Dead Famous

Por Rozefire

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Capítulo 31

Una piedra cian

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"Kagome pasó por aquí?"

"La perdiste otra vez, eh?" Miroku levantó una mano para sofocar un bostezo. Mientras su trabajo era altamente pagado, podía ser horriblemente embotado cuando obligada a sentarse al frente de la puerta mientras todos los demás se divertían adentro. De alguna forma, tenía la extraña sensación de que Sango lo había puesto en esto, sólo para evitarle divertirse mucho con alguien más – o sólo alguien más que pasara a ser hembra. "No la he visto."

"Maldición…" Inuyasha suspiró y recostó su brazo contra el marco. "Por qué demonios está tan molesta…?"

Miroku parpadeó soñoliento en la noche. "Puedo tener un aumento de sueldo?"

"No hasta que tengas treinta y cinco años."

"Oye, el año pasado dijiste que podía tener uno cuando tuviera veintiuno! Aumento ya!"

"Sólo mantén un ojo en las cosas. Si Kagome pasa, no la dejes perderse de tu vista." Gruñó Inuyasha esa última orden mientras desaparecía adentro.

Miroku apretó sus labios, sabiendo que él dejaría ir a Kagome a donde quisiera si ella se aparecía. Nadie le negaba a Miroku un aumento de sueldo y se salía con la suya.

El aburrimiento eventualmente cayó sobre él al punto donde acudió a garabatear hombres colgados al lado de los nombres en la lista de invitados. Fue una total coincidencia de que el muerto pasaba a tener unas pequeñas y puntiagudas orejas de perro y mucho cabello.

Una limosina llegó, evidentemente tarde. Miroku levantó su cabeza ansiosamente, esperando con toda su fuerza que esta fuera Jacky Tai subiendo los escalones; la mujer de sus sueños.

Pero la persona que salió era un hombre.

Con un suspiro, Miroku hojeó las páginas de la lista de invitados y se levantó de su silla mientras el joven subía las escaleras. Bueno… posiblemente un hombre… se veía muy femenino.

"Nombre?" preguntó Miroku mientras se acercaba.

"Jacky Tai."

El mentón de Miroku se desplomó. "Q-qué dijiste?"

El joven parpadeó. "Jacky Tai?"

"Tú eres Jacky Tai?"

El joven parpadeó una segunda vez. "Sí?"

Un pequeño gruñido de amarga decepción escapó de los labios de Miroku. "Oh… mierda! Ella tenía razón! Por qué no puede salirme todo bien!" Él miró al invitado suplicantemente. "Tu nombre no es realmente Jacky, verdad? Ese es nombre de chica!"

"Bueno, es abreviado para Jakotsu, supongo." Jacky frunció sus labios ligeramente. "Lo cambié un par de años atrás. Pareces molesto… pasa algo malo?"

"Sólo el hecho de que pensé que eras la mujer perfecta para mi." Dijo Miroku llanamente.

"Oh." Jakotsu parecía pensativo, luego gritó. "No importa!"

Miroku lo observó pasar a la villa antes de enderezarse de repente. Una nueva esperanza se había formado. "Espera!" Jacky Tai se detuvo y lo miró expectante. "Al menos eres gay, verdad?"

Ante esto Jakotsu frunció ligeramente. "En realidad… sí." Él se volteó completamente, logrando una tímida expresión. "Por qué… tú eres?"

Miroku abrió su boca para responder entusiasmado antes de que su voz muriera. Con un suspiro, su rostro cayó y se desplomó en su silla. "No…" murmuró él de mala gana, recordando que él no era tan gay como Sango le gustaba decir que era.

Cé la vie. (Así es la vida.)

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Kagome se infló cuando finalmente logró escapar del elevador. Había estado atiborrada hasta las costuras con las personas (la mayoría de ellas muy amplias y ocupando mucho espacio de respiración para Kagome). En cuanto ella había salido había sido atrapada en otra multitud de invitados.

No había escape del todo.

Tal vez era inconscientemente claustrofóbica, pero nunca lo había notado hasta que había caído de cabeza en una jungla de semi-famosos a extraordinariamente famosos. Ella estaba comenzando a encontrar cada vez más difícil tomar profundos y calmados respiros. Perdidas extremidades se mantenían golpeándola en el costado, en el rostro o la parte trasera de su cabeza. Realmente nadie la vio o la notó. Tal vez si se detuvieran para mirarla de verdad, se darían cuenta de quién era, pero a primera vista ella era tan insignificante como alguien más que no era famosa o rica.

Este lugar no era para ella… por qué había regresado aquí en primer lugar?

Kagome necesitaba salir. Estaba cansada de decir educadamente "discúlpeme" para pasar las multitudes de personas apiñadas en los corredores. En vez de eso, sus raídos nervios estaban obteniendo lo mejor de ella. Estaba recurriendo a forzar su camino entre las multitudes, sin desperdiciar mucha idea en los indignantes sonidos de las personas que empujaba un poco duro. No sabía dónde estaba. No sabía cómo alcanzar la puerta del frente.

"Kagome!"

Esto era lo último que necesitaba. Levantando la vista, ella lo vio moviéndose entre la multitud en su dirección… pero él no la había visto todavía. Era más fácil para él moverse desde que al momento que la gente lo veía se apartaban para él como el mar rojo para Moisés. Silenciosamente Kagome maldijo su mala suerte y cambió de trayectoria, tambaleándose entre los invitados estacionarios hacia la escalera más cercana.

"Kagome! Dónde está!"

Un silencio cayó sobre la multitud, con frecuencia lo había cuando los invitados se daban cuenta que estaban en la presencia de la grandeza – la grandeza siendo Inuyasha, por supuesto. Así que naturalmente, mientras la atención de los invitados se movía gradualmente hacia la presencia de Inuyasha, la única persona en todo el corredor que estaba haciendo una línea recta para las escaleras fue muy visible de repente.

Inuyasha la ubicó. "Kagome! Detente ahí!"

Su camino hacia Kagome fue obstaculizado ligeramente…

"Inuyasha, no viste el tatuaje de Seki?"

"Inuyasha, puedes firmar mis senos?"

"Kagome – no te atrevas a bajar esas escaleras!"

Kagome lo ignoró, empujando más duro a las personas en su desesperación por desaparecer. Pero al mismo tiempo, los invitados estaban cerrándose sobre Inuyasha, impidiéndole llegar a ella sin tener que recurrir a los mismos medios rudos de Kagome. Estaba imposibilitado, lo cual era exactamente lo que Kagome necesitaba.

Sin una mirada hacia atrás, ella bajó las escaleras, dirigiéndose directo para la puerta del frente. Sólo había unos pocos invitados rondando el hall de la entrada, y como resultado el aire parecía mucho más frío y fresco. Kagome sólo hubiera ido directo hacia la puerta si no hubiera ubicado una intensa discusión entre Miroku y Kikyo, justo en el marco de la puerta. No había forma en que rodearía a esos dos, sin importar lo inconscientes que estaban a sus alrededores.

Con un suspiro vagamente frustrado, ella giró sobre sus talones y se dirigió hacia el único otro lugar que sabía estaba desprovisto de gente.

Las cocinas.

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"Cómo pudiste dejar que esto pasara!"

"TÚ escribiste la lista de invitados – debo hacerte la misma pregunta!"

"KOJIN!" Espetó Kikyo mientras le arrebataba la lista de invitados al portero temporal y apuntaba un dedo al nombre. "ADIA! Dilo al revés, Miroku!"

"Ya entendí tu punto!" Miroku se infló enojado, ya acobardado y levemente desorientado. "Qué demonios está haciendo Jinko Aida en la lista de invitados, anagrama o no?"

"Eso es lo que me gustaría saber." Kikyo suspiró fuertemente, pasando una mano por sus mechones. "Aunque era muy obvio – por qué la dejaste entrar?"

"No tengo idea de cómo se ve! Además, no era como si esperara que apareciera. No se supone que estaba con la policía?" Siseó Miroku en un irritado tono.

"En tanto como sé."

"Que estabas haciendo colocándola en la lista?"

"Yo no la puse en la lista, tonto!" Espetó Kikyo, golpeando la lista de invitados en la silla en la que Miroku había estado sentado anteriormente. "Bueno, sabes lo que esto significa. Está planeando hacer algo esta noche, y no podemos dejar que pase. Voy a llamar a la policía."

"No deberíamos avisar a los invitados de esto?" preguntó Miroku, moviendo su posición levemente.

Kikyo miró brevemente dentro en el hall de la entrada, escaneando entre los invitados ante ella. Ninguno igualaba la descripción de Jinko Aida… "No, no creo que debamos hacer eso. Podría asustar a la gente y no necesitamos hacer un desastre de esta noche – al menos no más de lo que ya es."

"Cielos… actúas como si fuera el fin del mundo." Dijo Miroku secamente, desviando su mirada.

"Puedes dejar las puertas. Ve a encontrar la persona que dejaste entrar – la llamada Kojin. Cuando la encuentres; apréndela. Mientras tanto esperaré que llegue la policía."

"Buena suerte. Es sábado por la noche – están todos en la tienda de rosquillas."

El tacón de Kikyo golpeó contra el piso en una llama de rabia. "Vete!"

Realmente ella tenía las habilidades más aterradoras a veces, sin importar cuánto se jactara de poder hablar para salir de cualquier situación. Miroku simplemente rodó sus ojos ante su actitud y regresó a la casa en busca de Sango. Con esperanza, ella ayudaría en su búsqueda por la sospechosa rubia en el vestido púrpura.

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Inuyasha miró su reloj impacientemente. Ya había sido detenido por un cuarto de hora por esta turba de personas. Quién sabe cuán lejos Kagome había escapado? Era tiempo para unas divertidas tácticas.

"Oh dios mío!" Gritó Inuyasha de repente, señalando al final del corredor. "Es Elton John!"

"Qué?"

"Dónde!"

Cabezas se voltearon y la atención se había ido por un breve momento, pero era todo lo que necesitaba. Silenciosamente, el se escabulló entre los invitados y todo pero corrió hacia las escaleras mientras todos estiraban ridículamente sus cuellos para ver hacia el lado opuesto del corredor. En el tiempo que le tomó a la gente darse cuenta que Elton John realmente no había venido a la fiesta, Inuyasha se había ido.

Hubo un cierto grado de encogimiento de hombros antes de que todos regresaran a lo que habían estado discutiendo antes de la interrupción.

Cuando Inuyasha llegó al hall de la entrada, el hizo una mueca al ver la puerta ampliamente abierta sin nadie cuidándola. Qué si Kagome había corrido afuera? Él se dirigió para dar un breve vistazo afuera, buscando en los campos distantes y la extensa entrada de los autos por señales de una chica corriendo en un vestido rosa…

Pero tal vez Kagome no había entrado en la etapa de huida todavía. Sólo estaba molesta… probablemente se deslizó a enfurruñarse en un lugar tranquilo y oscuro.

Por u momento, tuvo que parar y ponderar esa idea… algo peligroso de hacer cuando una fan podría saltar en su espalda en cualquier momento con su guarda baja. Normalmente, la sala clásica era el lugar más tranquilo en la villa… pero actualmente era el más ocupado. Sin embargo… las cocinas?

Rápidamente Inuyasha hizo su recorrido hacia las puertas giratorias que marcaban la entrada de la cocina…

Seguro, ahí estaba ella en toda su rosa gloria, escarbando entre el refrigerador.

"Así que qué levantó tus protestas esta vez, nena?"

Kagome se enderezó tan rápidamente que estrechamente evitó golpear su cabeza en el estante superior del refrigerador. Por un momento, se vio sorprendida y culpable, como si hubiera sido atrapada con sus manos en la jarra de galletas (de alguna manera literal en este caso). Pero entonces los amplios e inocentes ojos se fruncieron, y la mano cerrada en la puerta del refrigerador la dejó cerrarse con un fuerte golpe.

Ella no era un conejo feliz.

Tal vez el comentario 'Nena' fue demasiado en este instante?

"tienes mucho valor!" siseó ella, acercándose a él.

Inuyasha contuvo la urgencia de retroceder. "Oh, yo tengo el valor, verdad? Cuál demonios es tu problema?"

"Me avergonzaste en frente de toda una sala de personas! ESE es mi problema!" gritó ella. "Te preocupa de cómo me sentí tocando en frente de esas personas?"

"Gran cosa!" respondió él. "Eres una buena penes-"

"Pianista!"

"- y qué carajo pasa con tocar en frente de otros!" terminó él sin la más ligera indicación de que había escuchado su corrección. "Obviamente tienes talento!"

Ella estampó su pie con exasperada rabia. "Nunca antes he tocado en frente de alguien! Es mi talento – así que puedo hacer lo que quiera con él! Y no quería compartirlo con ELLOS!"

"Pero les gustó tu canción!"

"Eso no-!" interrumpió ella, obviamente luchando por palabras. "Ese no es el punto! Era mi canción… era sólo mía…"

"Bueno eso es un poco egoísta, no lo crees?" respondió él.

Por un momento, ella lo miró en forma calculadora antes de levantar su mentón. "Como sea. No entiendes – nunca podrás entender. Te has desnudado tantas veces en público que estás acostumbrado – no puedes comenzar a comprender que alguien como yo en realidad quiere mantener su talento para sí. Mientras tanto las personas como tú pavonean todo para que ellos tengan a alguien que mirarán!"

"Yo no me desvisto!" gritó él indignado.

"No me entiendes del todo!" gritó ella, levantando sus manos con derrota. "No sé por qué me molesto contigo."

Con eso, ella lo pasó y salió por las puertas. Inuyasha no le dio mucha oportunidad para adelantarse mientras la seguía, caliente a sus talones. "Qué pasa con tocar un pequeño tono en público?" demandó él mientras marchaban por el hall de la entrada como si tuvieran un destino en mente, pero en realidad estaban sin dirección.

"No tienes idea de lo que es para mi, verdad?" espetó ella sobre su hombro. "Esa era mi canción! Nunca la he compartido con nadie! Pero obviamente has estado espiándome mientras estaba tocando-"

"No estaba espiando!"

"Pero escuchaste, verdad?"

"Tal vez."

"Entonces eres un completo y total voyerista!" le gritó ella.

"Qué!"

Bruscamente Kagome viró a la izquierda, tomando la salida más cercana del hall de la entrada… la cual infortunadamente resultó ser la sala clásica. El origen de todos sus males…

"Explícame eso otra vez." Él la siguió entre la densa multitud, no seguro de por qué aún estaba huyendo cuando era obvio que se había pintado en un rincón. "Cómo puede escuchar un pequeño tono ser pervertido?"

Kagome llegó a un alto y luego volteó hacia él con una expresión levemente apretada. "Esa canción es mi corazón, Inuyasha. Cuando la toco… no sé cómo explicarlo pero… cuando la toco, puedo sentir mis emociones en la melodía. Es sólo para escucharla yo… nadie más. Es la única canción que realmente sé…"

"Pero…" él luchó por algo igualmente inteligente que decir. "… es realmente buena."

Su reprochante mirada se desvaneció lentamente con la insinuación de una sonrisa, pero sólo fue un breve vistazo de gratitud. "Aún no quería compartirla con ellos… no es para ellos. El Fur Elise es para ellos… la Sonata de Luz de Luna… pero mi canción es mi canción y tú no debiste obligarme a hacer eso."

"Yo no te hice hacer nada." Respondió él acalorado. "Ultimadamente fue tu elección sentarte en ese banco… además, cómo se supone que iba a saber que te sentías así?"

Kagome bajó sus párpados. "No intentes mover la culpa hacia mi – no funcionará. Aunque supongo que no puede esperarse que seas emocionalmente profundo."

"Encantador."

Con un suave suspiro, Kagome volteó y se alejó una vez más, esta vez en dirección del balcón más allá de las puertas de vidrio. Inuyasha dudó un momento. Tal vez ella quería privacidad… pero otra vez, prefería continuar irritándola que estar atascado en una multitud de copionas superestrellas. Él se deslizó entre la multitud tras ella.

Kagome estaba sentada en la baja banca de piedra al lado de la reja cubierta de hiedra cuando él salió al vacío balcón. Ella estaba pateando sus pies contra una sucia mancha en el piso y generalmente luciendo como si el mundo estuviera destinado a llegar a un final. Tal vez necesitaba animarse?

"No me importa lo que digas." Dijo él mientras se sentaba a su lado. "Me gusta tu canción… me hizo sentir… extraño."

"Extraño?" Ella no se veía segura de si era un cumplido o no.

"Tu sabes… cuando las canciones te hacen sentir algo. Te mueven. Como cuando estás escuchando tu canción favorita y los pequeños vellos de tus brazos hormiguean." Él arrugó su nariz ligeramente. La comunicación nunca había sido uno de sus puntos fuertes. "Fue así. Cuando escuché tu canción, realmente me llegó al pecho… pero estaré maldito si pudiera recordar como iba el tono."

"A veces lo olvido." Admitió Kagome. "No puedo recordar cómo va… pero cuando toco, mis dedos parecen recordar, incluso si yo no."

Él la miró. "Es una bonita canción."

Una pequeña sonrisa se levantó en sus labios. "Gracias."

"Aunque tal vez puedas ampliar tus horizontes. Con un talento como ese, tal vez realmente puedas rivalizar a Joi Ito." Él se encogió.

Ahora era turno de Kagome para arrugar su nariz. "Conozco mis límites… No soy así de buena."

"Sí, cierto." Él le frunció, notando cómo jugueteaba nerviosamente con el anillo en su dedo pulgar. "Al menos podrías acostumbrarte a tocar en frente de otras personas?"

Ella dio un incómodo sonido en su garganta. "No lo sé… Ya estoy avergonzada de que tú me escucharas… aún más que ahora todas esas personas lo saben… No creo que estoy lista." Kagome se enderezó levemente. "Aunque, cuando estoy en casa y todos los demás no están, toco el piano y pretendo que hay alguien detrás de mí, escuchando, aunque sé que en realidad no. Es como… se siente más apremiante cuando siento que estoy tocándole a alguien más… aunque en realidad dar ese paso a tener una persona real detrás de mí es una historia completamente diferente."

Un profundo retumbe en las nubes sobre ellos interrumpió la conversación. Ambos miraron hacia arriba al ominosamente cielo oscuro. Ni una simple estrella podía verse entre la espesa sábana de nubes negras acumulándose ahí.

"Va a lloover…" suspiró Kagome en una voz canturreada.

"Nah, sólo es algún muerto jugando bolos." Inuyasha se encogió, aunque ya podía escuchar el distante roce de gotas de lluvia más allá en la costa.

Kagome de repente se volteó para mirarlo, sus rodillas chocaron en las suyas, pero sus ojos estaban fijos en el anillo en su pulgar. "Qué tipo de piedra es esta?"

"Qué?" Él miró el anillo en cuestión.

"Esta piedra azul, qué es? Un zafiro o un diamante azul?" preguntó ella, levantando la mirada hacia él escrutadora.

"Uh…" él ladeó su cabeza. "Ese es el anillo de mi mamá, verdad? Creo que dijo que era un diamante… pero podría ser un zafiro, no lo sé." Él la miró a los ojos. "Importa?"

Ellos cayeron en uno de esos pequeños y tranquilos lapsos de silencio. Él casi sintió que ella había esperado que dijera más, pero evidentemente eso falló, ella regresó sus ojos al anillo. La expresión en su rostro era rasgada como si llegara a una difícil decisión. "Inuyasha…" Cuidadosamente, ella retiró el anillo de su pulgar, agarró su mano y colocó el pequeño aro de plata en su palma. "No puedo conservar esto."

Él le frunció al anillo. "Por qué no?"

"Parece mucho. Quiero decir… es un diamante y solía pertenecer a tu madre." Ella se retorció incómoda donde estaba sentada. "No parece correcto."

"Kagome, mi mamá está muerta. Ella no va a usar ese anillo otra vez. De hecho, nadie lo hará… hasta que yo muera y mis pertenencias sean subastadas… y entonces será algún gato gordo de mediana edad que termine usando ese anillo. Es un anillo de chica."

"Pero es un-"

"Eso importa de verdad?" se mofó él.

"Qué tal si lo pierdo?"

"Bueno, probablemente quieras patearte, pero no es piel de mi nariz."

Esa insegura mirada permaneció, aún cuando ella dejó regresar el anillo a su pulgar. "De acuerdo… si debo."

Él le levantó una ceja. "Maldición, no te obligues ni nada."

Ella abrió su boca con una sonrisa para responder cuando la puerta del balcón de abrió de repente.

Ambos levantaron la mirada para ver a la actriz con los mechones púrpura ahí. "Inuyasha, Joi Ito está aquí – vea a decir 'hola'!" Ella desapareció adentro.

Kagome frunció levemente mientras Inuyasha se levantaba. "Qué es todo esto sobre Joi Ito que he escuchado?" Ella se levantó y lo siguió hacia la puerta abierta. Adentro, era evidente que alguien había logrado encontrar un sistema de sonido porque ahora la sala estaba prácticamente botando con fuertes ritmos. "Si no lo supiera mejor diría que ustedes dos eran una pareja."

"No en mi conocimiento." Él se detuvo en la puerta, mirando la multitud, buscando dicha músico. "Supongo que se espera… Joi Ito está irrumpiendo en lo principal de su carrera. Diría que probablemente es la famosa soltera más elegible en el país. Los tabloides tendrían un maldito día si pudieran idear una historia en la cual estamos juntos."

Kagome se inquietó. "Entonces estás interesado en ella?"

"Nah…" él movió su cabeza. "Es agradable y, bueno, perfecta, pero no tiene ese 'umph' extra, sabes?"

"No, no lo sé." Ella lo miró extrañamente. "Entonces, probablemente tienes a alguien más en mente. No has puesto tus ojos en Jordan, verdad?"

Él sonrió. "No. Alguien un poco más mundano que eso."

"Oh?" su interés fue captado y no pudo evitar la tímida sonrisa. "Quién es?"

Su sonrisa permaneció pero brevemente la miró con una peculiaridad en sus labios. "Tú."

La expresión en el rostro de Kagome se deslizó a un shock vacío. Ella lo miró, no muy segura de que había escuchado bien pero al mismo tiempo luchando en cómo responder. Su boca se abrió levemente, pero el único suave ruido que pudo hacer sonar sospechosamente fue… "Qué…?"

La sonrisa también se había desvanecido del rostro de Inuyasha, cambiando a una leve mueca. "No importa." Dijo él con un despedido movimiento de hombro y marchó adentro.

Kagome permaneció de pie, sus labios separados en una pequeña abertura mientras lo observaba alejarse. Qué había dicho? Estaba interesado en ella?

Una adormecida sensación de shock cayó sobre ella. Todo parecía irreal, la realidad estaba cubierta y los sonidos de risas y música adentro estaban juntándose en un continuo gemido de puro ruido. El anillo plateado en su pulgar estaba comenzando a ganar peso. El frío metal presionado contra su piel, apartó su atención de cualquier espacio al que había estado mirando.

Sobre ella, el cielo finalmente decidió abrirse con un último gruñido. Rocío de humedad comenzó a caer alrededor de kagome, aumentando en velocidad e ímpetu hasta que las pequeñas gotas comenzaron a golpear duro en su piel.

Pero Kagome apenas percibió algo de esto mientras deslizaba pensativamente el anillo de su pulgar y lo deslizaba en su cuarto dedo en vez. Era más grande y colgaba sueltamente alrededor de su dedo anular, a diferencia de Inuyasha… pero aún…

La lluvia estaba comenzando a aumentar de intensidad otra vez y fue sólo entonces que Kagome notó de repente dónde estaba y cuánto estaba humedeciéndose. Con un parpadeo y una pequeña sacudida de su cabeza para retirar la lluvia bajando por su rostro, rápidamente entró a la sala clásica.

El calor y la charla la golpearon total en la cara como si fuera la primera vez que hubiera entrado a esa habitación. Cuerpos se movían a su alrededor, sólo un gran muro de personas y poco movimiento que bloqueaban su vista del resto de la sala. Ella tuvo un vistazo de plateado entre los invitados e inmediatamente, y casi instintivamente, se dirigió en esa dirección.

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"Te diré qué. Que tu agente llame a mi agente y podemos dejarlos llegar a un acuerdo mañana, sí?"

Joi Ito asintió con un leve encogimiento en aceptación. "Suena bien para mi, pero… oh…"

Alguien estaba halando la espalda de la camisa de Inuyasha. Distraídamente, Inuyasha bajó la mirada. "Oh hola, Kagome. Te ves un poco húmeda."

Ella también se veía ligeramente perturbada. "Necesito hablar contigo."

"Estoy en medio de algo."

"Ahora." Su voz esta alineada con mortal calma, y un sutil vibra de 'o'. Inuyasha la miró un momento antes de voltear hacia Ito con una leve sonrisa. "Debo irme." Él se permitió ser arrastrado por la manga lejos de Joi Ito, entre las multitudes de invitados y fuera en el hall de la entrada que estaba ligeramente menos concurrido. Él se preguntó por qué no estaba llevándolo afuera para tener la privacidad que obviamente anhelaba… pero tal vez esa era la razón de por qué estaba tan húmeda en primer lugar?

"Qué pasa?" Preguntó él, la imagen perfecta de indiferencia cuando ella finalmente soltó su manga junto a las escaleras. Estaba tan lejos de todos los demás como pudieron lograr.

"Qué quisiste decir cuando dijiste 'tú'?" ella lo analizó, retirando unos húmedos mechones de su rostro.

Él se encogió. "Nada." Mintió.

"Estás mintiendo."

"No, no lo estoy." Mintió otra vez.

Un pequeño frunce se formó entre sus cejas y él se movió incómodo. Sabía que no debió haber dicho anda antes… pero se le había salido…

Y qué era peor?

Lo sabía en el preciso momento que lo dijo, no había sido nada sino la completa verdad. Él reconoció ese hecho con una renuente y nauseabunda sensación en su estómago…

Qué patada en las bolas…

"Entonces sólo estabas bromeando?" Kagome cruzó sus brazos con un profundo frunce. "Eso no es muy divertido, sabes."

"Lo sé." Dijo él, siendo despedido de sus sentimientos in favor de los suyos propios. "Siempre estoy echando a perder todo, lo sabes."

Debió haber sido algo en su tono, porque él supo que su expresión había sido adiestrada y a prueba de tontos. Aunque Kagome ya había probado ser una persona antinaturalmente perceptiva. Lentamente su frunce se suavizó hasta que estuvo dándole una mirada muy confundida sin duda. "Inuyasha…?" ella se acercó más, ladeando su cabeza. "Estás diciendo la verdad?"

"Sí. Por qué?" Respondió él abruptamente.

"Tienes tu voz de mentirosa."

"Yo no tengo una voz mentirosa."

"La usaste ahí!" sus brazos cayeron a sus costados. "Pensé que habíamos pasado por esto! Deja de intentar pretender que todo está bien cuando no lo está! Estoy harta con todos estos estúpidos actos que mantienes haciendo en orden de esconder lo que realmente estás pensando – puede funcionar con todos los demás pero no conmigo."

Inuyasha volteó sus ojos. "Cielos, Mamá."

"No me digas eso!" ella visiblemente tuvo que hacer un esfuerzo por mantener su voz baja cuando su tono ya estaba despertando sospecha de los invitados más cercanos a unos metros. "Lo que sea que estés escondiendo – sácalo."

Oblígame. Inuyasha le frunció. "Húndete. No es tu asunto."

"Eso es rico viniendo de la persona quien hizo de mi talento el asunto de todos los demás!"

"Oye – no tenías que tocar esa canción – no puedes traer eso!"

Ellos iban a caer en un gran círculo si Kagome no ganaba otra vez control de la discusión. Con un profundo respiro ella guió su temperamento y le dio una mirada que claramente le decía que no iba a soportar más de su basura. "Cuál es el problema esta vez."

Él no iba a escapar de esta, verdad? Con un pequeño y apenas audible suspiro, él movió su posición y cruzó sus brazos. "Tal vez quise decir lo que dije cuando dije que estaba interesado en ti." Ahora él tuvo todo el placer de observarla debatir ante ese comentario.

"Oh… um… oh…" logró ella inteligentemente. Su rostro estaba tornándose en un encantador tono rosa y sus dedos jugueteaban inquietos contra sus costados. "Bueno…"

Él lo despidió. "No te preocupes por eso." Le dijo él sin rodeos. "Esos son mis sentimientos, trataré con ellos. No hay caso en que te excites por nada."

Su rostro se sonrojó con rabia más que vergüenza. "Eso no es nada." Reprimió ella. "No puedes sólo decir eso y actuar como si nada."

"Bueno qué más se supone debo hacer? Yo no-" él se interrumpió cuando alguien lo pasó en su camino por subir las escaleras. Al minuto que estuvieron seguramente fuera del alcance del oído comenzó otra vez. "He arruinado todas mis oportunidades contigo, no es cierto."

"Por qué… qué te hace decir eso?" comenzó ella luciendo incómoda.

"Bueno sí, verdad?" Ante su vacía mirada él continuó. "Tú estás fuera de mi liga, Kagome. No quieres pasar tu tiempo con un idiota que no parece dejar de fumar, o dejar las drogas o dejar de contemplar el suicidio. Mereces mejor que quedarte pegada con un idiota como yo."

Ella desvió la mirada, como si estuviera levemente apenada.

"Yo podría darte cualquier cosa que quisieras. Podría darte cien autos – un helicóptero privado – Podría pagarte todas las cirugías plásticas que quisieras y hacerte la mujer más hermosa en el mundo-"

"Oye-!"

"Aunque eres la única quinceañera más hermosa en el mundo." Enmendó él rápidamente. "El punto es que puedo darte cualquier cosa que quieras… pero no puedo ofrecerte nada que pudiera tentarte en lo más mínimo."

Tal vez estaba equivocado? Tal vez aquí era donde ella levantaba su mentón y negaba todo eso y le decía que no le importaba ninguno de sus problemas o malos hábitos y que podía aceptarlo como era.

Él sabía mejor que elevar sus esperanzas.

"Inuyasha, cómo sé que a la primera vez que veas a alguien más linda y mejor, no correrás?" ella estaba comenzando a perturbarse. "Así es como funciona para ti, no es cierto? Mantienes a una novia, pero al minuto alguien pasa en una falda más corta la dejarás en un minuto y continuarás. Luego lo mismo pasa una y otra vez."

Él se retiró de ella con un movimiento de hombro. "Tal vez eso podría pasar. No puedo controlar mis sentimientos así que no sé cuánto durarán. Sólo estoy diciéndolo así. Me preocupo por ti. Lo siento… si eso te ofende."

Kagome lo miró con comienzos de lágrimas ardiendo en sus ojos. Pero al minuto ñeque su mirada se fijó con la suya ella lo pasó. Sus ojos se abrieron ampliamente y su rostro se modeló con shock. Su boca se abrió en un grito. "Inuya-!"

Un sonido retumbó en el largo hall de la entrada, como el sonido de un duro libro siendo golpeado contra una mesa en una biblioteca. El sonido hizo eco corto mientras su cabeza se dividía en una increíble ola de dolor. Se sentía como si su cráneo hubiera sido abierto.

Hubo un distante sonido de masas gritando, pero era como si viniera de otra habitación. Sus ojos se cerraron con sólo una leve mueca de dolor mientras su cuerpo se adormecía, perdiendo la sensibilidad en un repentino pero gentil barrido. El frío mármol del piso se sintió notablemente suave cuando aterrizó… pero todo parecía estar pasando tan lentamente.

Algo cálido estaba bajando por su rostro y cuello, empozándose en el frío piso bajo él. Colocó una mano en el costado de su cabeza, intentando frenar el flujo, pero él ya sabía por la fría sensación que se extendió desde su pecho que estaba muy golpeado.

Qué forma de morir…

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Kagome había gritado al minuto que el arma se había disparado. Inuyasha había caído. Los invitados habían volado a las salidas como un enjambre de ratas abandonando un barco hundiéndose y Jinko Aida había agarrado a Kagome antes de que ella pudiera alcanzar para ayudar a Inuyasha.

Las lágrimas ya estaban bajando por su rostro pero escasamente registró la fría punta del arma presionada en su sien por segunda vez. No podía alcanzar a Inuyasha y eso la hizo llorar más fuerte.

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Continuará…

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