¡Buenas noches hermosa gente de toda la Tierra Media!
¡Les traigo un nuevo capítulo! ¡Espero que les guste!
Por si no lo dije antes: los párrafos en negrita, corresponden a diálogos en la lengua madre de los enanos ;) Si supiera escribirlo, seguro lo utilizaría =P
¡Disfrútenlo!

Lynlia


Dís

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La voz que se escuchó, se materializó en una enana de talla más baja que Thorin. De cabello oscuro, trenzado y con una inesperada pequeña barba a los costados de sus mejillas que terminaban en trenzas, se acercaba con la presencia que una noble solamente podía irradiar. Un vestido color marrón de varias capas de distinta tonalidad hacía juego con las joyas de oro que llevaba en su cuello y en su cabello.
-Dís…- Susurró Thorin al verla y corrió a abrazarla. Sus ojos se perdieron en ella.
Allí, en ese instante, Azul sintió algo extraño en su interior, algo molesto cruzó su mente cuando los vio abrazarse con tanta efusividad.
-Oh Thorin… Has tardado demasiado. En verdad estuve preocupada. Y más cuando Fili y Kili volvieron sin ti.-
-Ya te he dicho mil veces que sé cuidarme. Además te prometí no terminar como Frerin, que en paz descanse.- Luego le besó la frente.- Ven… quiero presentarte a alguien. -
Thorin tomó la mano de la enana y la acercó hacia Azul.
-Azul, ella es mi hermana Dís, de la casa de Durin. Dís, ella es Azul… de… eh…-
-Déjalo así…- Bufó ella, pero la tensión que estaba acumulando desapareció cuando escuchó la palabra "hermana". –Un gusto en conocerla señora.- Y ofreció su mano para saludarla, cosa que Dís tampoco aceptó. Ella vio a una humana totalmente sucia, con los cabellos revueltos, ropas raídas y con algo en su hombro que parecía ser un bolso. Luego la enana dirigió sus palabras a Thorin.
-¿Qué ha hecho ella para que padre la hayas dejado entrar a nuestro hogar?-
-¡Le salvó la vida a nuestro tío, madre!-
Exclamó Kili en defensa de Azul.
-¡Y ha luchado valientemente como uno de nosotros!- Continuó Fili.
-¿Una mujer de armas? Eso es raro, muy raro… deberá tomar algunas clases de modales si quiere estar aquí… En fin… Si tú dices que te ha salvado la vida hermano, entonces todos hemos contraído una gran deuda con esta "mujer"…- Y así como Thráin la miró despectivamente, ella (digna hija del rey), lo hizo también.-… le daré alguna ropa acorde que ya no use. Vamos a ver si podemos pulir esa piedra que hay en ella… esperemos que no encontremos carbón…-
Y sin decir más, se fue del lugar galantemente.
Azul había entendido absolutamente toda la conversación y por ello, su autoestima disminuyó muchísimo, notándosele en el rostro.
-¡Vamos Azul! ¡No te aflijas! Nuestra madre ha dicho que te prestará vestidos, además le has caído bien.- Mintió Kili para hacerla sonreír.
-No hace falta que sepa hablar tu idioma cuando salta a la vista que lo que dices es una mentira..-
-Bueno… nosotros tampoco nos gustaste cuando te vimos por primera vez, ¿o no? Dale tiempo…- La animó Fili.
Ese era un buen punto. Recordó lo difícil que fue ganarse la confianza de los enanos en todo el viaje. Pero su meta había sido cumplida y ya estaba en Erebor.
Mientras que Thorin se acomodaba en sus aposentos, los hermanos se encargaron de mostrarle lo que sería de ahora en más, su habitación. Al abrir la puerta el aire frío le hizo cortar la respiración por un segundo.
-El ambiente está frío, lo sé… pero mientras te pones cómoda, nosotros prenderemos la chimenea para que la habitación se vuelva cálida.- Dijo Fili mientras se dirigía a la chimenea totalmente esculpida en piedra.
La habitación era más grande que la que había tenido en Rivendel. Kili enfiló directamente hacia las cortinas, hechas con telas de terciopelo muy pesadas, de color rojo. Al correrlas, el viento entró con fuerza y el sol iluminó la estancia. Fili le reprochó, pues había apagado la pequeña llama que había encendido.
Azul descubrió que tenía un balcón que daba a un valle, y a lo lejos, como un punto en el firmamento, el Bosque Verde.
Su habitación propiamente dicha consistía en una cama (mejor que la de Rivendell una vez que la probó), la chispeante chimenea que Fili había conseguido prender, el baño (cómodo pero frío) y un hermoso ropero de roble (vacío) donde la muchacha dejó su mochila. Enfrente de la chimenea había una hermosa alfombra al tono con las cortinas, y las paredes también estaban decoradas con tapices y relieves de los grandes enanos de la casa de Durin.
Luego de unos minutos de andar husmeando por todos los rincones, unos golpes en la puerta llamaron la atención de todos. Fili abrió y dos mayordomos pasaron llevando varios paquetes.
-La princesa Dís manda a la recién llegada a que acepte estos trajes, junto con estas lociones para su aseo personal.-
-Déjenlos en la cama.- Ordenó Kili.
-También el príncipe Thorin ordenó que dentro de una hora, una modista la visitará para tomarle las medidas necesarias por si las vestiduras no son las adecuadas. ¿Desea algo más?-
-¿Cómo hago para bañarme?-
Los mayordomos tuvieron que contener la risa por semejante pregunta. Fili, mandó a que se retiraran de mala manera y acompañó a Azul al baño.
-Aquí tenemos algo que los elfos no tienen, se llaman cañerías y...-
-¡GRACIAS DIOS!-Exclamó Azul como si fuera un triunfo.- ¡AGUA CALIENTE CON SÓLO ABRIR LA GRIFERÍA!- La reacción fue inesperada para los hermanos. Para ellos, el tener el sistema de cañerías había sido toda una innovación cuando lo habían colocado hacía ya treinta años (y sólo la familia del rey contaba con esta comodidad), pero al ver la exclamación de Azul, entendieron que ella también sabía cómo funcionaba.- ¡No más baños con agua helada!-
Con una felicidad radiante en el rostro de la muchacha, los hermanos abandonaron la habitación silenciosamente y ella comenzó a desvestirse para comenzar su tan merecido relax.

En el mismo pasillo, a diez habitaciones de distancia, se encontraba los aposentos de Thorin. Volvía a estar en casa, volvía a su hogar. Se dejó caer pesadamente sobre su tan añorada cama.
-Gracias Mahal por haber cuidado a cada uno de nuestra compañía.- Pensó, mientras cerraba sus ojos y respiraba profundamente. Disfrutó esa paz sin tener que preocuparse de lo que lo rodeaba, de los peligros que podían acecharle. Ahora podía desligarse de algunas responsabilidades. Recordó a su abuelo fallecido y sintió que debía tener una charla con su padre, pero Azul tenía que estar presente. Ahora, su única preocupación era descansar.
El baño que tomó lo disfrutó tanto que perdió la noción del tiempo. Desde que habían puesto las griferías, la presión de la lluvia de la ducha con agua casi hirviendo aflojó todas las tensiones de su duro torso trabajado por las continuas batallas ganadas. Luego de haber secado su cuerpo y haber atendido algún que otro raspón, magulladura o callo en los pies, como llegó al mundo se dirigió al ropero donde guardaba su ropa. Allí estaba ese sacón azul favorito con bordados de plata que tanto le gustaba y que combinaba con sus ojos. También sacó un pantalón de cuero negro, un cinturón y una camisa de lino bien gruesa. Al tomar la más insulsa de las ropas que tenía, recordó la vez que tuvo que prestarle a su (entonces) nueva compañera de viaje la camisa de repuesto que había llevado, pues la de Kili le iba apretada.
Azul ya estaba limpia. Lamentó no tener un secador de pelo en ese momento pues todavía hacía frío en su habitación. Con una toalla cubriendo su desnudez, se sentó en su cama para ver los paquetes que la princesa le había dado. En uno de ellos había ropa interior que para ella le parecieron anticuadas. Siguió mirando y varios vestidos de lino completaron el primer paquete.
-Se supone que esto se pone debajo del vestido- Concluyó, recordando que alguna vez había visto en libros los trajes medievales de su mundo.
Ni bien se puso esa ropa íntima, se sintió incómoda. Todo le parecía demasiado suelto al cuerpo, en comparación con su ropa interior que se apegaba a sus curvas. Luego vino el momento de probarse los trajes. Y allí toda su lógica fue inútil. Las diferentes prendas que debía ponerse, hacía imposible la correcta colocación de éstas. -¿Tan inútil soy para esto?- Pensaba ella. Y como un rayo de sol en medio de un día gris y frío, la puerta fue golpeada por segunda vez.
-Señorita… Señorita… soy la modista que el príncipe mandó a llamar.-
Al abrir la puerta, la modista tuvo que contener la risa al ver lo mal que se había puesto las ropas.
-Humanas…- Dijo ella en Khuzdûl. Azul no dijo nada. -Mmmm…. Veo que hace mucho no se prueba algún vestido… o jamás un vestido de la corte. Déjeme ayudarla…-
Y así, la enana comenzó el primer paso para hacer de Azul una mujer respetable frente a la realeza.

Cayó el atardecer en el reino y las cocinas se pusieron a funcionar. Los cocineros pusieron su mejor esfuerzo en preparar la cena a modo de celebración por la llegada del príncipe y prepararon el salón como si fuera una fiesta. Sobre la mesa estaba la mejor vajilla y los cubiertos de plata. Las copas de cristal, que sólo fueron usadas para el desposorio del rey, salieron a la luz y brillaron con la luz de las cientos de velas que iluminaban el recinto. La familia real estaba ataviada para la ocasión, y como una gran excepción, invitaron al huésped a cenar con ellos.
-Princesa…- Dijo la modista cuando la encontró en los pasillos.-… hay un pequeño problema.-
-¿Qué es lo que pasa? ¿Acaso esa humana no gusta de mis vestidos?-
-No, claro que no. De hecho se ha quedado embelesada al ver las diferentes telas que la componen. El problema es diferente.-
-¿Y cuál es?-
-Pues… no le quedan.-
-No te entiendo… explícate.-
-Pues… la gran mayoría de sus vestidos o son muy cortos, o le quedan muy apretados en la zona del busto. En cuanto al vestido interior, pude descoser algunas partes para que le quedara mejor al cuerpo-
-Eso significa que no estará presentable para la cena.-
-Me temo que no princesa. Además, la ropa que llevaba puesta cuando llegó mandé a que la incineren. Y la ropa de repuesto que trajo en la especie de bolso que tiene deja bastante que desear en cuanto a calidad y gusto. Inclusive he visto una cota de malla de mithril señora, ¡mithril! ¿Cómo puede ser que alguien de esa clase tenga tal excepcional armadura?-
-No lo sé, tendremos que escuchar su historia… y esperemos que sea creíble. -
-Lo que sí le ha quedado a la perfección fueron sus botas. Tiene alguien que comparte su talla-
-Gracias… puedes retirarte.- Dijo la princesa secamente.
La enana hizo una reverencia y se marchó llevando los paquetes de vestidos en sus hombros. Dis, sin inmutarse, dio media vuelta.
-Disculpa la tardanza padre.- Dijo ella mientras entraba al salón donde toda su familia estaba sentada esperando para cenar.
-No te preocupes hija, todavía no estamos todos. Falta nuestra invitada.-
-Podemos comenzar sin ella. No podrá venir.-
Los hermanos se miraron y Thorin clavó una mirada inquisitoria a su hermana.
-¿Qué sucede con ella? ¿Le hemos abierto las puertas de nuestro reino y ya nos hace esto?- Preguntó el rey algo molesto.
- No. Sólo no está presentable como para estar entre nosotros.-
-¡Madre!- Chillaron sus hijos.
-Dís, ¿Qué ha pasado?- Inquirió su hermano.
-Ningún vestido que le he prestado le ha quedado correctamente. Eso es todo.-
Thorin, Kili y Fili recordaron aquél momento en que también tuvieron un problema similar. Thorin, sin decir nada, se levantó y enfiló directo para su habitación. Buscó una de sus camisas, y un pantalón. Luego se dirigió hacia la habitación de la joven y golpeó la puerta suavemente. No hubo respuesta. Entró sin hacer ruido y la encontró dormida acurrucada en la cama. Le era raro mirarla con esos paños menores a la usanza enana sabiendo que la había visto casi desnuda. Dejando en una silla las prendas y luego, retirando un poco las frazadas de la cama, acomodó a la joven dentro de ellas para que su sueño sea lo más placentero posible. Por último, la arropó y acomodó sus cabellos detrás de la oreja.
Bajó a la cena y vio que aún continuaban esperándolo para comenzar.
-¿Qué fuiste hacer?-
- Quería cerciorarme de algo Dís. No te preocupes. Empecemos a comer.-
Sus sobrinos miraron raramente a su tío, pero sin decir palabra, comenzaron a engullir.
Durante el transcurso de la velada, la familia rió, hubo bromas, y volaron los panes (obra de Kili). Thorin se enteró de las noticias acumuladas durante el año que estuvo ausente y del nuevo pueblo que visitó hace unas semanas. También se enteró de las desgracias que su pueblo estaba pasando por el asunto de los orcos y las medidas que se tomaron.
-Estos meses han sido terribles… pero en las últimas semanas los ataquen han ido disminuyendo. Algunas mujeres ya han comenzado con sus rutinas habituales luego de la "Gran Cacería".-
-¿A qué te refieres con eso padre?-
-Tú no lo sabes, pero los orcos están cazando a nuestras mujeres. ¡Mujeres! Esas asquerosas bestias poniendo sus manos en algo tan preciado como ellas…-
Al ver cómo seguiría la historia, Thorin interrumpió a su padre.
-Padre, no sigas.- Thráin se molestó.- Por favor, no me mires de ese modo. Sé más de lo que te imaginas con respecto a ese tema. Algo oscuro y retorcido se ha entretejido. Yo mismo lo he visto en las montañas infestadas de orcos. Sí, padre. Hemos tenido que entrar a la guarida del lobo y la información que hemos recabado allí te horrorizará.-
-Tanto Fili como Kili ha guardado silencio absoluto con ese tema. Han dicho que Mahal se les hizo presente y aconsejó no hablar hasta tu regreso.-
Thorin miró a sus sobrinos perplejo.
-Pues han hecho bien. Todas tus dudas se aclararán mañana. Por eso mismo, te pido a ti, padre y a ti, Dis, que no sean duros con ella como lo han sido hoy. Ha atravesado muchos peligros, más de lo que una mujer puede soportar y no ha sido fácil acostumbrarse a nuestro… estilo de vida.-
-Muy bien Thorin… Escucharemos mañana todo lo que tienen para decir. Es una cosa muy grave lo que dices y traerá consecuencias. Tendremos que estar preparados…-
Y a pesar de ser un tema demasiado importante, Thráin zanjó la conversación en ese punto; la velada con su familia era más importante que cualquier otra cosa.

Esa noche, mientras todos dormían y los soldados hacían su guardia, nadie se percató que en el cielo apareció pequeño punto de luz. Todavía tenue, volvía a brillar en el lugar que le correspondía…

-¡Arriba! ¡El día ha llegado!-
Azul se despertó espantada y pegó un grito agudo. Buscó a los costados a Calacyria, pero no la encontró. Kili la tenía en su mano.
-Te dije que era mejor alejarla de la espada.-
-Sí… como sea.- Dijo Fili abriendo las cortinas y dejando entrar la luz del sol. ¡Buen día Az…!-
No pudo completar la frase. La joven le había tirado un almohadón en la cara.
-¡Qué tiene de buenos si me despiertas de esa manera!- Bufó ella mientras se fregaba los ojos.
Los hermanos se sentaron a su lado: Fili a su izquierda y Kili a su derecha. Comenzaron a hablar alternadamente y la mirada de Azul iba y venía entre ellos dos comenzando por Kili, mientras tendía una mano a las frazadas para taparse el torso.
-¡Nada de lamentos y enojos Azul! ¡Has llegado a nuestro hogar y….-
-…como nosotros somos tus anfitriones…-
-…pensamos hacer un pequeño paseo contigo…-
-…te mostraremos las calles de nuestro pueblo…-
-…tomaremos la mejor cerveza…-
-… conocerás los mejores joyeros…-
-… a cambio de un pequeño favor…-
- ¿Favor? ¿Qué tipo de favor?-
-Oh… ya lo sabrás a su debido tiempo.- Concluyó Fili.- No te preocupes, no pasará lo mismo que en Rivendell.-
Azul no sabía si lo que le estaban proponiendo era chiste o verdaderamente hablaban en serio.
-Déjenmelo pensar… primero quiero desayunar antes de tomar una decisión.-
Los hermanos la saludaron y se retiraron de la habitación. Una vez sola, se preguntó qué iba a ponerse de ropa. Abrió el ropero para sacar su mochila. Ésta apestaba a humedad junto con la muda de ropa de su mundo que llevaba dentro.
-¿Otro día aquí? No…-
Al mirar alrededor de su habitación encontró la silla donde Thorin había dejado su ropa.
Tomando la camisa (que inmediatamente reconoció el propietario de la prenda) y la cota de mithril, y probándose los pantalones junto con las botas, salió a los pasillos.
Bajó las escaleras y los enanos que estaban en el servicio la miraron reprobando su vestimenta, impropio para alguien que residía en el hogar del rey. Ella apuró más el paso tratando de no escuchar lo que decían.
No sin esfuerzo encontró el salón donde la noche anterior la familia real había cenado y allí, los encontró desayunando.
-Buenos días…-
Dís se encontraba allí encabezando la mesa. A cada lado estaban sus hijos, Kili a su derecha y Fili a su izquierda. Thorin y Thráin brillaban por su ausencia.
-¡Llegas tarde Azul! ¡Ven, siéntate con nosotros!- Exclamó Fili al verla.
Con la mirada penetrante de Dís, Azul se sentó cabizbaja. El joven enano le sirvió un poco de lo que había en la mesa: trozos de jamón y queso, pan, tocino, huevos revueltos, un poco de jugo de jugo de naranja, y si gustaba, un té. Hacía mucho tiempo que la mujer no tenía tanta comida frente de ella, así que contuvo sus ansias para comer mesuradamente sin pasar por una muerta de hambre. Asimismo, una hilera de cubiertos a los costados del plato estaba dispuesta. Recordó (y dio gracias a Dios por volver a tener su memoria casi completa) la escena de cierta película, donde el protagonista tenía una situación similar. Y siguiendo el consejo de la mujer en aquella toma:"de afuera para adentro ", tomó el tenedor que se encontraba más alejado de la hilera y pinchó unos cubos de queso.
-Azul... como hubo problemas con los vestidos, tendrás que esperar para obtener una prenda acorde. Pero al parecer no tienes problemas en vestirte como un enano o como un hombre…-
-Peor es nada señora… Tengo algo de ropa en mi moch…- Se corrigió rápidamente-…bolso que puedo ponerme, pero tengo que lavarla.-
-Puedes dársela a cualquiera de nuestros sirvientes. Ellos harán el trabajo.-
-Madre, queremos llevarla a conocer un poco nuestro pueblo…-
-Saben que eso es imposible Fili… las mujeres tenemos prohibido salir al exterior.-
-¿Por qué?-
-Primero que nada, sabes que no es nuestra costumbre y segundo por lo que ha pasado hace unos meses…-
-¿Qué fue lo que pasó?- Preguntó Azul.
-Nosotros lo hemos llamado, la "Gran Cacería". Muchas mujeres han sido raptadas por esas bestias de los orcos… Si antes alguna de nosotras ha salido de vez en cuando, ahora está totalmente prohibido. No sabemos todavía por qué, pero la población femenina ha disminuido demasiado y es preocupante…-Luego se dirigió al mayor de sus hijos.- Además, sabes que hoy tienen la reunión con tu abuelo junto con toda su compañía para relatar qué fue lo que pasó en su viaje, luego del almuerzo. Deben justificar la extrema tardanza y la separación entre ustedes.-
Todos hicieron una pausa, y se dispusieron a desayunar. Deleitándose con la comida, los jóvenes enanos se divertían al ver cómo Azul disfrutaba el desayuno. En cambio Dís, pensó lo inculta que era la mujer al no comportarse decentemente en la mesa.
-Dime Azul, ¿de dónde eres?- Lanzó rápidamente ella sin darle tiempo a nada.
Azul, que estaba comiendo un trozo de pan, comenzó a ahogarse. Fili tuvo que golpearle la espalda.
-Ella es… más allá de las montañas, madre.- Contestó rápidamente Kili.
-Sí, de Bree.- Siguió Fili mientras le tendía un vaso con jugo.
-¿De Bree?- Dijo sarcásticamente la enana, pues algo no le cerraba.- ¿Cómo puede ser que ustedes hayan encontrado a una campesina con ropas élficas y una espada haciéndole juego?-
-Tuvimos que parar un cierto tiempo en Rivendell, señora…- Dijo Azul luego de recobrar el aire.
-Ven Azul… creo que un poco de aire fresco te sentará mejor.- Aconsejó Kili.
Dís dejó que ellos dos se fueran, pero el pobre de Fili tuvo que quedarse a responder las preguntas de su madre.
-No me gusta… No quiero que ella esté demasiado tiempo husmeando aquí. ¡Alguien que es amigo de los elfos no es de fiar! -
-Madre, por favor, cálmate. Cuando la conocimos también reaccionamos así, es sólo hasta que la conozcas.-
-No importa. Presiento que ella no encajará aquí… De hecho, creo que no encajaría en ningún lugar que ella visitase.-
Aquellas palabras sonaron muy certeras a los oídos de Fili. Por algo las madres tienen un sexto sentido para esas cosas.

-Tu madre me quiere fuera de aquí….- Dijo Azul luego de respirar una bocanada de aire fresco. Kili la había conducido hasta uno de los balcones principales que daba al hall de entrada.
-¡Exageras! Eso lo dices porque no te conoce. ¿Acaso quién de todos nosotros te trató bien a la primera?-
-Tú- Kili desvió la mirada para ocultar el calor que mostraban sus mejillas. – Vamos Kili, no te avergüences… te estoy eternamente agradecida por eso. Espero que tu madre no piense que soy una hechicera…-
-Créeme, lo hará. Ahora tú tendrás que pensar en cómo contarnos a todos lo que ha pasado en aquella montaña…- El rostro de Azul se ensombreció.-Pero primero… desobedezcamos algunas normas.- Y le guiñó un ojo.
Kili tomó la mano de la mujer, y como dos enamorados, salieron corriendo escapando de los lujos.
Kili la llevó por las cocinas del palacio, alterando la rutina de los trabajadores que se quedaron extrañados al ver a la pareja. Él sabía perfectamente cada recoveco de su hogar. Tanto él como su hermano habían pasado largos años desentramando los lugares y pasajes secretos para hacer travesuras de niños. Pero ya de adultos, los utilizaban para evadir ciertas responsabilidades, o para no escuchar a su madre intentando reprenderlos.
Azul vio la grandeza de la cocina: dos grandes hornos estaban prendidos, uno de hierro fundido y el otro de barro calentaban hasta el ahogo el recinto. Los cacharros de diferentes tamaños y formas estaban colgados en las paredes y techos para hacer más fácil la ubicación de éstos. Uno de los cocineros abrió una puerta de madera para entrar a la habitación contigua. Cuando salió, su barba contenía varios cristales de hielo…
-¿Cómo es que…- preguntó Azul mientras era tironeada por Kili para seguir camino.
-Es una montaña, ¿recuerdas? Cuando controlas el aire frío mediante túneles, puedes hacer lo que nosotros llamamos "cámara de la escarcha". ¡No nos retrasemos!-
Azul tuvo que reconocer que era ingenioso.
Luego de pasar varias puertas y bajar alguna que otra escalera. Llegaron a un pasillo sin salida.
-¿Estás seguro que…-
-¡Shhh! ¡Cállese! Asegúrate que nadie nos mire-
Mientras Azul vigilaba, Kili empujó cinco piedras de la pared. Ambos escucharon un mecanismo destrabarse y la pared dejó al descubierto una puerta.
-Vamos, entremos.-
El pasillo estaba totalmente oscuro, pero eso no le impidió al enano de seguir camino. Como sólo él podía hacerlo, Kili guió a la mujer con milimétrica precisión, hasta llegar a otra puerta. Éste empujó y la luz del sol entró en los primeros tramos del oscuro pasillo. Adelante, un gran arbusto tupido camuflaba la entrada.
-¡Tiene espinas!- Exclamó Azul cuando sintió que algo le pinchaba.
-Nadie se acerca aquí por temor a lastimarse…-
Luego de haberlo pasado con algunos raspones, vieron a Fili esperándolos sentado en el suelo, con un bolso de cuero cuyas correas le cruzaban el pecho.
-¡Han tardado bastante!- Se enojó.
-¡Lo siento! Tiene la culpa ella por ser tan curiosa…-
Azul lo golpeó.
- ¿En dónde estamos?-
-Para ser exactos, al oeste de la puerta principal. Tendremos que caminar bastante para llegar al pueblo. ¿Has traído la capa Fili?-
Éste asintió, y sacando del bolso, apareció una capa de cuero gruesa.
-¿De dónde lo sacaron?- Dijo ella al verla. Se la colocó y la capa apenas le tapaba los pies.- ¿Me parece a mí o esto no es tuyo?-
-No, es de Thorin. Se la hemos pedido "prestada"-
-¡Me van a meter en un lío!-
-Ya estás metida en varios desde que llegaste a nuestro mundo Azul… - Dijo Kili-… uno más no afectará en nada. ¿Y bien? ¿Lista para conocer nuestro pueblo?- Acto seguido le tendió la mano derecha.
-Créeme que una vez que lo conozcas, no querrás irte…- Fili le tendió la mano izquierda.
Azul sabía que se metería en líos si los seguía. Pero el bichito de la curiosidad despertó en ella como un ave que se lanza en picada. Tomó las manos de los enanos y mientras caminaba, rezó a Dios para que no la metan en problemas.