¡Hola a todos hermosa gente de la Tierra Media!
A la pobre muchacha le cuesta adaptarse a la nueva vida en el reino, pero eso no le impide mantener ciertas costumbres de su mundo, que mayormente chocan con éste...
¡Disfrutenlo!
Lynlia
Cap. 32
Presentaciones
watch?v=YXdvDYHGuNE (bien suave)
Las expectativas de Azul comenzaron a decaer rápidamente cuando por fin se asentó en el reino. Se había acostumbrado tanto a batallar contra orcos, huargos y a estar siempre en vilo, que su estancia en Erebor comenzó a ser monótonamente aburrida.
Recién cuando pudo estar vestida acorde a una dama, Azul tuvo cierto respeto entre los enanos que en el palacio habitaba. Salvo por eso, y por las miradas embobadas que pusieron Fili y Kili al verla vestida de ese modo, el resto de su estadía la pasó sin mayores contratiempos. Por hacer algo, comenzó a pasear por el interior de la montaña y descubrió que las mujeres enanas estaban en un sector donde la vigilancia en ellas era fuerte. No por el hecho de estar prisioneras, sino porque para los enanos, ellas eran su mayor tesoro. Estas mujeres tenían su hogar junto con sus familias y que le estaba permitido salir al exterior cada cierto tiempo. También descubrió que sólo la tercera parte de la población era del sexo femenino y que tres de cada diez enanos contraía matrimonio. Estas uniones traían una alta descendencia masculina.
En este lugar, Azul pudo recorrer negocios exclusivamente para enanas, y por unos cuantos minutos estuvo entretenida mirando de aquí para allá. Pero luego (al no poder comprar nada) nuevamente se aburrió. Comenzó a deambular hasta encontrar una plaza finamente decorada con lujosas joyas incrustadas en el piso a modo de camino y varios asientos de piedra donde familias descansaban luego del paseo. La luz de sol iluminaba el gran recinto gracias a los ventanales que se encontraban en todas direcciones haciendo que las joyas refulgieran apreciándolas en todo su esplendor.
-Bueno… veo que has encontrado nuestra zona residencial- Una enana se detuvo frente de ella.
Azul, que estaba sentada, se levantó enseguida al ver que era Dís.
-Señora, buenos días- Saludó educadamente Azul.
-Buenos días.- Dís le devolvió el saludo fríamente.- ¿Qué has estado haciendo?-
-Recorriendo. Estaba un poco aburrida en la habitación así que decidí visitar el lugar.-
-Este lugar está destinado a nosotras. Luego del ataque, nos hemos refugiado aquí para resguardarnos del peligro.-
-¿Y no extrañan el exterior?-
-Un poco, pero no demasiado. Las mujeres enanas hemos vivido casi siempre en las cavernas. Por ello, nuestra piel es blanca como las nubes.-
Azul coincidió con ella para sus adentros. Y con ese dato, pudo identificar a una mujer enana de un enano fácilmente pues le costaba horrores hacer esa distinción. Las enanas que paseaban por allí le hacían reverencias a la princesa para luego seguir con su camino.
-¿Se siente cómoda con sus nuevos trajes?- Acotó ella a verla vestida a la usanza enana.
-Un poco… aún tengo que acostumbrarme. De donde vengo no solemos llevar vestidos tan pesados.-
-Eso se puede arreglar. Dentro de unos días vendrá una pariente lejana de las Colinas de Hierro que podrá darte un par de clases de modales….- Azul tuvo que tragarse el comentario-…se llama Diesa, una antigua amiga de Thorin y mía de cuando éramos unos críos.-
-Qué valiente es… aventurarse hacer el camino sabiendo los peligros…-
-En realidad le han dado una guardia personal lo suficientemente fuerte como para contrarrestar algún ataque y…-
Lo que Dís siguió hablando, Azul ya no lo recordaba. Luego de que la princesa se retirara, el humor de la mujer comenzó a descender más de lo que estaba. No deseaba clase alguna y mucho menos de comportamientos. Así que se retiró del lugar murmurando por lo bajo.
La mañana siguiente siguió investigando la enorme montaña. Poco sabía de la familia real y de sus quehaceres. Fili y Kili ya no la visitaban, Bofur vivía en las afueras de la ciudad, y tanto Balin como Thorin y su padre estaban muy atareados con los asuntos del reino. En definitiva, la pobre muchacha se sentía más sola que un hongo.
Quiso el destino que en una de sus muchas visitas, saliera al exterior, más precisamente donde las caballerizas lindaban con el sector de entrenamiento militar. Zona de enanos aguerridos, miraron a la mujer extrañados preguntándose cómo una hermosa flor podía estar en un lugar tan rudo y tosco.
Azul vio a cientos de enanos entrenarse con pesadas espadas y mazas que ni ella podría haber movido siquiera. Lanzas del doble de su estatura estaban esperando a ser usadas y un sinfín de armas que conocía (y otras que no) también esperaban, listas para dar batalla.
-Este no es lugar para una mujer.- Dijo una voz gruesa detrás de ella. Esto sobresaltó a Azul que brincó del susto. Los enanos que estaban cerca, se rieron de ella.- Disculpe si la he asustado, pero me temo que deberá dejar el lugar señorita.-
Con parte de su cabeza calva, maza al hombro y usando un peto de cuero duro, Dwalin la miró un tanto altanero.
-Me gustaría saber dónde podría conseguir una de esas armaduras que usted lleva…- Dwalin abrió los ojos de par en par al escuchar tamaño pedido y comenzó a reírse a carcajadas.- ¡Hey! ¡No es para reírse!- Se disgustó ella.
-¿Y qué hará una niña como tú con algo como esto?- Y con su maza, se golpeó el pecho suavemente.
Azul no supo si sentirse halagada o insultada al referirse a ella como una "niña".
-Entrenar- Dijo ella simplemente.
Dwalin lanzó una segunda carcajada más fuerte que la anterior, llamando la atención del resto de los enanos.
-¿Oyeron eso soldados? ¡Esta mujer desea entrenar! ¿Acaso piensas levantar con tus propias manos un arma como ésta?- El enano dejó caer su maza que hizo un ruido seco al hacer contacto con el suelo por lo pesada que era. Las risas estaban en todos los rostros de los enanos.
-No.- Dijo ella al ver semejante trozo de hierro y pensando para sus adentros que jamás podría levantar aquel arma.- Pero tengo una espada y pienso entrenar con ella.-
-¿Y quién te la ha dado? ¿Es de madera?-
-No.- Volvió a decir Azul ya harta de ser burlada.- Fue un obsequio del señor de Rivendell-
Mientras que los soldados se reían, Dwalin dejó de hacerlo. Se acercó a pasos agigantados.
-Así que tú eres la compañera de viaje de nuestro Thorin… ¿verdad?- Ella asintió.- No te había reconocido… llegaste tan desalineada aquél día y ahora vistes de esa manera tan femenina… ¿Quién lo hubiera creído? ¡Pero qué hay de mis modales! Me llamo Dwalin y estoy a su servicio.-
-Ese día pensé que eras el príncipe de Erebor, gran chasco me llevé. En fin… ¿Dónde puedo conseguir un peto como el suyo?-
-Creo que debería dejar de batallar por un buen tiempo señorita. Por eso nosotros nos entrenamos día y noche para defender a nuestro pueblo y a ustedes, las mujeres, tan bellas como una flor pero a su vez tan delicadas.-
-Hasta un rosal tiene métodos para defenderse… no veo por qué no puedo ejercitarme un poco.- Dwalin quedó un tanto descolocado con la respuesta.
-Mira muchacha…- El enano ya se lo veía un tanto impaciente.-… éste no es un lugar para mujeres. ¡Guardias! Lleven a la señorita a la seguridad de la montaña- El enano hizo un ademán y dos guardias aparecieron detrás de ella.
- Bueno, no pensé que mi presencia incomodara taaaaaaaaanto y que los pondría en ridículo...-Ironizó ella mientras se retiraba.-
Dwalin, que era enano rudo y testarudo para ciertas cosas, cayó en la trampa de la muchacha.
-¿Cómo? ¿Tú? ¿En ridículo a nosotros? ¿Con qué te has golpeado mujer?-
Azul, sonriendo para sus adentros y con tono despreocupado, contestó:
-Con nada señor Dwalin. Sólo pensaba que por ahí le daría vergüenza a usted que una mujer entrene…tal vez porque me tenga un poco de miedo… pero no se preocupe. Lo dejaré tranquilo. ¡Adiós!-
-¡Espera un momento! ¡Nadie me desafía de esa manera! ¡Y menos alguien como tú!-
-Entonces ¿qué hará?-
-¿Te crees tan lista como para enfrentarme, mujer?-
Azul abrió los ojos. Le estaba saliendo el tiro por la culata.
-¿Perdón?-
- Sabes qué quise decir. ¡Vamos! ¡Y veremos si tus palabras no son sólo humo!-
Ella respiró hondo. Se había enredado en su propio juego y no podía salir.
-Considerando que yo estoy con este vestido y usted está con esas ropas… no creo estar en igualdad de condiciones -
Y sin mediar palabra, Dwalin, girando su enorme maza por encima de su cabeza, dejó caer todo su peso en el lado izquierdo de Azul, quien ella pudo esquivar por poco. Ese movimiento hizo que pisase su vestido cayendo al piso, para risas de todos los enanos que allí se encontraban.
-¿Aún sigues con esa idea?- Preguntó un tanto divertido Dwalin mientras le brindaba una mano para levantarse. Ella, por su parte, la rechazó y se levantó sola.
-Claro que sí.-
El enano levantó las cejas. Muchos de los soldados que había entrenado rehusaban pelear con él pues ellos sentían que no tenían la suficiente experiencia como para enfrentarlo. Sólo uno se atrevía a entrenar con él, y ese era precisamente Thorin. Vio en los ojos de esa mujer una determinación implacable por conseguir lo que deseaba, sin importarle en absoluto con quién estaba tratando.
- Dentro de una semana, a esta misma hora. Si llegas a que mis rodillas toquen el suelo, entonces tendrás derecho a entrenar como te plazca.-
La sonrisa astuta se dibujó en el rostro de la mujer y sin mediar palabra, se retiró con la cabeza en alto mientras los enanos le silbaban.
-Provocadora la humana…- Dijo el enano mientras se apoyaba en el mango de la maza.
-Creo que deberías empezar a entrenar mi viejo amigo…-
Dwalin se giró y vio a Thorin a sus espaldas.
-¡Señor! ¿Ha escuchado todo?-
-Perfectamente-
-Disculpe el atrevimiento, pero no voy a dejar que esa chiquilla deambulen entre mis enanos.-
-¡Entonces comienza a entrenar!-
-Pero señor Thorin… es una mujer menuda que apenas pudo esquivar mi arma.-
-Como tú digas Dwalin. Pero déjame decirte algo. Si llegado el caso de que ella gane, tú serás su mentor y le enseñarás todo lo que sabes-
-¿Ella ganarme? ¡Ja, ja!- Dwalin se rió con ganas.- ¡Buen chiste Thorin!-
-¿Quieres apostar algo?-
El guerrero lo miró entre ceja y ceja.
-¿Qué propones?-
-Lo que has propuesto: si ella hace tocar tus rodillas al suelo, entonces tú la ayudarás a entrenar.-
-¿Y si yo gano?-
-Mmm… pues te daré la mejor botella de vino que le sirven a mi padre.-
-Interesante…. Ten listas a tus sirvientas Thorin, pues tu humana necesitará de ellas para curar sus moretones.-
-Sólo pido que no te sobrepases-
-Oh, no te preocupes. Únicamente le daré un buen susto…-
Ni bien llegó a su habitación, Azul cambió sus ropas por la ropa de viaje y buscó desesperadamente a los hermanos para que la ayudaran. Cuando por fin los pudo encontrar, se reunieron en la habitación de la muchacha y ella les contó rápidamente lo sucedido más lo que pretendía hacer. La reacción de ellos no fue la esperada.
-¡¿Cómo has podido?! ¡Dwalin es uno de los mejores guerreros de nuestro reino! ¡No tendrás ni la más mínima posibilidad!- Exclamó Fili totalmente preocupado.- ¡Hasta nuestro tío tiene
sus problemas para derrotarlo!-
-¡Se los pido! ¡Por favor!- Rogó Azul.- ¡He estado deambulando por toda la montaña sin saber qué hacer! ¡Las enanas no me dirigen la palabra! ¡Si no fuera por ustedes no hablaría no nadie! ¡Ya no sé qué hacer para matar el tiempo!-
-Podrías aprender a coser… bordar…Dentro de unos días vendrá una amiga de Thorin que…- Sugirió Fili, acostumbrado a ver a su madre hacer aquellos labores.
El rostro de Azul se transformó y Kili verdaderamente tuvo miedo.
-¿Qué?- Preguntó Azul tratando de no creer lo que había escuchado. -¡¿Me mandas a QUÉ?!-
-Bueno Azul… tú dijiste que…-
Fili no pudo terminar la frase. Tuvo que alejarse de ella pues un puñetazo veloz rozó sus cabellos. Kili, la tomó del torso y la tiró sobre la cama a lo que Azul volvió a levantarse.
-¡¿CÓMO ME PUEDES DECIR ESO?!- Gritó ella, totalmente ofendida, mientras intentaba zafarse de Kili una vez más a la vez que le tiraba almohadones a Fili.
-¡No te enojes por favor!- El tono de Fili era de súplica.- ¡No era para que te lo tomes así!-
-¡Cálmate Azul! ¡No te ha dicho nada malo!-
-¡¿Cómo que no?! ¡Me mandó a coser!-
-¿Y qué tiene de malo?- Preguntó inocentemente Kili.
Azul gritó ofuscada y logró librarse del menor de los hermanos.
-¿Qué es lo que te sucede? Vamos Azul… sabes que puedes contar con nosotros. Discúlpanos si te hemos ofendido pero aún no entendemos tu reacción. ¿Qué hay de malo en que tú cosas, bordes y hagas labores como toda dama lo hace?-
Azul hizo silencio. Cayó en la cuenta de que el berrinche que hacía era justificado en su mundo, no allí, donde las mujeres efectivamente hacían esos tipos de labores tan comunes y que el contexto era totalmente diferente. Respiró profundamente para intentar que el aire fresco la calmara.
-Yo no hago ese tipo de labores….- Dijo ella un poco menos enfadada.- ¡Pero no nos vayamos del tema! ¡Ayúdenme a entrenar!-
-¡Saldrás lastimada!- Insistió Fili.
-¡No si me ayudan! Además, más peligroso que el viaje que hicimos no puede ser-
Ese era un buen punto a favor de la humana.
-¡OK!- Dijo Fili a regañadientes.- ¡Tú ganas! ¡Pero esto no te saldrá gratis!-
-¿A cambio qué quieres?-
Fili sonrió maliciosamente.
-Una comida de tu mundo-
¡La cara que puso Azul al escuchar tamaña proposición! Kili tampoco se quedó atrás y secundó a su hermano. Ahora ella, de mala gana, aceptaba la petición y ese mismo día comenzaron a practicar.
Afortunadamente para Azul no fue como la práctica en Rivendell. Fili y Kili instruyeron a la muchacha pausadamente, ajustando algunos movimientos con la espada y con el arco. Las prácticas comenzaban ni bien el sol salía y terminaban cuando la luz se ocultaba sobre el horizonte. Luego de una semana, el trío fue hacia el lugar donde Dwalin y Azul se enfrentarían.
-Bueno bueno…- Exclamó Dwalin cuando los vio.- ¿Has traído a esos dos para que recojan lo que quede de ti?-
-Empecemos de una vez… -
-¿Por qué la prisa? Ven, iremos a un lugar más agradable para ti.-
Con la mano, Dwalin los guió. Atravesaron varios cuarteles y caballerizas. Los soldados que allí estaban les dejaban paso y todos miraron a la muchacha intentando comprender qué hacía allí. Siguieron caminando siempre en ascenso hasta que atravesaron una puerta donde el sol les hizo cerrar los ojos.
-Aquí es. Primero las damas- Dwalin volvió hacer un gesto con la mano y le cedió el paso. El lugar era una extensión de terreno silvestre donde los árboles crecían y el arrullo de una corriente de agua se escuchaba muy cerca. El suelo estaba cubierto de abundante hierba que daba la invitación a caminar descalzo y flores silvestres adornaban el lugar. Luego de ver tanta piedra desde su llegada, la imagen de aquel jardín escondido en medio de un cuartel alegró el corazón de Azul.
Dwalin, que estaba acompañado por dos de sus soldados, se sacó su camisa y quedó con el torso desnudo con la idea de avergonzar a la mujer (cosa que no fue así). Luego tomó su espada y se dirigió hacia el centro del lugar.
Azul había adoptado una vestimenta diferente: por intervención de Fili, había mandado a modificar su corset para que sea por debajo de su busto. Esto hacía que los movimientos de sus brazos fueran más libres a la vez que mantenían firme su cintura. Y debajo de ésta, llevaba la camisa de Thorin (que ya la había tomado como propia) junto con su preciada cota de malla. Su pantalón de viaje más las zapatillas de su mundo completaban su atuendo, sumado a su espada Calacyria que volvía a ver la luz del sol.
El enano, al verla vestida así, se rió para sus adentros pues veía que su vestimenta sugería demasiado y sus acompañantes estaban más dispuestos a mirar las curvas de la mujer que a ayudarlo.
-¿Comenzamos niña bonita?-
Azul asintió y se dirigió hacia donde estaba el enano. Una distancia de un metro los separaba. Uno de los soldados dio la señal de comienzo.
Tan rápido como un huargo, Dwalin hizo el primer movimiento. Se acercó con la espada en alto y descargó toda su fuerza contra Calacyria, que fue levantada justo a tiempo a la altura de la cabeza. Sabiendo que era incapaz de resistir por mucho tiempo semejante ataque, Azul aprovechó esa fuerza para girar su espada hacia la izquierda y así repeler la embestida. Dwalin perdió el equilibrio y casi cae, a no ser por sus rápidos reflejos al poner una mano sobre el suelo. La muchacha tomó distancia.
-Has estado cerca niña…pero necesitarás fuerza para vencerme, ¡mucha fuerza!-
Dwalin salió nuevamente a la carga. Espadas en alto, el contacto entre sus afiladas hojas hacían salir chispas que caían sobre la hierba.
-¿Qué pasa niña bonita? ¿Tienes miedo?- Bromeó el enano mientras él se alejaba a propósito.
El pecho de Azul subía y bajaba rápidamente.
-¡Deja de llamarme "niña bonita"!- Gritó ella un tanto enojada.
-¿De esta manera te defiendes? ¿Por qué no vuelves a la montaña a practicar buenos modales?-Se burló.
Esas palabras fueron el colmo. Corrió hacia él con Calacyria en alto. Dwalin, divertido, paraba fácilmente todas las estocadas que Azul arremetía y fue tal la confianza del enano que bajó su guardia a propósito.
Azul sonrió.
Estando tan cerca del enano, y haciéndole creer que había caído en su juego, dejó caer a Calacyria en uno de los embates para utilizar otra de sus armas. Dwalin tomó la espada élfica y la miró detenidamente.
-Deberías tener cuidado niña, podrías cort…-
La patada en la mandíbula que Azul le propinó lo dejó mareado. Dwalin retrocedió unos pasos producto del golpe, Azul en cambio, no salió de su postura: su pierna derecha extendida a casi ciento ochenta grados en vertical, insinuaba un estado de equilibro casi perfecto. De a poco, ella comenzó a girar adoptando una nueva posición: sus piernas estaban levemente flexionadas, una adelante y otra atrás, sus manos adquirían una posición similar a la defensa del boxeo, salvo que las palmas de sus manos estaban abiertas y sus brazos estaban levemente alejados de su pecho.
Dwalin miró a la mujer y no vio enfado alguno, sino una serenidad poco común en los combates.
-Creo que no debería haber subestimado a esta mocosa- Pensó él mientras escupía un poco de sangre proveniente de su boca.
Tiró a Calacyria y su arma para apretar sus puños. Dio pasos agigantados para llegar a ella y darle un escarmiento a tal osadía cuando, a lo lejos, el sonido de un cuerno retumbó en la región.
Dwalin paró en seco y sus ojos ya no estaban posados en Azul, sino en la puerta donde habían entrado. Azul también olvidó la pelea pues sentía que el sonido que había escuchado no traía buenas noticias. Efectivamente, un soldado entró corriendo.
-Capitán,- Dijo el soldado en Khuzdûl- …hay problemas. Teníamos noticias que una caravana proveniente de las Colinas de Hierro debía llegar estos días, pero los zorzales y cuervos que saben hablar nuestro idioma nos han dicho que están en peligro. Un grupo fuertemente armado de orcos y huargos están en su acecho. Dentro de los viajeros se encuentra Lady Diesa.-
-Ve y avisa al príncipe. Yo estaré allí.-
-Él ya está en camino, señor. Él me ha mandado a avisarle.-
El enano, a una orden de Dwalin, se retiró corriendo.
-El cuerno te ha salvado niña bonita. Pero esto no se queda así. Esta herida que tengo se paga. ¡Debo irme! ¡Fili, Kili! ¡Necesitamos de su ayuda!-
-¿Qué es lo que pasa? ¿Qué significa ese cuerno?- Mintió Azul.
-Problemas. ¡Los orcos no cazarán más mujeres!- Y se retiró junto con todos los enanos.
Azul se quedó sola en el hermoso bosque. Desde la posición en donde estaba podía ver la ciudad entera y el camino principal. A lo lejos, vio dos puntos donde uno de ellos casi le pisaba los talones al otro.
-Están cerca- Se dijo para sus adentros.
Buscó su espada para enfundarla cuando una súbita electricidad cruzó toda la extensión de su espalda. Volvió a mirar aquellos dos puntos a punto de encontrarse.
-¿Será acaso una señal?- Pensó mientras Calacyria comenzaba a temblarle en la mano.
Dwalin no quería estar mucho tiempo más relegado sabiendo que el príncipe estaba en camino. Con la destreza y rapidez que lo caracterizaba, se armó rápidamente y salió con su tropa al encuentro de Thorin. Veinte minutos después de su salida, el capitán y el segundo al mando estaban cabeza a cabeza delante de su ejército.
-Llegas tarde Dwalin…-
-Sabes lo que estuve haciendo, ¿o te has olvidado? Además, tu llamada fue a último momento. Aún así, ruego que me disculpes.-
Thorin miró detrás suyo. A unas filas de distancia estaban sus sobrinos.
-¿Los has traído?-
-Sí. Sabes que aún pende la orden de tu padre. Tus sobrinos todavía deben formarse en el arte de la guerra.-
-¿Qué te ha ocurrido en la barbilla?-
Dwalin se incomodó y no respondió. Thorin captó al instante y se rió.
-¿Te ha ganado?-
-No. Tu llamada le ha salvado el pellejo.-
-¿Y qué piensas?-
-Es una engreída… con una buena flexibilidad- El enano se tocó la barbilla recordando lo sucedido.
-¿La entrenarás?-
-Sólo si me gana.-
La ciudad quedaba atrás, y delante un terreno amplio y vasto. A lo lejos, el punto que antes había visto ya se podían ver que casi estaban al choque con la caravana y apresuraron paso. Cuando llegaron, la batalla apenas había comenzado.
La compañía de Thorin se dividió en dos, uno liderado por éste y la otra liderado por Dwalin. Con el característico grito de guerra, los soldados tomaron valor y salieron a la carga con sus armas en alto. Los orcos que estaban ocupados intentando destruir la caravana vieron como un ejército de enanos bien armados iba tras ellos. Y lo que resultó entre sus filas fue la confusión.
El jefe del ejército orco se obligó a replantearse sus estrategias. Debía ser rápido antes que los enanos se adentren más a la batalla. Montó su huargo y se alejó del campo para tener una mejor visión. Buscaba algo que esté fuera de lo común en aquel momento, y luego de unas cuantas miradas, lo consiguió. Una de las carretas estaba completamente cerrada, y protegida por un pobretón de enano que hacía lo imposible para resguardarla. "¿Resguardar una carreta? ¿Para qué?" se dijo. Y allí mismo tuvo la respuesta. De las cortinas de la carreta asomó una cabecita curiosa para ver qué sucedía y al ver que el horror y la sangre se ceñían sobre el pastizal, se ocultó.
Al ver el pequeño tesoro que la caravana llevaba, reunió sus mejores guerreros para atacar con todas sus fuerzas en ese punto. En su lenguaje, indicó a sus soldados el objetivo y ellos no dudaron.
Dwalin, peleando a diestra y siniestra con su maza que aplastaba cuanto orco se le cruzara por el camino, percibió la jugada y luego de desocuparse del orco que lo tenía entretenido, salió en la defensa de la carreta.
Vio que en el camino, Thorin peleaba muy cerca.
-¡La carreta! ¡Lady Diesa está en la carreta!-
Al oír esto, Thorin sintió una sensación de hormigueo en su espalda, muy parecido a la sensación que sentía cuando Azul estaba en peligro. Dwalin protegía la espalda del príncipe mientras avanzaban y Thorin remataba. Al llegar, el pobre conductor estaba al borde del cansancio mientras que Diesa milagrosamente estaba intacta dentro de la carreta.
-¡Aguanta!- Gritó Thorin al conductor.
El conductor sintió sus energías renovadas cuando vio que el mismísimo príncipe de Erebor estaba socorriéndolo. El jefe de los orcos rugió de ira y él mismo se lanzó a matarlo.
Dwalin subió a la carreta y entró a la tienda. Diesa pegó un grito y lanzó uno de sus vestidos en la cara del enano.
-¡Lady Diesa! ¡Tranquila! ¡Hemos venido a rescatarla!-
-Un enano…. ¡Un enano!- dijo al escuchar su voz- ¡Gracias! ¡Mahal bendito!-
-No se mueva y no grite. Ya la han visto unos pocos orcos, y no queremos que los demás se enteren que usted está aquí.-
Diesa asintió.
Cuando Dwalin salió, vio que el conductor de la carreta peleaba fervientemente y Thorin, luego de trastabillar, caía al piso a merced del jefe orco que tenía toda la ventaja para asestarle una estocada fatal.
-¡Thorin!- Gritó Dwalin, sabiendo que no llegaría a protegerlo.
Diesa, al oír el nombre del príncipe, salió de la tienda de la carreta y vio la terrible escena.
-¡NO!-
