Mi primera vez
Miroku.
Las mujeres de la aldea Ichiwa, estaban predestinadas por designio del hombre a servir en dos tipos de trabajo, uno era a casarse y ser el ama de casa sumisa y obediente; y el otro a servir como maestro de las artes sexuales a los principiantes, que generalmente eran personas poderosas y de gran prestigio en la región.
Las segundas, al contrario de lo que pudiese ser hoy en día vergonzoso y vil, en ese entonces era bien visto, se les tenía enorme respeto a la mujeres que se dedicaban a ejercer este antiquísimo oficio, puesto que cada una de ellas tenía la experiencia y el saber suficientes sobre dichas artes.
Una de esas mujeres fue llamada en servicio de su deber, su objetivo era un jovencito de aproximados 15 años, un chiquillo a cargo de un viejo monje robusto y de aspecto bonachón, quien contaba con una fama respetuosa en toda la región.
-Miroku, ya es hora de que tu etapa como hombre de comienzo.-anunció el señor al chico.
-¿Mi etapa?-preguntó el chiquillo confundido.
-Si, tu etapa. Sé que a tu edad debes de tener algunas curiosidades sobre ti y tus impulsos.
-¿Qué impulsos?-cuestionó el jovencito de nueva cuenta, cada vez entendía menos al viejo, siempre hablaba en aquél tono filosófico que solo buda sabía de donde obtenía.
-Tus impulsos, esos que todo hombre siente.-dijo el hombre en un tono de obviedad que resultaba molesto.
-Mis impulsos.-murmuró el chico, exprimiéndose el cerebro para comprender a qué se refería el hombre.
-Sobre cómo te sientes respecto a una chica.-dijo el hombre tratando de encarrilar al chamaco sobre el tema en cuestión.
-Chicas.-dijo el joven en tono bajito, para segundos después enrojecer como un rábano.
-Por fin me has entendido.-dijo el hombre rodando los ojos.
-¿Cómo voy a comenzar mi etapa?-cuestionó el chico curioso, pues aunque le diese pena admitir frente al viejo monje, él tenía sus tendencias a fantasear con chicas, por lo general mayores que él, pues no había chicas de su edad, al menos que él conociera.
-Mañana por la tarde llegará Akiyama sensei, ella viene de la aldea Ichiwa y será tu maestra, ella iniciará el ritual para dar comienzo a tu inicio.-dijo el hombre con tono solemne.
Esa noche Miroku no pudo dejar de pensar sobre cómo sería su ritual, se acostó en su futón dándole vueltas al asunto, sabía que el ser hombre, el ritual, toda esa situación no le era del todo ajena, pero tampoco podría decirse que sabía mucho sobre el tema, lo ponía nervioso la incertidumbre de no sabe qué era exactamente lo que iba a hacer, hasta que finalmente se durmió.
A decir verdad el chico no tenía experiencia alguna, no conocía el sabor de labios diferentes a los suyos propios, no sabía de caricias otorgadas por manos ajenas. Escasos meses atrás por primera vez, el chico en un baño de aguas termales exploró su cuerpo, notando una agradable sensación cada vez que tocaba una parte en específico, desde esa vez venía haciéndolo de vez en cuando, era como descargar su cuerpo de energía acumulada por días enteros.
Al día siguiente se despertó, la incertidumbre antes sentida ahora se mezclaba con el nerviosismo y la ilusión conforme pasaban las horas, cuando la tarde llegó lo sorprendió encerrado en su habitación del antiguo templo, el viejo monje lo mandó llamar, pero en un momento de pánico, se mostró renuente a salir de ahí, por tanto el viejo monje tuvo que ir en su busca.
Cuando lo hubo traído a jalones de orejas y empujones, lo obligó a tomar asiento en espera de la visitante, que había sido llevada a sus aposentos.
La puerta se abrió y pasó otro monje anunciando a la mujer que venía detrás.
-Akiyama sensei, excelencias.-anunció el monje, dejando pasar a una chica de aproximados 20 años, era muy joven, de tez tostada por el sol, ojos finamente rasgados y delicados rasgos, era muy bonita, vestía un kimono azul celeste que combinaba a la perfección con su piel.
Después de las rigurosas y solemnes presentaciones, Miroku fue enviado a dar un paseo con Akiyama, cosa que lo puso realmente nervioso, pues a pesar de que en el templo había visto algunas chicas lindas, nunca se había plantado frente a una, tal y como estaba ahora.
Ella al ver su estado trató de entablar conversación, rato después hablaban muy animadamente, los nervios e incertidumbre eran historia.
Increíblemente, la chica sabía manejar cualquier tema, había cosas que Miroku ignoraba, y que sin embargo ella le contaba y explicaba, él le preguntó, muy ingenuamente, si por eso le llamaban maestra.
-No.-contestó ella sonriendo delicadamente.
-¿Entonces?-preguntó él.
-Bueno digamos que mis enseñanzas se limitan a ciertas artes.-dijo ella sonriendo de lado.
-¿Qué artes? ¿Me las enseñarás?
-Claro, ven vamos a mis aposentos.
Cuando ella cerró la puerta de la habitación, el ambiente se cargó de una energía diferente, Miroku no supo a qué se debía hasta el momento en que ella se encontraba frente a él, preguntándole con voz coqueta.
-¿Ya has dado un beso?
-No.-fue la corta respuesta de él, que veía acercarse el bello rostro de la chica al suyo.
-Qué rico, seré la primera entonces.-dijo la mujer en un susurro, mientras acortaba más y más la distancia, que separaba sus rostros.
Miroku sintió una suave presión en sus labios, un agradable cosquilleo los recorrió. Lentamente y por inercia él fue respondiendo, así pasaron unos momentos, hasta que ella con sus propios labios entreabrió los de él, introduciendo su lengua que acariciaba todo a su paso.
Un gemido brotó de la garganta de Miroku, su respiración se agitaba y no podía hacer nada para controlarla, sus pulmones faltos de aire decidieron por su bien dejar entrar el preciado oxigeno, aunque reacios a hacerlo, pues el cosquilleo se iba extendiendo por todo su ser, y lo mejor de todo era que no quería parar.
-¿Qué pasa?-cuestionó la chica cuando éste se separó, pues por su inexperiencia lo hizo bruscamente.
-Necesito un poco de aire.-dijo él jadeando.
-Me temo que primero tendré que enseñarte a besar, esa será nuestra primera lección.-dijo ella acercándose una vez más.
La sesión de besos duró unos momentos, al menos Miroku lo sintió así, pues se dice que cuando te gusta hacer algo, el tiempo pasa tan rápido que te parece muy escaso. Eso ocurrió a Miroku pues cuando salió de la habitación de Akiyama, la tarde se había esfumado ya, el cielo antes enrojecido ahora era oscuro con algunas manchas de colores brillantes titilando.
A la mañana siguiente las cosas que se acostumbraban hacer no cambiaron, la presencia de Akiyama no era de mucha relevancia en el templo, pero si para Miroku, que se esmeró particularmente en mantenerse limpio y oliendo a extracto de hojas mentoladas. Esa tarde el alumno y la maestra volvieron a la lección, pero esta vez el chico ya no quería solo besos, sus manos exploraron el juvenil y terso cuerpo de ella, topándose con dos montañas ubicadas en su tórax, de suavidad perversa, pensó Miroku.
-Veo que ya estás listo, probemos entonces.-dijo ella.
Comenzó a desvestirse, su kimono blanco cayó al suelo con un suave fru fru, después deshizo el elaborado moño, dejando caer una cascada de pelo negro sobre sus hombros desnudos. Miroku la vio deslumbrado, alargó una de sus manos para tocarla, cerciorarse de que no era una ilusión. Ella sonrió.
Se acercó a él y lo besó nuevamente, lenta y pausadamente lo fue desnudando, mientras él se permitía jugar con los pechos de ésta, primero lo hizo tímidamente, después demasiado brusco que provocó que ella le diera un manotazo.- No tan fuerte.- le dijo.- Sé delicado.
Y así lo hizo, después no supo cómo, pero cuando se dio cuenta ya los estaba besando con lujuria, un sentimiento nunca antes sentido.
Las cosas sucedieron como en cámara lenta, primero ella lo separó de si, se hincó y tomó el ya enhiesto miembro de él entre sus suaves manos, lo acarició causando suaves gemidos de Miroku, pronto éste sintió la humedad y succión que le hizo, instintivamente, asir la cabeza de ella para que no dejara de hacer eso.
Un placer inimaginable embargó el ser de Miroku, pronto, "demasiado pronto" pensó Akiyama, el chico dejó escapar su esencia, causando la frustración de la maestra.
Una vez más, volvieron a los besos, ella le dijo que tenía que contenerse, aprender a hacerlo era imprescindible. Nuevamente, ella asió el miembro de él estimulándolo una y otra vez, exceptuando esta vez, el estímulo bucal.
Ella se recostó en su futón y lo invitó a que él hiciera lo mismo, ella acarició el pecho amplio de él, provocándole ligeros escalofríos. Después lo llenó de besos, por instinto el chico se colocó encima de ella, que por su parte separó sus piernas, de donde Miroku pudo notar, se desprendía un calor embriagador.
Él volvió a juguetear con los senos de ella, una de sus manos se deslizó hasta el lugar donde emanaba ese calor, lo sintió húmedo, lo estimuló y finalmente, y de nueva cuenta siendo ella la que diera el primer paso alzando sus caderas, indicándole qué hacer, lo penetró.
Calidez extrema, humedad y succión fueron las sensaciones primeras que su miembro pudo percibir, el placer desencadenado fue aún mayor, sintió nuevamente que su esencia saldría de él, pero recordando los consejos de su maestra, hizo cuanto pudo por contenerse unos momentos más, pero solo duraron unos instantes, pues inevitablemente no pudo aguantar más. Terminó.
-Estaba tan cerca chico.-dijo ella agitadamente.
-¿Cómo?
-Tenemos que trabajar más en esto.-dijo ella incorporándose un poco.
-¿Ahora?-preguntó Miroku sorprendido.
-No, debes descansar…esto solo fue el comienzo…te falta practica solamente, y yo te voy a ayudar.-dijo ella dándole un beso rápido.
Y así fue, ella lo ayudó en demasía, y terminó haciéndolo adicto a las artes sexuales, tanto que el alumno superó al maestro…
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Ya me había tardado mucho con este fic...solamente me falta un capi y terminamos…jojo XD
Nos vemos.
Pd. ¡FELIZ AÑO!
