¡Hola a todos! ¡Hermosa gente de toda la Tierra Media!
¡Por fin esta pareja tan dispareja llega a Erebor!
Veremos que tal les va con el recibimiento ^_^
¡Nos leemos!
Erebor
Aquellos últimos días de viaje se hicieron interminables. Meses intentando llegar a destino y ahora estaba al alcance de la mano. La Montaña Solitaria ya se podía ver a lo lejos, el clima acompañaba y el calor también, a pesar de estar cerca de las montañas. Asimismo, la buena fortuna también estaba cerca de ellos, pues no sufrieron ningún contratiempo y tampoco había marcas de huargos y orcos merodeando por el camino. Por fin, Azul llegaría al lugar destinado por Aulë.
A mitad de camino, de noche, acamparon bajo un pequeño bosque donde las estrellas estaban en su máximo esplendor ya que no había luz de luna. Se arriesgaron a hacer un fuego, lo suficiente como para asar dos conejos.
-A esto le falta sal…- Reprochó la muchacha mientras rasgaba con sus dientes un trozo de carne.
-Vamos a ver si te quejas cuando pruebes los manjares de los mejores cocineros del reino.-
-¿Y por qué tendría que recibir tal honor?-
-¿Cómo por qué? Porque tú eres la Luz de Durin…-
-Ese título me ha traído bastantes problemas en lo que va del viaje…Prefiero pasar desapercibida por toda tu ciudad si es posible.- Lo que ella pedía era sensato. Luego, elevó su mirada al cielo mientras degustaba la carne. Desde su llegada nunca puso atención al firmamento. Se dio cuenta de que este cielo no era demasiado diferente al cielo de su mundo, pero lo que le resultó extraño fue encontrar un hueco totalmente negro.
-De allí tú provienes.-Le interrumpió Thorin mientras se sentaba al lado de ella.- Allí estaba nuestra constelación más preciada, que ahora reside en tu hombro.- Con sus dedos, dibujó en el aire la forma de la constelación.-Las siete estrellas corresponden a la corona de nuestro primer rey, Durin I…-
Mientras él hablaba, la mente de la joven fue más allá de las palabras y sintió cansancio. Cansancio de todas las aventuras, de las desgracias recibidas, de todo cuanto había conocido en ese mundo. Pero sabía que debía seguir y llegar al fin. Miró al enano e interrumpiéndolo le preguntó.
-Thorin…. ¿puedes prometerme algo?-
-Depende de lo que pidas…- Se atajó éste al escuchar el tono de su voz.
Azul dudó en preguntar pues sabía que no aceptaría el pedido. Así que luego de un par de segundos en silencio reformuló la pregunta.
-Prométeme que, llegado el caso, escogerás tus raíces por encima de todo…-
-¿Qué clase de proposición es esa?-
-Una como cualquier otra. ¿Lo prometes?-
Había algo en esa proposición que Thorin desconfiaba.
-¿Por qué quieres que te prometa eso?-
-Porque siento que, cuando lleguemos a la ciudad, habrá obstáculos en el camino. Erebor no será la excepción en todo este viaje.-
-¡Tonterías! Si tenemos cuidado, no correrás ningún peligro. Pero es cierto que tampoco debemos confiarnos. Cuando lleguemos, estarás en buenas manos. Tienes mi palabra.-
-Pero…-
-Azul…- Thorin la miró a los ojos severamente.- Mahal me ha elegido para protegerte, y así lo haré. Inclusive te protegeré de ti misma si es necesario. ¿Te queda alguna duda?-
La joven miró el hueco en el cielo, y luego asintió. Un pensamiento gélido cruzó su mente al recordar la última frase que el enano le había dicho mientras se tumbaba en la hierba para dormir. –Me protegerás de mi misma, dices…. ¿Aunque sea demasiado literal? -pensó.
Los últimos dos días de viaje, el clima cambió. Se volvió más frío y la lluvia ocupó el lugar del cálido sol. El ascenso comenzaba a costarle al caballo por lo que continuaron a pie. A medida que se acercaban a la ciudad, comenzaban a apreciarse a la raza enana yendo y viniendo, pero armados hasta los dientes, junto con sus mercancías. Pero nadie reconoció a Thorin empapado y con sus ropajes ya raídos del viaje, salvo por la capa de pieles.
A medida que avanzaban, el camino volvía a ser asfaltado en piedra. Azul admiró la perfección de ese trabajo. Todas las piedras que componían el camino estaban encastradas milimétricamente de tal manera que no necesitaba alquitrán para realizar la unión y afirmarla. De tanto en tanto, se podía observar piedras blancas entre el camino. Thorin explicó que, de haber luz de luna, esas piedras brillan y servían de guía a todo aquél que utilizara el camino. -"Carteles luminosos" – Se dijo Azul para sus adentros.
Y por fin, luego de varios meses de travesía, de lamentos, orcos y pérdidas, Azul pudo contemplar la entrada a la ciudad de Erebor.
-Espera…-
-¿Qué pasa ahora Thorin? ¿Ahora quieres detenerte cuando estamos a punto de llegar?-
-Sí, es necesario. Con ese atuendo te harán demasiadas preguntas.-
-¿Qué hay de malo en mis ropas?-
-Son ropas de mujer…-
-¿Y?- Azul no captaba el mensaje.
-Mira, sólo escóndete. Aún no hemos llegado a una zona demasiado transitada. Confía en mí.-
De mala gana, Azul obedeció. Se alejó lo más que pudo hasta encontrar unos matorrales que crecían al lado de unas piedras y esperó. Al cabo de media hora, luego de ver algunos carruajes ir y venir con mercaderías, Thorin volvía con ropa en la mano.
-Ten. Cámbiate-
-¿Ahora?-
-Sí.-
-¿Con esta lluvia?-
-Sí-
-¿Pero y si mejor…-
-¡Ahora!- Bramó el enano.
Azul, viendo que la cosa iba en serio, nuevamente obedeció. Thorin se dio vuelta para que ella tuviera un "poco" de privacidad al cambiarse de ropas.
-Vamos, que no tenemos todo el día…- Apuró el enano al ver que la muchacha tardaba.
Ni bien Azul terminó de cambiarse, Thorin la miró entera.
-Era más fácil decir que querías que me vista de hombre y nos ahorrábamos la discusión…-
-No te pareces en nada a un enano…-
-¿En serio?- ironizó ella mientras se tocaba los pechos a propósito.-Me pregunto por qué será….-
-Vuelve hacer eso y te corto las manos…- Sentenció.-.. Tendré que hacerte pasar por un mozalbete humano, pero con tus "gemelas" tendremos que hacer algo…-
-¿Dónde conseguiste la ropa?-
-La compré…-
Azul no quedó conforme con la respuesta.
Luego de unas jocosas explicaciones (que tampoco cerraron del todo), un par de cachetadas y algún que otro ajuste, los pechos de Azul quedaron bien ocultos. Incluso junto con la ropa de más que tenía encima, parecía que su torso realmente fuera de un joven adulto que recién ha pasado la adolescencia. El tema era el rostro. Azul tenía el mentón muy fino como para disimular ser un varón. Por consiguiente, tendría puesta en todo momento la capucha de la capa y Thorin sería el encargado de entablar conversación. Después de todo, él pertenecía a la ciudad.
Azul esperó a lo lejos cuando quisieron pasar por la puerta principal de la ciudad y sólo cuando Thorin le hizo señas, ella se acercó caminando junto con el caballo intentando imitar el paso de un hombre, sin contornear sus caderas. Los enanos que estaban custodiando la puerta se quedaron mirándola con recelo cuando pasó frente a ellos. No toleraban demasiado los extranjeros. Una vez que estuvo al lado de Thorin, volvieron a la marcha.
Luego de cruzar la puerta principal, y a pesar de la lluvia, Azul vislumbró que las calles de la ciudad rebosaban de vida. Había posadas abiertas donde podía verse a través de las ventanas a los huéspedes que estaban alrededor del fuego o tomando algo caliente; muchos vendedores ambulantes estaban cobijados debajo de aleros, pero no les impedían vender sus productos y anunciarlos a viva voz. La joven vio también que abundaban los orfebres y la increíble joyería que ofrecían. Thorin tuvo que codearla pues no debía salirse de su "hombría". A cada paso que daban, los lugareños miraban a los nuevos recién llegados, a ella seguían mirándola con desconfianza, pero a Thorin lo miraron como si le conocieran de alguna parte.
La zona comercial fue quedando atrás para pasar a la zona residencial, cerca de la montaña. Aquí, las ventanas estaban cerradas y casi nadie circulaba por las calles. Sólo los pocos que circulaban eran soldados custodiando el lugar. Al ver a la pareja, los rodearon. Thorin tomó la delantera y alejándose de Azul, tomó la palabra. Inmediatamente, los soldados le dejaron el paso libre y nadie más los molestó durante su camino.
El terreno ascendió abruptamente. Ya la lluvia había parado, pero el viento ocupaba su lugar. Ambos tiritaban de frío, y junto con éste, trajo el hambre a sus cuerpos. Así los vio el capitán del ejército que venía delante de ellos, listos para enfrentarse a cualquier enemigo cuando salieran de su país.
-¡ALTO AHÍ, EN NOMBRE DEL REY THRAIN!- Exclamó el enano en Khuzdûl
Azul, al escuchar la voz de mando del enano que acababa de llamarlos, se escondió detrás de Thorin.
-¡Déjanos seguir nuestro camino, enano! ¡O yo mismo le iré a decir al mismo rey de tu insolencia!- Bramó Thorin haciendo gala de su autoridad.
El enano que estaba enfrente de ellos, levantó la mano y con un movimiento, el ejército los rodeó sin un paso posible.
-¿Quieres decir algo más, impertinente?-
Este enano era más fornido que Thorin, pero más bajo y mayormente calvo. Su barba era abundante y Azul no pudo precisar cuándo ésta dejaba de ser lo que era para convertirse en cabello. Llevaba colgado en su espalda una maza que a la muchacha la espantó por lo soberanamente pesada que se veía. Vestía una armadura de placas y pieles, y en sus manos, llevaba un escudo con un relieve de un yunque surmonado por las siete estrellas características, y además una espada de grandes proporciones. Sus brazos denotaban gran entrenamiento físico y las venas parecían salírseles al exterior.
-¿Y bien? Te hice una pregunta…-
-Dwalin, Dwalin… ¿Aún no me reconoces? Hace un año que he partido… ¿ya me has olvidado?-
A modo de respuesta, el enano lanzó una rápida estocada contra Thorin. Éste, empujando a Azul y sacando su espada, paró el ataque tan rápidamente que Dwalin quedó sorprendido dejando su pecho al descubierto.
-Esa postura… esa defensa la conozco bien…- Acto seguido, Dwalin cruzó sus brazos en señal de respeto y luego, a una orden suya, todo el ejército gritó algo que Azul no pudo entender –Mi señor, hemos partido para buscarlo. ¡Pero Mahal nos ha bendecido con su llegada!-
-Es bueno volver a verte viejo amigo-
Ambos enanos se abrazaron y el ejército, de manera sincronizada, dio media vuelta y empezó la marcha, dirigiéndose a la montaña. Thorin comenzó a caminar olvidándose de la joven que quedó relegada sin saber qué hacer hasta que quedó sola con el caballo.
-Bueno… -Dijo ella mirando al animal.-Tendremos que llegar por nuestra cuenta…-
La mujer y el animal comenzaron a caminar cuando, a lo lejos, un pequeño grupo de soldados los rodeó (otra vez).
-¡Tú! ¡El de la capucha!- Dijo uno de ellos en idioma común.- Tenemos órdenes del príncipe de Erebor en acompañarlo hasta la puerta principal-
-¿"Acompañarlo"?- Se dijo ella. Asintió a la orden sin levantar la cabeza por temor a ser descubierta.- Todavía creen que soy un hombre… -
La marcha que emprendió fue rápida, y de tanto en tanto, los enanos la empujaban para que no perdiera el ritmo.
-Este joven tiene la espalda dura.- Susurró uno de los enanos a sus compañeros, pero que Azul pudo escuchar bien.-Parece de corta edad, pero sus músculos son los de un hombre mayor.-
En una de las habitaciones del palacio, resguardado de las intemperancias del clima, Thráin miraba algunos documentos que debía firmar. Hacía algunos minutos que había despedido al ejército que iba en busca de su hijo varón. Todas las noches, rezaba a su dios para que vele por su seguridad, pues las noticias que llegaban de los poblados cercanos no eran demasiado alentadoras. Inclusive había soñado con su padre Thrór, esperando sentado frente a una gran puerta de oro macizo a que se abriera. En ese sueño, Thráin sabía que él debía pasar esa puerta para poder descansar. Y a partir de allí, pensó que Aulë le hacía conocer que su padre se había ido de este mundo y la carga que pesaba sobre él, había pasado a ser suya y de su hijo. Pero éste no volvía, y los sueños no volvieron a repetirse.
Absorto en los papeles, el escuchar el sonido de un cuerno le hizo poner los pelos de punta, haciendo volcar la tinta y manchándose enteramente los escritos. Maldijo el descuido, pero también maldijo aquel error garrafal. Ese cuerno sólo debía utilizarse para anunciar la vuelta de su hijo, o acaso...
Con este pensamiento esperanzador, salió de la habitación manchado como estaba. No podía ser verdad. Bajó rápidamente, casi con violencia y por poco trastabilla hasta la planta baja. Salió apresuradamente al patio y ahí lo vio: flaco (para un enano), empapado hasta el último de sus cabellos, con sus ropas raídas y sucias, pero entero, bien entero. El ejército estaba detrás de Thorin esperando alguna orden del rey quién a una seña de éste, pudo romper filas. Thráin se acercó como viendo un fantasma, sin poder creer a quién veía. Thorin, al ver a su padre, creyó ver la viva imagen de su abuelo. En su ausencia había envejecido más de lo que creía, y sólo estuvo un año fuera. Él se acercó, y a pesar de todo (ya que a pesar de ser su padre, era su rey) lo saludó formalmente inclinando su cabeza y no se incorporó hasta que Thráin no lo llamó.
-Hijo mío… ¿qué haces?- Y su mano se posó sobre el hombro de Thorin. Al instante, Padre e hijo se fusionaron en un intenso abrazo donde Thráin tuvo que contener sus lágrimas.
-Padre, he vuelto… por fin he vuelto.-
-¡Vamos muchacho! ¡Te creía más fuerte!- Le gritó el enano a la joven que no podía seguir caminando por el cansancio.- ¡Muchacho débil como lo es tu raza!-
Azul tuvo que contener su enojo. Y se concentró en el objetivo que tenía adelante. Llegar a las puertas del Reino bajo la Montaña.
Nuevamente un empujón la hizo apresurarse, pero con la mala suerte de caer al piso.
-¡Arriba! ¡No tenemos todo el día!-
Los enanos la tomaron por la capa, y en esa acción, la capucha se le corrió dejando al descubierto su cabello enmarañado, pero lo más importante, sus facciones femeninas. Al verla, los enanos se miraron entre ellos y un temor entró en su mente. Desenvainando sus espadas, amenazaron a la joven. La adrenalina corrió en las venas de Azul dándole las energías necesarias para hacer lo primero que se le vino a la mente: escapar.
Desconcertando a esa guardia que la amenazaba, enfiló para la montaña con la velocidad que sus piernas supieron darle. Un segundo cuerno retumbó en el aire, pero esta vez no eran de bienvenida, sino todo lo contrario. El abrazo entre padre e hijo fue truncado al escucharlo y allí Thorin se extrañó de la tardanza de Azul.
Azul siguió corriendo hasta llegar a un terreno totalmente plano, y a unos cincuenta metros, se levantaba la puerta de hierro, la primera puerta que daba al castillo.
-¡Cierren las puertas!- Escuchó Azul que los enanos decía.- ¡Arqueros! ¡A sus posiciones!-
Al oír esto, la muchacha corrió más fuerte, pero la puerta se le cerró en sus narices y en los torreones del muro de piedra, ella pudo ver cómo le apuntaban con ballestas. Los guardias que la escoltaban llegaron y ella quedó literalmente entre la espada y la pared.
-¡Thorin!-
El grito de auxilio fue escuchado por éste quien dio la contraorden de abrir las puertas. Esto, extrañó a la guardia que ignoró la orden y fue el mismo Thorin que abrió la puerta.
Al abrirse la puerta, Azul perdió el equilibrio, trastabilló y cayó en brazos de Thorin.
-¿Desde cuándo cinco enanos te amedrenta?- Bromeó él
-Oh…Cállate Thorin… ¿Esta era tu idea de que pase desapercibida?-
Thorin la ayudó a incorporarse, y ordenó a los enanos a bajar sus armas.
-Por lo menos tu status de "capitán" sirve para algo…-Opinó ella al ver la velocidad con la que los enanos cumplían aquella orden.
-Azul… hay algo en todo el viaje que no te he dicho…-
-Hijo…- Azul vio acercarse a un enano de la misma talla que Thorin. Llevaba un sacón rojo, bordados con hilos de oro y pieles a la usanza enana. Su barba estaba muy bien acomodada y llevaba anudada varias cuentas de plata y alguna que otra trenza. En su cabeza, llevaba una corona de hierro fundido con formas geométricas muy rígidas. Azul se encontraba frente al Rey de Erebor- ¿Quién es esta mujer que has traído? -
-¿Hijo?...- Miró a Thorin pidiéndole una respuesta, sin pensar en el enano que se encontraba enfrente suyo.- ¿Acaso ese enano que está allí...- y señaló a Dwalin a lo lejos-… no es el príncipe de Erebor?-
-Azul… no quería decírtelo pues era peligroso. El rey de Erebor (aquí presente)- y señaló a su padre- …es mi padre, por lo tanto…-
-…Thorin es el heredero al trono señorita…- Concluyó Thráin, mirándola minuciosamente a la humana que se atrevía a llegar con su hijo. Bienvenida a Erebor, quienquiera que seas…-
La noticia de que durante todo el viaje había viajado con el príncipe de Erebor, le hizo olvidar que estaba mojada, tiritando de frío y con hambre. Hervía por dentro pero no podía explotar de la rabia. No ahora. Puso su mejor cara de póker y extendió la mano cortésmente, a lo que Thráin no aceptó.
-Padre… ella es…cómo decirlo…-
-Me debes una explicación, Thorin.- Dijeron Azul y Thráin al unísono. Esto, molestó al rey. Y Azul, viendo la cara que ponía éste bajó la cabeza algo avergonzada.
-Necesitamos hablar los tres… antes que los rumores comiencen a expandirse. Padre, tomaré esta mujer bajo mi cuidado. Más de una vez me ha salvado la vida y quiero comenzar a saldar la deuda que he contraído.-
Thráin miraba a la muchacha casi con desprecio.
-Al parecer tu viaje ha tenido bastantes infortunios. Pero haces bien saldar deudas. Luego de que ambos se aseen y hayan repuesto sus fuerzas, me contarás todo, hijo.-
Thorin se inclinó solemnemente. Thráin se retiró hacia la montaña.
El hecho de que un castillo estuviera dentro de una montaña era muy extraño para Azul. Con algunas quejas y un malhumor evidente, Thorin invitó a la muchacha a entrar. La majestuosa entrada esculpida en piedra, hizo que la joven se sintiera muy pequeña, pero a la vez quedó admirada del excelso trabajo. A muy poca distancia de allí dos pequeñas cascadas decoraban esa entrada, y con esas aguas, alimentaban el pequeño bosque/jardín que se extendía.
Si antes Azul no tenía palabras para describir el exterior, el interior de la montaña la dejó sin aliento. El frío abrasador que emanaba terminó por hacerla estornudar, y cuando por fin pudo parar, tuvo que contener el aire para deleitarse con la mayor obra hecha a mano por alguien que haya visto jamás. El "castillo" como ella suponía, no era tal cosa. Una gran ciudad bajo la montaña había sido construida. Cientos de ventanas iluminadas con faroles le advertían a la mujer que había vida, mucha más de la que aparentaba. La arquitectura era rígida e implacable para mantener todo el peso de la montaña y que ésta no sucumbiera, cuya decoración también hacía gala de las figuras geométricas y pudo percibir que la simetría jugaba un papel muy importante en toda la ciudad.
Thorin la hizo caminar por un pasillo ancho custodiado por varias esculturas de enanos de tamaños colosales donde se podía observar, si uno miraba hacia abajo, los varios subsuelos que poseía tal construcción. Al final de éste se alzaba una gran escalera ornamentada donde había tres caminos, uno a la izquierda, otro en el centro (donde seguía subiendo) y el último a la derecha. Ambos tomaron la escalera central. Luego de unos diez minutos de caminata, llegaron a una puerta de oro macizo custodiado por dos guardias reales. Al ver a Thorin, ambos hicieron una reverencia y abrieron aquella puerta pesada de par en par.
-Aquí es donde la familia real vive. Eso no significa que toda aquella gente que has visto no lo sea. Ellos son nobles, cortesanos… familias de menor jerarquía, pero no menos valerosos.-
Al entrar en aquel sector del castillo, varios enanos rodearon a Thorin saludándolo alegremente por su llegada. Entre ellos, Fili.
-¡Thorin! ¡Thorin!- Exclamó el joven enano mientras lo abrazaba.- ¡Mahal te ha protegido como bien lo prometió! ¡Kili! ¡Eh! ¡Kili! ¿Dónde diantres te has metido?-
La voz poderosa de Fili hizo eco por todo la sala. Kili salió de una habitación con un trozo de pan en la boca y Azul sonrió al verlo de ese modo. El joven enano corrió hasta su tío para unirse en un abrazo junto a su hermano.
Azul nuevamente quedó relegada y desapercibida por el resto de los enano, salvo uno que tocó su mano.
-Mahal también ha querido que llegues sana y salva a nuestro hogar, querida-
Ella se giró y vio a un enano, con su larga barba blanca y con un atuendo de noble.
-Te he extrañado tanto Balin…- Y no pudo contener unas pequeñas lágrimas. Ella se arrodilló para abrazarlo mejor.
-Ya está pequeña… has llegado, todo ha terminado.- Dijo él mientras le secaba esas lágrimas y ella le sonreía. Luego, al verla abrazada al enano, Fili y Kili se lanzaron literalmente contra Azul para recibirla cálidamente y ella recordó lo inmaduros, altaneros, vivarachos pero, por sobre todo, lo que era sentir el abrazo de "hermanos".
-¿Y Bofur?-Preguntó ella.
-Oh… -Se lamentó Fili.-Él vive en las afueras del palacio. ¡Pero no te preocupes! ¡Lo llamaremos luego de que repongas tus energías y haremos una fiesta en tu honor! ¡Luz…!-
-¡Silencio Fili!- Ordenó Thorin.- Si quieren serle de ayuda, muéstrenle la mejor habitación de huéspedes que tenemos y díganle a los sirvientes que busquen ropas de acuerdo a su talla.-
-Sigues debiéndome una explicación…- Sentenció Azul aún molesta a pesar del cálido recibimiento.
-Bienvenido a casa Thorin.- La voz de una mujer se hizo eco entre tantos hombres.- ¿Quién es la humana irrespetuosa? Ni siquiera yo me refiero a ti de esa manera…-
Todos hicieron absoluto silencio y las mejillas de Azul se encendieron.
