Notas de la autora: Hola a todos. Bien, como les prometí aquí va mi primer capítulo de un nuevo fanfic. Reconozco que, como tengo otros fics pendientes por terminar, no pensaba escribir esto todavía. Sino que pensaba retrasarlo unos meses. Pero es una idea que lleva rondandome mucho tiempo en la cabeza y tenía que escribirla. Ha salido todo del tirón así que, aunque la he repasado, siento si ven algo que no les termina de convencer. Reconozco que a mi me ha gustado como ha quedado. No se si será muy larga o no, pero tengan paciencia. Aquí les dejo con el fic. Que lo disfruten!

Los personajes no me pertenecen y hago esto sin ánimo de lucro. Espero que les guste.

Capítulo 1

"ggg" mientras hablan

'ggg' lo que piensan

Los rayos del sol despuntaban al amanecer. La claridad del día se iba haciendo cada vez más visible, de manera lenta y pausada. Los pájaros comenzaron su canto, y la vida volvía a despertar de ese instante de sueño y letargo en el que había caído en la noche. Una hoja mecida por la brisa fue a parar sobre un cabello plateado, cuyos mechones de pelo también se mecían al compás del viento.

Aunque pareciera un día como otro cualquiera, conociendo un poco más la historia de las personas que se encontraban en ese momento en el claro del bosque en el que nos situamos ahora, sabríamos que era uno de esos días de los que hacen época. Frías gotas de sudor recorrían las mejillas de nuestro hanyou. El cansancio y la fatiga se dibujaban en su rostro y en su cuerpo. Toda una noche de lucha y aún no terminaban de despertar de esa terrible pesadilla. Colmillo perfora acero apuntando desafiante a su enemigo, mientras gotas de sangre caían lentamente de la hoja de forma periódica. Sin permitir un ápice de distracción, observó por el rabillo del ojo a sus compañeros acompañantes de ese largo viaje. Había sido una batalla muy dura y ellos habían sobrevivido bastante bien. Pero el cuerpo humano siempre ha sido más frágil, y estaba claro que con una sola embestida más, los dejaría en desventaja con respecto a Naraku. Pero no podían flaquear, no ahora que estaban tan cerca de su victoria. Intentó lanzar otra Herida del viento, pero uno de los tentáculos del cuerpo de su enemigo fue más rápido que su mandoble, obligándolo a detenerse en su faena y saltando alto y forzadamente para evitar ser golpeado. Sango, sin embargo, no corrió mejor suerte. Ella estaba distraída intentando ayudar a Miroku a levantarse y ponerse a cubierto. El monje, por su parte, tirado en el suelo cogiéndose, con una mano, aquella en la que tiene el vórtice, intentando soportar el veneno absorbido con los insectos del enemigo. Por eso no vio venir el golpe. Y allí quedaron los dos amantes, tirados uno a varios metros del otro, el Hueso Volador bastante lejos para su uso, y tanto la exterminadora como el joven monje sumidos en el estado de la inconsciencia.

"Ja, ja, ja" rio Naraku "Inuyasha, acéptalo. Está claro que siempre estaréis muy por debajo de mi nivel. Jamás podréis vencerme" Pero apenas le dio tiempo a terminar esta frase cuando tuvo que apartarse rápidamente de una flecha purificadora lanzada por una de las más poderosas sacerdotisas. Inuyasha agradeció la ayuda, mirando esa imponente figura. Pantalones rojos como los suyos, tan anchos que apenas dibujaban una figura femenina. Un haori blanco que dejaba entrever un mínimo de curvas. Y el pelo largo y recogido, ondeando al viento. En una mano un arco recién utilizado, pero seguro de poderse usar de nuevo, y en el hombro varias flechas esperaban su oportunidad. Kykio era realmente hermosa aun con la palidez de su rostro. Pero aquello que lo enamorase 53 años atrás, se había desvanecido en ese cuerpo de barro y huesos. El medio demonio no pudo evitar dejar escapar un suspiro de resignación. Después dirigió su vista a otra imponente figura que se encontraba también a una cierta distancia de él a su derecha. La mirada desafiante, pero un color en sus mejillas le otorgaban una belleza inigualable. Esas largas piernas siempre a la vista, hoy envueltas en un pantalón bastante más ajustado. La camisa blanca del uniforme hoy sustituida por un top de lycra ajustado al cuerpo y que dejaba apreciar lo curvilíneo de su cuerpo. El pelo un tanto rizado, largo, por la cintura, suelto, mostrando todo su esplendor. Es curioso cómo había cambiado esa niña de 15 años, convirtiéndose ahora en toda una mujer dispuesta a la lucha cuerpo a cuerpo si aquello fuera necesario para defender lo que consideraba justo. Muchas veces Inuyasha no podía evitar preguntarse como fue que confundiera a Kagome con Kykio. Ahora una pequeña sonrisa algo triste se plasmaba en su rostro. De un tiempo a esta parte habían estado muy cerca, recorriendo los caminos en busca de Naraku. Pero, a la vez, habían estado más lejos que nunca. Y la echaba de menos.

No quiso darse tiempo para las distracciones y centró toda su atención en ese personaje que tenía delante. Con sus orejas alcanzó a escuchar pequeños sollozos de Shippo que, junto a una herida Kirara, intentaban alejar los cuerpos de sus amigos a una zona menos peligrosa, pudiendo, así, sanar sus heridas.

"Keh, Naraku. Esta vez no escaparás de mí. Tú tienes algo que yo quiero y no pienso irme sin ello"

"Inuyasha, Inuyasha…siempre has sido demasiado impulsivo…Acaso es esto lo que quieres?" y mostró su palma abierta, dejando ver una pequeña esfera morada, con un tono negruzco, pero con su brillo característico. Una perla corrompida por la maldad que albergaba el corazón de su dueño. La perla que tantos problemas les había traído. No solo a ellos, sino a cientos de personas entre humanos, demonios y medio demonios. Pues todo lo que esa perla tocaba lo convertía en desgracia. La perla, al completo. La perla de las cuatro almas.

"Sango estará contenta de saber que Kohaku por fin es libre de mi yugo" rió Naraku. Inuyasha no pudo por menos que gruñir. Si todos los fragmentos habían sido reunidos significaban dos cosas. La primera es que Koga debía estar herido, sino muerto, en alguna parte, debido a algún ataque por parte de su enemigo. De esta forma le habría arrebatado los dos fragmentos que poseía en cada una de sus piernas. La segunda…la terrible segunda opción es que el hermano menor de la exterminadora, Kohaku, estaba muerto. El fragmento es lo único que lo mantenía con vida. Si dicho fragmento ya formaba parte de la joya…No! No quería pensar en esa posibilidad. Primero tenía que derrotar a Naraku. Y en esos pensamientos estaba cuando vio caer a Kykio. Ella no había podido evitar el ataque de ese ser maligno delante de ellos, pues se había quedado sin flechas y, aunque fuera un cuerpo muerto en vida, el cansancio y la fatiga también se habían hecho presentes en ella ocasionando que sus movimientos fueran más lentos.

"Kykio!" gritó Inuyasha, cortando en su camino varias de esas prolongaciones de Naraku. Sin embargo, fue detenido por una gran cantidad de veneno expulsado por el mismo, obligándolo a echar unos pasos hacia atrás. Con su haori rojo impregnado en su propia sangre y la de sus amigos, tapándose la nariz. No quería caer bajo los influjos del veneno. Una flecha purificadora libró el ambiente de dicho mal, atrayendo la atención de los presentes. Kagome quería hacerse notar, hacer saber que, aún a pesar de sus heridas, aún a pesar del dolor de su corazón, y aún a pesar del cansancio y sudor que bañaba su cuerpo, ella no se rendiría y seguiría luchando. Y tensando el arco dispuesta a usarlo de nuevo fue como la encontraron dos pares de ojos: de Inuyasha y de Naraku. Uno la miraba con ternura y devoción. El otro la miraba con maldad y odio.

"Naraku!" gritó Kagome, la cuerda del arco completamente tensada "Pagarás por todo el daño que le has hecho a tanta gente!" Pero desapareció de la vista de ambos cuando una nueva cantidad de veneno fue expulsado por dicho ser, ensombreciendo el lugar. Inuyasha, incapaz de respirar, intentaba seguir con su oído los pasos del enemigo. Fue, prestando gran atención, cuando logró escuchar: "Por fin me desharé de ti, sacerdotisa" asustado de no llegar a tiempo de proteger a Kykio pegó un salto, saliendo de toda esa nube, cayendo justo al lado de Kykio, la tomó entre sus brazos y la posó varios metros más lejos, creyendo que había huido del ataque repentino. Rápidamente giró sobre sus propios talones, su espada puesta entre su cuerpo y el de Naraku, predispuesto para la lucha.

Pero algo le preocupó.

Desde que Naraku consiguiera desterrar su corazón de su cuerpo, había estado intentando matar a Kykio, acabando así con el último vestigio que lo pudiera relacionar con un ser con sentimientos. Cualquier sentimiento. Un mínimo sentimiento…Y sin embargo, no había síntoma alguno en su mirar que delatara su enfado por haber fallado en su ataque. Al contrario. Sonreía. Sonreía? Por qué?

"Qué te hace tanta gracia maldita sea!" gritó Inuyasha exasperado. El no comprender la situación lo estaba poniendo de los nervios. Fue entonces cuando sus sentidos despertaron, el olor a sangre llegó a su nariz, un quejido ahogado pero inconfundible llegó a sus orejas, y la vista le mostró lo que de otra forma solo podía intuir.

Kagome.

Naraku no había intentado matar a Kykio. Naraku había intentado matar a Kagome. Y la pudo ver en la distancia. La flecha caída algunos metros más allá del cuerpo de la muchacha. Flecha con la que había conseguido atravesar el tentáculo que se dirigía a ella. Flecha impregnada en sangre de Naraku. Pero ella no había conseguido ser lo suficientemente rápida. Y gran parte de ese tentáculo atravesaba su bello cuerpo. Saliendo por su estómago.

Herida…

Herida de muerte…

Para Inuyasha, ella calló al suelo lentamente. Los segundos se hicieron eternos. Pudo apreciar como cada cabello se movía hasta hacer contacto con su rostro en la caída. Pudo apreciar como sus dedos liberaban uno a uno el arco que aún mantenía sujeto, para dejarse caer en la hierba.

Silencio…

Sin saber muy bien como, apenas en un abrir y cerrar de ojos, él ya se encontraba a su lado. Su espada olvidada en un lateral del cuerpo de la chica, Kagome entre sus brazos, el miedo y la desesperación filtrándose en su cuerpo. En algún momento sus amigos habían despertado, pero ahogaron sus gritos de sorpresa ante lo sucedido, apenas pudiendo moverse.

"Ka…Kagome?" intentó preguntar. Esto tenía que ser una pesadilla. Una terrible pesadillas.

"I…Inu…uhh" se quejó la muchacha. El dolor recorriendo su cuerpo. Cada vez perdía más sensibilidad en sus brazos y piernas. Alzó una mano, con mucho trabajo, para acariciar su rostro, observando esos dorados ojos por última vez.

"Schhh…No hace falta que hables. Tranquila, te vas a poner bien. Ya verás como te vas a poner bien" rogaba el hanyou, más convenciéndose a él mismo que a ella. Ambos sabían el final.

"Inu…yasha" comenzó la muchacha en sus últimos suspiros. Cada vez se le hacía más difícil respirar. Su mano acariciando la mejilla del chico. "Yo…" gruesas lágrimas rodaron por las mejillas de ella.

"No…no lo hagas" rogaba él. Ella se estaba despidiendo. Y el olor a muerte que la estaba rodeando no conseguía amenizar la situación. "Te vas a poner bien, ya verás como sí" decía el medio demonio, meciéndola entre sus brazos. En ese momento era ajeno de todas las miradas, Naraku olvidado, para él su mundo era solo ella.

"Es…cucha. Aún" Tragó. Las palabras se le acumulaban y no quería marcharse sin decírselo. "Aun a pesar de todo…yo…te…te quie…" y dio su último suspiro. La mano posada en la mejilla del medio demonio que, de alguna manera, había estado calmando los peores temores de Inuyasha mediante su ligero tacto, fue cayendo poco a poco recorriendo esos centímetros que la separaban del suelo, esos finos dedos quedándose tan pálidos como su rostro. Bajando…cayendo…hasta tocar tierra. Sin sentido. Sin vida.

Kagome…había muerto.

Bueno, hasta aqui! Mmm...se que me van a acribillar con este final...pero aquí tiene que terminar porque, ademas, tengo sueño y no quería caer delante del ordenador. Por favor, cualquier cosita, un pequeño comentario...lo que sea! Hacermelo saber si? Sabeis que me encanta saber todo lo que pensais, sentis, me odiais...ups! digo...dejarme algun comentario, si?
Besos a todos!
pd. Que tiene continuacion, tranquilo todo el mundo que esto aqui no se acaba