"Otro giro en la historia
Otra vuelta a empezar
Otro error
Otro error sin memoria
Justo ahora
Que empezaba a volar

Esta vez voy despacio
No sé bien
No sé bien qué pensar
Ahora que no lo andaba buscando
Va el amor y me vuelve a encontrar [...]"

— A quien quiera escuchar (Maldita Nerea)

Capítulo 12. Rosebud

La levantó en la cama, poniéndolos cara a cara con sus piernas suaves alrededor de su cintura, entró en ella y acompañó su movimiento de arriba abajo de manera insoportablemente lenta. Ella le rodeó el cuello con los brazos y apretó los labios contra los suyos. Él aumentó el ritmo de ambos, mientras las manos de Lavinia se clavaban en sus bíceps.

– Stewy, joder…– murmuró mientras sus músculos internos lo apretaban, y él la besaba apasionadamente al tiempo que se movían al unísono.

El brillo de los rayos de sol se reflejó en las cortinas de la habitación despertando a Stewy a la mañana siguiente. Abriendo los ojos notó que no estaba en su dormitorio aunque el maldito colchón de muelles que se clavaban en su costado bien pudo haber sido una pista. Su compañera de cama dormía con la boca ligeramente abierta mientras parecía mover la cabeza en discusión consigo misma. Sabía que su trabajo la tenía frustrada y agotada.

Sus jefas la habían cargado con expectativas imposibles para la promoción de esa exposición en Los Ángeles a solo un mes vista y 2.500 millas de distancia.

Stewy había odiado cada minuto que aquello la había tenido alejada de esos encuentros, tarde en la noche, en su ático de Tribeca.

No había habido manera de convencerla de que no le importaba para nada que arrastrara su portátil y ese montón de papeles y folletos hasta su piso y se echara el madrugón con él, así que ayer se había plantado aquí con la cena comprada y una excelente botella de vino francés.

No es que él mismo dispusiera de muchas horas libres, ya que pasaba sus días entre su oficina y la de Sandy…

La besó en la coronilla mientras ella empezaba a despertarse, se colocó los bóxers azul oscuro con un movimiento ágil y se puso en pie con la idea de preparar café.

Hace una semana ni siquiera recordaba lo difícil que era tener citas apropiadas con el nivel de compromiso que tenía con la compañía para la que trabajaba y los Furness.

Era distinto cuando uno rellenaba los huecos de tiempo libre (normalmente de noche y dejándose llevar) con su vida personal, en vez de intentar crear esos huecos desesperadamente a propósito de alguien.

Un mediodía había logrado escaparse antes de una reunión para almorzar con Lavinia en uno de sus restaurantes favoritos en Manhattan, y el domingo habían compartido un café rápido y un trozo de pastel en una cafetería de Murray Street, en Tribeca, cuando habían logrado desengancharse de las sábanas de su dormitorio.

Pero aquella misma tarde había tenido que hacer un viaje rápido fuera de la ciudad por ese asunto de Weissel.

No parecía tener suficiente de ella.

Recogió un libro pesado del suelo sobre arte renacentista del que apenas se paró a mirar la tapa, pero que tenía una de esas pinturas italianas que incluso él conocía de pasada, y se permitió observarla un momento mientras Lavinia se sentaba en la cama intentando poner orden a su cabello. Le había quedado levemente la marca del cojín en la cara y le pareció simplemente adorable.

La oyó murmurar. – Gracias…

Alzó una ceja con una sonrisa. – ¿Por?

No acababa de entender a qué se refería, y puesto que no parecía que fuera por la puta maravilla de anoche, porque en serio ella tenía más mérito que él, se quedó medio segundo fuera de juego.

– Por venir todo el camino hasta aquí con esa cena fabulosa – Ella se alzó de la cama y se acercó a él, compuso un mohín y acarició con la yema de los dedos el vello de su pecho, que bajaba en una delgada línea sobre su vientre. Se dispuso medio dormida a darle un beso en la mejilla – y no haberte fugado cuando a las 6 de la mañana los vecinos han empezado a… no tengo ni idea si se tropiezan con los muebles o qué pero siempre hacen ese ruido cuando se levantan.

Había aprovechado la interrupción del sueño para un vaso de agua y una sesión de besos calientes y pesados con ella, y luego se habían vuelto a quedar dormidos.

Ella había asegurado tener la boca seca… pero cielos, incluso entonces sabía bien. Era demasiado bueno para ser cierto.

Stewy chasqueó la lengua y le devolvió la sonrisa con un poco de malicia, tomándola de la cintura con más fuerza:

– He dormido cuatro horas y mal, pero me doy por satisfecho con la leve esperanza que de hecho tus vecinos nos escucharan follar anoche y ahora estén muertos de la envidia. ¿Crees que estemos a tiempo de ofrecerles un mañanero como contrapartida a mi sufrimiento?

Su cuerpo no pudo ignorar que Lavinia sólo llevaba un culotte de color piel que había cogido a prisas de un cajón para salir de entre las sábanas. Su polla dio una sacudida involuntaria animada por la idea de volver a la cama.

Para acabarlo de arreglar ella se rió deliciosamente y se estrechó contra su torso, rodeándole el cuello con los brazos.

– Eres incorregible, Stewy Hosseini – lo besó en la comisura del labio haciéndole cosquillas en la nariz con el pelo. – Pero no voy a llegar si no salgo en media hora. ¿Un café?

Exhaló, resignado.

– Iba a prepararlo o a intentarlo. ¿Tienes cafetera?

– No, pero tengo una tetera para el agua caliente… uhm, puedo hacer café americano… Déjame a mí… eso sí, te aviso… te va a parecer horrible si lo comparas con el café expreso de esa máquina celestial que tienes en tu casa. ¡Creo que te la voy a robar…! – le dio un ligero cachete en una nalga bromeando, todavía abrazada a él. Consciente o inconscientemente pegó más su pubis a su entrepierna cuando él se movió, era tarde para hacer algo para rebajar su erección – Vaya... – Lavinia levantó una ceja con una sonrisa pilla.

Notó los labios de Stewy apretándose contra los suyos a media frase y su mano posesiva pero cariñosa en su cadera. – Vaya.

Hubo una mirada entre los dos.

El despertador marcó las siete y media, y la radio se encendió automáticamente. Ella apoyó su frente en el hombro de él un momento con una risa sufrida.

Stewy se mordió el labio con aire burlón. De fábula…, puto reloj. – Voy a sobrevivir a cualquier cosa esta mañana, Livy. Aunque si tienes leche y azúcar que añadirle… eso ayudara.

– De acuerdo… ¡Espérame en el comedor!

Besó su sien y la impelió a caminar, girándola con sutileza y un guiño:

– Procuraré no perderme de camino – hizo broma pasando al pasillo. Poco después se dejó caer al viejo sofá gris del apartamento de Lavinia. Se pasó las manos por el cabello y bostezó aún con sueño en los ojos. Era un piso céntrico y pequeño del barrio de Queens que no le disgustaba tanto como había pensado, pese a ese maldito colchón, los vecinos y la falta de espacio en general en comparación con su ático.

Había sido la manera de pasar esas horas juntos, así que quien era él para empezar a poner pegas…

Llevaba unas horas aquí y ya estaba un poco demasiado encariñado de las inconveniencias de ese lugar, aunque eso era exclusivamente por su inquilina.

Cada espacio de este condenado Liliput tenía su aroma y si eso no era suficiente razón...

El aroma… …y bueno, que no podía detestar ningún lugar donde ella se paseara desnuda como la pasada madrugada.

Le gustaba verla andar en cueros, los complejos olvidados en las sábanas de algodón blanco que habían compartido.

Además, algunos de los elementos del piso, como la bañera con patas y las estanterías del lavabo con flores secas y sales cítricas de baño, o esa alfombra de color cereza del comedor, eran «ella» casi de manera desarmadora.

Quizás si le regalaba la cafetera y la convencía para quemar ese colchón… hasta podían repetir lo de anoche. Bien pensado, quizás podía mantener el colchón, habían echado un gran polvo allí.

Cuando Lavinia apareció con el café y le entregó una taza, Stewy le sonrió y movió un poco la cabeza hacia atrás para estirar el cuello.

Ella se había puesto una camiseta de deporte por encima. Estaba hermosa con cualquier cosa.

Aunque sería hipócrita no reconocer que mientras estuvieran entre estas cuatro paredes tenía preferencia por su piel a secas, el compás de sus pechos.

El café olía fuerte y era espeso. Le dio un sorbo y después hizo una mueca.

– ¿Lo quieres más dulce? – preguntó ella bebiéndose el suyo como si no fuera amargo de la hostia.

– Sí, quizás. Pero espera, quiero algo antes – le dijo sentándola en su regazo y dejando ambas tazas en el suelo con cuidado. Le puso la mano en el cuello y apretó los labios contra los suyos.

Inmediatamente la deseó todavía más. Había dicho que tenían media hora, ¿no?

Estaba seguro que Lavinia había calculado el tiempo basándose en la hora que necesitaba para llegar a Dust en transporte público, pero podía llevarla en coche con él y ganar 15 minutos si el tráfico en la I-295 no era muy malo. Tiró de ella y deslizó sus manos dentro de la camiseta…


Monique estaba preocupada.

La llamó a media tarde, y hablaron cuando Lavinia se acercaba a un bar cerca de su oficina a por un café decente mientras los informáticos daban un vistazo a un problema de la web.

– Estoy confundida – le dijo su amiga – No estoy segura si necesitas una intervención o debería felicitarte…, te lo digo seriamente.

– Es que estás enfocando esto en la dirección equivocada… y es mi culpa porque hace una semana estaba echa un lío.

Después de todo, supuso que era previsible que la primera reacción de su amiga fuera dudar de su sentido común.

– Vale, entonces rebobina y dime qué puñetas está pasando. Él… dijiste que era un ex de tu primo, ¡y tenía novia cuando empezasteis a liaros! Lavinia, ya te he visto mal por un tipo y no quiero que…

– Técnicamente no le puso los cuernos a esa chica porque tenían una relación abierta… No tiene nada que ver con Mark, te lo prometo…

– Ya, eso es lo que me asusta… Entonces, siempre pensé que quemabas etapas, porque era lo que se supone que se esperaba que hicieras… pero ahora, escuchándote, no hay duda de que estás muy pillada…, voy a patear a ese tal Stewy si te rompe el corazón…

– Gracias pero no será necesario, ya sé que debo parecer una boba… pero voy a apañármelas – le prometió.

– Bien, mensaje captado. Pero dime, en serio… ¿qué está pasando exactamente? ¿Estáis saliendo?

– Bueno… no creo que él quiera usar etiquetas ahora mismo pero… estamos viéndonos.

– Viéndoos y acostándoos, claro – repitió Monique – Eso suena un montón a salir para mí. ¿Hacéis cosas juntos? ¿Con día y sol? ¿Algo que no implique sexo? –pudo imaginarse a su amiga moviendo las cejas inquisitivamente.

Monique no fue dura ni malintencionada, simplemente constató su inquietud.

Lavinia se frotó los ojos. – No todo tiene que tener un nombre. ¡Y sí, claro! Es decir, hablamos todo el rato. El otro día almorzamos, ¿te vale? Hacía un sol estupendo.

Vale, no tenía que ser sarcástica con su amiga.

Era inevitable ilusionarse, porque joder estaba muy enamorada… pero él mismo había confesado en Canadá no tenerlas todas consigo; y sí, después le había dicho que plantarían batalla por ello y ella sentía que era real y quería gritarlo por todas partes… aun así…

De momento Lavinia intentaba exprimir hasta la última gota de cada día sin comerse la cabeza más de la cuenta.

Suspiró un poco. En serio, ¿qué esperaba que dijera su mejor amiga? Era su culpa que se preocupara. Los amigos de verdad no están para dejar que una se tiré por un precipicio. Hasta hace una semana era ella la que le había estado comiendo la cabeza con sus dudas...

– Eh, no te enfades. ¿Tú estás contenta? – preguntó finalmente Monique en tono de disculpa.

– Sí, sí, claro.

– Entonces me alegro por ti y no hay más que hablar.

– Gracias... Ya te iré contando, ¿vale? Solo…, poco a poco.

– Poco a poco – estuvo de acuerdo su amiga.

Estaba yéndoles bien… mejor que bien.

Lavinia se esforzó por no sonreír como una imbécil en medio de una calle de Nueva York cuando pensó en la imagen de Stewy en su puerta con la cena y una botella de vino. Su cara y la manera de rodar los ojos.

– Soy una amiga horrible y probablemente te estoy dando dolor de cabeza – se disculpó con Monique. Un día de estos su mejor amiga iba a matarla y con razón.

– No. Te echo de menos y quiero saber cómo te va – le contestó ésta –Y en el trabajo, ¿qué tal? ¿Ya les has contado que el idiota que casi les hundió es tu primo?

Oh, bingo para Monique.

Habían hablado de Dust ya con anterioridad y Monique tenía una idea muy concreta de por qué era una tontería abrir la boca… hasta que bueno le contó que iba a ir a esa movida de Dundee…

Habría publicaciones en redes sociales. ¿Qué se suponía que tenía que hacer? ¿Rehuir de las cámaras que hubiera en la gala? Eso quizás parecía ligeramente buena opción si era cosa de una vez, pero había entendido en Argestes que la situación no era sostenible por mucho tiempo.

Ahora que estaba trabajando tantas horas en el nuevo proyecto, le fastidiaría más que nunca acabar perdiendo el trabajo por quien era su familia.

– No – le confesó – Sé que van a sumar dos y dos tarde o temprano, solo que no sé cómo hacerlo. Kara es la comprensiva pero pensaran que conseguí el trabajo con mentiras, y técnicamente omití cierta información…, pero ¿qué se supone que tenía que hacer? Es Nueva York… todavía estaría buscando trabajo.

– Estás pensando como una buena chica de clase media… con todos mis respetos, como la hija de un dentista de Flandes – le dijo Monique – Necesitas pensar como si tuvieras pene o fueras al menos la mitad de rica de uno de esos primos tuyos yanquis. He visto un podcast sobre los Roy en Youtube, ¿sabes? Pusieron un vídeo del pequeño de hace unos meses… algo de un cohete en Japón. ¡Con qué morro habló! Da igual cómo has conseguido ese trabajo: has demostrado ampliamente que lo mereces porque eres buena en lo que haces, no vas a dejar que te echen. Estoy segura que tu amorcete piensa lo mismo que yo. ¿Se lo has comentado?

Puso los codos en la barra una vez que entró al local donde iba a pedir el café y le hizo un gesto al camarero con la mano.

– No, no en realidad no lo hemos hablado.

– ¿Por qué?

– Hemos estado ocupados… ya sabes… en otras cosas…

Monique se rió. – ¿No era que hablabais? – la pinchó.

– Sí, pero no de esto.

– Bueno, si no te lo dice él, ya te lo digo yo, aprovecha las oportunidades cuando te surjan, amiga – le animó. – Por cierto, el susodicho que casi se peta tu empresa, ¿no será el mismo primo de marras, no? Al final cuando venga a verte, tendrás que presentármelo. Tengo mucha curiosidad por tu familia, pero más por él.

– ¡Monique! – la riñó en voz baja.

Pero su amiga tenía razón. Sinceramente, esa era parte de la razón que no había tocado el tema con Stewy.

Había estado evitando la mínima mención de cualquier Roy y más concretamente de Kendall. No quería que nada petara su perfecta burbuja… No todavía.

Puede que no tuviera ningún sentido porque no estaba haciendo nada malo y no estaba traicionando a nadie de ellos de ninguna manera significativa, solo viéndose con alguien que le gustaba, pero tenía la necesidad de proteger a toda costa esto con Stewy mientras ambos aún lo estaban explorando con cuidado…

Él había dicho que encontrarían la manera. Pero ella temía que en cuánto se toparan de cara con el mundo real esa nube en la que habían estado la última semana se esfumara.

Por eso se sentía algo reacia al plan del próximo jueves, estuvieran o no sus primos.

– En Dust haces el tipo de trabajo que a ti te gusta, ¿no? – preguntó Monique a través del teléfono interrumpiendo sus pensamientos.

– Sí – asintió.

Eso tampoco era del todo todo cierto. Era lo más cerca que podía estar de trabajar con arte pero a veces se preguntaba si…bueno… quizás aún tenía la espinita clavada de Historia del Arte. Había moldeado su carrera intentando evitar los errores de su padre… puede que hubiera sido una idiota…

Aunque también puede que Dust le sirviera para encontrar un lugar más definitivo en el sector cultural… virar su carrera hacia lo que en el fondo había querido hacer siempre… gestionar, tocar, respirar arte… y no tanto Twitter y Instagram, se odiaría a si misma si acababa de nuevo en una empresa de catering o peor…

– Y son buenos en ello, ¿verdad?

– Correcto.

– Entonces no renuncies a trabajar en una compañía como esa si no es por algo mucho mejor. Y ten más morro y no te dejes explotar. ¿Cuántas horas has trabajado ya esta semana?


"Perdóname, soy un desastre cuando estoy inmersa en algo. Coger hoy el metro no ha sido mi mejor idea, dos trenes han quedado atascados en la estación de Penn y hay retrasos, pero te prometo que estoy llegando Xx".

"Lo soportaré. Además… no todos los desastres besan tan bien como tú, aunque me hagan esperar diez minutos. Te dije que podía mandar a alguien a por ti, pero estoy bien, empezando una magnífica botella de Grand Cru de Burdeos. ¿Por dónde pasas?".

Lavinia suspiró.

Stewy diría que era una cabezota por no haber aceptado que le mandara un Uber, pero es que no podía dejar que él se encargara de todo todo el tiempo.

Su sueldo no le permitía depender de un Uber o de taxis permanentemente.

Cinco minutos después entraba en ese restaurante del distrito financiero que él adoraba. El interior en tonos tierra era elegantemente bonito con alrededor de una docena de asientos y una cocina abierta.

Estaba algo lejos de las oficinas de Dust, pero ya habían almorzado aquí una vez y estaba de acuerdo con Stewy que el trajín de llegar valía la pena… aunque tuviera que venir en metro.

– ¿Puedo ayudarla? – le dio la bienvenida un camarero al entrar al local.

– Estoy con él – le dijo señalando a Stewy con un gesto amable. La primera vez que habían comido aquí había ido más o menos como hoy. Ese día había tomado un taxi en vez del transporte público, pero el tráfico de la ciudad tampoco se lo había puesto fácil para llegar.

– Venga conmigo, señorita – le dijo el chico al que había hablado.

La mesa estaba en un rincón. Stewy tenía una copa de vino en una mano y estaba absorto en su móvil, probablemente aprovechando su retraso para enviar más emails y contestar mensajes de texto de trabajo, pero cuando la vio cambió su expresión seria por una leve sonrisa.

– Hola – se puso de pie para darle un beso casto en la comisura de los labios y susurrarle en la oreja: – Estaba tentado de acabarme el vino sin ti. Es delicioso.

– Espero que no pensaras culparme de la borrachera.

– Oh, absolutamente – le dedicó una mueca pícara y puso una mano en el respaldo de la silla que el camarero le había ofrecido a ella para que se sentara.

Éste esperó un segundo a que Lavinia tomara asiento.

Pero como la pareja parecía inmersa en su propio mundo acabó retirándose antes.

Stewy la besó de nuevo antes que ambos decidieran moverse.

– Es bueno verte a esta hora.

– Lo mismo digo y siento de verdad el retraso.

Stewy dibujó una sonrisa de medio lado y negó despacio con la cabeza. – No pasa nada. ¿Pedimos?

– Claro, cuando quieras…

Se quedó mirando a Stewy.

De verdad, de verdad que no quería que llegara el próximo jueves…

Era como estar yendo a contrarreloj hacia un choque de trenes.

En la fiesta de Lawrence estaría toda esa gente de Wall Street que lo conocía, que tendrían curiosidad por la novedad que iba de su brazo.

Que quizás la compararían con su exnovia con quien… ¿cuánto hacía que no salía con ella? ¿dos semanas?... o se enterarían de que relación tenía con los Roy y tarde o temprano harían preguntas…

Aún había piezas que encajar…, y enfrontándose al mundo exterior tan pronto, no estaba segura que lo estuvieran facilitando o haciéndolo más difícil.

Stewy llenó una copa del vino que había pedido y se la tendió.

Lavinia la sujetó con gratitud. No hacía falta que se lo dijera, estaba segura que debía costar un mes de su salario.

– ¿Cómo llevas todo ese trabajo, ehm? – le preguntó Stewy pasando las manos por el mantel, después de observarla un momento. Intuía que por esa cabeza suya pasaba algo pero no sabía qué.

– Bien, yo no – meneó la cabeza con una sonrisa dando un sorbo al vino – si empiezo a darte la lata con esto no voy a acabar...

– Por eso pregunto, ¿no? – la verdad es que parecía genuinamente interesado.

Lavinia guardó una pausa antes de replicar. – Es un desastre, no hay suficiente horas al día para hacer todo lo que tengo pendiente y debo decirles ya, ya sabes, – suspiró – ese pequeño detalle sobre mi árbol genealógico que Angela odiara…

– ¿Por qué? No tiene nada que ver con el trabajo que estás haciendo. Qué les den.

Se encogió de hombros.

Lo mismo que opinaba Monique.

– Ya, Stewy, pero si después de todo este trabajo se enteran y me echan… habré hecho un poco el pardillo…

– Tendrían que ser idiotas para echarte. Eres buena y no lo digo porque me acueste contigo – bromeó. Alargó la mano, y le acarició la muñeca. Tenía los dedos largos y las uñas pulcras. – Te vi trabajando la otra noche en tu piso mientras se nos enfriaban los espaguetis al gamberoni. Sé lo que digo.

Su gesto fue enteramente el de alguien muy encariñado, el tacto de sus dedos era tibio y agradable, pero Lavinia se sintió mal. Quizás no sabía cómo se hacía esto, estaba metiendo la pata. – A este paso voy a hacer que te canses de mí… – lamentó.

Se movió de silla, acercándola.

– Ni de coña. – le aseguró con una seguridad pasmosa.

Ella le miró agradecida. – Stewy…

– Venga, pidamos algo obscenamente bueno y hablemos de nuestra gran cita del jueves… – la animó.

Una ráfaga de calor le golpeó el pecho mientras él pasaba los dedos por su brazo. Ya no podía imaginarse no tener eso, no tenerlo a él. Debería ser mucho más prudente con esa emoción.

Pero la prudencia era difícil cuando tenía que reconocer que también estaba ilusionada. Él era bueno diciendo exactamente lo que ella necesitaba oír, haciéndola sentir mejor en momentos así.

No estaba acostumbrada a que nadie la tratara con ese afecto y fuera tan táctil con ella.

Sus palabras se deslizaban sobre su piel como rayos de sol, liberándola de su manía de pensar demasiado las cosas, y haciendo que solo quisiera besarlo, y tocarlo, y hablarle de cosas trascendentes, y también de absolutas tonterías.

– ¿Estás seguro que es buena idea?

Stewy sonrió y asintió: – Por supuesto. Puede que cuando por fin aparezcas esté tentado de llevarte fuera de esa sala y hacerte el amor, porque eres una distracción constante, pero voy a comportarme…

– Oh, por Dios – Fingió poner los ojos en blanco mientras examinaba la carta para pedir. – ¿Tengo que ir muy arreglada? Digo… a la fiesta…

– Cualquier cosa que lleves al preestreno ese te va a servir para venir después. Solo escaquéate rápido – sonrió – No quiero que piensen que me invento lo sexy que es la mujer con la que salgo ahora mismo.

Hubo un pequeño silencio.

Lavinia alzó poco las cejas y se mordió la mejilla.

– ¿Estás bien? – le preguntó cuando ella no dijo nada.

– Sí, es solo que… – dejó escapar una sonrisa apurada – Da igual, ven, bésame.

Stewy dejó la carta a un lado para darle distintos besos cortos, hondos, contundentes, Uno y otro, y otro.

Después de un momento se obligó a parar.

– Odio ser yo la voz de la razón… pero no sé si es muy apropiado – le murmuró. El restaurante era pequeño y estaba casi lleno a esta hora.

– Entonces, después… – Ella aceptó con una sonrisa.

– Después…

– Stewy… – dijo un segundo más tarde – En serio, ¿vas a decir a toda esa gente que conoces que salimos?

Él la miró, pasándole una mano por el cabello y dejando un mechón detrás de su oreja.

– No veo porque no, si es la verdad. Livy, que tengamos que… – hizo una pausa – ser prudentes con tu familia e intentar ganar tiempo… no significa que no podamos comportarnos como seres humanos reales con el resto del mundo. No conoces esas fiestas, nadie va hacer muchas preguntas, te lo prometo.

– Stewy…

– ¿Sí?

– ¿Salimos?

Dios, ahora sí que pensaría que era estúpida.

– ¿No lo hacemos? – arrugó el labio – Yo estaba bajo la impresión que sí… pero si no estás cómoda con…

– Oh, no, no, Stewy – se pasó las manos por la cara y notó el rubor en sus mejillas – Lo siento, soy una idiota. Es que… me impresiona un poco conocer a esos tipos de Wall Street como aquel tal Seamus de Rhomboid aquella vez…

Stewy sonrió y le tendió de nuevo la mano.

– Son todos unos gilipollas. Pero vamos a pasárnoslo bien, te lo prometo.

– Vale.

– ¿Te preocupa algo más?

Respiró hondo.

– Mi hermano tiene la teoría que puede ser que te espíen – le explicó con voz suave.

Stewy la miró. – Entonces a estas alturas ya estamos jodidos. ¡Ey, tranquila…! – su tono inicial fue levemente sarcástico pero se puso serio al verle el gesto de la cara y le apretó la mano. Su naturaleza era increíblemente táctil, siempre estaba tocando y cogiendo cosas, apretándole la mano o la rodilla y eso ayudaba a tranquilizarla – No es real… no hay nada que temer. Si hay alguien rebuscando en mi vida estará bastante más interesado en mi camello y en si tengo algún trapo sucio de juventud que en que salga con una chica que vive en Queens. No van a mirar más allá. Tenemos tiempo... puede que todo el que nos dé Roman. ¿Qué vas a tomar? – le señaló la carta – Creo que haré la ensalada y el bistec como el otro día.

– Quizás el cocktail de gambas.

– ¿Nada más?

– Voy a guardar espacio para los postres, he visto que hay pastel de chocolate…

Él sonrió.

Lavinia se quedó callada mientras le examinaba el rostro, como si tratara de averiguar si de verdad no le preocupaba nada que unos extraños metieran la nariz en su vida.

Esperó que el camarero se acercara a tomar nota y luego preguntó: – ¿No hay nada que te asuste que saquen a la luz?

Arqueó las cejas. – No realmente. No soy nadie, solo el espadachín de Sandy. ¿Qué van a decir? ¿Que uso coca y me acuesto con hombres? Hasta los capullos que contratan en Waystar para esas cosas tienen que ser más listos que para tirar de ese hilo, Livy. ¡Menuda novedad en Wall Street! Puede que digan que soy el proveedor de sífilis de Sandy pero te prometo que de eso soy inocente – exhaló una especie de risa.

Lavinia hizo una mueca pero sonrió: – Dios, eso espero.

Él alzó un poco la barbilla con una sonrisa genuina:

– Me ofendería personalmente que pudieras pensar lo contrario, y ahora cambiemos de tema por favor, tengo toda la intención de disfrutar de mi bistec y de tu compañía, necesito un lugar para acabar de darte esos besos después de comer.

La manera como su mirada se deslizó por ella le puso un nudo en la garganta.

Esta era una versión cálida, abierta y relajada de Stewy, sabía que era distinto allí fuera en esa jungla de Manhattan. En Maesbury Capital. Con Sandy Furness.

Era el mejor en el juego, tenía claro lo que quería, dominaba la partida; su sarcasmo, su cara dura, su confianza en sí mismo ayudaban a explicar por qué era tan bueno…

Pero también era una persona real, a veces como ahora casi juvenil en sus muestras de cariño.

Por supuesto, había otras facetas de él. Era engreído con un lado encantador. Ambicioso. Inteligente.

El desconocido sexy con el que otras personas se cruzaban en algún momento de su día. Un amante maravilloso.

Un hijo afectuoso pero con poco tiempo para pasar por casa.

¿Un buen o mal amigo? ¿Uno dolido? …

Unas caras ya las había conocido o las intuía. Otras no, pero estaba en ello.


Ese jueves Lavinia se vistió con una blusa oscura con escote en la espalda y una falda a juego. Se maquilló y se miró al espejo, intentando quedar satisfecha.

Leyó el mensaje en su móvil.

"No puedo esperar a verte después".

"Deséame suerte".

"¿No se dice 'mucha mierda'?". Oh, ahora se estaba riendo de ella.

"Pero no al público, solo es que me pone nerviosa estar ahí con todos".

Stewy le mandó una respuesta de inmediato en lo que intuyó que era un tono más serio. "Solo llámame si quieres huir antes, ¿vale?".

Un par de horas y pico después estaba observando como sus primos y un grupo de desconocidos hacían brindar sus copas por Willa y su obra.

Quizás es que estaba espesa pero Lavinia no había acabado de captar de qué iba la historia.

Sonrió de todas formas.

Greg se comportaba raro con ella.

A su vez, Lavinia casi no había hablado con Tabitha esa semana.

No quería que Rome tuviera la más mínima pista sobre Stewy y ella, y le había parecido lo más sensato.

Pero era evidente que no podría evitarla toda la noche. Pese a que socialmente venía de un lugar mucho más parecido a sus primos que a ella, Tabitha la había adoptado como amiga desde el primer momento, la había ayudado a encontrar trabajo y la había estado escuchando.

No podía esquivarla para siempre, o peor, empezar a mentirle.

Connor estaba hablando. – Queremos agradeceros por venir a esta primera vista previa del bebé de Willa, porque no es fácil... dar a luz frente a mil personas. De cualquier manera. Uh... Pero bueno... tengo que decir que yo podría... verlo todo el día. Y si estáis hablando con vuestros amigos, recordad, muchos de los diálogos eran texto comodín.

Willa se rió torpemente. –Así es, sí, um... yo... yo tenía un virus, así que... – se aclaró la garganta. – Sí, creo que hay tal vez un 30, 40 por ciento de mejora cuando... si yo, cuando esté totalmente en plena... potencia. – Se rió nerviosamente – Sí, pero el elenco está sensacional.

Chris fue a saludar a Lavinia en cuanto los brindis y los aplausos se fueron apagando.

– Hola – le sonrió.

– Hola.

– ¿Te importa si te hago compañía un rato?

– En realidad iba a buscar a Tabitha… ya la conoces del día que salimos todos… ahm… si me disculpas…

El actor se encogió de hombros. – No, espera – dijo – No intento ligar contigo. Me quedó claro ese día que no… yo solo creo que acabo de hacer un poco el tonto con… Iba a hablar con tu prima pero estoy seguro que habría mirado con más simpatía a una cría de araña lobo – miró hacia donde Shiv y Tom hablaban – si me dejas quedar un momento aquí para recuperar mi dignidad…

Se rió.

Vale, esto era raro.

– Tu mismo – dio un sorbo de la copa de champagne caliente que tenía entre las manos – Felicidades por la obra – intentó ser amable.

Chris pareció escéptico. – ¿De verdad te ha gustado?

– Ahm… Ah – normalmente sabía mentir mejor. – Creo que tú has estado bien… muy bien… pero lo siento, estaba un poco distraída… llevo una semana con mucho estrés y aun no me creo que en 48 horas esté tomando un avión a Escocia. Mis disculpas – arrugó la frente Lavinia.

– No te preocupes. Ya has escuchado a Willa, mejorará.

– Claro.

– Ya te he dicho que no iba a intentar ligar contigo. Pero no puedo evitar fijarme que estás muy guapa esta noche – Ella alzó las cejas y su interlocutor levantó las manos hacia arriba como si quisiera demostrar que era inocente de intentar seducirla con el cumplido – ¿Has venido sola?

Sí, por desgracia.

¿Podría Stewy acompañarla algún día a algo así?

Lavinia suspiró antes de responderle: – Sí. Están mi hermano y mis primos, pero vaya…

Con Greg semi ignorándola había acabado sentada al lado del mismísimo Connor. Estaba encantado con Willa pero mucho se temía que se había enterado tanto de la obra como ella. Eso sí estaba un poco histérico por el precio de literalmente… la arena.

Era extraño porque a diferencia de con sus otros tres primos… para Connor era, en primer lugar, la hija de Marianne. Antes que se apagaran las luces de la sala, le había estado hablando de su madre de joven. Recuerdo que un verano nos subía cada día en el coche a tu padre y a mí e íbamos a un club en Malibu. Era la única de los tres con carnet. A mí no… no me gusta conducir. Creo que después supe que ya estaba embarazada de ti. ¿A ti como te va, Vinnie?

Lavinia había sonreído por compromiso y le había dicho que bastante bien.

No era muy tranquilizador pensar así en Marianne. Alguien con una vida, sueños, ilusiones, manías… antes de que llegara ella y al parecer se lo cargara todo. Lo engullera cual monstruo tragador de papillas.

Dio otro vistazo a Chris. – ¿No te ha molestado que te diga que estás guapa, verdad?

– Bueno…

– ¿Otra copa?

– No, no, gracias. Tengo una cita después, no quiero llegar borracha – le sonrió.

– ¿Así… sí tienes pareja? – la cuestionó.

Lavinia tosió un poco. – Ahm… algo por el estilo.

El bar del teatro era bonito y muy dorado, iluminado como si estuvieran en los años cuarenta o cincuenta. Si se hubieran vestido acorde a la época podrían haber grabado una película con un pianista al fondo.

Una secuela de Casablanca.

Se giró un poco cuando reconoció las voces que estaban cerca, en la barra.

– ¿Eso es una polla? – escuchó a Roman preguntándole a Tabitha mientras señalaba un poster del fondo del bar, de alguna obra celebre que se había estrenado aquí y que había ganado varios premios.

– No, no es una polla. ¿Por qué iban a pintar un pene gigante en el cartel de una obra de teatro de 1997?

– A la gente le gustan las pililas enormes. Están obsesionados con ellas – respondió su primo.

Bueno, eso no era exactamente un dialogo para Casablanca. Se disculpó con Chris y se acercó a ellos.

– Hey…

– Lavinia – sonrió Tabitha.

– Oh, prima Vinnie. ¿Cuánto te ha dado la tabarra, Connor? Cuéntanos – se mofó Roman.

– Connor ha sido tremendamente amable – le defendió. – No he podido evitar escuchar vuestro tema de conversación, disculpadme.

– Y estás de acuerdo conmigo que eso de allí quiere representar claramente un falo.

– No, no creo que sea eso.

– Escúchala que ella entiende arte…

– Eso no es arte. ¿Además, no había ninguno de esos pintores famosos que escondiera bocetos de su polla en el ático? ¿Dalí? ¿Van Gogh? ¿Renoir?

– ¡No! ¡Dios! – se rió y luego intentó mostrarse algo indignada sin mucho éxito. – Eso es… repulsivo.

Tabitha también estaba riendo.

– ¿Ya tienes la maleta hecha para Escocia? – le preguntó.

– Estoy en ello…

– Tienes que sentarte con nosotros en la gala… va a ser de mortal aburrimiento… – solicitó la novia de su primo – Empezó siendo una cena por los 50 años de profesión de Logan y ahora es un fiestón.

– Me temo que mi abuelo querrá que le haga compañía – explicó.

– Oh, el tío Ewan ni se enterara… estará demasiado ocupado sacando bilis contra papá y todos nosotros… – se encogió de hombros Roman. – Dios, miradlo… – dijo desviando la mirada.

– ¿A quién?

– Kendall… él es… ¿cómo lo ha dicho? Ah, sí, le ha hipnotizado un coño o diez. Se ve que no para de follar últimamente.

– Bien por él – adujo Tabitha con segundas.

– Jajaja… – rodó los ojos Roman. - ¿Y tú qué? – la miró – Te hemos visto hablando con el actor, Vinnie-vi.

– Oh, me lo presentaron hace un tiempo, solo estaba saludándolo. Caso cerrado. – hizo una mueca.

– Ya, pero es tu tipo, salta a la vista – contraatacó Rome.

Le costó un poco entenderlo. – ¿Perdón?

– No soy un… experto… pero, ahm, moreno, ojos oscuros,…

– No seas capullo, Rome – le riñó Tabitha antes de que lo empeorara.

Lavinia solo negó con la cabeza.

– Yo solo lo digo porque tengo un amigo Eduard… que…

– Oh, vamos…

– Muy amable, Roman. Pero voy bien, gracias. Además, siento desilusionarte pero no tengo un tipo de hombre o como se diga…

– ¿Pero aún te tiras a la sabandija o no?

Y ahí estaba… la pregunta… al raso… sin edulcorantes.

Podía mentir, podía decir la verdad y aceptar la indignación de Roman; o podía optar por la ambigüedad de un gesto. Aunque siendo Roman, supuso que si volvía al tema de los penes podía incluso responder cualquier otra cosa.

Optó por ignorarlo.

– Ha sido un placer tener esta charla pero creo que voy a saludar a mi hermano y a dar la noche por acabada.

– ¿Te vas a dormir? – Tabitha la cuestionó sorprendida.

No podía decirle que tenía otro compromiso. No justamente ahora.

– De aquí a un rato.

La rubia pareció entender que había algo más, porque le sonrió y después de un momento se acercó sujetándola del brazo y le dijo: – Creo que me debes una actualización, ¿o no?

– Sí, hablamos en Escocia, ¿vale? – le sonrió nerviosa.

– Genial.

Le envió un mensaje a Stewy para que mandara a Diego a por ella en 15 minutos como habían quedado.

Dios, casi no podía esperar a verle.

Se acercó a Greg esperando un mejor recibimiento que cuando se habían visto a la entrada del teatro esta noche.

Sabía que el otro día había estado preocupado por Sam "el folla ratas", pero hasta donde llegaba su conocimiento no había pasado nada que tuviera que preocuparlo.

Era un poco injusto que le diera esquinazo.

– ¿Estás bien? – le preguntó cuando llegó a su lado. Básicamente porque no paraba de rascarse el cabello y el cuello.

– Sí, es que… Tú también estabas en primera fila. ¿No notas nada?

– No. ¿Nada como qué?

– ¡Pulgas! Creo que la arena tenía vida.

– ¿En serio?

– Me pica todo – se lamentó.

Lavinia le observó un poco incrédula y casi tuvo la tentación de rascarse ella. – ¿Todo lo demás bien?

– Sí, bueno… quería hablar contigo pero no – miró a su alrededor – no aquí.

– ¿Y por eso casi no me has saludado al principio?

– Ahm, bueno yo, estaba esperando el momento para…

– ¿Para?

– Bueno, – bajó la voz – ¿Puedo venir después a tu casa? Te dije que había unos papeles que no podía guardar en la mía y… efectivamente están mejor en otro sitio… ha habido bastantes fiestas últimamente y si se pierden o…

– ¿Fiestas? ¿De Kendall, quieres decir? Deberías negarte si no te apetecen. Vives allí…

– Pero es mi casero.

– Ya pero… ¿te compensa?

Greg volvió a rascarse el cuello y la cabeza furiosamente. – Es un buen piso. Me pica mucho ahora mismo, Vinnie. ¿Ehm, podemos dejar lo de mi piso? ¿Ah, puedo venir entonces?

– No hoy… no voy a estar – se explicó cuando Greg quiso protestar – Pero mañana o pasado… antes que nos vayamos a Dundee.

– Vale, gracias.

– Pero tendrás que explicar mucho mejor el... – empezó a hablar pero Tom los interrumpió y ya no acabó la frase.

Ambos se miraron de una manera rara.

– Ey, Greg. ¿Qué te ha parecido la obra, eh? Ven, ven que quiero comentarte un par de cosas que… – se giró hacia ella exagerando la sonrisa –… guay, ¿eh?, la obra de Willa.

– S… sí…

Había algo en Tom cuando miraba a su hermano que consistentemente no encajaba en una relación de jefe a empleado o de primos políticos.

¿Qué diablos estaba pasando entre esos dos?

Después se despidió de Connor y Willa con un abrazo.

– Buenas noches…

– Buenas noches, Vinnie. … y por favor corre la voz en tu trabajo y si tienes amigos en la ciudad… peor que hoy no saldrá, solo mejorará…

No es que ese último comentario pareciera entusiasmar mucho a la pobre Willa.


Recuperó su abrigo en el vestíbulo.

Cruzó a través de la entrada con este en las manos y entonces lo primero que vio fue a Jennifer con cara de circunstancias en el exterior. La chica de cabello corto y moreno se giró para mirar a su alrededor pero estaba como absorta y no la reconoció.

Kendall discutía con alguien.

Dios, no, no.

Vio a Stewy sonreír de lado.

Su expresión entre cansada y hastiada.

Se le ocurrió que parecía muy (demasiado) dolido con Kendall.

Claro que está disgustado, le importaba su amistad. Eso no quiere decir… Han estado en la vida del otro desde la infancia.

– No me interesa, Ken, en serio, paso – dijo con la voz fría.

– No vais a conseguir nada, Sandy y tú, estáis perdiendo el tiempo yendo a la guerra contra mi padre – La voz de Kendall intentó ser segura, intimidante. No lo logró. Pero automáticamente recuperó la máscara de entusiasmo que esta noche le iluminaba las facciones de una manera que no era totalmente real: – Y ahora si me disculpas… Jennifer y yo nos íbamos de este sitio porque la noche es joven… ahora que caigo… ¿qué haces tú aquí de todos modos? – la sonrisa vacilante se transformó en confusión y luego en molestia. – ¿Espiarnos?

El rostro serio de Stewy indicó que la pregunta le decepcionaba profundamente.

Apenas contuvo la expresión de incredulidad. Oh, que te den Kendall.

Sandy tenía recursos infinitos, no necesitaba mandar a su socio a la estrena de la obra de esa Willa como si fuera un perro adiestrado para encontrar trufas en los pantalones de los Roy.

– Ken, ¿tu padre se te ha comido el cerebro aparte de la voluntad? ¿Yo iba a venir a espiaros? ¿Aquí? ¿Y luego qué? Es jodidamente de risa.

– No lo sé, dímelo tú.

Paranoia. Estupendo.

Algo le había pasado en Inglaterra pero Stewy ignoraba lo que era.

No había sido nunca un asesino (metafóricamente) en los términos que Logan Roy estipulaba para sus hijos o Stewy no creía que lo fuera, pero esto de ahora… solo hacía falta dar un vistazo para ver que era una sombra de un ser humano… estaba demacrado… incluso más que aquellas veces en el pasado en que hasta Stewy podía darse cuenta de que había ido demasiado lejos tomando substancias… cuando las cosas iban especialmente mal en casa con su padre y la coca y el alcohol y el sexo al menos le hacían sentir algo...

Ken era, en fin, Ken… pero una vez que apartabas las inseguridades y todas las gilipolleces… había habido una persona de verdad allí detrás.

Tenía curiosidad por saber qué puñetas había sucedido. Lo lamentaba… de verdad. Le había querido, habían sido amigos, este Kendall en versión marioneta era triste de cojones, no lo mejoraba con esa euforia afectada de cartón piedra.

Era difícil que no le importara después de toda una vida.

Pero quizás la explicación era mucho más simple: Kendall nunca dejaría de regresar arrastrándose después de que Logan lo pateara contra la acera y Stewy el único que no lo había visto venir.

Alguien debería advertir a la pobre chavala esa que la dejaría tirada..., pero no sería él.

Pobre niño de papá.

Puso los ojos en blanco.

Si alguna vez habían podido hablar como seres humanos, eso estaba más que descartado. Al parecer como su amistad.

Stewy pensó que en otras circunstancias... tal vez en otra vida... estarían riéndose de cómo les iba en el presente. Tío, estás tirándote a mi prima, ¿qué cojones?

La quiero, joder, ¿puedes creerlo?..., es en serio. Me han dicho que tú ves a Naomi Pierce, ¿tu padre ya la aprueba?

Pero eso implicaría que Ken hubiera elegido el comodín de la amistad y él no fuera un imbécil integral… puede que hubieran condenado esa amistad mucho antes del fracaso del abrazo del oso…

Quizás Rava siempre había tenido razón. – Es toxico, ¿qué no lo ves? Esto. Necesita ir a rehabilitación, no a su colega a que le invite a tomar más mierda.

Había estado furiosa ese día. Sin alzar la voz ni una sola vez, con una contención casi aterradora.

Rava y Kendall ya estaban casados para entonces. Éste había aguantado sin meterse coca durante un tiempo, pero había vuelto a caer: cuando más crecían los niños, más inseguro se sentía como padre, más alejado estaba de Rava.

Si Stewy hubiera flaqueado se habrían vuelto a acostar, pero ya no tenía puto sentido… Ken estaba enamorado de ella.

Él ya no sentía lo mismo.

Habría sido sexo pero habría acabado de joder el apego, el aprecio. La espiral habría sido infinita. Frustrante, dañina.

Uno no deja de querer de la noche a la mañana, pero lo habían estropeado mucho antes.

Stewy había hecho lo que haría un buen amigo.

Excepto no escuchar a Rava en aquello de la cocaína…

– Mira, no tengo nada que decirte – dio un paso atrás esperando despedirse, tirante.

– ¿Entonces qué haces aquí? – Kendall escupió.

– ¿Aquí, cómo? ¿En la calle? Pasaba por aquí, tío. Tengo una cita y he quedado cerca de este lugar – mintió, pero a medias. Joder, había sido mala idea venir, pero habían podido las ganas de tener a Livy con él lo más pronto posible. Era temprano. Así que había supuesto que si se esperaba en la calle no se encontraría con nadie. Brillante. Lo que faltaba. Diez puntos para ti, Hosseini.

Desvió la mirada de Kendall a la calle y entonces maldijo su suerte.

Lavinia.

Estaba allí a unos pasos con la preocupación dibujada en el rostro.

Sabía que ella no le acababa de creer en esto

Volvió sus ojos a Kendall. – ¿Tienes algo más que decirme? Ya que claramente no eres capaz de articular con puto sentido, ¿podemos dejar cualquiera que sea el punto del debate para cuando papá te dé el guión? Tengo cierta prisa por…

– ¿Ir a follar con tu supermodelo? – Ken se rió.

– No – buscó de soslayo a Livy con la mirada – No tienes ni idea. Dejémoslo aquí. Dale recuerdos a papi, ¿quieres? Que os vaya bien derrochando el dinero de los socios en esa especie de funeral que le preparáis. Estoy seguro que será muy emotivo – un vago deleite en su tono.

– Deja de dar esos discursos dando a entender que soy su marioneta, tío no es así,… y es una fiesta para celebrar su trayectoria, no un funeral – Kendall siguió hablando, pero ya no hizo contacto visual con él – Vamos, Jennifer. Larguémonos de aquí, tenemos que celebrar que has estado magnífica.

– Sí – la amiga de Willa sonrió un poco por primera vez en los últimos minutos. Se pasó una mano por el cabello, nerviosa y rió un poco descolocada.

– Buenas noches.

Lavinia estaba parada en la acera cuando su primo y su conquista dieron media vuelta.

– Prima Vinnie – puso una sonrisa rara pero no pareció atar cabos. – ¿Ya te vas?

– Hola – saludó Jennifer.

– Hola. Claro. Sí – cogió aire. – Iba a coger un taxi – fue un milagro que su voz sonara normal.

Kendall le sonrió con esa risa que había tenido toda la noche.

– La noche es para vivirla, no seas muermo, Vinnie – le dijo cuando se iba del brazo con Jennifer.

Ella miró a Stewy un momento mientras su primo y la actriz subían a un coche. ¿En serio era tan extraño pensar que ellos dos… que ni se había dado cuenta?

Stewy levantó las manos y después las dejó caer. – Lo siento, no he calculado bien…

Sonó tan serio que no era él.

– No – negó con la cabeza – No, no pasa… ¿tú estás bien?

Después de todo lo que habían vivido estos días, no sabía cómo sentirse ahora, aquí fuera. Seguían de pie y se miraron entre la gente que pasaba por su lado en la acera, delante del teatro. Stewy dio dos zancadas hasta ella y la cogió de la mano.

– Ven – dijo. Su rostro cambió y le sonrió. – Te echaba de menos en la maldita fiesta de Lawrence. No he mesurado muy bien si era razonable venir.

– Da igual. No se ha dado cuenta…

No solo era eso lo que la preocupaba.

– ¿Qué? – Stewy insistió.

– Nada.

Alzó una ceja.

– No, dímelo.

Había empezado a llover con pequeñas gotas, pero a Lavinia le dio igual. Se sintió un poco ridícula.

Después de estar con Stewy como habían estado esta semana, no iba a permitir que el monstruo verde de su interior entrara en modo pánico…

Como en el Otelo de Shakespeare. "¡Cuidado con los celos, mi señor! Es un monstruo de ojos verdes que se burla de las víctimas que devora".

– No me hagas caso, sé que no es fácil… vuestra amistad y eso.

Él puso sus manos en sus mejillas y la besó.

– Estoy bien. Estoy contigo – esbozó una sonrisa, mirándola – y voy a ser la envidia de esa maldita fiesta si conseguimos llegar a ella. ¿Vamos?

– Sí.

– Lavinia.

– Di… – Su mano volvió a la suya.

– Lo único que me apetece es pasar la noche contigo, y repetirlo mañana y hasta que te aburras de mí…, lo sabes, ¿verdad?

– Ahm, bueno, estoy cogiendo la mala costumbre de creerte – le sonrió un poco. Sus dedos se apretaron contra los suyos.


Lawrence no era una cara familiar para Lavinia.

Stewy mostró una invitación al segurata con aspecto de asesino en serie y entraron en ese local con la música alta y lleno de hombres de traje y mujeres despampanantes. Un grupo de chicas con modelitos a lo pin up se reía en la barra. No era como Rhomboid. Era una de las discotecas de moda en la ciudad, glamurosa, con un montón de tipos pretenciosos de finanzas.

En la decoración predominaba muchísimo el color negro y los espejos, y la iluminación, escasa, estaba proporcionada por focos de color azul. Había una amplia sala de baile en el centro, y a los lados se extendían dos barras y una pila de sofás grandes y mullidos de color marrón oscuro.

Lawrence había alquilado la sala para presentar una aplicación móvil que iba a lanzar con su pareja.

La nueva aventura después de Vaulter.

Una apuesta a prisas para salvar la cara.

Así la había llamado Stewy, que era escéptico sobre el éxito que podía tener, muchos dudarían de él ahora.

Pero el local estaba lleno de personas que conocía y con quien era bueno mantener el contacto cuando había una movida de estas.

No estaría centrado en la batalla accionarial por Waystar Royco para siempre.

Aunque esperaba tener un buen puñado de millones más cuando esta terminara…

Guió a Lavinia a través de la marea de personas con una mano en la parte baja de su espalda y su boca cerca de la oreja.

Con la música tan alta era imposible hablar a un volumen normal. – Si te agobias, me lo dices y nos largamos, ¿vale?

Asintió aunque estaba determinada a que no fuera así.

No quería decepcionarle.

Saludó brevemente a unos tipos de cabello blanco que estaban apoyados en una de las barras.

Cuando se giró le escuchó llamar a alguien más: – Lawrence.

Era un hombre con rasgos orientales, delgado y con una sonrisa escéptica.

– De nuevo por aquí.

– Te dije que iba a volver – le dio un apretón de manos.

– Te presento a Lavinia.

– ¿Tu novia? – El hombre la miró con curiosidad.

Stewy sonrió de oreja a oreja.

– Deberíamos ir a cenar un día los cuatro – ofreció.

– Claro. Tengo mucho interés en el día que lea en los teletipos que os habéis cargado a los Roy – asintió Lawrence.

– Oh, como te decía antes, Sandy y yo lo tenemos todo controlado – Lavinia notó que Stewy la apretaba un poco más contra él.

– Me alegro. ¿Y qué sabemos de su alteza el príncipe destronado? Os dejó tirados… como a mí…

Stewy movió la cabeza con desinterés. Lavinia reconoció enseguida en el tono al profesional de Wall Street. Fue conciso y frío, aunque no tanto como para que Lawrence pudiera acusarle de antipático:

– Francamente, es agua debajo del puente. Con la junta de accionistas vamos a liberar la empresa del mando de la familia definitivamente –. Su interlocutor asintió.

Lavinia inhaló aire.

– ¿Pedimos? – le sugirió Stewy, su mano rozando la suya.

Cambiaron el tema a la aplicación de Lawrence y después a las criptomonedas. …

Al rato, Lavinia se volvió al camarero y pidió otra ronda y chupitos. – ¿Te importa si voy un momento con el novio de Lawrence a…? – Le hizo un gesto que entendió que tenía que ver con la cocaína.

Se encogió de hombros. – No me dejes mucho tiempo aquí sola.

– No – la besó en la mejilla con saliva (deliberadamente).

Añadió: – ¿Llevas el móvil a mano? Por si os movéis y luego no te encuentro.

– En el bolso.

– Póntelo en vibración, por favor. – Se inclinó un poco más hacia ella para mirarla, alejándose un par de pasos de la otra pareja – Me va a presentar un tipo de finanzas con quien me interesa tener contacto. Voy y vengo, ¿vale? En diez minutos estoy de vuelta.

Un segundo después Lawrence le esbozó una breve sonrisa. – ¿Tu tampoco tomas nada?

– ¿Aparte de los gin-tónics?

Él se rió enarbolando uno de los chupitos. – Sí, aparte.

Ella negó con la cabeza.

– ¿Y cómo demonios lo conociste? – no supo decir si se estaba burlando o solo le hacía gracia. Joder, ¿y ahora qué le decía?

El tipo parecía implacable, pero algo insolente, seguro de sí mismo.

– En una boda.

Lanzó una risotada: – ¿En serio? Suena encantador. Eres distinta a lo que acostumbra – dijo.

Lavinia ladeó la cabeza cambiando un poco la cara.

– Perdón – añadió Lawrence, pasando el dedo pulgar por su copa. – No me estoy burlando. Me parece de puta madre. Probablemente no vaya a convencerle que invierta en mi aplicación… pero si tú te cansas de lo que estás haciendo ahora y quieres probar a trabajar en mi sector…

– No soy periodista.

– Qué pena. Aunque esta vez no creamos contenido propio, es otra cosa…

Se trataba de una aplicación para móviles que permitía hacer transmisiones en vivo y monetizarlas. Una especie de competidor de Twitch, pero que quería salir al mercado principalmente como una herramienta para periodistas.

Dio un nuevo sorbo a su copa.

Lawrence siguió hablando: –… antes que vinieras, Stewart me ha dicho que eres la hostia en lo tuyo. No necesitamos otro relaciones públicas… pero podríamos encontrar un puesto para ti.

Era evidente que la oferta de trabajo no era seria… solo quería ganarse a Stewy…; como si funcionara así con él... en absoluto.

Paró atención a la música. – Es house electrónico underground – le anunció Lawrence cuando la vio distraída.

Ella arqueó una ceja. – ¿Eso existe?

Pasaron varios minutos.

No podía sacarse de la cabeza como de disgustado estaba Stewy con ese tema de Kendall.

Empezaba a agobiarse y a pensar y eso no era bueno. Puede que se hubiera bebido muy rápido el último gin-tónic.

– Aquí estáis…

Por fin.

– Estamos como nuevos – anunció el novio de Lawrence.

Stewy colocó una de sus manos en su cintura. – ¿Todo bien?

– Sí, creo que Lawrence me estaba ofreciendo trabajo.

Fue como si le leyera la mente. – ¿En serio?

Sonrió escéptico y ella meneó la cabeza cuando la besó.

Charlaron un rato más con la pareja anfitriona, le presentó a un tal Michael que era banquero y que insistió en que deberían visitar el nuevo restaurant de comida tailandesa que habían abierto en la Quinta, bebieron, compartieron bromas al oído y gestos de complicidad, y una camarera que se parecía a Drew Barrymore y tenía una risa tan peculiar que resultaba imposible no reparar en ella acabó contándoles un chiste sobre pulpos… y Steve Wynn… que hizo que la cara de Stewy fuera un poema.

Abrazó a Lavinia dándole un beso en la frente cuando esta soltó una carcajada como una niña como respuesta.

La nieta de Ewan tuvo la impresión que la camarera lo miraba un poco desinflada cuando se dio cuenta de esa muestra tan clara de afecto hacia su acompañante.

Estaba segura de que tenía a muchos, muchísimos, dispuestos a probar de ese encanto un punto canalla que irradiaba.

El novio de Lawrence volvió a desaparecer para echarse una raya pero esta vez Stewy no hizo ademán de moverse de su lado.

Lawrence se disculpó un momento: – Perdonad. Voy a saludar a unos amigos...

– ¿Nos vamos a un sofá? – le propuso Stewy.

Lavinia asintió con la cabeza.

Pasaron entre la multitud con varios "disculpa", haciéndose sitio con los brazos y empujando levemente con los codos. – Todavía no te has ido y ya te echo de menos – admitió él pegado a su espalda.

– Van a ser tres días…

– No, pero me refiero a después…, a las dos semanas en Los Ángeles – cuando llegaron a una zona con menos gente, la besó quietamente en el cuello apartándole el cabello –… aunque tampoco no es que me haga mucha ilusión tenerte allí donde todo el mundo piensa que soy el coco. Quiero que esto nuestro funcione, Livy. No tengo práctica y voy a meter mucho la pata.

Durante un momento, presionó besos a lo largo de su mandíbula. Lavinia pasó una mano por su oreja.

– ¿Sabes?, alguien me dijo hace poco que encontraríamos la manera de que funcione – lo miró – Fue un tipo con el que salgo. Creo que él diría que debemos persistir en ello para ganar.

Stewy deslizó las manos alrededor de su cintura. – Parece un tipo listo – hizo una pausa – Y es un bastardo con suerte.

Ella se rió.


A Lavinia le dolía mucho la cabeza. No podía recordar casi nada del final de la noche en la discoteca aparte de que habían bebido más y que esa camarera ponía los gin-tonics muy cargados.

Conocía el ático de Stewy. Giró hacia el otro lado de la cama y él estaba acostado allí con el brazo sobre ella. Las sábanas habían quedado en el suelo. Se levantó ligeramente sobre sus codos y sonrió pese a la resaca.

– Ey…

Stewy gruñó un poco.

Lo habían hecho riéndose en las escaleras. Recordaba obscuramente haberse dado en el muslo con la esquina y que Stewy había estado mortalmente preocupado por un momento y había parado hasta dos veces para asegurarse que estaba bien.

Vale, eso explicaba ese horrible moratón.

– Ey, Stew… – insistió – Stewy, cariño, despiértate, tengo equipaje que preparar en casa.

Él protestó apretando la mano en su cintura y pidiéndole con voz dormida que volviera a estirarse en la cama, su barbilla en el hombro de Lavinia, haciéndole cosquillas.


Greg estaba en su puerta al día siguiente antes de partir a Escocia.

– ¿Puedo pasar…?

–Lo sabes de sobra – le sonrió frunciendo un poco el ceño por su cara preocupada. …

Lo invitó a entrar y le sirvió un vaso de agua.

– ¿Es por esos papeles que mencionaste?

Le vio mirar hacia la ventana. Llevaba un sobre amarillento en la mano.

– ¿Me explicarás algo… más? – le pidió.

Estaba segura de que tenía algo que ver con Tom y alguna movida suya… supuso que era algo de la ATN.

– Es… es curro – Greg frunció el ceño – Es mejor que no te explique mucho, pero en la oficina… estos papeles se podrían perder. ¿Pue-do… ehm, puedo guardarlos en tu caja fuerte?

– ¿Qué pasa? ¿No tenéis dinero para cajas fuertes en Waystar? – ironizó mientras se hacía una coleta con una goma.

– Por favor.

– Tú mismo – se rindió.

Mientras lo llevaba a su habitación y le enseñaba la caja en el fondo de su armario, pilló a su hermano estudiando su expresión, como si estuviera calculando las posibilidades de que contarle algo de esto fuera una cagada.

Por su cara tenía que ser algo malo.

– Greg… deja ya el trabajo – se quejó.


Gerri Kellman y Karolina Novotney se sentaron al lado de Logan en el jet privado donde iba Lavinia. Volvía del baño y les escuchó hablar.

– Dijiste que todo estaba bajo control – protestó su tío.

– Formó parte del lío en la división en el Caribe de los 90, sabe los pagos, los sobornos y todas las demás operaciones. Y luego subió en la estructura. Conoce de los registros en la sombra. Supervisó varios de los desaguisados de Mo.

– Bueno, bueno. Dadle el aviso. Haz que el hijo de puta de Sam "el folla ratas" le dé la charla. "Tenemos recursos ilimitados, destruiremos tu vida". ¿Quién sabe de esto?

– Kendall, Karl.

– ¿Rhea?

– No. Nope.

– Bien…

No tendría que haber escuchado esto en particular.

Pero la cara que hacía Greg en su asiento llamó su atención. Su hermano miró de reojo a Tom. – ¿Has… has oído eso? – le dijo a su jefe, que le ignoró.

Era difícil no captar algunas conversaciones en un espacio tan pequeño como este. Especialmente porque en el calor del intercambio con Karolina su tío había gritado.


Dundee era una ciudad situada en la costa este de Escocia, donde el río Tay desembocaba en el Mar del Norte.

La cuarta ciudad más poblada de la región.

Había querido acompañar a su abuelo durante el vuelo, pero este se la sacó de encima en el aeródromo del que habían despegado en Nueva York:

– Déjame, déjame, ve con tu hermano…

No tenía ni idea cómo había acabado en este coche con Connor, su tío y Marcia... Bueno, sí, era porque estaba hablando con su primo de la obra de Willa en la pista donde habían aterrizado dos de los aviones y Logan de repente había gritado a su hijo que fuera con ellos y un – Y tú, ¿a qué esperas?

Había querido decir que a su hermano, pero… en fin, una cosa era no ir a la cena en Argestes, pasándole el mensaje a Greg… y la otra, darle plantón aquí.

Lavinia se subió al monovolumen con cara de seriedad y prácticamente no abrió la boca. Llevaba un vestido corto ajustado a la cintura con un cinturón marrón y estaba segura de tener los ojos hinchados de haber dormido poco los últimos días.

– Ah, el templete… – dijo Logan desde uno de los asientos de la parte de delante.

– ¿Qué pasó ahí papá? – intervino Connor.

– Pues muchas cosas, un montón de cosas…

Marcia le animó a seguir. – Ewan y tú tuvisteis suerte de llegar a Canadá.

La mujer de Logan la miró un momento sonriéndole.

– Joder, allí tampoco fue para echar cohetes. En este lugar… Lo miro y veo… No sé… Volvimos cuando murió mi madre, pero todo era muy complicado. No sé cómo explicarlo, no es como parece. En las fotos antiguas posan como si todo fuera endiabladamente simple, pero era no sé…

– Cuéntanos la historia – le interrumpió Connor. – De cómo era antes…

Mierda, ¿qué hacía ella en este coche?

Miró por la ventana incómoda.

– ¿… quieres escuchar historias de este puñetero Rosebud? Rosebud fue un billete de dólar… todo aquello que me ayudó a salir de este lugar… – su tío abuelo moduló su ferocidad habitual mezclada con un resquicio de algo que podía ser nostalgia.

Durante el vuelo había escuchado esa conversación que parecía acalorada y a la relaciones públicas de Waystar, Karolina, mencionar un par de veces un nombre que a estas alturas le era familiar. James Weissel.

Era el tipo que Sandy y Stewy habían intentado convencer para que hablara.

No, Vinnie, no uses eufemismos: ¡Ese es el tipo que han comprado para que largue…!

No tenía ni idea como habían dado con él porque evitaban hablar de lo que fuera que estaba haciendo con los Furness.

Era más fácil así.

Excepto porque se disponía a pasar tres días aquí con todos los Roy.


– ¡Greg! – fue a coger a su hermano del brazo cuando bajaron del coche – Tenemos que hablar.

– ¿Por qué?

– Ven.

– ¿Ehm, qué? – se quejó.

– Esos papeles que antes de marchar dejaste en mi casa… quiero saber qué son – le susurró.

– Na…nada… quedamos que era mejor que no te lo explicara...

– Eso es lo que tú acordaste. Pero – jugó un momento con el collar de su abuela que colgaba de su cuello – están en mi casa... ¿En qué clase de lío estás metido? Porque si fueran, no sé... de alguna irregularidad de la empresa – dudó –, podría ser algo serio.

No se tenía por tonta, pero no se le ocurrió que tuviera nada que ver con los cruceros hasta que Greg no puso esa cara en el jet.

¿No había estado en esa división con Tom? ¿Acaso podía haber relación? Sabía que como asistente del marido de Shiv había tenido que responder preguntas durante la investigación interna en la compañía.

No pudo interpretar muy bien la reacción de su hermano.

– No, no te preocupes. Es importante pero no… muy importante – su voz no sonó del todo convincente – Encontraré otro lugar para guardarlos, ¿vale? cuando volvamos. Igualmente, aunque me hayas dado… tu palabra... ¿ahm, cómo sé que estarán seguros, qué pasa con él?

– Si te explicas mejor por mí no tienes por qué llevártelos... y Greg, él tiene un nombre.

– No, pero – Greg se rascó el cuello maldiciéndose – Tienes razón. Era una terrible idea desde el principio… joder, Vinnie, tengo pulgas de arena… no suporto el picor que tengo.

Suspiró.

– ¿Qué se supone que tenemos que hacer del abuelo?

– Ha querido… ha querido irse por su cuenta a ver la ciudad o… no estoy seguro. Quiero que comamos con él en el centro….

– Ya, vale, vale.

– Lavinia...

– ¿Sí?

– Los papeles... Tom... no hables con él de ello.

– ¿En serio?


Se volvieron a unir al resto más tarde.

Delante de la casa donde habían nacido Logan y su abuelo.

Por supuesto, uno se negó a acercarse y Logan no bajó del coche donde iba con Marcia y Kendall.

Había un solo manifestante con un cartel hecho a mano insultándole.

A Stewy le encantaría.

Roman y Connor se habían pasado medio viaje con aquella historia de que su padre de pequeño había hecho sus necesidades en un cubo, así que una casa de clase media de antes de la guerra, no les pareció lo suficientemente épica.

– No me jodas, hombre. Esto en Brooklyn valdría al menos 5 millones.

– Está bien. Yo viviría ahí.

– Sí.

– Bien, yo no. Pero otra persona, sí.

Rome desvió la mirada: – Vinnie, Vinnie viviría aquí. Me apuesto algo a que tu casa en Francia era parecida.

– Era Bélgica y era un dúplex en el casco antiguo de una ciudad preciosa. Piérdete, Rome, va…

– ¿Ese era tu piso o donde vivías con tu papá gay y su amante?

Oh, por favor.

– Déjalo ya – intervino Shiv.

Tabitha meneó la cabeza y le puso una mano en el hombro, solidarizándose. – Vosotros me dijisteis que vivió en una alcantarilla y lo criaron las ratas en una cloaca, pero esto es…

– Mirad por la ventana, eso es un baño de antes de la guerra… ni de coña cagó en un cubo – estuvo de acuerdo Shiv.

Tom le hizo un guiño a Greg. – Tu hermana es una más de la pandilla piruleta, ¿eh? Se lo tenía bien callado cuando estuvimos en Argestes.

Éste bufó con una crema que le habían prestado para las pulgas. Empezaba a estar además algo agobiado. Los papeles, Vinnie, su madre llamándole desde la otra punta del mundo por el dinero… – Esto atrae a los mosquitos. ¡A mis pulgas de arena se las comen los mosquitos! No soporto el picor que tengo…

– Eh, ya vale. ¡Déjalo, hombre!


Cuando Ilhan la llamó esa tarde supuso que era por algo de la exposición de Los Ángeles.

En vez de eso, estaba muy serio.

– Chica, quiero avisarte.

– ¿De qué?

No podía ser nada bueno.

–Tu abuelo estuvo aquí después de que te marcharas ayer.

Tardó en reaccionar y hasta en entender lo que le estaba diciendo su compañero de trabajo: – ¿Mi… abuelo?

– Ewan Roy, sí.

Mierda, mierda.

No tendría que haberle dado nunca el nombre de la empresa.

¿Pero por qué no le había dicho nada cuando se vieron en el aeródromo o durante la comida en ese pub?

¿Por qué no la había llamado antes de visitarla en el trabajo?

– Dios…

– Angela aún está flipando, ¿sabes…?

– ¿Qué… qué quería?

– Nada… venía a hablar contigo antes de viajar. De tu hermano, creo. Le estuvo diciendo algo a Kara… mencionó a Tácito.

Fantástico.

– Al menos supongo que les habrá dicho que no se habla con su hermano… – murmuró más para sí misma que para su interlocutor.

– No lo sé… no sé de qué hablaron. Ellas quieren… van a hablar contigo cuando vuelvas. Pensé que debía avisarte… como compañero. Me gusta el trabajo que haces aquí, Lavinia.

Se puso una mano en la cara: – Gracias…

– Lavinia…

– ¿Sí?

– Disfruta del fin de semana, ¿vale? No quería estropeártelo.


A quien se le ocurría ir a su trabajo sin avisarla. ¿Por qué? No podía lanzarle la caballería a su abuelo, ¿podía? ¿Lo había hecho alguien nunca?

Ewan estaba en un banco de un parque observando los árboles y esperando a Greg cuando por fin pudo dar con él.

Joder.

– Abuelo...

– Vinnie, siéntate.

Se quitó la boina, apoyado en su bastón. Casi parecía un anciano adorable en ese momento, si no fuera por...

– Me han llamado del trabajo – intentó decir calmadamente.

– Ah, sí... – reconoció. – No querían dejarme pasar... la mujer de recepción... sin enseñarles un documento de identidad. Qué obsesión tienen en esa ciudad por el maldito pasaporte.

Suspiró, sentándose en el banco. –Es por seguridad.

– Ya.

De pie, su abuelo imponía más, sentado aparentaba más cercano. Pero era difícil cuadrarse con esa mirada que parecía juzgar sin preguntar:

– Les dejé claro que no tenemos nada que ver con ese nido de serpientes. ¿Por qué les mentiste? Son ellos que deberían avergonzarse.

La estaba riñendo. Fenomenal.

– No mentí. Solo... Abuelo, ¿que querías decirme? ¿Por qué no me llamaste? ¿O no me dijiste nada después, cuando nos vimos en el aeródromo?

– Porque es un tema que quería tratar contigo a solas.

Lo miró confusa.

– Voy a desheredar a tu hermano.

– ¿Qué? – subió la voz sin querer.

Se pinchó la nariz con dos dedos. No quería saber nada y sin embargo le preguntó: – ¿Por qué?

– Si no deja el trabajo eso es. No sé si has intentado convencerlo o no como te pedí, pero está claro que no puedo permitir que siga con esos corruptos. Voy a decírselo hoy. Mi hermano tiene más responsabilidad de la muerte del planeta que cualquier otro ser humano.

Respiró hondo.