijo –Comadreja…-, en ese momento el hombre la interrumpió diciendo –Miroku, mi nombre es Miroku-

-Ya veo. Miroku, gracias. Con esta son dos que te debo- Le dijo Sango cabizbaja

-No es nada, es solo que no podría dejar de ayudar a alguien tan bonita como tu- Miroku sonreía

Sango no sabía como responder a eso, durante toda su vida no hubo un solo hombre que le dijera algo como eso. Así que decidió cambiar de tema. –Por cierto, esa chica. ¿Has averiguado algo sobre ella?- Pregunto Sango, esta vez totalmente seria. Una de sus virtudes era recuperar su frialdad, la cual es necesaria para llevar a cabo satisfactoriamente sus misiones.

-Su nombre es Kagome Higurashi. Desconozco el porque la buscan, o quizás aquella criatura solamente estaba buscando algo de diversión. En verdad no lo se. Sin embargo, esa chica es sorprendente, acaba de perder a su familia y amigas, y sigue animosa. Confía en nosotros, un par de desconocidos. Eso es algo digno de admirar- Cuando termino de decir esto, Miroku suspiró.

-Ya veo…- Sango no pudo continuar con lo que iba a decir, fue interrumpida por el timbre de su teléfono sonando. Sango se levanto, y se dirigió hacia donde sonaba su teléfono. –Esta sobre el escritorio, en el estudio- Le dijo Miroku

Sango se apresuro, el teléfono no dejaba de sonar. Finalmente lo tomo y contesto, solo se escuchaban gritos, y ráfagas descontroladas de balas, al fin sonó la voz de Kouga –Tigresa, la necesitamos. No podemos seguir… son demasiados… ¡Cúbranse!- La llamada se corto. Dejando a Sango preguntándose que había pasado. No lo pensó dos veces, volteo y Miroku estaba en la puerta. –Necesito mi arma y transporte-

-No tengo tu arma, tampoco tu auto, pero…- Miroku entro al estudio, movió un libro, y el estante giro. Habían suficientes armas ocultas. –Toma lo que necesites- Le dijo Miroku

Sango observó detenidamente las armas. –Me llevo la colt 45, las Uzis y la Williamson 1915- Sango tomo las armas. –Veo que alguien tiene buen gusto para las armas- Le dijo Miroku con la misma sonrisa de antes. De nuevo Sango solo pudo sonrojarse.

-Las llaves están en la cochera, toma cualquier coche que desees- Con esto Miroku hizo que Sango reaccionara. Tomo un juego de llaves, abrio el coche. Era un Mazda, un GTO echo sobre pedido.

Miroku abrió la cochera, Sango condujo hasta la entrada. –Cuida de la chica- Dijo Sango

-Suerte- Le respondió Miroku. Sango asintió, y se marcho. Miroku se quedo viendo como su más preciado auto se alejaba. Aunque eso realmente no le importaba. Solo quería que esa grandiosa mujer regresara a salvo.