Buenas noches gente hermosa de la Tierra Media! ¿Cómo les ha ido en el último mes?
Les traigo un nuevo capítulo! Pero ya verán que no todo es color de rosa, como el título lo indica...A partir de aquí, se comienza a desarrollar verdaderamente la historia, lo que en realidad quiero contar...
Erina: muchisimas gracias por tu análisis y las anotaciones! Siempre es bueno que alguien te marque ciertas cosas que a uno mismo se les escapa!
El infierno
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Mis manos no tuvieron la fuerza necesaria para seguir aferrada a Thorin. Ahora mi cuerpo está temblando del miedo que tengo. Los ojos azules del enano van desapareciendo hasta que veo su cuerpo caer mientras me cargan en los hombros de uno de los orcos para escapar. Dios… ojalá no te hayan matado Thorin… ¡Perdón! ¡Perdón por comportarme de la manera en que me comporté durante todo este tiempo! ¡Perdón por no obedecerte, por hacerte enojar! Pero por favor… no te mueras… no te mueras… no te...
El golpe que recibí en la cabeza me dejó sin sentido. Cuando por fin abrí los ojos, sentí una terrible necesidad de tomar agua. Era de noche y me costaba ver en la oscuridad. Alcé mi vista al cielo y descubrí que la luna ya era visible sólo en su media parte. Otra vez me pregunto cómo puedo seguir estando viva sin haber tomado algo durante tantos días. Los orcos, que en ese momento hicieron un alto, estaban de aquí para allá preparando todo para cenar… ¿No seré yo la cena de ellos?
Uno de ellos me vio despierta y gritó algo en su propia lengua que no pude entender. Otro orco apareció, que por lo visto, de más rango que él. Intercambiaron algunas palabras y se acercaron. Percibí el aroma a putrefacción que emitían ambos seres y cómo se reía de mi temor.
Uno de ellos me tomó del rostro y tuve que contener la respiración.
-Piel blanca y cabellos castaños...- Dijo él en lengua común.- ¡A ÉL no le gustan de ese estilo, no desde lo que le sucedió!-
-Pero ésta combatió contra nosotros. Y sabes que le gusta saber la vida de sus "niñas" antes de
tomarlas.-
-¿Una mujer de armas?- El jefe orco abrió de par en par sus grandes ojos, volviéndome a mirar.- ¡Esto sí que lo alegrará en gran manera! ¡Las últimas "niñas" pidieron que las mataran antes que ÉL les ponga un dedo encima! Con suerte, ésta le dará algún trabajo…-
Se acercó más a mi rostro y aspiró mi aroma a la altura del cuello. Di gracias a Dios por tener el cabello suelto y mi camisa con el cuello a la usanza de los elfos hombres, para que ellos no vieran el tatuaje que ocultaba.
Algo dijo en su idioma nativo que los orcos que estuvieron cerca y escucharon, se alegraron dando un grito de guerra. Y cosa rara pasó entre ellos: rápidamente me trajeron un pedazo de carne asada en un plato y una cantimplora (producto del robo de algún pobre viajero desprevenido) llena de agua fresca.
-Come- Me dijo el jefe.
Obviamente no comí, pensando que aquella comida estuviera envenenada. El jefe de todos ellos, al ver mi negación, volvió a acercarse a mí, cortó un trozo de carne, tomó mi boca y la forzó a abrirla.
Sentí náuseas cuando los dedos del orco tocaron mis labios y mi lengua, y al instante quise vomitar. Haciendo un desesperado intento por alejarlo, dirigí mis manos (que estaban atadas) hacia la garganta del orco y le di un buen golpe. Inmediatamente el orco se llevó su mano sobre la zona afectada y comenzó a toser. En cambio yo, empecé a escupir tratando de sacarme el sabor a orco de la boca.
El segundo orco, salió en defensa de su superior, y luego de haberme ganado un bofetazo con una patada en el estómago, me forzó a beber el agua, que bajó por mi garganta aliviando mi sed, pero con la desesperanza que en cualquier momento mi vida se iría de este mundo.
Bofur tomó a Calacyria y contempló su hoja. Un nudo se le hizo en la garganta. Caminó hacia "Elen" que resopló al ver al enano y guardó la espada en su funda original. Azul nunca se había acostumbrado a llevar su espada como si fuera su vida. Por las noches, ella dejaba su cinturón en su caballo.
Balin había encontrado varias huellas que seguían la dirección norte. Su mirada seria, indicaba que de ahora en más, dejaba de ser sólo un viajero para volverse guerrero porque todos tenían una misión, impuesta por el destino, que debía cumplir.
Fili y Kili, enérgicamente preparaban todo: pulían las armas de todo el grupo mientras que Bofur inspeccionaba cada una de las cotas de malla para el inminente desafío.
Thorin miraba a lo lejos en la dirección que Balin le había indicado. Su mirada, dura como una roca, mostraba cuán serio se había tomado el asunto. Sus labios se torcieron producto de la ira que sentía por dentro y sus manos acumularon tanta tensión que podía partir una piedra.
-Thorin, está todo listo. A tu orden partiremos.- Le comunicó su sobrino menor.
El príncipe giró sobre sus talones y asintió. Llamó a todos, pues consideraba que tal vez era la última vez que les hablaría de esa manera.
-Enanos, este viaje ha tomado un rumbo que ninguno de nosotros pudo imaginar. Nadie de nosotros pensó que lo que antes considerábamos una "demonio" resultó ser una enviada de nuestro más amado dios. La hemos humillado, insultado y despojado de su honor cuando la conocimos, y poco a poco ella fue entrando cual espada en nuestro cuerpo hasta que se reveló su verdadera naturaleza…-Aquí Thorin tragó saliva e hizo unos segundos de silencio. – Y justamente fui yo el último en convencerme de su condición, y ahora pago caro mi error. ¡Enanos! ¡Yo solo debería ir en busca de Azul, pero ustedes están libres de acompañarme o no! ¡El camino que ahora emprenderemos es casi un suicidio! ¿Qué deciden?-
Balin dio un paso al frente.
-Estamos juntos en esto.-
-Somos un equipo.- Contestó con muchísima seguridad Bofur, que también se puso a la par de su compañero.-
-Te seguiremos a donde sea.- Respondió Fili decidido.
-¿Y tú Kili?- Preguntó Thorin que se extrañó que su sobrino no dijera palabra alguna.
El más joven de los enanos miraba al piso. Al oír la pregunta de su tío levantó su mirada y Thorin vio tanta o más rabia acumulada que la que él mismo tenía dentro suyo.
-Si por salvar a Azul, tengo que dar mi propia vida, antes que me la quiten juro por Mahal que esos orcos inmundo recordarán que hubo por lo menos un enano al que verdaderamente tuvieron miedo. Thorin, estoy contigo aunque tuviéramos que combatir contra el mismísimo Melkor en persona.-
Thorin asintió al ver que su compañía aceptaba el peligro. Y sin decir más, se equiparon y subieron a sus poneys guiados por las pisadas que los orcos dejaron la noche anterior.
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Luego de 3 días, el grupo de orcos llegó a la ladera de una montaña. Azul, al ver la montaña y que todos se detenían, supo que habían llegado a su escondite, y sus posibilidades de sobrevivir estaban haciéndose prácticamente nulas. Aún así, intentó jugar su última carta.
Pateó el pecho del orco que la transportaba.
-¡Deja de hacer eso!-Bramó el orco.
-¡Necesito ir al baño!-
-¡Aguántatelas, casi llegamos!- El orco siguió su marcha.
-¿Acaso quieres que te orine encima? ¡No aguanto más! ¡Hace tres días que me estoy aguantando!-El orco se rió, tampoco le importaba. De hecho, Azul se había acostumbrado al olor nauseabundo que éste emanaba. Ésta calló por unos segundos y volvió al ataque.- Creo que tampoco ÉL querrá que me huela a orín, ¿o sí?-
Había dado en el clavo. El orco paró en seco su marcha. Con su rugido, uno de los jefes llegó a su encuentro. Intercambiaron un par de palabras mientras que observaban a Azul que se retorcía las piernas aguantándose las ganas. El jefe sacó su espada orca y le apuntó a la muchacha.
-Muy bien, tú ganas… pero cuidado con escaparte. No seré tan condescendiente esta vez.-
Azul tragó saliva. Fue acompañada por una escolta de dos orcos subieron las rocas hasta llegar a una ladera imposible de bajar, y mientras que los tres caminaban, ella intentó desgarrarse las mangas de la camisa, pero con sus manos atadas apenas podía lograrlo.
-¿Qué haces?- Dijo con curiosidad el orco de la derecha.
-Necesito algo con qué limpiarme…- Los orcos se echaron a reír.
-Trhas, desátale las manos por esta vez y que ninguno de los otros se entere. Yo le cortaré las mangas.- Trhas lo miró como si aquello fuera una locura.- La chica me cae bien, me ha hecho reír. No podrá escapar muy lejos si lo hace.-
De mala gana, el orco obedeció. Ella sintió deseos de emprender la huída rápida, pero eso sí hubiera sido un suicidio. Por lo tanto continuó con su plan.
-Bien, haz lo tuyo- Le dijo el orco sin nombre.
-¿Acaso les gusta mirar otros cuando hacen sus necesidades?- Le espetó ella y con su dedo hizo un círculo en el aire.
Ellos sin inmutarse hicieron lo pedido, pero crearon un semicírculo sin posibilidad de escape para ésta.
-Muy bien, ahora sí.-
Ella resopló. Mientras rezaba porque en verdad le dieran ganas, miraba a través de los orcos el grupo que se encontraba ladera abajo. Un pequeño grupo se separaba del resto, se dirigía hacia el oeste desde su posición y en un abrir y cerrar de ojos ¡había desaparecido!
Las ganas llegaron y el contacto de la piel con el frío hizo que se relajara aún más. Con un trozo de manga se aseó y lo tiró. El otro aún lo tenía en la mano cuando, al subirse los pantalones, los orcos se dieron vuelta.
-Quedaste olorosa, ahora tendremos que darte un baño.- Dijo el orco sin nombre.
-Bueno… creo que debes escuchar tus propios consejos.- Dijo ella conteniendo la risa.
El bofetazo no se hizo esperar. Azul cayó con la cara directo en la roca filosa, haciéndose un corte en el labio. El trozo de manga que le quedaba se le manchó de su sangre.
Los orcos la tomaron de los hombros y se la llevaron casi a las rastras. La tela fue arrastrada hasta quedarse enganchada en una rama marchita y allí quedó, en la dirección que Azul pretendía que quedara.
El grupo de orcos se dirigió hacia la dirección donde Azul antes había mirado. Se toparon con una pared de piedra muy alta imposible de escalar, pero uno de los orcos rompió filas y se dirigió hacia algún lugar que la muchacha no pudo saber. Al instante, la pared de piedra se partió en dos y un hedor a encierro salió de aquel lugar. Los orcos que encabezaban la fila avanzaron y tomaron varias antorchas que encontraron en las paredes de aquella caverna y las prendieron.
El hedor a encierro no se hizo esperar. A medida que la tropa avanzaba, el aire se hacía cada vez más enrarecido y caluroso. El que la llevaba a las rastras tomó un trapo sucio y tapó sus ojos para no ver el recorrido que hacían.
Los sentidos de la muchacha se amplificaron: los olores y sonidos quedaron plasmados junto con el roce de la piel de algún que otro orco que se acercaba a ella o de algún filo de espada que el grupo le pasaba por la piel. Azul oyó el tintineo de cadenas y el choque de martillos (según ella) de algo que se estrellaba contra la roca. También el grito, o mejor dicho, los insultos de los habitantes de la caverna hacia ella. Siguió caminando por varios minutos, subiendo y bajando improvisadas escaleras y caminando por débiles pasarelas de madera hasta que llegó un momento en que perdió la noción de la orientación y ya no podía decir por qué dirección había llegado.
A medida que descendía, el ajetreo de la muchedumbre disminuía, sonidos de bisagras metálicas que crujían producto del abrir y cerrar de las respectivas puertas comenzó a escucharse débilmente.
Cuando por fin descendió del todo, caminó por un pasillo muy largo donde el hedor a muerte circulaba y allí sus oídos identificaron algo más perturbador que quedó marcado a fuego en la personalidad de la mujer. Gritos de desesperación comenzaban a escucharse. Gritos de mujeres de todas las edades pidiendo clemencia o la muerte, voces femeninas de niñas, jóvenes y adultas mezcladas con el temor y el llanto desenfrenado frente al momento que Azul desconocía por el que estaban pasando. Al oír esto, el cuerpo de Azul se le endureció de terror y no caminó más. El orco que estaba detrás suyo la empujó para que siguiera caminando y ésta cayó al piso. Ella, aprovechó para quitarse el trapo de los ojos.
Grave error.
Una vez que sus ojos se acostumbraron a la penumbra del lugar, el espectáculo que vio la dejó blanca como un papel no sin antes liberar todo el terror contenido con un grito.
La estaban conduciendo por los pasillos de una cárcel. Por cada celda había un orco que mancillaba a su antojo a la prisionera. En su mayoría había humanas y elfas y en menor medida hobbits y enanas. Muy pocas celdas estaban vacías, y en las que los orcos no estaban, el cadáver de la infortunada se descomponía para ser la comida de las ratas y otras alimañas que deambulaban por el lugar.
Por eso los gritos de muerte y clemencia.
Azul quería escapar, ya no le importaba si en el intento moría. No quería terminar así. No de esa manera.
Intentó escaparse pero la pared orca que se formó alrededor de ella no le dejó mucho margen de acción. Los orcos la tomaron y la levantaron del piso. Ella gritó mientras se sacudía frenéticamente para liberarse de las garras de sus captores, pero uno de ellos la golpeó en la cabeza. No la dejó sin sentido, pero sus movimientos pararon en el acto. Así, sin retirada posible, fue conducida hacia otro pasillo apenas más pulcro, pero igual o más terrible que el anterior.
El hedor era más evidente. Los gritos de las mujeres seguía a viva voz pero había algo diferente en ellos. En su ligero desvanecimiento Azul no pudo distinguir los charcos de sangre que había en el piso ni tampoco los bultos desparramados a ambos lados del pasillo. Salieron de aquella sala rápidamente para pasar a otra más lúgubre dónde varios orcos hacían la guardia y en el medio, haciendo de portero, estaba el orco de mayor rango.
El jefe de la tropa y el jefe de la guardia se acercaron y hablaron en su idioma. Éste último vio a la desfallecida muchacha en los brazos del orco y se le acercó. El jefe de la guardia se llenó de su aroma y sonrió. Luego, le condujo por un nuevo pasillo hasta llegar a una de las tantas celdas que allí tenían, algunas ocupadas y otras no. Y con sumo cuidado, el orco depositó el cuerpo de Azul en una camilla. Luego cerraron la celda y allí quedó ella, sumida entre los límites de la inconsciencia, el terror y la cordura.
La marcha de los enanos fue rápida. No les fue difícil seguirles el rastro, pues el orco que cargaba Azul dejó sus huellas bien marcadas en la tierra que cualquier otra pisada. Pero, a medida que avanzaban y las montañas se hacía cada vez más notorias, las huellas dejaron de existir producto por el suelo íntegro de piedra.
El viento helado cortaba los rostros de los enanos. El paso se volvió lento y arduo y las pocas pistas que tenían que apenas conducían a un sendero terminaron por desanimar al grupo. Nadie hablaba, salvo lo mínimo e indispensable para comunicarse aunque preferían hacerlo por señas. En territorio orco debían tener todas las precauciones habidas y por haber para que esa misión suicida llegue a buenos términos.
Cuando los rastros se terminaron y sólo les quedó las montañas por delante, el grupo no supo hacia dónde ir, pero no por eso dejó de buscar algún indicio que pudieran utilizar.
Las horas pasaban y con ella la noche se hacía presente lentamente. Los últimos rayos de sol apuraban la búsqueda de los enanos y no se habían percatado de buscar un refugio relativamente seguro para pasar la noche (si es que lo había en aquel lugar). De pronto, el caballo de Azul se encabritó y salió corriendo alejándose del lugar a galope tendido. Los poney, también se escaparon, pero siguieron un camino totalmente opuesto a Elen.
-¿Alguien encontró algo?- Preguntó Balin a media voz.
Kili y Bofur negaron con la cabeza sin romper su silencio.
Thorin y Fili, alejados del resto, siguieron buscando algún indicio que los llevara hasta Azul. La búsqueda los guió hasta el nacimiento de la gran pared de piedra donde las montañas se elevaban. Un olor a orina emergía de las rocas donde se encontraban.
-¡Agh! ¡Ahora esto debemos soportar! ¡Orina de orco!- Dijo repulsivamente Fili.
-¡Habla en voz baja!- Dijo Thorin en un suave tono pero con enfado- ¡Estamos en territorio orco!- Thorin olfateó el aroma en el ambiente.- Eso no huele a orco…-
Mientras que Fili se tapaba la nariz con su mano, Thorin seguía el camino trazado por aquella emanación que lo condujo a un lugar apartado, rodeado de rocas, pero a la vista de todo.
"¿Orcos dejando huellas cerca de su refugio? " Pensó el enano mientras divisaba el lugar.
Fili llegó unos segundos después, asqueado. De mala gana inspeccionó el lugar y encontró un trozo de tela que levantó con la punta de su hacha.
-¿De quién crees que es esto?- Le preguntó a Thorin.
-Mmmm…. No lo sé. Es muy pequeño para ser de un orco. ¿Azul?-
-Tal vez.-
Siguieron recorriendo la zona y encontraron el otro trozo de tela. Fili también lo alzó con el hacha y luego de olerlo y sentir que no tenía aroma, lo tomó con sus manos.
-Mira, aquí hay otro.-
Thorin lo observó. Encontró una mancha color escarlata y una puntada en la espalda sintió cuando vio aquel color.
-Es de ella.- Reconoció el enano. -Está herida. Mahal quiera que no sea grave.-
Fili comparó ambos trozos para cerciorarse. Ambos tenían casi la misma medida y la calidad de la tela les hizo comprender que fueron hechas por los elfos.
Ellos siguieron sacando conclusiones cuando Fili, dominado por una extrema inquietud, empujó a Thorin sobre una roca que los ocultó y le tapó la boca.
Ambos sintieron pasos, pasos metálicos que se acercaban a su posición. Thorin, agradecido por la rápida acción de su sobrino, desenfundó delicadamente su espada haciendo el mínimo ruido posible. Fili, hizo lo mismo con su hacha.
Un grupo conformado por tres orcos salió de la nada en dirección a los enanos. Éstos pasaron al lado de la roca donde estaban escondidos. Uno de ellos se detuvo y olfateó el aire.
-¡¿Qué rayos haces Grumsh?! ¡Sabes que ÉL no tolerará si llegamos tarde!-
-Espera… siento un aroma conocido… ¿Enanos?-
Al decir aquella palabra, todo el grupo se había detenido.
-¿Qué has dicho? ¿Enanos? ¿Aquí?- Dijo Tragh.
-Huelan el aire…- Les dijo Grumsh concentrado.
Poco a poco, los orcos se acercaron al lugar donde Thorin y Fili estaban escondidos.
-¡Idiota!- Gritó Drugms a los cuatro vientos y pateándolo. – ¡Yo huelo a humana, no a enano!-
-¡Estúpida pérdida de tiempo Grumsh! Ese aroma es del nuevo juguete que encontraron hace dos días a un par de millas de aquí. Una linda perra que, según dicen los que la capturaron, puede divertir mucho al Jefe.- Siguió con la conversación Tragh.
Al oír esto, Thorin y Fili tuvieron que contener su ansiedad de eliminar a esos orcos apretando sus armas.
-Ya se lo han comunicado, y esta noche ÉL anunció que habrá un ritual especial. Hay otra que también han capturado hace ya varias semanas, una elfa. Quiere entretenerse un poco, y si alguna de las tantas que tomará esta noche sobrevive, nos dejará jugar a nosotros también.- Drugms se relamía cuando terminó de decir estas palabras
Los enanos no entendieron qué quería decir los orcos con las palabras "jugar" y "ritual especial", pero debían estar hablando de Azul y no sabían quién era la otra mujer de la que estaban hablando.
-¡Vamos! ¡No perdamos más el tiempo! ¡Y tú Grumsh, lávate la nariz cuando lleguemos! Tomaremos el camino largo, allí nadie nos dirá nada que llegamos tarde- Le dijo Tragh.
El grupo de orcos siguió con su marcha.
Thorin se atrevió a asomarse. A lo lejos, en dirección contraria a los orcos, divisó a Bofur, Balin y Kili que temían que algo les pasara.
Con una seña, el grupo de enanos comenzó a seguir a los orcos. Luego de un par de minutos en continuo ascenso, ambos grupos divisaron una pequeña caverna.
Al descubrir esto, la orden de Thorin fue contundente. Dos flechas volaron rápidamente en dirección a los orcos que cubrían la retaguardia. Uno murió en el acto, el otro, al ver a su compañero caer, sólo pudo lanzar un sonido gutural al verse sorprendido por la otra flecha. Balin y Bofur terminaron con el que restaba.
-¿Y ahora?- Preguntó Bofur. –Si entramos de este modo, estaríamos diciéndoles "Hola, somos enanos, ¿nos dejarían pasar? Seríamos carne de carroña-
Balin miró a los recientes muertos y luego miró a Bofur.
-Tú mides casi igual a este orco… ¿Por qué no te pruebas sus ropas?-
Bofur miro a Balin con cara de pocos amigos.
-¡Pruébate tú esa ropa! ¡Apesta a carne podrida!-
-Kili, tú te asemejas con aquél orco.- Siguió Balin.
-¿Estás hablando en serio? ¿Vestirnos como ellos?-
- Sí Fili. ¿Tienes alguna mejor idea?-
Ninguno de los enanos opuso resistencia.
Realmente las ropas apestaban carne podrida cuando los enanos se las pusieron con total desagrado quedando el aroma propio de los enanos tapado por éste. Bofur, Kili y Thorin fueron los que se disfrazaron de orcos mientras que Fili y Balin fueron los "prisioneros" que fueron atados de manos de tal manera que, si hubiera algún peligro, pudieran desatarse rápidamente. Luego de ocultar los cuerpos, los enanos entraron en la caverna encomendándose a Aulë pidiéndole encontrar rápido a su compañera para salir de allí lo más rápido posible.
¿Qué pasará con Azul? Chan chan chaaaaaaaaaaaan! En el próximo capítulo entenderán... tal vez... o en el siguiente =P
Lynlia
