¡Buenas noches hermosa gente de la Tierra Media!
Para calmar sus ansias, este capítulo trata sobre lo que ustedes pidieron. Pero no crean que se los dejaré servido en bandeja de plata ¡muajajaja! Todavía falta que pase agua bajo el puente y algún que otro problema ^_^
Linnetask: Azul no vivirá en paz estando en ese mundo, pues sencillamente NO es su mundo. Pero los actos heroicos tendrán su recompensa. Eso tenlo por seguro =D
Guest: este capítulo es para tí ;D
Bueno, basta de charla. Es suyo!

Sentimientos que se dejan entrever

-Dos noticias me son reveladas: la muerte de Hassar y ¡tú, mujer! ¡Aún no puedo creer que seas quien dices ser!-
-Ahora no puedes decir que no. Es hora de contar tu historia…- Dijo Balin. Se levantó de su asiento y caminó hacia ella para tomarle de la mano.- Lo que hayas pasado, sabes que tienes nuestro apoyo.-
Fue la mirada de Balin y no la de Thorin la que le dio valor para la noticia que lanzaría. Comenzó tímidamente con los primeros recuerdos: una vez que pudo recobrar su vista y el habla. Luego profundizó el relato de Thorin sobre su estancia en Rivendell y su marcha para volver a reencontrarse con la compañía. Y cuando el recuerdo de aquella montaña demoníaca se hizo presente como un rayo en medio de la tormenta, Azul paró en seco su relato.
-Todo estará bien…- Pero esta vez no fue Balin la que la animaba, sino Kili, quien en verdad estaba, en parte ansioso por escuchar, y en parte preocupado.
-Señorita Azul…- Dijo Dís en un tono austero- Comprenderá que está retrasando demasiado el asunto con su suspenso y….-
Azul no la dejó terminar la frase. Se sintió insultada.
-¿Suspenso? ¿Ha dicho suspenso? ¡Ni siquiera usted podría haber sobrevivido dos minutos a lo que yo tuve que soportar! ¡Pero no! ¡La señora está muy bien protegida por esta gran montaña junto a sus preciados vestidos y joyas! ¡Mientras que las mujeres de los diferentes pueblos están siendo violadas y torturadas!...-La mano de Balin soltó de repente a la de Azul.-…he visto…he visto mujeres enanas siendo… violadas delante de mis ojos, cuerpos sin vida de bebés desparramados por doquier para luego ser alimento de huargos, la sangre de los partos corriendo como ríos, mujeres de todas las razas desangrándose… ¡USTED NO TIENE IDEA LO QUE ES EL INFIERNO!-
Un silencio sepulcral invadió el recinto. Dís, interiormente, se lamentaba haberla presionado de esa manera, y ahora no callaba. Kili sintió el amargo recuerdo de Aradna en su corazón y el terrible destino que le hubiera tocado si aquél orco hubiera escapado con ella. Fili, en cambio, sintió su corazón latir de manera tal que sentía que estaba en medio de una batalla. Su odio interno crecía a medida que Azul relataba semejante historia. Pero el rey estaba inmutable ante los ojos de los presentes, escuchando, analizando palabra por palabra. Pues él debía tomar una decisión, a pesar que dentro de sí, su sangre hervía como nunca antes lo había hecho. Sus mujeres, tan pocas, era algo tan valioso para el pueblo como el aire que respiraban.
Mientras el enfurecimiento de Azul crecía, más recordaba y relataba con pasión. Se animó a relatar su humillación con el orco que la había encerrado, pero también se acordó de aquél enano que tanto empeño había puesto en liberarla. Recordó la memoria de Aragorn y Arwen mientras Azul tomaba el frasco de perfume con tanta delicadeza para que no se rompiera.
-Ese enano… ¿Te ha dicho su nombre?- Preguntó el rey, severo.
Pero el que contestó fue Thorin.
-Padre… ese enano… era Thrór…-
Al silencio sepulcral se le sumó un viento gélido que ninguno supo de dónde se había colado.
-¿Qué dices?-
-Thrór, mi abuelo… murió decapitado…-
-No…-Dijo Thráin sin poder ocultar el temblor en su voz.-… todo esto es una mentira… ¡UNA GRAN MENTIRA! ¡Mi PADRE NO PUEDE HABER MUERTO DE ES MANERA TAN DESHONROSA!-
-¡No digas eso padre! ¡Murió protegiendo lo que nuestro ancestro Durin ordenó! ¡Proteger a la Luz de Durin! ¡Y lo logró!-
-¡NO! ¡MIENTES! ¡PRUEBAS! ¡NECESITO PRUEBAS!-
Lentamente, Thorin se sacó el sobretodo y el primer tapado liviano que tenía. Allí se veía la cota de mithril que había sido de su abuelo. Se la quitó para luego depositarla en las manos de su padre.
-Thrór creyó hasta el último momento en la mujer que aquí tienes presente… padre, di mi palabra de honor que la protegería a cualquier precio, hasta el momento en que ella regrese a su hogar…. Azul verdaderamente es la "Luz de Durin"-
Viendo la cota en su mano y la mirada firme de su hijo, Thráin no pudo hacer más que gritar.

La reunión se interrumpió. Thorin y Fili se encargaron por el resto del día de los asuntos del reino mientras Dís y Kili cuidaron de Thráin. Azul se encerró en su habitación sin querer hablar con nadie.
Al día siguiente, la noticia corrió por todos los rincones del pueblo que el rey Thrór había muerto en batalla gloriosa, por lo cual, se dictaron tres días de duelo. Al no poseer el cuerpo, en el cementerio real, enterraron un cajón vacío a modo de símbolo. Detrás de todos los enanos que asistieron a la ceremonia, Azul ocupó el último lugar por decisión propia. Todavía no se sentía cómoda (ni mucho menos ahora) con Dís y con Thráin como para participar de algo tan íntimo como el entierro de un familiar.
Cuando el último montículo de piedra fue puesto sobre el ataúd, la decisión del rey ya estaba tomada: la guerra estaba declarada.

watch?v=OYJNiPi2HuI (Pon la música suave, como si fuera una caricia en el alma ;) )

Con respecto a Azul, Thorin consideró que el haberle forzado a rememorar el pasado ya era más que suficiente. Y a medida que pasaron los días comenzó a sentirse algo culpable. Con tanto trabajo y la vigilancia en el estado de ánimo de su padre, tuvo poco tiempo para dedicarse a ella durante esa semana. Así que una tarde, cuando el sol estuvo a punto de ocultarse sobre el horizonte (y ya con menos trabajo), fue hasta la habitación de su huésped.
Encontró la puerta semiabierta y sin hacer ruido, entró. Frente a la chimenea había dos sillas con un palo (que Thorin no sabía dónde lo había sacado), y encima de éste, ropa húmeda. Aquella ropa no era a la usanza enana lo que tuvo curiosidad. Tomó una de ellas y pensó que podría ser una camisa con algunos dibujos estampados en ella. Luego giró hacia la cama donde estaban desparramadas sus pertenencias junto con las alforjas de viaje. Pudo reconocer el cuaderno que los elfos le habían dado, incluso el trapo con los restos del "celular" roto estaban allí, algunos frutos secos estaban desparramados y la cama sin tender.
Lentamente siguió hasta el ventanal donde ella había acercado una silla, su cabeza reposaba sobre el balcón de piedra junto con sus brazos que hacían un almohadón improvisado. Sus ojos estaban cerrados, su respiración era tranquila. Dormía…o eso era lo que él creía.
-¿No te enseñaron que no se debe entrar en el cuarto de una mujer sin permiso?- Azul abrió los ojos y lo miró.
-Sí, pero si dejan la puerta abierta como lo fue en tu caso, tengo derecho a entrar. Después de todo, esta habitación sigue siendo de mi propiedad.-
-Bueno, entonces me iré al pueblo para no molestarte…. ¡ah! Es cierto… no puedo salir por esa ley que tienen ustedes…- Dijo sarcásticamente ella.
-¿Hasta cuándo seguirás así?-
-¿Así cómo?-
-Con ese carácter…-
-¿irritable? ¿Podrido? ¿Despreciable?... Fíjate si encuentras otro sustantivo… hazme el favor.- Volvió su cara hacia el horizonte.
Thorin caminó y se colocó a su derecha, también mirando cómo el sol se despedía hasta el día siguiente. Ambos se quedaron en silencio. El viento arremolinaba los cabellos del enano y desprendían el característico aroma que Azul conoció cuando tuvo los ojos vendados, allá en el Bosque Verde. Por ese momento, sus ojos se desviaron hacia él.
-¿Qué me pasa?- Se preguntó a sí misma cuando lo vio. Los últimos rayos del sol hacían que los metales que Thorin llevaba relucieran haciendo del enano más esbelto. Por primera vez, comenzaba a verlo de otra manera. Había observado esos ojos meses atrás, pero ahora apreciaba ese azul profundo, cual zafiro recién pulido. También notó que sus ropas hacían juego. El saco de cuero junto con el gran cinturón hacía que su torso se marcara aún más, aunque los músculos quedaran ocultos bajo las ropas. Al darse cuenta de sí misma que tenía esos pensamientos, apartó bruscamente la mirada, a lo que Thorin se dio cuenta.
-¿Te gusta mi reino?- Preguntó él. Al oír esa pregunta, Azul se levantó de su asiento algo asustada recordando inmediatamente el sueño en Rivendell. -¿Qué es lo que pasa?- volvió a preguntar algo preocupado.
-¡Eras tú!-
-¿Qué?-
-¡Tú me susurraste al oído la noche que nos atacaron en Rivendell?-
-¡Mujer qué dices! ¡Sabes que estaba tocando el arpa!-
Azul se quedó dudando unos instantes.
-Es cierto… entonces era un sueño... uno de esos que dicen el futuro…-
-Entonces la voluntad de Mahal se ha cumplido… aunque… aún no es mi reino, sino el de mi padre.-
-Pero tarde o temprano lo heredarás…-
-Sí. No es fácil gobernar una tierra como ésta. Más aún con los tiempos que se avecina… por eso…- Thorin no sabía si debía abrir sus pensamientos con ella. Por segunda vez, el viento volvió a soplar y los cabellos de Azul se enredaron dejando un aroma dulce que llegó a las narices del enano.
Thorin inhaló ese perfume hasta que sus pulmones no pudieron más y exhaló. Vio a una mujer vestida de forma extraña, pero aún sin la vestimenta enana había algo en ella que no podía dejar de ver. No sabía si eran sus ropas que contorneaban más su figura, o la mirada severa que el viaje le había dado; la cuestión es que algo que había cambiado y ahora la veía hermosa.-… por eso reaccioné de aquella manera. Temí por ti… -Azul no esperó semejante respuesta y Thorin cambió el tono de voz para hacerlo más formal.- Quiero decir… temí que no pudieras llegar a Erebor, pues sabes que la palabra de un enano se cumple a rajatabla y prometí traerte salva y salva.-
-Sí… lo sé. Pero ya estamos a una semana de nuestra llegada. Todavía las estrellas están en mi hombro y Aulë no da señales de vida para indicarme cómo volver…-
-Con respecto a las estrellas, déjame ver algo…-
Thorin se acercó y con gran caballerosidad desató los nudos de la camisa que ella llevaba puesta. Azul sintió la respiración del enano muy cerca de ella y su piel se erizó al contacto con los dedos de éste. Al ver el efecto causado, el enano sonrió. Deslizó suavemente la camisa para que el hombro quedara al descubierto y poder ver mejor el tatuaje.
-Ya me parecía…-
-¿Qué es lo que pasa?-
-Falta una estrella-
-¡Pero es un tatuaje! ¡No puede borrarse!-
-Recuerda que no es un tatuaje ordinario. Pero si ha desaparecido, entonces ¿a dónde habrá ido?-
Instintivamente ambos miraron el cielo. A pesar de que anochecía, todavía la luz menguante del sol imposibilitaba la visibilidad de las estrellas más luminosas. Thorin fue el primero en bajar la vista y se dio cuenta de que la distancia entre ellos se había hecho más estrecha y sentía que Azul irradiaba un calor particular que lo relajaba.
-Azul…- Ella salió de aquel trance. Thorin volvió a acomodarle la camisa y anudarle. Azul se ruborizó ligeramente. –Si la estrella que falta ha regresado a su lugar, ya la veremos. Y tal vez, sólo tal vez, la cuenta regresiva para volver a tu hogar ha empezado…- Y sin saber por qué, levantó su mano para acomodar su cabello y acariciar su mejilla.
Aquellas palabras daban esperanzas a la muchacha que volvía a quedar embelesada con los ojos del enano. Su corazón comenzó a latir más fuerte cuando volvió a sentir su mano sobre su piel. Instintivamente se alejó.
-Gracias… -dijo ella casi en un susurro.-… pero eso no te exonera de tus culpas. ¿Por qué no me dijiste que tú eras el príncipe de Erebor?-
-Porque hay ciertas cosas que uno debe guardarse cuando viaja. Mucho más cuando alguien cae del cielo y los que están a su alrededor la consideran un demonio- Bromeó él. Y para su asombro, Azul no se enojó.
Al salir de su habitación, Thorin sintió desazón a cada paso que daba mientras se alejaba y se preguntó qué era ese sentimiento que acababa de experimentar. Pero volviendo en sí rápidamente, se alejó con destino a la recámara de su padre.
Azul, en cambio, seguía mirando el cielo intentando ver si podía vislumbrar la estrella. Pero mientras la buscaba, su mente se vio obligada a retroceder y recordar lo que había vivido con Thorin durante su estancia en ese mundo. "¿Por qué me siento así?" Se volvía a preguntar una y otra vez. Comenzó a dar vueltas en su habitación, revisó la ropa, acomodó sus pertenencias y observó a Calacyria que hacía rato la tenía olvidada. Nada. No podía calmar ese estado de ansiedad que tenía, y luego pasó a la sensación de soledad que le producía estar encerrada en ese lugar.
La cena estaba lista para ser servida. La familia real volvía a reunirse en la mesa. Thráin, ya repuesto del duelo de su padre, se sentó en la cabecera de la mesa.
-Hijos… gracias por todo lo que han hecho por mí y por el pueblo. A veces las noticias suelen caer tan de repente que no hay tiempo de procesarlas. Creo que ya estoy viejo para esto…-
-¡Tonterías padre!- Exclamó Dís y sonó casi como un reproche.- ¡Tienes muchos años por delante!-
-Mi querida hija… tú siempre tan osada. Gracias por tus cuidados. Thorin, gracias por hacerte cargo del pueblo; y gracias a ti Balin por ayudarlo-
-No fue nada señor…-
-Y en cuanto a ustedes
…-Thráin miró a Fili y Kili.- Sabrán que han estado a un pelo de meterlos a la cárcel por traernos problemas… Me imagino que aprendieron la lección-
Dichas esas palabras, comenzaron a comer y poco a poco, las risas volvieron a la mesa. De pronto, un "toc toc" se escuchó en la puerta. Un enano entró y se dirigió hacia el rey hablándole en voz baja. A una orden, éste se retiro. Azul apareció con la cabeza gacha. Thorin quiso hablar pero la mano del rey se lo impidió.
-¿Qué se le ofrece para interrumpir nuestra cena?-El nerviosismo de Azul era evidente y su cara se tiñó de rojo.- ¿Y bien?-
-Venía a pedirle disculpas…-
-¿Disculpas? ¿De qué?-
-En cierto modo, siento un poco de culpabilidad por todo lo que está pasando…-
-¿Y…?-
-También quería pedirle disculpas por mi comportamiento luego de haber llegado…-
- Continúa…-
-No fue muy respetuoso de parte mía haberme comportado de la manera que lo hice. Me dejé llevar por el hecho de haber llegado a un lugar donde no tenga que estar pendiente de orcos y huargos… y también por Fili y Kili… Después de todo lo que he pasado, llegué a considerar a esos dos como hermanos, a pesar de que seamos de distintas razas…-
Ambos hermanos sonrieron y Kili recordó en voz alta algo que había dicho Azul.
-"Una cabeza, dos piernas, dos brazos, un corazón, vísceras iguales… etc , etc, etc. ¿Qué hay de diferente en esto?"-
Thorin, Fili, Balin y hasta el propio rey se rieron. Azul siguió hablando.
-…el hecho es que… ahora que no estoy con el grupo con el que he viajado, me siento sola en mi habitación… y… a pesar de todo, ellos son como una familia para mí…y…- El temblor volvió en la voz de la mujer.-… Disculpen… mejor me voy…-
Azul giró para retirarse cuando la voz del rey sonó en el recinto.
-¿Deseas sentarte con nosotros?-
Al oír esto, Dís opuso resistencia.
-¿Dejarás que se siente con nosotros? ¿Por qué?-
- Es sencillo Dis. Si mi padre dio su vida por salvarla, entonces no dudaré de él. Hija, mírala. A pesar de no tener nada, es sincera con nosotros. Da lo único que tiene y lo pone al descubierto frente a todos…-
-¿Y qué es eso que tiene?-
- Humildad. Y en los tiempos que hoy atravesamos, escasea mucho.-
Luego se dirigió hacia la mujer.-Puedes sentarte. Después de todo, todavía no hemos tenido la cena con nuestra huésped -
Azul se acercó tímidamente y se sentó entre Balin y Fili.
-Déjame decirte que has dado el primer paso para ganarte la confianza del rey. ¡Bien hecho!- Susurró Balin para que solamente ella escuchara. Por debajo de la mesa, Fili tomó la tomó de la mano y la apretó con fuerza.
-¿Así que de la familia? ¿Eh?-
-Sí. Pero eso no significa que me persigas con un hacha como lo hiciste en Rivendell.-
Ambos se miraron a los ojos por un momento. No pudieron contener la risa.

La noche ya era cerrada. Las luces de las velas eran las que guiaban el camino a las alcobas.
Azul, ya en su recámara, se disponía a dormir cuando llamaron a la puerta.
-Adelante.-
Una enana pasó llevando varios paquetes bastante grande. Detrás de ella, estaba Dís. La humana se levantó rápidamente y bajó la cabeza.
-Esta tarde han llegado sus vestidos. Ahora podrás vestirte decentemente.-
-Gracias señora.-
La criada dejó los paquetes en la cama.
-¿Y bien? ¿No lo abrirás?- Preguntó Dís.
Azul asintió repentinamente y con sumo cuidado los abrió.
Los vestidos no eran tan voluptuosos ni tan bordados como los que Dís llevaba. El primer vestido que descubrió fue uno de color marrón, cuya falda se dividía en varias capas, todas en la misma tonalidad. El corset que lo acompañaba era de un color más oscuro y se anudaba por la espalda. Todos los demás vestidos eran muy parecidos, de colores diversos, algunos de mangas cortas, otros de mangas largas y otros tenían algún que otro encaje. Pero todos ellos eran bien austeros.
Azul tocó cada uno de ellos, saboreando con sus manos las prendas.
-Es una hermosa tela señora. Parece muy resistente.-
-Sí. A pesar de que los diseños son simples, preferimos no ahorrar en la calidad de las telas. No sabemos por cuánto tiempo estarás con nosotros, así que espero que duren.-
-Gracias señora-
Ambas enanas se retiraron. Azul, sintiendo que el sueño se retrasaría un poco más, comenzó a probarse los vestidos.
Thorin llegó a su habitación y se dejó caer en su cama, liberando así las tensiones acumuladas por la jornada. El fuego de su chimenea estaba encendido y le daba la suficiente luz para iluminar su recámara. Cambió su ropa por otra más suelta para poder irse a dormir y con el crepitar del fuego, su mente se relajó y cerró sus ojos. Su mente comenzó a formar siluetas caprichosas y algunos recuerdos que creía haberlos olvidado salieron a flote. Ensimismado, la imagen brusca de Azul debajo de su cuerpo, recordando la pelea que tuvieron antes de que ella fuese raptada invadió su mente y se incorporó algo sobresaltado. Su sentido del olfato le recordó cómo era su aroma y lo nerviosa que se puso al tocarle.
-Creo que no debería ser demasiado afectuoso con ella.- Se dijo para sí al mismo tiempo que un calor emanaba de su piel. Salió al balcón a tomar un poco de aire fresco. Algo que siempre le gustaba hacer por las noches era mirar las pocas luces de su pueblo y luego, el horizonte. Esto le recordaba que tenía un destino enorme sobre sus hombros y lo pequeño que es frente a la inmensidad de su tierra. Instintivamente, giró su mirada hacia su propio palacio, y a lo lejos, creyó ver a una hermosa enana mirando el cielo como si fuera a añorarlo.
Luego, él mismo miró el firmamento: la primera de las siete estrellas que componían la "Corona de Durin" latía débilmente.

-¡Oh Eru! ¡Tú que todo lo ves! ¿Dejarás que suceda?-
-Sabes cuáles son las reglas de este mundo, hijo mío… Aún así, los destinos de ambos no están escritos…-
Y por primera vez en sus miles de años desde que Eru le dio vida, Manwë quedó confundido.