Dead Famous
Por Rozefire
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Capítulo 30
La lista de invitados
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"Buenos días, cariño." Saludó la Sra. Higurashi a su hija cuando bajó las escaleras la mañana siguiente. "Cómo dormiste?"
"No bien…" dijo Kagome débilmente mientras se sentaba en la mesa de la cocina. Todavía estaba en su pijama, pero otra vez, así lo estaba su hermano. Él estaba sentado opuesto a ella, tragando su desayuno mientras leía la parte de atrás de la caja de cereal, golpeando sus pies contra su silla a tiempo con un ritmo que sólo él podía escuchar. El abuelo también estaba ahí, leyendo el periódico del domingo y usando su usual vestimenta del templo. Kagome se preguntó vagamente si nunca se los quitaba.
"Desperté esta mañana…" les informó Kagome a todos, interrumpiendo momentáneamente para contener un bostezo. "… y pensé que aún estaba en la villa hasta que abrí mis ojos…"
"Eso no es muy extraño, querida." La Sra. Higurashi plantó una taza de jugo de naranja en frente de su hija. "Has tenido una semana ruda - no es de extrañar que estés desorientada."
Kagome bostezó otra vez mientras alcanzaba su jugo. "He tenido suficiente excitación por una semana… sólo quiero instalarme y tener un día normal por una vez."
"Sin suerte, hermana." Souta hizo a un lado su caja de cereal para mirar a su hermana. "Alguien llamada Sango telefoneó hace un momento."
"Sango?" Kagome ladeó su cabeza."No era nada sobre un anillo, verdad?"
"Nop." Souta se encogió, aún golpeando sus pies. "Algo sobre una fiesta, creo."
"Una qué?" Ella le frunció a su joven hermana.
La Sra. Higurashi llegó con el desayuno de Kagome: dos rebanadas de tostadas. "Eso fue lo que dijo. La fiesta comienza a las seis en punto y estás autorizada a llevar tres amigas."
Kagome miró a su madre sorprendida. "En la villa? Esta noche?"
"Sí." La Sra. Higurashi le sonrió alegremente.
"Y estás bien con eso?"
"Oh, no me importa que vayas a una pequeña fiesta… en tanto como lleves a Yuka, Eri y Ayumi para cuidarte."
"Oye!" Souta gritó indignado. "Qué hay de mi?"
"Qué hay de ti?" Su madre le parpadeó inocente. "Tú eres muy joven para ir a una fiesta en casa."
"Ella tiene razón." Añadió Kagome, uniéndose al tono adulto de su madre. Luego de repente notó algo. "Qué? Espera, fiesta en casa?"
"Mm hm." Su madre asintió. "Tal vez ahora puedas usar ese vestido rosa del que estabas hablándome anoche?"
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Inuyasha estaba comenzando a sudar por el segundo circuito en los terrenos de la villa. Probablemente estaba muy caluroso afuera como para estar haciendo una carrera tan dura, pero no quería quedarse en el gimnasio. Kikyo estaba en medio de organizar la fiesta, y en tan poco tiempo estaba trabajando más duro de lo usual - torturándose tensamente con estrés.
Probablemente era mejor mantenerse fuera del camino de Kikyo a todos los costos. Una Kikyo nerviosa era una bomba de tiempo.
Pero para cuando pasaba el estanque en la tercera vuelta, estaba comenzando a aburrirse un poco y sobre acalorarse de correr tan duro, por tanto tiempo. Bess estaba siguiéndolo a sus talones, galopando delante de él y obligándolo a mantener el paso de arriesgarse a quedar atrás. En su mente, probablemente pensó que ella estaba llevándolo a él para correr.
Él se detuvo por un momento para recuperar el aliento y quitarse la camiseta para amarrarla alrededor de su cintura.
"Uno, dos, tres - SUMERGIDA!"
Inuyasha se enderezó un poco para entrecerrar los ojos tras él hacia el distante estanque.
La previamente limpia superficie ahora había sido disturbada con variables ondas y tres pequeños niños - uno con una cacerola todavía pegada a su cabeza.
Por cuánto tiempo habían estado bajo el agua?
"Qué demonios están haciendo?" Les gritó Inuyasha.
"Jugando a los submarinos!" respondieron dos de ellos mientras intentaban mantener al tercer hermano bajo el agua. Inuyasha aventuró una suposición de que la cacerola de Jiro estaba actuando como el submarino con la bolsa de aire debajo para mantenerlo respirando bajo el agua… por unos segundos al menos.
"Eso es lindo." Dijo Inuyasha llanamente mientras observaba a sus sobrinos juguetear a su malévola manera. Él regresó al estanque y se agachó en cuclillas en el borde del agua, sacando con indiferencia un cigarrillo levemente aplastado de su bolsillo mientras lo hacía.
Al momento que el encendió el encendedor, los tres trillizos detuvieron su forcejeo y miraron. Como polillas a las llamas, ellos remaron - Jiro y su cacerola detrás. "Kikyo no dijo que tú deberías estar dejando los cigarrillos?" Dijo Mo mientras se acercaba.
"Qué te dio esa idea?" Inuyasha miró mientras ubicaba a Bess regresando hacia el estanque, obviamente disgustado de que estuviera retrasando sus progresos. "No le han quitado esa cacerola de la cabeza de Hiko?"
"Mi nombre es Jiro." Dijo una voz incorpórea debajo de su cacerola.
Rápidamente Inuyasha le dio una mirada a los otros dos trillizos, haciendo una revisión mental de los pequeños símbolos de luna en sus frentes. "Sólo mantente sobre tus pies." Dijo él después de decidir que tal vez el trillizo tenía razón.
"Tío Inu?" preguntó Mo dulcemente en la voz que todos los niños usan cuando están por pedir algo.
"Qué?" Inuyasha le inclinó una sospechosa mirada.
"Puedo tener un cigarrillo?"
"Seguro." Inuyasha comenzó a alcanzar su bolsillo, entonces se paralizó rápidamente. "espera – cuántos años tienen ustedes?"
"Mo tiene trece, yo tengo catorce y Jiro tiene quince." Dijo Hiko.
"No hasta que tengan dieciséis o su papá otra vez intentará sofocar mi cabeza en el inodoro." Les dijo Inuyasha, sacudiendo ceniza del extremo de su cigarrillo en el pasto a su lado. Bess la olió ansiosamente. "Y por qué quieren fumar?"
"Papá…" suspiró Hiko.
Inuyasha frunció. "Qué hay con eso?"
"Las cosas se tornaron extrañas…" Dijo la voz amortiguada de Jiro. "Papá no parece preocuparse más por lo que hacemos."
Hiko frunció mientras se aferraba a los mechones de pasto al borde del estanque. "Está dejándonos salirnos con un asesinato… por qué no está mandándonos como siempre?"
Inuyasha se encogió. "Tal vez no los quiere más." Él sopló distraídamente una tenue nube de humo en el aire sobre él.
"Eso es lo que pensamos. Como que tal vez se hubiera olvidado de nosotros." Dijo Mo. "Así que si fumamos, tal vez recordará mandarnos otra vez? Es muy escalofriante que no le importe."
Inuyasha suspiró y aplastó lo último de su cigarrillo en el suelo antes de deslizar su brazo libre alrededor del cuello de Bess. "Fumar es malo para ustedes y los hará morir horrible y dolorosamente." Dijo él raramente citando las palabras exactas de Kikyo. "Así que no hasta que tengan dieciséis."
"Chiflado…" los tres dijeron enojados y miraron furiosos bajo gachos entrecejos.
Inuyasha sonrió condescendiente y palmeó a cada uno en la cabeza o en el caso de Jiro, la parte de abajo de la cacerola. "No se estresen. Sólo diviértanse en la fiesta de esta noche…" él les guiñó conspiradoramente. "Si saben lo que quiero decir…?"
Una expresión de sorpresa, luego deleite adornó las expresiones de los niños. Jiro codeó a Hiko. "Él nos guiñó el ojo?"
"Sí."
"Entonces vamos a arruinar la fiesta?"
"Sí."
"Y eso obligará a papá a castigarnos como usualmente lo hace?"
"Sí."
"Oh bien?"
Inuyasha sonrió y se levantó. "Planeen bien, soplones." Él golpeó su muslo y chasqueó su lengua. "Vamos, Bess!" Él dejó a los trillizos para comenzar a confabular un plan mortal mientras se retiraba para otro viaje por los jardines.
En realidad no le importaba si los trillizos arruinaban la fiesta o no. En tanto como Kikyo no lo vinculara a él, entonces todo estaría bien. Particularmente no estaba esperando por el acumulamiento de personas que estarían llegando en unas horas, cuando todo lo que quería hacer era levantar sus pies y tener una buena noche de sueño. Aún estaba cansado de ayer y su brazo apenas se había terminado de curar, una pequeña cicatriz marcaba la entrada de la bala, pero otro además de eso estaba en perfecta salud de nuevo.
Eso aún no significaba que se sentía para saludar y reunirse con miles de personas esa noche.
Por supuesto… sólo había un consuelo.
Kagome también vendría.
De todas formas, sólo la idea de ver un rostro familiar en ese mar de miles de extraños era extrañamente confortante. Ella no estaría babeando sobre él, mostrándole elogios o compasión por el sufrimiento por el que pasó. Probablemente sólo lo trataría como usualmente lo hacía…
Bueno eso era algo por qué esperar.
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Kagome suspiró mientras levantaba su mano para considerar el anillo en su pulgar. La pulida plata captaba la luz de los faros de la calle que pasaba la ventana de la limosina en cortos intervalos, haciendo parecer que la pequeña figura de la mujer estuviera moviéndose. El brillo naranja de los faros le daba a la pequeña piedra un extraño tono.
Vagamente se preguntó si estaba mirando un nuevo color del espectro.
"No puedo creer esto! No puedo creer esto! No puedo creer esto!" Eri estaba emocionada a su lado, como lo estaban Yuka y Ayumi. De vez en cuando Ayumi estallaba con esporádicos ataques de risas y chillidos mientras que Yuka le estaba sonriendo muy felizmente a alguien o algo que se moviera dentro o fuera de la limosina.
Sólo podían estar a un par de minutos de la villa, y cada segundo que pasaba aumentaba aún más la tensión y la excitación.
Todo iba de acuerdo al plan. La limo había llegado a recoger a Kagome y sus amigas del templo para llevarlas a la fiesta. Como lo planeado, Kagome había decidido usar el vestido rosa y zapatos que hacían juego. No era nada tan elaborado como el vestido rojo que alguna vez había pertenecido a la madre de Inuyasha, pero era simple y bonito. Lazos rosados cubrían el ápice del cuello V y los extremos de sus mangas. Era más el estilo de Kagome que alguno de los otros vestidos que había sido obligada a usar por las pasadas dos semanas.
Pero el anillo azul estaba comenzando a pesar en su mente.
Kagome no estaba tan convencida de que la piedra fuera un diamante, mucho menos uno azul. Pare ella parecía como un zafiro ordinario, como los baratos que veía en las joyerías en la ciudad. Pero otra vez, ella había hechos su averiguación esa tarde.
Como resultó, la biblioteca tenía toda una sección dedicada a las piedras. Los diamantes rosados eran los más raros de acuerdo al libro, los blancos eran los más comunes, y la intensidad de los diamantes azules podía variar de un leve azul a un azul fuerte. Pero sin importar cuánto había mirado las fotos de los diamantes azules y la gema en su pulgar, no podía comenzar a decir si realmente estaba mirando el mismo tipo de piedra.
Aparte de eso, ella no estaba segura cómo debía sentirse sobre Inuyasha dándole tan atesorada pieza heredada. Si realmente era un diamante sólo la hacía sentirse peor.
Se sentía como un robo.
"Creo que puedo verla!" chilló Ayumi de repente, haciendo saltar a Kagome en su asiento. Mirando por la ventana ella reconoció la distante villa en el acantilado, inundada con luces como lo estaba la noche.
Por alguna razón, Kagome estaba sintiendo mariposas.
Qué pasa conmigo?
En realidad estaba tan nerviosa de ver a Inuyasha? Tal vez era porque subconscientemente estaba preocupada por su reacción al robo de su ropa interior…?
"Tal vez esta noche sea una buena noche para preguntarle si es un diamante?" Le susurró Yuka a Kagome.
"qué? Oh… tal vez." Kagome miró el anillo y lo giró en su pulgar distraídamente, mordisqueando su labio profundamente pensativa.
Los usuales y esperanzados coleados estaban colgados alrededor cuando ellas llegaron a la entrada. Obviamente los fans gritando reunidos en las puertas no tenían una invitación pero habían decidido venir de todas formas. Kagome dudaba de que lograran pasar la seguridad después de todo el esfuerzo que Kikyo había puesto para reforzarla.
"Genial! Tenemos fans!" gritó Eri mientras saludaba a la personas gritando al lado de la limo.
"Ellas no son nuestras fans – son las de alguien más!" gritó Kagome exasperada, deseando que las puertas se abrieran un poco más rápido para que pudieran escapar de las cámaras y la gente gritando. "Probablemente piensan que somos Joi Ito a algo así."
"Por qué, va a venir?" demandó Yuka, hambrienta por conocer a más gente famosa.
"No lo sé. Tal vez."
Finalmente la limosina fue llevada a través de las puertas por los guardias de seguridad y lejos bajaron por la angosta carretera que parecía extenderse toda una milla.
Eri había regresado a entonar "No puedo creerlo" y Yuka había vuelto a reír maniáticamente. Ayumi estaba riendo otra vez.
Kagome nunca se había dado cuenta de cuán fanáticas eran sus amigas. Esto era exactamente como Inuyasha esperaba que todos lo trataran… no es de extrañar que hubiera estado tan sorprendido cuando ella se había puesto en su contra al comienzo y decidido disgustarle. No era que se arrepintiera de eso ni nada; Inuyasha todavía era un completo idiota. Al menos personalmente para ella era un idiota un poco más agradable…
Ahora si ella tenía algunas dificultades financieras más adelante en la vida, sabía a quién dirigirse.
La villa se acercó más y las mariposas de Kagome se incrementaron en número. Fue sólo entonces que estaba realmente preocupada de que sus amigas conocieran a Inuyasha. Qué dirían? Ellas se ridiculizarían o sólo avergonzarían a Kagome? Qué pensaría Inuyasha de ella andando con semejantes fanáticas. Eran buenas chicas… pero alrededor de ricos, famosos y bien parecidos íconos adolescentes, tendían a perder un poco sus cabezas…
Era demasiado pedirle al conductor girar ahora. Ellos ya estaban subiendo al principal altiplano en frente de la villa.
La multitud de otras limosinas en la entrada de autos era asombrosa… Kagome no había notado cuántos vehículos podían caber ahí. Ya habían personas saliendo de sus limos – mujeres y chicas usando ropa estupenda y altamente de moda de grandes diseñadores y hombres entre viejos y jóvenes que estaban vestidos en ropa casual.
Kagome estaba, una vez más, sintiéndose agobiaba e insignificante.
Sus amigas, por otro lado, parecían sentirse en la luna.
"Vamos! Vamos!"
"Vamos a entrar!"
"No puedo esperar para conocerlo!"
"Y a todos los demás!"
Ellas no se molestaron en esperar por que el conductor saliera y abriera la puerta para ellas y que la paciencia no era una de sus virtudes. Ayumi abrió la puerta al azar y las chicas salieron una tras otra. Yuka agarró el brazo de Kagome al último minuto, asegurándose de arrastrar a la renuente joven con ella. "No te dejaremos atrás, Kagome." Guiñó ella.
Kagome permaneció tensa mientras sus amigas la llevaban, haciendo su recorrido entre limosinas, Porsches y varios otros carros costosos diseñados para los ricos y famosos.
Kagome no reconoció a las personas a su alrededor que estaban moviéndose en la dirección general de las abiertas puertas del frente. Sus amigas tampoco, de lo contrario se habrían detenido para pedir un autógrafo. En vez de eso, ellas hicieron una línea recta hacia las escaleras, corriendo tan rápido como fuera posible, sólo para ser detenida por el guardia.
"Nombre?" preguntó Miroku con una insinuación de una sonrisa pobremente contenida.
Kagome volteó sus ojos. "No actúes como si no lo supieras."
"Kagome Higurashi, verdad?" Miroku sonrió; el epítome del encanto masculino. Él marcó su nombre en la lista en sus manos. "Y los nombres de sus tres invitadas?"
"Yuka, Eri y Ayumi." Señaló Kagome a cada una.
"Y sus números de teléfono?"
Las chicas rieron divertidas, probablemente pensando que estaba bromeando, kagome lo sabía bien y rápidamente las guió pasando a Miroku y entraron a la villa. Entre menos supieran de Miroku mejor. Ahora todo lo que tenía que hacer era intentar separarse de sus amigas antes de que cruzaran pasos con cierta superestrella de cabello blanco.
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"Síp, estás en la lista, entra."
"Gracias."
Miroku sonrió mientras dejaba entrar a la encantadora Joi Ito. Si Kikyo no le hubiera advertido que Inuyasha tenía prioridad en ella, también le hubiera pedido su número. No era que eso importara, desde que él ya tenía a alguien más en mente…
Pero ella no había llegado todavía de acuerdo a su lista.
"Cómo va?" preguntó Sango cuando apareció a su lado. "El lugar prácticamente está a reventar… no pueden estar llegando más personas, verdad?" Ella ya sonaba cansada y drenaba.
"Todavía quedan pendientes cincuenta invitados." Estimó Miroku, mirando su tablero. "Pero no está garantizado de que se muestren. Algunas veces se arrepienten a último minuto."
"Bien!" Dijo Sango, cruzando sus brazos. "Nosotros ya tenemos más de cuatro mil personas en este lugar y parece que están en la sala clásica."
"Asegúrate de que no se roben nada de ahí." Miroku hojeó la lista por un nombre en particular. "Cielos… espero que Jacky Tai llegue esta noche…"
"Quién?" preguntó Sango levemente astuta, inclinándose para mirar el nombre. "Quién es ella?"
"La mujer con la que voy a casarme."
Sango lo miró secamente. "Oh? Ya la conoces?"
"No. Pero eso no es importante." Dijo Miroku impertinentemente. "Ella es la mujer perfecta para mi! Cuando Kikyo me dio la lista de invitados, revisé su nombre y sabes qué?"
Ella suspiró. "Qué?"
"Ella posee un séptimo de la cadena de esos restaurantes cristales por los que todos deliran! Apuesto que ella hace una menta! Es soltera, rica, no tan famosa y le gusta Dido. Somos almas gemelas, lo sé."
"Sí, seguro." Sango volteó para regresar adentro. "Pero cuando ella aparezca con arrugas y un par de labios leporinos no vengas corriendo a mi."
"Apuesto que es hermosa." Miroku rió ahogadamente. "No correré a ningún lado excepto a sus brazos."
Una sombra cayó sobre él y levantó la vista.
Una estupenda y fantástica rubia piernilarga estaba ante él. Ocho pies de piernas y una cabeza en la parte superior, verdadero material de modelo. Ella usaba un vestido púrpura que barría los escalones tras ella y un par de oscuras gafas amarillas que escondían sus ojos. "Kojin Adia." Se anunció ella.
Una lástima que no fuera Jacky Tai porque Miroku estaba seguro que esta joven también podría ser su alma gemela. "Kojin…" Él pasó un dedo por la lista. "Oh sí. Adelante."
"Muchas gracias." Ella sonrió y se adelantó.
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Había sido más fácil perder a sus amigas de lo que había pensado. Al momento que habían ubicado a su actor favorito de su culebrón favorito , ellas se habían desaparecido a pedir un autógrafo, dejando a Kagome con la oportunidad perfecta de escabullirse. Había estado buscando a Inuyasha sin entusiasmo, pero con la multitud de personas ahora inundando la villa, no tenía idea de dónde comenzar.
Ella estaba muy distraída por todos los rostros famosos y familiares que vio a su alrededor.
Por alguna razón, ella terminó en la sala clásica. Kagome miró alrededor por un momento, tratando de localizar a un chico de cabello entre las docenas de multicolor que vio. Una mujer en la ventana tenía brillante cabello rojo y dos caballeros de cabello plateado estaban hablando en el gabinete de vidrio de premios y trofeos. Pero Kagome no ubicó a su Inuyasha y suspiró derrotada.
Mirando alrededor, ella también notó lo falso que todo parecía. Casi todos los que estaban sonriendo no estaban sonriendo realmente. Después de la tutoría de Miroku en cómo dar la sonrisa más genuina, fácilmente podía distinguir quién estaba usando una plácida máscara. Escasamente la sonrisa de alguien alcanzaba sus ojos…
Las personas estaban haciendo un esfuerzo por vestirse y las más notorias y extrañas formas para ser el centro de atención. Las pocas personas quienes habían establecido su lugar en la cima de esta cadena alimenticia eran planas de ver… y era igualmente planas de ver a las personas intentando succionar de ellas.
La fama y la riqueza eran inconstantes y era obvio que todos en la sala estaban haciendo un verdadero esfuerzo por alcanzar la cima.
Esto no era tanto una fiesta como un ultra amigable juego de políticas. Un paso equivocado y podrías caer en el desastre, pero el éxito aparentemente valía el riesgo.
Kagome no podía contemplar querer vivir así…
Forzar a un niño como Inuyasha a semejante existencia… no es de extrañar que ya hubiera intentado cometer suicidio antes de los doce años.
"Discúlpame, eres Kagome Higurashi?" Una joven mujer con rayas púrpuras en su cabello atrapó el brazo de Kagome.
"Uh… Sí." Respondió ella insegura. De alguna forma dudaba que se acostumbrara a que completos extraños supieran su nombre.
"Oh hola! Soy Tsuki Hirata, soy de 'Una Canción y una Oración'."
Genial. Otra actriz de culebrón.
"Oh hola…"
"Eres la chica que ganó el concurso, no es cierto?" Obviamente la joven estaba lanzándose para sacarle conversación a Kagome. "Yo entré a esa competencia, sabes?"
"De verdad?" Kagome intentó sonar interesada.
"Quién no? Sabías que tus probabilidades de ganar la lotería eran mucho mejores?" La actriz sonrió. "Tal vez debas invertir en un par de tiquetes de lotería?"
"Tal vez."
"Oye, Daisuke!" La actriz llamó a algún hombre al otro lado del salón. "Mira quién está aquí!"
"Oh, Kagome Higurashi, no es así?" El joven se acercó.
Seriamente Kagome quería escurrirse y encontrar a Inuyasha, pero era demasiado tarde. Ahora estaba atrapada.
"Así que pasaste dos semanas con Inuyasha – cómo fue?"
"Ser secuestrada? Cómo fue?"
"Por qué regresaste por una segunda semana? Pensé que sólo ibas a quedarte por siete días?"
"Cómo escapaste de los secuestradores?"
"Es verdad que Inuyasha mató a alguien?"
Más y más personas estaban llegando y no antes de haber entrado a la sala de repente Kagome era el centro de atención.
Era extremadamente incómodo.
A pesar de estar bajo escrutinio, ella logró mantenerse lo bien suficiente, respondiendo todas las preguntas que estaban disparándole y riendo amablemente a pocas de sus bromas. Afortunadamente, ella no podía ser el tópico de conversación cada noche, especialmente entre semejantes narcisistas vanidosos. Eventualmente los temas cambiaron…
"Esta realmente es una sala hermosa, no lo crees, Kagome-chan?" le preguntó la actriz cuyo nombre Kagome había olvidado preguntarle.
"Seguro." Respondió ella, mirando anhelantemente la puerta.
"Sabes lo que realmente ilumina esta atmósfera?" La actriz se paseó entre la multitud de gente conversando que alguna vez había estado interesada en Kagome. "Este piano… si alguien pudiera tocar esta cosa realmente sería el alma de la fiesta."
"Tal vez alguien podría traer aquí a Joi Ito?" dijo de cerca otro actor sin nombre.
"No es necesario." Dijo alguien desde el marco de la puerta. "Kagome puede tocar mejor que ella."
Los adentros de kagome se congelaron mientras su corazón se atascaba en su garganta. La conversación en la sala estaba disminuyendo a un arrullo de silencio. Incluso lentamente se movió poco a poco para mirar tras ella.
Inuyasha, por supuesto. Un par de sus amigas lo habían seguido adentro. Ahora estaba a unos metros, declarando que ella podía tocar el piano mejor que la infame músico Joi Ito.
Cómo lo sabía?
"Oh, Inuyasha!" La actriz con rayas púrpura avanzó para saludarlo. "Ha pasado tiempo!"
"Seguro, Tacky."
"Es Tsuki." Ella sonrió. Kagome no pudo evitar sentir un tirón de molestia. Por qué la gente aceptaba ese tipo de tratamiento de él? Sólo porque era famoso no le daba el derecho de ver a todos como hormigas.
"Higurashi-san puede tocar el piano?" preguntó el joven llamado Daisuke.
Kagome gruñó interiormente otra vez. No habían olvidado eso para entonces? "No soy así de buena…" respondió ella modestamente, tratando de entorpecer su interés.
"Por supuesto que lo eres." Interrumpió Inuyasha antes que la atención de todos pudiera vagar. "Te he escuchado."
"Entonces tengamos una canción!" animó Tsuki la actriz, como la mayoría de personas en la sala clásica que estaban extrañando algo de música de fondo.
Kagome sintió el pánico comenzar a aumentar dentro de ella. No quería tocar en frente de tantas personas. Nunca había tocado en frente de nadie en su vida! Todavía estaba devanando del shock de que Inuyasha la hubiera escuchado tocar. Cómo? Cuándo? Por qué no había dicho nada antes?
Tal vez era egoísta… pero no quería compartir sus canciones con nadie. Además, estaba aterrorizada de hacerlo.
"Vamos, Kagome-chan! Déjanos escuchar lo que tienes!"
Ella abrió su boca, perdida de qué hacer.
"Sólo una pequeña canción, Higurashi."
"Estoy segura que tocas maravillosamente – Inuyasha no es uno que ofrezca cumplidos tan fácilmente."
Manos estaban guiándola, llevándola hacia el piano en el centro de la sala. Kagome no tuvo la iniciativa de retractarse. Ella podía arriesgar ser una total perdedora mimada y bajar sus pies. Pero no podía llevarse a hacer eso, y antes de saberlo, estaba sentada en frente de filas de teclas negras y blancas, escuchando un distante rugido de sangre en sus oídos.
Inuyasha estaba tras ella. "Adelante. Toca esa canción que normalmente tocas."
Kagome pasó saliva.
Ella lo odiaba con cada fibra de su ser es ese momento.
Dedos temblorosos se extendieron hacia las teclas con las que normalmente comenzaba, pero titubeó. La plática y los zalameros estaban muriendo. Todos estaban esperando por la habituada música que podría vencer a Joi Ito.
Aún podía echarse para atrás si realmente quería. Sólo retiraría sus manos y se levantaría y se disculparía…
Pero ya estaba tocando.
Inuyasha escuchó cuando las usuales notas dulces que ese familiar tono llenaron la silenciosa sala. La acústica era mucho peor que lo usual, con tantas personas llenando el encerrado espacio. Pero todos estaban escuchando y la música se transportaba bien.
Era exactamente el mismo tono que ella tocaba en medio de la noche cuando pensaba que nadie estaba escuchando.
Excepto que estaba plana. Sin vida. Sin emoción.
Era una hueca imitación de la normal interpretación que lo sorprendió. El tono sonaba mecánico. Era como el Danubio Azul: Masa producida e interpretada por aficionados en todas partes, perdiendo su individualidad y brillo. Ella podía haber estado tocándola directo de un libro por toda la singularidad e individualidad que contenía. De repente, no era su canción.
Sólo era un tono simple.
Sus dedos no s equivocaron una vez y su tiempo era perfecto… incluso Inuyasha no pudo evitar moverse incómodo cuando la música lo dejaba sintiéndose indiferente y más bien inafectado. Era difícil de creer que este era el tono que había inspirado todo tipo de emociones en él que lo hicieron quedarse levantado toda la noche tratando de recordar cómo iba.
Las últimas notas fueron golpeadas y lentamente murieron. Kagome retiró sus manos de las teclas como si quemaran mientras todos en la sala irrumpieron en aplausos.
"Eso fue hermoso!" elogiaron varias personas.
Ellos no estaban equivocados. Fue un tono hermoso. Pero fue plano y feo comparado con su forma usual.
Kagome sonrió, pero parecía tímida e inconsciente de repente. La gente estaba comentando con el otro, hablando sobre la canción, o hablando sobre cosas completamente diferentes. En cuanto tenía su atención desviada Kagome se levantó del banco y volteó para encararlo.
Él abrió su boca para halagarla, a pesar de sentirse poco cambiado. Pero su garganta se atascó cuando su mirada se fijó en su fría mirada. Ella estaba pálida.
Lo que sea que estuvo por decir fue olvidado cuando ella lo pasó insensiblemente y se precipitó por la puerta. Realmente nadie notó su apurada salida aparte de él…
La había molestado?
"Inuyasha!"
Él se volteó y quedó cara a cara con una reciente ennovia.
"Ruiko!" Él parpadeó sorprendido.
Mientras él observaba, su rostro prácticamente se disolvió en lágrimas. "Cómo pudiste?" gimoteó ella.
"Qué?"
Con un pequeño grito ahogado y un sniff ella lo pasó y corrió de la sala en la misma forma que Kagome.
"Que extraño…" Él comenzó a girar pero se topó directo con su ennovia número dos. "Oh… hola, Rushi…"
"Quién era ella?" demandó ella, pero su voz tembló en la misma forma que su mentón. Sus ojos estaban brillando con lágrimas.
"Rushi…" Inuyasha palmeó su hombro. "Sé que terminar fue duro… fue duro para mi también… qué tal si te doy el número de Ruiko? Ella también terminó con su novio. Tal vez puedan ayudarse mutuamente?"
Ella se infló y salió de la sala con incrementados sollozos. Inuyasha la observó ir sin mucho arrepentimiento. Tres chicas molestas en el espacio de treinta segundos. Eso debe haber sido un récord completamente nuevo… pero en cuanto la última chica había desaparecido por la puerta él sintió una fría aura de malicia tras él.
Él volteó lentamente. "Hola… Eiko…"
Esta actriz no desperdició tiempo en cuestionarlo o llorar. Ella llevó hacia atrás su mano antes de azotarla contra su mejilla tan duro que el estallido sonido de palma sobre cara llevó a la sala a un completo silencio. Inuyasha hizo una mueca y tocó su mejilla tentativamente. "Me alegra ver que estás manejando bien esto."
"Idiota…" murmuró ella mientras lo pasaba y marchaba directo fuera de la sala.
Inuyasha fue dejado en el ensordecedor silencio de la sala clásica y todos sus ocupantes. Él sonrió y comenzó a retroceder hacia la puerta. "Siéntanse libres de hablar entre ustedes." Ofreció él antes de salir.
Una vez afuera en el corredor él frotó su mejilla con un siseo, maldiciendo a Eiko y a su demente fuerza femenina. Pero no le importaban las novias – él sólo quería encontrar a Kagome. Hasta ahora habían intercambiado unas palabras y ahora volvía a odiarlo.
Porque había tocado el piano? Eso era ridículo. No era como si nunca antes hubiera tocado en frente de alguien, verdad? Con un talento como ese probablemente estaba tocando para todos todo el tiempo.
Verdad?
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Continuará…
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