Sus bocas volvieron a unirse, desarrollando una vulgar lucha de lenguas.

El aprovecho para apretarle suavemente el trasero a su novia, ocasionando un leve gemido de sorpresa por parte e ella, la cual subió un poco mas la apuesta, metiendo una de sus manos, dentro de los pantalones de su novio, y acariciando levemente su parte sensible.

Sus miradas de cruzaron, dándose cuenta en ese momento que ambos no pensaban en rendirse, y estaban dispuestos a subir la apuesta quitándose algo de ropa, la cual les impedía sentir algo de piel, estaban a un paso de quedar sin playera, cuando fueron interrumpidos por tres voces bastante conocidas.

- Siddo – replico la hermana de la chica ásperamente.

- Linky – reclamaron a su vez las gemelas, a su hermano mayor demandantemente.

Los cuales no tuvieron si quiera tiempo para separarse, dándoles involuntariamente un pequeño espectáculo a las chicas, con Sid sentaba sobre la entre pierna de Lincoln, con una de sus manos de la chica tomando dominantemente el cuello de su novio, dejando la otra perdida entre la ropa de ambos, a un qué sugerentemente apuntando hacia abajo, mientras las manos del hermano mayor de las rubias, seguía apretando el trasero de su novia, remarcándole los glúteos a un a través de su short de mezclilla, y para rematar con sus ombligos a la vista, dado que sus playeras estaban casi mas de bufandas que de otra cosa.

- ¿Qué están haciendo? – pregunto Lola, saboreando el momento, ante la desesperación de la parejita.

- - Jugando a la casita – reto Adelaida sonriendo, mientras pensaba en cuanto le podría sacar a su hermana mayor, para mantener su secreto, a un que sea por el momento.

- Nosotras no vimos nada – replico angelicalmente Lana, con una tímida sonrisa – obviamente por un precio – puntualizo, pasando de ser un ángel, a un demonio en cuestión de nano segundos.

Haciendo temer a la parejita por sus ahorros, ante la mirada ambiciosa y voraz de ese trio de hienas hambrientas, que los habían descubierto en medio de una vulgar faje.

Y a un que pareciera una locura, una vez acordado el pago, con ese trio de chantajistas, volverían a sus besos y caricias y quizás algo más.

Siempre y cuando nadie más los volviera a interrumpir, pero en medio de la sala familiar con la luz apagada, el televisor en silencio, dentro de una casa con otras trece personas más, era algo que difícilmente podrían lograr.

Mas no imposible, y después de todo, esa era parte del juego que más les gustaba jugar ¿no?