Lo confieso humildemente... Lo personajes no son míos, pertenecen a J.K. Rowling y a la Warner Bros.
Capítulo 3. Como una segunda muerte.
Harry tomó firmemente su escoba y caminó hacia la puerta de la casa. Levantó su mano y sonrió cuando su mirada se posó sobre un cartel que decía simplemente "La Madriguera". Tocó tres veces y esperó.
- Desde cuando tienen que tocar esa puerta? – rugió una voz al interior de la casa.- Sí, ya estás ahí, así que pasa. No veo por qué hacer la misma broma todo el tiempo!.
Harry empujó la puerta con precaución.
- Bien, no te quedes en la puerta. Pasa y tóma una taza de té, acabo de preparalo. – dijo la señora Weasley sin mirar al visitante.- Qué tal tu día? – preguntó luego de una cortísima pausa.
- He... –Harry dudó- Gracias por el té y... mi día bien, gracias.
Molly Weasley se quedó petrificada unos instantes al escuchar esa voz. La varita que agitaba en la mano se paró en seco haciendo que las cacerolas que se lavaban solas en el fregadero y el cuchillo que pelaba las papas por encanto, cayeran haciendo un gran ruido. Se volvió bruscamente.
-Harry!- exclamó. – No te esperaba hijo!
Harry sonrió, por supuesto que no lo esperaba, nadie lo esperaba, bueno sí, tal vez Cho Chang, en alguna parte de Asia. La pequeña señora Weasley se movió con una agilidad sorprendente y lo rodeó con sus brazos para luego alejarlo un poco y contemplarlo con satisfacción.
- Harry, cómo has crecido hijo!
Esta vez a Harry no se le escapó la palabra "hijo" dirigida hacia él, entonces... no lo odiaba por haber dejado sola a Ginny... no, mejor era no pensar.
Uno a uno fueron llegando los miembros de la familia Weasley que cenaría en La Madriguera esa noche. En apenas cinco minutos estaban reunidos en la cocina el señor Weasley, Percy, Penélope, Bill, Fleur y el pequeño Jean Paul. La llegada sucesiva e ininterrumpida de todos los vistantes era por no hacer esperar a Molly, quien se enojaba cuando la familia no estaba completa a la hora de la cena. Harry observaba desde un rincón de la cocina cómo cada uno de los visitantes salía de la chimenea en medio de un llama verde. Molly colocó sus manos en la cintura y con una gran sonrisa anunció:
-La sorpresa de hoy es...
-Pollo relleno en salsa de champignones egipcios! – Exclamó Bill frotándose las manos.
-No!- Dijo Molly riendo a carcajadas. Este simple hecho captó toda la atención de cada miembro de la familia. Hacía cuatro años que la buena mujer no reía de esa manera. Todos fijaron su mirada sobre la señora Weasley.
-Harry Potter! – dijo ésta. Todos se miraron entre sí con una expresión más que de asombro, de franca preocupación.
- Bautizaste uno de tus invenciones culinarias con el nombre de Harry? – Se aventuró a decir Arthur Weasley pensando que, definitivamente, su pobre esposa estaba perdiendo la cordura.
- Oh, Arthur! Por favor! – exclamó la pequeña mujer con una mirada de impaciencia en sus ojos. – Harry Potter, es él, ha regresado!- dijo extendiendo ambos brazos hacia la esquina opuesta de la cocina.
Todos voltearon a mirar boquiabiertos.
-Harry! -Exclamaron al unísono e inmédiatamente el joven se vió rodeado de todos los Weasley quienes lo acribillaban a preguntas.
-Un momento! – se alzó una voz por sobre todas las demás. -Harry, hijo- la señora Weasley suavizó su tono- Ron y Hermione saben de tu llegada?
- No – contestó Harry.- Apenas lo decidí esta mañana. Además... – se avergonzó de tener que reconocer que no le escribía a nadie.
- Si?- lo animó Penélope.
- Yo...no he tenido tiempo de avisarle a nadie. –mintió.
- Así que no la has visto aún? – Percy dejó caer la pregunta como al descuido. Eso era justamente lo que más había temido Harry: el tema de Ginny. - A qué te refieres?- preguntó rogándo en su interior que el momento de hablar de Ginny no llegara aún.
- A Ginny- contestó Percy sin rodeos. El ruego de Harry se fué literalmente al diablo.
-No.- dijo firmemente- Ni siquiera sé donde está. - El pensó que se refería al lugar donde Ginny reposaba.
-Ni siquiera sabes dónde está?- Preguntó extrañada Penélope. – Cómo puede ser eso?
- Simplemente es así! – Exclamó furioso. – No puedo ignorar dónde está una maldita tumba?
- Un momento! – Esta vez era la voz ronca de Arthur Weasley la que se elevó por encima del murmullo. – De qué tumba hablas, Harry?
Harry tragó en seco. -Qué diablos pasa aquí? – Se preguntó. Miró a los ojos uno a uno de los que allí estaban sin comprender nada.
- Harry, hijo...- dijo la señora Weasley haciendo una pausa. – Ginny... no está muerta.
-QUE?- gritó Harry mientras sentía que un frío le recorría la espalda. – pero yo la ví caer... yo ví como esos malditos... nadie habría resistido, nadie puede superar algo así...
Unos segundos de euforia en los cuales Harry olvidó todo el sufrimiento de esos últimos cuatro años pasaron mientras se le dibujaba una sonrisa llena de esperanza.
- Y no lo hizo, Harry. – Dijo Arthur en voz baja, no sin lamentar tener que acabar con la sonrisa del chico.
En los minutos que siguieron Arthur Weasley le contó al pobre joven la realidad sobre el estado de Ginny.
- Quiero verla.- dijo Harry.- Quiero verla ahora.
- Ahora? Es imposible! -Exclamó Bill. –Las horas de visita han pasado. Auch!- se quejó mientras se llevaba una mano al costado, justo donde Fleur le había propinado un codazo.
- No te preocupes Bill -dijo Harry mientras se levantaba- El Ministerio me debe muchos favores, créeme. No será ningún problema conseguir un permiso especial.
- Si llegas a tiempo conseguirás a Hermione allí- dijo la señora Weasley.
Harry se acercó a la puerta que se mantenía cerrada. Puso su mano sobre el pomo y lo giró suavemente sin hacer ruido. El joven entró silenciosamente a la habitación y vió a Hermione sentada sobre un mueble leyendo. Harry sonrió. A pesar de los años Hermione no había cambiado sus hábitos, siempre con un libro en las manos, pensó. Luego miró hacia la figura que se dibujaba bajo la sábana blanca. Allí estaba ella, Ginny.
- Quien e...? Harry?- La pregunta de Hermione lo sacó de sus pensamientos. – Harry? Eres tú? Pe... pero, có... como?- La pobre chica no sabía qué decir.
- Hermione, yo también estoy contento de verte- contestó él suavemente sin alzar la voz.
Harry y Hermione se abrazaron con fuerza, ésta lo arrastró hacia el pasillo para poder hablar tranquilamente.
- Pero, cuándo llegaste?
- Acabo de hacerlo.
- Y viniste directamente a ver a Ginny!
-No, pasé antes por La Madriguera.- Harry bajó la mirada – Lo siento Hermione, yo no sabía ... yo no sabía lo de Ginny.
- Cómo que no sabías lo de Ginny? – preguntó extrañada Hermione. Ella lo miró, Harry bajó la mirada y sin poder ocultar algo así a la que fué su amiga y confidente durante años, reconoció:
- Yo... yo nunca abrí la correspondencia que ustedes me enviaban.
-QUE DICES, HARRY POTTER? ESTAS LOCO?
Un SHHHH! Salió de los cuadros del pasillo.
- No sabes que estás en un hospital? –Preguntó Gregorio el Zalamero asomándose al marco de su cuadro.
- Sí, claro... discúlpen- murmuró Hermione.
- Lo siento Hermione, de verdad lo siento. Yo... simplemente quería olvidar.
-Ahora comprendo por qué nunca viniste. Bueno, el mal ya está hecho. Ahora, qué es de tu vida?. Cuáles son tus planes?
Harry pensó que no tenía planes. Así habían pasado sus últimos años, a la deriva. De pronto recordó a Cho.
- Voy a casarme – dejó tumbar rápidamente. – Con Cho Chang.
-QUEEE?
Un nuevo SHHHHH esta vez más prolongado que el primero, brotó de cada uno de los marcos a lo largo del pasillo. Desde su retrato, la famosa Gunhilda de Gorsemoor dijo en un tono que no admitía réplicas:
- Señorita, le rogamos que abandone la estancia.
Hermione se sonrojó cuando vió aparecer dos enfermeros que venían a escoltarla hasta la puerta del hospital.
- Hablaremos mañana- dijo hacia Harry. – De todas maneras, ya terminó la hora de visita.
- Sí, hasta mañana. Yo me quedaré un rato más, tengo un permiso especial.
Hermione sonrió débilmente mientras se alejaba por el pasillo con dos hombres enfundados en batas blancas y que la seguían de cerca.
Harry entró nuevamente a la habitación de Ginny, se hacercó a la cama y contempló a la chica.
-Está hermosa- pensó Harry. Miró fijamente su rostro pálido, los párpados cerrados y la boca que no reflejaba ninguna emoción. Un sollozo contenido sacudió sus espaldas. Se acercó a la cabecera de la cama y suavemente con un dedo dibujo la boca de Ginny. Recordó cuántas veces había sido besado por esos labios, cuantas veces él los había besado. Recordó también el último verano que habían pasado en La Madriguera y todas las horas compartidas con Ginny. Aún eran muy jóvenes, pero la intensidad de sus sentimientos no permitía dudar que ella era su verdadero amor. Harry recordó la vez en la que Ginny se deslizó en su cama en medio de la noche. El, Harry, que se había enfrentado varias veces a Voldemort y a sus mortífagos, tembló de temor cuando sintió el cuerpo de Ginny deslizándose a su lado y miró sobresaltado a la cama vecina que estaba ocupada por Ron.
-Cálmate- había dicho ella en un susurro. -Hice un hechizo que lo mantendrá dormido hasta muy tarde en la mañana.
Esa noche, Harry pasó toda la noche abrazado al cuerpo de Ginny mientras hablaban de mil cosas que ahora él no podía recordar. Lo que sí recordaba claramente, era la sensación de felicidad que lo invadía cuando la besaba apasionadamente sobre los labios sin atreverse a ir más lejos.
Sin poder evitar el impulso, Harry tomó a Ginny en sus brazos y la besó. Nada. El cuerpo de la joven era incapaz de una reacción, aunque respiraba parecía inerte. Harry la besó varias veces, tratándo de guardar el sabor de los labios de Ginny. Suavemente se inclinó para posar la cabeza de la chica sobre la almohada, hundió su rostro en la cabellera de la chica mientras sollozaba y suplicaba:
-Regresa Ginny, regresa mi amor... Perdóname, perdóname.
La puerta de la habitación se abrió dejando pasar a dos sanadores.
- Señor Potter, lo sentimos mucho, pero necesitamos atender a la enferma.
- Por qué diablos la llaman asi? – pensó Harry con rabia. – Entiendo que necesiten darle cuidados a Ginny – dijo Harry poniendo énfasis en el nombre de la joven. –Cuánto tiempo más estará así?.
El hombre enfundado en una túnica blanca se volvió para mirar a Harry directamente a los ojos:
- Es que no lo sabe? – preguntó. –Ella no volverá a despertar. Cualquier día simplemente deja de respirar y entonces todo habrá terminado. Es su destino. Ahora si nos permite...
- Por favor señor Potter, retírese.- dijo la mujer en voz baja.
Harry miró una última vez a Ginny y se encaminó hacia la puerta. La mujer agregó casi en un susurro.
- No entendemos por qué la familia no la deja partir. Ella no siente, no escucha, solo respira. No hay posibilidades ni esperanza, ella no se recuperará. Lo lamento.
Harry se dejó caer sobre una de las camas en la habitación del primer piso del número 12 de Grimauld Place. Esa era la cama que ocupó Ginny cuando ella y otros miembros de su familia estuvieron allí, mientras aún vivía Sirius, algunos años atrás. Harry se agarró la cabeza con las dos manos, sentía que iba a estallar. Por un momento había creído que Ginny había sobrevivido al ataque. Bueno, sí. Sí estaba con vida, pero... era vida aquello? Nunca más despertaría. No. Definitivamente eso no era vida. Y sin poder aguantar más, Harry el niño que sobrevivió, el joven que años atrás venció a Voldemort y salvó al mundo, rompió en llanto.
Varias horas pasó Harry sumido en una profunda depresión hasta que por fin, cuando los primeros rayos del sol pintaban el amanecer, él se durmió profundamente sin saber que a algunos kilómetros de allí, unos hermosos ojos color avellana se habrían al nuevo día.
