¡Hola a todos! ¡Hermosa gente de toda la Tierra Media!
Un gusto volver a ustedes con un nuevo capítulo!
Las cosas se van calentando poco a poco... ¿Qué les deparará a Thorin y Azul?
Nos leemos el mes que viene!
(Sí, soy mala... lo que ustedes quieren va a tardar... muajajajaja!)
Traición
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La mañana siguiente amaneció con una fuerte humedad en el ambiente. El cielo, aún gris por la lluvia de la noche, no mostraría su color azul en todo el día. También el frío hacía de las suyas.
Thorin amaneció primero. Algo mareado, se incorporó silenciosamente del catre. Azul lo acompañaba durmiendo sentada en una silla, cabeceando de vez en cuando pero sin romper el sueño. En puntas de pies, tomó sus ropas (que rezó para que ella no lo haya visto en paños menores), subió las escaleras y allí se cambió. Se tocó la frente y se midió la temperatura de su cuerpo: la fiebre había pasado. Hizo lo mismo con su cabeza, donde descubrió un enorme inflamación sobresaliendo. Luego bajó y tomó sus armas. Al ver que Azul se quejaba en sueños, frunció el ceño y salió al exterior. Encontró a Elen atada a un poste con el pelaje totalmente brillante y el semblante vívido.
-Mira nada más… te han pulido… -Le dijo en Khuzdûl una vez que se acercó al animal y acariciaba su lomo.- A decir verdad no daba ni dos monedas de oro por ti…-El caballo resopló de mala manera.-Bueno… cuando quieres una piedra preciosa, hay que excavar la piedra, ¿no?-
-¿Conversando con el caballo?- Gelion apareció de repente.- Lo hemos bañado y alimentado correctamente. Hacía tiempo que no recibía un tratamiento acorde a esta raza…-
-Ha estado perdida durante días. Es un milagro de los valar que siga con vida.-
-Sí, sí…-Gelion seguía sin creerle una palabra.- Este caballo es de una raza magnífica, sólo los más altos elfos poseen un caballo como éste…-
-Mira elfo, si crees que hemos robado este caballo entonces haces gala de lo estúpidos que pueden ser ustedes…-
Gelion sacó su espada y le apuntó en la garganta
-Vuelve a decir eso y será lo último que digas en tu vida…-
-¿Te crees que soy un inútil como tú? ¿Qué no me he dado cuenta que has querido quitarme información? Sólo te diré que debemos llegar a Erebor, como bien te lo ha dicho Azul.-
-¿Y qué pasa si no te creo? ¿Qué tal vez ella esté actuando bajo presión tuya? No olvido las palabras que le dijo Celándir a ella... ¿Así tratas a las mujeres? ¿Cuál es la diferencia entre tú y un orco?-
Thorin no pudo resistir tal insulto. Con su mano apartó la espada y se abalanzó contra Gelion. Elen, que hasta ese momento estaba tranquila, comenzó a chillar y tratar de salirse de entre ellos, pero no podía pues estaba atada a un poste que habían colocado. Tal barullo fue advertido por los elfos que inmediatamente los separaron. En este lío, Azul comenzaba a despertarse y al oír los relinchos de Elen, salió disparada hacia el exterior.
-¡Aten a ese enano a un árbol!- Bramó Gelion tocándose la mandíbula producto del golpe que le propinó Thorin.-¡Vamos a ver quién es más astuto ahora!-
-¡¿Qué?! ¡No! ¡¿Qué hacen?!- Exclamó Azul viendo cómo el enano forcejeaba contra los elfos que lo tenían inmóvil.- ¡Gelion! ¡¿Por qué?!-
-¡Tu compañero debe aprender a comportarse mujer! ¡Siendo enano no le vendría mal aprender un poco de modales!-
El golpe que recibió esta vez Gelion provino de Azul. El cachetazo recibido por ella quedó grabado en su memoria y jamás pudo olvidarlo. Ni siquiera Galérith, siendo cortejada, le propinó tal insulto a Gelion como el que acababa de recibir.
Sus soldados vieron en el semblante de su capitán que aquella reacción no sería tolerada y vieron cómo la muñeca de la muchacha quedaba firmemente sujeta por la mano de éste.
-Y tú, mi queridísima humana…hasta que no nos digan cuál es su propósito se quedarán aquí.- Luego se dirigió a sus soldados.- ¡Enciérrenla en el árbol!-
Las horas pasaron.
El nerviosismo de Azul y la ira de Thorin comenzaron a incrementarse. Para colmo el clima no ayudaba.
El enano comenzó a tiritar de frío, la humedad comenzaba a colarse hasta sus huesos y tampoco la posición en la que estaba su cuerpo favorecía demasiado. Con su espalda pegada al tronco de un árbol y sus brazos rodeando a éste hacía que la humedad se colase entre sus ropas y el más leve viento le hacía tener más de un escalofrío. Pero Thorin no mostraba ninguna debilidad frente a los elfos. No él. Su arrogancia le impedía hacer tal cosa y él mismo no se lo perdonaría por semejante derrota.
Azul, por su parte, se sentía como una rata en una ratonera de bronce, por la comodidad en donde estaba. Por la ventana, veía a dos guardias que la vigilaban y daban vueltas alrededor del gran árbol. Otros dos guardias terminaban de colocar maderas en la otra ventana impidiéndole el paso por si tratara de escapar.
Gelion, bastante malhumorado, volvió a los quehaceres propios de un capitán, olvidándose por completo de los nuevos prisioneros.
-Me alegra tenerlo de vuelta, capitán.- Se sinceró Celándir mientras esperaba recibir órdenes, dentro de la tienda de campaña. Éste, por su parte, sólo lo miró fugazmente.
-¿Qué noticias me traes del oeste?-
-Malas señor. Nuestros centinelas avistaron un ejército reducido de orcos entrando en el bosque.-
-¿Cuántos son? ¿Treinta? ¿Cuarenta? Esos orcos son bastante osados en entrar en nuestros dominios…-
-No señor. Son aproximadamente cien orcos armados…-
Al oír el número, Gelion se turbó. Dejó en la mesa los papeles que estaba revisando, se irguió y fijó la vista en su segundo al mando.-
-¿Cuál es el rumbo que toman esas escorias?-
-Directo a nuestro campamento… señor-
-¿Cuánto tiempo les tomará…-
-Dos días… tres como mucho. Capitán, estamos a tiempo para prepararnos ¡Podemos hacerles frente!-
-No nos faltan días Celándir… lo que nos faltan son soldados.-
-¡Capitán! ¡Cada uno de nuestros soldados vale como tres de ellos! ¡Con una buena estrategia podremos derrotarlos!-
Las palabras de su segundo le daban fuerza… algo extraña, pero era un aliento al fin y al cabo. Además, el bosque era su territorio. Todos lo conocían como la palma de su mano y eso era una gran ventaja.
El capitán llamó a los jefes de su milicia y juntos planificaron la defensa. Si los orcos llegaban hasta el campamento, nada podrían hacer.
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La tarde cayó, y luego la noche. El viento volvió a soplar como la noche anterior pero esta vez trajo frío, las últimas noches frías de los rezagos del invierno. Azul veía a través de las ventanas al enano y se sintió una inútil al sentirse encerrada sin poder ayudarlo. Para tener más seguridad, subió las escaleras y vació el contenido de la mochila en el catre. No necesitaba música ni dibujos, tal vez la linterna les sería de ayuda si escapaban esa misma noche, pero lo que encontró le agradó aún más. El cortaplumas contenía un destapador (inútil), un sacacorcho (segunda cosa inútil), una lima de uñas (Azul se preguntaba en qué estaría pensando cuando equipó aquello), algo que no sabía qué era pero terminaba en punta (podría improvisarse como arma, llegado el caso), una mini tijera (que no cortaba) y un pequeño cuchillo (que estaba desafilado). Buscó a Calacyria para afilarlo, pero se dio cuenta de que era demasiado complicado y no quería que la espada también se desafilara. Hasta recordó la daga de Arwen. Sacó del bolsillo secreto de su corset la pequeña arma y de a poco, el cuchillito fue tomando filo hasta que ella lo creyó conveniente. El segundo inconveniente que tuvo es cómo desacoplar todas esas herramientas para quedarse solamente con la que deseaba. Con la misma daga, hizo palanca para tratar de romperlo pero no lo consiguió. Al no poder ver casi nada (pues ya no había luz salvo la que poca que se filtraba por las maderas que estaban en las ventanas), tomó la linterna y la prendió cuidando de no llamar la atención del exterior. Observó que el cortaplumas presentaba orificios donde había pequeños tornillos, y así, con gran delicadeza y con la daga a modo de destornillador, fue sacando uno por uno hasta por fin desmontar completamente el cortaplumas y sacar el cuchillito. Luego, colocó todas las piezas en su sitio, volvió armar el cortaplumas y guardó todas sus cosas en la mochila. Bajó a la planta baja y tomó la bolsa de frutos secos que era par de las provisiones que llevaba. Intentó salir de su "prisión".
-¿Qué haces mujer?- La detuvo uno de los soldados que la custodiaba.
-Intento llevarle algo de comida a él.- Y señaló con el dedo a Thorin que estaba con la cabeza gacha.
-Vete adentro mujer. No puedes hacer eso.-
-¿Acaso le van a dar de comer ustedes?-
-No- Respondió el otro guardia.- No tenemos esas órdenes.-
-Ahh… ¿Y dónde está esa "buena voluntad de los elfos" que tanto se jactan y se pregona por toda la tierra? ¿O son puras habladurías? Hasta los orcos me dieron de comer cuando estaba presa….-
Ese fue un insulto que los elfos no se esperaban, sea verdad o no lo que ella decía, los elfos (en su orgullo) no serían menos que los orcos. Uno de los soldados se retiró y fue en busca de su capitán.
-Disculpe capitán por la intromisión.- Dijo el soldado cuando llegó a la tienda de campaña donde estaba Gelion y Celándir planeando la defensa.
-¿Qué es lo que quiere soldado?-
-La prisionera humana quiere alimentar al enano.-
-¿Qué pretensiones son esas?-
-También dijo que cuando estaba prisionera con los orcos, ellos la alimentaron.-
-La muchacha sabe cómo clavar una daga con la palabra- Se burló Celándir.-No creo que nos de problemas, por lo visto, el enano no está resistiendo el frío… -
Gelion miró a su segundo y confió en sus palabras. Dio la orden al soldado con la condición de no dejarlos solos.
Al volver y darle la noticia a la muchacha, ésta se alegró. Caminó unos cien metros rectos.
-Thorin… ¿estás bien?- El enano se encontraba dormitando, tratando de olvidarse un poco del frío que estaba sintiendo y que no quería que los elfos lo notasen. Al abrir los ojos vio en Azul una pequeña esperanza. -Hace rato que no comes nada y el frío te está matando. Me han dejado traerte algo…-
El enano la miró algo decepcionado.
-¿Has venido a darme de comer?- Le contestó.-Pensé que tenías un plan.- Susurró por lo bajo.
El elfo que los estaba custodiando detrás de Azul tuvo que contener la risa.
-¡El que crea los planes de escape eres tú!- Bufó ella un tanto despechada.- ¿Así me tratas cuando me preocupo por ti por primera vez?- Y puso una cara de "No estás siguiendo el juego"
-Ok ok… ¿Qué has traído?- Thorin miró el contenido de la bolsa.- ¿Frutos secos? ¿Nada más que eso? ¿No has cocinado algo?-
-¿Acaso quieres que te envenene?- Dijo ella más molesta.- Es lo que hay de provisiones…-
Con cara de pocos amigos, Thorin aceptó la comida. Azul se acercó más al enano con la bolsa en mano cuando otra mano le tomó la suya.
-Veamos el contenido de la bolsa…- Inquirió de repente Celándir con la férrea convicción que todo aquello era una treta para ayudarlo a escapar.
Violentamente el elfo le arrebató la bolsa y el contenido cayó al piso.
-¡Hey! ¡No se tira la comida!- Azul comenzó a recoger los frutos lamentándose por la suciedad. Celándir, por su parte, investigó cada centímetro cuadrado de la bolsita y en su rostro denotaba confusión.- ¿Contento ya?-
-Toma tu estúpida bolsa- Respondió el elfo con desprecio.
Ella volvió a llenar la bolsa. Luego se sentó en el piso y se llevó las manos al pecho.
-¿Qué haces?- Preguntó Celándir.
-Rezo y bendigo la comida que acabas de tirar al suelo. Si los dioses que ustedes creen estuvieran presentes, le darían vergüenza ver a un elfo despreciar un alimento como lo que acabas de hacer -
Tanto Thorin como los dos elfos se extrañaron de aquél comportamiento.
Celándir, sin poder contradecirla, se retiró del lugar, en cambio el soldado estaba rojo de la vergüenza.
-A él le deberían enseñar algo de modales…- Dijo Azul luego de rezar.
-Es elfo… - Siguió Thorin vigilando la ida de Celándir.- Jamás confíes en uno.-
-No Thorin… sólo en algunos… Lord Elrond no es así, tampoco lo era Arwen… Y antes que la congoja saliera en modo de lágrimas, preguntó.- ¿Y bien? ¿Comes o no?- Y sin que se dé cuenta el soldado, ella le guiñó un ojo.
Gelion, con su oído, escuchó cada palabra de la conversación y también sintió vergüenza ajena por lo que acababa de suceder. Miró cómo la humana le daba de comer aquellas frutas y una molestia pasó por su mente al ver que las manos de la muchacha se posaban delicadamente por los labios toscos del enano y depositaba una porción de comida. Ni bien la bolsa estuvo vacía, vio como la mujer se acercó más al enano y uniendo sus manos a las de él, lo abrazó.
Thorin, algo descolocado y un poco ruborizado por esa acción, no entendía en absoluto lo que la muchacha pretendía hacer. Notó que entre los nudos de las cuerdas y sus muñecas, se deslizaba una pieza metálica pequeña que quedaba bien disimulada entre las mangas de su camisa y las cuerdas que lo sujetaban.
-Desde que salimos de aquellas cuevas no te he dicho "gracias"- Dijo Azul con su cabeza apoyada en su hombro.
El soldado, al ver y escuchar semejante cursilería, los apartó y obligó a la mujer a volver a su "prisión". El enano, retomando la compostura, se preguntó cómo había podido esconder esa pieza metálica y que no la descubrieran.
-Los elfos se han creído que los atacaríamos abiertamente y con un "gran" ejército, señor-
-Bien, nuestro informante estuvo en lo cierto. Esa mujer será nuestra y la podremos llevar con Azog. Nos ha dicho que se encuentra dentro de un árbol que ellos adaptaron. Será fácil sacarla de allí Magog-
-No esta mujer.- Respondió una voz ronca que hizo helar la sangre de los dos orcos que conversaban.
Azog se hizo presente. Tan pálido y tan robusto como su padre, hacía que sus súbditos lo temiesen con su sola presencia.-Esta mujer no debe ser maltratada. Encárguense de limpiarme el paso. Yo la tomaré.-
-Señor, los elfos nos esperarán del lado oeste y para hacerles creer, una parte de nosotros debe ir hacia…
La mirada de su jefe hizo callar al orco. Éste sintió una puntada en la espalda al saber la orden con sólo mirar a su señor. Sin contradecirlo más, ordenó al resto que se difundiera la decisión de Azog. Él, por su parte, seleccionó a los mejores y partió sin demora.
Para que no volvieran las peticiones por parte de Azul, esta vez, Celándir mandó a cerrar la puerta del árbol. Mientras él mismo lo hacía, las patadas a la puerta desde el interior no se hicieron esperar así también los insultos.
-¡Con perdón de Elrond y la memoria de Arwen… elfos de mierda!- Gritó Azul encerrada.
Los elfos que se encontraban merodeando por aquella zona se sobresaltaban al escuchar semejantes insultos en tan corto tiempo.
-¡Cierra la boca insolente! ¡O mandaré a que también sellen tu boca con cadenas! Humanos… le tiendes una mano y te toman el codo.-
Thorin, aprovechando que la atención estaba sobre esa dirección, sacó de entre las cuerdas de la muñeca, el pequeño cuchillo. Cerciorándose de que nadie lo veía, comenzó a cortar lentamente la cuerda que lo sujetaba.
Azul, ya cansada de patear la puerta, subió al entrepiso para ver lo que pasaba en el exterior. Todavía había elfos que miraban el árbol y vio lo que Thorin trataba de hacer. Ahora a ella le tocaba ingeniárselas para escaparse.
No había demasiado en el árbol salvo la mueblería. Subió y bajó las escaleras varias veces tratando de que se le ocurriera alguna idea y de tanto en tanto, pateaba la puerta (parte para descargarse, y parte para que la atención sea puesta en ella). Por enésima vez volvió a subir la escalera y miró el techo. Por la oscuridad no pudo percibir demasiado así que tomó la linterna y alumbró. Allí recordó lo que Celándir le había dicho cuando ocuparon el recinto: el árbol se hacía cada vez más débil cuando más lo trabajaban y pudo percibir que el techo había quedado a medio terminar. Nuevamente con su espada en mano, intentó abrir un agujero en el techo.
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La defensa estuvo preparada ni bien el alba comenzó a surcar los cielos. Buena parte de los elfos, liderados por Gelion partió al oeste a defender tu territorio. Él no desconocía su debilidad, pero todos los que lo acompañaban sabían perfectamente que el lugar de batalla los favorecía, los árboles serían sus escudos y los alejaría del peligro estando en las alturas. Medio día estuvieron caminando cuando Gelion creyó conveniente el lugar de la batalla. Y allí esperaron, silenciosos, como solamente pueden ser los elfos.
Luego de algunas horas de espera, uno de los centinelas vislumbró una tropa que se acercaba. Por señas, Gelion entendió que eran aproximadamente ochenta orcos armados y al instante algo percibió, algo estaba mal.
La tropa se subdividió. Una parte se detuvo, pero la otra siguió avanzando. Y allí los elfos tuvieron su oportunidad. Ni bien los orcos estuvieron lejos de su base y pisaron el terreno donde los elfos estaban, éstos atacaron. No abiertamente, sino como si fueran fantasmas. Los primeros en caer fueron los orcos que estaban últimos en las filas y rápidos como las aguas tormentosas, escondieron los cadáveres entre los arbustos.
Los orcos comenzaron a entrar en pánico cuando se dieron cuenta y el tumulto fue caótico para ellos. Divididos y con la cuarta parte de ese grupo muerta, los orcos comenzaron a rugir pidiendo ayuda. Pero el pedido de auxilio fue enviado tarde y cuando el grupo que había quedado relegado llegó, una oleada de flechas mató a los que encabezaban la marcha. Luego, la carnicería. Pocos cayeron en el bando de los elfos, gracias a su intachable entrenamiento, y los pocos orcos que lograron sobrevivir escaparon atemorizados creyendo que un gran ejército los esperaba. Gelion, luego del fragor de la batalla, vio a sus semejantes felices de haber sobrevivido. Vio a los caídos y ordenó que los enterraran y que se fundieran con la naturaleza que tanto amaban. Aún así algo lo perturbaba, algo en su interior le decía que toda esta batalla había sido ganada muy fácilmente a pesar de haber tenido una buena estrategia. Ya el día menguaba y su temor se extendía. Sin dudarlo, forzó a su gente a emprender el regreso lo más rápido posible y ya caída la noche, escucharon el sonido de un cuerno que hizo temblar su corazón.
