Sango.
-Diálogos.-
"Pensamientos"
FIC inspirado en uno de los capítulos de la historia de PiriChan Anti kikio.
-----------------------------
Una hermosa mañana se cernía en el sengokú, el canto de las aves era arrastrado por las olas del viento fresco del alba. Todo parecía tranquilo, y es que así sería desde ahora, Inuyasha y compañía habían terminado finalmente con el poderoso Naraku.
Al pie de una montaña se encontraba Sango, la exterminadora con los ojos enrojecidos por haber llorado durante las ultimas horas la muerte definitiva de su hermano, el pequeño Kohaku, a su lado, intentando consolarla se encontraba el monje Miroku, cuyo agujero había cerrado ya, y Shippo.
-Ahí viene Kagome.-anunció con voz trémula el pequeño zorro.
Y era verdad, a ciertos metros se visualizaba a Kirara, que traía en su lomo a la chica que vino del futuro, extrañamente no venía acompañada de su inseparable y fiel Inuyasha.
-¡Sango!-exclamó la chica cuando Kirara aterrizaba cerca de ellos.
-¿Está usted bien señorita Kagome?-preguntó con voz triste Miroku, mientras el pequeño zorro corría a los brazos de la morena.
-Solo unos cuantos rasguños.-dijo ella, con mirada apagada.
-Al fin todo acabó.-acotó Sango dirigiéndole una sonrisa amarga.
-Lo siento tanto.-replicó Kagome, yendo hacia la castaña y sentándose a su lado para tratar de aliviar su dolor.
-¿Dónde está Inuyasha?-inquirió extrañado Miroku.
-Naraku mató a Kikyo, él debe sentirse culpable por ello, pero realmente la culpable de su muerte soy yo.-repuso la morena cabizbaja.-Pues sí Inuyasha no hubiese ido a salvarme de las garras de uno de los monstruos, ella aún viviría.
-Y usted estaría muerta, entonces Inuyasha se sentiría realmente culpable.-sentenció Miroku.
-Es verdad Kagome, el no se lo perdonaría nunca, él solamente está triste porque ya no la verá, no olvides que ha sido una parte importante de su pasado.-acotó Sango.
-Si, tienen razón.-dijo Kagome sonriendo forzadamente.
-Creo que iré a buscarlo.-propuso Miroku trepando al lomo de la bestia felina.-Vamos Kirara.
-Pero aún así me duele.-continuó Kagome, después de un prolongado silencio.
-Te entiendo.-replicó la castaña.- Pero de ahora en adelante, creo que las cosas van a cambiar, al menos eso espero.
-¿Qué harás Sango?-inquirió Kagome.
-No tengo una aldea a la cual volver, creo que me refugiaré en la de la anciana Kaede, intentaré rehacer mi vida ahí. ¿Tu?
-Supongo que debo volver a mi tiempo. Ya no tengo nada que hacer aquí.-repuso la pelinegra con voz queda.
-Ya veremos.-dijo la exterminadora en un suspiro.
----------------------------------------------------------------
Tres días después, cuando hubieron llegado a la aldea de la señora Kaede, los chicos se instalaron ahí, para descansar después del ajetreado viaje, Kagome se veía triste como una flor marchita, y aunque intentaba aparentar lo mejor posible no llegaba hacerlo.
Sango, después de haber perdido a su hermano, no se encontraba mejor, sin embargo había algo que comprendía, finalmente él estaría descansando en paz.
Y ella….ella debería seguir su camino hasta el día en que se tuviera que ir a su lado.
Esa tarde habló con la anciana sacerdotisa del pueblo, le pidió albergue, ella no se lo negó y le dijo que podía quedarse toda la vida ahí, si era lo que quería.
A la mañana siguiente, Kagome al no ver reacción alguna de parte de Inuyasha, se dijo que lo mejor sería marcharse a su época, y así lo hizo esa misma tarde. No soportaba ver el dolor de la perdida en los ojos dorados del hanyou. Aprovechó que el perro demonio no estaba por la aldea y se marchó, Shippo lloró a mares, pero solo se calmó cuando ella le prometió que volvería algún día de estos. Sango y Miroku fueron a despedirla al pozo, y ahí la morena y la castaña se fundieron en un fraternal abrazo al cual se les unió el monje, quien por única vez colocó las manos donde debía.
-Entre todas las tragedias que hemos vivido, no podemos negar que ha sido una grata experiencia.-declaró el joven Miroku, cuando quedaron solos.
-Así es excelencia.-repuso la castaña secando las lágrimas de sus grandes ojos.
-Sé fuerte Sango, tienes una vida qué vivir.-le dijo el monje colocando sus grandes manos en los delicados hombros de la chica, que se tensó al momento, pues se sorprendió a si misma pensando "Con usted."
-Aún no olvido la promesa que me hiciste ¿La recuerdas?-Sango bajó la mirada azorada, sí que la recordaba, sin embargo aún no estaba lista para remover los pedazos de su corazón destrozado por la reciente perdida.
-Será mejor que volvamos. Shippo se quedó solo.-desvió la conversación, y se separó del agarre del monje.
-Esta bien.-repuso el pelinegro con voz apagada, y si Sango lo hubiese mirado sabría que en verdad se encontraba triste.
Cuando llegaron a la aldea, la joven exterminadora permaneció al lado del pequeño Shippo y de su gatita Kirara, caída la noche apareció Inuyasha y el pequeño zorro a sabiendas de que la partida de Kagome era por su culpa, se lo echó en cara, armando tremendo alboroto que hizo que Inuyasha se volviera a marchar, maldiciendo a lo largo y ancho del camino.
El calor de la hornilla resguardaba del frío de la noche la silueta de la exterminadora, que se encontraba despierta en la cabaña, a su lado estaba Kirara en versión gigante con Shippo dormido en su tupido pelaje, unos metros más allá estaba el monje Miroku, ataviado en una frazada de lana color verde, comenzó a removerse incomodo entre las cobijas y empezó a balbucear cosas ininteligibles.
Sango preocupada, se acercó a él, y tocó su frente ligeramente sudada, lo llamó suavemente tratando de despertarlo. Nada. Lo movió un poco mientras lo llamaba y entonces él abrió los ojos con la más pura expresión de espanto reflejado en ellos.
La miró y después de unos instantes la estrechó entre sus brazos.
Sango pudo sentir la calidez de su cuerpo durante esos momentos que le parecieron una eternidad, se sentía mareada por el calor corporal y el aroma a bosque que expedía ese cuerpo. Notó como el abrazo se fue aflojando hasta que él dejó caer los brazos y los llevó hasta el perplejo rostro de la castaña para acunarlo. La miró largamente y Sango se perdió en esa mirada llena de sentimientos encontrados, tratando de descifrar cada uno de ellos.
Recuperó el sentido cuando sintió la tibieza de los labios del monje sobre los suyos, abrió los ojos sorprendida y se alejó de él.
-Sango…-habló él.
-Buenas noches.-cortó ella, caminando de vuelta hacia su futón.
Realmente no sabía que pasaba, su corazón le decía que sentía algo muy fuerte por ese hombre, sin embargo su impuesta razón siempre terminaba por sacar razonamientos lógicos ante los hechos que ocurrían. La verdad es que tenía miedo, no quería más dolor. Y una relación inestable con el monje más pervertido que conociera en sus veinte años de vida, era algo que eventualmente le traería dolor, conociéndolo….sabiendo que no era hombre de una sola mujer, la hacía desconfiar.
Después del incidente nocturno, la chica se distanció aún más de Miroku que por el contrario se mostraba apagado y con un aire melancólico. Tres días después Kagome regresó con Inuyasha a su lado, su rostro lucía radiante y parecía que habían acordado algo con la familia de Kagome pues, según dijo ella, se quedaría a vivir en la aldea durante un tiempo, algo que Sango no entendió muy bien pero que parecía que eran algunas semanas de vagaciones. Al siguiente día, Sango habló con la anciana Kaede para proponerle que ella podría enseñar a varios jóvenes las técnicas para cazar monstruos o bien para defenderse, cosa que la mujer aceptó encantada.
Así pasaron los días y Sango se volcó completamente en los entrenamientos, apenas y veía a su amiga Kagome y a sus demás compañeros. Uno de esos días, Sango encontró a Kagome llorando sobre el hombro de Inuyasha, que la abrazaba dulcemente. Shippo estaba sentando mirando hacia el camino con los ojos cubiertos en lágrimas.
-¿Qué pasa?-interrogó la castaña preocupada por el estado anímico de sus amigos.
-Se fue.-contestó entre sollozos el pequeño zorro.
-¿Quién?
-Miroku.-respondió con voz queda el perro demonio.
Sango sintió que las palabras de Inuyasha la habían abofeteado.
-¿A dónde?-cuestionó con voz quebrada.
-No lo dijo.
Esa noche los ojos de Sango se humedecieron constantemente, ella que creía que la cercanía con aquél hombre le traería dolor, ahora resultaba que su distanciamiento le dolía igual o más.
"Qué ironía" pensó la joven.
Los días pasaron, y hubo un tiempo en que Kagome iba y regresaba a la aldea, ahora se sabía que Inuyasha y ella tenían algo más que una amistad, pues siempre estaban juntos, aunque las peleas seguían, no eran para nada trascendentales.
Hacía tiempo que Inuyasha había decidido quedarse como lo que era: un híbrido.
Cosa que Kagome había logrado, Sango sentía un gran vacio en su pecho cada vez que veía a la pareja tomada de la mano o abrazados mirando el ocaso.
Se preguntaba internamente si ella y Miroku podrían haber estado así…
A unos días antes de la víspera de navidad, un visitante arribó a la aldea, el monje Miroku estaba de vuelta. La anciana Kaede y sus amigos lo recibieron gustosos, estaba más delgado y aquél brillo pícaro en sus ojos se había esfumado. Cuando Sano salió de la cabaña y lo divisó su respiración se cortó abruptamente. Sin embargo no se movió ni un ápice.
-Un gusto volverte a ver Miroku.-saludó Inuyasha, prácticamente deshaciendo el abrazo de Kagome y el monje.
-A mi también me alegra verlos.-dijo él sonriendo, mientras su vista se desviaba hacia donde se encontraba la exterminadora.
-¿Te quedarás para navidad?-inquirió Shippo, mirándolo suplicante.
-Precisamente a eso vine, querido Shippo.-repuso él, encaminándose hacia la casa de la anciana.
De pronto Sango sintió una ola de rabia hacia aquél ser. Ella que se había pasado varias noches llorando amargamente su ausencia y él parecía indiferente a su dolor, como si no la hubiera echado de menos también. Se recriminó internamente por haber sufrido tanto por aquél canalla.
Esa noche hubo una cena, y para colmo de la exterminadora se tuvo que sentar frente al monje, que ni siquiera le había dirigido la palabra en todo el día. Y él hablaba y hablaba de las experiencias vividas durante el tiempo que estuvo ausente, y reía más sin embargo sus ojos parecían apagados.
A mitad de la charla de Miroku, donde relataba que cuando llegó a una aldea, el terrateniente lo había querido casar con una de sus bellas hijas, la cual había estado comportándose de una manera extraña, pues estaba poseída y él la había exorcisado. Sango se levantó excusándose.
En la víspera de navidad, en la aldea se preparó una gran fiesta, porque no solo se celebraría navidad, sino también el inicio de una nueva era, el paso de las eras era una celebración magnánima, donde se echaba la casa por la ventana.
Hicieron una pequeña plaza, bordeada de inmaculada nieve, donde los hombres colocaron muchas mesas formando un gran círculo a mitad de la placita. Los manteles blancos cubrieron la desnudez de las mesas y Kagome, Sango y otras chicas de la aldea se encargaron de decorar el lugar.
Mientras algunos más se encargaban de levantar un techo por si esa noche nevaba, las mujeres mayores se encargaron de los platillos y las bebidas.
A Kagome y Sango, les prestaron unos kimonos, pues esa noche era una noche muy especial para los aldeanos.
-Sango podrías decirle a la anciana Kaede que te diera un remedio para Shippo, creo que ha comido demasiado y se indigestó.-dijo la pelinegra trepada en una de las mesas mientras ponía algunos lazos de adorno cerca del techo.
-Esta bien.-repuso la exterminadora. Se encaminó con Shippo siguiéndole los talones y dando quejidos.
-Me duele.-dijo.
-Ya verás que con un remedio se te pasa.
Cuando llegaron a la cabaña de la anciana se encontraron a la anciana mujer, acompañada de Miroku.
-Disculpe señora Kaede, pero Shippo se siente mal, creo que está indigestado, y quería saber si tiene alguna poción para hacerlo sentirse mejor.-explicó Sango ignorando al pelinegro.
-¡Oh pequeños Shippo! Dejame ver si tengo algo.-dijo la anciana mientras miraba en una caja.- ¿Tienes algo de tomillo?-preguntó a Miroku.
-Creo que recolecté algo de eso durante mi viaje, enseguida le traigo.-replicó el monje poniéndose de pie y saliendo de la cabaña sin dirigir ni siquiera una mirada a la joven.
-Ven acá pequeño.-llamó Kaede al zorro.
-Me duele.-se quejó por enésima vez.
-¿Sango te importaría decirle a Miroku que también me dé algo de epazote, mientras yo cuido a Shipo?-pidió amablemente la mujer.
-Muy bien.-repuso la chica, que por un momento estuvo a punto de negarse en redondo.
Caminó despacio hacia la cabaña de Miroku e Inuyasha, que era una de las más alejadas, y antes de entrar aspiró profundamente.
-Excelencia, la anciana Kaede me pidió que le diera un poco de epazote también.-dijo ella con tono gélido, que ocultaba perfectamente su nerviosismo.
-Muy bien, un segundo, buscaré el otro.-dijo él sin mirarla, mientras rebuscaba en su equipaje.
Sango vio que tenía una infinidad de ramas y algo que parecía una fruta, una especie de manzana solo que ésta era redonda y de color anaranjado con manchitas café, se preguntó qué sería aquella fruta, que no había visto jamás en su vida.
-¿Te gusta?-le preguntó Miroku que finalmente la miraba a los ojos. Ella se inquietó.
-No la había visto nunca.-dijo ella, tratando de mantener su voz calmada.
-Es muy llamativa y tentadora, lástima que no la uso para esos fines.-replicó él extendiéndole el ramillete de epazotes.
-¿Para que sirve?-no supo si en verdad quería saber o solo había preguntado para quedarse a charlar más tiempo con él.
-Para varias cosas. La cáscara hace excelentes pociones para el resfriado, las semillas molidas, son un calmante para los nervios.-repuso el monje mirando ávidamente a la chica, que se sonrojó.
-Será mejor que lleve esto.-dijo ella saliendo de ahí con el corazón palpitándole a mil por hora.
Esa tarde comenzó la celebración, la cual duraría 24 horas seguidas. Sango vestía un kimono rojo con detalles de color amarillo, su pelo estaba recogido y solo algunos mechones rebeldes se asomaban, sus labios estaban coloreados por una leve capa de brillo, gracias a un producto de Kagome.
Estaba sencilla, pero muy hermosa. Y lo comprobó cuando Kitaro, uno de sus alumnos así se lo hizo saber. Más allá sintió la pesadez de una mirada, los ojos de Miroku estaban puestos en ella, escrutándola palmo a palmo.
Cuando llegó la noche, las danzas comenzaron y las mujeres y los hombres iniciaron un cortejo mientras bailaban, Kagome había tenido que sacar a rastras a Inuyasha, no sin antes darles unos cuantos "abajo". Cuando empezaron a cambiar de pareja, fue Inuyasha quien sacó a Kagome de ahí. Sango estaba pasándola muy bien, nunca se había divertido tanto, pero cuando le tocó ir a parar a los brazos de Miroku su sonrisa se borró. Este la miraba embelesado, mientras sujetaba su espalda y la acercó un poco hacia si. Sango sintió una punzada de angustia.
Llegó la hora de cambiar de pareja y esa vez fue Miroku quien se negó a dejarla ir. La tomó del brazo y la llevó a donde nadie pudiera escucharlos.
-Necesitamos hablar.-le dijo.
-Yo quiero seguir bailado.-replicó Sango.
-Hablemos primero entonces y después vas con tu amigo a bailar lo que quieras.-dijo Miroku dando una mirada a Kitaro.
-Pues no quiero hablar.-repuso la exterminadora, recordando que estaba enfadada con él.
-Pues vas a hacerlo porque ya he esperado mucho tiempo.-y después de decir eso, la llevó hasta la aldea, cerca de sus cabañas.
-Muy bien. ¿Quieres hablar? habla.-lo encaró la castaña.
-Te extrañé.-dijo él con voz repentinamente suave.
-Miroku.-murmuró Sango, sintiendo todas sus barreras derritiéndose, ante esas dos palabras.
-Te he extrañado desde que te besé por última vez, dime Sango si tú sientes algo parecido, dime si me has extrañado también.-susurró con su frente pegada a la suya.
Sango sintió un repentino hormigueo en su estómago, su corazón latía locamente y un nudo se formó en su garganta.
-Si.-murmuró.-Me dolió mucho cuando te fuiste, y más cuando regresaste y me ignoraste por completo.
-Tu hiciste lo mismo, me ignoraste desde aquella noche, y a mi también me dolió por eso es que me fui, no soportaba tu indiferencia.
-Yo…yo fui muy tonta, pero es que tu…pensé, pensé tantas cosas.
-Estás divagando.-dijo Miroku sonriendo dulcemente.
Esa noche hablaron, y hablaron largo y tendido, las dudas se disiparon y los miedos se fueron.
Al día siguiente la fiesta en la pequeña plaza seguía, sin embargo ahí estaban ellos durmiendo placidamente en el futón de Miroku, que abrazaba la pequeña figura de Sango.
Los ojos color púrpura se abrieron cuando sintió un cosquilleo en su mejilla izquierda, las causantes eran algunas de las hebras castañas de Sango.
La admiró por un largo rato, con su dedo índice demarcó el contorno de sus facciones, después se enfocó en sus labios, pero no se atrevió a besarlos. No quería iniciar la mañana con una pelea.
Sango despertó y lo encontró mirando sus labios atentamente, lo primero que pensó era que era un pervertido, sin embargo se sorprendió a si misma deseando los suyos también.
-Buenos días.-le saludó con una diminuta sonrisa.
- Muy buenos.
-¿Qué hora es?
-Creo que es temprano.
-Tengo hambre.
-Voy por algo de comida a la plaza. Enseguida vuelvo.-dijo Miroku mientras se ponía de pie y se alisaba un poco la ropa.
Lo vio salir y suspiró. Se levantó y miró por la ventana, era verdad, la luz mortecina del alba indicaba que aún no amanecía por completo. Se volvió y su vista se fijó en la caja de la esquina, donde había visto a Miroku sacar la fruta aquella.
Llegó hasta ahí, y la buscó. Su estomago gruñía en protesta.
Finalmente la encontró y la limpió con la esquina de su kimono, la mordió.
La cáscara era dura, la pulpa tenía un sabor agridulce, una consistencia suave como de un melocotón.
Cuando Miroku regresó, llevaba consigo un paquete de comida y según la percepción de Sango esa túnica le quedaba endiabladamente sexy. Lo miró de arriba abajo.
-¿Te pasa algo?-le preguntó Miroku y vio lo que sostenía en una de sus manos.
-¿Te comiste el ginnan?-interrogó inquieto.
-Tenía mucha hambre.-replicó ella sin quitarle la vista de encima. Un calor se extendía por su vientre bajo.
-Debiste esperarme. ¿Te sientes bien?
-Perfectamente.-y no mentía, se sentía más viva que nunca.
-Creo que prepararé algo.-dijo é mientras caminaba hasta la caja donde yacían sus hierbas.
-Ven a comer conmigo.-invitó ella con voz extrañamente coqueta.
Miroku la miró y tragó duro.
-Come tu primero.
Ella se acercó hasta él y le ofreció un poco de ginnan.
-No gracias.-replicó él nervioso.
-Miroku, deberías comer, estás muy delgado, aunque igualmente excitante.-le dijo Sango, cuyos ojos tenían un brillo diferente.
-Sango estás bajo el efecto del ginnan, esta no eres tú. Debes dejar pasar unas cuantas horas y entonces...-pero ya no prosiguió, pues la exterminadora le había cortado el habla plantándole un beso fuerte. El balbució algo ininteligible sobre los labios de ella y entonces sintió la lengua de la castaña introducirse en su cavidad, se movía torpe pero exquisitamente, era una sensación maravillosa.
Pero el preciso momento en que él perdió la cordura total, fue cuando una de las delgadas manos de Sango se introdujo debajo de su túnica, palpando la parte más íntima de la anatomía masculina.
En un principio se sobresaltó, pero no pudo evitar dejar salir un gemido de placer. En algún momento de su desbordada pasión se encontró tumbado con Sango encima, besando con vehemencia la parte media de su cuello, algo que produjo escalofrío en aquél experimentado hombre.
El dirigió sus manos hasta los hombros de ella, con el propósito de alejarla, sin embargo, cuando Sango mordió el lóbulo de su oreja olvidó por completo cual era su fin, más no así quitó las manos de aquél lugar, sino que deslizó la tela hasta dejar al descubierto la piel blanca de la chica. No pudo resistirse y subió hasta ellos para besarlos con fervor.
Como si de un incentivo se tratase Sango se separó y tomó las manos del monje para colocarlas en sus senos, el los masajeó durante algunos segundos, pero le era imprescindible tocarlos realmente, sentir la piel que hasta hace unos momentos sus labios habían tocado ya.
Presuroso deslizó la tela del kimono hasta desnudar sutorsopor completó, se detuvo unos momentos para admirar los montes que tenía delante, saboreándolos con la mirada. Tocó los pezones levantados y sintió como algo en su cuerpo comenzaba a despertar.
Sango emitió un sonoro gemido cuando sintió los labios de Miroku probar sus pezones. Y entre caricias y besos apasionados, fueron quedando sin ropa que obstaculizara el roce de sus cuerpos.
Miroku levantó un poco a la chica, y con una de sus manos buscó la cavidad por la cual se introduciría, cuando la ubicó tomó su miembro y dejó que ella llevara el movimiento, Sango emitió un quejido, pero no se detuvo.
Lentamente dejó que su ser fuera embargado por aquél, que la llenaba totalmente.
Cuando se sintió completa, comenzó a moverse de forma torpe sobre él, Miroku puso sus manos en las caderas de ella para guiarla, después las bajó hasta los glúteos de ella, y los acarició de forma sensual, abriéndolos un poco para poder acceder mejor.
Un calor fue acumulándose en sus cuerpos, la energía que albergaban los hacía ir más rápido, con cada movimiento, con cada roce, lograban alcanzar un nivel de placer aún mayor, hasta que Sango gritó y se estiró para después caer rendida sobre el pecho de Miroku quien aprovechó para rodar sobre sí, hasta quedar sobre ella y continuó penetrándola con fuerza y rapidez, la exterminadora sintió como un liquido era derramado en sus entrañas mientras que el monje daba un sonoro gemido, más no paraba de moverse, paulatinamente dejó de hacerlo, pero no salió de ella.
Buscó su rostro y lo besó amorosamente.
-Te amo Sango.-le dijo cuando su voz entrecortada se lo permitió. Miraba el rostro enrojecido de la chica debajo de él.
-Yo también te amo Miroku.-respondió ella.-
-Creo q debemos dar gracias al ginnan por esto.-comentó él mientras reía, y entonces Sango se dio cuenta de que el brillo que caracterizaba la mirada de su amante, había vuelto.
-¿Por qué?-inquirió curiosa.
-Porque es un afrodisíaco, y sin él no hubiésemos llegado hasta aquí.
-Yo también lo creo.-respondió ella, abrazándolo fuertemente.
------------------------
Hola. Después de tanto tiempo actualizo XD y aki dejo el 4º y ultimo capitulo de esta serie.
Bueno el ginnan es una fruta asiatica…la verdad no creo ke tenga ninguna propiedad afrodisiaca. ¡sorry!
Tampoco tiene la fachada como yo la escribí. En cuanto al paso de las eras es una celebración que saqué de un libro que estoy leyendo..es una saga que les recomiendo xD se llama Crónicas de Belgarath.
…Pos nada, gracias por sus comentarios y apoyo. Y nos estamos viendo!
