Tu suave voz desaparecía en el viento. Yo la escuchaba. A veces lejana, a veces cercana. Eras impredecible. Te oía cantar. A veces con alegría, a veces con melancolía. Sabía que estabas tan viva como yo. Lo sabía porque tu voz siempre reflejaba alguna emoción.

Por tus ojos se asomaba la incertidumbre. Sólo había sosiego cuando estábamos rodeadas. Me preguntaba si yo tenía la culpa de causar tal sentimiento. Me sentía culpable, sí, pero mi orgullo se interponía. En el sarcófago más lejano sepultado en mi conciencia, reconocía la abolición de mi quimera. Había sido víctima de los encantos de su majestad, pero también sabía reconocer mi posición como ajeno a la monarquía. Resignación, le suelen llamar.

Una mañana no te vi llegar. Me extrañó, pero no tenía manera de contactarte. Pregunté por ti a los demás, pero como era de esperarse, ninguno supo qué contestar.

—¿Sakura Haruno?

Preguntó Shikamaru. Era mi mejor amigo y lo había sido desde que tengo memoria.

Asentí con la cabeza, pero no hubo diferencia. En cambio, las miradas juzgadoras se materializaron. Me evadió, como era de esperar.

No importaba cuántas veces le preguntase por ti a cualquiera que se me pusiera enfrente. Siempre obtendría la misma respuesta. Sólo indiferencia, si bien me iba.

No era capaz de comprender cómo una chica tan espléndida pasaría desapercibida ante los ojos de cualquier mortal. ¿Era acaso, entonces, que las deidades son corpóreas ante sus devotos más fieles? Era ridículo tan solo pensarlo. Lucías fúnebre, como una flor moribunda en un jarrón con agua. Pero... Para mí eras el radiante girasol que persigue al matutino sol.

—Escucha, Ino... Creo que es bueno que haya desaparecido.

Eso dijo él, mi mejor amigo. Y su acompañante, su mejor amigo, concordó. Yo no estaba de acuerdo en lo más mínimo. ¿Cómo podían ellos, seres con intelecto empático, soltar tal declaración tan despreocupadamente? Se trataba de una persona, de una vida. De tu vida. Sabían lo que representabas para mí, pero parecía alegrarles tu ausencia. Deduje, entonces, que sus insensatos achares querían mantenerme cautiva. Estaba equivocada, lo sé. Pero mi iracundo ser actuaba por sí mismo.

Nadie te percibía. Nadie, a excepción de mí, por supuesto. Ese no fue impedimento para mis precipitadas acciones. Te traería de vuelta. Aunque era yo contra el mundo, no me importaba. No me era relevante porque te tenía.

Recorrí los apretados pasillos y los desolados pastizales. Manejé hasta el final de todas las veredas. Enumeré nuestros sitios favoritos y asistí a cada uno de ellos. Pero nada. Me di por vencida. Me senté, derrotada, en la vera del sendero. Y entre imperceptibles sollozos, escuché tus lamentos.

Oculta entre la maleza, llorabas sin cesar. Me puse en cuclillas. Examiné tu rostro, acariciando dulcemente los mechones de tu pelo. Tu reacción fue un completo enigma.

—¡Aléjate! —demandaste. Y esta vez, no obedecí.

En su lugar, te llevé conmigo. Sin manifestar mi abatimiento.

Vi las luciérnagas saliendo de tu cuerpo. Pretendí no hacerlo. No lo mencioné, ni siquiera cuando estuvimos a solas en el ático.

Esperaba que te tranquilizaras, pero no lo hiciste. En su lugar, me abrazaste. Como nunca antes habías hecho. Yo correspondí, desde luego.

Ojalá me hubieras dicho la verdad, Sakura.

˚₊· ͟͟͞͞➳ ❝ ɴᴏᴛᴀ ❞

Modifiqué la historia por completo, es importante volver a leer los capítulos anteriores. No me miren así, culpen a Horacio Porcayo. Gracias a él quise experimentar otro tipo de redacción.