Hola, hola, Luna de Acero reportándose. Nuevo cap, me dicen que les pareció? Mil disculpas por los errores de tipeo, no tienen idea lo corta que estoy de tiempo estos días, así que disculpen pero el capítulo va sin corregir. Enjoy.
Disclaimer: Los nombres de los personajes son de Isayama Hajime, pero la historia es original de mi invención.
Advertencias: Lenguaje vulgar, palabras altisonantes, nada más.
Dedicatoria: Para mi amorosa hermana del alma Yaoi´Blyff, que se ponga bien de una buena vez, espero esto te distraiga un ratito y te haga sonreír un poco, te quiero sis.
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"Si tratas un individuo como si fuese lo que debería ser y podría ser, se convertirá en lo que debería y podría ser"
Johann Wolfgang von Goethe.
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Levi llegó temprano pero se encontró con un inconveniente. Su box estaba siendo ocupado por una persona extraña.
—Hola, buenos días, soy Camila —dijo la joven de vivaces ojos azules y sonrisa de propaganda, extendiéndole la mano alegremente.
Levi miró su mano y luego a su interlocutora con indiferencia.
—Buenos días —respondió solemnemente—. Estás ocupando mi lugar.
—¿Ah? ¿Eres supervisor o eres del área de calidad? —preguntó curiosa al ver el fino traje que portaba el hombre.
—No, soy asesor, pero ese lugar es el mío, es que ocupo yo a diario, y lo estás ensuciando —habló al ver que estaba tomando café y del borde del vaso térmico se habían deslizado algunas gotas hasta la mesa.
—Yo soy nueva, me dijeron que hoy entraba al grupo de Eren, llegué primero, y prefiero quedarme en este puesto, puedes tomar cualquiera de los restantes —explicó tranquilamente mientras movía la mano señalando al resto de los puestos vacíos.
Sin embargo Levi no le despegó los ojos de encima.
—Usted no entiende, Camila, este es mi puesto y le estoy pidiendo que se levante y lo libere, porque debe desinfectarlo para poder ocuparlo como hago a diario.
—¿Desinfectarlo? ¡¿Me estás diciendo que soy sucia o algo como eso?!
—Solo dije que lo está ensuciando, fíjese, el café desbordado de su vaso está manchando la mesa, ¿no le molesta?
—Mmm, no la verdad —dijo la chica mirando hacia el vaso y percatándose del problema—. Pero yo llegué primero y si no eres supervisor o algo, no tengo porqué cederte mi lugar —se sobrepuso la chica cruzando las piernas.
Levi frunció levemente el ceño y se quedó de pie detrás de ella sin quitarle los ojos de encima. Justo llegaba Mirko que se acercó a saludar. Camila volvió a presentarse con el nuevo muchacho y conversaron brevemente, hasta que el recién llegado notó la situación.
—Eh, Cami, disculpa pero ese lugar lo ocupa siempre Levi, sino se altera un poco —explicó cabeceando hacia el lado del hombre, quien estaba mudo como una pared.
—A mí me explicaron que no hay puestos fijos en ningún grupo, que cada cual se sienta donde más lo crea, y yo llegué primero, además hay como veinte puestos libres —luego tomó su café y le dio un gran sorbo.
Levi no dijo nada y fue a pararse al lado del puesto de Eren que todavía no había llegado. Poco a poco se fueron llenando los otros lugares.
—Hey, Mirko —le habló la joven al otro muchacho—, ¿qué le sucede al chico ese?
—Uh, bueno —su compañero se acercó y le habló en voz baja—. Yo que tú, le daría lo que pide, verás Levi está un poco loco. Todos aquí nos damos cuenta, pero Eren nos obliga a que lo tratemos como una persona normal, pero de normal nada. Presta atención como habla, como mira, como come, todo es muy raro, parece una especie de robot.
—¿Pero qué acaso es malo o algo así? ¿Se pone agresivo?
—Mmm, no, no es como si le hubiera pegado a alguien, no que yo sepa, pero yo creo que en cualquier momento saca un revolver de su mochila y provoca una masacre. Te lo digo, está loco, no tiene los patitos en fila. Dale el asiento, no te cuesta nada, evita un problema, es mi consejo.
Mirko volvió a su puesto y Camila se quedó pensando en lo que le habían dicho. Justo llegaba Eren, por lo que la chica se puso de pie y fue a su encuentro.
—Hola, Levi, ¿cómo estás? ¿Qué haces que no estás en tu puesto?
—¡Hola! —interrumpió la joven antes de que el hombre pudiera contestar—. Tú debes ser Eren, soy Camila Gómez, me dijo Marlo que me ubicara en tu equipo hoy.
—Tch —se escuchó de parte de Levi que miró con apatía a la chica.
—Muy bien, Camila, bienvenida al grupo. Buenos días, Levi —saludó de inmediato, a sabiendas que a Levi lo ofendía muchísimo si no recibía un saludo de su supervisor por las mañanas.
—Buenos días, Eren. Mi lugar está ocupado, tch, por esta Camila —dijo señalando a la chica.
—Bueno, llegué temprano, Marlo dijo que podía usar cualquier estación, además las estaciones no son propiedad de nadie que yo sepa.
—No, claro que no —intervino Eren al notar la creciente molestia de su asesor—. Pero lo cierto es que en la medida de lo posible tratamos de respetar las preferencias de los compañeros, ya sabes, para ayudar a que el clima laboral sea el mejor posible.
—Ah, pero yo ya estoy logueada, y atendí dos llamadas además.
—Ya veo, bueno, hoy termina tu jornada allí, pero mañana por favor toma este puesto a mi lado.
—Está bien, Eren. Nos vemos, Levi —saludó y se fue. El más bajo bufó molesto.
—Vamos, vamos, no es el fin del mundo, anda, siéntate aquí, estarás cerca de mí, ¿eso te molesta tanto?
Levi no dijo nada, fue hasta el box y estuvo sus buenos cinco minutos limpiando todo a su gusto, con una franela y su aerosol. Eren lo miraba desde su altura sonriendo con suavidad.
—Ya estoy tarde, tch —renegó una última vez antes de loguearse y ponerse la vincha.
Eren se puso a completar unas evaluaciones de desempeño para las devoluciones que tendría que hacerle a su gente la semana entrante. Después de cada llamada escuchaba un sentido suspiro de parte de Levi, quien a cada momento acomodaba el teclado, movía su silla, limpiaba la pantalla o algo como eso. Desde arriba, ya que su asiento era mucho más alto, miró curiosamente al hombre por un buen rato, pensando que no se percataba de su fisgoneo.
—¿Qué sucede, Eren? —dijo en cierto momento Levi, sin mirarlo.
—Nada, estoy preocupado que te desinfles de tanto suspirar y te tengamos que recoger con una cuchara del suelo —bromeó el supervisor, pero Levi esta vez se giró para mirarlo con una mueca de espanto en la cara.
Luego lo vió tantearse con los dedos sobre el pecho y las piernas.
—No me estoy desinflando —le soltó con nerviosismo.
—No, claro que no, era una simple broma —aclaró el de ojos grises.
—Tch, bromas de neurotípicos, tch —masculló molesto para girar su mirada a la pantalla.
—¿Neuro-qué?
—Nada, no es nada —y se conectó de inmediato para realizar la siguiente llamada.
Cuando fue la hora del almuerzo Levi se quedó muy sorprendido de que Eren se sentara frente a él en la misma mesita solitaria que solía usar a diario. El hombre miró a su alrededor disimuladamente y luego miró a Eren.
—Vamos, no es tan raro que yo venga a comer aquí —habló Eren afablemente.
—No, pero nunca te sientas conmigo, nadie se sienta conmigo.
—Bueno, hoy hagamos algo diferente para variar.
—Uf, ya es un día demasiado diferente —comentó frunciendo apenas sus finas cejas.
—¿Mmm? —Eren destapó su vianda y sacó sus cubiertos envueltos en una servilleta de papel.
—Asiento diferente, bromas extrañas, y ahora te sientas en mi mesa, tch. No me gustan los días "diferentes" —le habló mientras se acomodaba la corbata.
—¿Quieres que me vaya y te deje tranquilo, Levi? —consultó Eren un poco sorprendido.
Levi se quedó en silencio un buen rato, Eren comenzó a levantar su vianda un poco contrariado.
—No te vayas, está bien, tch —le dijo una mueca leve con la boca, como si estuviera en desacuerdo.
—¿Seguro? Pareces un poco disconforme.
—Lo estoy —dijo revolviendo su arroz—. Me cuesta comer con otras personas. No mastiques con la boca abierta, eso es muy… muy molesto. Tengo mis… mañas, lo siento. Mucho tiempo comiendo solo, pero está bien si es Eren, tch.
El de ojos grises dudó, pero al final decidió quedarse. Notó que Rico y Reiner lo miraban desde el otro lado del salón, parecían dos detectives, no les sacaban los ojos de encima.
—Oh, tu comida se ve bien —exclamó Eren para iniciar tema de conversación.
—Sí, no te voy a convidar.
—¿Te pedí que me convidaras? —Levi negó sin mirarlo a los ojos como casi siempre que hablaban—. Exacto, solo dije que se veía bien ¿Quién te cocina? —preguntó mientras pinchaba unas papas fritas de su propio plato.
—Yo cocino, los sábados, es día para cocinar, de las seis de la tarde a las diez de la noche, hago todas las bandejas, lunes, martes, miércoles, jueves, viernes. Viernes es mi día favorito, ¿sabes por qué?
—No, no lo sé.
—Como lo que quiero, si, viernes es un día favorito. Debería ser Lunes, Martes, Viernes, Jueves, Viernes, Sábado, Domingo y Viernes, sí, una semana así sería perfecta.
Eren se rió ante el entusiasmo que su asesor denotaba en su tono de voz.
—El viernes también es mi día favorito.
—¿Sí? ¿Por qué?
—Porque inicia el fin de semana, no más trabajo hasta el lunes, es genial. Uno puede acostarse tarde, beber, salir, ya sabes, divertirse.
—No hay que acostarse tarde —habló mirando fijamente su arroz—, el cuerpo no descansa bien, hasta las diez y a dormir, solo hasta las diez, luego dormir, eso, relajarse y dormir.
—Bueno, pero si duermes hasta la mañana del sábado, o el mediodía, también descansas lo suficiente.
Levi movió hacia la derecha y luego hacia la izquierda, como si estuviera procesando las palabras.
—Mmm, pero el sábado a la mañana se limpia, si no se limpia el sábado a la mañana… no, no, hay que dormir temprano.
Eren se quedó mirándolo un rato, pensando en que nunca había prestado atención pero Levi era RARO con letras mayúsculas. Su forma de hablar, de vestir, de mirar (o no mirar), de repetir las cosas, bueno, todo en general hacía un conjunto muy extraño, ¿y qué tal si era un loquito esquizofrénico que un día se levantaba y hacía sushi a todos con una katana?
Sintió un poco de miedo, porque la verdad que tranquilamente podía tener algún desorden mental ¿Cómo había hecho recursos humanos para reclutar semejante espécimen? ¿Y tendría que besarlo? Bueno, se veía muy limpio y siempre olía bien, pero ese no era el punto, ¿qué tal si Levi se obsesionaba con él?
Comieron en silencio por un buen rato, el hombre parecía con miedo de comer frente a él, mientras tanto el de ojos grises evaluaba si sería conveniente seguir adelante o no con la apuesta. Bueno, tampoco era como si Levi le hubiera dado motivos para pensar de ese modo, los asesinos seriales tampoco daban motivos hasta que los descubrían. Suspiró, tal vez solo le estaba dando demasiadas vueltas. Ya le quedaban menos de diez días para ganar.
—Oye, Levi, ¿te gustan los helados?
—No, bueno sí, no siempre, de vez en cuando, solo de vez en cuando.
—¿Qué sabores te gustan?
—Cerezas al marraschino.
—Buena elección ¿Cuáles más?
—Si voy a una heladería y me dicen que puedo elegir dos sabores, yo diré que quiero cerezas al marraschino y luego cerezas al marraschino. No menta, no chocolate, cerezas al marraschino, ¿lo conoces? Es rosado y tiene unas cerezas en medio, es frío y dulce.
—Ajá, ¿y si no hubiera cerezas al marrachino?
—Le diré gracias, y me voy a otra heladería. Pero si tienen, porque siempre voy a la de Delgado e Ibañez —dijo haciendo mímica con las manos para explicar donde quedaba el negocio—. Ellos me conocen, saben que siempre pido el cono de cincuenta, con las dos bochas de cerezas al marraschino. Diego se llama el cajero, es muy amable.
—Oye, ¿qué dices si después del trabajo vamos a esa heladería y compramos unos helados, mmm? Está haciendo calor ya, yo te invito.
Levi levantó fugazmente los ojos para mirar a Eren, abriéndolos un poco como si algo le sorprendiera y luego agachó la cabeza de nuevo y siguió observando el arroz.
—¿Te gusta verme comer, o qué? Mañana voy a comer de nuevo aquí a la misma hora, te aviso.
—No, no —Eren evitó reírse de la conclusión de Levi—. Solo, no sé, me parece mejor si, eh, salimos y tomamos un helado, conversamos un poco, digo, fuera del ámbito laboral, ¿no te gustaría?
—Para conocernos —agregó bajito.
—Claro, claro, para conocernos, conocernos mejor.
—Bueno, está bien, pero hoy no puedo, no, los miércoles tengo mi agenda llena.
Eren enarcó una ceja, ¿"agenda llena"? ¿Qué tanto tenía para hacer ese hombrecillo?
—OK, entonces ¿mañana?
—Jueves, no, jueves tengo mi agenda llena.
—Ajá, ¿el viernes?
—No, el viernes es mi día favorito, como lo que quiero, pero a la tarde estoy muy ocupado, es el día más ocupado que tengo.
El supervisor dejó de masticar un momento y se cruzó de brazos, ¿acaso le estaba jugando una broma?
—¿Estás completamente ocupado desde que sales hasta la noche?
—Sí, ocupado.
—¿No puedes apartar una hora, una hora y media para un helado?
—No.
—Joder, bueno, mmm, ¿qué día tienes libre entonces?
—Lunes, pero únicamente de siete y media a nueve menos cuarto, porque son quince minutos de la heladería a mi departamento.
—No entiendo, ¿qué tienes que hacer a las nueve de la noche en tu casa?
—Ver la novela, claro está. "Eres mi verdadero amor" —Eren seguía callado, no sabía si tomar en serio a Levi o no—. Faltan solo veinte capítulos para el gran final. No puedo perder ninguna emisión. La novela es a las nueve, por el canal veintiséis ¿No la ves en tu casa?
—No, la verdad no me atraen demasiado las novelas para ser honesto, me aburren un poco.
—Oh. Veinte millones de personas la siguen.
—Ya veo, bueno ¿Entonces solo puedes el lunes?
—Sí, a las siete y media. Bueno, tengo que volver, me debo lavar los dientes y loguearme.
—De acuerdo, entonces el lunes te veo en esa heladería, te mandaré un mensaje el domingo para que no te olvides.
—Yo no me olvidaré, no necesito mensajes —aclaró Levi levantándose para guardar todo.
—OK.
Una vez que Levi se fue, Jean fue a sentarse frente a Eren quien se quedó pensando en la charla y en lo complejo de intentar comunicarse con Levi.
—¿Y bien, bastardo? —Le soltó mientras le robaba una papa y Eren lo miraba cansado.
—¿Qué quieres Jean?
—Estoy libre mañana, después de las diez, puedo ir a tu casa o tú te vienes a la mía ¿Sabías lo lindo que te quedan las camisas claras sobre tu piel trigueña?
—Ya cállate, solo me buscas cuando quieres sexo.
—Tú haces lo mismo, ley pareja no es rigurosa, bro. Por cierto, ¿cómo vas con el rarito?
—Genial, ya tenemos una cita —respondió mirándolo con suficiencia, el otro solo se carcajeó—. ¿Qué es tan gracioso?
—Nada, lo dices con tanto orgullo, como si fuera la gran cosa. Si admiro las bolas que tienes para haberlo invitado, pero si lo besas te lavas bien la boca antes de volver a mí.
—¿Quién sabe? Tal vez no vuelva —soltó casi sin pensar mientras se llenaba la boca.
—Por cierto, te ganaré, hagas lo que hagas con tu rarito, yo tendré la foto de mi beso con Ymir para el sábado como tarde.
El de ojos grises frunció las cejas y Jean se rió jocosamente de nuevo.
Levi no volvió a suspirar cuando volvió a su box. No se quejó de nada más y trabajó arduamente hasta que fue su hora de salida. Pero se quedó las tres horas siguientes haciendo las horas extras que Eren le había sugerido.
Una vez que salió se fue derecho a su casa, pero antes pasó por el super y compró algunas latas, artículos de limpieza y croquetas para los reyes, hoy tenía ganas de consentirlos.
Llegó a su casa, pero antes se cruzó con su vecina, doña Armenia. La mujer era una preguntona, siempre le preguntaba muchas cosas, pero Levi le tenía un afecto muy particular, era una ancianita muy especial, de manera que se detenía y conversaba con ella media hora como máximo.
La mujer de cabellos cortos y canos regaba sus margaritas con una regadera de mano.
—Debes abrigarte, mira nada más con esa cosita tan liviana que sales —decía señalándole el blazer.
—Es abrigado, esto, muy abrigado, a veces siento mucho calor, no debe preocuparse.
—Sí que lo hago, alguien debe cuidarte.
—Bueno.
—¿Y tu madre viene o no viene?
—Cuando puede —la señora lo miró fijamente.
—Mmm, no vino el mes pasado.
Levi se refregó los dedos, un poco nervioso.
—No puede a veces, está ocupada, tiene mucho que hacer con su otra familia. Está bien, yo soy adulto, así que no importa.
—No finjas conmigo, cariño —dijo la mujer mirándolo con algo de tristeza—, ven un segundo, tengo algo para darte.
—Faltan diez minutos para las nueve.
—Vamos, vamos, no voy a demorar.
Entró a la casa que le resultaba tan familiar, Armenia se fue a la cocina y le trajo pan casero envuelto en repasadores limpios. Levi lo recibió abriendo sus ojos y meciéndose en sus pies de adelante a atrás. La señora le sonrió tiernamente y le magreó la cabeza, mientras Levi cerraba los ojos.
—Eres un buen niño, ¿lo sabes, cierto? Eres un muy buen niño. Listo, estás libre. Yo también cerraré la puerta para ver la novela, ¿se ha puesto interesante, no? Al final parece que Rita empujó a Noelia por las escaleras para que perdiera a su hijo —le comentó muy seria y meneando la cabeza como si hablaran de alguien de la vida real.
—¡Que maldad! —se sumó Levi apretando el pan contra su pecho y abriendo la boca indignado.
—Lo sé, lo sé, pobre Noelia, mi corazón, sufre tanto esa chica, bueno, ve a tu casa, anda, anda, no te pierdas el capítulo así mañana hablamos —concluyó mientras lo acompañaba a la puerta.
—Gracias, doña Armenia, por el pan. Que descanse, nos vemos —saludó el hombre y se fue.
La anciana se quedó detrás de una rendija entre su puerta y el marco, mirando como la figura se alejaba al edificio de enfrente. Una vez que lo vió cruzar a salvo, cerró y trabó la puerta.
Conoció a Levi cuando éste tenía ocho o nueve años más o menos. Cuando su madre lo llevó a vivir a ese departamento en planta baja. Al principio lo iba a ver todos los días, pero luego las visitas se hicieron más y más espaciadas.
Ella había enviudado hacía muy poco, y su única hija estaba viviendo en la capital junto a su marido, de manera que repartía su tiempo tejiendo, viendo novelas, regando las plantas, cocinando y charlando con otros vecinos cercanos. Y siempre le daba mucha impresión verlo sentado solito sobre las escalinatas mirando a la esquina donde estaba la parada de colectivos. Levi podía pasarse horas y horas sentado esperando a que su madre llegara.
Una vez le había visto una cortada en el labio y en la rodilla, ese día hacía calor y usaba unos pantalones cortos. Su mirada se veía bastante triste, y estaba muy delgaducho y pálido. No se aguantó más y se acercó para charlar con él. Notó que era arisco y parco, que apenas si saludaba, mirando con desconfianza y seriedad. Le costó bastante pero al fin se enteró que lo habían tirado unos compañeros de la escuela por un terraplén, y que se había golpeado, que algunos de sus útiles se habían roto y había perdido la cartuchera. Levi estaba muy apenado por tener que contarle eso a su madre, pero la señora no se apareció esa noche.
Armenia no iba a dejar al pobre chico solo, pero cómo él se rehusaba a ir a su casa, ella fue a su departamento. Era un verdadero desastre. Levi comía frutas o verduras sin cocer, recuerda que había un pedazo de calabaza mordida por partes en la heladera. No sabía prender la cocina, a pesar que su madre le enseñó un par de veces, no coordinaba bien para encender la estufa. Había ropa sucia en un rincón, el piso estaba muy percudido, el inodoro tapado, entre otras falencias.
Levi le confesó que su mamá no había venido en una semana, que ella tenía otra familia y que no hacía tiempo para verlo todos los días. Armenia le dijo que iba a ayudarlo, que le iba a enseñar como limpiar adecuadamente, y que por lo pronto le iba a cocinar, total que le sobraba el tiempo y de paso le iba a ir enseñando como hacerlo por su cuenta.
De ese modo durante casi un año Armenia se la pasó en casa de Levi un ratito por las noches, si veía que su madre no venía es decir, prácticamente siempre. De alguna manera tomó el rol de educadora y formadora sin que nadie se lo hubiera pedido. Pero de solo ver al niño comiendo con ganas, comentándole la novela, ayudándola con las compras y demás, se daba cuenta que estaba haciendo un buen papel.
Habló un par de veces con la madre de Levi, una mujer parca y soberbia que siempre le terminó contestando de mala manera. Luego, muy de a poco, el niño se animó a ir a su casa, así que intercalaban la estadía en casa de ella o del más chico. Claro que a la hora de dormir, Levi siempre, siempre volvía a su departamento.
Luego vendría esa obsesión que tenía por lo gatos viejos, enfermos y maltrechos. Pero en líneas generales se sentía como la madre del ahora hombre. Ella notaba que Levi era diferente, pero solía decirle que eso es porque era alguien especial, y que las personas especiales solían ser diferentes al resto, que no tuviera miedo a diferenciarse.
Levi entró a su casa y dejó su mochila en el sofá, dejó el pan en la cocina y corriendo se fue a sacar el traje para ponerse una remera y un jogging negro. Se sentó y prendió la tele. Renegó porque la novela había empezado hacía cinco minutos, pero la pudo disfrutar a gusto hasta el final.
Una vez con esa tarea completa, se dirigió a la cocina para preparar la comida de los reyes y sus medicinas. Al entrar al cobertizo lo regañaron durante un buen rato y les pidió las disculpas correspondientes, mientras intentaba cambiarle las vendas a Nabucodonosor tercero. Esa herida no se veía muy bien, tendría que llevarlo al doctor al siguiente día.
—¿Saben una cosa? El príncipe comió conmigo hoy, comió conmigo, yo siempre como solo, ¿no lo sabías Nerón Primero? Claro que no lo sabías, si tú eres nuevo. Pero si, vino y se sentó frente a mí, no se puede comer cuando un príncipe se sienta a la mesa, estoy con hambre ahora, y ya se hizo tarde, tch. Hoy vamos a dormir todos tarde, disculpen, estuve haciendo horas extra para que coman mejor. El doctor está cobrando más caro ahora, todo sube, caro, muy caro. Oh, cierto, el príncipe dijo que quiere que nos conozcamos mejor tomando un helado, ¿qué raro, no? Parece que le gusta comer, aunque no lo veo comer mucho, pero me puso muy contento. A veces creo que el príncipe y yo podríamos ser amigos, ¿no? Su bonita luz naranja se vería bien con la morada mía, ¿no lo creen? Tú no opines Nerón Primero, eres ciego, no sabes de lo que hablo.
Se quedó callado unos momentos mirando a toda la jauría que mientras dejaban de comer se arremolinaban a sus pies. Los acariciaba muy suave en la cabeza.
—Gracias, muchas gracias, son todos ustedes muy amables, los mejores reyes del mundo, sí. No se preocupen, yo creo que el príncipe pensaría lo mismo si los conociera —miró a Catalina Primera que maulló largo y tendido—. Mmm, no lo sé, no creo que el príncipe venga alguna vez, ¿creen que debería invitarlo? ¿Sí? Puede ser, puede ser, después del helado, pero solo los miércoles, ya le preguntaré. Si viene deben portarse bien, ¿no? Bueno, sí, siempre se portan bien. Bueno, ya es muy tarde y no he cenado. Lo siento por acompañarlos muy poco hoy, mañana vamos a jugar afuera, ¿verdad que te gusta eso Tiburcio? Bien, hasta mañana, recen antes de dormir, adiós.
Esa noche, antes de cerrar los ojos, Levi imaginó que Eren venía a su casa, y todos los reyes hacía una fiesta de bienvenida, saltando, bailando y mostrando sus colmillos.
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By Luna de Acero.
