Dead Famous
Por Rozefire
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Capítulo 26
El amor nos levantará
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Kagome suspiró adormiladamente mientras se despertaba de su profundo sueño. Alcanzó una mano medio dormida para encontrar a Inuyasha – sólo debería haber estado a un pie. Pero su mano aterrizó sobre el frío concreto y nada más.
Eso era extraño… Kagome frunció levemente mientras abría sus ojos un poco para mirar su mano. Dónde estaba Inuyasha? Las esposas que habían unido sus manos ahora estaba cortada pulcramente por la cadena, dejándola con una mitad colgando alrededor de su muñeca. La otra mitad se había ido.
"Inuyasha?" Ella intentó sentarse, pero no parecía tener la energía. Así que en vez, ella rodó flojamente y ubicó una borrosa mancha al otro lado de la habitación. Ella sabía que era Inuyasha por el gran y blanco borrón de cabello. "Qué estás haciendo?" murmuró ella, un graznido en su voz.
"Haciendo una bomba."
"Oh bien." Ella cerró sus ojos, sin haber escuchado realmente y dejó caer su cabeza. "Estoy aquí si me necesitas…" ella regresó a dormir.
Inuyasha no estaba seguro de cuánto tiempo les quedaba. El sol ya estaba comenzando a deslizarse hacia el horizonte para amanecer. El cielo estaba comenzando a iluminarse, dejándolo sólo con una hora o más antes de que Fushira despertara, y decidiera comenzar un nuevo día de tortura. Ese hombre estaba enfermo…
Y con la última dosis de tranquilizantes aún en su sistema, no sabía cuánto podía hacer físicamente para sacarse de ahí… así que tal vez necesitaba un poco de ayuda. A juzgar por el movimiento abajo y las diferentes voces, podía suponer que al menos había trece personas en la casa.
Trece personas contra un hanyou era una justa pelea en un día bueno… pero hoy apenas se sentía lo fuerte suficiente para enfrentar a un hombre, mucho menos a Fushira Hashimoto. Lo que necesitaba era una distracción.
Ahí era donde entraba la bomba.
Las botellas de agua vacías serían útiles, junto con las baterías de la vieja radio. Jinko tendría que encontrar otra forma para teñir sus raíces, ya que Inuyasha estaría usando todo su peróxido. Lo vació todo en las botellas de agua y comenzó a trabajar en abrir las baterías al deslizar sus garras por el medio. Era peligroso, y más de una vez se salpicó con un poco de ácido, pero no tenía tiempo para abatirse y gimotear, así que las abrió y usó el extremo de una rústica cuchara para raspar el pegado negro de adentro.
La última vez que había intentado hacer esto fue cuando tenía diez años… casi había perdido su mano en el proceso (una parte del cuerpo que no crecía). Supo ser más cuidadoso esta vez… ahora si sólo pudiera recordar cómo funcionaba exactamente…
Si le memoria le funcionaba, se supone que debía dejar secar la cosa negra de las baterías, pero no tenía tiempo para eso. Necesitaba salir ahora!
Rápidamente miró a Kagome, quien aún dormía inconscientemente. Todavía estaba esposada a la barra, así que rápidamente fue y la soltó, rodándola sobre su costado para que pudiera alzarla de prisa si era necesario. Luego fue a la ventana y se detuvo para asomarse por los espacios en el vidrio roto. Para su sorpresa, vio un lago. Agua salada por el olor… había asumido que el olor salado había sido Kagome desde que había sido secuestrada por medio del mar, así que era lógico. Pero tal vez su bote había llegado a este lado del lago, el edificio del otro lado del lago estaba afuera en el mar.
Él ubicó el bote a cientos yardas lejos y decidió que era su mejor oportunidad de escape. No había otros botes para seguirlos, e incluso un auto no podría ir a donde un bote podía, sin importar lo rápido que viajara.
Con la ruta de escape formada, él regresó a la mesa de trabajo. No podía desperdiciar más tiempo.
Las baterías, la cosa negra, y la cuchara metidas directo en la botella de tintura para el cabello. Rápidamente enroscó la tapa y se apresuró a la ventana. Sólo tenía unos segundos.
Era difícil maniobrar su brazo por los huecos de la ventana, y cortó por su camiseta su piel en varios lugares. Pero su recompensa fue el agradable y sustancioso estallido que hizo cuando golpeó el duro suelo de abajo. No era exactamente material de la bomba atómica, pero sonó lo suficiente como un disparo para las personas de abajo. Inuyasha los escuchó tirar todo lo que estaban haciendo y salir afuera… Dejando el camino libre para que Inuyasha llevara a kagome a un escondite seguro en el edificio.
Rápidamente, retractó su brazo antes de que alguien abajo lo viera y corrió al lado de Kagome. Ella gruñó una leve protesta en su sueño mientras la alzaba y la colgaba sobre su hombro, pero permaneció flácida e inconsciente mientras salía por la puerta. Como lo predijo, todos habían salido para revisar el ruido, lo que significaba que nadie estaba ahí para vigilarlo a él y a Kagome.
Inuyasha estaba perdido por cuál camino ir. La planta baja parecía ser la más sensible apuesta. Con todos afuera, tal vez podría encontrar la puerta trasera. El contuvo su respiración cuando las escaleras crujieron mientras descendía, y fue sólo entonces que se dio cuenta de lo fuerte que su corazón estaba latiendo.
Pero aún así comenzó a aumentar su paso cuando escuchó a alguien regresar por la puerta del frente justo cuando alcanzó el último escalón. Era muy tarde para correr – sería escuchado, y no había lugar para esconderse en la amplia habitación a la que las escaleras lo habían llevado. Así que rápida y silenciosamente, se adentró más en la parte trasera de la casa, lejos del sonido de esos pasos. Desesperadamente trató de encontrar un lugar par esconderse y a Kagome…
Las pesadas botas se precipitaron por el piso del corredor, acompañados por un refunfuño amargo. Fushira estaba de regreso otra vez, y si Inuyasha no encontraba un lugar para esconderse, sería visto. Él se dirigió a la puerta más cercana, y se encontró en un guardarropa. Apresuradamente, dejó a Kagome deslizarse en el suelo y bajó un abrigo azul claro para colocarlo sobre ella. Probablemente era de Jinko, pero prefería que fuera de ella a que fuera de Fushira.
Ahora tenía que ir a enfrentar la música.
Inuyasha salió tranquilamente del guardarropa y cerró lentamente la puerta tras él, escuchando atento a donde Fushira podría estar. Cuando escuchó los pasos del hombre en las escaleras, se dio cuenta que Fushira estaba subiendo… y no duraría mucho en descubrir en pocos segundos que sus cautivos se habían liberado. El verdadero infierno comenzaría entonces.
Rápidamente Inuyasha comenzó a buscar algo con qué defenderse. Normalmente habría dependido de sus puños, pero esta vez sus puños no estaban para libres para arañar, hablando de alguna forma.
Él volvió a entrar a la gran habitación donde comenzaban las escaleras, justo a tiempo para escuchar un bramido de rabia y frustración emanar desde arriba. El corazón de Inuyasha estaba volcándose otra vez. Estaba convencido de que estaba jodido… este era el día en el que iba a morir.
Y entonces su desesperada mirada aterrizó en el revólver. Era viejo, negro y rasguñado, igual al que había confiscado del falso conductor en el incidente de la limosina. Tres balas yacían a su lado en la mesa contra la pared, rogando ser levantadas.
No había sentido en dejarlas desperdiciar…
Rápidamente corrió y tambaleó para cargar las balas, dolorosamente consciente de los relampagueantes pasos de Fushira corriendo por el pasillo de arriba, revisando en cada habitación por sus víctimas, apresuradamente Inuyasha colocó en su lugar el semi-cargado cilindro del arma, y fue a esconderse bajo las escaleras…
Justo a tiempo… porque Fushira Hashimoto escogió ese momento para bajarlas a total aceleración. Inuyasha nunca lo había visto tan enojado. Tragó duro y aferró fuertemente el arma en su mano.
Inmediatamente Fushira reasumió su cacería, buscando bajo lugares obvios como el sofá, la mesa y en la pequeña alacena al lado del T.V. Continuamente dirigiéndose en dirección del guardarropa donde Kagome yacía durmiendo.
Inuyasha no podía permitirle encontrarla. Silenciosamente salió de su escondite bajo las escaleras y siguió a Hashimoto, levantando el arma inestablemente mientras avanzaba. Fushira, por su parte, era inconsciente del peligro en el que estaba y continuó recorriendo el lugar. Entró en el corredor y comenzó a abrir y cerrar puertas de cada habitación en su búsqueda. Inuyasha lo siguió en silencio, endureciéndose.
Dispárale, dispárale, idiota… se reprimió él. Fushira estaba acercándose al escondite de Kagome; ahora sólo estaba a dos puertas.
Pero era bajo para Inuyasha dispararle a alguien por la espalda… era bajo para él dispararle a alguien, punto final. Cuando el hombre de Fushira había matado a su chofer en esa carretera, había considerado matarlo por un segundo… pero sólo por ese segundo. Había hecho a un lado esa idea a favor de sólo asustarlo…
Pero ahora…?
La mano de Fushira estaba alcanzando la puerta del guardarropa. Si Inuyasha no actuaba, Kagome estaría en peligro.
Por alguna razón, no podía llevarse a apretar el gatillo…
Pero en ese crucial momento, cuando Fushira bajó la chapa, el pulgar de Inuyasha se deslizó en el seguro con un audible clic. Hashimoto se volteó para enfrentarlo… e Inuyasha reaccionó de puro susto.
Él no escuchó el sonido del disparo cuando haló el gatillo, pero vio a Hashimoto echarse atrás cuando la bala impactó su pecho. El hombre sólo miró con enmudecida sorpresa a Inuyasha… pero aún permaneció de pie.
El rostro de Inuyasha se retorció en una mueca mientras halaba el gatillo otra vez, y otra vez. Haló otra vez, pero estaba falto de balas. Sus dedos se paralizaron y el arma cayó de sus manos, golpeando el piso segundos antes de que Hashimoto lo hiciera.
Inuyasha lo miró mudo. Estaba extendido en el piso, probablemente muerto antes de que golpeara las tablas. Sus ojos ya se habían volteado, y su boca colgaba abierta.
Esa sorprendente expresión permanecería infinitamente en su rostro para siempre.
Inuyasha no se podía mover.
Venían personas. Habían escuchado los disparos y estaban viniendo para ver qué había pasado. El grito de Jinko fue suficiente para sacarlo de su aturdimiento, y parpadeó hacia la puerta de la cocina par verla ahí de pie con sus manos sobre su boca, temblando con lágrimas. Los hombres tras ella estaban muy impactados para hacer un movimiento.
Cuánto tiempo permanecerían así… al otro lado del hombre que había matado?
No… él tenía que salir de aquí.
Él agarró el arma caída, y la niveló ante el grupo de Jinko al otro lado del corredor. "Al suelo o disparo!" él sonó más valiente de lo que se sentía.
Nadie se movió.
"Dije, abajo!" repitió Inuyasha en voz más fuerte. Era una fanfarronada – no tenía más balas, pero tal vez no lo sabían.
Sólo se tomaron un momento más de duda antes de que comenzaran a caer de rodillas antes de acostarse completamente, manos sobre sus cabezas. Sólo Jinko permaneció de pie. Inuyasha giró el arma hacia ella. La última persona en el mundo para confiar era esa mujer – era impredecible en el mejor de los momentos. "Abajo." Le dijo él.
Ella lo ignoró. Sus ojos sólo estaban en Fushira, y lágrimas visiblemente estaban bajando por sus mejillas. Se tambaleó unos pasos hacia delante, alarmándolo, pero todo lo que hizo fue caer de rodillas al lado del muerto y continuar llorando, tocando su rostro.
Ella realmente lo amaba, verdad?
Inuyasha la observó, acobardado por un momento, antes de bordearla y a Fushira hacia la puerta del guardarropa. Con una mano, él bajó la perilla y, mientras mantenía el arma apuntando hacia Jinko, se agachó. Pasando un brazo bajo la inconsciente Kagome, gentilmente la alzó sobre su hombro. Parecía inusualmente pesada en su debilitado estado pero se lo atribuyó a todas las rosquillas que había consumido anoche.
Él dejó a Jinko sollozar sobre el cuerpo de Fushira, y cuidadosamente pasó sobre los hombres en la entrada de la cocina. Había una puerta trasera, abierta e invitando a la libertad. Él les dio una mirada a los inmóviles miembros de la banda – y una desconsolada a Jinko – antes de salir por la puerta.
Cuánto tiempo tenía antes de que se levantaran, agarraran sus armas, y fueran tras él? Inuyasha no quería pensar en eso, así que emprendió la huída… aunque tenía la extraña sensación de que no sabía cómo parar. El lago estaba abierto ante él, y el bote aún estaba en sus amarres en la orilla. Él corrió, tirando el arma en su apuro y bajando a Kagome de su hombro y en sus brazos. No quiso ser tan rudo, pero realmente estaba apurado.
Al momento que alcanzó el bote, colocó a Kagome dentro y lo empujó lejos de la orilla, sin preocuparse de que estuviera andando con dificultad hasta la cadera en el enlodado lago completamente vestido.
Un disparo sonó tras él, pero no perdió tiempo para ver sobre su hombro. Él se concentró en subirse por el borde de madera del bote y agarrar la cuerda del motor. Vibró, pero no encendió.
Disparos sonaron no muy lejos tras él, y sintió una bala raspar por su oreja, rozando su cabello. Aún mantuvo su concentración en el motor, determinado a encenderlo.
"Vamos… vamos!" Susurró él frenéticamente, como si eso lo convenciera de continuar.
En el séptimo jalón, finalmente agarró, y el motor rugió. Finalmente! Jadeó él mentalmente con exasperación y agarró la barra de caucho con ambas manos para conducirlo.
Otro disparo sonó, esta vez desde la orilla a sólo unos metros. Un dolor punzó su hombro y se quedó ahí. Inuyasha hizo una mueca, pero se aferró al caucho, determinado a sacarlos de ahí.
Fue pura suerte que ninguna de las balas golpearan el motor, o hiciera un horrible agujero en el costado del bote. Los idiotas parecían más atentos en dispararle a Inuyasha que a su vehículo de escape. Kagome permaneció a salvo del fuego, escudada mientras estaba bajo los asientos.
Inuyasha más o menos siguió su nariz, dirigiéndose a donde el lago llevara en un esfuerzo por encontrar mar abierto, y el regreso a su villa. Cuando estuvo a una buena distancia lejos, finalmente miró sobre su hombro y vio las encogidas siluetas de los hombres en la orilla. Ahora estaba fuera del alcance de sus armas, y ellos lo sabían… algunos sabían que lo habían estado, y estaban dirigiéndose por los autos.
Muy mal que Inuyasha ya había tomado nota de sus números de placa.
"No toques esa rana!"
Inuyasha movió su mirada rápidamente hacia Kagome, quien estaba retorciéndose dementemente en su asiento. "O las hamburguesas de cordero…" ella se desvaneció y se calmó, pero de alguna forma había nivelado su brazo sobre el borde del bote. Su mano colgaba sobre el borde con sus dedos casi rozando el agua.
Inuyasha suspiró, y gentilmente colocó su pie bajo su codo, trayendo la renegada mano de regreso al bote. Su hombro le dolía, y sintió frío y hormigueo.
Pero eso no era nada comparado a la miseria en la que estaba su conciencia.
Realmente había matado a un hombre…
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"La policía no encontró nada en el viejo escondite." Le informó Miroku a Kikyo mientras entraba a su oficina. "Si ese era donde lo mantuvieron la última vez, han cambiado de localización."
"No es de sorprender." Kikyo pasó una mano sobre su mejilla mientras se recostaba en su silla y consideraba. "Kagome se ha ido un día. Inuyasha casi tanto… cómo es que él fue secuestrado a plena luz del día, pero nadie se dio cuenta?"
Miroku suspiró y se deslizó en la silla opuesta a su escritorio. "Sango está enloquecida… la Sra. Higurashi aún más – ha estado en el teléfono dos veces o más pidiendo noticias. Cocinera no deja de llorar, y Sesshomaru parece que intenta quedarse aquí porque su esposa lo echó… aunque del por qué insistió traer a Rin…"
Kikyo consideró su lámpara silenciosamente.
Se sentaron en contemplativo silencio por un momento, antes de Miroku suspirar. "No entiendo por qué esto ha pasado otra vez…"
Kikyo miró el techo. "Bueno, la última vez fue torturado por tres meses. Supongo que si este es sin duda el mismo grupo de personas que antes, intentan hacer lo mismo… aunque aún no sé sus motivos."
Miroku le dio a Kikyo una despreciable mirada. No le gustaba la forma en que hablaba tan fríamente sobre esas cosas. Hablaba de tortura como si hablara de helado – con apenas algo de emoción o compasión. Pero supuso que no podía culparla… esa era la forma de Kikyo después de todo. "Crees que hicimos lo correcto informando a la policía?" le preguntó él.
Kikyo dudó antes de asentir. "La última vez dijeron que lo ejecutarían si alguien era informado… no nos dieron tal amenaza esta vez. Es un juego justo."
Miroku frunció. "Si te equivocas en eso, yo-"
"Algo sospechoso pasó en 1992. Algo que no está pasando ahora… algo es diferente en este secuestro." Dijo Kikyo cortamente, frunciendo pensativa. "Sólo deseo saber cómo encontrarlo…"
Miroku la miró. "Él tiene a Kagome con él, estoy seguro que si dejan de ser tan testarudos y juntan sus cabezas por una vez, pueden solucionar las cosas."
"Ellos aún son adolescentes, Miroku." Lo regañó Kikyo.
"Entonces piensas que no harán nada?" Retó él.
"Sólo estoy diciéndote no elevar tus esperanzas muy alto en tontos caprichos." Ella se encogió antes de inclinarse para escarbar en sus papeles. "Ahora puedes regresar a trabajar. Necesito concentrarme."
Miroku suspiró y volteó sus ojos, pero se levantó de todas formas y salió de la habitación. Kikyo podía ser tan fría a veces. Él la miró cuando alcanzó el marco y se detuvo en seco.
Ella estaba llorando.
No grandes lágrimas, esa no era la manera de Kikyo. Pero estaba seguro de que la había escuchado sonarse, y pasar el dorso de su mano por sus ojos. "Kikyo… por qué estás-"
Ella le dio una mirada paralizante, pero su helaje estaba difuso por las lágrimas nadando en sus ojos. "Continúa caminando." Espetó ella.
"Caminando." Coincidió él, y rápidamente giró en su talón para salir otra vez.
Espera hasta que Sango escuche de esto!
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"Maldición!" gritó Inuyasha mientras pateaba el motor sin vida del bote. "Cómo trabajas para los chicos malos y no para mi! Idiota!" Él lo pateó otra vez por buena medida.
Pero desquitar su rabia en el motor sólo estaba agotándolo, y disminuyendo las probabilidades de hacerlo funcionar otra vez. Él tomó un respiro deliberadamente profundo para calmarse, y movió un poco su brazo rígido para mantener la sensibilidad.
Él había aterrizado el bote en una playa rocosa. Estaba vacía y tranquila y no había una señal de vida humana por ningún lado. No tenía idea de dónde estaba en relación a la villa, y sabía que tenía que apurarse. Necesitaba encontrar una casa o una cabina telefónica para llamar a la policía o a alguien en la villa para que viniera y lo recogiera. Necesitaba aprehender a los secuestradores que había dejado en la orilla del lago antes de que se escaparan.
Pero lo único promisorio que podía ver era la carretera gris arriba en la ladera de la playa. Tal vez si tenía suerte, un auto pasaría y podría detenerlo.
Con otro suspiro, él se agachó y gentilmente sacó a Kagome del fondo del bote, colocando su peso sobre su brazo bueno. Fue un movimiento doloroso, y su hombro gritaba en agonía, pero sólo apretó sus dientes y lo soportó. No era que pudiera dejarla atrás. Como si su conciencia no estuviera en suficientes problemas como lo estaba…
"Vamos… ballena come-buñuelos…" él abrió la boca mientras la balanceaba sobre su hombro bueno, y colocaba su brazo sobre la parte trasera de sus muslos para sostenerla. Él evaluó cuál camino que subiera la pendiente sería el más fácil, y entonces continuó su viaje a casa.
Kagome se dobló levemente en su sueño. "No… no…"
Él la ignoró. Ella era una completa parlanchina cuando dormía, y había estado gruñendo palabras negativas desde que habían dejado la orilla del lago.
"… no… el manubrio…"
"Probablemente está clínicamente loca." Se dijo él en voz alta mientras comenzaba la ardua tarea de trepar una cuesta con una gran piedra sobre un hombro. "Pero otra vez, así lo estás. Estás hablando contigo mismo."
De alguna forma, después de sólo un par de tropiezos, consiguió alcanzar la cúspide, y se tambaleó sobre la dura superficie del camino. Él pausó por un minuto o dos, mirando de arriba abajo en espera de que alguien pasara…
Pero no podía escuchar el distante sonido de un motor. Estaba a millas de algún lugar.
"Mierda…" murmuró él, desconsolado.
Bueno… si estaba a millas de algún lugar, probablemente era una buena idea continuar moviéndose mientras aún tuviera la fuerza. La bala en su hombro iba a tumbarlo si no tenía atención médica en las próximas horas.
Kagome continuó hablando dormida… sólo que ahora parecía como si estuviera cantando. "… el amor nos levantará… a donde pertenecemos…"
"Oh santo dios." Él no sabía cuánto más podría soportar de esto. Por qué ella había sentido tan necesario comerse ambas rosquillas? Ciertamente le habría ahorrado mucho problema si estuviera lo despierta suficiente para cargar su propio peso y sin cantar al mismo tiempo.
Aunque… si no se hubiera comido esa comida drogada, probablemente él no hubiera tenido la fuerza para estar caminando donde lo estaba ahora. Todavía estaría sentado en esa apestosa habitación con ella.
En realidad, no, no lo habría estado.
Inuyasha miró reprochante hacia el sol que ahora se había levantado a una buena distancia del océano en el horizonte. Si aún estuviera con Fushira, estaría sentado en esa silla mientras le sacaba los dientes.
Kagome era una bendición en desgracia.
"Donde las águilas vuelan… sobre las montañas…"
Ella sería más de una bendición si pudiera cantar a tono, pero no podía evitarlo. "El amor nos levantará a donde pertenecemos." Cantó él gentilmente, más para sí.
"Lejos… del mundo abajo…"
"Arriba donde el viento fresco sopla." Cuando Kagome no siguió simplemente él continuó solo con una leve sonrisa. "El tiempo pasa, no hay tiempo para llorar… sólo tú y yo… solos…"
Él se desvaneció, perdiendo la sonrisa mientras era sumergido en sus propios pensamientos por un momento. Pero finalmente sonrió levemente y sacudió su cabeza para deshacerse de sus ideas. "Sólo tú y yo ahora, niña." Él sonrió forzadamente. "Nadie para detenerme de tomar ventaja de ti si… lo deseara…"
Él perdió ese tren de palabras cuando sus oídos captaron un distante pero inequívoco sonido.
Alguien estaba acercándose en un auto.
Rápidamente Inuyasha volteó y miró la carretera por la que había estado caminando. Una pequeña mancha gradualmente estaba ganando tamaño mientras el vehículo se acercaba a un paso agonizantemente lento. Inuyasha permaneció donde estaba, esperando… y esperando… y zapateando su pie con impaciencia.
Santo dios, que conductor tan lento.
Pero eventualmente, se acercó lo suficiente para ver al conductor. Era una mujer de mediana edad con una carga de compras en el asiento del pasajero a su lado. No era mucha amenaza, así que rápidamente levantó su adolorido brazo y lo ondeó.
Ella comenzó a desacelerar hasta que llegó a un completo alto a su lado.
La ventana se bajó, y la mujer sacó su cabeza con ojos fruncidos. "Ustedes dos niños no están haciendo nada retorcido, verdad?" examinó ella.
"No, Señora Velocidad del Demonio." Él levantó un pulgar para sí. "Mi nombre es Inuyasha, y ella es Kagome Higurashi…"
"… igual a viaje a las estrellas…" saludó Kagome.
"Y fuimos secuestrados." Inuyasha continuó explicando. "Pero ahora hemos escapado, y realmente apreciaríamos su pudiera llevarnos a la cabina telefónica o estación de policía más cercana."
"O a tu mansión tal vez?" Eso fue sarcasmo en su voz?
"Qué, no me cree?" Inuyasha le frunció.
"Oh no, sí. Te reconozco, también!" la mujer se encogió. "Mi hija tiene tu pin-up sobre su cama. Eres mucho más pálido en la vida real, sabes."
"Entonces nos dará un aventón?" preguntó Inuyasha.
"Entren." Ella gesturizó hacia el asiento trasero. "Te regresaré a tu villa. Sólo está a cinco millas de carretera."
"Oh…" Más cerca de lo que había pensado. Él abrió la puerta trasera del viejo auto y colocó a Kagome dentro antes de gatear a su lado.
"Trata de no sangrar sobre mi tapicería." Le advirtió la mujer. "Apenas limpié esa cosa."
"De verdad? Puede decirlo." Pero él lo dijo tan plácidamente que sólo le cayó como agua en la espalda de un pato. Obviamente, esta era una mujer que no captaba los insultos muy bien.
Y aún era una conductora molestamente lenta, a pesar del hecho de que estaba llevando a una víctima de bala y a una chica inconsciente. Igual de escasa de un radar de insultos, también le faltaba un sentido de urgencia.
Pero al menos le dio a Inuyasha tiempo para recuperar el aliento, y recuperarse del esfuerzo por el que había pasado su cuerpo. Él dejó caer hacia atrás su cabeza contra el descansador y durmió la mayoría del viaje.
La villa sólo vino a la vista cuando despertó otra vez. Al momento que la ubicó, sintió una ola de alivio. Él se sentó rápidamente y la observó ansiosamente. Pero su movimiento hizo mover a Kagome, y gruñó levemente mientras comenzaba a recobrar la conciencia.
Él volteó para mirarla mientras ella parpadeaba un par de ojos adormilados. "Estás bien?" preguntó él.
Ella ahogó un bostezo con el reverso de su mano mientras asentía. "Tuve el sueño más extraño…" ella rascó su cabeza. "Soñé que todos estábamos viviendo en esta nave espacial, y esos extraterrestres estaban invadiendo la nave, y se parecían a los orcs del Señor de los Anillos, pero con armas de rayo… y entonces descubrimos que la única forma de derrotarlos era cantar "El amor nos levantará" sin tonos de voces."
Una sonrisa se formó en sus labios. "De verdad?"
"Y tú estabas ahí." Le dijo ella. "Eres un cantante terriblemente bueno en mis sueños."
"Soy un cantante terriblemente bueno en la vida real."
Ella movió su cabeza. "No, te escuché en la ducha la semana pasada. Nadie puede matar la canción de Madonna 'Like a Virgin' como tú… como virgen mi trasero…" ella se detuvo cuando finalmente notó a la mujer conduciendo el vehículo, y luego el auto en el que estaban sentados. "Uh… dónde estamos?"
"Cerca de la villa."
Su rostro se iluminó con una soñolienta sonrisa. "Entonces escapamos?"
Él asintió.
Ella sonrió aún más. "Sabía que podías hacerlo." Ella cerró sus ojos y suspiró mientras descansaba su cabeza en su hombro bueno. "Te lo dije…"
Inuyasha sonrió severamente. Probablemente no estaría tan feliz si supiera qué medidas le había tomado para sacarlos de ahí en primer lugar…
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Continuará…
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