Dead Famous

Por Rozefire

------

------

Capítulo 24

Un corazón necesitado

------

------

21 de mayo, 1992

------

"Vamos Inuyasha, deja de arrastrar tus pies!"

Inuyasha le sacó la lengua de mala gana a espaldas de su madre mientras continuaba arrastrándolo impacientemente por el corredor de cualquier edificio al que habían entrado. Inuyasha entraba a muchos edificios en un día para tomar mucha nota realmente de dónde estaban o por qué.

"La inauguración de Sesshomaru del complejo N-Tech es en media hora, tenemos que apurarnos!" De repente su madre lo alzó en sus brazos para cargarlo a un paso que mejor le ajustara.

Ahí estaba sobre Sesshomaru otra vez. Inuyasha estaba comenzando a tener la distante sensación de que Sesshomaru era el favorito de los dos hermanos. Por supuesto, era un adulto así que naturalmente les gustaba más.

"Pero estoy aburrido!" Chilló Inuyasha contra el hombro de su madre. "Estoy tan aburrido que quiero morir!"

"No seas tonto." Lo reprimió su madre distraídamente, mirando las diferentes puertas a lo largo del corredor por el que habían bajado.

Fue entonces que Inuyasha notó a dónde iban.

Este era el edificio de la agencia de modelaje. Su madre sólo venía aquí para ensayos generales y desfiles de moda… y desde que debía estar en otro lugar en poco tiempo, significaba que estaba planeando dejarlo aquí.

Inuyasha sabía de un método que le permitiría salirse con la suya. Era momento para abrir el agua…

Ribia levantó sus ojos hacia el cielo cuando sintió a su pequeño hijo levantar su rostro instantáneamente y comenzó a llorar a todo pulmón, apretando sus puños en el material de su vestido. Ella hizo una mueca ante cómo podría estar arrugando su vestido recientemente planchado. "Ahora qué demonios pasa contigo?" Demandó ella irritada, ya sabiendo que estaba intentando halar su pierna.

La respuesta de Inuyasha sólo fueron más palabras incomprensiblemente gimoteadas. Ribia apretó sus dientes y marchó directo hacia una de las puertas laterales; uno de los vestidores. Inuyasha aún estaba sollozando como si el mundo hubiera llegado a un fin. Cuando ella entró a la habitación, captó la atención de todos instantáneamente. Modelos, diseñadores, maquilladores y PA's levantaron la mirada ante la recién llegada.

"Srta. Ribia, qué está haciendo aquí?" Preguntó un hombre vestido extravagante desde donde estaba arreglando un sombrero igualmente extravagante en una joven medio desnuda.

"Estoy muy apenada por esto, pero necesito que alguien cuide a Inuyasha mientras corro a otro asunto." Ella cargó a un niño gritón en la amplia y brillantemente iluminada habitación. "Les importa?"

Modelos cluecas miraron al niño gritón en su hombro y estallaron en simultáneos 'oos' y 'aws' y 'no hay problema!'. Ribia soltó un suspiro de alivio, sabiendo que su hijo estaría a salvo de los bastardos de la prensa en una habitación llena de mujeres levemente famosas.

Pero cuando llegó la hora de colocar a Inuyasha en una silla vacía, no se dejó. Al minuto que lo bajó él saltó y se aferró a su pierna, gritando vagamente que no quería que se fuera. "Inuyasha, deja de hacer una escena!" Trató de decir ella tan tolerante como pudo mientras lo retiraba de su pierna.

Otra modelo se acercó y ayudó a retirarlo de la pierna de Ribia, sujetándolo mientras pateaba y gritaba, tratando de regresar a su madre. "Qué par de pulmones tiene!" dijo la modelo amablemente sobre el chantaje.

"Muchas gracias por hacerlo." Les agradeció Ribia a sus colegas otra vez mientras retrocedía hacia la puerta. "Prometo compensarlos a todos cuando lo recoja!"

"No hay problema!" Comenzaron a corear todos otra vez.

Después de todo, para ellas consentir a un adorable niño era una oportunidad que ninguna de ellas experimentaría en sus propias vidas… no con una carrera que contaba con que permanecieran delgadas y jóvenes. Tener hijos garantizaba perder un trabajo de modelo cualquier día.

"Gracias." Ribia abrió la puerta y miró a su gritón hijo que estaba esforzándose por correr tras ella. Cualquier otro adulto en su posición tiraría todo y correría en su ayuda. Esos gritos podrían ser realmente desgarradores de escuchar… pero Ribia sabía que la mente de Inuyasha no funcionaba como la de la mayoría de los niños. Era manipulador y consentido. "Sé bueno, Inuyasha!" gritó ella con falsa dulzura antes de salir al corredor y cerrar la puerta.

Inuyasha continuó gritando por unos cinco buenos minutos después de que la puerta se cerrara, ignorando a todas las féminas mimándolo y tranquilizándolo. Él escuchó, esperando por que los pasos de su madre regresaran y corrieran a recogerlo. Pero sólo continuó hasta que no pudo escucharla más.

Profundo resentimiento y rabia se clavaron en su garganta, haciéndolo llorar aún más fuerte, esta vez de verdad. Ella lo había abandonado otra vez. Siempre hacía eso cuando no era conveniente para ella llevar a un niño pequeño. Ella siempre iba a lugares aburridos y hablaba con personas aburridas y luego lo tiraba por horas al final en más lugares aburridos.

"No te preocupes, ella regresará antes de lo que sepas." Dijo alguien.

"Deja de llorar, arrugarás esa dulce carita tuya."

Modelos… Inuyasha comenzó a calmarse un poco, notando que tal vez no iba a ser del todo mal… después de todo, los adultos eran más fáciles de manipular con su dedo meñique que a sus padres.

No pasó mucho antes de que Inuyasha se olvidara completamente de su madre y estaba complaciendo los caprichos de las mujeres a su alrededor. Los ensayos se habían llevado a un completo alto ahora que él había llegado, no es que nadie parecía haberlo notado.

"… y luego papi dijo que Sesshomaru parecía una niña!" Él rió mientras les contaba una historia que no parecía estar yendo a ningún lado, y aún todos estaban pendientes de cada palabra suya. "Mami no le habló por quin… quini… dos semanas!"

Las modelos prácticamente chillaron antes las adorables ondas que vertía Inuyasha. Una de ellas se inclinó con una sonrisa. "Di 'quince días'."

"Quinidías!"

Más chillidos.

"Muy bien chicas! A trabajar!" El hombre vestido extravagante comenzó a chocar sus manos para tener la atención de todos. De mala gana las modelos comenzaron a regresar a sus tocadores o comenzaron a vestirse en sus extraños vestidos. El hombre extravagante con un ceceo se hincó para hablarle a Inuyasha. "Por qué no vas a jugar con esa caja de juguetes de allá?" él señaló una alacena llena con viejos accesorios y calamidades.

Inuyasha conocía una caja de basura cuando veía una. Él le dio una sucia mirada mientras se retiraba para ir a hablar con alguna de las modelos. Inuyasha pateó su pie contra la silla, aburriéndose otra vez sin nadie para distraerlo.

"Oh dios mío, luces miserable aquí."

Inuyasha levantó su mirada hacia el adulto que no había notado acercarse a él. En realidad, estaba en su adolescencia, pero para él se veía tan adulta como las otras mujeres en la habitación, sólo que vestida en ropa más normal. Aunque apostó que todo ese rubio cabello no era su color natural.

"Por qué no bajamos a la cafetería y comes un pastel?" ella levantó su mano para que la tomara.

Inuyasha la agarró automáticamente. Los extraños siempre estaban acompañándolo aquí y allá, esto no era nada nuevo para él.

Nadie se dio cuenta cuando él salió del vestidor con la joven que no trabajaba aquí…

"Mi nombre es Jinko Aida." Le dijo ella mientras sostenía su mano por las escaleras. "Por supuesto que ese no es mi verdadero nombre, pero todos me llaman así, así que puedes llamarme Jin."

"Mi nombre es Inuyasha," le dijo él. En realidad Jinko era una chica bonita, por supuesto que no era rival para su madre pero le gustaban sus rasgos abiertos y su sonrisa.

"Todos saben quien eres." Ella rió apretando su mano. "No necesitas ser tan formal conmigo."

Ella lo sacó por la salida contra incendios y bajó por la escalera externa, llegando a un callejón. De alguna forma no se parecía al camino hacia la cafetería. "A dónde vamos?" preguntó él, sabiendo de seguro que la cafetería estaba dentro del edificio, no abajo en el callejón.

"Sólo recordé que había una tienda en la esquina que vende el mejor dulce en toda la calle. Por qué no vamos allá?"

Para entonces Inuyasha estaba comenzando a sospechar. Sus padres eran natural y crónicamente gente sospechosa gracias a sus profesiones, pero al menos algo de eso se le había pegado a Inuyasha. Él comenzó a tirar de la mano de Jinko. "Creo que debo regresar. Mamá gritará si no estoy ahí cuando regrese…"

"Oh vamos, sólo está arriba por la calle." Lo reprendió ella. "Eres un hombre, no es así?"

Nadie insultaba la potencial masculinidad de Inuyasha y se salía con eso. Entonces él mordió su mejilla malhumorado mientras seguía a Jinko hacia la boca del callejón.

Ahí fue donde todo salió mal.

Un estrecho auto negro llegó rechinando ante ellos, haciendo saltar a Inuyasha y echarse hacia atrás. Dos hombres salieron del frente usando ropa de trabajo normal y comenzaron a venir directo a ellos, caminando con apurados pero decididos y firmes pasos. Esto era malo… Inuyasha conocía instintivamente los problemas cuando los veía y trató de retroceder y correr por el corredor… pero por qué Jinko no soltaba su mano.

"Vamos, no hagas alboroto, Inuyasha." Dijo ella apretadamente, rehusándose a soltar su mano.

"Suelta!" gritó él… entonces comprendió y rápidamente comenzó a gritar a todo pulmón en espera de que alguien escuchara y llegara corriendo a ayudar.

"Cállate estúpido mocoso!" uno de los hombres atrapó su hombro en un doloroso agarre y colocó un paño sobre su nariz y boca. Olía fuerte… suficiente para hacer girar su cabeza y debilitar sus gritos.

"Estúpido niño…" el otro hombre lo agarró por el cabello y comenzó a arrastrarlo hacia el auto. "Buen trabajo, Jin."

"Oye, ten cuidado con el!"

Inuyasha se apagó como una luz antes de que golpeara el asiento trasero del BMW.

------

"Eras mucho más bajo la última vez que te vi." Jinko Aida levantó con un tenedor un pequeño trozo de pastel de un plato en la mesa frente a ella. "Y más dulce de apariencia. Tu rostro se ha puesto duro y petulante, sabes. Ahora abre."

Ella llevó el pastel a la boca de Inuyasha, pero él sólo le gruñó semi-inconsciente. "Si mi boca no estuviera tan seca te escupiría." Con sus manos atadas seguramente detrás del espaldar de su coja silla de madera, eso sería lo máximo de lo que era capaz.

"Sé amable, cachorro." Ella desvió el tenedor hacia su propia boca. "No eras tan bocazas la última vez. De dónde sacaste esa actitud?"

"Debe haberse desarrollado después de que alguien asesinara a mis padres." Respondió él. Para él, Jinko no parecía tan alta o tan bonita como solía ser. Tal vez era porque la mitad de su rostro estaba cubierto cuidadosamente por una cortina de rubios mechones y usaba un par de gafas oscuras.

Ella rió suavemente. "Medio quiero dejar que las drogas desaparezcan para que pueda mirarte a los ojos y ver tu verdadero temor." Ella empujó la torta en el plato. "Pero entonces te soltarías y correrías a la policía."

Inuyasha no tenía duda de que probablemente estaría furioso si hubiera estado en un estado mental normal, pero justo entonces no se preocupaba por Jinko particularmente, o el hecho de que su vida estaba en peligro, o el hecho de que la de Kagome también lo estaba. Sino que había una pregunta que sentía tenía que hacer. "Por qué?"

"Por qué, qué?" Jinko arqueó sus cejas sobre sus lentes. "Por qué te secuestramos cuando tenías seis años o por qué te secuestramos otra vez? Tal vez no nos agradas Inuyasha."

Inuyasha miró al piso, sintiéndose enfermo.

"Por supuesto, que ya sabes por qué." Dijo Jinko tranquilamente. "No lo descubriste hace una semana, el lunes pasado? Cuando eras humano? Trataste de matarte esa noche si mis fuentes están correctas."

"Eso fue un accidente." Dijo Inuyasha.

"Probablemente no recuerdas lo que supiste o por qué tomaste la bebida que Kouga te ofreció aún cuando sabías que estaba llena con dosis letales de heroína." Dijo Jinko sin rodeos. "Recuerdas Inuyasha? Lo que te dije esa noche?"

Él sacudió su cabeza, aunque pequeños detalles ya estaban comenzando a rezumarse a través de la espesa niebla que oscureció esa noche de su memoria. Recordó a la rubia, la bebida… la verdad detrás de la peor y más traumática experiencia de su vida y la advertencia de lo que estaba por venir…

Él había olvidado todo y ahora lo recordó cuando era muy tarde.

Inuyasha dejó caer su mentón sobre su pecho.

"Oh Inuyasha, no luzcas tan deprimido." Ella alcanzó y apretó su hombro. "Mira, prometo que intentaré convencer a Fushira que sea benévolo contigo cuando venga el viernes en la noche… mañana, de acuerdo?"

"Él trató de matarme hace seis años…"

"Lo sé," Jinko alisó los flecos de su rostro en forma suave y maternal. "Prometo que no lo dejaré lastimarte esta vez." Sus ojos comenzaron a arder y él sintió un nudo en la garganta. Jinko cubrió su mejilla. "Quieres regresar con tu amiga?"

Él asintió rápidamente.

"Entonces vamos."

Kagome levantó la vista ansiosamente cuando la puerta de la habitación llena de chatarra se abrió. Entró la rubia, arrastrando a un muy agotado Inuyasha tras ella. Kagome mantuvo su boca cerrada, a pesar de su urgencia por cuestionar a esta tonta mujer. En vez de eso, sólo observó cuando la joven entraba a Inuyasha a la habitación y lo hacía sentarse en el piso. Más que atarlo de nuevo a la barra, ella simplemente sonrió, acarició su mejilla y dejó la habitación otra vez.

"Estás bien?" Le siseó Kagome rápidamente a Inuyasha, levemente celosa de que no estuviera esposado a la barra como lo estaba ella. "Te lastimó?"

"Jinko nunca me lastima…" dijo él adormilado, cayendo de espalda para mirar al techo con ojos cubiertos. "Yo la lastimé…"

"Escucha, he estado pensando." Kagome miró hacia la mesa de trabajo contra la lejana pared. "Hay una vista en esa mesa de allá. Crees que puedas alcanzarla?"

"Fue él todo el tiempo…" Inuyasha no parecía estar escuchándola. "Era él…"

"Inuyasha!" suplicó ella. "Necesitas mirar abajo para que podamos salir de aquí! No quiero ser torturada! Por favor!"

"Me mantenía teniendo sueños de que él había venido a rescatarme… me mantenía escuchando su voz cuando alucinaba, lo escuchaba… pero luego cuando despertaba me daba cuenta de que todavía estaba solo."

Quienquiera que fuera 'él', tendría que esperar. "No estás solo Inuyasha, ahora me tienes a mi. Y si pudieras ir y mirar la vista podemos ir a casa."

Agua estaba saliendo de la esquina de sus ojos, pero Kagome no estaba segura si eran lágrimas reales o que sólo estaba cansado. Ella comenzó a tirar de sus muñecas otra vez, tratando de pasar sus manos por los aros como lo había estado haciendo desde que despertó, casi estaba libre… o se necesitarían unas horas más de forcejeo.

"Traté de matarme. Tenías razón."

Kagome miró a Inuyasha, dolida. "Qué?"

"La semana pasada… en la luna nueva. Sabía lo que Kouga había puesto en mi bebida." Dijo Inuyasha tranquilamente. "Aún la bebí porque quería morir."

Kagome quedó levemente boquiabierta. "Pero dijiste-"

"No lo sabía… hasta ahora."

Era extraño. Antes Kagome habría mirado la escena ante ella en shock y perplejidad… Inuyasha, la superestrella acostada en medio de la habitación más sucia, llorando. Pero ahora todo lo que veía era un joven adolescente que había sido arruinado toda su vida… no parecía tan extraño. Todo lo que sentía por él era consternación y compasión. No estaba segura de qué hacer…

"Por qué intentarías sobre dosificarte, Inuyasha?" Preguntó ella cansadamente. "Si sabías que podría matarte…"

El agua saliendo de sus ojos definitivamente eran lágrimas. Kagome renovó su lucha por liberarse con nuevo vigor y determinación. Así fue como lo hizo, con un poco de serpenteo y crujientes sonidos, su mano derecha se había deslizado por el aro de metal y estuvo libre en un instante.

Pero lo primero que hizo, en vez de correr hacia la ventana e intentar un escape, fue ir hacia Inuyasha. Ella se arrodilló rápidamente y secó sus lágrimas con sus pulgares. "No llores por favor no, o me harás llorar también." Su garganta se sintió extrañamente apretada mientras hablaba y miró su rostro gentilmente, viendo ahí el dolor. "Está bien, nosotros vamos a salir de aquí."

"Cuál es el punto?" murmuró él.

"Son las drogas las que hablan."

"No, no lo son." Él le dio una mirada irritada y volteó su cabeza.

El ceño de Kagome se bajó. "De acuerdo, bien, tú quieres quedarte y ser torturado, bien. Esa es tu elección. Pero yo quiero salir de aquí y necesito tu ayuda… por favor?"

La puerta se abrió de golpe, rebotando en otra mesa detrás y tirando unos pocos objetos al piso. Kagome se volteó, sabiendo que estaba en serios problemas antes de que el hombre entrara.

"Oh, llegó temprano." Dijo Inuyasha débilmente desde el piso.

Kagome reconoció su foto del periódico. No era otro sino Fushira Hashimoto… y aún esa fotografía del periódico no le hacía real justicia. Crueldad brotaba de cada poro y esos pequeños ojos redondos y brillantes le decían a Kagome que el que haría la tortura sería él…

"Qué demonios estás haciendo levantada? Jin me dijo que estabas atada." Remarcó él como saludo.

Antes de que Kagome pudiera tartamudear una respuesta, Fushira había cruzado la habitación en tres largas zancadas, agarrando su cabello y literalmente tirándola hacia la barra. El metal chocó dolorosamente contra su hombro, haciendo entumecer su brazo y un jadeo escapó de su garganta.

Kagome nunca había merecido tal tratamiento en su vida… tenía cada derecho a estar terrificada, especialmente cuando ese pesado par de botas descendió sobre su cabeza, oprimiendo su mejilla en el piso de concreto. Ella hizo una mueca de dolor y sólo consiguió en estrangulado sonido de dolor.

"No te muevas de este lugar a menos que te digamos, entiendes eso, cariño?" Para su gran alivio él levantó la bota y se dirigió hacia Inuyasha. Pero por alguna razón, esto no calmó los alborotados nervios de Kagome.

"Bueno, bueno, miren quién creció unos pies."

Luego esa bota fue a trabajar otra vez y golpeó duro las costilla de Inuyasha. El impacto pareció como si hubiera lastimado más de lo que debió… Kagome se preguntó si había un pequeño demonio en ese Fushira Hashimoto.

"No sabes cuánto tiempo he estado pudriéndome en ese apestoso agujero de celda!" le gritó él a un enroscado Inuyasha. "Seis-malditos-años! Todo porque un mocoso me identificó como el hombre que estrelló ese auto con mi vagoneta!"

Kagome quería gritar que él había matado a dos personas - había merecido ir a prisión por más que seis años! Pero su garganta parecía paralizada. Se preguntó si Inuyasha lo gritaría en vez de ella pero no lo hizo.

Hashimoto se agachó y agarró a Inuyasha por el cabello, levantándolo. "Considera esta mi venganza. Por meterme en ese infierno por todos estos años. Seis años viví en tortura… ahora tú harás lo mismo por mí. Seis años, nada más, nada menos." Él dejó caer a Inuyasha en el suelo. "Y entonces por supuesto tenemos que retribuir a Jinko. Tú robaste su lindo rostro con esas uñas tuyas… eso necesitará tres años al menos."

Kagome tembló al lado de la barra. Nueve años de tortura? Seguramente alguien los encontraría antes… seguramente podría escapar con Inuyasha? Más pronto que tarde con esperanza… pero también más pronto podrían ser unas semanas en la gran escala de nueve años.

Inuyasha también estaba temblando.

"Comenzamos contigo mañana en la mañana." Le espetó Fushira a Inuyasha. "Comenzaremos con esa arrogante carita tuya. Tal vez romper tu nariz un par de veces y luego sacar los alicates para tus dientes, eh?" Él desvió su mirada hacia Kagome que se echó para atrás bajo la intensidad. "Y luego el día siguiente te damos un turno? Conozco unas técnicas que pueden separar esa uñas manicuradas de tus dedos en seis horas. Confía en mi, es agonizante."

Ella tembló inconscientemente.

Agradecidamente él se fue después de eso, pero no antes de asegurar a los dos a la barra otra vez, pero esta vez por una mano de cada uno. El segundo par de esposas fue empleado para atar sus manos libres al otro. Ambos estaban mortalmente en silencio. Inuyasha parecía estar nadando en lástima de sí mismo, Kagome aún estaba tratando de pensar en un plan de escape…

Se estaba oscureciendo cuando su cena llegó en forma de dos rosquillas y una coca-cola dietética grande de Mac. Donald's para compartir. Jinko Aida la entregó, bajándola gentilmente a su alcance antes de sonreírle a Inuyasha e irse otra vez. Kagome había notado la forma en que su perfecto cabello rubio se había separado cuando se arrodilló, dándole un vistazo de la brillante cicatriz debajo. Inuyasha había hecho eso? Cuando tenía seis años, tal vez?

Si así fue, por qué ella actuaba como si en realidad estuviera muy encariñada con Inuyasha?

"La comida es sorprendentemente buena para el alojamiento." Kagome se encontró diciendo mientras miraba la sustancia azucarada de la rosca después de que Jinko se fuera.

"Está drogada." Dijo Inuyasha lentamente sin mirar.

Kagome miró la comida con más precaución. "No debemos comerla entonces."

"Si no lo hacemos y regresan para encontrar platos llenos sólo te forzarán." Dijo Inuyasha planamente, muy deprimido para realmente poner mucha emoción en lo que decía.

Él comenzó a alcanzar su comida, arrastrando la mano libre de Kagome con él.

Kagome la levantó antes de que pudiera tocarla. "Me comeré tu parte entonces." Dijo ella abruptamente.

Inuyasha le dio una mirada confundida. "Que…?"

"Entre más pronto esos tranquilizantes se disipen más pronto podemos salir de aquí." Razonó ella, mirando las roscas. "Si me como ambas rosquillas entonces pensarán que te comiste la tuya y no te forzarán. Y cuando recuperes tu fuerza podemos salir de aquí, verdad?"

"Eso no funcionará." Inuyasha movió su cabeza lentamente.

"Shí lo harrá!" Kagome asintió ansiosamente con una rosquilla ya en su boca y la segunda en una mano, lista y esperando. "Sólo asegúrate de recordar sacarme de aquí si no puedo caminar."

Inuyasha le dio una irritada mirada. "Si te comes ambas rosquillas probablemente caerás en coma!"

"Es el peor argumento, Inuyasha." Dijo ella rápidamente mientras mordía la segunda rosca. "Dios, creo que puedo probar en realidad las drogas…"

"Eres una idiota." Le dijo Inuyasha cortamente. "No vamos a salir de aquí, puedes rendirte."

"Bueno, lo siento, no estoy resignándome a la tortura a menos que tenga." Espetó ella. "Tú sólo mantente hasta el final del trato y encuentra una salida de aquí cuando regresen tus sentidos."

"Qué trato?" demandó él, pero ella ya estaba tomándose la cola dietética, muy ocupada engulléndose el líquido para responder. Él se dio por vencido y la dejó comer bizcocho, como lo estaba, decidiendo que era su propia cabeza si no despertaba mañana…

------

"Sólo cómelo por amor de Dios!" Jinko sujetó su brazo alrededor de la pequeña cabeza de Inuyasha, luchando con él para bajar la comida drogada por su garganta.

"Huele mal!" gritó él, forcejeando por soltarse. Era fuerte para un niño pero no lo suficiente para soltarse del agarre de una adolescente.

"No seas tan bebé!" Lo regañó ella, forzando el trozo de pan en su boca mientras trataba de evitar sus afilados y pequeños colmillos.

Desde el lado opuesto de la habitación, Fushira Hashimoto sólo rió. "Oh vamos, Jin. Es un niño!" gritó él mientras cincelaba trozos de goma de sus botas con una navaja.

"Es un niño fuerte!" gruñó Jinko. "Deja de mover tus brazos! Le sacarás los ojos a alguien!"

Inuyasha inhaló aire con un agudo siseo, notando que ella le había dado un oportuna abertura y una idea. El temor y la rabia dentro de él lo hizo irracional… cosas que normalmente no pensaría en hacer estaban comenzando a manifestarse…

Bueno, ser encerrado en una perrera y atormentado por días estaba comenzando a torcer su joven mente.

"TE ODIO!" gritó él tan fuerte mientras lanzaba sus cortas pero afiladas garras hacia el rostro de Jinko.

Carne se desgarró… sangre se esparció.

Inuyasha fue liberado en un instante y cayó en el piso mirando en mudo shock a la chica frente a él. Ella no había llorado ni gritado, sino que se veía tan conmocionada como él mientras llevaba una tímida mano hacia su rostro, golpeando ligeros dedos contra la brillante y fresca sangre que ya estaba bajando por su ceja y mejilla en su ojo izquierdo.

Inuyasha miró su mano, sorprendido por la falta de sangre en sus dedos.

Entonces todo explotó.

Fushira eructó como un volcán, gritando y gritando sobre asquerosos niños, Inuyasha lloró y gritó por varias cosas, era su única defensa. En el salvaje combate que siguió, Inuyasha estaba muy confundido para entender mucho de lo que pasó. Supo que Jinko se había escabullido durante la intensa pelea, pero además de eso, todo de lo que era consciente era de los aplastantes golpes que el hombre estaba propinándole, la bota que se mantenía chocando contra sus costillas.

Y esa navaja entró a jugar más de una vez…

Después de todo, Fushira simplemente levantó a Inuyasha por el sucio cuello de su camiseta y lo levantó como un débil muñeco de trapo para lanzarlo en la perrera de metal. Inuyasha estaba muy débil para protestar entonces.

Él sólo sintió alivio cuando Fushira dejó la habitación, dejándolo casi en silencio por el resto de la noche. Esto le dio a Inuyasha una oportunidad de curarse, pero el tiempo pasó con escrutinante lentitud… cada rápido respiro que tomaba era largo y toda una labor. No fue hasta tarde en la noche que encontró la fuerza de colocar su brazo sobre su rostro y llorar…

Él sólo quería a su mamá…

Él tenía sueños, pequeñas pesadillas irregulares que sólo duraban minutos y lo mantenían despierto la mayoría de la noche, pero había una vívida que siempre se repetía.

Soñaba que su padre había venido a rescatarlo, y que era su voz la que podía escuchar en la próxima habitación. Su padre siempre gritaba, demandando ver a Inuyasha y era usualmente en este punto que Inuyasha caía en un profundo sueño donde los sueños no existían.

Y cuando despertaba sólo estaba consternado de descubrir que su padre nunca había venido y que estaba tan solo como nunca.

Excepto… que no había sido un sueño.

------

Kagome resopló contra su hombro, perdida en sus sueños. "Está bien mamá… voy a ir a casa el domingo…" murmuró ella en forma no tan inteligible.

Las esposas que unían sus manos chocaron contra el concreto entre ellos cuando ella se acercó en su sueño, buscando inconscientemente un cuerpo más cálido en la fría habitación. Una fría corriente había estado soplando por la ventana desde que el sol se había puesto, si Kagome no hubiera estado dopada no hubiera podido dormir en semejante temperatura.

Inuyasha aún estaba paralizado. Todo lo que pudo hacer fue mirar al frente a la rojas manchas en el piso. Eso era pintura… pero las bruscas marcas negras eran sangre, sangre vieja por el olor.

Su sangre.

"Él lo planeó…" susurró Inuyasha en el frígido aire, su aliento muy frío para formar nubes de vapor.

Por seis meses había soñado periódicamente que su padre había venido a rescatarlo, una pequeña esperanza de que el sueño se hiciera realidad había sido lo que lo había mantenido vivo…

Pero ahora lo sabía.

Jinko le había dicho la verdad la noche de la luna nueva… ahora lo recordaba. Había estado tan perturbado que deliberadamente había usado la bebida de Kouga como una excusa. Y en la mañana había despertado con amnesia de todo lo que había pasado.

Por supuesto, cualquiera estaría perturbado al descubrir que su propio padre había organizado su propio secuestro.

------

Continuará…

------