Gracias a todos los que siguen esta historia y GRACIAS a los que han dejado reviews. No imaginan cuanto valoro esa delicadeza. Y aunque para este capítulo no los he podido responder, PROMETO SOLEMNEMENTE QUE MIS INTENCIONES SON BUENAS y contestaré todas las criticas y mensajes en el proximo, asi que...ANIMENSE a darle al botoncito de abajo. Un beso. Los quiero mucho y que disfruten el capi.

Bueno, ya saben lo de siempre... Lo personajes no son míos, pertenecen a J.K. Rowling y a la Warner Bros.

Capítulo 5. Olvidos voluntarios

Harry despertó en medio de un calor sofocante. La luz del sol impedía que pudiera abrir los ojos y por el momento no recordaba ni donde diablos estaba. Se dió unos segundos para habituarse a los rayos del sol y sonrió. Hace algunos años, unos segundos de descuido como esos hubiesen sido suficientes para perder la vida, pero ahora todo estaba tranquilo y unos segundos de desconcierto eran un lujo que todos podían permitirse. Con algo de esfuerzo se incorporó un poco para quedar sentado y ver a su alrededor. No lo podía creer, había dormido bajo las estrellas. De un movimiento de su varita, el joven deshizo el hechizo protector que había puesto a su alrededor para evitar ser molestado por los animales y sobre todo, para no sentir frío durante la noche. Sonrió nuevamente ante sus recuerdos. Había salido de la vivienda que ocupaba perdida entre la vegetación salvaje de un remoto lugar en el continente africano y se había tendido sobre el cesped. Había pasado horas y horas mirando hacia el firmamento sin ver nada, sólo recordando las noches que se había escapado con Ginny, bajo la capa de invisibilidad, hasta la torre de astronomía del castillo de Hogwarts para contemplar el firmamento. Habían sido momentos mágicos y el recuerdo de esas noches, los mil besos compartidos y las caricias furtivas lo habían conducido al sueño sin tener conciencia de ello. Ahora mismo, no recordaba por qué había salido la noche anterior de su vivienda.

-Diablos! – exclamó cuando un poco de luz se abrió paso en su cerebro- Cho!

Tres días antes había recibido la visita intempestiva de su prometida. Harry ya había perdido la costumbre de preguntarse cómo diablos ella sabía donde ubicarlo y quien o quienes le daban la información. Por supuesto que él podría averiguarlo, pero el asunto no le importaba gran cosa, sólo lo molestaba enormemente. Cho había llegada cargada de noticias sobre la preparación de la boda. Tenía previsto hasta el más mínimo de los detalles e insistía que no valía la pena que Harry se preocupara por nada referente a la celebración, ya que ella era perfectamente capaz de solucionar todo, cosa que Harry agradecía alegando estar sumergido en trabajo.

El joven se encaminó a paso lento hacia lo que era su vivienda poniéndo en orden sus ideas. Finalmente recordó que Cho debería haber partido la noche anterior después que él le había casi rogado que le permitiera concentrar sus energías en la misión. La asiática no había parado de hablar en dos días de los preparativos de la boda. Y si no era de la boda, era de mil temas más que seguramente no eran importantes, ya que él, Harry, no podía recordar el más mínimo detalle de ellos. Lo que más había desconcertado a Harry de la última visita de Cho, no era su incansable parloteo, sino su insistencia a pasar la noche juntos. No sería la primera vez, por supuesto. Desde hace poco más de dos años, ellos habían compartido más de una noche y una cama. Consecuencias de ese comportamiento, que Harry había tachado de irresponsable de su parte, lo ataban irrémediablemente a la joven asiática. Un lazo que Harry no podía romper, un secreto que había sellado los destinos de los dos. Sin embargo, la noche anterior, Harry había logrado escabullirse para evitar un encuentro íntimo que francamente no deseaba.

Finalmente, Cho partió y el joven respiró aliviado, como si un gran peso hubiese abandonado sus hombros.

- Por qué? – se preguntó arrastrando un poco los pies mientras marchaba. – No es lógico, se supone que voy a casarme con ella dentro de nada. Se supone no, Harry- se corrigió- TIENES que hacerlo y ya le has dado bastantes largas al asunto. No es justo para Cho que la hagas esperar más. – Harry sacudió la cabeza y pasó sus manos por entre el cabello negro y enredado a esa hora de la mañana. Ginny... ¿Esa es la razón? – continuó con su soliloquio- No, no es la razón... es... es simplemente...- El chico sacudió nuevamente la cabeza y decidió no pensar más en el asunto, olvidarse de Cho en ese momento, de su próxima boda y de su vida en común.

Harry decidió quedarse un día más antes de regresar a Londres. Le gustaba el silencio, el suave murmullo nocturno de los insectos de la selva, contemplar el limpio cielo estrellado y sobre todo, le gustaba la soledad. Esa soledad que le permitía olvidar... y recordar.

En La Madriguera, Ginny había terminado su recuperación y se había incorporado paulatinamente a su mundo. Después de algunos días de reposo, logró caminar sin mareos. Dispuesta a recuperar el tiempo perdido, pidió una detalladísima información de todo lo que había sucedido durante su "ausencia", como ella misma definía su estadía en el hospital de San Mungo. La primera gran sorpresa fué verse, en cuerpo completo, frente al espejo. Había cambiado, de eso no cabía la menor duda. El hechizo ejercitador que le habían puesto en el hospital a instancias de Molly, había dado sus frutos. Su cuerpo se había mantenido en forma, sus músculos estaban firmes y su piel de una apariencia lozana.

-Definitivamente no pensaron que un bronceado me caería bien. – dijo sonriendo.

-Tal vez un poco de sol sea el método más natural – dijo Hermione. – Y eso es algo que podemos solucionar fácilmente. – agregó mientras agitaba un traje de baño negro. Desde ese día Ginny y Hermione habían hecho juntas varias escapadas para el playa, hasta que la pelirroja tomo un suave color dorado, lo cual requirió cuidados y una fuerte poción bloco-bronceadora preparada por la señora Weasley, que logró evitar el enrojecimiento natural que tomaba su piel.

Harry bajó de su escoba a sólo algunos metros antes de la puerta de Madriguera. Escuchó una algarabía que venía de la parte lateral del jardín y decidió entrar primero a la casa para anunciar su llegada. Esta vez tenía la certeza que sería bien recibido. Pocos pasos antes de alcanzar la puerta, distinguió la silueta de una mujer parada de espaldas a él. Ella era una joven delgada, con un extraño sombrero multicolor en su cabeza que aplaudía, silbaba y lanzaba breves fuegos artificiales. Llevaba un sencillo vestido blanco que mostraba toda su espalda justo hasta la cintura y se ceñía a su cuerpo como una segunda piel.

-Diablos! – pensó Harry tragando en seco – no me molesta para nada este recibimiento. El se detuvo unos momentos y entrecerró los ojos para contemplar a sus anchas la espalda de la joven y dejar que su mirada se deslizara lentamente sobre su cadera. – Esto le quita la respiración a cualquiera, creo que llegué a tiempo para ser presentado.

- Ginny!- llamó alguien dentro de la casa- ¿Puedes llevar el postre afuera?

-Por supuesto! – contesto la mujer del sombrero extraño.

-Ginny? Ginny?- se preguntó Harry sin comprender nada y abriendo los ojos como platos. ¿Escuché bien?- sintió como si una docena de ranas hicieran fiesta en su estómago- ¡Por las barbas de Merlín!.

Repentinamente Harry se sintió preso de una extraña mezcla de felicidad, incrédulidad y rabia al mismo tiempo. Sin poder explicar su reacción, se volvió bruscamente y tropezándo con alguien, cayó al suelo. Un gran plato de ensalada voló por los aires y aterrizó sobre la cabeza de Harry derramándo sobre él su contenido.

-Por mil demonios! – exclamó Harry aturdido.

-Fíjate por donde caminas! – gritó molesto un pelirrojo que tenía varias rebanadas de tomate en la cabeza.

-¿Ron?

-¿Harry¡Harry!- El grito de Ron se escuchó a quinientos metros a la redonda.

Al escuchar ese nombre, Ginny dió un salto en la cocina y corrió hacia la puerta para ver el lugar de donde salían las voces. Allí estaban dos hombres, sentados en el suelo, uno frente al otro. Evidentemente uno era su hermano Ron y el otro no era otro que...

-Harry... Harry Potter- murmuró ella apenas moviendo los labios.

Sobre el cabello negro de Harry, varias hojas de lechuga se mantenían en extraño equilibrio. Ron y Harry se levantaron sacudiéndose y se abrazaron fuertemente. Ginny observaba la escena y no podía dejar de sentir cómo su loco corazón parecía querer salirse de su pecho.

- La mejor defensa es el ataque- se dijo a sí misma y quitándose el ridiculo sombrero, se hacercó a ellos.- Al menos, la lechuga hace juego con tus ojos- dijo riendo al mismo tiempo que se detenía junto a Harry.

Harry la miró sin poder reaccionar. No podía creer que era ella, Ginny, su Ginny. ¿Su Ginny? Definitivamente, el recuerdo de algo o más precisamente alguien parecía no encajar en este encuentro.

-Ginny...- dijo suavemente sin dejar de mirarla- Pero... ¿Cómo¿Cuándo?...

-¿No crees que deberías empezar con un abrazo, Potter? – dijo la joven mientras tendía sus brazos hacia él. Ginny acercó su cuerpo al de Harry y rodeó su cuello con sus brazos. Harry estaba estático, no podía reaccionar. Lentamente subió sus brazos para rodear la cintura y la espalda de la chica y la atrajo fuertemente hacia su cuerpo.

-Es extraño- pensó Harry- reconozco su calor, su olor y sin embargo es como si este cuerpo fuese nuevo para mí.

Por su parte, Ginny pensaba que había valido la pena esperar todo ese tiempo. Ella se sentía indescriptiblemente feliz.

-Veo que ya se encontraron- dijo Arthur Weasley pasándo a su lado con una gran jarra de ponche de calabaza y cherry, el coctel preferido de la señora Molly para las fiestas. Harry saludó al señor Weasley sin soltar la cintura de Ginny, era como si el tiempo no hubiese pasado.

-Ejem, ejem- carraspeó Hermione junto a la pareja. – Me dejas saludarte Harry?

Con una gran sonrisa Harry abrazó a Hermione mientras ésta le susurraba al oído:

- Tenemos que hablar ... inmédiatamente.

Ellos se apartaron un poco del grupo que recogía restos de ensalada del suelo y reían de algo que decía Ginny.

-Harry, no quiero meterme en lo que no debo, pero tengo que advertirte, al ver como abrazabas a Ginny... Ya lo saben todo. Todos.

- Qué es lo que saben?- preguntó Harry sin entender.

-Que te casas en ... ¿dos meses?

La decepción se dibujo en el rostro de Harry.

-Diablos! – Exclamó- ¿Cómo pude olvidarme?

- Buena pregunta Harry Potter – dijo Hermione -Cómo pudiste olvidarlo?

Harry miró a Ginny quien reía con el resto de la familia.

-¿ Ella lo sabe? – preguntó refiriéndose a Ginny.

-Por supuesto Harry. – afirmó Hermione.

- Por qué no me advertiste de esto? – preguntó enojado a Hermione.

-¿Cómo que por qué no te advertí¿Es que acaso ahora sí tienes la costumbre de contestar las cartas? Además, el señor Estaré-incomunicado-por-un-mes no se dignó a dar señales de vida.

-Lo siento Hermione- dijo Harry sintiéndose frustrado. – Cuando despertó?

-El mismo día que partiste. Y Harry... –Hermione dudó en agregar más leña al fuego.- Ella dice que despertó porque te escuchó. Para Ginny es como si el tiempo no hubiese pasado. Por favor Harry, no la hagas sufrir.

-Y ella lo aceptó? – preguntó él, refieriéndose a su boda.

-Sí, creo. Yo le dí la noticia, ella ha aceptado todos los cambios que han ocurrido a su alrededor y se ha adaptado a retomar su vida, pero los sentimientos son otra cosa y ese es un tema que no he querido abordar.

- Qué debo hacer? –preguntó Harry confundido.

- Tarde o temprano esto iba a pasar, Harry. No hay razón por la cual seguir huyendo. Tú mereces tener una vida feliz y ella debe comenzar una nueva vida. Si el destino es estar separados, ni el mismísimo Merlín podría cambiar eso.

- Hey, ustedes dos! – gritó la señora Molly desde el otro lado del jardín.- Hermione, no acapares al invitado y tú Harry, ven a darme un abrazo, hijo.

Toda la familia Weasley, sus respectivas parejas, los niños y Harry estaban sentados alrededor de la mesa. Los temas de conversación variaban desde consejos pre-natales hasta las misiones que Harry estaba sensado en cumplir. Sin embargo, el tema de la estadía de Ginny en el hospital de San Mungo parecía un tema vetado. Harry quería hacer mil preguntas, saber del estado de Ginny, pero se había dado cuenta que nadie daba oportunidad para que esa conversación fuera abordada. Harry no podía quitarle los ojos de encima, no era la Ginny que él recordaba, esta era más mujer y había algo de sensual en sus movimientos.

- Su pelo está brillante como siempre – pensaba Harry. - Sus pecas aún se dejan ver bajo ese bronceado. ¿Cuántas eran? ...

- Entonces, dentro de algunos días pasas a ser parte del gremio de hombres-con-el-lazo-en-el-cuello, Harry. – dijo la voz de Bill.

- ...Veintitrés!- se dijo Harry sin escuchar absolutamente nada de la conversación. – Eran veintitrés! Tendré que contarlas nuevamente, puede que eso tambien haya cambiado en ella. – se dijo con picardía.

- Es mucho mejor de lo que parece. – continuó Bill.

- Verdaderamente que el color blanco le sienta bien – Harry seguía sumergido en sus pensamientos.

- Para cuándo es la fecha exacta, Harry?- preguntó Percy.

- Y ese vestido le queda como una segunda piel... – pensaba Harry mientras veía a Ginny encaminándose hacia la cocina de la casa.

- Harry? HARRYYYYYY!

El aludido dió un salto que cayó de la silla. Todos rieron alrededor de la mesa, sólo Hermione frunció el ceño.

- Qué? Qué pasa?- preguntó el joven desde el suelo.

- Se quedó dormido con los ojos abiertos – dijo Hermione mirándo a Harry con un dejo de reproche.

- Y tú, cómo lo sabes?- quiso saber Ron.

- Porque lo ha hecho siempre. Lo hacía en Hogwarts. – agregó ella rápidamente.

- Ah, sí? – preguntó Ron con un aire tonto. – No lo recuerdo.

Harry miró a Hermione agradecido. Luego de sentarse nuevamente, se esforzó en concentrarse para no pensar en Ginny y responder a las preguntas de los Weasley.

- En qué ibamos? – preguntó Charlie tratándo de reanudar la conversación despues del ataque de risas histéricas.

- Preguntaban cuándo se casa- intervino Fleur.

-Quién se casa?- preguntó inocentemente Harry. Hermione volvió a fulminarlo con la mirada.

-Se supone que eres tú, Harry- dijo un sorprendido Bill.

-YOOOO? – preguntó Harry. La realidad se le vino encima como una avalancha. – Ah, eso...

pues... no sé, Cho es quien está organizándo todo.

-Ah si que será Cho quien va a llevar los pantalones?- preguntó Bill. Todos rieron.

-Basta, basta- intervino Molly Weasley.- Harry, cariño, debes estar agotado. Por qué no duermes un poco?

-Sí, yo... esteeee...- Se paró sin saber qué decir. – creo que me voy...

-NO, no, no! –Exclamó Molly- De ninguna manera, cariño, te quedas aquí el tiempo que haga falta, como antes. Sabes que esta es tu casa.

- Yo no quiero molestar.

-Tú no molestas, además, aquí hay mucho espacio. De hecho, sólo estamos Arthur, Ginny y yo... y alguna vez Ron.- dijo mirándo a su hijo. Aunque la mayor parte del tiempo comparte casa con Hermione.

-Harry puede venir a nuestra casa- interrumpió Hermione, tratándo de evitar lo inevitable- Harry la miró sin comprender. Ron la miró como si estuviese loca. No era que no quisiera tener a su amigo cerca, pero sólo tenían una habitación para dormir y no se imaginaba haciéndo el amor con Hermione teniendo a Harry compartiendo la habitación. Peor aún, no se imaginaba NO haciendo el amor con Hermione.

- Hummm – murmuró la señora Weasley. Creo que mejor ustedes dos se vienen para acá, como dije, hay espacio suficiente.

Todos guardaron silencio alrededor de la mesa. Ron miraba suplicante a Hermione para que no aceptara, pero ésta estaba decidida a no dejarse convencer, en este momento sus amigos la necesitaban y Ron... bueno, a él no le caerían mal unos días de sequía... aunque no fuese lo que ella quisiera en realidad. Molly los observaba a todos en silencio, luego, alzándo los brazos al cielo dijo.

-Molly, a quien quieres engañar! Estos dos no estarán separados, Ron se la pasará gateando todas las noches! Cómo si no hubiese ocurrido antes!

Sonoras carcajadas recorrieron la mesa. Ron suspiró aliviado, mientras que Hermione estaba roja hasta las orejas.

Harry se dirigió a la casa con la señora Weasley, ella le prepararía la cama para que él pudiera dormir un poco. Al subir las escaleras, Harry vió a Ginny en su habitación.

-En un momento la alcanzo, señora Weasley. – dijo éste.

-No te preocupes cariño – contestó la buena señora.

Harry entró silenciosamente a la habitación que tenía la puerta abierta. El la cerró un poco y cruzándo sus brazos sobre su pecho contempló a Ginny. Ella estaba de espaldas, con la vista perdida a través de la ventana. Se veía realmente bonita en ese vestido. Harry nunca la había visto así y para él, más que bonita, estaba hermosa. Se acercó a ella y la rodeó con sus brazos.

Ginny saltó en su sitio sorprendida. Harry la apretó un poco más y cerrando los ojos, hundió su rostro en la cabellera de ella. La joven cerró los ojos y suspiró: se sentía en la gloria.

Unos segundos después, Harry susurró:

-Tenemos que hablar.

Ginny asintió, dió media vuelta aún entre los brazos de Harry y contempló esos grandes ojos verdes que brillaban intensamente.

-Debo estar loco...- dijo con una voz ronca mientras miraba a la chica pelirroja.- Ginny, es... es...

- Es como si el tiempo no hubiese pasado- completó la joven.

- Es simplemente maravilloso- dijo Harry mientras con un dedo dibujaba el contorno de los labios de Ginny. Luego, lentamente, bajó su cabeza y empezó a rozar la boca de Ginny con sus labios. El beso que comenzó de una manera dulce y casi reverente, se volvió apasionado en solo unos segundos. El cuerpo de Ginny se arqueó bajo mil sensaciones diferentes. Harry apretó aún más el abrazo y una de sus manos se deslizó por la espalda desnuda de la joven para subir hasta la cabeza y atraerla más hacia él. Ninguno de los dos escuchó cuando la puerta se abrió y luego se cerró silenciosamente.

Harry continuó su beso exigente mientras que Ginny correspondía con todas sus fuerzas.

-Esto es una locura- susurró Ginny sobre los labios del joven.- Harry, vas a casarte... lo sé.

-Shhhhh – dijo Harry mientras la atraía nuevamente hacia él.

-Alguien puede vernos – insistió la joven.

-Acompáñame Ginny, tenemos que hablar.- dijo Harry separándose un poco de la chica. Ginny asintió con la cabeza.

-Harry! – se oyó la voz de la señora Weasley al mismo tiempo que habría la puerta y entraba seguida por Hermione.

Harry y Ginny se separaron bruscamente, Hermione suspiró ruidosamente y Molly no se dió por enterada.

-Harry, hijo, si quieres descanzar tu cama está preparada.

Harry se armó de valor.

-Señora Weasley – dijo suavemente – Yo quisiera hablar con Ginny... si usted permite que ella me acompañe...

-Está bien – dijo ella sonriendo – pero regresen para la cena.

Hermione la miró como a una desquiciada, mientras que Harry mirándo intensamente a Ginny, la tomó de la mano y desaparecieron.

- Molly?- interrogó Hermione- ¿Estás segura de lo que acabas de hacer?

- Hermione, hija- dio Molly como quien se prepara a dar una explicación a una niña de cinco años.- Yo también fuí joven alguna vez, y si algo aprendí, es que las cosas cuando no están claras hacen mucho daño.

-Sí, pero... Ginny...

-Ginny es una mujer, Hermione y es mi hija. Yo quiero que ella sea feliz. Además. Confío en mi hija.

-Sabías que Ginny está enamorada de Harry? – preguntó Hermione sin dar crédito a sus oídos.

-Desde los once años- contestó Molly.

-Pero ahora es diferente, Harry va a casarse!

-Lo sé Hermione. No creas que no sé lo que estoy haciendo. Pero Ginny merece un poco de felicidad después de todo este tiempo. Además...- agregó en voz baja- Yo no soy nadie como para negarle la oportunidad de oír explicaciones. Tampoco para negarle a Harry la oportunidad de afrontar sus problemas como un hombre. Es a ellos de decidir.

- Molly, no sé si esto es buena idea... Es como permitir que Ginny se ilusione en vano.

-Yo tampoco sé si es o no una buena idea. Lo único que sé es que Ginny tiene que escuchar las cosas de labios de Harry. Mejor olvidemos este asunto por el momento. – dijo Molly dando por terminada la conversación mientras que Hermione, con los ojos como platos, miraba a su suegra como si ésta se hubiese vuelto loca.

Al mismo tiempo, en el primer piso del número doce de Grimmauld Place, Harry y Ginny se aparecían en medio del salón.

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