Chapter 4
Oops, creo que se me olvidó ésto. No me pertenece ninguno de los personakes, son propiedad de J.K. Rowling. Si los personajes fueran míos estaría tomando té en un café de Londres. No estaría sentada en mi diminuto cuerto en Alabama. Gracias a J.K. por prestármelos un rato.
Hermione había visitado el Louvre sólo una vez en el pasado, así que se sentía un poco ansiosa por recorrer el museo a su antojo. Sin embargo, tenía trabajo que hacer. Sí llego a ver algunas cosas – como la Venus de Milo- antes de it a una sala desierta donde se encontraría con su contacto.
No recordaba haber visto nunca las pinturas de este cuarto antes. El cuarto era obscuro, húmedo y tenebroso.
"¿Señorita Granger?" escuchó a sus espaldas. "¿Es usted?"
Hermione volteó y encaró a un pequeño hombre. Tenía lacio cabello color paja y grandes ojos grises. Su corta estatura sólo empequeñecía su fuerte presencia en el cuarto. "Sí, yo soy Hermione Granger."
"Se tardó, llegó tarde." El hombre dijo. "Ya tuve que tratar de evitar a todos esos muggles Americanos obsesionados con el Código de Da Vinci. No tenía que estar esperando por usted."
"Lo siento, perdí el sentido del tiempo. Tengo muchas cosas que hacer en muy poco tiempo. También quería ver algunas cosas mientras estaba aquí."
"Como sea," el hombre le dio un paquete a Hermione. "Lo empaqué en una de esas cajas de regalo, nadie sospechará nada."
"¿Qué es?"
"Un objeto de la tumba del Rey Tut. Los muggles han estado estudiándolo. Muestra parte de la historia de los magos, no de la suya. Piensas que es algo folclórico."
"Entonces, ¿por qué Sadat no vino a recogerlo?"
"Honestamente, creo que sólo quería que usted dejara Egipto por unos días. Dijo que necesita vivir un poco. Salir con alguien. Ir a una fiesta. Tomar vacaciones."
"No puedo dejarlo todo e ir a una fiesta, ya no. Tengo obligaciones."
"Como sea," el hombre suspiró. "Sólo haga su trabajo. Vaya al Ministerio Francés y que le den luz verde para llevarse ese maldito de aquí."
Hermione se fue rápido. El hombre le había parecido extraño y molesto. Le dedicó una última larga mirada al famoso museo antes de ir en busca del Ministerio Francés.
No pasó mucho tiempo, cuando Hermione oyó alguien corriendo detrás de ella. Los ignoró, seguramente la gente de Paría corría todo el tiempo. Sin embargo, pronto se volvió obvio que la estaban siguiendo. Volteó un momento y vio un mechón de rojo cabello. Entonces, ella también comenzó a correr.
No podía ver a Ron. No ahorita. Nunca. Tenía que seguir huyendo. Tenía que perderlo. Olvidó todo a cerca del ministerio y se dirigió al hotel. Corrió dentro del lobby y empujó a un recepcionista para llegar al elevador. Cuando las puertas se cerraron, se recargó en la pared y suspiró aliviada. Lo había perdido.
Dejó el elevador en el tercer piso y se dirigió a su cuarto. Era un bello cuarto, que irradiaba un sentimiento de estar en casa. Su hogar. Si es que aún sabía lo que eso era.
Saltó del susto cuando sonó el teléfono. Lo contestó sin pensar. "¿Hola?"
"Señorita Granger, alguien está aquí en el lobby y quiere hablar con usted. Dice que es urgente. Su nombre es Weasley."
"Oh, no quiero hablar con él. Dígale que estoy enferma." Hermione dijo rápidamente, su pulso empezó a subir otra vez. Colgó el teléfono y se tiró en la cama. ¿Cómo sabía Ron donde buscarla? ¿La había estado siguiendo? ¿Qué pasaría si sabía…?
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando alguien tocó la puerta. "Hermione, sólo necesito hablar contigo," una desesperada voz acompañó los frenéticos golpes en la puerta. "Por favor."
Hermione fue a la puerta y se preparó para lo peor. Sin embargo, cuando la abrió se sorprendió tanto que se quedóa boquiabierta. Se encontró con la última persona que había esperado ver. "Fred?"
