Hola, hola, Luna de Acero reportándose. Bueno, fic nuevo. espero me tengan paciencia porque las cosas irán a un ritmo diferente esta vez. Este fic no tendrá más de 9 o 10 capítulos, y una novedad: capítulos cortos! o al menos eso voy a intentar para actualizar antes. Espero mantener una regularidad de uno por semana.
Se van a ir mencionando muchas cosas, tengan paciencia, todo se irá resolviendo a medida que avance el fic. Voy a tocar un tema que me pega de cerca y es un TEA (Trastorno del Espectro Autista), ya verán a lo que me refiero. Espero les interese y lo disfruten. Si es así, dejen su comentario o review y me harán muy feliz!
La portada es bellísima, fue una comisión que le hice a la talentosa Iracema Elric (Jazmín Negro) pueden contactarla por FB y pedirle sus propios fanarts. Es una genia.
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de Isayama Hajime, el desarrollo y la idea si son completamente míos.
Advertencias: Un poco de sentimientos como siempre, pero nada muy pesado, enjoy!
Dedicatoria: Para mi hermana del alma Yaoi´Blyff, con todo mi cariño, y para mi pequeño pececito Francesco que tiene 4 años y con el que estoy aprendiendo a conocer un nuevo mundo.
.
.
"El pueblo me silba, pero yo me aplaudo".
Horacio (65 AC-8 AC) Poeta latino.
.
.
Levi estaba con la nariz pegada al vidrio que daba al patio de su departamento. Vivía en planta baja, y gracias a eso contaba con una pequeña superficie donde tener un poco de pasto. En el extremo derecho se erguía un cobertizo debidamente aprovisionado y construido para la nobleza. Los reyes estaban secos, calientes y a gusto.
Mientras tanto su irises subían y bajaban conforme la lluvia se precipitaba. Tenía latiendo a su corazón aceleradamente, mientras las nubes grises se arremolinaban, crujían y esparcían refucilos aquí y allá. Las puntas de sus pies repiqueteaban contra el suelo.
Su boca se abría al sentir el incremento de la tormenta, el vapor de su aliento empañaba parcialmente el vidrio, lo que lo hacía consciente de cerrarla de nuevo para no perderse el espectáculo. De repente recordó que Isabel Segunda se asustaba con los ruidos fuertes. Apenas terminara el aguacero iría a consolarla.
A las dos horas se terminó el festín del agua que caía del cielo. Levi se alejó de la ventana y decidió que mejor hacía las compras ese día, porque la agenda de los otros estaba completamente comprometida las 24 horas hasta el viernes.
Fue hasta el mini mercado cercano a su casa, con su bolsa ecológica y sin pisar las "rayas" en las aceras. Si había mosaicos demasiado pequeños, simplemente se escabullía por el cordón de la calle.
—Ahí está el rarito —le susurró Connie a su hermana Sasha que estaba reponiendo una mercadería en su estación.
—Hoy te toca, pelado —largó la chica, tragándose una risotada. Luego se pusieron serios cuando Levi pasó cerca de ellos.
—Buenas tardes, señor Ackerman —saludaron al unísono.
Levi se detuvo en seco, giró sobre sus talones como si fuera un robot y los saludó con su misma cara de indiferencia de siempre.
—Buenas tardes, Connie, Sasha —y siguió su camino.
—Mira, mira —dijo por lo bajo Connie—. Lo está haciendo de nuevo.
—¿Cuál es la sorpresa? Siempre lo hace.
Disimuladamente observaban como Levi iba acomodando los productos de los estantes (solo aquellos que él compraba, al resto no le daba importancia). Levantaba los caídos, los ponía en estrictas filas con las etiquetas hacia adelante, y una vez conforme tomaba uno y lo echaba en su bolsa.
—No me molesta —continuó la chica mientras abría otra caja de productos—. Si hasta me ayuda el orden, ojalá viniera todos los días.
Una vez que se hizo con todos los productos que necesitaba, se acercó a la caja. Siempre iba el domingo al mediodía, ya que a esa hora había poca gente, pero se había demorado por la lluvia. Siempre valía la pena postergar todo para ver las gotas caer.
Dejó su bolsa en la línea de caja que estaba vacía. Connie lo miró esperando su pronóstico.
—Trescientos cincuenta y cuatro, con cero cinco centavos —Anunció, mientras le extendía el dinero exacto.
—Señor Ackerman, permítame hacerle el ticket y luego tomaré su dinero —dijo Connie amablemente, ya lo conocía y en los cuatro años que había ido a comprar, jamás se había equivocado. Era una calculadora humana.
Luego de registrar todo, el empleado suspiró y le sonrió.
—Así es, trescientos cincuenta y cuatro, con cero cinco centavos.
Levi le extendió el dinero. Connie miró a Sasha quién meneó la cabeza.
—Señor Ackerman, ¿quiere agregar a su compra la ventajosa oferta de tres bolsitas de gomitas por cinco pesos más?
—Golosinas, no son sanas, tienen azúcar, destruyen tus dientes y tu salud, eso dice el dentista.
—Supongo que es un no, ¿y qué tal preservativos, eh? Son útiles para preservar la salud.
Sasha puso sus brazos en jarras, mientras Connie trataba de contener la risa.
—No los necesito, ¿puedes darme el ticket, por favor?
—El sexo es salud, eso leí en una revista —continuó el chico mientras apretaba el botón de la caja registradora para que largara el comprobante.
Levi lo miraba fijamente como un psicópata. Connie puso el ticket dentro de la bolsa.
—Aquí tiene, muchas gracias por comprar en Rose Rose, vuelva pronto.
—Adiós, Connie —se giró hacia Sasha que miraba toda la escena—. Adiós, Sasha.
—Adiós, señor Ackerman —respondieron ambos, la chica se acercó.
—Eres un imbécil, y lo sabes.
Volvió a su departamento. Estuvo un buen rato poniendo todo en los estantes. Luego la próxima hora cocinó una fastuosa cena para los monarcas. Seguro ya estaban inquietos. En cada plato puso la medicación adecuada y se fue a visitarlos. Lo recibieron con vítores y gritos, le hicieron una pequeña fiesta de bienvenida como cada vez que les llevaba su alimento.
Se acuclilló en un rincón mientras los observaba comer en paz. El glotón de Tiburcio Quinto quiso meterse en el plato de Isabel Segunda, pero lo detuvo a tiempo.
—Tengo que contarles algo, algo que no sabía antes —dijo mientras se sentaba en el suelo. Los monarcas que habían terminado le prestaron atención—. El príncipe, ayer se sentó conmigo una hora, bueno, no conmigo, detrás de mí, para escuchar mi performance. Lo hice mejor que todas las veces que lo hago. Me felicitó —Les contó suspirando—. Nunca lo había hecho con esa efusividad, tocó mi hombro —dijo poniendo su mano en ese lugar—. "Levi, tus tiempos son perfectos", eso dijo, y tocó mi hombro, miren, aquí. Tus tiempos son perfectos, y luego tocó mi hombro. Ayer el príncipe brillaba, tenía un ligero tono naranja bondad que se deslizaba por todo su cuerpo, y me mostró los dientes, ya saben, esa cosa la hace a menudo. Luego, luego, olía como a frutas, a melón recién cortado, ¡aaah, me gusta mucho el melón! Ustedes no saben porque no lo comen, pero yo les digo que es delicioso. El melón, no el príncipe. Bueno, hay que descansar. Los domingos no hay novela, ¿qué le vamos a hacer? No hay, igual los sábados, de lunes a viernes únicamente. Noelia le dijo a Rita que estaba embarazada de Ricardo, ¡la cara que puso Rita! Ella no estaba nada, nada feliz. Como sea, necesito que me ayuden, hace frío y hay que hacer muchas cosas nuevas, tengo dos madejas de hilos que compré, pero no sé cuál usar, ¿qué dicen? —dijo levantándolas en el aire para que los reyes y reinas lo apreciaran—. ¿Café con leche, o verde rana?
Estuvo un rato escuchando debatir, Nabucodonosor Tercero pidió que le dejara una madeja para ellos, que se estaban aburriendo.
—Lo siento Nabuco, hoy no se puede, y hay que dormir, ¿no viste la hora? Faltan cinco para las diez, es muy tarde. Cuando vaya a comprar de nuevo les prometo que les haré pelotitas para cada uno, ¿entonces verde rana? Sí, a mí también me gusta éste.
Levantó los platos, limpió los baños y finalmente volvió a su departamento. Se lavó las manos con alcohol líquido. Se dio una ducha, lavó sus dientes, se pasó hilo dental, y finalmente se fue a acostar. Se arrodilló frente a su cama y juntó sus manos:
"Angel de la guarda, dulce compañía
No me desampares ni de noche ni de día.
Bendice a mis seres queridos, a los reyes, al príncipe y a mí.
Amén".
Configuró la alarma y finalmente se tiró a dormir. Apenas puso la cabeza en la almohada cayó en la inconsciencia de un sueño reparador.
Se levantó a las seis y media. Se lavó los dientes, se afeitó y se peinó. Se puso el traje gris que estaba preparado, revisó su mochila, fue a darle la medicación a los reyes y cambiarles las vendas a los que necesitaban, estuvo más de una hora en esas faenas, luego se preparó la taza térmica con café con leche y edulcorante y al fin partió.
Hacía bastante frío. Esperó el autobús que llegó puntual como siempre, tenía veinte minutos hasta que lo dejaba en su parada, a una cuadra y media de su trabajo formal.
Ingresó y se fue directo a su box. Algunos compañeros lo saludaron y solo cabeceó en respuesta.
—Oye, Levi, ¿por qué usas trajes para venir aquí? No atendemos en un mostrador precisamente —le preguntó Clark, uno de sus compañeros.
—Los trajes son buenos para trabajar, le dan presencia, a uno —dijo con esa voz de autómata que lo caracterizaba tanto—. Hay migas en el puesto —dijo frunciendo un poco la nariz.
Sacó una franela de su mochila, un desinfectante y procedió a limpiar con rapidez. Clark codeó a Mateo, otro de los jóvenes, y ambos sonrieron.
—Oye, Levi, ¿puedes limpiar mi puesto también? Tiene migas, mira —dijo Clark señalando cerca de su teclado.
—Oh, bueno —Levi procedió a limpiar diligentemente antes de regresar a su silla.
Estuvo mirando el reloj de su pantalla por cerca de cinco minutos, casi como una leona acechando a su presa, y cuando el reloj marcó las 8:59:59 dio enter a su login para estar en línea. Era operador en un call center de cobranzas bastante exitoso.
Ya tenía lista la agenda y comenzó a llamar de inmediato. Nada memorable pasó hasta las 12:00 que fue tiempo de su break (descanso). Se desconectó y pasó por detrás de la silla alta de supervisor de Eren, quien estaba conversando animado con el otro supervisor, Jean, ese que siempre venía a cada rato, que siempre lo tocaba con tanta familiaridad. Levi pensó que seguramente eran súper amigos, por eso tenían esa confianza. Qué lindo debía ser tener amigos.
—Eren —dijo frenándose en seco y mirándolo fijo.
—Hola, Levi, ¿cómo va?
—Muy bien, tomaré mi almuerzo.
—OK, ¿qué vas a comer hoy?
—Bife de pollo con arroz blanco hervido y verduras al vapor.
—¡Cielos, qué bueno! Siempre comes tan sano. Oye —dijo sacando un billete—, cuando regreses, ¿podrías traerme un café de la máquina, por favor?
—El café no es nada sano, pero te lo traeré —respondió tomando el billete.
—Gracias, Levi.
Una vez que se alejó Jean revoleó los ojos sacudiendo su cabeza.
—Ese tipo da escalofríos, en serio. No sé cómo es que puedes hablar tan ligeramente con él.
—Es un excelente asesor, que digo excelente, es el mejor de la plataforma, nunca me dio motivos para tratarlo diferente.
—Eren, le falla la cabeza, no me digas que no.
—Es un poco extravagante, eso es todo. Pero no suele pelearse con nadie, nunca falta, no me da problemas. Prefiero tenerlo a él que a otros que son en verdad problemáticos, como ese Reiner que está afiliado al sindicato y siempre está agitando a todos.
—Como digas, solo no seas amable con ese tipo, te mira como un acosador.
—¿Celoso, idiota? —largó Eren tirándole un beso al aire, Jean rodó los ojos y volvió a su puesto.
No iba a negarlo, a Eren le gustó la reacción de su compañero. Ellos sabían mantener muy bien las apariencias, pero lo cierto es que hacía ya un año que descargaba su lívido con Jean. Tenían un sexo alucinante, sus gustos eran parecidos y en líneas generales se llevaban bastante bien. El problema es que el chico le había dejado bastante claro que no quería nada serio. Y ahí era donde todo se iba a la mierda, porque aunque Eren lo intentaba tal vez sus sentimientos habían escalado un poco profundo.
Había intentado varias cosas, como pedirle que se quedara a dormir con él, invitarlo al cine o a planes medianamente románticos, pero siempre se los cancelaba a último momento o si aceptaba era un témpano de hielo. Se le había confesado hacía unos meses, pero su respuesta fue clara y tajante: "No quiero una relación contigo, Eren, así estamos bien, no lo arruinemos".
El primer tiempo se había alejado y había tratado de olvidarse, pero apenas tuvo la oportunidad de salir con otro chico, un tal Marco que era una dulzura total, Jean le frustró los planes apareciendo en su casa y él… volvió a caer, en su cuerpo, sus palabras, su… todo.
Ahora estaba cómodo, cogían cuando podían y listo, no había nada más, sin embargo no dejaban de dolerle ciertas actitudes, y tonterías como la de recién lo hacían ponerse estúpidamente contento. Suspiró y dejó de teclear, definitivamente tenía que hacer algo para cortar con esa relación tóxica. Ojalá el universo le mandara a alguien que valiera la pena.
Cinco minutos antes que se terminara su descanso Levi apareció con el café en sus manos. Eren estaba con los auriculares puestos, estaba revisando llamadas, mientras miraba muy concentrado la pantalla y anotaba algunas observaciones para hacerle después a sus asesores.
—¡Eren! —Levi le picó el hombro y lo hizo saltar en su silla.
—¡Jo-joder! Lo siento, estaba concentrado —dijo acomodándose los auriculares y sacándoselos.
—Tu café, me estoy quemando los dedos —apuró Levi empujando el vaso térmico hacia su cuerpo, Eren lo tomó con cuidado, era cierto que estaba muy caliente.
—Gracias.
—¿No vas a almorzar?
—Uh, sí, pero cuando salga del turno —le explicó dejando el café en un rincón de su box.
—Sales a las tres.
—Sí, no te preocupes ya estoy acostumbrado.
—Toma —ofreció extendiéndole un alfajor, Eren enarcó una ceja.
—Oh, bueno, eh, no hace falta.
—Estás a puro café, necesitas algo de sólidos. Los nutricionistas dicen-
—Ya, ya, dame, lo acepto.
Eren conocía a Levi, cuando alguien se le plantaba a sus argumentos, salía con una perorata larguísima que era para pegarse un tiro en la sien. Al principio pensaba que solo eran divagaciones, pero uno de sus compañeros buscó la información en Google y efectivamente todo estaba en Wikipedia. Debía admitir que era admirable la memoria privilegiada de ese hombre, pero no estaba con ganas de que lo regañaran.
—Igual, no es buen alimento, pero sé que no vas a aceptar otra cosa, siempre los comes, tch —soltó con desdén su asesor.
—Gracias, Levi, la próxima no te molestes, juro que como bastante bien en casa.
—Como digas, debo loguearme —respondió para volver a su puesto.
Clark alejaba a Mateo a manotazos, mientras el otro hacía el amague de apagarle la computadora sin hacerlo realmente, mientras el chico atendía una llamada.
—Hey, Levi, ven, Clark quiere que alguien le apague su máquina —le dijo Mateo entre risas. El hombre se detuvo y los miró frunciendo un poco el ceño, justo Clark terminaba con esa llamada.
—¡Ya, hombre! Déjalo, estás más pesado que de costumbre.
—Es que come mucho —acotó Levi y ambos lo miraron en silencio—. ¿Quieres que apague tu máquina? —le preguntó a Clark con su cara de póker.
—Sí, claro, anda, apágala —soltó con evidente sarcasmo el muchacho, mientras Mateo miraba a uno y a otro aguantándose la risa.
—¿Lo hago? —volvió a preguntar solo para confirmar la acción.
—Sí, claro, hazlo, anda, así pierdo todo lo que llevo anotando desde las nueve —volvió a largar Clark cruzando los brazos y desafiándolo con la mirada.
—Bueno —Levi apretó el botón del CPU para apagar la máquina que dejó de funcionar de inmediato ante la mirada atónita de ambos.
—¡Jo, jo, lo apagó! —soltó Mateo completamente divertido.
—¡Carajo, Levi, me apagaste la máquina! —soltó Clark poniéndose de pie y muy cabreado—. ¡¿Qué carajos tienes en la cabeza, eh?!
—No entiendo por qué te enojas, te pregunté dos veces y dos veces confirmaste que querías que la apagara.
—¡¿Acaso eres idiota o estás por sacar un doctorado?!
—Bueno, ¿qué sucede? —dijo Eren acercándose al ver el revuelo—. Clark te sientas, Mateo a tu puesto, Levi, ¿qué sucedió?
—Él me dijo que le apague la máquina —Explicó señalando a su compañero.
—Era una broma, claramente, ¿en qué cabeza cabe que yo iba a pedir una cosa así?
—Bien, ya entendí, se tranquilizan. Clark, loguéate, hablaré con sistemas para restablecer tus archivos —el joven miró muy enojado a Levi y se sentó mascullando su bronca—. Levi, vuelve a tu puesto, yo me encargo.
—Pero él lo pidió… —soltó bajito antes de ir hasta su box contra la pared.
Desde su posición espió a Eren hablando con Clark para que se tranquilizara y se puso los auriculares. Sonó un "crack" dentro de él, como siempre sonaba cuando estas cosas pasaban. Cuando quería forzar las cosas para que encajaran. A veces parecía que se podía, pero indefectiblemente en algún momento la cagaba.
Pobre príncipe, tratando de dar la cara y arreglar las cosas.
El príncipe era hermoso, era bueno, era perfecto, completamente lo opuesto a él.
.
By Luna de Acero.
