Mi primera vez.

Kagome.

Una de tanta batallas se había sucitado en el sengokú, Inuyasha sorpresivamente había resultado lesionado, indudablemente la presencia de Kikyo no había ayudado en nada, solamente había ocasionado la distracción de él, causando así su herida.

Al terminar la batalla la siguió pero no tardó en regresar, al parecer la perdió de vista y decidió regresar con nosotros, Sango y yo procuramos curar las heridas pero éstas necesitaban de más atención, así que lo montamos en Kirara para llevarlo a la aldea de la anciana Kaede, ella sabría que hacer.

Cuando llegamos ella nos recibió y atendió gentilmente a Inuyasha, un rato después entré yo a ayudar en la curación, él evadía mi mirada, y yo no supe la razón del porqué, sin embargo una desazón surgió de mi interior "¿Y si él decidía echarme de su lado? Tal vez ya había decidido quedarse con ella, ¿qué iba yo a hacer con todo este sentimiento?" miles de inseguridades se apoderaron de mi ser, impidiendo pensar claramente, sentí su mirada fija en mi, me hablaba, desperté de mi letargo "Ya estoy mejor, no es necesario que te quedes aquí" me dijo seriamente, una serie de emociones comenzó a surgir de repente, ira, celos, preocupación y de pronto exploté: "¡Tu no agradeces nada, yo que en verdad me preocupo por ti, eres un idiota, no haces más que pensar en ella, después de estos dos años que he pasado aquí, por ti solamente, he desechado una vida normal por estar contigo y así me lo pagas, te odio!" Al terminar mi discurso salí de la cabaña mitad avergonzada mitad aliviada por decir al fin lo que pensaba, y es que después de tanto tiempo de callar…me estaba ahogando.

Me dirigí al pozo, no podía estar ni un momento más ahí, yo me desentendí de todo y de todos, regresé a mi época, me sentía herida, creer que él después de tanto tiempo no había podido decidirse, no sabía muy bien qué dolía más, si su indecisión o la incertidumbre de ser rechazada.

Tres días después, mi enojo ya había menguado pero al parecer a él no le importaba si regresaba o no, pues no había venido por mí, y eso me dolía.

Otro día más sin su presencia, me estaba volviendo loca, lo extrañaba mucho, me sentía vacía sin él, vacía y herida. Entonces por un milagro ocurrió y comprendí el porqué de su ausencia, al mirar el calendario me di cuenta "¡hoy hay luna nueva!" cogí mis cosas y regresé a la época antigua.

Al volver me dirigí a la casa de la anciana Kaede, fuera de la cabaña frente a una fogata donde se cocinaban unos pescados, estaban Miroku y Sango que al verme me saludaron alegremente, yo les pregunté por él, me dijeron que se encontraba mejor y que estaba dentro de la cabaña, fui hacia ahí y entré, lo encontré sentado frente a una ventana, me acerqué e inmediatamente volteó a verme "¿Qué haces aquí?" me preguntó con un brillo en sus ojos. "Me aburría en mi casa, así que decidí regresar" fue mi respuesta, y me senté a su lado. No quería pelear.

Al caer la noche la transformación de él se hizo presente, sus cabellos blancos como la espuma se volvieron negros como la noche, sus garras desaparecieron así como sus orejas, no pude evitar notar que Inuyasha tanto el hanyou como el humano eran demasiado atractivos. Me sonrojé ante mis propios pensamientos.

La cena de esa noche la preparé yo, con mucho cariño y especialmente para él, pero me llevé una decepción al no verlo salir de la cabaña, lo mandé llamar con Shippo que regresó diciendo que él no tenía hambre, yo empecinada en que él comiera algo pues según Sango y Miroku solo había comido en la mañana, cosa realmente rara en él.

"Inuyasha, te traje la cena, en vista de que tu no quieres salir" le dije yo sentándome a su lado, "Ya dije que no tengo hambre, gracias" me contestó volviéndome la cara, cosa que me molestó "Pues te lo comes, quieras o no, yo lo hice especialmente para ti" le dije al tiempo que le acerqué el pescado a la boca y sin darme cuenta coloqué mi mano en su pierna, él se tensó.

"N-no quiero nada, déjame solo" fue su balbuceante respuesta, mi molestia iba en aumento, me estaba rechazando, me dolieron sus palabras, vi en su mirada azabache tintes melancólicos "¿Qué te pasa Inuyasha? Tú no eres así, algo te preocupa, ¡cuéntame! ¿Confías en mí, no es así?" dejé el pescado a un lado, y me senté frente a él esperando se sincerara conmigo, "Kagome, yo…no sé cómo decirte" agachó la mirada, me asusté "Se trata de ella ¿no es así?" pregunté después de un rato de silencio que se hubiese prolongado si no lo rompía yo.

"Se trata de las dos" creí morir cuando escuché sus palabras, no quería dejarlo terminar así que me levanté y me dirigí hacía el quicio de la puerta "Supongo que tenía que suceder, están predestinados, ella fue tu primer y único amor después de todo" dije dándole la espalda, no quería que viera mi tristeza. Quería reclamarle, pero pudo más mi tristeza y el dolor que emergía de mi pecho al saberlo perdido. Salí corriendo de la cabaña sin rumbo fijo, me interné en el bosque oscuro.

Llegué a una laguna termal, me desplomé en la hierba, mis pulmones necesitaban aire, lo tomaba a bocanadas pero ni así podía mitigar el dolor que se albergaba ahí, al recordar lo anterior mis mejillas comenzaron a humedecerse, mi vista se nubló por las lágrimas que brotaban constantemente, mi cuerpo se curvó haciéndome un ovillo, mis sollozos hacían eco en el lugar. "¿Kagome?" escuché su voz con tintes preocupados.

"Kagome, no llores por favor" suplicó, sentí su presencia junto a mi, me acarició el pelo a lo que yo reaccioné con un movimiento brusco alejándome de él. "Déjame, tu ya has elegido, no tienes porqué consolarme, vete por favor" dije entre sollozos. "Sí, tienes razón, yo ya he elegido…pero no es a ella" dijo esto con voz seria, al verlo a los ojos me topé con su mirada azabache, que brillaba más que nunca. De pronto sonrió tímidamente y se me acercó.

"Te elegí a ti Kagome, lo hice el día de la batalla, la seguí solamente por eso, ya tenía días pensándolo, y quería decírselo" mis lágrimas cesaron al instante. Él continúo hablando "Me di cuenta de que la aprecio, pero ella ya es un recuerdo, tú eres mi presente, y contigo es con quien quiero estar" de mi rostro lloroso asomó una sonrisa, de pronto el dolor en mi pecho se esfumó.

"¿De veras?" pregunté yo incrédula. Él me sonrió ampliamente, aceptando tácitamente.

Me lancé hacía él abrazándolo y escondiendo mi rostro en su cuello, respiré hondo como tratando de aspirar todo su aroma, sentí sus brazos rodearme yo por instinto me apegué más a él, no quería separarme, el abrazo embonaba tan bien, es como si su cuerpo y el mío fueran piezas de algún rompecabezas que se unía a la perfección.

Sin separarme de él, levanté mi rostro húmedo por las lágrimas derramadas, y lo miré directo a los ojos "Te quiero" fue mi declaración firme pero dulce, brotó de mis labios sin siquiera pensarlo, él acercó su rostro hacia mi hasta que su frente pegó con la mía, rozó su nariz contra la mía, y me abrazó más fuerte, lenta y pausadamente sus labios y su aliento recorrieron todo mi rostro, logrando con ello erizar mi piel y un cosquilleo se instaló en la nuca, detrás de mi cabeza.

Llegó hasta mis labios y se detuvo ahí, rozándolos con los suyos, eran tan suaves e irresistiblemente me atrajeron como imanes, terminé besándolo yo, me apretó más a su cuerpo que expedía una calidez embriagadora, de pronto sus labios ya no bastaban, como si hubiese adivinado mi sentir su lengua rozó mis labios, como pidiendo permiso para entrar, yo le cedí el paso encantada, era suave y se movía a un compás pausado, acariciando todo lo que se encontraba a su paso, reconociendo su nuevo refugio.

El aire comenzó a escasear, el beso se rompió más no así el encanto entre nosotros, de pronto me di cuenta que estaba recostada en el pasto, no supe cómo había ido a parar ahí, él se encontraba con la mitad de su cuerpo encima del mío. Su mirada tenía un brillo especial jamás visto, me acarició el rostro, con su dedo delineó cada facción, su mirada seguía el recorrido, mientras él seguía con eso pude al fin reconocer los precipitados latidos de mi corazón, nuestros ojos se cruzaron otra vez, él bajó la mirada hasta mis labios y se relamió inconscientemente los suyos, se acercó y me besó, está vez no dudó, ya no era un beso tierno, mucho menos lento y apasionado, esta vez era un beso apasionado y violento, lleno de erotismo, pausaba un momento solo para mordisquear mis labios y saborearlos uno a uno.

Las caricias se hicieron presentes, sus besos ya no eran solo en mis labios, ahora se alojaban cerca de mi oreja, bajando poco a poco hasta llegar a mi cuello, mi respiración era entrecortada, supe que de seguir así esto terminaría en algo más que solo besos y caricias…increíblemente no me importó, en ese momento me di cuenta de que lo deseaba, y no quería que parara. Una de sus manos rasposas y grandes se coló por debajo de mi blusa, acariciando mi estómago, mientras la otra se incrustaba detrás de mi cabeza, yo acariciaba su espalda una y otra vez.

Di un respingo cuando sentí que su mano tocó mi seno, pero me relajé enseguida cuando lo acarició suavemente por encima de mi prenda. Una de mis manos viajó hasta su estomago, logrando entrar debajo de su ropa para acariciarlo, percibiendo su calor corporal. "Kagome" lo escuché suspirar, algo dentro de mi despertó, busqué su rostro y lo besé con toda la pasión que sentí.

Sus labios húmedos viajaron por mi cuello una vez más, esta vez se deshizo de mi blusa y de todo óbice que se interpusiera entre sus besos y mis senos, los besó con intervalos de ternura y pasión, provocando mis gemidos, no supe cómo fue que su rata de fuego desapareció, dejando su pecho al descubierto, no pude resistirme y lo acaricié con fervor, mis dedos dibujaban líneas ininteligibles en ella, de pronto sentí una dureza extraña que rozaba mis muslos, abrí mis ojos totalmente, los viré hasta encontrar su rostro, que con los ojos cerrados disfrutaba de uno de mis pezones, mi respiración agitada se tornó aún más, verlo así con esa expresión de total abandono me excitó más, mis piernas como obedeciendo a una inercia ajena a mi, se abrieron dando paso al extraño que se acomodaba en mi centro. Amé esa sensación que recorrió mi cuerpo, en la cual me perdí.

Finalmente me miró, sus ojos a pesar de mostrar ese brillo especial mostraban también un asomo de duda "Te quiero" le dije. "Yo te amo" dijo al tiempo que se introducía en mi, despacio, lentamente, como disfrutando de las sensaciones que producía la inserción, una vez que estuvo completamente dentro de mi, comenzó a mecerse sobre mi, nunca creí que una fricción de pieles pudiese ser tan placentera, el ritmo pausado se tornó más y más rápido, la fuerza con la que se movía, sus labios emitiendo mi nombre entre suspiros y gemidos al igual que yo, el ronco gruñido que dio cuando al final se derramó en mi, cimbrando mi cuerpo, mis piernas que enredadas en su cadera temblaron más.

Cayó sobre mí, abrazándome como si su vida dependiera de ello, lo recibí gustosa, al final supe que con él sería inmensamente feliz. Acaricié su pelo negro, él giró su rostro hasta encontrar el mío "Te amo, quédate a mi lado" no era una orden, tampoco una declaración, era una suplica envuelta en un mar de cariño e inseguridad.

"Por siempre Inuyasha" le dije a la vez que besaba su cabeza y acariciaba su pelo.

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