Hola, hola, Luna de Acero reportándose. Bien, vamos a empezar a activarnos un poco, disculpen las demoras, estamos con problemas técnicos, jaja. Espero que les guste esta entrega, y gracias por el apoyo a pesar del tiempo transcurrido.
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen son de Isayama Hajime, pero la historia es completamente de mi invención.
Advertencias: Ninguna, creo, ja.
Dedicatoria especial: Para la amorosa y talentosa Luisa Margot que hizo el dibujito de este capítulo, Levi con sus reyes, para los que leen en fanfiction pueden ver el dibujo yendo a mi perfil de Wattpad LunaDeAcero7 o en mi perfil de FB, gracias Luisa, es precioso!
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"Disfruta de la vida.
Hay tiempo de sobra para estar muerto".
Hans Christian Andersen
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Camila llegó temprano, pero Levi ya estaba limpiando su puesto, por lo que decidió sentarse a su lado.
—Hola, buenos días, Li —dijo alegremente, pero el hombre si bien la miró no le contestó—. Oye, no seas grosero, deberías responder a los saludos.
—¿Me estabas saludando a mí? —preguntó con su habitual indiferencia.
—¡Hellooo! No hay nadie aquí aparte de nosotros, ¿a quién más podría hablarle?
—No lo sé, tal vez hablas sola, quien sabe, además dijiste "Li", ¿quién es Li?
—Pues tú, ¿no te llamas Levi? Bueno, Li, como un apodo.
—Yo no tengo apodos, mi nombre es Levi Ackerman, si saludas así me debes llamar.
Camila se rió un momento y luego se le acercó bastante, Levi la miró con desconfianza.
—Buenos días, Levi Ackerman —le soltó con suavidad y le dejó un beso en la mejilla, mientras su compañero se quedaba tieso como una piedra.
—Buenos días Camila Gómez, no me gusta que me besen personas extrañas, evítalo al próximo saludo —respondió mientras guardaba los elementos con los que había limpiado su box.
—De acuerdo, lo tendré en cuenta a la próxima. Me caes bien, Levi.
El hombre había aprendido que ese "caer" se refería a tener una buena impresión de la otra persona, lo cual le generó un poco de curiosidad, si él no había hecho nada, ¿cómo es que le caía bien? La miró un rato, Camila tenía una luz celeste suave y agradable. Suspiró y encendió la máquina para revisar la agenda.
—Oye, Levi, ¿tendrás un poco de azúcar o edulcorante? Es que salí rápido de casa y no traje.
—Tengo, pero no me gusta prestar mis cosas.
—Anda, un chorrito o una cucharada, mi café sabe a diablos, anda, no seas malito.
Apretó los labios y sacó la botella que estaba en una bolsa sellada, la abrió y le convidó, para luego hacer todo un ritual limpiando la misma volviéndola a guardar.
—Eren es super lindo, ¿no crees? Que ojazos tiene —le habló desconcentrándolo un poco de sus tareas. Levi la miró y suspiró de nuevo mientras se colocaba la vincha.
Para la hora de almuerzo Eren llegó tarde, el jefe de piso los había convocado a una reunión, así que apenas pudo charlar escasos minutos con Levi.
—¿Comes el brócoli crudo? —le preguntó mirando el plato del contrario.
—Tch, sí, algunas verduras saben mejor crudas —dijo llevándose una ramita a los labios—. Pero debes lavarlas bien, no puedes comer sin lavar.
—Comes bastante sano —indicó Eren mordiendo su porción de pizza ya algo blanda.
—No hagas de tu cuerpo la tumba de tu alma, Platón —recitó Levi solemnemente—. Era un filósofo griego, vivió en el siglo cuatro después de Cristo. Era un sabio. Significa que hay que cuidar el cuerpo porque tenemos uno solo, tú no lo cuidas mucho, aunque no se note luego todos esos malos hábitos harán mella en ti.
—¿Estás preocupado por mí? —largó Eren mirándolo con una pequeña sonrisa.
—Uno se preocupa por las personas importantes, es así —contestó el asesor, mientras volvía a llevarse un último bocado de puré de zanahorias y calabaza a la boca.
Eren se quedó estático, Levi le había contestado sin titubear que él era una persona importante, eso lo dejó pensativo.
—Ya es hora, me voy —anunció el otro comenzando a guardar las cosas del almuerzo.
—No te olvides que hoy nos encontramos para tomar el helado —le recordó su supervisor.
—Ya te dije que no me olvido de mis compromisos, a las diecinueve horas, me gusta la puntualidad. Iré a lavarme los dientes, mastica bien.
Y se retiró, entonces Jean aprovechaba para sentarse en el lugar que había quedado vacío. Eren siguió mordisqueando su pizza, ¿qué significaba ser una persona importante para Levi? Por un lado le generaba curiosidad y le preocupaba otro tanto. Tal vez estaba yendo demasiado lejos con alguien de quien no tenía idea quien era, ¿y si todas las advertencias de Jean eran ciertas? ¿Levi tenía un problema mental? Bueno, era obvio que muy normal no era.
—¡Hey, bastardo! ¿Qué te pasa? Estás frunciendo tus cejas enormes, asustas —lo despabiló mientras le robaba una rebanada de la pizza—. Esto es una mierda —dijo al primer mordisco.
—Sino te gusta no comas. Y por cierto, dijiste que este sábado tendrías una foto de tu beso con Ymir, ¿qué sucedió?
—Bastardo, te estuve esperando el viernes, ¿por qué no fuiste a mi casa? —repreguntó sin responder al anterior cuestionamiento de su compañero.
—¿Para qué? ¿Para que me patees el trasero a las tres o cuatro de la mañana? No gracias.
—Oh, tan sensible el marica —se burló y luego se puso un poco más serio—. Si quieres puedo ir a tu casa esta noche, ¿no tienes ganas de pasarla bien un rato? —soltó mientras le guiñaba un ojo.
Eren se quedó callado, ganas no le faltaban para decirle que sí, pero no quería volver a sentirse usado y solo una vez que el otro calmara sus necesidades y se fuera.
—Tengo planes —anunció dando por terminado el almuerzo, empujó su lonchera hacia Jean—. Termínalo si quieres, yo ya estoy satisfecho.
Levi terminó su turno, se despidió evadiendo los labios de Camila, ¿qué le pasaba a esa mujer? Poniéndose tan confianzuda de repente. Corrió a la parada de colectivos y luego cuando terminó su viaje corrió a su casa. Limpió un rato los azulejos (manía que tenía cuando estaba un poco nervioso) y luego se dio un largo baño. El fin de semana había estado escogiendo diferentes atuendos hasta que finalmente se decidió por unos jean clásicos negros y una camisa blanca. Se afeitó, se perfumó, visitó a los reyes y les dio su medicina antes de partir.
—Tenemos una cita con el príncipe, es un día muy feliz —les dijo con su semblante serio, mientras Nerón maullaba—. Deséenme suerte, tengo la esperanza de que podamos ser amigos con el príncipe —sus ojitos brillaron emocionados—, lo sé, lo sé, no se pongan celosos, ustedes siempre serán mis mejores amigos, soy muy afortunado de tener amigos de la realeza, pero amigos humanos, uf, eso es una cosa bien difícil, se los digo, las personas son complicadas de entender. Haré un esfuerzo enorme, grandísimo y seré un buen niño, un muy buen niño —les contó mientras alisaba su camisa—. Realmente quiero ser amigo del príncipe. Hoy su luz naranja estaba tenue, tal vez está triste por algo, tal vez me quiera contar. Bueno, ya es hora, deséenme suerte. Nos vemos luego.
Contó cuatrocientos veintiséis pasos hasta la heladería, estaba un poco perturbado con el acontecimiento, así que ponerse a contar lo relajaba. Miró la hora en su celular, siete menos diez, estaba perfectamente a tiempo. Se sentó en unos de los banquitos afuera y trató de concentrarse en los autos rojos.
—Disculpe —lo llamó una de las empleadas—. Oh, era usted señor Levi, ¿quiere su helado de cereza?
—Hola Erika, todavía no, estoy esperando a alguien, gracias —dijo con su voz robótica.
—Oh, muy bien, cuando esté listo para ordenar me avisa —solicitó cordialmente y entró al local.
Se hicieron las siete, las siete y diez, y las siete y cuarto cuando sonó su celular. Levi atendió.
—¿Levi? Lo siento, se me hizo tarde, estoy llegando, no te vayas —lo escuchó agitado del otro lado.
—Te dije que seas puntual —le dijo en tono neutral y le cortó. Estaba un poco molesto.
Eren llegó diez minutos después un poco transpirado por la carrera que se había echado, se acercó a saludar y volvió a pedir disculpas. Tenía las mejillas rosadas por el ejercicio.
—De verdad lo siento, me dormí, puse la alarma pero… bueno, tengo el sueño pesado. No te enojes.
—Es inevitable enojarse —respondió el otro aunque no parecía molesto—. Estuve aquí a las siete menos diez, y me tuve que aguantar todas las ganas de comer mi helado. Vamos ya.
Cinco minutos después estaban en el banquito, Eren con un enorme cono de chocolate con almendras y menta granizada, y Levi con el suyo de cereza y cereza. El supervisor había pagado en compensación por la espera. El sol se había ocultado y las farolas de la calle ya estaban prendidas. Erika le había coqueteado un poco, después de todo Eren era llamativo donde fuera, al menos eso pensaba Levi.
—Ya no recuerdo hace cuanto que no salgo a tomar un helado —comenzó Eren tratando de sonar amable y empezar conversación, pero Levi parecía muy concentrado en su helado—. ¿Sabes? Cuando me iba bien en el colegio mi madre pasaba a buscarme a la salida y me llevaba a tomar un helado, a veces al cine, ella era muy buena conmigo, papá siempre decía que me consentía demasiado ¿tu madre también te consentía?
—Estoy comiendo —le informó el otro mientras lamía su helado.
—¿Sigues enojado?
—Sí, pero ahora estoy comiendo. A ti te gusta hablar mucho cuando hay que comer, así no se puede disfrutar la comida, ¿sabías que cuando uno come debe hacerlo en silencio?
—Wow, eres bastante estricto, ¿no? Puedes tomar una cucharada y luego intercambiar algunas palabras, tal vez no estás acostumbrado, eso es todo.
Levi suspiró, tenía que hacer un esfuerzo, se lo había dicho a los reyes.
—Entiendo, bien, entonces hablar y comer ¿Cómo es que comes esa asquerosidad? —dijo señalando la menta granizada.
—Es muy refrescante y deliciosa, amo este sabor, ¿alguna vez probaste?
—Dios me libre.
Eren soltó una risotada sin poder evitarlo.
—No seas tan extremista, Levi, además no puedes decir que no te gusta si no has probado. Anda, toma un poquito y verás que está buena —dijo acercándole un cucharilla con un poco.
—No, no, no, babeaste todo eso y quieres que yo lo coma, ¿qué te pasa? —espetó alarmado mientras se alejaba hasta el otro extremo del banquillo.
—Que quisquilloso, bueno, prueba con tu cucharilla entonces, a mí no me das asco.
—A mí tampoco me das asco tú, pero esa cosa color vómito de exorcismo sí.
—No lo has probado, no puedes saber.
—Sí sé, es horripilante.
—No seas infantil —Eren se acercó y se le pegó arrinconándolo en el banco.
—¿Te gusta estar cerca de mí o algo así? —preguntó el más bajo mirándolo con curiosidad.
—¿Te molesta?
—Es incómodo para mover los brazos.
Eren se alejó un poco le quitó su cucharilla y la hundió en la menta para luego pasársela. Levi lo miró no muy feliz.
—Prueba, no seas tan cerrado.
—Y tú eres bastante invasivo, no eres así en el call center.
—No, aquí afuera ya no somos supervisor y asesor, somos solo dos chicos disfrutando de un helado y un momento agradable, o bueno, lo más agradable que se pueda.
—¿Sabes que no es agradable?
—¿Mmm?
—Llegar tardísimo a una cita, eso no lo es —dijo quitando la cucharilla de las manos de Eren y mirando el helado con verdadera aprehensión. Inspiro y retuvo la respiración mientras se metía la cucharada en la boca y tragaba con esfuerzo. Luego soltó el aire y comenzó a lamer desesperado su helado para pasar el sabor.
—¿Fue tan malo?
—No me obligues más, por favor, solo me gusta la cereza —le pidió con una expresión tierna.
—De acuerdo, de acuerdo, ¿no me convidarás del tuyo?
—No, es mío, si quieres te compro un cono de cereza nuevo, pero no toques el mío.
—Eres un poco tacaño, ¿eh?
—Tacaño no es la palabra, un tacaño no te invitaría un cono nuevo, yo simplemente prefiero que no toquen mi comida es incómodo y antihigiénico. Las manos contienen miles de gérmenes, todo el tiempo no nos damos cuenta que tocamos cientos de superficies llenas de cosas microscópicas que en verdad son terroríficas, que tienen la única misión de infectarnos y enfermarnos, de destruir nuestras defensas y…
—Ya, ya, está bien, tú ganas. No volveré a meter mis manos en tu comida, caray.
Se quedaron unos minutos en silencio, Eren parecía un poco desilusionado, Levi había notado que su luz menguaba y eso lo alarmó, ¿cómo lo arreglaba?
—Hace un rato hablaste de tu madre —dijo mientras se acercaba a Eren y se le pegaba al costado, al otro le gustaba eso ¿no? —. ¿Era amable contigo? ¿Ya no lo es?
—Fue la mejor madre del mundo —contó con un aire de melancolía—. Era mi cómplice en todo, mi confidente, a quien podía recurrir si la vida era muy dura. Ella y yo teníamos mucho códigos, palabras en clave, secretos…
—¿Palabras en clave?
—Sí, te contaré una, cuando me escondía algún postre delicioso fuera de la vista de mi padre, que es un glotón y le gustan las cosas dulces, ella solía decirme: "Eren, acomoda la biblioteca después de que la uses" —se rió con un dejo de nostalgia—. Papá siempre se quedaba confundido con nuestros diálogos, porque él no me había visto usar la pequeña biblioteca de casa, esa era nuestra palabra: biblioteca, y yo ya sabía que había algo delicioso esperándome dentro del latón donde se suponía que guardaba la avena arrollada. Papá jamás tocaba ese latón, odiaba la avena.
—Buena estrategia, eran un buen equipo por lo visto.
—Sí, lo éramos. Pf, nunca le conté esto a nadie.
—¿Y qué le sucedió a tu madre?
—Una septicemia, debían hacerle una intervención de rutina, sacarle el apéndice, pero luego la herida se infectó. Hubo mala praxis, mi padre es médico, él estuvo más en los detalles. Un domingo estábamos almorzando todos juntos, tranquilos, felices y luego… ningún domingo volvió a ser igual.
—Te entiendo —habló Levi con solemnidad—, debo enfrentar la muerte bastante seguido. De hecho tengo un cementerio en mi patio. Descansan siete reyes y cuatro reinas.
Eren miró completamente desconcertado a Levi, ¿de qué carajos estaba hablando? ¿Un cementerio?
—Pero bueno, ellos van a estar mejor. Mi vecina, se llama Armenia, pero no es de Armenia así es su nombre, ella me ha dicho que hay otra vida después de esta, y que aquellos que han sido buenos y justos se van al paraíso. Así que estoy seguro que ellos están allá, seguro la pasan mejor.
—¿Cómo es eso que tienes gente enterrada en tu patio? —preguntó Eren con cautela, dejando completamente de comer.
—¿Gente? No tengo gente enterrada en mi patio, son reyes y reinas, ellos no son gente. Tch, mira, se hizo tarde, debo irme o no llegaré a tiempo —avisó mirando su celular y poniéndose de pie—. Por eso te dije que debes ser puntual.
—¿Adónde vas?
—Te lo dije, Eren, a las nueve empieza la novela —respondió como si fuera obvio.
—Pero apenas van a ser las ocho.
—Sí, pero a las ocho y media comen los reyes y hay cosas que cocinarles, no todos comen lo mismo. Algunos no tienen dientes, entonces el alimento hay que remojarlo y hacerlo puré, y prepararlos para el descanso, yo también tengo que hacer mi cena, ceno mientras miro la novela.
—¿Reyes? Espera, espera, no entiendo.
—Se hace tarde para explicar, es largo, otro día te cuento, adiós Eren. La menta es asquerosa.
—¡Levi! Espera, te acompaño —dijo tirando su cono a medio comer en el tacho y corriendo a su lado.
—No me voy a perder, ¿eh? Ya hice este camino varias veces —el más alto se rió.
—Me imagino que sí, solo quiero acompañarte unas cuadras para que podamos seguir conversando.
—Te encanta hablar un montón, eres bueno en eso. Bueno, ¿qué hablamos ahora?
—No sé, cuéntame de ti, con quien vives, sobre tu familia, no sé.
—No tengo familia ahora, excepto los reyes, ellos son buenos familiares si lo pienso bien, pero no son personas.
—¿Quiénes son estos famosos reyes?
—Han sido abandonados, no pueden valerse por sí mismos, así que los tengo a mi cuidado. Son siete, siempre deben ser siete.
—¿Son mascotas? —Levi frenó en seco y miró a Eren con frialdad.
—No son mas-co-tas, ellos no tienen que obedecer a nadie, ni seguir normas excepto no hacerse daño unos a otros. Ahora son reyes, así que vivirán bien su último tiempo, yo me encargo de eso.
—OK, entonces… ¿vives solo? Digo, aparte de los reyes, no vives con otra persona.
—No. A veces viene mi madre a visitarme, una vez al mes dijimos, pero ella se olvida o está ocupada, que es lo mismo.
—Entonces sí tienes familia, porque dijiste que no la tenías.
—Tengo una madre, pero no somos familia, solo tenemos la misma sangre, ella tiene su otra familia, y le lleva tiempo atenderlos y eso. Pero no importa, soy adulto, me mantengo solo y me hago cargo de mi departamento, no necesito ayuda.
—Ya veo, eres muy responsable. Si quieres… podríamos ver juntos la novela. Nunca he visto una, pero-
—No, hoy es lunes, no es día de visitas —le respondió con firmeza—. Martes tampoco, miércoles tampoco, viernes es mi día favorito pero no es día de visitas, sábado menos y el domingo tampoco.
—Joder, eres muy estructurado, si no hay nadie en tu casa ¿cuál es el problema?
—No es día de visitas. Martes tampoco, miércoles tampoco, viernes es mi día favor-
—Ya, ya, ya entendí, rayos. Bueno, ¿entonces el jueves es el único día que se te puede visitar? ¿Y qué hay de que tú visites a otros, eh? Podrías venir a la mía, tengo un televisor grande.
—No visito casa ajena —respondió con simpleza—, y tengo una agenda muy ocupada, mucho. Y trata de hacer una pregunta a la vez, me estresa cuando haces dos o tres, eres muy ansioso.
—Mmm, entiendo, ¿te estoy molestando? Tengo la impresión de que te molesta que intente conocerte un poco más.
Levi se detuvo otra vez y lo miró a los ojos fugazmente, luego miró al suelo.
—Me gusta que nos conozcamos, pero yo no soy bueno hablando, lo siento por eso. Nunca hablé tanto contigo y eso a veces… me abruma un poco.
—Es la primera vez que alguien me dice que le abruma conversar. Está bien, no quiero incomodarte, me iré a mi casa ahora. Y en serio, lamento haber tardado hoy. Entonces… ¿el jueves puedo ir a visitarte?
Levi se refregó los dedos, suspiró profundo y trató de no largar su consabido "tch", sabía que siempre lo malinterpretaban, estaba sudando frío del gran esfuerzo que eso suponía. Pero el príncipe iba a ir a visitarlo, tenía que ser agradecido.
—Puedes venir el jueves, pero debes ser puntual, te espero a las ocho. Es la séptima avenida, numeración 104, vivo en planta baja, departamento tres. Pero yo como sano, ya sabes.
Eren sonrió triunfal mientras sacaba su celular para anotar la dirección.
—Llevaré cerveza —dijo animado.
—No tomo alcohol los días de semana.
—Ya, llevaré un refresco.
—Los refrescos no son sanos.
—¡Joder! ¿Agua mineral está bien?
—Tengo en casa, no lleves nada, estaremos bien. Te presentaré a la realeza, ellos querían conocerte de todas maneras —Eren abrió grande sus ojos.
—OK, como tú digas. Bueno, será hasta mañana.
—Ten cuidado, usa la senda peatonal, descansa bien, no comas porquerías.
—Sí, mamá —contestó resoplando un poco fastidiado.
—¿Eh? ¿Mamá? No soy tu mamá.
—Lo sé, solo estaba bromeando, ya sabes, por todas las recomendaciones y eso… No importa, olvídalo, hasta mañana, Levi.
—Adiós.
Levi llegó rápido a su casa, se cambió por un conjunto deportivo cómodo y puso el agua a calentar. Sacó los sobrecitos de atún, las vitaminas y se puso a preparar los siete platos. Mientras lo hacía iba tarareando una canción que había aprendido en el jardín de infantes. Siempre que estaba de buen humor no podía evitar recordarla. Su maestra Ana lo había felicitado muchas veces cuando la había aprendido y eso se le había quedado grabado a fuego.
—Arroz con leche me quiero casar, con una señorita de San Nicolás, que sepa coser, que sepa bordar, que sepa abrir la puerta para ir a jugar.
Nunca había entendido por completo el significado de la letra, pero había decidido mejor quedarse con la sensación que le brindaba cada vez que la entonaba. Él sabía coser, bordar y abrir la puerta, aunque no estaba seguro con eso de casarse.
Una vez que los platos estuvieron listos, los puso en una bandeja y fue a ver a los reyes. Los lunes ellos comían temprano, tenía mucho que tejer, estaba atrasado con los encargos.
—Catalina Primera, mira, te has meado en tu mantita, tch. No te estoy regañando, ¿te cuesta ir al baño, cierto? Te haré tu cama más abajo y más cerca de la puerta, cambiaré tu manta, no llores, no te sientas avergonzada, los accidentes pasan, ya, calma. Nerón Primero, estás metiendo tu cabeza otra vez en la comida que no te corresponde, eres ciego, pero también eres un pícaro —una vez que los acomodó bien se puso en cuclillas y les contó las novedades—. Salió todo muy bien, el príncipe vendrá el jueves, ¿escucharon? Ustedes querían conocerlo, así que ahora es una buena oportunidad, no se pongan a gritar apenas entre, no lo asusten por favor. Ese día comerán atún fresco, lo tengo congelado, pero lo dejaré listo ¿Qué dices Tiburcio? No, no es un soborno… bueno, tal vez un poco lo es, pero es un negocio bueno para todos. Tutankamón Segundo, ¿qué sucede con tu pata? ¿Te sigue doliendo? No te preocupes, iremos al doctor de reyes mañana. Muy bien, hoy hace un poco de frío, así que les dejaré el calefactor encendido en mínimo, ¿bueno? Buscaré los platos luego de la novela. No peleen entre ustedes, si alguno se duerme rece antes. Bien.
La primera mitad de la novela cenó tranquilo una sopa con granos de choclo y queso derretido que estuvo exquisita, lo acompañó con unas tostadas del pan que siempre le daba Armenia todas las semanas. Luego lavó todo aprovechando los comerciales y luego se puso a tejer. Bostezó un par de veces, realmente todas las emociones de ese día lo habían agotado.
Luego de la novela apagó la tele, recogió y lavó los platos de la realeza y decidió tejer un poco más para tener todo listo para el siguiente día que debía ir al Hospital. El tiempo estaba cambiando, tendría que comprar lana más gruesa. Mientras tejía pensaba en todo lo que le había contado Eren, así que las madres podían ser así de lindas y amorosas. Recordó una vez que su madre le compró una caja de alfajores para que llevara uno a la escuela cada día de ese mes, pero Levi se comió diez en un solo día y le agarró un ataque al hígado que lo dejó en cama un día entero. Le subió fiebre y estuvo delirando un poco envuelto en las colchas, le llevó varios días recuperarse del todo. Armenia lo regañó, y le dijo que las golosinas eran terriblemente nocivas para los niños. Desde entonces las evitaba, tenía ganas de comerlas claro, pero el miedo por descomponerse de nuevo y afrontar eso solo lo ayudó a sobreponerse y no consumirlas. Además no siempre le alcanzaba el dinero que ella le dejaba para la semana. Los primeros meses eran duros, los primeros días gastaba demasiado y luego estaba a pan y agua el resto hasta que ella aparecía para reponerlo.
Armenia le enseñó a administrarse, a fijarse bien en los vueltos y a invertir más en frutas y verduras que era más sano y económico. Le enseñó a comprar las ofertas de latas, así que media alacena estaba llena de ellas, todas ordenadas y clasificadas con precisión casi científica.
El miércoles tenía cita con la doctora Zoe, era lo que menos le gustaba hacer de todas sus actividades, pero hasta que la doctora no le diera de alta mucho no podía hacer. No le iba a contar sobre Eren, aún. No hacía falta tampoco. Cuando se dio cuenta había terminado el último par de escarpines. Contó todo de nuevo para estar seguro, los colocó en bolsitas de nylon individuales y finalmente se fue a dormir luego de asearse.
Cuando cerró los ojos recordó la sonrisa cantarina de Eren. Por primera vez en mucho tiempo el lunes fue un día favorito.
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By Luna de Acero.
