Dead Famous
Por Rozefire
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Capítulo 28
Regresando a casa
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"Kagome!"
Kagome volteó ante el sonido de la voz de su madre. "Mamá!"
"Kagome!"
En un instante su conversación terminó mientras Kagome se levantaba y encontraba a la mujer a medio camino en la habitación. Inuyasha observó con perplejo asombro cuando ambas cayeron en los brazos abiertos de la otra y comenzaban a sollozar sincronizadas. Qué demonios estaba pasando?
Kikyo apareció en la puerta, levemente sin aliento y su cabello fuera de lugar. Ella llamó a Inuyasha. "El Detective Sano está aquí - quiere hablar contigo."
Inuyasha se levantó a regañadientes y avanzó hacia la puerta. No estaba seguro de cómo se sentía al estar ahí la madre de Kagome… pero entonces, no saber cómo se sentía no era nada nuevo. Él intentó pasar directo al par abrazado, y habría tenido éxito si una mano perdida no hubiera agarrado su hombro.
"Tú!" La madre de Kagome giró hacia él, haciendo momentáneamente a un lado a su hija.
Uh oh…
Todo pareció pasar en cámara lenta. Las manos de la Sra. Higurashi lentamente estaban extendiéndose, apuntado por su cuello en un estrangulamiento. En la puerta, Kikyo hizo una mueca, pero estaba muy lejos para hacer algo. Kagome sólo observó suavemente.
Esto es, pensó él, estrangulado de muerte por la madre sobre protectora de una fan!
"Muchísimas gracias!"
Los brazos de la Sra. Higurashi se cerraron alrededor de su cuello y la mujer rápidamente comenzó a sollozar en su hombro, igual como lo había hecho con Kagome. Inuyasha permaneció rígido e inflexible en su shock. "Qué?" respiró él.
"Salvaste a mi pequeñita - cómo puedo pagarte!" La Sra. Higurashi continuó sollozando.
Las manos de Kagome de cerraron contra sus caderas. Inuyasha la vio bajar más su entrecejo tras la espalda de su madre. "Discúlpenme, pero si no hubiera sido por mi él nunca hubiera podido salvarme… quiero decir… tú sabes lo que quiero decir."
La Sra. Higurashi se sonó fuertemente. "Qué?" ella miró vagamente a su hija.
"Creo que ella quiere decir que fue un esfuerzo conjunto." Rápidamente Inuyasha se salió del rango de abrazo de la mujer. "Yo no podría haber escapado sin ella, y ella no habría podido escapar sin mi… aún parezco ser el que hizo toda la huida…"
"Gracias por salvarla!" La Sra. Higurashi dijo efusiva otra vez. "No sabía qué hacer - nadie me decía dónde estaba o qué estaba pasándole! Nunca había estado tan estresada en toda mi vida!"
Algo en la forma simple que había dicho eso le recordó a Inuyasha de una conversación que había tenido con Kagome la semana anterior. Él ladeó su cabeza levemente inseguro mientras Kagome caía otra vez en el abrazo de su madre, convenciéndola de que estaba sana y salva.
No era ésta la mujer que había estado atrapada en un auto por seis horas con su esposo muerto? Cómo había conseguido decir tan despreocupada que esto era más estresante que el terremoto?
Ella había hablado de eso…
"Ahora estoy bien, mamá." Kagome se separó de su madre. "Regresamos a salvo y escapamos antes de que pudieran lastimarnos en alguna forma."
Kagome continuó balbuceando con su madre de lo que había sido. Cómo había sido dejada en esa habitación por casi un día antes de que Inuyasha hubiera llegado gallardamente y todo eso. Ella estaba en profundo detalle en las decoraciones de la habitación de cachivaches cuando Kikyo tosió fuertemente, captando la atención de Inuyasha. Él la miró expectante.
"Detective Sano?" recordó ella, levantando una ceja.
"Cierto…" Él le dio una última mirada a la parlanchina Kagome antes de seguir a Kikyo fuera d la habitación.
Kikyo le habló sobre su hombro mientras hacían su recorrido hacia el elevador. "Sano dice que la policía encontró la cabaña a orilla del lago que mencionaste. La mayoría de los secuestradores se habían ido… pero dijo que Jinko Aida todavía estaba ahí. Como el cuerpo de Fushira Hashimoto."
"Y qué más dijo?" preguntó Inuyasha incómodo.
"Nada. Sólo quiere hablarte."
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"Cómo supiste que regresé tan pronto?" La preguntó Kagome a su madre, llevándola a sentarse en la cama. "Cómo llegaste aquí?"
"Bueno, ese joven agradable, cuál era su nombre…? Miroku, creo. Bueno, él vino esta mañana para llevarme a una reunión con la policía y la agente de Inuyasha - pero cuando llegué aquí me dijeron que habías regresado." Ella acarició el cabello de Kagome cariñosamente. "Oh Kagome, estaba tan preocupada por ti."
"Estaba un poco asustada, supongo…" Kagome sonrió. "Pero estoy bien ahora."
"Lo sé." Su madre asintió. "Pero quiero que vengas a casa conmigo hoy."
Kagome miró a su madre, no era que su admisión la hubiera sorprendido ni nada. "Ir a casa?" repitió ella lentamente. "Pero se supone que me quedo hasta mañana."
"No importa si vas a casa un día antes, verdad?" razonó su madre. "No lo sé, Kagome… no creo que pueda soportar dejarte fuera de mi vista otra noche… te quiero donde pueda mantener un ojo sobre ti."
Kagome rió un poco. "Mamá! Este es el lugar más seguro en el que podría estar. Si alguien estuviera determinado a secuestrarme, entonces tendrían un trabajo más fácil al hacerlo en casa que aquí en la villa. Además, los secuestradores probablemente han sido capturados por la policía, no hay caso en preocuparse-"
"Eso es exactamente lo que dijiste la última vez que hablamos." La interrumpió su madre con una sonrisa muy natural. "Dijiste que estabas segura aquí y que no sería más problema porque el perpetrador fue capturado. Luego fuiste secuestrada."
"Lo sé… pero…"
"Pero qué?"
Kagome miró su regazo. 'Pero' era todo lo que tenía para discutir. "Oh mamá…" Y había estado tan cerca de hacer un progreso con Inuyasha, también. Esta debe haber sido la primera vez que se había abierto con alguien en su vida…
"No quieres ir a casa?" Su madre ladeó su cabeza, levemente confundida y tal vez un poco dolida.
Rápidamente Kagome se animó por seguridad a su madre. "Oh no! Realmente sí! Extraño a todos y a mis amigas y estoy cansada de estar rodeada por villanos…" ella se desvaneció cuando una repentina realización cayó sobre ella. "Supongo… supongo que quiero ir a casa. Yo no… Supongo que no me siento cómoda aquí después de lo que pasó…"
Su madre sonrió y colocó un brazo alrededor de su hombro. "Entonces podemos ir a casa hoy, Kagome." Le dijo ella gentilmente. "Tus amigas están esperando en el Templo. Están esperando que regreses y creo que intentan darte la inquisición española cuando te vean."
La boca de Kagome se levantó en una leve sonrisa mientras miraba al espacio, pero era una vacía expresión. Se sentía mal… mal por querer ir a casa.
Por qué se sentía como si estuviera traicionando a Inuyasha?
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"Jinko Aida dice que tú mataste a Fushira Hashimoto."
Inuyasha plantó su mentón en su palma y miró al detective al otro lado del escritorio. "Tiene razón. Lo hice." A su lado, Kikyo dio un irritado suspiro. Ella le había dicho no decirle nada al detective, pero lo había arruinado en cuatro palabras.
"Cómo pasó?" preguntó el Detective Sano cuidadosamente.
Inuyasha tenía que admitir que le gustaba Sano más que el anterior detective. Por un lado, el rostro de este hombre fue la primera amistosa que había visto después de esos duros tres meses en el 92, también como el hecho de que su acercamiento era mucho menos acusador que la del otro detective. Inuyasha no sintió la necesidad de andarse con rodeos con él. "Fushira estaba por descubrir dónde había escondido a Kagome. Si la encontraba, le hubiera hecho algo… golpear, mutilar, o matar, no lo sé. Pero no quería arriesgarlo, así que le disparé."
"Él estaba armado." Añadió Kikyo rápidamente. "Fue en autodefensa."
Inuyasha volteó sus ojos. "Él no estaba armado. Prácticamente le disparé en la espalda!"
El Detective Sano permaneció compuesto y calmado a pesar de la ferocidad entre la superestrella y su agente. "Las heridas de entrada de las balas estaban en su pecho."
"Él volteó justo antes de dispararle."
"Pero dices que lo mataste defendiendo a Kagome Higurashi?" Sano apretó sus labios mientras anotaba algo en su pequeña libreta.
"Sí… supongo." Inuyasha se encogió.
Sano asintió. "Bien entonces." Él se sentó en silencio, tomando más notas.
Kikyo e Inuyasha intercambiaron pequeñas y nerviosas miradas antes de que Kikyo se inclinara levemente. "Bien entonces?" repitió ella insegura.
Sano se detuvo y los miró con una cerrada expresión. "Bien entonces… eso es todo lo que necesitaba saber."
"Está en problemas?" preguntó Kikyo repentinamente.
"Estoy en problemas?" Siguió Inuyasha. "Porque sabe, no lo maté en autodefensa, y eso usualmente significa asesinato-"
"Como yo lo veo, Sr. Inuyasha, estaba actuando en autodefensa de Kagome Higurashi. Prácticamente es lo mismo. No está en problemas." Dijo el Detective Sano en tan despedida forma que Inuyasha se sintió levemente engañado. "Es lo mismo como cualquier otra circunstancia. Di que tenías un arma apuntada a un maníaco con cuchillo que iba detrás de una niña. Dispararle a ese maníaco por la seguridad de la niña no es asesinato."
"Sí, pero Fushira no tenía un cuchillo y Kagome no era una niña!" discutió Inuyasha.
Kikyo golpeó su brazo. "Quieres ir a prisión!"
El Detective Sano movió una mano vagamente. "Circunstancias. Todo es negro y blanco a los ojos de la ley, Inuyasha. Él iba tras una persona indefensa, tú actuaste como su defensa. Además, en realidad nadie siente pena por Fushira Hashimoto…"
"Aparte de Inuyasha, aparentemente." Dijo Kikyo secamente, desviando la mirada.
"La corte tratará con eso." Continuó Sano. "Jinko Aida ha identificado a los otros secuestradores y dos ya han sido capturados. Los otros sólo son cuestión de tiempo. No habrá caso en la corte - este es un asunto simple. Tenemos la evidencia que necesitamos para proseguir y en tanto como no haya contradicción en quién disparó a quién. Lo tomaremos desde aquí."
El detective cerró su libreta y comenzó a pararse.
"Eso es?" Inuyasha le frunció sus ojos al hombre. "Sin problema? Yo maté a un hombre."
"Como dije, a los ojos de la ley, tu buena acción equilibra la mala acción. Estás limpio. Fuera de la horca. Ahora sólo concéntrate en recuperarte de la experiencia." El Detective Sano dio un corto asiento de despedida antes de salir por la puerta de la oficina de Kikyo.
Kikyo le dio a Inuyasha una última mirada antes de precipitarse tras él.
Inuyasha contempló por un momento luego movió su cabeza levemente. No sabía por qué… pero la despreocupada despedida de Sano lo consoló un poco.
"Toda esa preocupación para nada, huh…?" murmuró él gruñón mientras colocaba sus pies sobre el escritorio de Kikyo y se recostaba. "Puedo salirme con un maldito asesinato…"
Sus ojos se dirigieron a sus botas y se abrieron levemente. Toda la caminata que había hecho en el campo esa mañana había ensuciado sus pies con lodo… el cual ahora estaba siendo untado en lindas manchas sobre los papeles de Kikyo.
Podría haberse salido con un asesinato, pero poder escapar de la ira de Kikyo era completamente algo más…
"Aw… mierda!"
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"Sr. Sesshomaru, señor? Cuál es el problema?" Los tacones de Rin golpearon el piso de mármol mientras se acercaba a su jefe. Él estaba estirado en el pálido sofá en medio de la extensa sala, lo cual hacía difícil para Rin encontrar un espacio para sentarse junto a él. Ella optó por sentarse justo sobre su cabeza. "Por favor dígame qué pasa."
"Estoy tomando mi siesta vespertina, Rin." Dijo Sesshomaru con sus ojos cerrados. "Por favor déjame en paz para continuar con mi actividad."
"Pero parece perturbado, Sr. Sesshomaru, señor." Consintió Rin. "Nunca es bueno ir a dormir con una mente perturbada."
"Es 'Nunca es bueno ir a dormir con un estómago vacío,' Rin."
"Eso también. Quiere algo de comer entonces?" dijo ella plácidamente.
"Rin…" Sesshomaru abrió sus ojos para mirar al techo. "Mi esposa está embarazada otra vez. Me echó de la casa con tres niños que parecen ser la colecta reencarnación de Cerbero el perro Griego. Ella, por supuesto, se quedó con mi hija, la más encantadora de mis cinco hijos - pronto serán seis hijos - y me deja lidiar con trillizos que supuestamente he dañado psicológicamente por el resto de sus vidas naturales."
Rin sólo le parpadeó.
Levantando su cabeza, él la miró a los ojos. "Soy un mal padre?"
Rin parecía encontrar difícil de responder esa pregunta, mucho para molestia de Sesshomaru. Ella decía 'um' y 'ah' por un tiempo mientras sus ojos se fruncían un poco más ante cada indeciso sonido antes de animarse eventualmente. "Sólo… levemente."
"Es un tipo de padre muy controlador." Dijo Rin, tocando su mentón. "Creo que tal vez los trillizos se beneficiarían de un poco de libertad paterna."
"Libertad paterna?" Debería tomar el consejo de una joven que apenas ha salido de sus años adolescentes lo suficiente para llamarse una mujer? "De qué estás hablando? Soy un padre muy relajado."
"Bueno, tal vez, pero creo que podría ser más relajado." Dijo Rin, considerando. "Es un buen padre, pero tal vez la razón de por qué los trillizos se rebelan tanto es porque los tiene en una apretada correa."
Era lo más astuto que Rin le había dicho. "Tal vez tienes razón." Él frunció.
"Tal vez lo estoy!" Rin sonó sorprendida. Ella se levantó rápidamente. "Le gustaría algo de comer?"
"No… puedes regresar a la contabilidad. Revisa si las acciones han caído más." Le dijo Sesshomaru.
"Bien!" Exclamó Rin antes de girar sobre sus talones y salir de la sala.
Sesshomaru abrió un ojo para observar su saliente figura antes de cerrarlos otra vez. Rin era una joven inteligente en el fondo.
Realmente, en el fondo.
No pasó mucho antes de que el sonido de pies mucho más pequeños se acercara. Sesshomaru gruñó mentalmente, pero no hizo nada.
"Hola, papá!" Dijo Hiko desde algún lugar a su lado.
Sesshomaru pretendió estar dormido.
"Papá, sabes dónde podemos encontrar un soplete?" preguntó Mo. "Necesitamos usar uno para cortar la cabeza de Jiro de su cacerola."
Hubo un golpe y un gruñido. "Cortar la cacerola de mi cabeza, tonto!" La inconfundible voz amortiguada de Jiro vino después.
Sesshomaru los ignoró, fingiendo un coma.
"Creen que está fingiendo un coma para evitar la paternidad?" preguntó Hiko a sus hermanos.
"Tal vez si lo golpeamos un par de veces lo sabremos…" Dijo Mo. "Recuerdan si soy zurdo o derecho?"
"Zurdo!" Gritó Jiro. "No… derecho!"
"Él es ambidiestro, en realidad." Dijo Hiko arrogantemente.
"Cállate, Hiko."
Sesshomaru suspiró y se dio la vuelta. "Tóquenme y cada uno de ustedes morirá en formas crueles e inusuales."
"Oye, papá," continuó Hiko. "Sabes dónde está el soplete?"
"No lo sé, no me importa." Dijo Sesshomaru malgeniado, apuntando por la libertad paterna de la que Rin había hablado.
Él se encontró con un frío silencio antes de que Mo se levantara para tomar el micrófono. "El tío Inuyasha quiere llevarnos a un concurso de camisetas mojadas. Podemos ir?"
Las manos de Sesshomaru apretaron su agarre en el cojín contra el que descansaba. "Seguro. Camisetas mojadas suena divertido."
Otra confusa pausa siguió. Luego Jiro, se movió bajo su cacerola. "Alguien ha visto mi pipa de crack?"
El cojín en las manos de Sesshomaru se rompió en dos. Pelusas volaron por todas partes en un remolino mientras se sentaba y agarraba el mango de la cacerola de Jiro. "Qué dijiste!" gritó él.
Los dos trillizos lo afortunados suficiente de no tener ningún mango se quejaron y se alejaron. Jiro tembló. "Nada!"
Ahí fue su plan de ser un padre libre. Con un gruñido de disgusto, soltó el mango de Jiro. "Váyanse. Todos ustedes. Déjenme en paz."
Los trillizos no necesitaban ser dichos dos veces y rápidamente se deslizaron fuera de la habitación. Jiro sólo tropezó con dos mesas y una pared - afortunadamente, considerando lo muy apurado que estaba. Sesshomaru suspiró mientras se recostaba.
Las plumas que previamente había rellenado el cojín que había mutilado ahora bajaban flotando a su alrededor en una serena sábana.
"Tal vez necesitamos hablarle a Jerry Springer… ?" Se preguntó él en voz alta.
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"Oye Kagome - nunca adivinarás lo que Sano… dijo… de…" Inuyasha se desvaneció mientras entraba por la puerta de la habitación de Kagome. La puerta estaba abierta, dándole una total vista de las maletas alineadas en la cama y las pocas pilas de ropa que habían sido arregladas a su alrededor.
Kagome apareció en la puerta de su baño con un par de toallas, pero al verlo rápidamente las tiró de nuevo en el baño. Obviamente, no eran complementarias. "Inuyasha!" gritó ella, nerviosa en su sorpresa.
"Estás empacando…" Él entró en la habitación, juntando las piezas rápidamente. "Te vas?"
Kagome se movió insegura hacia la puerta del baño. "Um… Mamá quiere que vaya a casa con ella… después de lo que pasó."
Él le frunció a las maletas. "No puedes esperar hasta mañana?"
"Ella no quiere que me quede otra noche aquí." Ella frotó su brazo tímidamente.
"Qué hay de ti? Quieres ir a casa?"
Kagome lo miró, como si luchara cómo responder a eso. Lentamente ella asintió y bajó su mirada al piso. "Supongo… Estoy un poco melancólica."
"Oh." Inuyasha alcanzó y pasó un dedo por el cierre de la maleta. "Dónde está tu mamá?"
"Tomando un tour alrededor de la villa con Miroku." Le dijo Kagome tranquilamente.
"Oh." Dijo Inuyasha otra vez. No era lo más inteligente que había conseguido - ya lo había dicho dos veces. "Entonces en verdad te vas?"
Kagome asintió otra vez.
Antes de que él tuviera el tiempo de abrir su boca y decir 'oh' otra vez, la madre de Kagome llegó a la puerta. "Hola querida," ella le sonrió a su hija y le asintió a Inuyasha. "La limo está esperando. Mejor nos vamos."
Inuyasha brincó. "Espera - te vas ahora?" él frunció.
"Um… sí…" Rápidamente Kagome lo rodeó mientras fortuitamente metía su ropa en las maletas y las cerraba con poca lucha. Inuyasha la observó, perdido consigo mismo.
"Tan pronto?" Él aún no podía sacar algo más inteligente de su boca, verdad?
"Sí." Respondió ella, corta, francamente, y como si estuviera luchando por encontrar palabras inteligentes que usar.
Pero apenas comenzamos a hablarnos…!
"Lo siento." Ofreció Kagome pobremente, evitando sus ojos. Ella levantó dos de sus maletas y miró la maleta faltante insegura. Su madre había desaparecido de la puerta otra vez, dejándola con menos manos para cargar el equipaje. Inuyasha levantó la última maleta automáticamente, ganándose una pequeña, rápida e inestable sonrisa de Kagome. "Gracias." Dijo ella y avanzó hacia la puerta.
Inuyasha aún estaba en un estado similar al shock. Kagome se iba. Era como una bofetada en el rostro. Esto era lo último que había esperado encontrar que pasara a su regreso del asunto del secuestro. Por supuesto, la idea de la madre de Kagome estando preocupada por su hija nunca había cruzado su mente, aunque probablemente lo debió saber.
"Estás segura que quieres irte tan pronto?" dijo él tras ella mientras iban desganados por el corredor hacia la escalera.
"Sí," dijo ella, en esa misma forma de antes, como si estuviera por decir algo más pero había abarcado su declaración.
Inútilmente él bajó las escaleras tras ella, preguntándose qué demonios se supone iba a decir.
Los mayordomos estaban esperando en la puerta frontal, listos para tomar el equipaje de Kagome y empacarlo en la limosina. Afuera, la madre de Kagome estaba conversando con Sango y Miroku, pero Kagome no salió para unírseles todavía. En vez de eso, dejó a los hombres tomar su equipaje y regresó al marco de la puerta, volteando hacia Inuyasha. Ella pareció estar reuniendo el coraje para decir algo.
"Supongo que este es el adiós." Ofreció ella eventualmente, levantando su mirada hacia la suya.
Él lo consideró. "Eso supongo…"
"Um…" Ella frunció de repente. "Esto podría ser pedir mucho, pero tengo tres amigas en casa que realmente quieren un recuerdo tuyo. No tuve la oportunidad de pedírtelo apropiadamente y ahora estamos escasos de tiempo…"
"Tus amigas?" él frunció.
"Sí. Te hablé de ellas, recuerdas?" Se animó ella. "Yuka, Eri y Ayumi."
"Oh sí…" Él pensó por un momento antes de conceder. Él desabrochó su reloj y se lo alcanzó. "Esto es para Yumi."
"Yuka." Corrigió ella distraídamente, palpando el reloj con asombro.
"Como sea." Él desabrochó la parte de atrás de su cadena. "Esto es para Erika."
"Eri."
"Y esto…" Él retiró su solitario, pendiente de oro sólido y se lo pasó a ella. "… es para Ayame."
"Ayumi."
Él sonrió. "Lo sé, sólo estoy molestando."
Kagome quedó boquiabierta. "Estás seguro que quieres darme estos? Deben haber costado una fortuna!"
"No tienen valor sentimental." Él se encogió. "Son fácilmente reemplazables. No te preocupes por eso." Luego como una ocurrencia tardía, rápidamente él retiró uno de sus anillos y se lo pasó.
"No necesito esto," ella intentó regresarlo. "Sólo tengo tres amigas."
"Pobre y solitaria cosita."
Ella volteó sus ojos. "Sólo necesito tres recuerdos… cortaúñas lo habrían sido! No quiero robarte."
"Oh, relájate." Él despidió su preocupación. "Soy rico, recuerdas… y ese último es para ti."
"Oh…" Los ojos de Kagome se abrieron mientras consideraba el anillo en una nueva luz. "Gracias…" dijo ella, y en serio.
Afuera, la voz de su madre podía escucharse. "Kagome! Vamos, querida, nos vamos ahora."
"Voy!" respondió Kagome, pero no se movió. Ella miró el anillo plateado en silencio. Era sólido, plata pura con la tallada silueta de una mujer gateando a lo largo del borde. Una pequeña piedra azul estaba colocada en la mano de la mujer la cual se pronunciaba levemente en la parte superior. No era tan costoso como los otros obsequios, pero sabía que tenía más valor sentimental que ellos.
Después de todo, podía jurar que había visto este anillo en el pulgar de cierta glamorosa modelo en la portada de Vogue alguna vez.
Era de su madre.
Ella lo miró examinante. "Gracias." Dijo ella otra vez con más sentimiento que antes.
Él sonrió levemente. "No lo pierdas, sí?"
Ella asintió lentamente, ignorando la llamada de su madre. Estaba tan atrapada en la mirada de Inuyasha para realmente estar consciente de algo más. Esto era por qué había encontrado tan difícil encontrar su intensa mirada antes… ella sabía que una vez estuviera atrapada, podría quedarse pegada mirándolo para siempre. Probablemente así era cómo cada otra fan se sentía cuando lo veía…
Afortunadamente, encontró la única forma de romperlo. Indiferentemente, ella avanzó y rodeó sus brazos alrededor de su cuello. No se sintió tan molesto como siempre lo había imaginado. Se sintió natural y cuando él regresó el abrazo, se sintió segura y en casa. "Cuídate," le dijo ella, respirando su calor.
"Si resultas secuestrada, estás sola." Le advirtió él.
"Entendido." Ella lo apretó una última vez y se retiró con una sonrisa. "Oficialmente puedo decir que no te odio más. Después de todo lo que hemos pasado, te valoro como un amigo."
"Suenas tan estúpida." Pero él rió y la soltó. "Bueno, lo admito. También puedo tolerarte."
Ella sonrió y dio un paso hacia la puerta. "Entonces adiós."
"Sí… cuídate." Él sonrió, pero se sintió falso.
Su sonrisa se volvió una forzada y ella se despidió con la mano mientras bajaba los escalones hacia donde su madre estaba esperando. Inuyasha observó cuando abrazó a su madre y a Sango felizmente (apretó manos con Miroku en una forma más bien formal) antes de entrar en la limosina. Ella se despidió una última vez, haciendo que Inuyasha respondiera automáticamente. Pero entonces la puerta de la limosina se cerró y ella desapareció de vista.
Ya. Eso fue lo último de Kagome Higurashi, eh?
La limosina se retiró de los escalones mientras Sango y Miroku ondeaban sus manos entusiasmados como su despedida. Miroku fue el primero en rendirse y regresar a los escalones mientras Sango quedaba atrás, aún despidiéndose y gritando. Mientras pasaba a Inuyasha, pausó y miró a la limo en retirada, luego a Inuyasha.
"Amigo…" dijo él, moviendo su cabeza. "Debiste besarla."
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"No sé de dónde tuviste la noción de que él era grosero y egoísta, Kagome." Dijo su madre mientras miraba a la villa desapareciendo tras ellas. "Me pareció muy agradable. Y le dio a tus amigas unos regalos encantadores."
Kagome suspiró y sonrió. De alguna forma sintió que tal vez su madre fue un poco rápida en juzgarlo. Después de todo, no había visto lo que era una semana atrás. Por sentado, él no había cambiado tanto, pero al menos no la detestaba más abiertamente.
De alguna forma, sintió que no había visto lo último de Inuyasha…
Una teoría que fue confirmada cuando ubicó su oh - tan - rostro dolorosamente perfecto en la vitrina de una perfumería. Era una fotografía blanco y negro, definitivamente Inuyasha. Ella sonrió levemente cuando giraron una esquina y perdió vista del póster. Bueno… al menos él le había dicho la verdad cuando dijo que tenía su propia marca de colonia.
Justo como su madre le había dicho, sus tres amigas estaban esperando por ella arriba en las escaleras del templo al momento que salió de la limosina. Ellas bajaron corriendo las escaleras en una manada cuando la vieron.
"Kagome! Estás viva!"
"Kagome! Estas a salvo!"
"Kagome! Trajiste su cabello como lo pedí!"
Todo fue una mancha de ahí en adelante. Kagome estaba complacida de saber que sus amigas también habían estado increíblemente preocupadas por ella y les aseguró repetidamente que estaba bien. Ellas la subieron por las escaleras, hablando cada paso del camino. "Estás bien?" "Te lastimaron?" "Qué pasó?" "Dinos todo!"
"Estoy bien, salimos a salvo y estoy bien! Estoy aquí, no es así?" le aseguró ella a sus amigas. "Miren, les traje algunos recuerdos!"
Su angustia su olvidada instantáneamente cuando alcanzaron el último escalón. "Oh de verdad?" Eri parpadeó. "Qué trajiste?"
"Esperen un momento…" Ella buscó en su bolso en el hombro, buscando los obsequios que le habían sido dados. El anillo de plata estaba firmemente plantado en su propio pulgar, pero no parecían haberlo notado todavía. "Ajá!" Ella sacó el reloj. "Este es para Yuka."
"Wow…" Yuka quedó boquiabierta mientras tomaba el reloj. "Es suyo?"
Kagome asintió mientras le alcanzaba a Eri la joya masculina y a Ayumi el dorado pendiente. "Todo suyo, directo de su cuerpo."
Las tres gritaron y pronto intentaron colocarse los obsequios. Por sentado, el reloj era un poco grande para Yuka, la masculina joya un poco masculina para el cuello de Eri y el solitario pendiente lucía muy solo en la oreja de Ayumi. Pero todas lucían muy agradecidas.
"Y…" Kagome esculcó en su bolso otra vez. "También traje algo más." Ella sacó tres pares de bóxers. "Tadaa!"
Sus amigas jadearon colectivamente sin aire. Ayumi tomó el brazo de Eri por soporte. "Eso es la ropa interior de Inuyasha!" susurró ella urgentemente.
"Síp." Kagome sonrió. "Sacados de su habitación cuando estaba nadando en la piscina."
Las chicas comenzaron a alcanzar por un par cada una hasta que Yuka levantó sus manos. "Esperen! Esperen!" Ella llevó a sus amigas a un alto. "Kagome… ellos han sido lavados, no es cierto?"
Kagome volteó sus ojos. "Sí, son de sus cajones. No soy una total pervertida."
Para su sorpresa, sus amigas se desinflaron con un triste coro de suspiros. "Maldición…" murmuró Eri miserablemente. "Apuesto que podría haber vendido un par usado por un millón en E-bay…"
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Continuará…
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