Muchas gracias a las personas que me enviaron reviews, la verdad no la iba a continuar porque pensé que a nadie le había gustado, pero creo que hay poquitas a las que si les agrado, mil gracias.

Encuentro

-Vaya así queesta es la maravillosa posada de Aizu en la que nos hospedaresmos, esperaba algo más para los Shinshen gumi –dijo un hombre alto y moreno de pelos castaños que veía con desagrado una majestuosa posada en la que se estaban hospedando, era obvio que la modestia no era lo suyo, se cruzo en brazo, escucho una risita tras de el

-¿Acaso no le gusta, porque a mi parece bien, Harada-san–dijo el primer capitán al ver al muchacho de pelos castaños que miraba con una expresión de desagrado la posada en la que hospedarían, este hizo una mueca de despreció y dijo

-Eso es porque eres muy conformista Okita

-¿Le parece Harada-san? –dijo el sin molestarse siquiera

-Claro que si –dijo el con una sonrisa en el rostro, Okita se encogió en hombros

-¿Usted que opina, Saito-san?

-Que vamos retrasados y esta conversación no nos llevara a nada–dijo el sin prestarle mucha atención a los comentarios de sus colegas, Okita sonrió gentilmente y dijo

-Tiene razón...creo que debemos de entrar, ha sido un largo viaje

-Es lo más acertado que has dicho en el viaje Souji

-¿Le parece Harada-san? –dijo el con su siempre sonrisa en el rostro

-Vamos –dijo Saito entrando dejando atrás a los otros capitanes, apenas había dado un par de pasos, un soldado de bajo rango les recibió

-Capitanes, por favor entren, los superiores ya les esperan

-Me lo imaginaba

-Por favor, dígales que ya vamos

-Si Capitán Okita

-Bah, no creo que nos hayamos tardado tanto en llegar

-Los demás ya están aquí –dijo Saito viendo las sandalias de los otros presentes

-Apurémonos

Los tres capitanes entraron con paso rápido, la reunión había empezado hacía ya un par de horas y un capitán no podía darse el lujo de llegar tarde, serían reprendidos lo sabían, Okita abrió la puerta y antes de que entraran escucharon una voz profunda decir

-Llegan tarde

-Problemas en el camino –dijo Harada cruzándose de brazos

-Explíquense –dijo el de más alto rango, Saito vio la habitación los otros capitanes ya estaban ahí, era de esperar, vio a su compañero de al lado que ya se empezaba a explicar

-Nos hemos encontrado a Battosai –dijo Okita como si fuera lo más común del mundo, Saito paso a su lado se sentó en el piso, sin darle mucha importancia a la reunión y dejo a Harada y Okita que fueran el centro de atención

-¿Han resultado heridos?

-No... bueno, Saito-san

-Saito¿Battosai te ha herido?

-Una herida sin importancia señor –varios pares de ojos se postraron en el, tenia un costado lleno de sangre, no era una visión muy agradable, podían ver claramentecomo teníaun malhecho vendaje cubriéndole gran parte del costado, parecía que la sangre había parado ya hace rato, pero la cantidad de sangre hacía parecer que la herida no era sin importancia

-¿Estas seguro?

-Si –dijo el terco

-No me lo parece -dijo Harada con todo el afan de molestar

-No me importa -dijo el de mal modo, Harada le vio molesto estuvo a punto de sacra su espada pero la voz profunda de un superior les detuvo

-BASTA,USTEDES DOS...Harada,deja de comportarte como un niño y tu Saitove a que te revise un medico

-...Si señor –dijo el de mal modo, si había algo que odiara en el mundo más que a Battosai era el ir a un doctor

-Ah, y te recomiendo que busques uno de la aldea

-¿Le ha pasado algo a el nuestro?

-Lo han asesinado la semana pasada –dijo otro de los capitanes, como si no importara

-Algún Ishin shishi

-No, tuvo un amorío con una mujer de la aldea

-¿Y?

-La mujer era casada

-Ya veo –la sonrisa de Okita no flaqueo en ningún momento –ni modo Saito-san tendrá que buscar a alguien pronto

Saito vio con deseos de matar a su camarada pero se contuvo

-Okita tiene razón, ve esta noche

-Realmente no tiene importancia

-No quiero bajas innecesarias en el grupo

-Si señor

-Okita te acompañara

-Si señor

-Por lo pronto ustedes dos pueden retirarse

-Hai –Okita miro a su jefe con una sonrisa dulce luego a su amigo Saito y sin muchos miramientos salieron de la habitación, Okita juraría que lo oyó decir

-Odio ir al doctor –dijo el tomando un gi menos llamativo, querían pasar un poco desapercibidos por si algún enemigo los veía.

Mientras tanto en otro lugar en Aizu, en una casona imponente, en una habitación elegantemente amueblada, una joven y muy atractiva mujer miraba con melancolía un calendario, mientras que decía en voz queda:

-¿Cuántos años han pasado ya?- paso una mano por su pelo y mascullo con nostalgia -ya pasaron 6 años desde que el se fue... me pregunto si algún día volverá –sus encantadores ojos verdes se posaron en una señora de edad, un poco regordeta de pelos castaños con algunas canas, tenía un chongo tan estirado que ella supuso que inclusive le molestaba, la mujer aguardaba en la entrada de la habitación

-Tokio-sama, llegara tarde

-Ya voy, Ogae –dijo ella dejando a un lado el calendario y saliendo junto a la mujer

-Todo esta tranquilo¿no?

-Bastante –dijo el sin prestarle mucha atención

-Me da gusto... hoy tenía un poco de pereza luchar –dijo con su con encantadora sonrisa tierna en el rostro, Saito no hizo mucho caso al comentario y trato de encender un cigarrillo, pero un inesperado choque de parte de alguien le hizo que tirara su paquete de cigarros al suelo

-Demonios –mascullo el viendo como el paquete quedaba inservible al caer a un charco cercano, Okita no tuvo el mismo interés en ver el paquete hundirse en el agua sucia mas bien se inclinaba a recoger el paquete de una mujer que había caído al suelo ruidosamente

-Que torpe –dijo la mujer inclinándose al tiempo que el 1er capitán, pero este ya lo había tomado y se lo regresaba a sus manos con gentileza

-Gracias –dijo ella mientras lo tomaba

-Espero no se haya arruinado –dijo el, viendo a la preciosa joven delante de el, era muy hermosa, pelo negro, labios rosados y ojos color esmeralda

-No lo creo –dijo ella con una sonrisa, a su lado una mujer ya de edad le llamaba

-Señora, se hace tarde tenemos que irnos

-Si Ogae –dijo ella viendo a la mujer, Okita amablemente ayudo a la mujer a levantarse mientras que su dama de compañía no parecía muy contenta

-Nuevamente le doy las gracias señor –dijo ella inclinándose levemente como muestra de respeto, vio al hombre a su lado, estaba de espaldas, lo único que podía ver era que era muy alto y delgado, por lo demás la oscuridad de la noche no ayudaba a que distinguiera al hombre frente a ella

-No fue nada –dijo el atractivo chico pelos castaños con una sonrisa, la mujer al ver tal sonrisa sincera le contesto de igual manera

-Señora –reprendió la mujer a la otra más joven

-Si... adiós –dijo ella despidiéndose de ellos de forma amable, la dama de compañía le jalo del brazo y le obligo a acelerar el paso, Saito vio de reojo a las dos mujeres y volteo hacía atrás cuando ya habían dado algunos pasos

-Me pareció conocida –mascullo el siguiendo con su vista a la mujer, Okita al ver que no le quitaba la mirada de encima hizo un curioso comentario

-Es preciosa¿no?

-¿Cómo dices?

-La mujer

-Realmente no la vi bien

-Que lastima, era muy guapa

-...

-Sabe lo que me gusto más de ella, los ojos...

-¿Los ojos?

-Si tiene unos ojos encantadores color... –Saito rió levemente y dijo como de forma mordaz

-No es recomendable bajar la guardia por un par de ojos lindos

-Entiendo –dijo el con su siempre sonrisa, Saito volteo al frente y siguieron con su búsqueda del doctor

-Que hombre más amable –decía la mujer a su dama de compañía que parecía un poco malhumorada ¿no crees Ogae?

-No, Tokio-sama me parecieron unos simples y vulgares campesinos

-Unos campesinos no son así de amables... por lo menos el pequeño, el alto, creo que es un poco malhumorado –dijo ella volteando hacia atrás a ver si lograba ver la cara de los miburos nuevamente

-Tokio-sama, deje de pensar en eso... ya se nos ha hecho tarde... Tokashi-sama debe de estar muy preocupado

-¿Preocupado, Ogae, estará todo menos eso

-Tokio-sama no diga eso... Tokashi-sama, la adora y...

-Adora la fortuna Takagi, Ogae, no a mi...

Tokio volteo atrás nuevamente, juraría que el hombre alto también lo había hecho, pero ya estaba muy lejos para distinguirlo

-Seguro fue mi imaginación –

-Ya hemos llegado Tokio-sama –dijo la mujer mayor tocando la puerta de una casa gigantesca, la dama de compañía parecía maravillada por todo el lujo sin embargo Tokio no parecía emocionada en lo más mínimo, y dijo con un poco de sarcastmo y fastidio en su voz

-Si con el maravilloso Tokashi-sama

-No hable así de su señor

-¡EL NO ES MI SEÑOR OGAE!

-Pero lo será Tokio-sama

-No lo será nunca –dijo ella obstinada –no soy un objeto para pertenecerle

-Si Tokio-sama –la puerta de la casa se abrió un sirviente se acerco a ella y Ogae dijo un poco altanera –la prometida del señor Tokashi ha llegado

-Le esperábamos –dijo el sirviente haciendo una reverencia para dejarlas pasar –llamaremos a el señor en un momento –dijo el indicándoles donde debían de esperar –enseguirá les atenderá

-Gracias -Tokio vio al sirviente alejarse y cerrar la puerta con una profunda tristeza suspiro...

-Señor Tokashi, Takagi-sama ha llegado –dijo el sirviente haciendo una profunda reverencia a un hombre ya maduro, era ligeramente moreno alto, un poco robusto y pelos entrecanos, por lo menos ya tenía unos cuarenta años, en ese momento tomaba un poco de te y aguardaba sentado en un elegante cojín

-Dígale que pase –dijo el de forma altanera, Tokio entro acompañada de su dama de compañía llevando el paquete que había caído de sus manos con anterioridad

-Mi querida Takagi-san –sus ojos se ensancharon al ver a la mujer –cada que la veo es usted más bella

-Tokashi-sama, es usted demasiado halagador...-dijo ella con una sonrisa amarga en el rostro, Tokio le vio a los ojos no le gustaba su mirar era demasiado arrogante, hizo una pequeña mueca de disgusto, el hombre no lo noto ya que el fingía ver el paquete que cargaba a la altura del pecho, pero realmente su atención estaba puesta en otro lugar

-Nada de eso, querida Takagi-san, hace honor a la belleza de su madre –la mujer frunció el entrecejo

-La belleza de mi difunta madre sobrepasa con creces la mía

-No sea tan modesta Takagi-san... pero porque no se acerca

-Prefiero estar aquí–dijo ella tratando de alejarse lo más que podía de ese hombre, realmente era un hombre que consideraba asqueroso –gracias

-Pero querida Takagi-san, debe de estar cansada y...

-En lo absoluto –respondió ella siguiendo de pie, mientras veía a su lado a su dama de compañía viéndole de forma molesta, una sonrisa se dibujo en sus labios, la cual se ensancho cuando vio como la cara del hombre adquirió un color rosado en sus mejillas pero luego volvió a su color natural

-Veo que ha traído un obsequio

-Si, así es... daselo por favor Ogae –dijo ella indicando a la mujer que le llevara el paquete, la mujer se inclino tomo el paquete y luego se lo dio, el hombre lo abrió rápidamente pero al parecer quedo decepcionado con el regalo porque la sonrisa de niño grande se perdió de su cara

-¿Qué es esto?

-Un libro –dijo ella lógica poniendo en duda la inteligencia del hombre frente a ella

-Ya se digo... porque

-Es un excelente libro –dijo sin sorprenderse sabía que el hombre no era muy afecto a la lectura y hacerle ese regalo era un insulto o por lo menos ella lo consideraba así –se llama: "El conde de Montecristo" es de un autor muy bueno, Alejandro Dumas, ha sido traído desde el occidente solo para usted señor...

-...Gracias, Takagi-san es muy amable

La mujer sonrió satisfecha viendo la cara de bobo del hombre, ella había escogido el libro más grueso que había podido encontrar para dárselo, seguro que el nunca había tenido en sus manos un ejemplar más grueso que el periódico, su sonrisa pérfida se amplio...

-Yo también tengo un regalo para usted Takagi-san

-¿En serio?

-En serio –dijo el, llamo a uno de sus sirvientes y el trajo un pequeño paquete color rojo sangre, la mujer le agradeció al sirviente antes de que se retirara y procedió a desenvolver el regalo, era bastante grande y no tenía idea de lo que podía ser, el papel cayo al piso y la sonrisa fingida de la mujer con el

-Un... kimono

-No es un simple kimono Takagi-san

-Lo se –dijo ella sintiendo como el enfado se notaba en su cara, en cambio que la sonrisa del hombre seguía ahí –es un kimono de bodas

-Así es –dijo el con su sonrisa en su cara –es el kimono que quiero que uses para el día de nuestra boda

-Bien –dijo ella con una sonrisa gélida en la cara, sabía que debía de casarse con ese hombre desagradable tarde o temprano, pero el tener entre sus manos el kimono de bodas le hacía sentir asco

-¿No das la gracias?

-No puedo –dijo ella viéndole fríamente, el hombre seguía ahí con esa sonrisa malvada en la cara miro de arriba a bajo a su prometida, volteo al lado donde la dama de compañía permanecía, el hombre considerando inferior a la mujer dijo de forma desdeñosa

-Vete sirvienta

-Hai –dijo la mujer sin poner objeción alguna, Tokio vio pasar a su lado a su dama de compañía y lamento no ser ella quien recibiera esa orden, la dama salió cerrando la puerta y los ojos esmeralda de la mujer se posaron en los de el hombre

-Ella no es una sirvienta es mi dama de compañía –dijo con voz firme

-Es lo mismo

-No lo es...

-Sabes...a pesar de que eres muy bonita eres muy contestona...

-¿Le parece señor?

-Claro que si querida mía

Tokio vio como el hombre se le acercaba con una mirada lasciva en el rostro, ella disimuladamente paso a su lado para que no se le acercara

-Eres muy escurridiza

-¿Cómo dijo señor? –dijo ella haciéndose la desentendida, aunque había oído perfectamente todo lo que el había dicho

-Que es usted preciosa mi hermosa señorita

-Ya me lo ha dicho, señor –dijo ella sintiendo el odio crecer en ella, lamento haber dejado la espada de su padre en casa

-A las mujeres siempre le gustan los cumplidos

-A mi no

-Es usted extraña, al igual que su madre

-...

-... también era terca y obstinada... no la conocí tan bien como me haya gustado

-No me diga...-dijo ella con voz queda, no le gustaba el tono de voz con la que el hablaba

-Es una verdadera lastima que no haya podido presenciar a su querida hija casada... siempre me pregunto que diría

-Nunca lo sabremos

-Yo si, debe de estar muy feliz

-No lo creo –dijo ella sin recapacitar en las palabras, volteo al hombre, parecía muy molesto sin embargo fingió poniendo una sonrisa gélida en su rostro

-No te has dicho que debes de callar cuando hable tu señor –dijo el tomando finalmente del brazo a la mujer frente a ella le encerró en su brazos

-No me toque –dijo ella con un tono peligroso de voz

-Seré tu señor y haré lo que...

-No me toque –repitió ella tratando de soltarse pero el se aferraba más

-No eres muy obediente –dijo el con una sonrisa lasciva en el rostro, el hombre volvió a tomar su brazo, Tokio sintió como si ese ligero toque le quemara la piel

-NO ME TOQUE –dijo ella enfadándose de verdad, si bien había dejado su la espada de su padre en casa, no así había dejado un pequeño cuchillo que ocultaba en su hermoso obi, y sin recapacitar a lo que hacía, con una agilidad que cualquier espadachín envidiaría saco el cuchillo de su funda y lo blandió contra su prometido, el hombre vio todo como si fuera en cámara lenta y antes de que ella le atacara del todo dio un par de pasos torpes para atrás evitando el golpe y solo teniendo como un amargo recuerdo una pequeña cortada en la barbilla.

Solo entonces fue cuando Tokio se dio cuenta de lo que había hecho el cuchillo tembló en su mano, mientras veía al hombre tirado en el piso debido a la impresión, con un pequeño río de sangre que ya le manchaba su elegante kimono

-Como te has

-Le advertí que no me tocara –dijo ella temblando un poco su voz

-MALDITA –dijo el hombre finalmente su gran sonrisa había desaparecido, se hincho como si fuera un pez globo y le dijo gritando

-¡COMO HAS PODIDO A LASTIMAR A TU SEÑOR!

-Usted no es mi dueño

-LO SERE

-¡NO LO SE...!–el hombre golpeo en la cara a la mujer y la tiro contra el piso

-¡A TU SEÑOR NO SE LE HABLA ASI!

Tokio le miraba asustada el hombre le dio una fuerte patada en las costillas y paso por encima de ella, abrió la puerta

-YA TE ENSEÑARE A RESPETARME, AHORA LARGATE –dijo el junto a la puerta, Tokio sentía que el mundo le daba vueltas se levanto del piso con trabajo y salió de la habitación donde su dama de compañía le esperaba, le veía llena de miedo

-Tu padre se enterara de tu penoso comportamiento

Tokio le vio con profundo resentimiento su dama de compañía paso a su lado, el hombre cerro la puerta con violencia y entonces la señora mayor le dijo

-Sujétese a mi señora

-Ogae –dijo ella casi como un susurro, sentía que toda fuerza que tenía se le había ido, se sentía cansada y a punto de desmayarse, no es que el golpe hubiera sido muy fuerte sino, que le había sacado el aire y no podía recuperarse del todo, al menos no tan rápido, se toco un costado, se sentía tan mal que le hubiese roto una costilla, sintió un sabor de hierro en la boca, mientras que escuchaba a la mujer a su lado decir de forma temerosa

-Tokio-sama

-¿Qué pasa?

-Tiene sangre en la boca –Tokio paso sus dedos por las comisura de sus labios sintió un liquido correr por su boca y luego por su mentón

-Bastardo –mascullo

Mientras tanto en otra parte de Aizu, en un consultorio medico, el doctor atendía a un herido por una arma blanca

-Es una herida bastante fea

-...

-Parece que ya se ha detenido la sangre

-...

-Hace cuando se la hicieron

-...hace unas 8 horas

-Bastante tiempo, debió de haberla atendido de inmediato, es peligroso que quede una herida así tanto tiempo sin ser tratada... –el hombre se dio la vuelta y se acerco hacia un estante el cual estaba lleno de frascos, hizo una mueca con los labios y dijo - vaya se me ha acabado el desinfectante –el par de hombres vieron al doctor dirigirse a una puerta, llamo a alguien a los pocos segundos una hermosa niña de cabellos azabaches entraba por la puerta

-¿Me llamabas papa?

-Si, Megumi-chan podrías decirle a tu madre, si me puede traer un poco de desinfectante

-Si papá

-Gracias preciosa –dijo el hombre con una sonrisa afable en el rostro se dirigió a los dos hombres –no tardara, Okita accedió con la cabeza, el hombre se dirigió a buscar todo lo necesario mientras que Okita parecía muy feliz

-¡Que bien que finalmente encontramos un doctor! –Saito le vio de una forma bastante fea

-Okita

-¿Si Saito-san?

-Cállate Okita

La puerta del pequeño consultorio se abrió con suavidad, una mujer preciosa entro, tenía el pelo largo y negro una bondadosa mirada y unos carnosos labios carmín que mostraban en ese instante un poco de molestia

-Querido –dijo ella pasando al consultorio –aquí esta lo que pediste

-Gracias, Mitsuko...¿pasa algo?–dijo el acercándose a la mujer que tenía un pequeño frasco de desinfectante en la mano

-Ha llegado alguien

-¿SI?

-Quieren que tu le atiendas

-¿Ahora?... ya es algo tarde... no puedes atenerle tu... estoy un poco ocupado –la mujer le paso unas vendas que el intentaba alcanzar pero estaban algo lejos de sus manos, la mujer hizo una ligera mueca

-No puedo, la jovencita que esta lastimada dijo que no había problema, pero a su dama de compañía parece no agradarle que la atienda una mujer doctora

-Cuando entenderán –dijo el hombre tomando cariñosamente del hombro a su mujer –no vale la pena que te enojes por eso querida, por favor... dile que pase y me espere que tengo que terminar con un paciente antes

-Si querido –dijo ella con una sonrisa dulce en los labios abrió la puerta y cerro dejándole un poco entreabierta por error, permitiendo al paciente escuchar un poco de la conversación

-Por favor esperen un poco, ya les atenderá mi esposo

-Gracias –dijo una voz suave, el al escucharle dedujo que era una mujer la que hablaba

-Pero no puede ser un poco más rápido, mi señora...

-¡Ogae, discúlpela por favor, esperaremos, no hay problema –dijo la primera mujer después hubo silencio, la mujer del doctor entro nuevamente mientras que veía a el doctor limpiar la herida se dirigio a el, nuevamente con un frasco en la mano pero esta vez había algo diferente traía un pañuelo en la otra

-¿Para que es eso? –pregunto el capitán al ver cada vez más cerca de la mujer

-Tengo que dormirlo para coser la herida –dijo el doctor una vez que hubo terminado de limpiar la herida perfectamente

-No creo que sea necesario –dijo el desconfiado había demasiados enemigos por la zona, como para dejar que cualquiera le sedara

-No pasara nada, esto solo lo dormirá por un poco tiempo –explico la mujer con gentileza

-No gracias –dijo el de una forma un poco cortante

-Entienda que si no coso esa herida ahora puede abrirse en cualquier momento

-... –el doctor al verle tan desconfiado, se jugo su ultima carta

-No se preocupe, yo no le haré daño, no puedo, soy un doctor y estoy bajo un juramento

-¿Un juramento? –pregunto Okita con curiosidad, el hombre sonrió al muchacho de sonrisa afable y le explico

-Las personas que estudiamos para ser doctores estamos regidos bajo un juramento el cual nos dice que debemos de atender siempre a un herido, y jamás hacerle daño

-Vaya, no lo sabía, que interesante¿no Saito-san?

-...Okita

-¿Si Saito-san?

-No vayas a distraerte mientras me este atendido

-Esta bien –dijo el muchacho con gracia

-Bien –dijo la mujer humedeciendo el pañuelo y poniendo en la boca y la nariz del hombre que cayo profundamente en un largo sueño... una conversación le despertó mientras que escuchaba entre sueño

-Por favor puede esperar afuera

-Pero y mi señora...

-Ella estará bien solo quisiera estar unos segundos con ella a solas

-Pero...

-Ogae, has lo que los doctores te dicen...

-La voz de esa mujer la conozco-

-Si señora

-¿Puede decirme quien le hizo esto?

-Fue un accidente

-¿Un accidente?

-Yo... caí de las escaleras

-Estas contusiones no parecen de una caída de escalera

-Yo...

-El golpe solo se ubica en su área abdominal si hubiera sido una caída hubiera estado llena de raspones y heridas...

-Yo...

-¿Dime, linda alguien te lastimo?

-Señora...

-No tengas miedo linda... tu dama de compañía ya no esta... no temas

-¿Alguien te lastimo?

-...si

-¿Quién...

-Okita... –escucharon los presentes de repente e hombre al que habían atendido con anterioridad ya apenas recuperaba el conocimiento y llamaba a su amigo, el doctor se acerco rápidamente y decía al alguien al parecer su esposa

-Se ha despertado mucho antes

-No durmió tanto como se debería

-¿Estará bien? –pregunto una voz que el capitán reconoció como la de su amigo

-Si, solo que me sorprende lo rápido que se ha despertado –explico el hombre deteniendo al hombre el cual ya se quería ir desde hace rato

-Tiene que descansar un poco –Saito abrió un poco sus ojos, veía todo borroso y solo veía en la habitación cuatro figuras difusas

-Por favor debe de descansar

-Tenemos que irnos –dijo el con rapidez, se coloco una mano en la sien, la cabeza le dolía y se sentía un poco mareado, pero eso no le iba a detener en su intento de irse

-Espere un poco, debe de estar mareado por la medicina y... –Saito abrió nuevamente los ojos todo estaba mas claro pero aun no era su vista normal

-Ya estoy bien –dijo el levántense como pudo del futon sin siquiera hacer una mueca de dolor en su cara

-Pero por favor –dijo Okita, Saito le vio parecía un poco preocupado

-No tenemos tiempo para esto Okita –dijo el cerrando los ojos aun no se sentía muy bien pero se acerco a la puerta, Okita dio un suspiro de resignación, se inclino frente a los presentes como señal de educación y trato de seguir al hombre el cual ya ponía la mano en la cerradura de la puerta, Okita se detuvo un momento a recoger la espada de su compañero la cual estaba recargada en una pared, para ese entonces, Saito ya había abierto la puerta casi con violencia y se sobresalto al ver a una mujer que estaba parada al otro lado de la puerta, ella dejo escapar un ligero gritito al parecer había estado espiando

-¡Ogae! –le reprendió la mujer, Saito no puso mucha atención, la mujer parecía muy apenada, Okita le seguía muy de cerca, ambas partes dijeron al mismo tiempo

-Takagi-sama -Saito-san

Fue entonces cuando el arrogante capitán si se detuvo

-Takagi –pensó de forma incrédula –no puede ser

La mujer se levanto del tatami con un poco de dificultad

-Saito –dijo ella con respiración entrecortada, le llamo con voz baja –¿Hajime?

El se volteo para verla finalmente si puso atención en la mujer que estaba en la misma habitación que el

-Tokio –contesto el al verle, seguía igual de encantadora, hermosa, ojos grandes y dulces, Tokio se llevo las manos a su boca como si no creyera lo que estaba viendo

-Hajime¿por kami, eres tu? –dijo ella al verle tan cambiando, mucho más alto, mucho menos flacucho y mucho mayor, aun conservaba el brillo dorado en sus ojos, más un nuevo brillo relucía en ellos, el brillo de un asesino, Hajime se acerco a la mujer olvidando a los presentes en la habitación, la mujer tenía la mitad del pelo en su rostro como si quisiera ocultar algo, el miburo le quito con delicadeza el pelo de la cara, y fue entonces cuando entendió, el porque su pelo estaba así, la mujer tenía un feo golpe en la mejilla

-¿Qué te paso? –dijo el sintiendo que la tripas se le retorcían sintió que se llenaba de odio alguien había osado a lastimar a Tokio, a su Tokio... apretó sus puños como si quisiera golpear al primero que se le pusiera enfrente.

-No es nada –dijo la mujer que dio un par de pasos atrás para que el soltara su cabello a pesar de sus ojos se veían tristes un brillo de alegría se vislumbro en su rostro

-Hajime... has vuelto –sus ojos brillaban parecía estar a punto de llorar, Hajime sintió una punzada de culpa, había vuelto pero no por ella, sin embargo no se atrevió a decírselo no se atrevió a confesarle todo, prefirió guardar silencio.

-¡HAJIME VOLVISTE! -dijo ella saltando a sus brazos, escucho a lo lejos un resoplido por parte de su dama de compañía, una mezcla de admiración por parte de su inseparable compañero y un suspiro por parte de la mujer doctora, no le importo nada lo único que importaba era que tenía entre sus brazos a la única persona que podría considerar en todo el mundo su mejor amiga.

Gracias por leer las locuras de esta escritora,

espero actualizar un poquitin mas seguido,

ojala les haya gustado