¡Hola, hola! Mmm, especificaciones: One-shot por las características del fic, Draco/Hermione por supuesto, angst/romance, segundo capítulo del primer proyecto de las sacerdotisas. ¡No olviden visitarnos y leer otros trabajos nuestros!

Disclaimer: Ya se lo saben, nada de lo que reconozcan es mío.

Spoilers:Sí, muchos, pero ya no tienen excusa porque ya salió el libro en español, así que no digan que no lo han leído, ¿eh?

Instrucciones: Leer hasta el final y dejar un review. ¡Claro! ¡Me lo tomo en serio!

Pues espero que les guste, y si no, de todas formas se agradecen comentarios.

Eledhwen Moonlight Spell

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Causa y efecto

Por: Eledhwen Moonlight Spell

Betas: Erúnamo y Moonlight Soul

Tenía apenas tres horas en el colegio y ya le estaba escribiendo a sus padres.

Había sido bastante difícil convencerlos de que la dejaran volver a Hogwarts. Luego de que McGonagall tomara la jefatura de la escuela, se suplieran los puestos correspondientes y se hicieran los ajustes necesarios para que siguiese funcionando lo mejor posible, un nuevo año había comenzado. El último año en Hogwarts para ella, pero realmente esperaba que no fuese el último de la institución. Se acercó a la primera lechuza disponible, le ató la carta a una de sus patas, y luego le dio el brazo para que subiera. Siempre le había gustado ver cómo elevaban el vuelo y se impulsaba desde su brazo. La llevó hasta la ventana, alargando la mano en la dirección en que debía ir; emprendió el vuelo.

Se quedó observando el anochecer como quien admira una obra de arte. Qué bien se veía el cielo limpio, con las primeras estrellas asomándose. Así, sin la marca tenebrosa en el firmamento. Así se veía perfecto.

El brillo perdido de las lámparas en la lechucería rebotó en una cabeza rubia a su derecha. Giró su cabeza lo suficiente para encontrar a un alumno sentado en el borde de la torre, justo debajo del riel de la baranda de roca que rodeaba la pajarera.

-¿Malfoy?-preguntó, mitad intrigada, mitad temerosa.

Draco Malfoy le regresó la mirada desde su posición de codos apoyados sobre sus rodillas. Tenía las cejas inclinadas hacia dentro, los ojos rojos y los labios entreabiertos ligeramente.

Devolvió la mirada al vacío antes de preguntar con una voz apagada.

-¿Qué haces aquí?-su osadía (¿o era arrogancia?) le sorprendió.

-Enviaba una carta, ¿qué más?-le pronto se preguntó si debía seguirle respondiendo-¿Qué haces aquí?

Draco exhaló un profundo suspiro lleno de melancolía y, con los ojos clavados en las lechuzas que se perdían en el horizonte, cerró por un momento sus puños y dijo con dolor en la voz.

-Hace tiempo que espero una carta.

Hermione se dio cuenta de que observaba un ave en particular: aquella que ella había elegido para enviar su mensaje. No comprendió cómo podía haberla localizado a tal distancia, pero definitivamente se sorprendió de que pudiera distinguirla de todas las demás. Ella sólo había podido hacerlo porque no prestaba atención a ninguna otra.

-¿A quién le escribiste?-inquirió, señalando la lechuza.

Por tercera vez en tan poco tiempo se asombró. Si no lo conociera tan bien, juraría que estaba tratando de entablar una conversación casual. Hurón entrometido pensó, pero decidió responderle.

-A mis padres.

Notó la casi imperceptible muestra de dolor ante la respuesta. Se preguntó si algún día llegaría a comprender todo lo que pasaba por su cabeza rubia. Decidió sentarse junto a él y darle una oportunidad a la curiosidad que sentía.

-Debe ser lindo-comentó él de la nada-, poder escribirles.

-Lo es.-dijo sin pensarlo muy bien. Puso el dedo en la llaga.

Draco se recargó en el pilar que lo sostenía, colocando sus manos sobre su rodilla izquierda y pie derecho, que acababa de subir a la orilla. La verdad es que ella nunca había pensado lo difícil que podía ser estar en sus zapatos. Había habido un momento en que Draco Malfoy había sido toda una personalidad característica de Hogwarts, casi tanto como el mismo Harry Potter. Tenía casi todo lo que pudiera pedir: fama, gracias a su padre, una gran m ansión, una enorme fortuna, y todas las posibilidades de llegar a ser alguien importante. Tenía seguidores, admiradores y enemigos poderosos que le hacían aún más popular.

Sin embargo, siempre lo había visto con esa mirada solitaria que ella podía reconocer tan bien. Después de todo, sabía lo que se sentía ser rechazado por los demás. Conocía la desesperación y la impotencia de no ser aceptada a pesar de que hiciera su mayor esfuerzo. Draco era uno de los magos más hábiles y talentosos del colegio, y todo en lo que podían pensar era que él tenía un halo de oscuridad genética en la sangre, que no se podía pensar en que sirviera para otra cosa que no fuera matar y destruir. Nadie se había percatado de sus increíbles maneras de tomar por sorpresa a Hogwarts con todo lo que había hecho. Dejar entrar a los mortífagos seguramente habría requerido de muchos conocimientos que ella no soñaba siquiera con tener. ¡Y todo en lo que los demás podían pensar era en el qué había dejado entrar y no el cómo!

Hermione se encontró a sí misma admirando al enemigo eterno de su mejor amigo. ¿Qué se sentiría ser él? Dejó que su mente vagara un poco. ¿Qué se siente cuando toda tu vida has peleado por un lugar frente a los ojos de alguien más, y te lo retribuye queriéndote convertir en un asesino? Había escuchado en los vagones del tren que Draco había vuelto sin peligro porque incluso Voldemort lo consideraba insignificante.

Ahora no estaba Dumbledore para cumplirle toda esa felicidad que había prometido si se cambiaba de bando. No estaba en compañía de sus siempre "fieles" amigos que le daban la espalda apenas podían. Sus padres estaban en lugares distintos: Lucius en Azkaban; Narcisa escondida por vergüenza. En sus ojos tristes podía verse la falta de energía utilizada en pociones y hechizos el año pasado, la decepción de sus derrotas con el collar de Katie, el vino envenenado de Ron, la maldición de Harry que casi le quita la vida, y encima, su huída del colegio el año anterior... Nadie creyó que volvería. Al menos Snape nunca volvió.

Y ahora se encontraba así, tan solo... Y nunca creyó que pudiera verse más vulnerable.

Draco sintió su mirada y se puso a la defensiva un momento.

-¿Qué?-preguntó con recelo. Casi podía percibir que le dolía hablar con su antiguo tono de voz altanera. Por eso ella no se lo tomó a mal.

-¿Los extrañas?-Hermione sabía que comprendería a quiénes se refería. Se sintió silenciosamente agradecida de que su propia familia siguiera completa.

-Sí-respondió mientras devolvía la mirada al abismo debajo de sus pies-. Mucho.

Suspiró al mismo tiempo que bajaba su pie derecho y recargaba los codos sobre sus rodillas. Tragó saliva tratando de decidir qué hacer; si hablar era la mejor opción, si no quería que sintiera lástima y por eso debía ser el patán Draco Malfoy que todos conocían... Cerró los ojos un momento y apretó los puños. Cuando los abrió, dejó el orgullo junto con los recuerdos que amenazaban con volverlo loco, y relajó sus manos, dejándolas colgar libremente de sus muñecas. Hacía mucho tiempo que necesitaba un hombro y un oído, y una mirada sincera al estar junto a alguien.

-A veces es difícil seguir cuando estás solo-no sabía por qué le contaba aquello; sólo sabía que quería que alguien lo escuchara; y ella era la única persona que se había acercado por su propia cuenta, que no había señalado groseramente en su dirección, y que antes que acusarlo de intento de asesinato, había preguntado por su estado, preocupándose, aunque fuera superficialmente, por él-. Aún cuando has cambiado, y tratas de decírselo a los demás, pero nadie te cree.

Luego hubo un momento de silencio en el que puso a prueba la entereza de ambos. No supo cuánto dejó pasar, pero Hermione seguía allí, atenta, callada, con la mirada en la misma dirección en que Draco había tenido la suya, quizá en un intento por comprenderlo mejor si se comportaba como él. No volvió a preguntar, pero podía ver el interés en el brillo de sus ojos. Si no la conociera mejor, habría jurado que estaba jugando con él, tratando de sacarle información. No lo presionó. El cabello que le obstruía los ojos se movió al sentir una fresca brisa en aquella torre.

-Todo es como la ley de causa y efecto, Granger-ella escuchó, poniendo cuidadosa atención-. Todos piensan que la historia siempre se repite a sí misma. Afirman que si los que estuvieron antes de ti fueron de corazón oscuro, tú también debes serlo. Ese es el credo con el que todos se casan...

-Yo no les creo.-dijo sin más. No aclaró nada, y tampoco esperaba que él pidiera una explicación. Era una extraña conexión que existía entre ellos, la que les aseguraba comprensión sin la necesidad de más palabras.

Draco se preguntó si se debería a la característica Gryffindor de siempre ver las cosas por el mejor lado, pero se dio cuenta de que era Hermione Granger, y no su casa, la que decidía sus actos, su lealtad y sus convicciones.

-Gracias.-esbozó una débil pero sincera sonrisa.

-De nada.-respondió con una sonrisa franca. Apoyó las manos en la orilla y se impulsó para levantarse. Estaba acomodando su falda y su túnica cuando él volvió a hablar.

-¿A dónde vas?-en su voz sólo estaba el simple deseo de saber.

-Al castillo.-su respuesta no tuvo desprecio, altanería ni precaución.

Lo miró una vez más. En sus ojos grises estaba la necesidad de comprensión, de una sonrisa amiga que no le diera la espalda cuando necesitara un hombro en el cual apoyarse.

No le pareció patético; se vio a sí misma años atrás. Quizá era el momento de pagar el favor que la vida le había concedido al darle a Ron y a Harry, con alguien que estuviera en la misma situación por la que ella había pasado.

-¿Debes ir?-su rostro era el espejo de una niña de once años que lloraba en el baño y no hallaba otra forma de darse seguridad más que demostrando a todos que ella era la bruja más talentosa de Hogwarts.

Quiso buscar en su memoria algún procedimiento a seguir en momentos como ese, pero siempre que ella daba alguna indirecta pidiendo un momento más de compañía, la rechazaban nuevamente. De cualquier forma, ¿por qué tanto interés en que se quedara?

-Sí, a menos que-la posibilidad siempre existía- quieras que me quede...

Draco mantuvo la vista fija en sus ojos apenas un momento antes de sonrojarse con un leve tinte rosa que casi no se percibía en el crepúsculo.

-Yo...-desvió los ojos y el color de sus mejillas volvió a palidecerse-olvídalo...

Esas palabras no eran nuevas para ella, pues ya las había usado en muchas ocasiones. Sonrió para sí misma. Tomó aire, se acomodó la túnica y volvió a sentarse junto a él. El mago le dirigió una mirada extrañada.

-Me quedaré si prometes no insultarme.-dijo como primer excusa que se le ocurrió.

En el fondo, Draco sabía que esa no era la razón por la que se quedaba.

-Lo prometo.-dijo con una sonrisa. ¿Cómo podría insultarla luego de lo que hacía? El color de sus mejillas volvió a subir cuando vio que ella le sonreía también.

Devolvió la mirada al frente; lentamente su sonrisa se fue borrando.

-¿Todos piensan que sigo siendo un mortífago?

-No-respondió seriamente-. Yo no.-le dirigió una mirada rápida para asegurarse de que la había escuchado.

Draco llevó sus ojos hasta las manos de Hermione. Sintió una rara incertidumbre de estar al borde de aquel abismo que había perdido su luz. ¿Fingiría ese ofrecimiento de ayuda? ¿Pensaría que él también mentía? Se imaginó como el pastorcillo de Esopo, gritando que venía un lobo cuando nadie le creía ya. No tenía a su lado nadie que le creyera. Hermione había visto la sorpresiva acción de Snape unos meses atrás, ¿por qué debería creerle a él, quien la había insultado desde los doce años?

Su respiración calmada y sus ojos brillantes le aseguraron que confiaba en él.

Extendió su brazo izquierdo sin pensar en lo que hacía, deteniéndose apenas antes de tocar la mano de Hermione. La bruja se dio cuenta, y lo miró de reojo, apenada, pero sin retirar su mano. En vez de eso, colocó la palma hacia arriba, con los dedos ligeramente estirados. Él acercó más su mano y le rozó la palma con la punta de sus dedos; Hermione aún no la retiró. La colocó completa, entonces, entrelazando sus dedos con los de ella.

La miró a los ojos, pidiendo permiso para dejar su mano así, y se topó con una sonrisa de labios cerrados, unos ojos comprensivos y un par de mejillas rojas.

-No estás solo.-le dijo desde sus ojos castaños. Luego inclinó la cabeza para que su flequillo rizado se los cubriera.

Draco sonrió de la misma forma y apoyó la cabeza en el pilar contra el cual estaba recargado sobre su costado derecho. Ya no sentía miedo ni soledad. Las estrellas eran brillantes de nuevo. Tenía la certeza de que el sol que acababa de meterse sería el mismo que saliera por la mañana.

-Gracias, Hermione.

Ella sonrió.

Todo era como la ley de causa y efecto, aunque nadie le dijo que era cierto eso de que la honestidad funciona; mucho menos que lo llevaría a encontrar con quien enfrentar el mundo.

Fin

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¡Bien! Han cumplido con la primer parte del trato, ahora, ¡dejen reviews! Recuerden que los proyectos que saquemos dependen en gran medida de la respuesta que recibamos.

Es sólo presionar un botón y dejar un mensaje, ¡ustedes pueden hacerlo!

Gracias.

Eledhwen MS