¡Hola a todos! ¡Hermosa gente de la Tierra Media!
Perdón el pequeño retraso, este año está muy movido en comparación con los anteriores. Intentaré mantener el ritmo de publicacion. =)
Sé que piden a los hermanitos, pero me temo que en este capítulo tienen poco protagonismo. Estoy acomodando piezas para lanzar el golpe maestro (ahhhh! =P)
En fin, ¡disfruten el capítulo!
¡Nos vemos en un mes!
Cambio de táctica
El verano había pasado. Los bosques comenzaron a cambiar de color paulatinamente, un mar ocre se extendía cerca del reino de Erebor y sus pobladores comenzaban a tomar recaudos frente al frío que pronto llegaría. Los días se hicieron más cortos y las noches más frescas.
Dos días transcurrieron luego de aquél incidente. La pierna de Azul se había deshinchado totalmente y volvía a tener el color normal de la piel. A Sannla no le llevó demasiado trabajo atender a la humana, pues ésta aún dormía profundamente, y para su alivio, sin gritos. Dís había olvidado por completo que poseía un huésped en su hogar. Diesa, en cambio, intentaba por todos los medios encontrar a su enano en todo el palacio para forzar un encuentro y Thorin y sus sobrinos practicaban en las afueras de la montaña, guiados por Dwalin; su hermano mayor, Balin, también los acompañaba.
Tanto Lóni como Elrond la visitaban en las noches para saber del estado de la muchacha; sólo en el atardecer del tercer día Azul abrió los ojos. Lo primero que vio fue a una enana que la miraba. En sus manos, poseía un libro que estaba depositado en su regazo. La mente de Azul, que hacía días que no tenía conexión con la realidad, tardó en procesar la imagen y creyó que seguía en un sueño. Volvió a cerrar los ojos no sin antes girarse y dar la espalda a la doncella. Sannla, viendo que había escuchado un ruido dejó el libro para mirar a su señora. Ésta la miraba con los párpados caídos y sin dirigirle la palabra. Luego, se volvió para dormirse.
-Al fin despertó…- Se dijo ella. Y sin hacer ruido, salió de la habitación en busca del rey.
-¡Debes ser más ágil Kili!-Rugió Dwalin luego de golpear su espalda por enésima vez- ¡Te he matado cinco veces!-
El joven enano, intentando mantener la compostura, volvió a atacarlo una vez más. Cansado como estaba, cayó al piso al mínimo golpe de hacha.
-Suficiente-Ordenó Thorin –Para el ataque que intentaremos hacer debes ser rápido. Necesitas entrenar duro.- Kili asintió en silencio, sintiéndose algo cohibido al demostrar su debilidad en la lucha frente a su tío.
El sol ya se ocultaba en el horizonte y la poca luz que quedaba no era suficiente para seguir entrenando en el terreno donde una vez Azul combatió contra Dwalin.
Cansados, sucios y hambrientos volvieron a la montaña. Dwalin vivía muy cerca de la familia real, a diferencia de su hermano, Balin, que había obtenido un cargo de alto rango y esto lo obligaba a vivir junto con la realeza. Dwalin, prefería la rudeza, las armas y la cerveza.
Quiso el destino que el príncipe lo invitara a su morada para cenar juntos, y al calor de las brasas de la chimenea discutirían asuntos de estado. Mientras uno de los sirvientes le indicaba el camino a su habitación temporaria donde podría asearse, vio que el rey Thráin caminaba un tanto presuroso, acompañado por una joven doncella de cabellos largos y negros. Vestía muy austeramente por lo que Dwalin dedujo que era una criada del reino. Por su parte, Sannla, vio que en el nivel superior estaba un enano sumamente robusto que la miraba con cierto desdén.
Rey y doncella siguieron su camino hasta los aposentos del huésped. Sannla abrió la puerta y dejó pasar al rey. Azul seguía durmiendo.
-¿Estás segura que se ha despertado?-
-Sí, mi señor. Me ha visto sentada y luego giró a la posición que usted ve en este momento.-
-Señorita Azul… - Pronunció Thráin mientras que con su mano le tomaba el hombro derecho y la zarandeaba suavemente.-Señorita Azul….-
Ella, poco a poco, comenzó a dar señales de lucidez.
-Mmmm… Kili… no molestes.-
Sannla no pudo contener una pequeña risa, que contagió al rey.
-¿Tan poco conoces a mi nieto? Él no se tomaría la molestia de despertarte suavemente…-
Azul, al escuchar aquella voz, se extrañó. Su mente por fin hizo un puente con la realidad que la rodeaba y lentamente giró. Descubrió que su pierna izquierda la movía muy lentamente y un moderado dolor apareció; dolor que se reflejó en su rostro.
-No debes moverte demasiado.- Apresuró a decir Thráin.- Te has salvado por un pelo, y no queremos que empeores.- La joven abrió los ojos, y la poca luz del sol que aún había en el cielo atacó su vista. Levantó su mano para proteger sus ojos.- Buenas tardes, o tal vez debería decir "buenas noches"-
A medida que sus pupilas se contraían para regular la entrada de luz a sus ojos, Azul vio la figura del rey, y detrás de él, a una joven enana.
-¿Señor Thráin?-
El rey asintió.
- ¿Cómo se encuentra?-
-¿Qué pasó? Siento como si me hubiera pasado un tren por encima.- Lentamente Azul se incorporó.
-Cuidado mujer… - Thráin hizo caso omiso a la palabra "tren" por ignorar su significado-Has estado en cama durante cinco días. Dos de los cuales nos has tenido en vilo.- Luego se dirigió a Sannla.- Avisa a Lóni por favor. Creo que querrá verle.-
La enana hizo una reverencia y silenciosamente se retiró.
La sala de curaciones del reino enano estaba dentro de la montaña, pero cerca de la zona militar. A medida que ella se acercaba, los enanos que merodeaban por allí comenzaron a mirarla, admirando su belleza. Algo incómoda, Sannla apuró el paso.
El camino se dividió en dos: uno de ellos conducía al exterior (donde Azul descubrió el camino hacia las caballerizas), y el otro, a unos cuatrocientos metros, una gran puerta de piedra estaba abierta donde varios soldados enanos entraban y salían; algunos de ellos con cabestrillos en la mano o con muletas para poder caminar. Allí dentro, un enano le impidió el paso para interrogarla. Luego de las explicaciones pertinentes, fue llevada con el Jefe de los sanadores que se encontraba en su despacho. Éste, al oír la noticia, dejó sus quehaceres para ser guiado por la doncella.
Dwalin adoraba el cuarto de baño de la casa real. Luego de que el sirviente le indicara cómo funcionaba la ducha, el guerrero se dejó llevar por el placer de sumergirse en una bañera llena de agua caliente. El enano cerró los ojos para repasar en su mente los movimientos adquiridos durante el entrenamiento y los aciertos y errores de Fili y Kili.
Mientras mojaba su rostro recordó la paliza que Azul le había dado y se mosqueó por eso. Intentando olvidar aquella insolente, pensó en la enana de cabellos negros que acompañaba al rey.
Sannla abrió la puerta lentamente. En silencio, ambos entraron a los aposentos de la mujer con el mínimo ruido. El rey estaba sentado al costado de la cama, esperándolos.
-¿Se ha vuelto a dormir?- Susurró Lóni, que la veía con los ojos cerrados.
-No. Pero no tardará demasiado en hacerlo.- Respondió el rey. - ¿Has encontrado a Thorin, Sannla?-
- No… iré a buscarlo enseguida.- Y nuevamente, salió de la habitación.
-Veamos cómo te encuentras muchacha… me has dado un buen susto…- pensó Lóni en voz alta.
Azul abrió los ojos y vio a un enano robusto, con una larga y suntuosa barba canosa, prolijamente trenzada. El enano se había puesto un monóculo en su ojo derecho y vio como levantaba las sábanas. Al hacer esta acción, ella se quejó.
-Tranquila- Dijo el rey.-Él es de confianza. Curará tu herida.-
La mujer nuevamente se sumergió en un corto sueño.
Ya bañado, cambiado y relajado, Dwalin bajó hacia el salón comedor donde Thorin lo estaba esperando con una mesa ya servida. Mientras cenaban, hablaron del pasado, del presente y del futuro del reino y de sus propias vidas. Las risas no tardaron en llegar a la conversación, favorecidas por el abundante vino en las jarras de plata. La joven enana, luego de andar buscando sin éxito al príncipe, escuchó el pequeño jolgorio. Tomando aire, golpeó con sus manos la puerta antes de entrar.
-Adelante- Ordenó el príncipe.
La enana, ni bien entró y cerró la puerta, se inclinó respetuosamente.
-¿Ella quién es?- Susurró Dwalin.
-Es la doncella de Azul.- Respondió Thorin.- ¿Necesitas algo?-
-Buenas noches príncipe Thorin; buenas noches señor- Dijo ella mirando al robusto enano.-El rey ha creído conveniente que le diga que la señorita Azul ha despertado. Le hará bien que la vea.-
Sannla sintió que sus ojos se desviaban para ver al enano que acompañaba a Thorin y hacía un esfuerzo por concentrarse.
-¿Azul ha despertado? ¡Por fin! Avisa a mi padre que en un momento iré. Creo que ella estará un poco hambrienta… y aquí hay comida de sobra.-
-Muy bien señor. Iré a decirle.-
-¿La doncella tiene nombre?-Preguntó Dwalin una vez que la enana se fue.
- Se llama Sannla. Tu hermano la ha contratado para que atienda a Azul.-
-No pensé que Balin tuviera buen gusto…En fin, hace rato que quería preguntarte cómo es que Azul enfermó.-
Thorin acercó más su silla y en un susurró le contó.
-¿Acaso no recuerdas la última batalla? ¿Quién creías que era el "mozalbete" que llevó a Diesa a un lugar seguro?- El robusto guerrero escupió el trago de vino que se había llevado a la boca.- Recibió una flecha envenenada. Pero no digas ni una palabra de lo que acabo de contarte…-
Sannla volvió a la habitación y allí vio como curaban a la muchacha. Pero su vista, clavada en la cama, no veía. Su mente sólo tenía lugar para procesar la imagen de ese enano fornido al que desconocía el nombre. Tardó un momento al darse cuenta de que le temblaban las manos, a lo que intentaba calmarlas para que el resto no se diera cuenta.
-¡Bien bien! ¡Esto está mejor de lo que pensé!- Exclamó por lo bajo Lóni.- Thráin, como verás sigue mejorando, pero ella debe recobrar fuerzas. Niña…. Niña…- Zarandeó suavemente a la mujer para despertarla.- Vamos, que ya has dormido bastante.- Azul apenas abrió los ojos.-Tú puedes abrirlos más… un esfuerzo y volverás con nosotros.-
La puerta se abrió silenciosamente y Thorin pasó, junto con Dwalin que llevaba un pequeño recipiente de barro conteniendo una sopa caliente.
-¿Padre, cómo se encuentra?-
Al oír la voz de Thorin, el deseo de Azul de mirarlo a los ojos pudo más que el cansancio y lentamente abrió los párpados.
-¿Aún tienes sueño? No creí que los demonios durmieran tanto.- Bromeó Thorin a los pies de la cama.
Azul frunció el ceño.
-idiota…- Contestó casi en un susurro. Mientras todos se escandalizaron por la contestación, Thorin rió abiertamente.
- Eso muestra que estás mejorando…. Bienvenida Azul.-
Luego de la sopa caliente, y de las últimas curaciones, la muchacha volvió a quedarse dormida. La noticia de su despertar fue recibida con alegría entre los huéspedes y entre los miembros de la compañía. Tanto Diesa como Dís, se mostraron indiferentes a la buena nueva. Aunque la princesa, en su orgullo, no quería reconocer que algo en su interior comenzaba a cambiar.
La mañana siguiente forzaron a Azul a despertarse. De mala gana, ella recibió un frugal desayuno que acabó por devorar por completo con ayuda de su doncella.
-Tranquila señorita… no ha comido nada en varios días. Un atracón puede caerle mal.-
-No creí tener tanta hambre….-
-Eso se arreglará con el tiempo…- Sannla sonrió.- ¿Cómo se encuentra?-
-Mejor… creo. Por lo menos ahora puedo incorporarme. Aunque necesito urgente un baño…. Debo apestar.-
-Aún no puede levantarse. Órdenes del sanador. No se precipite. -
Azul bufó.
Mientras que Sannla terminaba de lavar los utensilios del desayuno. Un "toc toc" se escuchó en la puerta. La doncella miró a la mujer para pedirle su aprobación, y al darle el visto bueno, abrió la puerta.
-Hace tiempo que no nos vemos, Azul.-
Los ojos de la muchacha se iluminaron de felicidad al ver al señor de Imladris entrar a su habitación. Su corazón latió con más fuerza, y su sangre recorrió su cuerpo con más ímpetu, fortaleciendo sus músculos.
-¡Elrond!- Exclamó ella de alegría.
Con las pocas fuerzas que había adquirido, abrazó hasta donde pudo al elfo una vez que éste se hubo sentado al costado de su cama.
-Me alegra que estés en este mundo, querida.-
Sannla, al ver que no era necesario su presencia, les dio privacidad, retirándose por unos momentos al pasillo.
-¡Tanto tiempo, Elrond!- La primera alegría que sintió ella se desvaneció en el acto al recordar todo lo que la figura del elfo representaba.-Elrond… yo… debo decirte…-
-No debes decirme nada mi querida Nénar. He escuchado de tu boca, las palabras justas que han traído paz a mi alma. Sé que Arwen reposa en calma, aunque la forma de irse de este mundo no haya sido de la mejor manera.- Azul quedó confundida mientras el elfo hablaba.
-¿Pero cómo…?-
-Shhh…. En tus desvaríos, encontré algo de verdad. La hora de la tristeza ha pasado, y debes juntar fuerzas para enfrentarte a tu destino.-
-¿Y tu pueblo?-
-Mi pueblo… o lo que queda de él, se encuentra en reino de Thranduil. Está resguardado, esperando el momento de volver a nuestros bosques.-
- No es muy alentador todo esto…-Objetó ella algo desanimada.- Lugar que llego, lugar que traigo problemas… ¡mírame!-
Elrond sonrió.
-Mi pequeña estrella, ya llegará el momento en que tu luz será tan fuerte que la oscuridad quedará relegada. Pero creo que puedo alegrarte un poco…-Elrond miró hacia la puerta.- Puedes entrar.-
Azul no lo reconoció a la primera. Su paso arrogante y su porte en alto, avanzaba a paso vivo como quien había estado esperando por mucho tiempo ese encuentro.
-Desde esa noche que no he tenido descanso. ¿Cómo te encuentras?-
-¿A quién has traído Elrond?...- La luz de la mañana le hacían cerrar sus ojos, pero al verlo más de cerca y comprobar que era él, recordó el beso en los labios que le había robado y un ligero rubor se fue encendiendo en las mejillas de la muchacha.-¡Gelion!-
-Él se ha ofrecido en ser mi escolta para llegar hasta aquí.-Instintivamente, Azul tomó las mangas de la túnica de Elrond, que no pasó desapercibido por éste.
-Sí Azul. He estado esperando el momento oportuno para volver a encontrarte y los Valar me han dado la chance.- Azul se aferró más a Elrond.-…No, por favor… no me temas. He pagado caro mi error. No soportaría que me rechaces ahora.- Gelion se arrodilló enfrente de la cama, con una mano en su pecho.
-¿Y a qué has venido?- Replicó Azul.
-A pedirte perdón y saldar mi deuda ofreciéndote mi protección… Luz de Durin.-
Azul miró gélida a Elrond, que la tranquilizó.
-Él está al tanto de todo-
-¡¿Por qué?! ¡Cuánto menos personas lo sepan, menos personas habrán de sufrir!-
-Era cuestión de tiempo. -Continuó Gelion.- Yo corroboré la historia de los enanos cuando éstos llegaron a los dominios del rey Thranduil. Pero no temas, ahora que sé la verdad juraré protegerte.-
Los ojos del elfo revelaban sinceridad, pero el recuerdo de esa noche todavía le hacía desconfiar. Y más cuando pensaba que él le había besado. Sentía un fuego interno que subía hasta las orejas y agradecía a Dios no tener las fuerzas necesarias para que se le notara más en el rostro.
-No es necesario que me respondas ahora. Pero por favor, piénsalo… Mientras tanto, estaré a tu disposición cuando lo necesites-.
-¿Por qué te incomoda su presencia, mi niña?- Preguntó Elrond.-Me ha contado lo que ha pasado durante tu estadía en su campamento.-Y con la mirada, intentó escudriñarla.-… Pero al parecer, no todo. ¿Por qué no aceptas su ayuda? ¿Por qué te aferras a mi túnica como si fueras una niña temerosa?-
Azul calló algo avergonzada, mientras que Gelion tragaba saliva.
-Creo que ustedes dos deben hablar…-
Elrond se retiró. En la habitación se generó un silencio incómodo.
-¿No dirás nada?- Preguntó Gelion.
-¿Qué quieres que diga?-
- "¿Qué ha sido de ti en este tiempo?", por ejemplo…-
-¿Es sólo para protegerme que has venido hasta aquí? ¿O Elrond fue una excusa nada más?-
-¿Por qué estás a la defensiva?-
-¿Por qué estoy a la defensiva, preguntas? Mmmm… no sé. Tal vez porque jamás creíste en mis palabras hasta que fue demasiado tarde.-
-Azul… ya te he dicho que fue un gran error. ¿Acaso no perdonarás a un elfo que ha estado ciego por confiar en alguien a quien consideraba un aliado? ¿Al fin de cuentas no los ayudé a escapar? ¿No les he dado a Thorin y a ti comida y techo cuando lo necesitaron? No seas injusta – Azul desvió su mirada.- Sé que te he tratado mal cuando estaban en mis territorios, pero no sigas hundiendo más el puñal. Desde la desaparición de Galérith que no he hablado con ninguna mujer y siento que he sido algo tosco….-
-Es la segunda vez que oigo ese nombre. ¿Quién es?-
-Mi esposa. O lo era… ya casi no conservo esperanzas de que esté en este mundo ¿Crees que ella…?-
-No me pidas que te responda esa pregunta…-
El brusco cambio de idioma por parte de Azul fue contundente.
-Ruego que me disculpes, Luz…-
-Tampoco me llames de esa manera… por favor.- Dijo ella, intentando suavizar su voz.
Gelion suspiró.
-Creo que dejaremos aquí nuestra charla. Te he presionado sin pensar en tu actual estado. Aunque te suplico que consideres mi oferta.-
Galantemente, el elfo se alejó de la cama y con una reverencia abandonó la habitación.
-¡Ahora sí que tu padre le dará una buena zurrada!- Exclamó Diesa al enterarse de que Azul había despertado del todo.
Tanto Dís como su amiga desayunaban en el salón. De casualidad se enteraron de que su huésped había despertado.
Diesa apoyó la cucharita de té sobre el platito para luego beber un buen sorbo.- ¡Creo que hubiera sido mejor que siga inconsciente para el tremendo regaño que tendrá que escuchar!-
-Espero que su historia sea creíble para habernos tenido todo este tiempo pendientes de ella. ¿Aún deseas darle clases de modales?-
-¡Obviamente que sí! Aunque te digo una cosa, amiga mía: no lo hago por ella, sino por tí y nuestra amistad. Además, está viviendo en tu hogar, ¡en el palacio real! ¡No puede andar y comportarse como si estuviera en una calle cualquiera!-
-Muy bien. También sabrás que será difícil, ¿no? Intuyo que opondrá resistencia.-
-¿A mí? ¿Oponer resistencia? ¡Mire y aprenda señora enana!- Se burló Diesa con una sonrisa de oreja a oreja.
Mediante Sannla, Azul fue comunicada que tendría en el transcurso de la tarde una reunión con el rey. Gracias a la ayuda de su doncella, pudo asearse lo mejor que pudo para estar algo respetable. Y mientras las horas pasaban, el nerviosismo de Azul comenzaba a aumentar porque sabía que su escape del palacio no le saldría gratis.
Así como lo habían estipulado, el rey apareció en la habitación de huéspedes. Y no iba solo. Balin y Thorin lo acompañaban.
-Muy bien señorita, es hora de hablar.- Dijo el rey con aire grave.- Como verás, has reincidido en tu osada conducta sabiendo las leyes de nuestro pueblo. Debería mandarte a la cárcel por esto…-
-Bueno… tan malo no puede ser…- Acotó ella. Thorin fulminó con la mirada a la mujer por aquella contestación e inmediatamente se encogió de hombros.- Lo siento…-
-Niña… ¿Por qué desafías al rey con tus acciones?- Preguntó Balin con una voz tan paternal que Azul bajó la guardia.
-Es que…sentí que Thorin estaba en peligro.- Azul bajó su mirada.
-Thorin es un guerrero experimentado, mujer. No necesita que lo defiendas.- Contestó el rey severamente.- Es más, por tu indisciplina lo has puesto en peligro en el campo de batalla y quién sabe en qué otras situaciones ha pasado lo mismo…-
-Jamás quise que su hijo esté en peligro, señor…-
-¡Entonces deja de comportarte como un guerrero! ¡Las mujeres no van al campo de batalla!-
-Padre… en el caso de ella, dudo que sea difícil separarla de una espada.-
Thráin giró sobre sus talones mirando a su hijo algo perplejo.
-Thorin… ¿Osas contradecirme?-
-Sabes que no, padre. Pero tampoco podemos considerarla como una humana común.-
-¿Y qué sugieres? ¿Dejarle pasar todas estas cosas y no castigarla?-
-Tampoco he dicho eso….-
Azul tuvo que tragarse ese comentario.
-¿Cómo se encuentra Diesa?- Preguntó ella intentando desviar un poco el tema.
-¿Cómo sabes de ella?- Dijo el rey sorprendido.
-Pues… -
-…ella la salvó.- Concluyó Thorin. -Digamos que en el medio de la batalla, yo le pedí que llevara a Diesa a un lugar seguro.-
Ahora todo le cerraba al rey y fue él que fulminó con la mirada a su hijo por ocultarle tamaña información.
-Tú y yo, Thorin, deberemos tener una charla profunda.- Luego se dirigió a todos.- No podemos dejar que se sepa esto. Sería una vergüenza para el ejército-
La conversación fue interrumpida. Dís entraba a la habitación.
-¡Hija! ¿A qué has venido?-
-A saber cómo está nuestra huésped.- Aquellas palabras sonaron falsas a oídos de Azul.-¿Cómo te encuentras, querida?-
-Mejor señora. Gracias por preguntar.-
Thorin miró a su hermana, extrañado.
-Una mujer que tiene una herida de flecha orca es totalmente extraño de disimular, ¿no es así, padre? ¿O no? Considerando la situación que vive nuestro pueblo…. Debemos dar gracias a Mahal que todo esto no se ha esparcido entre la multitud y haya quedado entre las paredes de piedra. Y perdóname el atrevimiento, padre, pero sería grandioso que todo esto quedara en secreto-
-Dís…- Dijo el mayor de los príncipes, ya con la plena convicción de que su hermana se traía algo entre manos.
-Oh, Thorin… no hondaré demasiado en los asuntos de estado, lo prometo-
-Buen punto.- Acotó el rey.
- Querida….- Dijo ella mirando hacia Azul.- ¿Qué sabes hacer, además de levantar una espada?-
La pregunta descolocó a Azul por un buen rato, debía recordar su pasado (que hacía rato que no lo hacía). Luego de unos momentos, Azul sonrió al volver a repasar su historia personal.
-Cocinar seguro que no…- Acto seguido ahogó una pequeña risa.
-¿Una mujer que no sabe cocinar? ¿En dónde has vivido?- Preguntó Thráin.
-Aquí seguro que no, señor….-Azul siguió pensando. Con sus ojos, recorrió su habitación para llegar al ropero y allí clavó su mirada. Thorin, viéndola, giró sobre sus talones para dirigirse hacia allí y abrió de par en par las puertas: la mochila estaba guardada. Él la tomó con sus manos y se la llevó a su dueña quién la abrió. Ésta sacó el voluminoso libro, ojeó sus páginas y quedó mirándolo con añoranza.
-De donde vengo me dedico a estudiar ciencias…- concluyó al fin. –Y como pasatiempo, al dibujo, obviamente.-
-Otro oficio de hombres….- Dijo Dís.- Padre, considerando que nuestra huésped sabe poco y nada de nuestras costumbres y de las costumbres de las mujeres en general, deseo que consideres esta propuesta.-
-Dímelo entonces.-
- Azul aprenderá nuestras costumbres de la mano de Diesa, que gentilmente se ha ofrecido en ayudarla. Por mi parte, correré el rumor de que ella también ha sido víctima de un intento de secuestro por parte de los orcos, con lo que quedaría justificado su convalecencia….-Azul callaba suspicazmente.- …con la condición de jamás volver a salir al exterior. Caso contrario, será llevada directamente al calabozo, sin derecho a juicio.-
-Debo admitir que no es una mala idea.- Dijo el rey pensativo.
Azul, intentaba por todos los medios mantener su cara de "no sé de qué están hablando" pero llegó a tal punto que Balin se dio cuenta de su incomodidad. Amablemente tradujo todo lo que Dís había dicho.
-Aceptaré con una condición-
El rey se mostró sorprendido de su rápida respuesta.
-¿Cuál es?-
-Deseo entrenamiento. No quiero perder la fuerza que he ganado durante todos estos meses y menos cuando tengo a Azog tocándome las narices.-
-Ella tiene razón- Dijo Balin. – Durante toda nuestra travesía ha demostrado una gran fortaleza y un aprendizaje rápido. No puede despojarla de lo que podría llegar a ser su última chance de defenderse.-
-Y yo lo secundo.- Dijo Thorin apoyando el comentario de su viejo amigo.
-Muy bien.- Sentenció el rey. –Tomaré ambas sugerencias. Pero recuerda mujer, si rompes este pacto, no me importará lo que seas, irás directo a los calabozos y sólo Mahal podrá sacarte de allí.-
Azul asintió. Se dio cuenta de que una nueva etapa en su viaje comenzaba. Esta vez, tendría que aprender, no sólo a manejar una espada, sino a abrirse camino comportándose como una mujer en un mundo donde el sexo masculino pisaba fuerte. En ese contexto, la fuerza, las destrezas y la confianza en las espadas le servirían poco y nada. Ahora, su inteligencia, su astucia y su sabiduría serían puestas a prueba. Debía cambiar de estrategia.
