Dead Famous

Por Rozefire

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Capítulo 32

Pisando aguas poco profundas

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Kikyo suspiró mientras cerraba su celular y lo deslizaba de nuevo en su bolsillo. "La policía dijo que Jinko Aida fue dejada libre bajo fianza por su hermano. Ordenaron vigilancia las veinticuatro horas de su casa, pero parece que ella se escabulló de sus oficiales. Van a enviar un par de patrullas aquí con el Detective Sano."

"Tiene que estar por aquí en algún lugar." Razonó Sango, su ansiedad comenzaba a bordear la irritación – la mayoría apuntada a Miroku. "Esto es todo tu culpa, sabes."

"Qué?" Él no necesitaba procurar demasiado para parecer equivocado. "No soy quien puso su nombre en la lista de invitados."

"Cualquier tonto ciego podía haber visto que Kojin Adia era Jinko Aida dicho al revés!" Le espetó Kikyo, ignorando las miradas levemente alarmadas que estaba recibiendo de los invitados a su alrededor. Tal vez tener esta inestable conversación en medio del corredor del primer piso no era el mejor lugar después de todo…

"Bueno, esto de ninguna manera es mi culpa." Miroku cruzó sus brazos severamente. "Cómo se supone que iba a saber que se veía así? Además, pensé que estaba detenida por la policía. La última persona en el mundo que esperaba que apareciera en una fiesta como esta era Jinko Aida."

Sango suspiró en su propia reluctancia. "Tiene un punto."

Kikyo miró fríamente su reloj. "La policía llegará pronto." Ella giró su cabeza hacia las escaleras. "Iré a-"

Un grito cortó el aire – uno el cual sonaba sospechosamente como el comienzo del nombre de Inuyasha – pero fue interrumpido por el segundo sonido de un disparo aún más fuerte.

Todo movimiento en el corredor cesó mientras comenzaba a asimilarse por los invitados lo que habían escuchado. Luego, el pánico se elevó, y antes de que Miroku o sus dos compañeras femeninas pudieran captar totalmente la situación, ya fueron atrapados en medio de una estampida. Las personas comenzaron a bajar por el corredor, dirigiéndose en todas direcciones seguras para las escaleras.

"Por acá," espetó Kikyo la rápida orden mientras se abría camino a través de las atemorizadas multitudes hacia el elevador. Sango y Miroku no estaban muy lejos, y con todos los invitados usando las escaleras para moverse rápidamente hacia los pisos de arriba, no había nadie en el elevador para discutir sobre los pisos.

"Eso fue un arma!" Siseó Sango cuando las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a bajar a un paso agonizantemente lento.

"Tres adivinanzas?" Preguntó Kikyo secamente.

El elevador finalmente se detuvo en la planta baja y los tres empleados esperaron con atormentada respiración… aún no estaban completamente preparados para lo que las puertas se abrieron, aunque ninguno de ellos estaba tan sorprendido.

El corredor de la entrada estaba vacío de invitados excepto por una alta rubia en un vestido púrpura que sostenía a una temblorosa Kagome contra su frente como un escudo humano. Un arma negra descansaba contra la sien de la chica, asegurando su inmovilidad. Pero al menos ella estaba viva y temblando… lo cual era más de lo que podía decirse de Inuyasha.

Sango sofocó un grito con su mano mientras retrocedía un paso en el elevador. "Oh dios… lo mató…"

El brazo de Miroku gentilmente se movió frente a ella, previniéndola de hacer algo precipitado, o tal vez sólo intentando escudarla de la vista de Jinko Aida. La rubia observó al trío con una expresión serenamente indiferente. Ella parecía completamente inconsciente y tranquila por lo que había hecho.

Kikyo fue la única quien logró mantener su fuerte resolución mientras daba unos pasos medidos fuera del elevador en el hall de la entrada. Sus tacones sonaron contra el piso de mármol en un lento y continuo paso que hizo eco a través del vacío foyer. Ella mantuvo sus manos a los lados, acercándose con cautela. "Por favor… déjala ir."

"Esta es una situación de rehenes." Respondió Jinko en una voz clara y suave voz. "No puedo hacer eso."

Desde algún lugar en la distancia, a través de toda la lluvia y las relampagueantes nubes, el sonido de una sirena entró en existencia. O Jinko no escuchó los cercanos refuerzos, o sólo había escogido ignorarlos.

"La policía está en camino." Le dijo Kikyo a la joven mujer en caso de que estuviera levemente sorda a las gimientes sirenas que rápidamente estaban haciéndose más fuertes. "No hay oportunidad de que huyas ahora… a menos que bajes el arma y corras. Corras rápido."

Jinko sacudió su cabeza levemente, retirando el seguro de su arma gentilmente. Kagome apretó sus ojos como si estuviera rezando en silencio. Jinko era inconsciente de su aparente miedo. "No intento dejar este lugar. Al menos no viva."

La mirada de Kikyo se deslizó de la terrorista y su rehén a donde el primero ya yacía casualmente a los pies de la escalera. Un horrible charco de rojo ya se había empozado alrededor de su cabeza. No había duda de dónde había sido herido; a una pulgada o dos arriba donde una normal oreja humana estaría ubicada. No era que Kikyo pudiera ver la herida. La cabeza de Inuyasha estaba volteada y estaba descansando sobre su lado lastimado… desde donde ella estaba, Kikyo no podía decir si él aún estaba vivo o no. Pero Miroku ya había advertido que una bala en la cabeza realmente era todo lo que necesitaba para matar al 'poderoso' hanyou.

"Tú." Las observaciones de Jinko habían aterrizado en Sango, quien miró furiosa a la rubia. "Ve afuera y recibe a la policía cuando lleguen. Diles que si entran muy pronto, mataré a esta niña también." Ella le dio una mirada a Miroku pensándolo después. "Y tal vez también a él."

Sango no se movió.

"Por favor… si no sales ahora, sólo añadirás a la cuenta de cuerpos." Le dijo Jinko suavemente.

Sango aún permaneció reluctante a irse. Miroku le dio un gentil codazo. "Ve." Dijo él tranquilamente.

"Pero-"

"Nosotros nos ocuparemos de esto." La interrumpió él y gesturizó hacia la puerta abierta. "Ahora ve."

Sango le parpadeó confundida, probablemente nada feliz de que iba a ser despreciada de semejante situación. Pero al final sui sentido común ganó y ella se dirigió hacia las puertas.

"Y cierra la puerta a tu salida." Recordó Jinko sin rodeos.

Las puertas se cerraron con un corto ruido tras Sango, y una vez más el hall de la entrada fue sumergido en una misteriosa calma y tranquilidad. Las puertas cerradas protegían contra el sonido de la lluvia afuera, también como de la policía acercándose.

El silencio era casi insoportable. Los invitados arriba y en las otras habitaciones todavía no habían reunido el valor para investigar; eso, o seguridad había entrado y cerrado las puertas. Pero Jinko no estaba haciendo movimiento o gesto para seguir con sus amenazas, y Kikyo estaba un poco perdida en cómo tratar con ella.

Kagome rompió el silencio.

"Por qué estás haciendo esto?" susurró ella, su voz apretada con lágrimas y sollozos contenidos. "Por qué no podías dejarlo en paz!"

Los ojos de Jinko permanecieron en Kikyo, pretendiendo que no había escuchado a la chica en sus brazos.

"Le dije que había terminado!" Las palabras de Kagome se atascaron mientras su respiración se movía poco a poco con emoción. "Le d-dije que no había necesidad de estar asustado más porque-"

"Porque mató a Fushira?" Espetó Jinko bruscamente.

Kagome se sonó levemente. "Sí…" dijo ella tranquilamente. "Pero él lo merecía!"

"No!"

"Él torturó a un niño! No lo hizo por dinero – sólo lo hizo por su propia diversión!" Gritó Kagome. "Alguien enfermo como Fushira probablemente merecía ser asesinado!"

"Sin mencionar…" añadió Kikyo tranquilamente. "… todas las personas que fueron encontradas muertas en el depósito donde Inuyasha fue recuperado. Múltiples miembros de una banda rival… viejos vecinos que no soportaba particularmente… unos cuantos jefes que lo despidieron. Incluso dos de sus propios primos. Ellos no merecían morir, y creo que el castigo de Fushira se ajustó perfectamente al crimen, no lo crees?"

La punta del arma ondeó inseguramente por un momento entre la sien de Kagome y la dirección de Kikyo. Pero luego regresó, firmemente plantada en la cabeza de Kagome. "Lo amaba… y él murió! Sabes cuánto me está matando por dentro!"

Kikyo se encogió. "Particularmente no me importa."

"Tú crees que no mató a Inuyasha halar ese gatillo!" Kagome arañó el brazo de Jinko que la abrazaba contra el frente de la mujer, pero fue inútil. Su desesperanza estaba haciéndola débil y sin esperanza y la rabia de Jinko sólo la hacía más fuerte.

"Al menos no sufre más!" resopló Jinko. "Y pronto estaré donde ellos están… y tú también. Estás sufriendo, verdad?"

"Yo…" Kagome no pudo lograr algo más que eso. No era que tuviera mucha oportunidad para continuar…

Un profundo rugido sacudió los cimientos del edificio… emanando desde algún lugar sobre sus cabezas y reverberando abajo. Los miembros conscientes en el hall miraron los alrededores confundidos.

Fueron truenos o…?

El techo arriba gimió, seguido por el sonido de madera crujiendo e invitados gritando. Ellos voltearon sus ojos hacia arriba en mudo aturdimiento mientras el techo literalmente comenzaba a hincharse y a gotear. Las baldosas se agrietaron y se astillaron, y algunas comenzaron a caer, lloviendo alrededor del grupo.

Una baldosa se quebró cerca de los pies de Kikyo pero no se atrevió a retroceder ni mover su mirada del techo.

Ella tenía un mal presentimiento de esto.

Luego un gritó sonó, confirmando sus peores temores. "TIRO AL BLANCO!" Y con eso, el techo se hundió completamente mientras un hueco se abría en las baldosas directamente sobre Jinko y su rehén.

Agua cayó por toneladas sobre el par.

Ninguna tuvo la fugaz oportunidad para gritar cuando la full fuerza del agua las golpeó en la cabeza y las tumbó a la dos al piso. Era como tener un par de bolsas de patatas cayendo directamente en la cabeza. Kagome cayó al piso, balbuceando y jadeando, tratando de inhalar aire que continuamente estaba alejándose por el agua. El agarre de Jinko se fue y así el arma, así que Kagome no desperdició más tiempo en correr lejos. Sus manos y rodillas se resbalaban en el resbaladizo mármol, pero sólo le tomó un momento liberarse del aguacero para arrodillarse, temblando, en una creciente piscina de agua. Ya estaba hasta sus tobillos…

"Qué demonios es…" Kikyo había acudido a retirar sus tacones o arriesgarse a resbalar y romperse el cuello.

El agua continuó cayendo en torrentes, lavando la curiosa servilleta que había estado cayendo pequeños botes en un lago. Kagome se tambaleó sobre sus pies, inconsciente al hecho de que ahora estaba empapada de cabeza a pies con un vestido que se pegaba como una arrugada segunda piel.

Sus ojos estaban en Jinko.

El arma se había ido de sus manos, probablemente cayó durante el aguacero. Ella también estaba empapada, pero como a Kagome, no pareció importarle. Estaba tambaleándose hacia Inuyasha luciendo pálida y agotada… parecía como si estuviera en shock.

El agua del continuo aguacero golpeaba contra él gentilmente, arrastrando el rojo pigmento de la sangre lejos de su charco mientras el agua la diluía. Más que diluir la sangre, sólo parecía intensificar su vibrante matiz mientras el líquido alrededor de la cabeza de Inuyasha se tornaba carmesí.

"Inu-chan…" susurró Jinko mientras se acercaba más.

"No lo toques." Espetó Kagome amargamente, dando un paso hacia su dirección. Ella fue ignorada.

"Inu-"

"No lo toques!" Gritó Kagome, salpicando unos pasos más.

Jinko ya estaba arrodillándose al lado de la caída superestrella, manos sobre él como inseguras o no de perturbarlo. "Inu-chan… qué te he hecho…?"

Kagome estaba viendo rojo. También estaba viendo una tentadora arma en el agua a unos pies a su derecha. Sin pensarlo dos veces, la levantó y la niveló hacia la espalda de Jinko Aida. "Te dispararé! Juro por dios que te dispararé si lo tocas!"

"Kagome!" Miroku avanzó para detenerla, pero Kikyo atrapó la parte de atrás de su camisa. Evidentemente no le importaba del todo la salvedad de Jinko, o sentía que alguna interferencia sacaría a Kagome del profundo final.

Como si eso no hubiera pasado ya.

Jinko alcanzó, tocando el hombro de Inuyasha, volteándolo gentilmente de lado.

Los agitados dedos de Kagome se deslizaron contra la húmeda arma, pero no disparó… sin importar cuánto estuviera determinada a llevar a cabo su amenaza. Era en vano – ella iba a ser ignorada y pasada por alto…

"Oh dios…" La voz de Jinko fue un ahogado susurro cuando finalmente tuvo un vistazo del daño que había infligido. "Yo no quise – lo siento – por favor perdóname!"

Los dientes de Kagome se apretaron. "No te atrevas a tocarlo!" Con un frustrado sonido, ella tiró el arma en el menguado aguacero a su lado y corrió hacia la espalda de Jinko. No le importaba otra cosa sino proteger a Inuyasha. La adrenalina y la rabia voltearon las mesas. Pronto Jinko se encontró siendo separada forzadamente de Inuyasha y tirada en el agua a unos pies.

Ella se desquitó tan pronto como tuvo sus sentidos en orden. Al momento que Kagome estuvo lo cerca suficiente, ella agarró a la joven por la pierna y la arrastró en el agua. Ellas se despeinaron y riñeron, halando el cabello de la otra e intentando empujar a la otra bajo el agua.

A pesar de sus fuerzas llenas de adrenalina, no fueron contrincantes para Miroku. Él primero agarró a Kagome, empujándola lejos de la pelea in orden de luego agarrar a Jinko y someterla. Kikyo de deslizó en orden de ayudar y junto lograron levantar a la húmeda rubia de pie.

"Suéltenme!" les espetó ella, pero fue incapaz de liberar sus brazos para soltarse.

"Dudo que ahora te permitan la fianza, Aida." Dijo Kikyo calmadamente. "Vamos a sacarla de aquí."

"Creo que la policía ya está aquí…" Murmuró Miroku mientras ambos medio levantaban y medio arrastraban a Jinko hacia la puerta frontal.

Kagome observó su progreso por un momento desde donde estaba sentada a seis pulgadas bajo el agua. No pudieron mantener más su atención, mientras rápidamente se levantaba y avanzaba con dificultad hacia el lado de Inuyasha.

Ella colapsó de rodillas a su lado con un splash. Jinko Aida lo había volteado… y era difícil perder la herida a través del enmarañado y rojo cabello húmedo. De ninguna manera alguien pudiera haber sobrevivido a eso… ni Inuyasha, aparentemente.

"Inuyasha…?" susurró ella mientras se acercaba más, dudando en tocarlo en caso de que lo fracturara más. "Inuyasha, por favor siéntate…"

Él permaneció pálido, flácido y muy sin vida.

Kagome apretó sus dedos en el frente de su mojada camisa. "Inuyasha – abre tus ojos." Dijo ella un poco más fuerte. "por favor – muéstrame que estás bien!"

Su única respuesta fue el silencio.

Lágrimas se empozaron con un duro nudo en la garganta de Kagome. No pudo detener la presión del edificio y comenzó a llorar. "Inuyasha!" rogó ella, envolviendo un brazo alrededor de sus hombros para arrastrarlo a su regazo. "Inuyasha – pescaré tu estúpida cabeza de cada inodoro por el resto de tu vida si te sientas por favor! Te dejaré fumar todos los malditos cigarrillos que quieras! Sólo – muévete!" Ella le dio una temblorosa sacudida mientras su dolor y desesperanza alcanzaban desesperadas alturas. "Muévete! Muévete! Muévete! MUÉVETE!"

Con un grito ella se jorobó sobre él, rasgando sus hombros, sacudiéndolo, gritándole para mostrar que estaba vivo. "Cualquier cosa!"

"Kagome…" Miroku estaba de regreso y no estaba solo. Varios oficiales de policía junto con el Detective Sano habían entrado al hall y estaban acercándose lenta y cuidadosamente. Una joven altamente apenada era algo para ser tratado con extrema cautela. Miroku se detuvo a unos metros de la temblorosa joven. "Él… él está…?" Su voz tembló levemente, a pesar de su valiente exterior.

"Está muerto!" Gritó Kagome, completamente angustiada y perdida. "Ella le disparó y está muerto!"

El rostro de Miroku cayó un poco… desaliento y dolor apareció en su expresión.

Bueno… no era como si la esperanza de vida de una superestrella fuera particularmente impresionante…

Kagome estaba angustiada. Había regresado a sacudirlo mientras lo mecía adelante y atrás, rezando con alguna fuerza invisible para mejorar todo. No estaba aceptando que se hubiera ido… y no iba a dejar pronto fuera de su agarre a Inuyasha. La joven sollozó contra el material manchado de sangre de su camisa. "Por favor, regresa… por favor… Te lo ruego… Haré cualquier cosa… no puedes morir ahora… no después de lo que dije…"

La cabeza de Inuyasha se ladeó con una mueca, completamente desapercibido para Kagome, pero no escapó a la atención de Miroku y la policía. El rostro de Miroku fue borrado de su miseria en favor de shock mientras ella miraba aturdida a su superestrella.

Inuyasha abrió sus ojos y miró a Miroku. "Llama… una ambulancia…" logró él con un poco de dificultad… más probablemente debido al agitado balanceo y sacudida de Kagome que a la bala en su cabeza.

Una sonrisa de alivio se extendió en el rostro de Miroku mientras asentía y rápidamente iba para la puerta del frente.

Kagome, habiendo estado muy ocupada llorando y rogando para haber escuchado el pequeño requerimiento de Inuyasha, continuó llorando y rogando. "Por favor… regresa… no puedes morir así… no es justo!"

Inuyasha suspiró con una poca exhalación de aire y la dejó continuar con eso.

No era del todo malo ser acunado por la chica que amaba en un momento de necesidad.

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Continuará…

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