¡Hermosa gente de toda la Tierra Media!
Ha pasado mucho tiempo desde mi último capítulo...
Nuestras vidas, la tuya y la mía, tienen algo en común con las historias que contamos: evolucionan, damos retrocesos, reímos, lloramos, cambiamos de lugar, de gente, de pensamientos. Cada uno de nosotros es una historia que está en constante proceso de escritura. A veces queremos borrar algo que escribimos, pero nos damos cuenta de que no podemos, otras veces nos sale bien a la primera, y otras veces nos quedamos en la añoranza de qué hubiera pasado si hubiese escrito lo que pensaba escribir...
Estos años han sido increíbles... Mi viaje tuvo algún que otro encuentro con algún orco y he salido victoriosa, he visto lugares increíbles y he conocido a maravillosos elfos, hombres y enanos. Pero lo mejor de este viaje es que he encontrado a mi Thorin... mi gran compañero de viaje por la vida. Me he mudado a la Montaña Solitaria y de nuestro amor ha nacido una hermosa niña... nuestra heredera. Pero aún así,siempre tuve en mente terminar esta historia que me vio pasar por esta nueva etapa de mi vida... No pretendan que actualice rápido porque ya no tengo el mismo tiempo que antes. En algún momento la terminaré, a mi tiempo... a mi modo.
Gracias por estar durante tantos años
Lynlia
Edit: Gracias por avisarme por el pequeño problema... esperemos que ahora se puede leer mejor ;)
Problemas dentro de la montaña
Ni bien Sannla cerró la puerta luego de despedir al elfo, puso toda su energía para que Azul luzca como una verdadera doncella de la corte. En cambio, los deseos de Azul iban por el camino opuesto. Sannla le repetía incansablemente que debía acostumbrarse a ciertas costumbres de las mujeres enanas para convertirse en una dama, Azul sentía que aún no debía mostrarse así…. Y mucho menos con Gelion.
Luego de un par de cruces entre ambas, la muchacha accedió. Poco a poco, la mujer guerrera que Azul había formado comenzaba a declinar, para dar luz a una hermosa, aunque tímida, doncella.
Sannla eligió un vestido en las tonalidades de verde, donde las transparencias de la tela le sentaban de maravillas a la piel de la humana. Para el cabello, como Azul no tenía demasiadas horquillas que la adornaran, se las ingenió para crear una hermosa trenza cocida a modo de diadema, la cual dejaba caer el abundante cabello a modo de cascada para terminar en unas suaves ondas, ya característico en la cabellera de Azul. Como sabía que le faltaba algún detalle, Sannla le prestó una delicada horquilla que se la colocó del lado izquierdo de la diadema.
Por último, y lo más cuestionable para Azul, era el maquillaje. La enana estaba dispuesta a maquillarla tradicionalmente, pero Azul se negó. Llegaron a un acuerdo donde sólo dejó pintarse en un tono parecido al tono natural de sus labios, casi como un brillo, y un toque de rubor en la zona de los pómulos. A ver el trabajo finalizado, Sannla suspiró contenta con el resultado.
-Creo que tenía razón con el maquillaje señorita. A usted le sienta muy bien el maquillaje ligero.- Y luego, la hizo verse en el espejo.
Azul se miró. Y por unos instantes no respiró. Hacía mucho tiempo que no se arreglaba de aquella manera. Se acercó al espejo y una pequeña sonrisa asomó en sus labios.
-Gracias… Sannla-
-Gracias a usted, señorita.-
-Te dije que no me llames así…-
-Entonces… Gracias a usted, Azul.-
Ambas mujeres se miraron, y el lazo de amistad quedó formado.
Sannla estuvo a punto de abrir la puerta cuando se acordó de un detalle que faltaba.
-¡Los zapatos!- Y corrió al ropero para sacar unos zapatos con taco
-¡Ahhh, no! Si voy a caminar, olvídate que voy a caminar con tacos.-
-Pero señori…- Azul la miró seriamente- ¡Pero Azul! ¡Esas zapatillas rompe con todo el atuendo!-
-Lo sé y no me importa. Además no se nota con el vestido largo.-
Ambas mujeres dejaron la habitación.
Gelion estaba esperándolas al final de la escalera. Cuando ambas mujeres salieron y observó a Azul, el elfo tragó saliva al quedarse sin palabras por lo bella que se veía. Sus sentimientos se reafirmaron una vez más y la deseó para sí. Como todo elfo de su estirpe, hizo un ademán con la mano para comenzar el paseo. Sannla, detrás de ellos, miraba los rostros de ambos y veía claramente las intenciones de Gelion, pero se notaba que el rostro de Azul deseaba terminar con esa salida cuanto antes.
-¿Vamos?- Preguntó él, ofreciendo su brazo a la humana.
-Sí, vamos- Dijo Azul, haciendo caso omiso al galanteo del elfo y tomando la delantera.
Gelion y Sannla se miraron y en esa mirada, ambos tuvieron el mismo pensamiento: "Todavía falta mucho por recorrer"
-Vaya vaya…. ¡La doncella de Imladris volvió!- Escuchó Azul proveniente de algún lado de la sala de estar.
-¡Kili! ¡Hace semanas que no te veía!- Azul corrió a abrazarlo.
-Sigues tan efusiva como siempre….- Dijo el joven enano respondiendo al abrazo.
-¡Señorita Azul! ¡Por favor! ¡No debe mostrarse demasiado afectuosa! ¡Recuerde lo que aprendimos!- Dijo Sannla mientras se acercaba a ella.
-¿Siempre eres así, Azul?- Preguntó Gelion.
-Sólo con la gente que quiero- Respondió ella, de forma fulminante. Gelion calló.- ¡Perdón, no los he presentado… él es…-
-Nos conocemos Azul, hemos estado trabajando en conjunto. Aunque tú has estado encerrada en estas cuatro paredes (que dicho sea de paso, es todo un logro que no te hayas metido en problemas), con Gelion hemos estado fuera combatiendo. No han querido que se sepa demasiado del cerco que estamos poniendo para defender la ciudad, los habitantes ya están al tanto de algunos ataques aislados, pero cada vez son más cercanos. Tanto Gelion, Fili y yo hemos estado al frente con buenas victorias. Sabemos por infiltrados que todo esto es más que molestias y que darán un gran golpe, el problema es que aún no lo sabemos….-
-No son noticias demasiado alegres….-
-No… pero hoy tengo franco. Si de algo te sirve….-
-Entonces, ¡ven con nosotros!- Pidió de manera alegre, pero a su vez, con su rostro le imploraba que fuera con ellas.-
Al aceptar, Gelion se mofó al ver que nada le estaba saliendo a su gusto. Así, entre los cuatro, salieron a la ciudad protegidas de las mujeres.
Luego de salir del recinto real y andar por un camino, una carreta tirada por 2 ponis estaba esperándolos. Con Gelion conduciendo, se dispusieron a viajar.
Tomaron un camino (que Azul lo había hecho caminando y había tardado más de media hora en realizarlo) donde había varias casas una pegada a la otra, mayormente estaba habitado por mujeres enanas solas o con sus hijas. Muy de vez en cuando podía verse algún varón, y la muchacha intuyó que se trataba de sus esposos y/o hermanos.
Kili comentó que los enanos que se podían ver tenían autorización para residir allí y todos los meses debían renovar esa autorización.
Luego de un par de minutos, llegaron a una calle donde podían atar la carreta sin peligro alguno. Esta vez, Gelion fue más rápido que Azul y tomó su brazo para que descanse sobre el suyo.
-¿Vamos?- Preguntó él.
Azul, respiró hondo y asintió.
Caminaron por varias calles mirando negocios. Y cada vez que se acercaban a la plaza principal, más gente se agolpaba a las calles. Cuando se dieron cuenta, habían puestos por las calles, banderines de colores, música y baile alrededor: una feria se estaba gestando dentro de la ciudad.
Gelion, por ser el más alto de los cuatro, caminaba adelante pues fácilmente abría paso frente a la multitud. Centenares de familias enteras estaban disfrutando de una jornada que estaba transcurriendo con normalidad. La risa de los más pequeños inundaba la plaza principal, en el aire se sentía el aroma de pasteles recién horneados, listos para ser vendidos. A todo esto, varios grupos de música amenizaban con flautas, violines y arpas.
La tozudez de Azul frente a la salida comenzó disminuir cuando Gelion compró una manzana acaramelada y se la puso frente a sus narices. Ella, intentando parecer lo más resistente posible, aceptó el regalo de mala gana. Todos la miraron como diciéndole "prueba un pedazo" y así lo hizo. Al probar el dulzor natural de la manzana con el del azúcar derretida, un recuerdo de su niñez subió por su garganta pasando hacia sus ojos... miró la manzana como preguntándose qué tenía aquella para que le generase tantos recuerdos en simultáneo.
-¿Azul? ¿Te encuentras bien?- Preguntó Gelion un tanto preocupado, pues el rostro de la muchacha se había arrugado.
Azul, masticó la porción y tragó a la fuerza.
-Sí… estoy… bien. Gracias por la manzana…- Dijo casi con dulzura. Kili se extrañó por el tono en la voz de ella.
A medida que avanzaban, la barrera que había puesto Azul frente a Gelion comenzaba a deshacerse. Hacía meses que la joven no tenía una salida donde verdaderamente pudiera divertirse, y poco a poco, comenzó a relajarse. Los juegos de kermesse fue el principal atractivo de la feria. Uno de los juegos estaba atiborrado de enanas, algunas acompañadas de sus esposos que hacía cola. El tiro al blanco era el preferido, cuyo primer premio era una hermosa tiara de rubíes, esmeraldas y diamantes para la que pudiera derribar el blanco más difícil. Como segundo y tercer premio, había un juego de pendientes y gargantillas de plata y bronce respectivamente.
Azul codeó a Kili para que juegue por Sannla y él aceptó con gusto.
-Yo jugaré por ti.- Dijo Gelion, y le guiñó el ojo. Las mejillas de Azul se tiñeron cual rubí al sol.
Mientras que el elfo se acercaban a pagar una rueda, vieron que un enano estaba pagando, acompañado de una hermosa enana.
-¿Thorin?- Se preguntó Kili al verlo.
Luego de pagar, el enano se dio vuelta, y efectivamente era él.
-¿Ocupando el tiempo libre, sobrino?-
-¡Obviamente!- Kili se dio vuelta y llamó a los demás para que se apuren.
El brinco en el corazón de Azul al ver a Thorin fue aplastado al reconocer que la doncella con la que estaba acompañado era Diesa. A su vez, la sorpresa que Thorin se llevó al ver a su protegida vestida tan elegante, lo dejó sin aliento por un instante.
-Príncipe Thorin.- Gelion hizo una reverencia. Rápidamente el enano volvió en sí y respondió a la reverencia. -Gelion… un gusto tenerte aquí. ¿Participarás?-
-Claro que sí- Sonrió el elfo.
Dos enanos y un elfo jugarían al juego. El dueño, los hizo separarse entre sí y ponerse a una cierta distancia. A cada uno le dio cinco bolas de caucho que las utilizarían para alcanzar el premio. Lo que ninguno de ellos sabía, era que el dueño tenía un as en la manga.
-¿Están listos?- Preguntó el dueño.
Los tres participantes asintieron. El dueño del juego accionó una palanca, y los blancos comenzaron a moverse erráticamente mediante un sistema de engranajes. Los participantes miraron al dueño sorprendidos.
-¡Vamos! ¿Qué esperan? ¡A jugar, que es por tiempo!-
Los tres se pusieron en posición y comenzaron a tirar las bolas. Sólo Kili acertó, llevándose el tercer premio. Como un caballero, ofreció el premio a Sannla, que quedó embelesada.
-Quiero otra oportunidad.- Dijo Gelion, algo ofuscado.
-Yo también tiraré nuevamente.- Se apuró a decir Thorin.
Diesa, que estaba un tanto apartada, se acercó al grupo.
-Felicitaciones Sannla, tienes una bonita bisutería.- Dijo la enana, intentando desmerecer el premio.
-Gracias… señorita-
Diesa se dirigió a Azul
-Veo que el elfo intenta alcanzar el primer premio…-
-Sí… al parecer es algo terco en algunas cuestiones- Contestó Azul intentando desmenuzar la doble intención de esa frase.-
-Es una lástima que tanto esfuerzo termine en la nada… Thorin ganará.-
-Si la suerte lo acompaña…- objetó la humana.
La segunda ronda terminó sin ganadores. Tanto Gelion como Thorin comenzaban a tomárselo muy personal.
-¿Una tercera ronda?- Preguntó Thorin
-Pongámosle un poco de pimienta al asunto…-
-¿Qué sugiere?-
-El que tira más blancos móviles invitará a todos una ronda de pasteles… nuestras doncellas seguro lo apreciarán mejor que una botella de vino, ¿no cree?-
Thorin sonrió y así quedó pactado. La tercera ronda comenzó y los lanzamientos nuevamente comenzaron finalizando en un nuevo empate.
-Sinceramente… esto de ver quién mea más lejos me irrita bastante…- Susurró Azul a Sannla.
-¡Señorita! ¡Eso no es propio de una dama!- Dijo Sannla algo escandalizada.
-Ten- Susurró Kili. Y deslizó en su mano una moneda de plata.- A ver qué puedes hacer tú.-
-¡Príncipe Kili, tampoco eso es propio de una dama!-
-¡Sannla!- Objetaron Azul y Kili.
-Inténtalo.- Siguió Kili- Si ganas, no te pediré que me devuelvas el dinero, pero si pierdes, tendrás una deuda conmigo.-
-¿Otra más?-
Azul se acercó tímidamente al dueño del juego.
-Dime querida. ¿Qué se te ofrece?-
-Quiero probar suerte.- Y mostró la moneda de plata.
-¿Estás segura? Las mujeres no suelen jugar este tipo de juegos. Se necesita mucha potencia en el lanzamiento.-
Azul tuvo que contener de no mandar al diablo al enano. Éste, al ver su cara, aceptó y le dio las cinco bolas. Tanto Gelion y Thorin se miraron cuando ella se posicionaba.
-¿Están listos los tres?-
-¡Sí!-
-¡A jugar!-
El dueño accionó la palanca y el juego comenzó a andar.
-¡Vamos Azul, tú puedes!- La animó Kili.
La gente que estaba alrededor, comenzaba a murmurar:
-No podrá… las bolas son muy pesadas…-
El primer tiro de Azul fue muy corto. Tomó la segunda bola…
-Es un juego de hombres esto…. Nosotras no podríamos ganar aquella tiara…-
Aquellos molestos comentarios volvieron a irritar a la muchacha que lanzó la segunda bola con furia, casi pegándole a un blanco de menor categoría.
-No…- Se dijo ella.- Yo no soy así… - Y cerró sus ojos para tranquilizarse.
-¡Vamos niña! ¡Pierdes el tiempo!- Dijo el dueño.
Azul extendió el brazo, y lanzó hacia el más difícil objetivo. Y cosa rara: a pesar que de no pudo derribar el blanco móvil que le daría la tiara, la bola rebotó y dio a parar en el blanco del segundo premio. Lo había derribado.
El dueño se quedó mirándola.
-¡Felicitaciones! ¡Has ganado el segundo premio!-
-¡Shhhh!. No me desconcentre. Todavía no acaba el juego- Dijo ella mostrándole las tres bolas que le quedaban.
Si bien no pudo seguir ganando premios, se había quedado con la gargantilla y un pequeño muñeco de tela por un blanco de menor categoría.
El primero en aplaudir fue Kili, seguido por Sannla que no podía creer que había triunfado. Luego, el resto de las enanas que se encontraban en el lugar. A raíz de eso, muchas de ellas probaron suerte, para sorpresa y beneficio del dueño del juego.
-Creo que ambos perdimos… - Escuchó decir a Thorin, el elfo.
-Y creo que ambos, como caballeros que somos, que debemos invitarlas a la pastelería.-
A pesar que la rencilla que se había armado entre ellos, ambos entendieron la lección y pusieron paños fríos al asunto.
Luego de que Azul recibiera su tan preciado segundo premio (y con una sonrisa que iba de oreja a oreja), la pastelería fue el punto donde relajaron tensiones. Pasteles de crema, frutas, panes recién horneados estaban a la vista de todos. Las enanas hacían cola para comprar y algunas mesas estaban en las calles donde algunas familias degustaban esos manjares junto con una buena taza de té. Uno de los encargados del local, reconoció al príncipe e inmediatamente hizo colocar una nueva mesa para los recién llegados. Una enana los atendió y Thorin pidió té para seis y algunas porciones de torta. Tanto Azul como Kili lo miraron raramente, acostumbrados a pedir su buena pinta de cerveza y entre ellos comenzaron a reírse.
Dwan había llegado a un lugar seguro. No fue necesario salir de los límites del reino, sino que se alojó muy cerca de la ciudad de las mujeres. Tener contactos dentro del palacio tenía sus ventajas. Además, podía marcar aquellas mujeres que fueran dignas de ser mercancía para vender. Y tal vez, podría encontrar aquella humana que le hizo la vida imposible.
El tiempo que llevó en la cárcel, si bien no fue demasiado en comparación a otras veces, hizo que su piel perdiera el color dorado (muy favorable, según él) que el sol le había dado y había perdido algo de masa corporal, no así en los brazos que los tenía firmes producto del entrenamiento. Cuando llegó a su guarida, casi ni lo reconocieron al verlo de esa manera, pero con sólo decir un par de palabras, todos sus allegados supieron que Dwan había escapado y estaba nuevamente entre ellos.
Esta vez, el enano buscaría venganza, sin dejar de atender sus asuntos personales, porque según él, mataría dos pájaros de un tiro: seguiría buscando presas mientras encontraba a la humana.
Para suerte suya, los contactos que tenía dentro del palacio, le proporcionaron buena información, aunque no demasiado exhaustiva. Aquellos enanos también cuidaban de no levantar sospechas. Sabían que una humana de las características de Azul vivía dentro de la montaña, pero sólo la habían visto pasar de a ratos. También sabía que una enana llamada Diesa, proveniente de las Colinas de Hierro se alojaba en los aposentos reales, como toda mujer de alto linaje que amaba las joyas y la comodidad. Dwan recordó que en su cautiverio se habló un ataque librado meses atrás contra una caravana donde sólo una enana de elevada reputación viajaba. Así que no dudó en que era una allegada muy cercana a Thorin. Las malas lenguas decían que estaba haciendo todo lo posible por conquistar al príncipe enano y llegar al trono y para ello, la humana era la excusa perfecta.
El enano quedó atónito con lo que escuchaba. Su instinto perverso le aconsejó vigilar a la tal Diesa, aunque fuese una jugada muy difícil hacer, y así lo hizo. Si lograba tener éxito en esta empresa, tendría la plena confianza de su principal comprador, Azog. También recordó que la humana era muy apegada a los jóvenes príncipes lo cual dificultaba la tarea. Aún así, nada lo amedrentaba. Tiempo tenía de sobra.
Semanas después, los mismos informantes confirmaban la conexión entre Diesa y Azul. Y si bien, Diesa tenía más libertad de deambular por cualquier lugar, Azul estaba prácticamente confinada al palacio. También dos elfos llegaron al reino y se quedaban como huéspedes.
El plan de Dwan comenzaba a tambalear. Al ver que las cosas no marchaban a su gusto, informó a su comprador sobre esta situación. Necesitaba pedir ayuda, y quién mejor que Azog para propiciarla. A cambio, rechazaría el dinero de la venta de la humana pero no de la enana, llegado el caso que ella también caiga en sus manos. El tener a una dama del reino no era botín para despreciar.
Una noche se miró al espejo. Aún no había recobrado su color de piel. El permanecer en las sombras lo había transformado en un ser reacio a la luz del sol, pero ya no lo soportaba, pues sólo las enanas pasaban su tiempo ocultas… Ese razonamiento dio vueltas en su cabeza por varias horas.
Volvió a mirarse al espejo.
Aún tenía su piel tersa propia de la juventud enana y su cuerpo enflaquecido producto del encierro le hicieron tener una idea totalmente descabellada, inescrupulosa y humillante para alguien como él, pero muy provechosa si la pensaba con sumo cuidado.
Tomó su cuchillo y a la luz de la vela amagó en rasurarse lo que quedaba de su corta barba. Su mirada se concentró en el reflejo de sus ojos. Frunció el ceño y por segunda vez, se humilló.
Un mes después, el plan daba sus frutos. Al principio quisieron lincharlo, pero lentamente comenzaron a confiar en su plan. "Nunca pensé que llegaría a esto…. Pero los resultados son contundentes", se decía a sí mismo para fortalecer su ambición. Y sus ganancias también florecieron.
Azog vio un incremento, aunque sutil, de mujeres hacia sus aposentos, pero ya no deseaba a ninguna de ellas. Desde que Azul se había escapado del Bosque Verde, sus intentos por perseguirla fueron detenidos por la feroz defensiva de los elfos aquella noche. Tuvo que replegar sus fuerzas y escapar del bosque.
Las noticias de Dwan sobre una enana de la corte que estaba relacionándose con Azul fue un golpe duro para él. Sabía muy bien que no podría atacar directamente al corazón de Erebor pero, al igual que Dwan, vio en esa información una buena ventaja. Sabía que las mujeres de la corte eran sumamente orgullosas y obstinadas en sus propósitos y el tener metida a una humana era sumamente molesto, más si su meta era ascender al trono. Envió un mensaje al enano que las pusiera bajo una vigilancia extrema para no levantar sospechas y así estudiar cada uno de sus movimientos. Mientras leía la carta del enano, se sorprendió al ver que rechazaba el pago por Azul. "Pobre tonto….no sabe que es ella quién tiene más valor", pensó.
Pasaron las semanas y las noticias que llegaban del palacio se tornaban más sabrosas para ambos. Era evidente que Diesa no estaba a gusto con Azul. Los informes argumentaban que en su mirada podía verse el desagrado de impartirle clases de modales (Azog profirió una risotada cuando leyó esta parte) y una terrible envidia hacia ella. Por otro lado, el elfo llamado Gelion (al cual recordó perfectamente), era muy asiduo en pasar varias veces por la habitación de la muchacha sin llamar a la puerta.
En su mente, el orco vislumbró una red de intereses que podría aprovecharlo y comenzó a trabajar en ello. Necesitaba un último reporte para poner en marcha su plan.
Mientras el pedido estaba en proceso, Azul abrió el pequeño cofrecito donde descansaba la gargantilla. Menos labrada que la tiara pero finamente trabajada, la gargantilla era una obra de arte de la orfebrería enana. Siete flores de plata labradas exquisitamente adornaban la parte central de la gargantilla formando una "v". En cada una de las flores poseía una pequeña gema de zafiro, no así la flor del medio, donde la gema era un poco más grande y sin romper con la delicadeza de la composición. La cadena de la que pendía tan magnífica obra, también estaba decorada con varias hojas labradas con el más mínimo detalle. Los pendientes en cambio, se componían de dos pequeños zafiros donde caían hilos de plata que tintineaban entre sí. Si ese era el segundo premio, no había dudas que el primer premio estaba hecho con una delicadeza indescriptible. La gargantilla de Sannla se componía solamente de una cadena con un pequeño rubí, recubierto con pequeñas flores elaboradas, mientras que los rubíes que componían los pendientes eran del tamaño de la cabeza de un alfiler grande.
-Son siete gemas, señorita…como la constelación "Corona de Dúrin".- Acotó Sannla inocentemente.
-Ah….- Mintió Azul intentando que el comentario pasase desapercibido. Los enanos y el elfo se miraron bastante incómodos con la observación de la enana. –Casualidades de la vida…- remató la humana.
-Felicitaciones Azul….se ve que se te da bien los trabajos masculinos.- Dijo Diesa mirándola irónicamente.
-De nada señorita.- Contestó Azul cortésmente sin sentirse ofendida (ya que tenía razón).- Sólo se necesita voluntad y creer en una misma para conseguir lo que se desea… -
-¡Bien dicho!- Exclamó Kili y le dio una palmada en la espalda que casi le saca los pulmones.-¡Lo siento!- Se disculpó.
-Ahora deberá buscar un lugar donde pueda usarlo.- Objetó Diesa.- Ese tipo de gargantilla se usa en eventos especiales.-
-Exactamente- Secundó Sannla.- Me temo que no podremos lucirlos en un buen tiempo.-
-Eso se puede arreglar.- Dijo Gelion.- Si tú lo deseas Azul (y con el permiso del rey para salir del palacio) me gustaría llevarte a cenar, así podrás usar tan preciado objeto.-
¡Qué momento para Azul! La propuesta no fue esperada y Azul quedó pálida sin saber qué decir. La mesa hizo un silencio sepulcral esperando una respuesta y sentía los ojos penetrantes de Thorin que la miraba como si esperara la contestación.
-¡El té!- Exclamó la joven camarera que los había atendido y se acercaba con una enorme bandeja repleta de tazas y porciones de torta.
- ¡Qué buena ocasión para evaluar lo que has aprendido!- Exclamó Diesa con una sonrisa de oreja a oreja.
Azul agradeció enormemente a la camarera y a Diesa por esa distracción. Tanto Kili, como Gelion y Thorin notaron el cambio en los modales de la humana, pero se notaba lo duro que era para ella comportarse de esa manera. Mientras ella demostraba lo que había aprendido, los enanos sacaron un tema de conversación para que pudiera olvidarse de las lecciones. Thorin participaba activamente de la charla, pero no podía dejar de echarle un ojo a Gelion, para después pasar a Azul, y así sucesivamente.
El último reporte de Dwan llegó a manos del jefe orco. La risa fue tal que los soldados que lo acompañaban tuvieron miedo. Sus sospechas habían sido confirmadas. Inmediatamente envió mensajeros a Dwan sobre esta situación:
"Esto debe ser una broma de mal gusto. Con tu último informe me has hecho reír en sobremanera. No puedo creer que haya una situación amorosa y que ellos mismos no se estén dando cuenta. Si bien me asquea profundamente todo esto, ¡es una muy grande ventaja! ¡Jugaremos con esos sentimientos tan estúpidos a nuestro favor!
"Con todo respeto, debo disentir en su observación. Mis informantes me anuncian que si bien son correctas sus sospechas con respecto a Diesa y a Gelion, hay muy poca información acerca de los sentimientos de Thorin y Azul. Eso no quita que ese triángulo (o como usted quiera llamarlo) esté. "
Azog vio que Dwan tenía agallas para contradecirlo. Pero lo que el enano no sabía era toda la historia previa entre el enano y la humana.
"NO ME INTERESA LO QUE TÚ CREAS. Da las gracias que estás lejos porque sino ya te hubiera cortado la cabeza con mi cimitarra. Consígueme de cualquier modo a las mujeres. Tu cabeza está en juego. NO FALLES"
El último mensaje del orco le hizo estremecerse. Así como Azog se lo había comunicado, su cabeza pendía de un hilo y ya no podía retroceder.
A último momento, un espía le informaba sobre las últimas novedades.
-¿Qué me tienes Drek? No estoy de humor para estupideces-
- Señor, el elfo invitará a la humana a dar un paseo por el barrio residencial. Lo mismo hará Thorin con Diesa.-
-¿Cuándo será?-
-En menos de una semana. Los informantes no pueden precisar el día exacto. Pero pueden decirnos con firmeza que fue el rey quién sugirió la invitación a su hijo. En cambio el elfo habla solo practicando cómo invitará a la humana.- Dijo esto último casi riéndose.
La leve risa contagió a Dwan. El elfo era muy aguerrido, pero un inútil con las mujeres. Con un gesto, despidió a Drek y le dio unas monedas como pago por la información.
Antes de irse, Drek sugirió algo.
-Señor, sea lo que sea que esté planeando, recuerde que luego de esto no tendremos ninguna conexión con el palacio.-
-Ya lo sé. No tienes qué decírmelo. Vete.-
-¿Y bien?- Preguntó Kili a las mujeres luego de ver que la bandeja del té estaba completamente vacía. -¿Qué quieren hacer ahora? Hemos comido y bebido.-
-¿Qué quieres hacer Sannla?- Le preguntó Azul.
-Señorita, sólo soy una dama de compañía. Yo voy a donde usted vaya.-
-Pero tú y Diesa son las que conocen el lugar mejor que yo.-
-Deberíamos seguir con las lecciones querida…- Acotó Diesa.- Hoy aprenderás a diferenciar una baratija de la orfebrería enana. Una buena dama debe reconocer a simple vista lo bueno de lo malo.
-Debo admitir que eso suena interesante.- Se sinceró Azul.
-Y creo que es bueno poder caminar un poco…- prosiguió Sannla.- Caminar le ayudará a sanar su herida.-
-Sí, ya casi no duele.-
Los seis se retiraron de la pastelería no sin antes pagar la cuenta. El paseo por las calles del lugar junto con Diesa fue enérgico. Con sólo apenas asomarse a la vidriera de los locales de joyería, la enana podía diferenciar una verdadera joya de una imitación. Y por primera vez, Azul reconoció su talento.
La tarde se había ido y daba lugar a las primeras sombras de la gran caverna donde se alojaba la ciudad. Muy pocas enanas se veían en las calles y las tiendas comenzaban a cerrar. Los varones ya estaban queriendo volver, Diesa, en cambio insistía en visitar varios locales. La mente de Azul no podía recordar tantos detalles en un solo día y empezó a perder el interés.
-¡Vamos Azul! ¡Aún no hemos encontrado el local correcto!-insistía la enana.
-¿No cree que fue suficiente, Lady Diesa?- Objetó Azul.
-¡Nunca es suficiente cuando de aprender se trata!- Protestó Diesa-¡Humanas! ¡Qué poca perseverancia!-
Sannla no tradujo la última frase por temor a un futuro reproche por parte de Dís. Los varones, mientras tanto, quedaron rezagados dos cuadras atrás.
-Audaz de tu parte invitarla a salir…- dijo Kili levantando sus cejas mientras seguía caminando.
-¿Por qué lo dice príncipe Kili? No veo el problema. Es una mujer fuerte y decidida. Es una piedra preciosa que no muchos ven. ¿No lo creen?-
-No es una mujer común, lo sabes bien.- Contestó Thorin manteniendo un tono de voz cordial.
-Ninguna mujer es común si es deseada por uno.-
-Debo recordarte que su estadía en este mundo es temporal.- Aseveró el enano.
-No si la convenzo de que se quede.-
Thorin paró en seco. Gelion, dos pasos más adelante que él, se dio vuelta tranquilamente.
-No irás más allá de la decisión de Mahal- sentenció.
La mirada del enano era seria pero contenida. Kili, que conocía a su tío, intentó escudriñarlo en secreto.
-Ya veo… entonces deberé rezar mucho a Manwë para pedir su intercesión.- Y dándole la espalda, quiso alcanzar a las mujeres. Thorin se lo impidió.
Mientras tanto, las mujeres encontraron un local digno de ser visitado, según la recomendación de Diesa. Al abrir la puerta, el tintineo de una campanilla dio el aviso a las vendedoras, y el grupo vio que toda la joyería estaba finamente expuesta para ser admirada. Diesa, embelesada, exclamó:
-¡Al fin un lugar que realmente vale la pena visitar!-
-Muchas gracias por el cumplido noble dama. No tenemos muchas visitas pues son pocos los que saben reconocen la calidad de lo que vendemos- Argumentó una enana detrás del mostrador.
Más alta y robusta que Diesa, la vendedora les hizo un ademán para que se acercaran al mostrador.
-¿Puedo tener el honor de saber su nombre señorita?-
-Diesa, hija de General Andravi, de las Colinas de Hierro-
-¡Oh! ¡Tenemos una mujer de la corte! ¡En verdad es todo un honor! ¿Y las mujeres que la acompañan?-
-Pues... ella es Sannla, doncella de la humana…. Azul.-
La enana notó el desgano en la mirada de Diesa y sonrió levemente.
-Mi nombre es Lorna, es un gusto de tenerlas en mi humilde comercio. ¿Qué puedo ofrecer a tan magnífica visita?-
Diesa llamó a sus compañeras para acercarse y ver la mercadería.
Si algo aprendió Azul en toda la travesía hasta llegar a Erebor, fue el estar alerta todo el tiempo. De reojo, comenzó a observar los diferentes objetos y las enanas que allí trabajaban. Para ser un lugar donde se vendían joyas, había varias de ellas trabajando enérgicamente.
Mientras Diesa estaba embelesada con las diferentes piezas que le mostraba la vendedora, ésta le dirigió la palabra:
-¿Te gustaría probar algo querida?-
-Recuerda que es una humana. Nuestra lengua es muy complicada para ellas- Le dijo Diesa.
-Yo le traduciré, Lady Diesa.- se ofreció Sannla.
Las miradas de Lorna y Azul se clavaron por unos instantes…
-Yo…. –Dudó Azul- ¿Nos vimos en algún lugar?- preguntó.
-Oh… querida. Me parece que te confundes con alguna otra enana. ¡O por ahí sí nos habremos visto! ¡Siempre somos las mismas enanas que deambulamos por los mismos lugares!- Dijo apenada Lorna luego de que Sannla le haya traducido la pregunta. Acto seguido, entró por una puerta privada y salió con varias cajas que depositó sobre el mostrador. Al abrirlas, las más delicadas tiaras, collares, aros y anillos, fueron la delicia a los ojos de Diesa que no paraba de alagar las manos del joyero que los había creado.
Luego de escuchar la traducción de la respuesta de su doncella, Azul se quedó pensativa y algo inquieta. Y a partir de ese momento, observó con mucho cuidado a la vendedora sin dejar de mirar a su alrededor.
Lorna seguía atendiendo a las mujeres y cada vez mostraba más joyas intentando retenerlas, pero ya no era la misma. Se la veía algo insegura y sus palabras sonaban como si recitase un texto aprendido de memoria. Las enanas que trabajaban allí, las miraban de reojo y trabajaban dubitativamente como si hubieran perdido la concentración.
Azul tomó la mano de Sannla y la retiró del mostrador. Hablando por lo bajo le dijo:
-Ve a buscar a Thorin y dile que venga de inmediato.-
-¿Algún problema Azul?- Sannla abrió los ojos.
-Espero que no. Ve directamente con Thorin. No llames mucho la atención.- Le recomendó
La enana asintió y tranquilamente salió del lugar. Azul volvió con Diesa.
-¡Oh! Su amiga nos ha dejado…- Dijo Lorna al ver que Sannla cerraba la puerta. Luego miró a una de sus empleadas y le hizo una seña.
-¿Mi amiga? No no… ninguna de las dos son mis amigas. Sólo son una espina en cada zapato.-
"No me extraña" Pensó Azul para sus adentros. Vio como una empleada se dirigía hacia la vitrina que daba a la calle y corría las cortinas.
-¿Ya cierran?- Inquirió la humana.-Creo que llegamos tarde para comprar Lady Diesa-
-¡Tonterías! Le diré que hasta que no nos vayamos, no pueden cerrar.- Luego se dirigió a Lorna.- ¡Plebeyas!- Lorna sonrió.
-De algo hay que ganarse la vida… ¿no es cierto señorita?-
Al escuchar la frase, instintivamente Azul la miró, pero no dijo nada. ¿Dónde la había escuchado anteriormente? Su corazón comenzó a latir más rápido.
-¿Qué pasa Azul?- Preguntó Diesa al verla. –Te has puesto pálida de repente.-
Azul rápidamente clavó su vista en Diesa. El recuerdo de sus paseos solitarios a la ciudad afloró en ese mismo instante. Miró a ambas enanas y el color de piel difería muchísimo. Mientras que la piel de Diesa era tersa y sedosa producto del cuidado meticuloso con una tez que apenas viraba al rosado, la de Lorna carecía de esa suavidad característica de las mujeres enanas. Y aunque tuviera maquillaje, el color de sus manos no se condecía con su rostro. El tono de su cuello la delataba…
- Lady Diesa, debemos irnos…-
En ese instante, la campanilla de la puerta sonó nuevamente. Gelion había entrado al lugar. Tuvo que agacharse para poder pasar cómodamente al lugar. Ni bien el elfo entró, una enana cerró la puerta con llave.
-Azul, Diesa creo que deben… - Gelion interrumpió su comentario. La enana le tomaba del brazo con una fuerza fuera de lo común y amenazaba su espalda con un cuchillo.
Azul tomó por la fuerza la muñeca de Diesa y la alejó del mostrador. Unos cuántos anillos cayeron al piso.
-¿¡Qué haces!? ¡Me lastimas!-
-Intentando salvarte el pellejo… aunque creo que es demasiado tarde- Dijo con voz temblorosa Azul al ver que también Gelion también se había metido en esto.
-No pensé que tardaras tanto tiempo en darte cuenta…. Azul.- Dijo Lorna cambiando el idioma y el tono de su voz por una más grave.
