Se inclinó sobre ella y la besó en la mejilla. Había sido una lección difícil. Y sabía que jamás podría olvidar a esa mujer tan diferente a las otras. Y sin pronunciar una palabra más, se fueron alejando paso a paso. Olvidando, dejando atrás todo recuerdo. Pero antes… Koga dio una última mirada al grupo, cuando ya estaban a punto de desaparecer entre los árboles. Su vista se posó en un muchacho de orejas de perro, que seguía tirado en el piso, sus garras tapando su rostro.

No hacía falta verlo. Por el olor a agua salina que provenía de él sabía que estaba llorando. "Adiós" susurró al aire, y con sus propias lágrimas inundándole los ojos, se fue de allí.

Para siempre.

El adiós

Los personajes no me pertenecen y hago esto sin ánimo de lucro. Espero que les guste.

Capítulo 13

"ggg" mientras hablan
'ggg' lo que piensan

Kkk flashback

XXX cambio de escena

Kykio no se había perdido detalle alguno de toda la conversación que tuvieron ambos seres. Fue grande su sorpresa cuando Koga apareció ante ellos. Ninguno de los acompañantes de Inuyasha, ni siquiera ella, había sido capaz de moverse o hacer algo por el pobre medio demonio apabullado. Y más sorprendente aún fue la despedida de Koga. El sentimiento que pudo apreciarse en sus palabras. El dolor que desprendía su mirada. El amargo sabor que dejó atrás su presencia.

Inuyasha volvió a levantarse, tras unos minutos escondiendo sus penas. Había aceptado la situación. Había aceptado perder… Todo su orgullo se había esfumado en el momento en el que la joven que aún permanecía entre los brazos de Miroku se había alejado de su lado. Por y para siempre.

Por eso es que ya no le importaba vivir. Su cometido estaba hecho. Había destruido a ese personaje perseguido por todos ellos durante varios años. Tampoco se arrepentía. En parte, Naraku los había unido. Había descubierto que no importaba como fueras, o cuáles fueran tus orígenes. Siempre podías encontrar personas que te quisieran por lo que eres. Y se sentía orgulloso de decir que tenía amigos. Verdaderos amigos. Personas a los que había cogido verdadero cariño y que le habían acompañado experimentando, junto a él, una y mil aventuras en la época del Sengoku.

Su vista volvió unos instantes a la joven. De entre todas las cosas, se sentía terriblemente orgulloso de Kagome. La muchacha tenía un corazón enorme. Y había tenido la mala suerte de toparse con un medio demonio como él que no le había causado más que penas y dolor. Pero… ya no era hora de lamentarse, nada más podría hacerse por ella, solo deseaba que en algún lugar, donde sea que estuviera su alma, se sintiera en paz y fuera, finalmente, feliz. Él pagaría por todo el daño que le había hecho dejándose llevar hasta el infierno, sufriendo penurias por toda la eternidad.

"Déjale vivir…" fue el susurro que llegó hasta los oídos de Kykio. Sorprendida por la repentina voz que aparecía en ese momento tan inquietante, miró con curiosidad a todos lados alrededor suyo, no encontrando la fuente de aquel murmullo que había viajado hasta sus sentidos.

Creyéndolo producto de su imaginación, volvió a levantar la flecha y el arco que aún tenía en sus manos, tensándolos cuando vio que Inuyasha se plantaba nuevamente delante de ella, dispuesto a enfrentar su destino.

"Déjale vivir…"

Otra vez esa voz… y por alguna extraña razón sentía que conocía la persona que le susurraba esas palabras. Volvió a mirar a todas partes, en todas direcciones, extrañada, mientras una gota de sudor frío caía por su frente.

De repente algo sucedió. Todo a su alrededor desapareció. El bosque, los árboles, Inuyasha… todo enfrente suyo se volvió de color negro, y ella se encontró suspendida en el aire, sus armas perdidas en alguna parte de esa oscuridad. Quiso entender lo que sucedía, pero aquello iba más allá de su conocimiento.

"Déjale vivir…" se volvió a escuchar, haciendo eco en ese inmenso espacio lleno de la nada. Agobiada por la situación, incapaz de hacer algún movimiento coherente y empezando a perder la paciencia y frialdad que siempre la había caracterizado, al menos en sus últimos años de existencia, gritó a ningún lado en particular.

"¿Quién eres?"

"Creo que lo sabes" fue la atípica respuesta que obtuvo.

De pronto un pequeño foco de luz iluminó a una persona frente a ella. Era una mujer, pero no podía ver su rostro porque estaba de espaldas. Largos cabellos negros, con pequeños rizos en las puntas, cayendo libremente por su espalda, las hebras de pelo negro jugando unas con otras.

"Exijo saber quién eres" dijo la miko.

No supo en qué momento ni como había llegado hasta allí, pero ahora se encontraba en un hermoso bosque, donde los pétalos de las flores de la época flotaban en el aire, arrastrados por la brisa del lugar. El césped bajo sus pies de un color verde impoluto, aceptando con gratitud a todo aquel caminante que quisiera recorrer el prado, invitando a cualquier ser viviente a tumbarse y retozar en la hierba. El cielo de un azul inigualable, alumbrado por un sol resplandeciente, y unas nubes juguetonas adquiriendo extrañas formas, recorriendo el firmamento, también mecidas por la brisa diurna.

Las frías pupilas de la miko viajaron por la zona, intentando localizar alguna señal que le llevara a entender dónde se encontraba, hasta que se topó con un árbol bien conocido para ella. El Gosimboku.

Su vista cayó nuevamente sobre la figura delante de ella. Entonces vio que la muchacha se daba la vuelta, y ojos color chocolate se encontraron con otros de igual color, nariz respingona, labios rosados y mejillas ligeramente sonrosadas.

Kagome.

Apoyada sobre el pozo devora-huesos, la miraba algo desafiante, pero con una enorme sonrisa que nada tenía que envidiar a la de cualquier modelo.

"Hola Kykio" saludó la joven desde la distancia, no pudiendo evitar que una tímida risita escapara de su garganta al ver la expresión sorprendida de la miko enfrente suya.

"Tú…" pronunció cuando salió de su momento de shock. Entonces la expresión fría que siempre le había caracterizado volvió a bañar su rostro, tornándose a uno más serio, guardando sus sentimientos nuevamente bajo su coraza.

"Sí. Se que estarás preguntándote qué hago aquí. En realidad solo te he traído porque necesito que hablemos"

Kikyo la miró intensamente. ¿Hablar? Y… ¿de qué tendrían que hablar?

Kagome leyó sus dudas, de alguna manera los pensamientos de la miko más experimentada ya no estaban tan fuera de su alcance como antes, podía leer cada recoveco de su mente, entender todas sus expresiones, sus vacilaciones,…

Todo.

"Es sobre Inuyasha" siguió la muchacha del futuro. Su ceño se frunció ante el nombre del hanyou, mirando a la otra joven enfrente suyo. Empezó a caminar lentamente, casi arrastrando los pies por sobre la hierba, pero su mirada fija al frente.

Ninguna de las dos habló nuevamente hasta que no estuvieron frente a frente la una delante de la otra. Las pupilas de ambas investigándose, mirándose, estudiándose,…

"¿Qué pasa con Inuyasha?" preguntó finalmente la sacerdotisa del Sengoku. Ella siempre se había caracterizado por el control que tenía sobre las situaciones que se cernían sobre ella o que sucedían a su alrededor. Por ello, estar a la completa merced de otro ser era algo que, simplemente, no le gustaba nada en absoluto.

Kagome no dijo nada durante unos instantes, permaneciendo su vista clavada en la de la otra mujer. Entonces dejó escapar un largo suspiro. Ese fue el momento que Kikyo aprovechó para tener una mejor visión de la joven enfrente suyo.

Desde luego era la misma Kagome, pero había algo en ella… en su aura, que la diferenciaba a la muchacha con la que siempre se había topado. El cuerpo de la chica tenía un ligero resplandor casi angelical, y la mayoría de sus movimientos eran tan armoniosos y acompasados, que simplemente parecía que el tiempo para ese joven cuerpo pasaba a una manera diferente que el resto del mundo. O, al menos, respecto a 'ese' mundo.

"¿Dónde estamos?" preguntó impacientándose ante el silencio de la chica.

"Estamos en tu mente" respondió Kagome con total naturalidad. "Después de todo, yo soy tú. Y, por consiguiente, tú eres yo. Además, tú te quedaste mi alma. O nuestra alma. ¿Recuerdas?"

Kikyo calló durante unos instantes, haciendo memoria.

Kykio estaba, simplemente, derrotada. La falta de almas con las que alimentar su cuerpo hacían de ella alguien inútil, sin poder moverse o defenderse. Hasta respirar le costaba trabajo. Y cuando vio que Naraku se lanzaba contra ella…supo que era su fin. Pero no le importó. Inuyasha se iría al infierno con ella ahora que su mayor rival había muerto. Una pizca de algún sentimiento indescifrable se dejó sentir en su cuerpo a ver al ser al que supuestamente amaba abrazado desconsoladamente al cuerpo de esa otra mujer. Pero no flaquearía en sus últimos instantes de vida.

(…)

De repente, el aire cambió. El ambiente se enrareció.

Naraku detuvo su ataque. 'Eh? Qué demonios…?' pero no tuvo tiempo de pensarlo cuando algo parecido a una garra cortó uno de sus brazos y le hizo varias marcas en la cara.

(…)

"Vaya…que tenemos aquí? Estás dejando que tu sangre demoníaca te domine Inuyasha? Tanto querías a esa insignificante humana como para perder de esa manera la cabeza? Ju, ju, ju" se mofó Naraku. Sin embargo, la situación no era, desde luego, para reírse.

"Tú la has matado" contestó nuestro protagonista simplemente "Ahora tú pagarás por ello"

(…)

"No me puedes matar, acaso no lo recuerdas?" dijo Naraku convencido de su victoria. Su cuerpo era invencible, para acabar con él debían descubrir primero donde estaba su corazón, ahora oculto por él mismo, pues habían conseguido acabar con todos sus aliados.

"Keh" sonrió Inuyasha. Una sonrisa peligrosa. "Eres patético" y en un abrir y cerrar de ojos se lanzó contra el ser quien, sin tener tiempo para responder, se vio cortado en miles de trozos desperdigados. Fue un corte rápido y sencillo, imprevisto para el enemigo. Pero la cosa no acababa ahí. Esforzó al máximo su sentido del olfato hasta que localizó esa otra parte de Naraku con la que debía acabar. Y se lanzó a correr entre los árboles en una carrera desesperada, a una cueva que había no muy lejos de allí.

(…)

Kikyo vio como Inuyasha se alejaba rápidamente de allí. Con las últimas fuerzas que le quedaban, se acercó a la maltrecha muchacha, cuyo cuerpo, ya sin vida, descansaba plácidamente sobre la hierba.

Miró a sus alrededores y pudo observar como los acompañantes de Inuyasha se acercaban lentamente hasta donde estaba ella. Tendría tiempo antes de ser vista. Miroku y compañía aún se encontraban lo suficientemente lejos para no apreciar sus movimientos.

Alzó una de sus manos con la palma mirando directamente a su reencarnación y, rezando en voz baja una plegaria, vio como una especia de bola de color blanco brillante salía del cuerpo de la joven y se adentraba en el suyo propio.

Por fin, su alma estaba completa. Ya no dependía de las almas del resto de seres. Pero le había quitado a la chica cualquier posibilidad.

Estaba en medio de sus cavilaciones cuando el resto de personajes llegó a su lado. Lentamente, y sin llamar mucho la atención, se alejó unos pasos, esperando el regreso del medio demonio.

Por la expresión en su rostro, Kagome supo que había entendido. De repente Kikyo se llevó una mano al pecho, consciente de que los latidos de un corazón que pensó que no tenía inundaban su ser. Miles de sentimientos ya olvidados recorrieron toda su persona. La sorpresa se hizo camino hasta sus ojos, destruyendo esa muralla que la alejaba del mundo, dejando entrever cada pensamiento, cada sensación…

La muchacha del futuro sonrió ante eso y respondió a su pregunta no formulada cuando la miko más adulta la miró con duda.

"Sí, Kikyo. Tú y yo volvemos a ser una sola. Como siempre debió ser. Ahora mira" y giró su rostro a la derecha. Los ojos de la otra muchacha la siguieron, posando su vista en una imagen que no esperaba.

Delante de ellas estaban ella misma e Inuyasha, sentados el uno cerca del otro. Las miradas perdidas en algún punto de enfrente. No hablaban, pero tampoco hacía falta. De vez en cuando se mandaban miradas el uno al otro a escondidas, y aquellas veces en que sus ojos coincidían, un ligero sonrojo aparecía en las mejillas de ambos seres. Inuyasha era siempre el primero en apartarse, soltando su ya muy conocido "keh!" pero sin poder ocultar el color de su cara.

"Inuyasha" dijo la Kikyo de la visión. El medio demonio seguía sin mirarla, pero movió una de sus orejas, para que ella supiera que la estaba escuchando.

"Mientras tenga en mi mano la Joya de las Cuatro Almas sigo siendo la que la custodia. Mi destino está atado a esta perla. Pero…" hizo una pausa, ganándose ahora toda la atención del hanyou que la miraba expectante.

"Dicen que si pides un deseo la joya desaparecerá. Y yo podría ser libre. ¿Por qué no te conviertes en humano? Así podríamos vivir ambos juntos, para siempre"

"¿Juntos?"

"Sí. Tú y yo. Como una pareja. Como dos seres normales."

Hubo un momento de cavilación por parte del medio demonio, pero no se hizo mucho de rogar.

"Está bien" aceptó, con una de sus sonrisas que pocas veces mostraba.

"Bien, mañana quedamos aquí. Traeré la joya. Adiós Inuyasha" y la miko desapareció tranquilamente volviendo a la aldea.

De repente las imágenes desaparecieron, volviendo a quedar solo ellas dos. Kikyo no podía articular palabra alguna. De hecho, no podía apartar la vista del lugar en el que habían estado sentados, recordando cada detalle, cada sentimiento que tenía entonces… hacía ya tanto tiempo de eso…

"Puede volver a ser así, Kikyo. Tenéis la joya completa. Y, si tú lo deseas, puedes pedirle que te devuelva una verdadera vida, o que Inuyasha se convierta si eso es lo que desea"

La sacerdotisa miró a la joven enfrente suyo, aún abrumada por todos los sucesos de su alrededor.

"No hay ningún motivo para iros al infierno. Naraku a muerto, y vosotros podéis retomar vuestra relación donde la dejasteis."

"Y… ¿y tú?" preguntó repentinamente. No sabía qué le había llevado a plantearse dicha cuestión, pero ahora, por algún motivo, sentía sentimientos muy fuertes y extraños por esa chica. Quizá porque, de alguna manera, ella era ella misma al fin y al cabo. Kagome solo se encogió de hombros y dibujó una sonrisa triste en su rostro.

"Yo estoy muerta. Mi alma te pertenece ahora. Como te dije antes, ambas somos una misma alma, que no volverá a separarse. Yo no puedo volver a él. Pero tú sí"

"¿Por qué haces esto?" preguntó ya más tranquila.

"Porque… yo quiero que Inuyasha viva, que sea feliz. Que disfrute lo que no ha podido hacer todos estos años… porque le quiero, al igual que tú" una solitaria lágrima bajó lentamente por su mejilla. "Inuyasha merece vivir. Ambos os merecéis una segunda oportunidad. Y se que él será muy feliz a tu lado, porque nunca pudo dejar de pensar en ti" Más lágrimas empezaron a caer. Pero ella no podía evitarlo.

De hecho no quería evitarlo.

"Además, se que tú también le quieres. Las circunstancias en las que os separasteis fueron dolorosas e injustas. Y se que le harás muy feliz"

"Yo…" Kikyo estaba sorprendida con la muchacha que tenía en frente. Su reencarnación. Siempre se sintió, de alguna manera, amenazada por la chica. Y ahora estaba aquí, frente a ella, antes de que su esencia desapareciera, rogando por la vida de Inuyasha aunque Kagome jamás podría volver a verle. No le importaba como fuera, solo quería que Inuyasha fuera feliz.

Miró dentro de su interior, aún sin poder creerse del todo como los latidos sonaban sin pausa y con ritmo en su pecho. Tantas sensaciones olvidadas… tantos recuerdos perdidos…

Y ahora se le estaba brindando una segunda oportunidad.

"Está bien" afirmó la miko adulta. Le brindó una tierna sonrisa a modo de agradecimiento.

"Prométeme que le harás feliz" pidió Kagome con lágrimas en los ojos.

"Le amas¿verdad?" no era una pregunta, más bien una afirmación.

La muchacha del futuro no contestó, tampoco hacía falta. Aún con humedad en el rostro, también dibujó una pequeña mueca con sus labios.

Entonces todo se volvió borroso nuevamente, los pájaros que piaban en las ramas de los árboles dejaron de escucharse, la brisa paró de soplar y el resplandor del sol se iba apagando lentamente.

Kikyo sintió, en un principio, una sensación de pánico, como si se cayera. Instantes después estaba nuevamente en el bosque, pero no en el que había estado hablando con Kagome. El agua del río cercano suavizaba el calor del día, y se encontró a sí misma con una flecha tensada en un arco y apuntando directamente al corazón del hanyou, parado frente a ella con cara de resignación, y esos ojos con su dorado característico ahora rojos, llenos de tristeza. De una tristeza infinita.

"Hazle feliz…"

El susurro de Kagome, a modo de última súplica y despedida. Aún así Kikyo pudo sentir la amargura en su voz.

Qué ironía.

Suspiró. Cerrando los ojos y respirando el aire puro de la zona, bajó lentamente la flecha, dejándolos caer en algún punto cercano a sus pies.

Varios pares de ojos la miraban sorprendidos. Entre ellos, Miroku, Shippo y Sango, que volvieron a respirar con un poco de alivio, no sabiendo en que momento habían aguantado la respiración.

"Será feliz Kagome. Te lo prometo" dijo en un susurro tan suave que pasó desapercibido incluso para el fino oído del hanyou.

Inuyasha se dejó caer al suelo, sorprendido por las acciones de la mujer que quería llevárselo al infierno. ¿Y ahora qué pasaba?

"No" dijo ella. Fuerte. Todos lo escucharon.

"¿No?" hizo eco a modo de pregunta el medio demonio. ¿A qué venía eso ahora?

Ella abrió nuevamente los ojos, encontrando la mirada de Inuyasha. Una pequeña sonrisa escapó de sus labios y un pensamiento flotó en su cabeza.

'Ahora se lo que tengo que hacer'

Continuará…


Uf, cada vez se hace más y más difícil. Estamos llegando al final, como podéis apreciar: Intento asegurarme de no dejar ningún punto sin tocar, y si a eso le añadimos que millones de ideas para nuevos fics se agolpan en mi mente… pues hace difícil la escritura. Cosas. No he copiado una trascripción literaria de la conversación entre Inuyasha y Kikyo, cuando se hicieron la promesa, porque no la recuerdo al pie de la letra y ahora mismo no tengo acceso a ella. Así que perdonar algún posible error. Y nada más que eso. Desde un principio se iba a quedar así, solo os pido paciencia. Todo tiene su por qué. De verdad.

Para Jimena-chan : me alegro de que te gustara. Se que Koga le habia dejado un poco abandonaito, pero era simplemente un personaje dificil que hasta casi ultimo momento lo tenia ahi que no sabia muy bien que hacer con el. Bueno, espero que te guste el nuevo capi, besos!

Para kat-sakura: me alegro de que te gustara el fic, que tal? como va ahora? no dudes en dejarme saber lo que piensas, que siempre ayuda a mejorar, besos!

Para athenas XD: bueno, pues me alegro que te gustara. Con Koga basicamente se va a quedar asi, al fin y al cabo el se ha despedido "definitivamente" por decirlo de alguna forma. Quiza le vuelva a incluir mas adelante, todo depende de como se anden las cosas. Pero en principio asi se quedara. Espero que lo hayas disfrutado, besos!

Para carla: me alegro de que te gustara (elena se sonroja) y gracias por tus palabras, espero que este capitulo no te haya decepcionado. Y por lo de actualizar... no suelo tardar mucho con este fic, a lo sumo un mes como podeis ir viendo. Pero todo depende de como vaya la situacion. Besos!

Para Catherine: pues tb muchas gracias por tus palabras de aliento porque ayudan mucho a escribir cuando sabes que lo que haces es del agrado de algunas personas. Intentare ir actualizando lo mas pronto posible, lo prometo. Te ha gustado? Besos!

Para baby dark: pues aki la continuacion de este fic tb. :-) Me alegro de que te guste y gracias por escribir! Besos!