"Entiérrame junto a ella" fue la súplica del ser de largos cabellos plateados echa a su compañero que sujetaba a la muchacha entre sus brazos. Miroku solo afirmó con la cabeza.

Shippo se agarró a una de las piernas de Sango, no quería mirar. Demasiado dolor para su joven cuerpo… demasiado.

"Estás listo Inuyasha?" preguntó la miko, la flecha preparada.

"Sí" aseguró él. Las respiraciones de todos se detuvieron. Y en ese momento Kykio se dispuso a disparar la flecha.

El adiós

Los personajes no me pertenecen y hago esto sin ánimo de lucro. Espero que les guste.

Capítulo 12

"ggg" mientras hablan
'ggg' lo que piensan

Kkk flashback

XXX cambio de escena

Por fin había conseguido que se calmara. Llevaba horas, desde que habían entrado a la casa de la chica, abrazándola y cobijándola. Intentando plasmar en su gesto todo su cariño y su apoyo a esa muchacha sin consuelo. Pero parecía que nada iba a funcionar, hasta ahora, cuando el llanto había cesado, dejándose oír nada más que algún que otro hipo producido por tanto lamento.

"Estás ya mejor?" preguntó el muchacho preocupado, sin dejar de acariciar los sedosos cabellos de la joven.

"Sí, gracias" contestó ella separándose ligeramente, avergonzada por su falta de control, con un ligero rubor esparcido por las mejillas. Así se quedaron, en ese silencio incómodo, cada uno sentados en una esquina diferente del sofá de piel que estaba en medio del salón, mirando a algún punto al otro lado de la pared, sin saber qué hacer o qué decir.

De pronto el reloj de la salita marcó la hora en punto, lo que despertó a Hojo de su ensoñación, dándose cuenta que había pasado más tiempo del que esperaba, y sus deberes en su casa empezaban a reclamar su atención.

"Higurashi, tengo que marcharme ahora. Estás segura que estarás bien?" preguntó mirándola de reojo.

Ella dibujó en su rostro la mayor sonrisa agradecida y despreocupada que pudo. "Sí, no te inquietes, vete tranquilo."

"Si quieres puedo llamar a mi casa y quedarme hasta que vuelva tu familia"

"No hace falta, de verdad. No tardarán mucho más en volver pero gracias de todos modos." mintió. Y así ambos se levantaron y se dirigieron a la puerta. Pero, antes de salir, el muchacho se dio la vuelta encontrándose, nuevamente, con los enormes ojos marrones de ella.

"Por cierto, te traje esto, con ellas puedes hacer un te muy bueno para casi cualquier tipo de enfermedad" y le tendió la bolsa de hierbas que aún tenía bien asida en su mano.

"Esto… gracias" tomando la bolsa de sus manos y sin saber realmente qué decir. Sus miradas se encontraron repentinamente, el aire que los rodeaba cambió y la situación en la que se encontraban pasó a ser, de alguna forma, un tanto íntima. Así fue como ocurrió que Hojo, sin haberlo planeado en momento alguno, se agachó acariciando la punta de la nariz de Kagome con la suya y pidiendo, silenciosamente, casi rogando con la mirada el permiso que buscaba para unir sus labios.

La muchacha tuvo un momento de incertidumbre, pero si quería olvidar a Inuyasha el chico delante de ella era siempre la mejor opción. Un chico guapo, inteligente, que siempre se había preocupado por ella… así que fue la joven misma la que alcanzó los labios del muchacho, despidiéndose con un tímido beso. Rozando con su boca la de él, mínimamente, en una caricia íntima y muy tierna.

Cuando se separaron para respirar, una cara de felicidad fue la que se encontró Kagome en el rostro de Hojo, y él pudo decir que la había visto sonreír.

"Hasta pronto… Kagome" dijo él, y sin esperar respuesta alguna se dio la vuelta y emprendió el camino hacia su casa. Kagome vio como desaparecía escaleras abajo, se llevó una mano hasta los labios, aún sintiendo ese suave roce de instantes antes.

Cerró la puerta tranquilamente y, con la mente llena de ideas y pensamientos, apagó todas las luces, quedándose escondida en la penumbra de su habitación, arrodillada en el suelo con la espalda apoyada en la puerta. Sus brazos alrededor de sus rodillas y su cabeza entre ellas. Y así… en esta incómoda posición… se durmió hasta el siguiente día.

XXXXX

Inuyasha llegó hasta donde estaban sus amigos muchas horas después. Aunque se había prometido no volver a molestar a Kagome, no pudo evitar hacerlo. Se había pasado horas y horas en el Sengoku, subido a la rama de algún árbol, con la vista fija en el pozo, deseando de corazón que la muchacha volviera, aunque su razón le decía que eso no iba a pasar.

Convencido de que si volvía a echar un vistazo era solo por el bienestar de ella, volvió a deslizarse por la estructura, llegando casi al instante a la época futura. De un salto salió a la superficie y abrió, sin hacer ningún ruido, las puertas que daban acceso al exterior. Se acercó hasta la gran casa y se coló por la ventana abierta del cuarto de ella intentando hacer el menor ruido posible.

Sorprendido de no encontrarla en la cama como todas las noches que ella pasaba en su época, se deslizó hacia el pasillo, bajando lentamente las escaleras que daban acceso al piso de abajo, sorprendido de encontrar tanta luz a estas horas y una amena conversación entre los presentes.

Sus sentidos no le fallaban. Había detectado el sabroso aroma de Kagome desde que entró a su habitación, pero el olor masculino recién lo captaba, no pudiendo evitar que un ligero gruñido como muestra de posesión escapara de su garganta, pero lo suficientemente bajo para no ser descubierto.

Vio que ambas figuras se levantaban y se dirigían hacia la salida, para alivio del hanyou, que los observaba escondido. Pero su corazón se detuvo cuando vio que, aunque fue el chico quien se inclinó sobre ella, fue la propia Kagome la que alcanzó los labios de Hojo, rindiéndose ambos a un, aunque no apasionado, pero si dulce y cariñoso beso.

No pudo aguantarlo más. Salió por el mismo lugar por el que había venido evitando hacer cualquier tipo de ruido que delatara su presencia, y se escabulló por ese pozo que lo llevaría a su mundo, con el corazón completamente destrozado.

Y así es como lo vieron llegar Sango, Shippo, Miroku, Kirara y Kykio. Él no dijo nada a nadie, apenas saludó. Solo los miró ligeramente, advirtiendo que había regresado, y se subió nuevamente al árbol más alto de la zona, viendo, desde allí, como sus compañeros iban cayendo, uno a uno, en los brazos de Morfeo. Kykio fue la última en caer rendida, al fin y al cabo su cuerpo de barro y huesos no le daba muchos problemas, pero ya que no tenía nada mejor que hacer, cerró los ojos dispuesta a descansar.

Inuyasha la observó durante todo este tiempo. Vistiéndola con diferentes ropas. Dibujando rizos en su pelo, cortándolo ligeramente, dándole color a sus mejillas…

Ella no era Kagome. Jamás sería Kagome.

Suspiró.

Su vista viajó hasta la luna, cansado de tantas situaciones dolorosas, de tantos sentimientos. "De verdad espero que seas muy feliz" dijo tristemente, frase que no pasó desapercibida, pues la miko seguía completamente despierta aunque con los ojos cerrados y su cuerpo reposando sobre la hierba.

A Inuyasha eso no le importó. Que le oyeran o no… ya no era importante. Kagome se había ido, quizá para siempre… y el tenía una promesa que cumplir. Había prometido su vida, su existencia, a la mujer que antes ocupaba su corazón. O lo seguía ocupando ahora? Esa duda embargaba su alma, aunque sus ideas poco a poco se iban haciendo más claras. Pero… ya daba igual lo que él sintiera o dejara de sentir, porque una parte de su corazón seguía con la miko que ahora los acompañaba,… no?

Con estos pensamientos y la vista puesta en la luna, se quedó dormido hasta la mañana siguiente.

XXXXX

Koga detuvo sus pasos a una distancia prudencial. Después de tanto esfuerzo, de tanto andar y andar, con unas heridas sangrantes en sus piernas, su cuerpo amoratado, dañado, cansado… había llegado.

Todos los pelos de su cuerpo se le pusieron de punta al ver la tremenda escena que se estaba llevando a cabo delante de sus ojos.

Kagome, su mujer, yacía muerta en los brazos de una de las personas que siempre la acompañaba mientras que el sucio chucho estaba situado, sin defenderse… mas bien, sin intentar defenderse, delante de una mujer que olía, básicamente, a cadáver. Era muy parecida a la joven, pero ya desde la distancia se veía claramente como sus ojos, su piel… toda ella tenía un ligero tono de palidez, sin… sin vida.

Sus compañeros se detuvieron apenas unos pasos detrás de él, boquiabiertos también por las circunstancias con las que se encontraron. Inuyasha… estaba dejando que le mataran?

Koga olfateó nuevamente el aire, descubriendo el aroma de su rival envolviendo alrededor de Kagome. Eso le enervó. Primero no había conseguido protegerla, y después había estado alrededor de su cuerpo lo suficiente como para dejar su aroma en ella…

"Gggrrrrr" empezó a gruñir, escapando el aire entre sus gruñidos. Pero qué se habrá creído el chucho este? Kagome era suya! SUYA!

XXXXXX

Inuyasha miraba seriamente en la profundidad de los ojos marrones de Kykio, esperando para su inminente final. Deseándolo, ansiándolo… Jamás se perdonaría haber fallado a la única persona que hacía que su corazón latiera cada mañana. La única que supo ver lo bueno de él. La única que siempre lo había aceptado tal cual era, y por lo mismo lo había querido. La única que no se asustaba de sus otras formas, que lo retaba, que lo complementaba, que lo llenaba, que le hacía sentir inmensidad de cosas dentro de su dañado corazón…

Y en esos pocos segundos de vida recordó. Desde aquella vez… ella había vuelto pocas veces al Sengoku. Muy pocas. Y no había querido siquiera dirigirle la vista a él.

Llegaba, se sentaba en la cabaña de Sango y Miroku, que finalmente habían contraído nupcias. Hablaban y hablaban. Y ella nunca preguntaba por él. Inuyasha siempre estaba sobre el techo, con sus sentidos puestos alerta, escuchando toda la conversación que se llevaba dentro de la vivienda.

Y ella nunca preguntó por él.

Pasadas unas horas la veía partir, acompañada por Sango y el pequeño kitsune. Ambos iban con ella hasta el pozo, en donde se perdía de su vista por otras tantas semanas.

Siempre siguió su delgada figura con sus expresivos ojos dorados. Siempre.

Y Kagome sabía que él estaba allí. Su corazón, su cuerpo… todos sus sentidos le decían que él la seguía. Que la acariciaba con la mirada. Que vigilaba todos sus movimientos…

Y muchas veces estuvo tentada de darse la vuelta, de encararle, de decirle que todo estaba bien. Quería volver con él… Dios! Cómo lo deseaba…

Hojo se había vuelto una parte muy importante de su vida, convirtiéndose incluso en su pareja. Y ella sabía que Inuyasha lo sabía. Le había visto algunas veces escondido por entre los matorrales que circundaban su casa. Le había visto por el rabillo del ojo cuando se despedía de su, ahora novio, con un tierno beso en los labios.

Pero Inuyasha no comprendía. Él no podía saber que, durante todos esos besos, ella añoraba sentir sus labios resecos posados sobre los suyos propios. Deseaba con su lengua recorrer los recovecos del hanyou, cruzarse con sus colmillos y sonreír entre besos. Quería que fuera él quien le aportara esas pequeñas caricias que Hojo le daba.

Por eso es que no podía seguir más adelante en su relación de pareja. Sabía que Hojo buscaba más, pedía más de ella… pero Kagome simplemente no podía engañar lo suficiente a su corazón como para entregarse a aquel que su cuerpo no clamaba.

Y así, pasaron varios meses. Separados, queriéndose, añorándose… Odiando el hecho de no poder estar juntos. Pero esto iba más allá de ellos.

Hasta aquél fatídico día. Ese mismo día que Inuyasha sentía se había vuelto su propio infierno. Las últimas pistas de Naraku. Quiso el cielo que Kagome viniera de visita y fue así como pudo acompañarlos.

Ella… tan guapa, tan hermosa… La sentía tan lejos… Apenas los separaban un par de metros, pero ellos se sentían como a años luz el uno del otro.

Y esa flecha que no llegó a tiempo. Ese ataque que no previó. Parte del cuerpo de Naraku atravesando su hermoso ser. Su despedida…

Le dolía, no quería recordarlo, no quería…

"Ka…Kagome?" intentó preguntar. Esto tenía que ser una pesadilla. Una terrible pesadillas.

"I…Inu…uhh" se quejó la muchacha. El dolor recorriendo su cuerpo. Cada vez perdía más sensibilidad en sus brazos y piernas. Alzó una mano, con mucho trabajo, para acariciar su rostro, observando esos dorados ojos por última vez.

"Schhh…No hace falta que hables. Tranquila, te vas a poner bien. Ya verás como te vas a poner bien" rogaba el hanyou, más convenciéndose a él mismo que a ella. Ambos sabían el final.

"Inu…yasha" comenzó la muchacha en sus últimos suspiros. Cada vez se le hacía más difícil respirar. Su mano acariciando la mejilla del chico. "Yo…" gruesas lágrimas rodaron por las mejillas de ella.

"No…no lo hagas" rogaba él. Ella se estaba despidiendo. Y el olor a muerte que la estaba rodeando no conseguía amenizar la situación. "Te vas a poner bien, ya verás como sí" decía el medio demonio, meciéndola entre sus brazos. En ese momento era ajeno de todas las miradas, Naraku olvidado, para él su mundo era solo ella.

"Es…cucha. Aún" Tragó. Las palabras se le acumulaban y no quería marcharse sin decírselo. "Aun a pesar de todo…yo…te…te quie…" y dio su último suspiro.

Dejó que una última lágrima escapara por su rostro, sin limpiarla. Con ella dejaba escapar sus penas por última vez.

Lo quería. Sí, deseaba morir. Porque Kagome era su vida, su aire, su palpitar…

Tan concentrado estaba, que no se dio cuenta de nada hasta que sintió como el puño se estrellaba contra su mejilla, lanzándolo a una distancia prudencial, marcando esa parte de su carne con un color rojo bermellón…

"Pero qué…?" preguntó cuando pudo despertar del trance en el que había caído por el golpe.

Alzó su cuerpo apoyando una de sus garras en el suelo, y allí, ante él… más rabioso de lo que lo había visto nunca, estaba Koga. Ese lobo apestoso que proclamaba a Kagome como su mujer…

Siempre. Siempre saltaba ante la aparición de ese miserable ser que quería apartar a la chica de su lado.

"Koga…"

Pero no esta vez. No pelearía esta vez. No pensaba defenderse esta vez.

Koga lo atacó. Lo golpeó una y otra vez por todo el cuerpo. "Defiéndete maldita sea!" le gritó incluso. Pero él no podía, porque se merecía todos y cada uno de esos golpes por no haberla protegido.

Puñetazo en el hombro izquierdo, y se volvió a dejar caer. Se levantó. Rodillazo en el abdomen. Y volvió a levantarse. Cabezazo. Volvió a levantarse.

XXXXX

"Tenemos que detenerlos. Le va a matar!" gritaba Sango agarrada, casi colgando, de la manga de un Miroku que miraba la escena tremendamente serio.

"No Sango, esta no es nuestra pelea" sentenció él, sin apartar la vista de los dos demonios.

"Pero…" intentó razonar ella.

"Sango" llamó el kitsune desde su hombro. Ella le miró con los ojos vidriosos. "No te preocupes, él estará bien" y volvieron a poner su vista en la trifulca.

XXXXX

Kykio estaba, como poco, sorprendida. En un momento estaba con flecha y arco en la mano, dispuesta a volver a sellar al demonio nuevamente… al siguiente momento se encontraba apuntando al aire, viendo como ambos seres sobrenaturales se zurraban sin parar.

Bueno, más bien el lobo pegaba. Inuyasha no estaba haciendo nada para defenderse. Acaso sentía que se merecía… esos golpes? Después de todo, él no había tenido la culpa de que esa chiquilla hubiera muerto.

XXXXX

Así estuvieron por más de diez minutos, hasta que el cansancio le superó, y Koga tuvo que detenerse. Las heridas en las piernas volvían a sangrar, y pronto sus compañeros acudieron a su ayuda.

"Por qué?" dijo de pronto, cuando el aire se hubo calmado ligeramente.

"Por qué qué Koga?" preguntó el hanyou.

"Por qué la dejaste morir?" preguntó clavando sus profundos ojos azules en los dorados que le miraban, tristes.

"Yo… yo…" pero, qué podía decir? "No quería…" los sentimientos volviendo a agolparse en su garganta.

"Chucho asqueroso! Ella era mi mujer! Tú debías protegerla!" gritó el lobezno rojo de rabia, en un ataque de ira y desesperación.

"ELLA NO ERA TU MUJER!" no pudo evitar que las palabras escapasen de su boca. "Ella no te quería Koga. Ella me quería a mí. Y yo la quería a ella! Maldita sea!" dijo golpeando con su puño herido el trozo de tierra que se encontraba más a su alcance, haciendo que algunos guijarros saltaran lejos. "Yo la quería…" su tono de voz había disminuido tan notablemente que solo dos personas entre los allí presentes le escucharon. Uno de ellos era el demonio lobo.

Algunos minutos después se levantó pesadamente. Hakkaku le ayudó a izarse del suelo. Apoyado en sus camaradas, pidió que le acercaran al cuerpo inerte de la chica, que aún estaba cobijado por los brazos del monje.

Cuando se acercó a ella, observó la comisura de sus labios, sus párpados cerrados para siempre, sus largas pestañas, el pelo ensortijado alrededor de su hermoso rostro, salpicaduras de sangre sucia…

Se inclinó sobre ella y la besó en la mejilla. Había sido una lección difícil. Y sabía que jamás podría olvidar a esa mujer tan diferente a las otras. Y sin pronunciar una palabra más, se fueron alejando paso a paso. Olvidando, dejando atrás todo recuerdo. Pero antes… Koga dio una última mirada al grupo, cuando ya estaban a punto de desaparecer entre los árboles. Su vista se posó en un muchacho de orejas de perro, que seguía tirado en el piso, sus garras tapando su rostro.

No hacía falta verlo. Por el olor a agua salina que provenía de él sabía que estaba llorando. "Adiós" susurró al aire, y con sus propias lágrimas inundándole los ojos, se fue de allí.

Para siempre.

Continuará…


Bueno, bueno, bueno. Aquí el tan esperado 12. No os podéis imaginar lo difícil que ha sido para mí escribir esta parte. Koga es el que siempre me ha dado más problemas en esta parte de la historia. Espero haber acertado, y que os haya gustado su aparición. Cualquier sugerencia sabéis que siempre será bienvenida. Iba a escribir más, pero entonces se haría muy largo el capítulo, pesado incluso, así que de momento lo dejamos por aquí. Qué os ha parecido?

Para: Jimena-chan: muchisimas gracias por tus palabras. Y siento haberlo dejado en tan "mal" momento. Pero bueno, al menos como recompensa aqui va el siguiente capitulo, incluso mucho antes de lo que yo misma me esperaba. En estas cosas, sin embargo, es ponerse a escribir y... aunque hay veces que no sale nada de nada, hay otras que simplemente no puedes parar. En fin, tu me diras, besos!

Para Andrea: bueno, he intentado ser buena y aqui, apenas una semana despues, os pongo la continuacion, porque se que si no algunas sufririais de paro cardiaco :) Lo se, no he solucionado lo de Kykio, auqneu si se van aclarando ya algunas cosas, pero todo a su tiempo. De verdad que aun quedan cosas por venir. Espero que te haya gustado, besos!

Para bony: me alegra de que te gustase mi idea. La verdad es que se me ocurrio una noche y me estuvo rondando la cabeza por semanas. Queria esperar a terminar otras historias, pero un dia simplemente no pude mas. Y no me quejo, creo que estoy cumpliendo bien, o al menos lo intento ;) porque no es una tematica fácil. Que tal este capitulo? Va aclarando mas cosas de como quedo la relacion entre nuestros protagonistas. Atentos todos que todo es importante! Besos!

Para INUKAN: bueno, que tal? Al final no he matado a inuyasha, o por lo menos de momento :P Pero Koga tenia que volver a aparecer nuevamente, no? En fin, que espero que esta solcion "momentanea" te haya gustado y me alegro muchisimo que te guste mi fic, besos!

Para athenas XD: por que? si es por dejarlo en la mejor parte... me acuso jeje. Que tal ahora? Besos!

Para bonisha: pues... gracias (elena se ruboriza) la verdad es que, aunque ya lo he dicho anteriormente, pero intento poner todo, todo mi empeño en este fic. Porque me gusta, y quiero expresaros eso tb a vosotros, que lo leeis. A veces es mas facil llegar a la gente con las palabras dichas, mas que escribiendolas. Pero es como un reto autoimpuesto. Asi que si os llego de alguna manera... ya me siento feliz. Besos

Y gracias a todos por leer!