Hola a todos hermosa gente de la Tierra Media!
¡Tanto tiempo ha pasado, pero la espera terminó!
¡Bienvenidos Dellestar y aldebara lg81 y anitacm a mi humilde morada! Me alegro mucho que les esté gustando mi historia y siéntanse libres de dejar reviews =)

carolina tarinescobar: Aquí se te aclaran las dudas =P
linnetask: ¿Triángulo amoroso? Yo diría que es un paralelepípedo =P
iriaherrera: Sí, Diesa es muy orgullosa de ser quién es. Y eso le traerá problemas a la pobre humana.

Bien, he de continuar este viaje. ¡Espero que les guste!

Lynlia

Elfos en la Montaña Solitaria

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La doncella que había sido elegida para cuidar a la humana se llamaba Sannla. Apenas contaba con la mayoría de edad, pero había trabajado toda su vida sirviendo a nobles de bajo rango (y mayormente con un bajo salario). Creyendo que la suerte llamaba a su puerta, aceptó de inmediato el ofrecimiento que Fili y Balin le habían propuesto. Servir dentro del palacio no era cosa que se presentase todos los días.
Su primera tarea fue sencilla: cuidar a la humana que estaba en una de las habitaciones de huéspedes. Había sufrido una descompensación y debía estar atenta a cualquier cambio que apareciese en ella. Además, si la fiebre aumentaba más de lo normal, debía bañarla en agua helada. Para Sannla, eso no era ningún problema.
Al entrar en el cuarto acompañada por Balin, inspeccionó –no con demasía- la habitación.
-Cualquier cosa que necesites, estaremos a tu disposición. ¿Alguna pregunta?-
-No-
-Espero que esté a gusto.-
Balin sonrió.
Apenas el enano estuvo con un pie en el pasillo cuando se olvidó algo que debía preguntar.
-¿Hablas idioma común?-
-Sí. Mis anteriores señores me han enseñado.-
-Qué bueno, pues ella no sabe hablar nuestro idioma. Dentro de un par de horas vendrá el sanador a revisarla- Luego se retiró.
Con Azul durmiendo, y Sannla sin saber qué hacer, comenzó a observar mejor la habitación. Descubrió a un costado a Calacyria, refulgiendo a la luz del sol que se colaba por las cortinas, y en una de las sillas estaba la cota de mithril. Quedando embelesada, la tomó delicadamente y las anillas tintinearon. Como ella era una enana decente y responsable, dejó la cota en su sitio y se dispuso a atender a la joven.
-Muy bien… ¿a quién tenemos aquí? Espero que no seas tan cascarrabias como Lady Ilda…Nada le venía bien a esa enana.-
Sannla tocó la frente de Azul. La fiebre comenzaba a aumentar. Inmediatamente fue al baño, tomó una de las toallas de mano y una cubeta que llenó con agua fría. Acercando una silla al lado de la cama, se sentó mientras mojaba la toalla y la depositaba en su frente. Un espasmo cruzó el cuerpo de Azul al contacto con el frío de la toalla.
-Papá…- Dijo Azul dormida.
Sannla sonrió al escucharla.

La zona residencial era un lugar bastante apacible, salvo cuando Diesa y Thorin se mostraron juntos.
Habían pasado toda la mañana paseando juntos, y ella sentía en su interior que disfrutaba muchísimo la salida, más cuando las demás enanas que se cruzaban la reverenciaban. Pero había aprendido a ocultar esos sentimientos. "Podría acostumbrarme a esto, si me caso con Thorin… claro" pensaba ella.
Por su parte, Thorin se sentía bastante molesto. Él era un enano que había aprendido a tener un perfil bajo. Las demostraciones de afecto estaban bien, pero no demasiado, y lo que le estaba sucediendo ya superaba el límite de lo que él podía soportar.
-Vámonos a un lugar más tranquilo.- Le susurró al oído.
Ella asintió.
Saliendo de la zona residencial, entraron por un túnel iluminado por pequeños ventanales donde dejaban pasar la luz del sol y cuando éstas no estaban, las antorchas hacían su aparición. A medida que avanzaban, el tránsito de los enanos comenzaba a disminuir pues ellos tomaban diferentes desviaciones que conducían a otra parte de la montaña.
Llegaron a un pequeño claro donde los picos de la montaña lo rodeaban.
-¿Recuerdas este lugar, Diesa?-
-Mmmm… creo que no-
-Aquí solíamos jugar con Dís. Aunque en ese entonces, no había el verdor que ahora ves. Imagínatelo como una gran caverna…-
Diesa tuvo que hacer un esfuerzo por acordarse. –Déjame ayudarte-
Thorin se colocó detrás de ella, tomó su mano y ambos señalaron una formación rocosa.
-Allí subía para dejar la antorcha y tener un poco de luz para jugar. Luego, saltaba y…-
-…tú corrías a los otros niños, porque jugábamos a que nos tenían que salvar. Dís y yo estábamos… aquí.-
Diesa se separó de él para ubicarse donde creía haber estado años anteriores.-Esperábamos que volvieras con una roca enorme, como si le hubieses cortado la cabeza a un orco…-
-¿Ahora lo ves?-
-¡Oh, Thorin! ¡Este fue nuestro lugar de juegos! ¿Qué le ha pasado?-
-Las cosas cambian Diesa. Por lo que me comentó mi padre, tuvieron que hacer este claro para que el aire circule y no se envicie. Además, alguna enana puede venir aquí libremente si añora el exterior. Ahora que lo pienso, Azul podría venir aquí…-
-¿Azul? ¿La humana que has traído de tu viaje?-
-Sí. Puede que te parezca un poco… descortés, al principio. Pero una vez que la conozcas, te caerá muy bien…-
A Diesa no le cayó nada bien que Thorin comience a hablar de ella en su propia cita. Así que lo interrumpió.
- ¿Habrá más salidas como ésta?-
-Tantas como me lo permita el tiempo, querida. Estamos atravesando por una época muy dura, más para ustedes, y todavía no ha llegado el golpe más duro.-
-¿Habrá guerra entonces? ¿Tendrás que partir?-
-Aunque veas todo calmo por donde vayas, piensa que es una burbuja a punto de estallar. Y sí, tendré que partir.-
Diesa abrazó a Thorin efusivamente.
-"Quisiera… quisiera que el tiempo se detuviese en este instante"- Pensó ella melancólica.
-No pongas esa cara.-Thorin le levantó el mentón. El rostro de la enana argumentaba turbación en su espíritu, pero por otro lado, la belleza que poseía le inducía hacer otra cosa.-"¡Mahal! ¡Detenme!"-
-¡Thorin! ¡Al fin te encuentro!-
Balin acababa de llegar, y ambos se separaron inmediatamente. Diesa, ruborizada y Thorin carraspeaba levemente.
-Lady Diesa, buenos días.- Saludó cortésmente el viejo enano.
-Buenos días- Dijo secamente la enana.
-¿Cuál es la urgencia Balin?-
Balin se aproximó al oído de Thorin y en un susurro, le comentó las noticias.
-¿Cómo? ¿Aquí, en Erebor?-
-Sí. Tu padre les ha dado audiencia. Creo que sería bueno que estés presente.-
-Me temo que no saldremos bien parados considerando el estado de Azul.-
Diesa, al oír nuevamente el nombre de la humana, prestó más atención a la conversación.
-Ellos saben cómo es ella y entenderán. No te preocupes.- Miró de reojo a la enana.-Lamentablemente deberás terminar tu cita…-
-Ve y dile a mi padre que enseguida estaré con él.-
Balin hizo una reverencia profunda hacia la pareja y se retiró.
-Nuestro paseo ha de terminar aquí…-
-¿Por qué?-
-Tenemos visitas importantes… demasiado importantes.-

Luego de atravesar todo el casco urbano de la ciudad que daba al exterior, donde más de un enano los miró con recelo, los elfos habían llegado a un camino en ascenso, directo al castillo, y a lo lejos, una gran puerta de hierro fundido con una larga muralla de piedra dividía los terrenos reales con los terreros del pueblo. Hasta allí llegaron y con sus ojos penetrantes divisaron varios arqueros y soldados que custodiaban los alrededores de la puerta.
-¡Alto ahí, extranjeros!- Los elfos obedecieron. -¡Deben ser muy estúpidos al llegar hasta aquí sin una autorización! ¡Identifíquense!-
-¡Somos elfos provenientes del Bosque Verde!-gritó el elfo que acompañaba a Elrond- ¡Pedimos una audiencia urgente con el Rey Thráin, hijo de Thrór!-
-¿Y quiénes son ustedes que piden semejante cosa? ¡El rey no está para atender a cualquiera!-
-Entonces dile que Lord Elrond, de la ciudad de Imladris está aquí para brindar consejo.- Y mientras decía estas palabras, dejaron que las capuchas de sus capas rodaran hacia su cuello.
El nombre de Elrond era conocido en todas las extensiones de la tierra, por lo que, por temor a represalias, los dejaron pasar, No sin antes hacerle una revisación exhaustiva de todo lo que llevaban (que no era demasiado).
Con una escolta numerosa, fueron llevados a la sala contigua a la sala del trono, donde tuvieron que esperar varios minutos.

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Sannla seguía poniéndole paños fríos en la frente de Azul. No entendía por qué no estaba
funcionando. La fiebre continuaba en aumento.
Algo preocupada, tomó el brazo de su nueva señora y también lo encontró tan caliente como su frente. Inmediatamente salió de la habitación a pedir ayuda.
Aún no conocía bien los lugares de la casa real y estuvo un buen tiempo intentando encontrar a Balin, o por qué no al mismísimo rey.
-¡Hey, tú! ¡Muchacha! ¿Qué haces aquí? No te conozco…- Exclamó Dís seriamente.
La joven enana se quedó dura al ver a la princesa. Y luego de unos segundos reaccionó bajando su cabeza
-Disculpe princesa, me llamo Sannla. Soy la doncella que el Señor Balin contrató para asistir a la humana.-
-¿Ahora tiene doncella? ¿Pero ésta quién se piensa que es?- Pensó molesta Dis.
Sannla continuó hablando.
-He abandonado mi sitio pues Lord Balin me ha ordenado que lo busque cuando vea algo raro y…-
-¿Y?-
-Pues… sabía que la señora estaba enferma, y le he puesto paños fríos en su frente. Usualmente eso funciona, pero la fiebre no ha bajado.-
-¿Desde cuándo la llaman "Señora"? ¡Esto no lo tolero!- Se dijo mucho más molesta pensando que todo era una treta- ¡Ven! ¡Muéstrame!-
Sannla obedeció a la imperativa voz de la princesa. Con paso presuroso, llegaron a la habitación de Azul y abrieron la puerta violentamente. Dís se paró al costado de la cama.
-¡Vamos! ¡Levántate mujer!- Ordenó la enana con voz altiva.
-Pero princesa….-
-¡Cierra la boca!- Ordenó Dís.- ¡Hey! ¡Te digo que te levantes!-
Dís se aproximó a la cama y de un tirón destapó a Azul dejando sus piernas y su pelvis al descubierto.
-Por Mahal… ¿Qué he dicho?- Se lamentó Dís al ver la herida que nuevamente estaba infectada. -Sannla, avisa al jefe de los sanadores que venga urgente.-
Con las indicaciones que le dio Dís, la joven enana pudo llegar rápido con el sanador.
-¿Qué es lo que pasa? ¿Otra vez la humana?- Lóni inspeccionó la herida.-Oh Mahal… esto no luce nada bien… ¿Cómo puede ser? Si le he aplicado el antídoto…-
-¿Antídoto?-
Preguntó Dís.
-Sí. Su huésped recibió (no sé cómo) una flecha envenenada por un orco.- Dís y Sannla miraron a Azul que tenía un sueño intranquilo.- Princesa, no sé qué es lo que su hermano y sus hijos traman, pero esta mujer se ha metido en un problema realmente serio. Creo que debería avisar al rey. Si el antídoto no ha funcionado, entonces algo más hay que no logro a vislumbrar a simple vista… -

Pasaron veinte minutos de espera y nadie los atendió.
-¿Qué estará sucediendo? ¿Por qué tardan tanto?- Preguntó el elfo.
-No desesperes. Tanto el reino de Thranduil como este reino se enfrentan a un mismo enemigo y deben tener sus precauciones.-
Dwalin, se acercó a ellos.
-Bienvenidos. En unos instantes el rey los atenderá. Pero antes, si vienen en paz, entonces dejarán sus armas aquí.-
Ambos elfos asintieron y Dwalin las tomó.
Las puertas se abrieron de par en par dejando entrar un aire frío. Caminaron por el piso de piedra altamente pulido que tranquilamente podía confundirse como mármol. Al finalizar el pasillo, estaba Thráin sentado en su trono de piedra.
-Bienvenidos a mi reino. Los veo cansados… ¿Han estado viajando sin descanso? Por favor, acompáñenme. Debo tener mis respetos al elfo que ha ayudado a mi hijo en su viaje, Lord Elrond.-
El rey enano se levantó y con su mano, los guió hacia una puerta.

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-¡Papá! ¿Por qué? ¡He trabajado mucho para poder hacerlo!-
-¿Pero acaso no piensas en tu seguridad? ¿Quién va a cuidarte?-
-¡Es un departamento en el décimo piso!-
-¿Y piensas que los robos no abundan en los departamentos? Si por lo menos estuvieras casada sería otra cosa…-
-¡Ah! ¿O sea que no puedo irme de casa si no tengo alguien al lado mío?-
-Eso sería lo ideal…-
-¡¿Por qué tienen que hacerlo todo complicado?!-
Veía cómo su yo salía enfurecida de la casa donde había crecido. Con un portazo cerró la puerta de calle y echó las llaves al auto.
-¡*****!- La llamó el padre, a lo que la muchacha apenas pudo escuchar.
Su padre y su madre se desvanecieron en una voluta de humo. Ahora estaba sola, o eso creía.
Una risa conocida invadió la casa. Azul comenzó a sudar del calor…
Las cavernas…
La plataforma donde una vez estuvo a punto de perder su gran tesoro apareció ante ella…
-¿En dónde estábamos mujer?- Dijo la voz de Hassar en sus oídos.

Thorin caminaba a paso vivo hacia el trono de su padre. Se preguntó si Elrond había tenido un viaje relativamente tranquilo, considerando los sucesos recientes. Luego recordó a su hija y paró en seco su caminata. La muerte de Arwen le causaría al elfo una gran conmoción y no era bueno en estos tiempos enojar a un posible aliado. Retomó el paso con más prisa que antes y rezó a Mahal para que su padre no mencione el tema, pues le correspondía a él dar la triste noticia.
Llegó hacia el recinto real y se sorprendió al no encontrar a su padre y al elfo.
-¿Dónde se habrán metido?- Se preguntó.
Unos murmullos le llegaron de la sala contigua al recinto y allí fue. Al abrir la puerta de par en par se encontró con la escena.
-¡Thorin! ¡Por fin has venido!- Dijo su padre.
-Perdón la tardanza padre, pero me han avisado cuando estaba tratando asuntos importantes.-
El rey sonrió picaresco.
-¡Lord Elrond! ¡Bienvenido a Erebor! ¡No lo esperábamos!- Saludó cortésmente Thorin.
Para él la situación era realmente curiosa. Meses atrás, era él quien necesitaba ayuda y se hospedaba en Rivendell. Ahora la situación se daba a la inversa. Veía que Lord Elrond estaba realmente cansado, algo muy raro para alguien de su raza. Era como si una luz se hubiera extinguido en sus largos años de vida. Luego, giró la vista hacia el elfo que lo acompañaba-
-¡Tú!- Dijeron ambos al unísono.

-Tendré que abrir nuevamente la herida y hacer un lavaje más profundo.- Explicó el sanador.
-No entiendo. ¿Cómo puede tener ese tipo de herida si nunca salió del castillo?- Se preguntó en voz alta Dís.
-No lo sé princesa, pero me temo que si no hago algo por esta mujer, no creo que llegue hasta la noche. El veneno ha pasado demasiado tiempo en su torrente sanguíneo. Debe haber algún pequeño trozo de flecha dentro de la herida.-
El enano sacó su bisturí e hizo por segunda vez el corte. Esta vez, lo hizo más profundo. Sannla y Dís, al ver la acción que ejecutaba el sanador, no pudieron continuar estando en la habitación. Ambas salieron pálidas y temblando.
Lóni intentaba darle una explicación a lo que estaba pasando y se extrañó que luego de semejante tajo abierto, la muchacha siguiera dormida. Le tomó el pulso y concluyó que estaba un poco bajo para lo que realmente un humano oscilaba.

-Recuérdame los últimos momentos juntos primor… -
Azul giró sobre sí misma y vio que Hassar estaba casi pegado a su cuerpo. Instintivamente se alejó.
-¿Qué pasa? ¿No te alegra verme?-
Una espada apareció en su mano. Los ataques atravesaban al gran orco pálido sin el efecto deseado. La imagen de Hassar estaba compuesta por volutas de humo.
-¿Acaso no recuerdas que tú me asesinaste? ¿O no ves las heridas que tengo en mi pecho por tu culpa?-
La piel pálida del orco generó varias heridas y al segundo comenzaron a sangrar.
-¿Soy tu primera vez? ¿Tu primera muerte?-
Hassar corrió hacia ella y la tomó del brazo, y con el otro, la aferró por la cintura.
- ¿Irónico, no? Tus ataques no me hacen efecto, pero puedo tomarte con mis manos y hacer esto…-

El grito de una mujer corrió los pasillos del palacio real. Dís y Sannla se estremecieron al escuchar terrible grito y la criada fue en busca de alguien para que el sanador fuese ayudado.
Quieta muchacha!- El enano tuvo que hacer un movimiento rápido para sacar el bisturí de la herida para no hacerle un tajo más grande del que tenía. Había desplegado todos sus instrumentos quirúrgicos para hacer una operación de emergencia.-Mahal… esto está realmente mal. ¡Debe haber algún residuo de la flecha! ¡No puede ser muy grande!-

-¡Tú!- Dijeron el elfo y enano al unísono.
Elrond fue el primero en hablar.
-Thorin, él es Gelion. Disculpa si no lo he presentado antes. Tú no habías llegado cuando tu padre nos recibió. Gentilmente se ha ofrecido para ser mi escolta durante la travesía.-
El elfo y el enano estaban frente a frente. El duelo de miradas en ellos preocupó a Elrond.
-Bienvenido a Erebor, Gelion. Hace tiempo que no nos vemos.- Dijo Thorin con formalidad alzando la mano.
-Gracias, Thorin hijo de Thráin.- Dijo él, respondiendo al apretón de manos.-Me alegra verte en tu tierra, sano y salvo.-
Tanto Elrond como Thráin no se esperaban una conversación tan fría y forzada.
-En mi vuelta he oído que han tratado decentemente al resto de mi compañía en su estancia en el Bosque Verde. Agradezco la hospitalidad de tu pueblo.-
Gelion asintió con la cabeza.
Thráin llamó a sus sirvientes para que los llevaran a sus respectivos aposentos. Y luego de veinte minutos (pues los elfos son rápidos en asearse para no desperdiciar agua) Thráin los volvió a reunir en el amplio salón. Cuatro sillas junto con una mesa rectangular los aguardaban con frutas y verduras especialmente traídas para los elfos.
-Bien.- Dijo Thráin comenzando la conversación.- Han recorrido un largo camino hacia estas tierras. ¿Qué noticias hay del Bosque Verde y de Rivendell?-
-Malas. Los orcos han tomado Imladris no mucho después de que su hijo y compañía se fueran de mis tierras. Ahora sólo hay desolación y tristeza entre mi gente.-
Thráin miró furtivamente a Thorin. Elrond siguió hablando.
-Mi pueblo –lo que quedó de él- se escondió varios días en el bosque, al oeste de las fronteras. Fue muy difícil poder ubicarlos e ir hacia el reino de Thranduil quien nos ha abierto las puertas de su ciudad de par en par…-
-Trágicos hechos me relatas Lord Elrond…-
-Desgraciadamente sí. Aún estamos reponiéndonos de nuestras heridas, pero no perdemos nuestras esperanzas. Pues sabemos que ustedes tienen la luz a la que pondrá fin a esto.-
Thorin carraspeó.
-¿El elfo aquí presente es confiable? ¿Conoce los sucesos relacionados con…?-
-¿La "Luz de Durin", rey Thráin? Sí.- Respondió firmemente Gelion.- Lamentablemente en nuestro primer encuentro no fui del todo cortés con su hijo, desgraciadamente porque uno de mis soldados vendió su alma a nuestro enemigo y recibió su paga por ello.- Luego miró a Thorin.- Ruego que me disculpe, príncipe Thorin, por el trato que le he proporcionado. Si me es permitido, también quisiera pedirle disculpas personalmente a la "Luz de Durin", Azul, como ustedes la llaman.-
-Acepto las disculpas- Dijo fríamente Thorin.- Ya tendrás la oportunidad de disculparse con ella…-
-Lord Thráin…-Siguió Elrond-… deduzco que su pueblo tampoco está exento de los ataques.-
-Cada vez son más frecuentes, hace unos días tuvimos uno donde una de nuestras mujeres estuvo en peligro pero pudimos rescatarla. Luego de lo que nosotros llamamos "La Gran Cacería" las hemos resguardado dentro de la montaña. Pero los orcos siguen desafiando nuestras defensas. Y por ello, estoy preparándolos para lanzar toda nuestra fuerza cuando llegue el momento.-
-Usted sabe que cuenta con un poderoso aliado, el rey Thranduil, que espera su llamado, si tal es su decisión. Esta guerra nos compete a todos, sin importar que seamos elfos, enanos, humanos o hobbits.-

Sannla preguntaba a enano que se le cruzaba por el camino dónde se encontraba Lord Balin. Un cocinero que volvía de llevar frutas a una reunión le dijo había dicho que lo esperaba en su despacho pues le había pedido algo para comer.
La enana, al oír esto, pidió con más detalles el lugar exacto donde se encontraría y partió presurosa. Al llegar, llamó a la puerta.
-Adelante- La enana pasó al recinto nerviosa.-¡Sannla! ¿Por qué estás así?-
-¡Oh señor! ¡Es la mujer! ¡Debe avisar de inmediato al rey!-
-¡Pero niña! ¡Dime que ha pasado!-
-¡La fiebre no le baja y ahora gritó de tal manera que ha helado los huesos de Lady Dís y los míos! ¡El sanador piensa que no sobrevivirá! ¡Y yo no me atrevo hablar directamente con el rey!-
Inmediatamente ambos salieron. Sannla volvió con Dís y Balin fue directo hacia el salón real. Los guardias que custodiaban la entrada le prohibieron el paso.

-El rey del Bosque es muy generoso por hacernos esa oferta. La tendré en cuenta llegado el momento.-
-¿Cómo se encuentra La Luz de Durin? Creí que con nuestra llegada ella estaría presente…- Inquirió Gelion.
-En este momento Azul se encuentra un tanto indispuesta.- respondió el rey.
-¿Cómo es eso?- Dijo Elrond preocupado.
-Azul se las ingenia bastante bien para violar las leyes de nuestro pueblo.- Acotó Thorin.-Y debo decir que tiene un sexto sentido para presentir cuando alguien se encuentra en peligro.-
-En este momento se encuentra en reposo. Ha sido alcanzada por una flecha orca en el muslo izquierdo y está siendo atendida.- Siguió Thráin
-¡¿Cómo puede ser eso?!- Protestó Gelion procurando modular su voz.
Un golpeteo en la puerta hizo interrumpir la conversación. Un soldado entró y saludó al modo militar.
-Mi rey, Lord Balin se encuentra esperándolo.-
-Hazlo pasar.-
Con toda entereza posible, Balin entró al recinto. Saludó a Elrond y a Gelion levemente.
-Thráin…tenemos un problema que urge su atención.- Susurró Balin al oído del rey.- La fiebre de Azul no baja. Tememos que no llegue hasta la noche.-
Las pupilas del rey se contrajeron por la noticia.
-Thorin, ve con Balin. Azul no está bien.-
Los oídos de los elfos no perdieron cada palabra que los enanos decían. De todas las palabras que pronunciaron, solo una pudieron entender.
-¿Qué le ha pasado a Azul?- Preguntó Elrond que ya no ocultaba su turbación.
-La fiebre no baja….-Sinceró el rey enano.- Conociéndolo a Lóni, se debe estar preguntando por qué.-
Thorin, se levantó de su asiento y enfiló para la habitación de la mujer, seguidos de su padre, Balin y los elfos.

-¿No te gusta que mis manos te toquen? ¿No es verdad? Hubiera disfrutado tanto este cuerpo inmaculado que posees-
Las lágrimas brotaron en sus ojos.
Azul se sentía violada.
-Oh… pequeños diamantes en tu rostro…. Haremos que ellos sean más grandes… tú y yo… juntos… Ya que no me darás a mis hijos- La mano de Hassar volvió a bajar.- ¿Dónde están tus enanos que te defiendan? ¿Y tu querida familia? Sola en un mundo que nunca te quiso y nunca te querrá…-
-¡CALLATE!-
-Ni siquiera en tus sueños puedes defenderte. Ni siquiera vendrá tu adorado Thorin a rescatarte. Porque yo, Hassar, estoy dentro de ti, dentro de tu mente. Y no saldré de tus sueños hasta que entregues tu cuerpo a mi hijo.

-¡Estúpidas visitas! ¡Estúpida mujer humana! ¡Quienquiera que seas! ¡No perdonaré que me hayas interrumpido uno de los momentos que he estado esperando por años!- Se decía a sí misma, totalmente furiosa Diesa. Entró al palacio, subió las escaleras y de un portazo entró a su habitación sin importarle el grito que se oía en el pasillo.