Advertencia: este capi contiente lemon. Estas avisado XXDDDDDD
"Hojo…" dijo la voz sorprendida de la muchacha. "Que bueno que viniste. Pasa, quería hablar contigo"
El muchacho la miró sin comprender bien esa voz algo fría, pero lo atribuyó al sueño que parecía que sentía la joven, pues las ojeras bajo sus ojos revelaban pocas horas de descanso.
Y así, descalzando sus pies de los incómodos zapatos que llevaba metiéndolos dentro de unas más reconfortantes zapatillas, entró al interior.
El adiós
Los personajes no me pertenecen y hago esto sin ánimo de lucro. Espero que les guste.
Capítulo 17
"ggg" mientras hablan
'ggg' lo que piensan
Kkk flashback
XXX cambio de escena
Inuyasha se encontraba en la puerta del habitáculo que resguardaba el pozo mágico de posibles intrusos, observando con cautela sus alrededores. Sus sentidos estaban en alerta máxima, pero su humor había cambiado a uno menos afable y más enfadado. Había visto, nada más llegar, cómo ese intruso que se había adentrado en el corazón de Kagome arrebatándole su cariño había llamado a la puerta, de forma insistente, ofreciendo una enorme sonrisa a la muchacha cuanto ésta apareció del interior de la casa. Por ello es que aún se seguía debatiendo sobre sus acciones. ¿Era lo correcto¿Debía ir a Kagome y decirle lo que pensaba?
Una parte de su ser le empujaba a hacerlo. Ella merecía saber todo lo que el corazón del hanyou albergaba, al igual que cuando la joven abrió sus sentimientos con el chico comentándole que ella, aun a pesar de saber que compartía el corazón del medio demonio con otra persona, quería permanecer a su lado. Además estaba eso…
Y sin darse cuenta, sus pasos ya se dirigían hacia la gran casa. No supo en qué momento se había introducido por la ventana de la joven hasta que el aroma de la muchacha embargó todos sus sentidos, mandando olas placenteras por todo su cuerpo.
Recobrando la cabeza perdida en ese sabroso olor, caminó sin hacer el menor ruido hasta la entrada de la habitación de la chica, situándolos a ella y a su acompañante en el salón. Se acercó a las escaleras, pero no bajó. Sin embargo, desde donde estaba podía verlos con más o menos claridad. Ella estaba sentada en el sofá delante de él, ambos con unos refrescos en la mano, y un silencio espectral rodeándolos.
Inuyasha tragó saliva, pues esta situación se le hacía tremendamente familiar. La última vez que los vio a escondidas, sus dorados ojos fueron testigos de algo que rompió su corazón en mil pedazos, y que aún seguía vagando por su mente aunque tratara de olvidarlo. Por ello es que sus pies se congelaron en ese punto en el que se había quedado de pie, incapaz de moverse ni para entrar en escena ni para marcharse.
Fue en ese momento que Kagome empezó a hablar. Él escuchó, con los ojos como platos, lo que ella tenía que decir.
XXXXX
Kagome había dejado pasar a Hojo al salón, dispuesta a entablar, por primera vez, la conversación más seria y sincera que jamás haya tenido con el chico. Sin embargo, cuando se vio observada por esos ojos marrones que la miraban con cierta idolatría, se le hizo un nudo enorme en la garganta y sintió cómo las manos le empezaban a sudar.
Le ofreció algo de beber, aunque más que para él era para ella misma, pues tenía la garganta reseca.
Y en ese momento se encontraban, uno frente al otro en el enorme salón de la casa, mirándose uno al otro, él con devoción, ella con tristeza. Kagome escuchó un ruido proveniente de la planta superior y algo en su mente empezó a moverse a toda prisa, captando sonidos y olores que no había sido jamás capaz de percibir. El aroma masculino de Inuyasha impregnó sus fosas nasales, pero lo achacó al nerviosismo que sentía, a las ganas de huir y refugiarse en sus brazos, bebiendo de su boca a través de esos ardientes besos, dejándose llevar…
"¡Ejem!" fue lo que logró traerla de nuevo a la situación actual, se armó de valor, aspirando y expirando varias veces.
"Hojo yo… tengo una historia que contarte"
"Claro Kagome sabes que puedes…" decía mientras se acercaba para tomarla de la mano, pero ella se apartó ligeramente, evitando el contacto.
"Verás, necesito que entiendas que… no quiero que me interrumpas, dejame contártela, hasta el final"
"Claro" contestó él algo preocupado por la seriedad de la chica pero, más aún, por la forma en que ella había evitado su roce.
Ella suspiró y comenzó su relato. "Verás, todo empezó cuando yo cumplí 15 años y…" y así le fue explicando todos y cada uno de los altercados, todas las aventuras vividas, los momentos, los deseos, los sueños, las esperanzas, los anhelos… el amor.
Hojo la escuchaba con atención, muy serio. Su rostro fue adquiriendo distintas facciones, pero nunca se rió ni la interrumpió, sino que la dejó hablar hasta el final sin detenerla en ningún momento, sorprendiéndose cuando ella hablaba de ese tal Inuyasha. La veía sonrojarse, veía cómo sus ojos brillaban con una emoción que nunca había sido para él, podía ver todas y cada una de las cosas que siempre había querido que existieran entre él y Kagome… existir entre ella e Inuyasha. No supo que fue lo que la llevó a creerla. Ni siquiera podía entender cómo nunca vio lo obvio. Después de todo, ella jamás había parecido tan enferma como se supone que había estado y, pensándolo con lógica, muchas de esas enfermedades que en teoría había sufrido eran exclusivamente de personas mayores, o aquellos con pobreza de alimentación u otros tantos factores que no podían asociarse a la vida acomodada de Kagome.
"Y… entonces me quedé dormida. Hasta que tú llegaste" la muchacha estaba incluso sorprendida consigo misma. Cuando abrió la puerta para encontrarse con la sonrisa del muchacho enfrente suya, no tenía ningún plan bien delineado sobre el paso a dar. Y, desde luego, cuando comenzó a hablar sobre el Sengoku e Inuyasha, no pensaba hacerlo tampoco ni tan personal ni tan explícito. Pero se había dejado llevar sin pensar realmente en lo que decía, solo guiándose por el corazón. Sabía que había dejado entrever unos sentimientos que dolerían a Hojo. Pero no se le había ocurrido otra forma para decirle que no le quería. Y que nunca podría quererle. Sabía la persistencia del muchacho, y no quería perderle como amigo.
El que la tomara por loca sí había entrado dentro de las posibilidades, pues no todo el mundo iba a creer semejante historia. De hecho, Kagome no la creería si la conociera de terceros. Pero… no le quedó más opción.
El silencio volvió a envolver a la pareja, notando la tensión en el ambiente roto, solamente, por la voz conciliadora del humano.
"Me alegro que no te murieras" comentó con una sonrisa. Después metió la mano en su bolsillo sacando un pequeño paquete envuelto en papel brillante. "Te he comprado esto, como regalo de cumpleaños. Espero que lo aceptes" dijo, colocando el objeto en la mano de ella. Se levantó, situando la chaqueta que antes llevara puesta en su brazo, pues hacía algo de calor. Ella se levantó con él, sorprendida de su actitud.
"Adiós Ka…" se detuvo. "Higurashi" y entonces le dio un minúsculo beso en la mejilla. "Feliz cumpleaños, y te deseo todo lo mejor"
¡Cierto! Con tanto jaleo la muchacha se había olvidado de que hoy se convertía en una chica de 20 años… toda una adulta.
"Pero…" intentó detenerle antes de que se fuera. Sabía que le había hecho daño. No tenía mucha idea de cómo, pero podía sentir su dolor.
"Está bien. Somos amigos. Nos vemos" y tomó el pomo de la puerta de entrada para salir de ese hogar… y de la vida de ella. Pero antes de desaparecer por completo volvió su vista atrás nuevamente, encontrando los ojos sorprendidos de ella puestos en su persona. "Por cómo hablas de él está claro que Inuyasha me robó tu corazón hace mucho tiempo. Y ese amor verdadero que tenéis difícilmente se puede romper. Él es tu felicidad Kagome." Dicho esto se fue.
Ella se quedó parada en medio del salón, con dos vasos de refresco olvidados hace mucho en la mesa. Volvió la vista a la mano, donde había apretado con fuerza el preciado objeto que el muchacho le había otorgado. Lo desenvolvió, encontrándose con una cajita de terciopelo azulada que en su interior guardaba una gema de color verdoso con la letra K incrustado en ella. Un par de lágrimas cayeron por su rostro, diciendo adiós a una parte de su vida. Agarró con más fuerza la caja, cerrando el puño sobre ella y trayéndolo hasta su pecho. Fue entonces que se percató de que no estaba sola.
Unos brazos la rodearon, confortándola. Dandola un calor que necesitaba en este momento. Ella levantó su mano libre, apoyándola sobre el brazo masculino.
"Para mí, fue muy importante oírte" dijo Inuyasha, posando un tierno beso sobre la cabeza de ella.
"Pero le he hecho daño. Además… tú…"
"Lo que no sabes Kagome es mi punto de vista sobre la misma historia" siguió hablando el medio demonio, cortando a la chica. "Cierto es que mi corazón dudó muchas veces, mis sentimientos divididos. Por una parte estaba Kikyo. La primera mujer que había amado. La primera que se había dignado al menos a mirarme, sin ver en su rostro desprecio por lo que soy. La primera que me tendió una mano cuando todo el mundo me daba la espalda."
"Inuyasha" dijo la joven con voz quebrada.
"Pero… otra muchacha apareció. Ella, a la que confundí con ese primer amor. Ella, a la que la primera vez quise desgarrarla con mis garras para arrebatarla esa misma joya que tantos otros como los que me despreciaban perseguían. Ella, aquella muchacha de extraños ropajes que me libró de mi sello. Ella, que me no me vio, sino que realmente me miró. Que realmente me aceptó por lo que soy. A ella es a la que más daño he hecho en este mundo Kagome. Y lo lamento. Porque solo fue cuando creí perderla cuando comprendí que ella era mi mundo. Que Kikyo nunca significó lo que ella significa para mí. Que mi vida no tiene sentido sin ella. Porque es a ella a la que amo. Porque te amo… Kagome."
Un silencioso llanto escapó de los labios de la joven, y tuvo que sostenerse con los ropajes de Inuyasha cuando sintió cómo el temblar de las rodillas la hacían perder el equilibrio. Los besos que habían ido descendiendo desde lo alto de su cabeza, por su oreja, hasta su cuello… la hacían temblar de emoción, de miedo, de duda, de deseo, de… amor.
"Quédate conmigo Kagome" rogó, poniendo su corazón en esas palabras.
"Yo… no…" intentó negar ella. No sabía si sería capaz de poder resistir el dolor que sufrió con Inuyasha. No sabía siquiera si valía la pena intentarlo. Después de todo, quizá fuera porque Kikyo había muerto, que él buscaba sus labios. Quizá intentara encontrar en ella a esa antigua sacerdotisa.
Inuyasha, consciente de los pensamientos de la mujer entre sus brazos, decidió finalizar con este juego de dudas y misterios. "No busco en ti a Kikyo, Kagome"
"¿Cómo lo sabes?" preguntó ella, queriendo saber pero, a su vez, aterrada por la posible respuesta.
Él suspiró. "Estabas muerta Kagome. Muerta. En mis brazos. Y yo no podía hacer nada. Intenté ayudarte. Cuando vi a Sesshomaru pensé que estarías a salvo. Y por ello no me importó suplicarle por tu vida. Porque habría hecho cualquier cosa porque volvieras a mi lado. Porque, sin ti, mi vida no tiene sentido. Pero… Kikyo tenía tu alma. Y Tenseiga no funcionó. Estaba desesperado. Incluso quise dejarme matar. No merecía vivir. No si tú no compartías tu vida conmigo. ¿Sabes que le pediste a Kikyo que me hiciera feliz?" dijo, con una ligera sonrisa de orgullo entre sus labios.
"¿Yo?" preguntó sorprendida. Ninguno de los dos se había movido de ese abrazo.
"Sí, tú. Al estar tu alma en su cuerpo ambas os volvisteis una. O algo así. El caso es que tú hablaste con ella, pensando que ella era mi felicidad. Deseaste que utilizáramos la joya de las cuatro almas para poder estar juntos. Porque pensabas que eso era lo que yo quería"
"¿Y… no lo es?"
"No¿sabes por qué?" ella negó con la cabeza. "Porque a quien quería era a ti. A Kagome Higurashi. A la muchacha que conocí como una quinceañera perdida 500 años en el pasado. Kikyo leyó eso en mí. Y pidió un deseo. Tú eres ese deseo Kagome. Tu vida es lo único que yo deseaba. Porque me he dado cuenta de que te quiero más que a nada en este mundo. No me rechaces Kagome. Por favor…" iba rogando mientras plantaba húmedos besos en el lateral de la garganta femenina.
Ella suspiró, dejándose embriagar por las miles sensaciones que estaba sintiendo en esos momentos.
"Por favor…" dijo él como un susurro, apartándo los mechones de cabello que molestaban en su camino por la pálida piel de la joven.
Ella se dio la vuelta en su abrazo, envolviendo el cuello del joven con sus extremidades.
"¿Estás seguro?" preguntó, buscando la verdad en el dorado de las orbes masculinas. Queriendo saber… necesitando saber…
Él tan solo se inclinó sobre ella, robando de sus labios un pequeño y casto beso. "Lo estoy"
"Entonces" ella se alzó, de puntillas, para que sus bocas estuvieran lo más cerca posibles, dejando que ambos alientos chocaran contra el otro. "No te rechazaré" y ambos cayeron en el embrujo del momento. Lengua contra lengua, suspiro contra suspiro. Dejándose llevar por la pasión, por el deseo, por el amor.
Dos corazones separados por las circunstancias. Dos corazones que habían tenido que atravesar mil infiernos para poder compartir un mismo latir. Dos corazones que, por fin, se habían encontrado, a los que ya nada, ni nadie, sería capaz de alejar el uno del otro.
Inuyasha besó y lamió los labios de ella, empapándose de su aroma. La tomó en brazos, aun con sus bocas juntas en otro apasionado beso, y la colocó con mucho cuidado y mimo sobre el esponjoso sofá de la sala. Apoyó la cabeza de la joven sobre una de las posaderas del mueble, asegurándose de la confortabilidad de la muchacha. Acarició con sus garras los oscuros cabellos, apartándolos de su rostro.
"Eres terriblemente hermosa" le susurró, su aliento chocando contra la oreja de Kagome, lo que le arrancó más suspiros.
Él se levantó ligeramente, observando, embobado, como ella subía las manos hasta su pecho, empezando a desabrochar la prenda que ocultaba su cuerpo de los ojos del hanyou. Inuyasha siguió el movimiento de esas manos, maravillándose con cada porción de piel blanca que dejaba entreveer. Se quedó maravillado al descubrir la desnudez de la joven bajo la primera prenda. Prendado de esas aureolas rosadas que se hacían notar, expuestas ante él. No tardó mucho en caer sobre los pechos de ella, lamiendo suavemente los pezones endurecidos de Kagome, amándola hasta el cansancio. Con la otra mano iba descendiendo por su ombligo hasta llegar a su vientre. Ella alzó la cadera, ayudando a desprenderse del último resquicio de tela que tapaba su virginal cuerpo. Inuyasha se levantó para mirarla, maravillado del preciado tesoro que tenía ante sus ojos. Sin dejar de observarse, se deshizo, él también, de lo que llevaba encima.
Kagome no pudo evitar un suspiro placentero al observar el cuerpo tan masculino que tenía delante de ella. Los pectorales bien marcados, brazos musculosos, que podían terminar con cualquier enemigo y, a la vez, otorgar calor y comfort cuando era necesario. El cabello blanquecino cayendo libremente por su espalda, sus orejas puntiagudas moviéndose en todas direcciones, atento a cualquier tipo de peligro que pudiera aparecer.
Sin mediar palabra alguna, volvió a tumbarse sobre ella, deleitándose con los jugos que emanaban de su boca. Kagome abrió ligeramente las piernas, permitiendo que Inuyasha acomodara su cuerpo contra el suyo. No pudo evitar dejar escapar un jadeo cuando notó como la masculinidad del chico se rozaba contra su propio sexo, enviando oleadas a través de su cuerpo.
Una de las garras del hanyou descendió hasta la intimidad de la muchacha, bañándose en los jugos que ella desprendía, otorgándole placer con sus manos. Los suspiros y jadeos envolvieron el ambiente, creando una situación extremadamente erótica.
"Inu…ya…sha…" pudo pronunciar la joven. "Por…porfa…" él comprendió y, besándola con ansia, se fue introduciendo lentamente en ella. Sus instintos le gritaban por rudeza y movimientos violentos. Pero su mente le suplicaba piedad por la joven. Sabía que ella podría seguirle en sus embestidas, después de todo ella era… Tendrían que discutir sobre ese punto. Pero no en ese instante, no ahora.
Una vez estuvo completamente dentro de ella, se mantuvo quieto, esperando que los pliegues del cuerpo femenino se terminaran de adaptar a ese nuevo intruso. Tuvo miedo de haberla dañado, pero una sonrisa sincera y de excitación le hicieron saber que la chica estaba bien. Fue entonces cuando comenzaron una danza de movimientos lentos y acompasados, que fue aumentando de velocidad gradualmente, arrancando de las gargantas de ambos gritos de placer.
Inuyasha notó como estaba a punto de culminar por lo que, en un movimiento poco practicado, cayó sobre la muchacha, una de sus manos seguía jugando con los pechos de la joven, y mordió el lateral derecho de su cuello, atravesando con sus dientes la piel blanquecina, a la vez que su semilla se perdía dentro del cuerpo femenino.
Ambos, sudados y cansados por el ejercicio, se mantuvieron un rato quietos, recuperando el aire perdido.
Kagome se encontraba en el quinto cielo. No sabía que hacer el amor con la persona amada podría llegar a ser tan bonito y placentero, sintiendo mil y una sensaciones que recorrían todas y cada una de las células que formaban su inmaculado cutis. Se sentía realmente sensible, erizándosele el bello con las cosquillas que las hebras plateadas le hacían. Maravillándose del suave martillear del corazón de él, que poco a poco recuperaba su ritmo normal. Su cuerpo aplastado de una forma dulce y sensual contra el cuerpo del medio demonio.
Minutos más tarde, Inuyasha se levantó ligeramente para poder mirarla a los ojos. Fascinado con la cantidad de sensaciones que los recorrían, la volvió a besas, impregnándose de ella. Kagome subió una mano escondida bajo uno de los voluminosos brazos masculinos hasta conseguir alcanzar el trasero del muchacho dándole, juguetona, un pequeño pellizco que hizo que este se sobresaltara. Con una sonrisa de niña mala, volvió a mirarle con deseo. Inuyasha entendió el mensaje. Se levantó del sofá, la alzó en volandas tomándola entre sus brazos, y la subió por las escaleras. Esta simple acción se le hizo realmente dificil, pues pequeños besitos se iban posando en su garganta, lo que le provocaban gruñidos de placer.
Cuando se adentró al cuarto de la chica, cerró la puerta de un puntapié. Basicamente volaron contra la cama, con su miembro nuevamente dispuesto a más acción. Pero fue esta vez Kagome quien tomó la iniciativa. Rodaron por la cama, situándose ella sobre él.
"Estas juguetona" afirmó el hanyou. Ella solo le contestó con una de esas enormes y grandiosas sonrisas que le desajustaban.
"Te quiero" dijo Kagome antes de plantar un ardiente beso en los labios del hanyou. Empezó a bajar, deteniéndose en el pecho masculino que lo colmó de besos, y siguió descendiendo por el cuerpo hasta llegar a la masculinidad. Inuyasha echó la cabeza hacia atrás cuando notó los labios de Kagome tocando su sensible piel, dandole un placer que jamás pensó sentir. Rato después invirtió los papeles. Ahora fue él el que, con su lengua, saboreó los manjares femeninos que ella creaba.
Cuando volvió a alcanzar sus labios, mezclándose el aliento del uno con el del otro y antes de introducirse en ella nuevamente le dijo "Y yo a ti preciosa" y juntos se dejaron llevar por el amor que sentían, por las ganas de estar juntos, demostrándose esos sentimientos de forma no solo física sino de mil y una maneras.
La noche cayó sobre una pareja de amantes que dormían tranquilamente en una cama de almohadones rosados. Bueno, en realidad solo ella dormía. Él, abrazándola por la espalda, la acariciaba el cabello, su vista posada en la marca que la definía como suya. Como solo suya.
Se sentía tremendamente dichoso. Jamás pensó que pudiera llegar a sentir tanto por alguien, y menos que esos sentimientos fueran correspondidos. Posó una mano en el vientre de la joven, notando el pequeño latir que se creaba por momentos. Su rostro se puso serio.
'Mañana hablaré con ella' pensó algo asustado. Y, dicho esto, se dejó llevar por los brazos de Morfeo, descansando su agotado y desnudo cuerpo contra el de iguales condiciones femenino.
Y así, queriéndose, protegiéndose y amándose, esperaron por el llegar de un nuevo día.
Continuará…
Y aquí el 17. Ya no nos queda nada. Seguramente el próximo sea el último, después puede que haga un epílogo. En fin, espero que lo hayáis disfrutado. Besitos!
Para asesino: beno, me alegro que aclarásemos el asunto. No queda más que hablar. Besos
Para TRIPLE G: pues gracias por tu review y bienvenido al mundo de comentar Espero que te haya gustado el capi, besos!
Para lorena: espero que este desenlace te haya gustado. Desde luego terminamos con un poco más de romanticismo Nos vemos en el proximo, besos!
Para TLAP: gracias, espero que te haya gustado, besos!
Para bonysha: pues gracias por escribir! al final yo tb me decante por un poco de lemon, espero que os haya gustado. Besos!
