"I've got all these demons hiding underneath
Nobody can see them, nobody but me, and you're the reason
The only thing that keeps me from diving off the deep end
Because I've got all these demons, demons, demons, mhm
Well, at first I thought I'd have to bear this weight by myself
But when my knees were getting weak and I was in need of help
You were there to take away the pain that I felt, mhm
You're the only one that gave me hope
You're the only one who really knows […]"
– Demons (Alec Benjamin)
Capítulo 19. Misa en tiempos de guerra
En Wall Street uno no da ventaja ni al parchís. No cuando se dedica a comprar compañías con problemas financieros o en la ruina para reestructurarlas y venderlas.
Stewy estaba ya calculando cual era el siguiente paso para los Furness y él en ese colosal caos de Waystar Royco.
– No, te lo prometo, va a ser un gran espectáculo de mierda – telefoneó a Sandi como quince minutos antes de la conferencia de Kendall para que no pudiera decir que la mantenía al margen.
Pero sin darle tiempo a descarrilarlo.
– Si tú lo dices, Stewart. Te espero aquí y lo discutimos.
Meses trabajando para los Furness y Sandi seguía sin memorizar que era Stewy a secas.
Los que le querían a veces bromeaban con un Stewart por aquí o por allá y no le molestaba, pero Sandi solo conseguía sonar presuntuosa.
– Estoy en camino.
Apartó el móvil de su oreja para mirar la pantalla antes de colgar.
El fondo era una foto del mar desde el jardín de su villa en Paxos.
Suspiró mesándose el pelo entre los dedos.
Kendall había fallado dos veces en eso de cometer parricidio; quizás la tercera era la vencida.
Aunque Stewy no estaba seguro de que su amigo no estuviera a punto de prender fuego a la casa consigo mismo dentro.
Tener que contemplar el 'cadáver' de Leigh Whannell en varias secuelas de Saw era posiblemente una experiencia más reconfortante que Ken auto inmolándose. …
Las acciones de Waystar Royco fueron en caída libre en cuanto Kendall materializó su intención de cargarse a papi… La rueda de prensa ni siquiera había acabado cuando los mercados empezaron a reaccionar y a lastrar los activos financieros de la compañía.
No era terriblemente conveniente cuando uno tenía intereses en la misma.
Stewy quería creer que esta vez Ken iba en serio y que tenía un plan más allá de esto de hoy, ni que fuera por la amistad que habían compartido desde la infancia, los estúpidos años de universidad…, pero no estaba totalmente convencido de que fuera así…
– La verdad es que mi padre es una presencia maligna. Él estuvo completamente al tanto de estos eventos durante muchos años e hizo esfuerzos para esconderse y encubrir – vio decir a Kendall por televisión.
Stewy celebraba haberse adelantado al resto de los Roys a este regreso a Nueva York. Le habría fastidiado mucho enterarse de esta insensatez a 7.000 quilómetros.
Kendall fue salvaje ahí fuera. Al menos tenía que reconocer eso.
Al dinosaurio le estaba bien empleado.
Odiaba a Logan Roy probablemente más de lo que era prudente para hacer negocios.
Para ser honesto, el espectáculo en la sala de prensa había valido totalmente la pena. Pero Stewy no se fiaba.
Además, todavía estaba ligeramente molesto por los planes truncados en Grecia.
Se daba cuenta de lo muy feliz que le hacía su actual relación. No sólo porque Lavinia le gustaba más que comer con los dedos… Le habría encantado ver su reacción a la sorpresa de cumpleaños que había planeado y que ahora sólo podría ejecutar a medias. Joder.
Había esperado llevarla a cenar fuera de las islas. A la bulliciosa y vibrante Atenas con su jet. Cenar con vistas de la acrópolis iluminada.
Había imaginado que tendría que persuadirla, pero estaba convencido que a Lavinia la idea le habría encantado desde aproximadamente el minuto dos.
Tenía también un regalo especial; que ahora planeaba darle en una cena en un restaurante con tres Estrellas Michelin en el Midtown Manhattan.
Era… un poco desesperante.
Porque quería hacerlo bien, que fuera algo que le gustara, sexy y con un punto ocurrente. Quizás tanto para ella como para su propio ego.
En todas sus relaciones casuales Stewy había sido un novio muy generoso, comprando cosas lujosas y llevando a sus acompañantes a restaurantes y vacaciones costosas.
Pero los regalos caros no parecían tentar a Lavinia.
Pese a que Stewy habitualmente estaba muy seguro de sí mismo, tenía sus propias inseguridades cuando se trataba de esa mujer increíble y eso todavía le descolocaba.
Apenas hacia unas horas que habían estado juntos pero tenía ya ganas de verla. Su apartamento le recordaba a ella, su despacho le recordaba a ella… A veces no quería soltarla, pensó contrariado.
Pasó la tarde en una habitación privada de hospital visualizando cada debate absurdo sobre Kendall con Sandi Furness.
Bueno, y con su padre Sandy.
Puso su mejor expresión prefabricada de no pasa nada… Pero Stewy no estaba del todo convencido de que su socio se encontrara exactamente en condiciones de entender lo que se le decía. No importa cuánto se esforzara su hija en actuar como si todo estuviera en orden.
Por dentro se preguntaba qué narices estaba pasando. ¿Se suponía que tenía que fingir que esto era normal?
Sandy Furness estaba postrado en una cama de hospital, con suero y vías de medicación. A ratos respondía a los estímulos y parecía seguirles con la mirada…
Su vástaga se acercó a susurrarle un par de cosas las dos veces que entraron enfermeras a la habitación y éste vocalizo algo que no tuvo sentido para Stewy.
Se mordió el labio, sintiéndose mal por el hombre cuando su hija fue insistente en tener esa discusión allí. Iba armado hasta los dientes de argumentos lógicos y perfectamente válidos pero Sandi y él no siempre coincidían.
Y ahora Sandi era Sandy.
Dios… eso no era confuso en absoluto.
Stewy sonrió irónico para sí mismo, aclarándose la garganta. – Kendall Roy le ha dado a los accionistas de Waystar Royco una muy buena razón para abandonar del todo el campo de Logan y entrar en el nuestro – opinó frente a la hija de su socio – Pero por supuesto ese no es el objetivo final del hijo prodigo en cuestión. Nos ofrecerá… un pacto.
La mujer lo estudió: – ¿Y qué piensas sobre ello? Dime.
Stewy inclinó la cabeza hacia un lado con una mueca. – El diablo no negocia – le sonrió apático – ¿Sinceramente? No lo veo claro. Él sabe que te estoy diciendo esto por cierto.
– Ya. Supongo que fue inocente de mi parte pensar que, bueno, que tu villa en Grecia no se convertiría en un desfile de los Roy, dado que era voz populi que se habían escondido en su yate en la costa croata.
– Difícilmente hablaría de "desfile" – juntó las manos a la altura del botón inferior de la americana de su traje – Aunque recuerdo que fuiste tú quien me envió a Venecia detrás de los pasos de Roy.
– Supongo que eso es justo – Sandi suspiró. Miró a su padre de soslayo – ¿Dónde se refugia Kendall en estos momentos? Quizás deberíamos hacerle una visita y escuchar lo que tenga que decir. Papá está de acuerdo.
No iba a discutir con eso.
– Está en casa de su ex mujer. Rava.
– Bien.
Stewy buscó algo para presentarse con. Un presente. Solo por diversión.
Luego, llamó a Jess.
A esta hora de la tarde ya sabía que Lavinia estaba también en esa casa.
Pero esperaba mantenerla lo más alejada posible del desastre en que podía ver convirtiéndose esto.
No importaba cuan prometedor hubiera empezado.
Kendall decidió refugiarse en el apartamento de Rava para evitar lo peor de la lluvia radioactiva que él mismo había desatado y como cuartel general de operaciones una vez que fue evidente que su padre habría cancelado su acceso a Waystar Royco.
Se sentía hiperactivo.
¡Lo había hecho!
Había ido contra su padre. Esa fuerza dominante y primaria que lo acaparaba todo.
«No eres un asesino. Tienes que ser un asesino».
También sentía que iba a vomitar.
En el ascensor se dejó caer hacia delante, con la cabeza contra la puerta. Luego, se recuperó.
Lavinia estaba más nerviosa de lo que le gustaría admitir. ¿Qué hacía todavía aquí de todos modos?
– No tuitees desde mi cuenta de Twitter.
Frunció el ceño. – ¿Por qué haría eso?
– Lo digo seriamente Vi.
El primer instinto de Lavinia fue devolverle la pelota con el mismo tipo de respuesta a quemarropa que había aprendido que funcionaba con Rome. Pero contuvo el impulso.
Kendall no era su hermano.
Puso los ojos en blanco. – Puedo devolver el móvil a Greg cuando quieras – sugirió.
Su primo la miró abriendo las manos en una expresión de incomprensión. – Este es el equipo ganador Vinnie y te quiero aquí. Solo no tuitees desde RealKendallRoy. Eres mi termómetro cultural, ¿vale? Avísame si vuelven a sacar más mierda de mí. Te quiero en mi asesoría de prensa, joder.
Dios, iba a lanzarse por una ventana.
Normalmente tenía paciencia de sobra, pero en este momento, apenas podía evitar salir corriendo por la puerta.
No era culpa de él. No enteramente.
Aunque a parte de la adrenalina de acabar de interpretar a Judas por televisión para todo el país, su primo mantenía aquel ademán un tanto… intenso.
En el mundo exterior reinaba el desconcierto sobre su aparición delante de los medios.
Periodistas apilados a las puertas de los hoteles, cientos de noticias apareciendo en Internet y los telediarios abriendo sus ediciones con las novedades, las redes sociales echando humo entre el meme y la agitprop.
Si quería que le hablara desde una óptica profesional: el recibimiento era bueno… y, a la vez, no en absoluto.
Nadie quería seguir a un Jesús con su cuenta corriente…, pero había expectación (y mucha más coña de la que requería el tema) por si de verdad lo que había hecho suponía la caída de Logan Roy.
Intuía que por mucho que le hubiera pedido que monitorizara las reacciones en las redes sociales no querría exactamente escuchar esto. Por suerte tenía intención de soltar el móvil en el momento que apareciese alguna estrella de las PR por esa puerta.
Jess probablemente ya habría contactado con alguien.
– Esperad aquí – les indicó Ken al entrar al piso para hablar a solas con su exmujer Rava.
Lavinia vio a Greg saludar a Rava con un gesto con la mano.
Ella apenas la conocía y sólo sonrió.
Había estado en Europa ajena a esta familia cuando Kendall se casó hace muchos años. ¿Qué edad debía tener ella entonces? ¿18 o 19 años?
Lavinia se preguntó fugazmente si les había arrastrado aquí solo porque era un lugar seguro o también porque quería impresionarla.
Probablemente ambos.
Le preguntó a su ex si creía que iba a ganar.
Pero esta no le dio una respuesta.
– Ella es Vinnie… la hermana de Greg, no sé si os conocéis.
– Solo de vista, de la boda de Shiv, ¿verdad? Encantada – la mujer le ofreció la mano.
Le sorprendió que pareciera alguien francamente normal.
– Encantada.
– Vamos a instalarnos en el salón. Voy a pedir comida y a… hacer unas llamadas y reunirme con distintas personas, si no te importa.
Rava sonrió pero no parecía enteramente convencida de la situación.
– Lavinia podrías… ayudar a Jess con los medios de comunicación. Seguramente estarán llamando para un seguimiento, el Wall Street Journal, la CNN, el Financial Times, Business Insider… Por ahora es un no, pero quiero la prensa de mi lado. Ya sabes, no haré declaraciones pero si les coláis un "El dinosaurio está teniendo un último rugido antes de que el meteoro lo aniquile"… mejor. Y sigue pasándome datos de todo lo que afecte a mi reputación allí a fuera.
– Kendall…
– Te pagaré. Es un trabajo… ¿Te bajaste del barco de Dust o no?
Negó con la cabeza con gesto de incredulidad. – Creo que sabes que no puedo hacer eso.
Kendall sonrió quitándole importancia al tema e ignorando su expresión. – Van a venir dos chicas de la mejor agencia de Nueva York para todo el tema de las redes, los bots y el posicionamiento. Quiero que tú lleves todo el tema de los medios tradicionales… me pareces una chica clásica Vinnie, del tipo que algún periodista del Business Insider estará encantado de perseguir para tenerme a mí al teléfono, y que escribe encantadoras notas de prensa…
Su sonrisa fue engreída y, si cabe, extremadamente golpeable.
No supo si tomarse eso como un insulto.
Un poco atrevido para el nuevo mesías del Mee Too.
Intentó recordarse que le parecía valiente lo que acababa de hacer contra su padre. En el fondo simpatizaba con Kendall.
– No es buena idea.
– Oh vamos, te has follado a Stewy, todo el mundo se folla a todo el mundo en estos círculos – su expresión fue poco menos que desquiciante. A Lavinia no le pasó desapercibida la mirada que les lanzó Rava desde el marco de la puerta de la otra salita – Voy a recibir a esas dos chicas de la agencia y después espero a Lisa Arthur y su asociado. ¿Estás dentro o no?
Estrujó el móvil en sus manos de tal manera que no se explicaba cómo no estaba roto.
A los dos segundos él ya no la estaba escuchando…, se había puesto a hablar con Jess y dio un par de golpes a media espalda a su hermano, que estaba plantado en el salón sin que nada le quitara la cara de espanto.
– Ken. ¡Hey! – le dijo, llamando su atención después de un instante de duda – Puedo hacer esto hoy, un par de días a lo sumo, pero busca a alguien más. Y – bajó la voz – Es serio… con Stewy. Por mi parte.
No quería hablar por él.
Pero si accedía a echarle una mano era importante que no hubiera sorpresas.
Kendall pareció desconcertado sólo un instante.
– Jess te pasará una cifra con mi oferta y te prestara un portátil. Avisadme si hay… alguna reacción del otro equipo. La ATN, alguna jodida hoja parroquial de mi padre culpándome de… – hizo una pausa – algo… desde Australia, East Village, ya sabes cómo va... Él no es exactamente un principiante en eso de lanzar mierda a los tabloides.
– Ahm… como quieras – se rindió. Supuso que podía hacer esto unas horas más.
¿Cuál era la alternativa? Había dimitido de su trabajo la semana pasada.
Tendría tiempo libre de sobras para inundar Nueva York de currículums.
Estaba distraída cuando llegaron las dos relaciones públicas que Kendall quería contratar para llevar su imagen pública en las redes y, esperaba que, fuera de ellas.
Apostaba a que eran un gran nombre en la industria.
Echó una mano a Jess improvisando una nueva base de datos de medios de comunicación. La buena estaba bajo custodia de Waystar.
Tenía que escribir a Stewy para que supiera que estaría atrapada aquí por ahora.
Estaba empezando a coger calor. Dejó su chaqueta en el respaldo de la silla y cogió su móvil. Julio en Nueva York. ¿Podía alguien abrir una ventana?
Le escribió después de un segundo de meditarlo.
"Creo que he dejado un poco tirado a Diego. ¿Has podido darle el mensaje? Voy a quedarme un poco más por aquí… Sospecho que mi hermano está a punto de hiperventilar. Y pensar que podríamos estar en esa piscina… Te quiero".
Lo releyó y dio a enviar.
No habían quedado en nada concreto esa noche, pero esperaba de verdad que pudieran verse, aunque fuera solo para cenar pollo frito en el sofá de su piso.
"Todo controlado. Tengo que confesarte que… todas y cada una de las cosas que planeaba hacer en la playa antes de irnos planeaba hacértelas a ti…".
Se mordió la lengua buscando un emoticono apropiado. "Te lo dije… con toda esa arena… después nos íbamos a arrepentir".
"Después te habrías corrido tres veces… así que lo dudo".
Suspiró, escondiendo una sonrisa detrás de la taza de café que acababa de acercarle Jess con amabilidad.
No era el momento. Intuyó que se había puesto roja como un tomate y se recordó a sí misma que tenía que respirar.
– Me he hecho un café y he pensado que quizás te apetecía… – dijo la asistente de su primo. – ¿Con azúcar?
– Gracias.
Se pasó una mano por la cara para intentar centrarse.
Jess cogió el mando del aire acondicionado y lo accionó. ¿Sabía Ken la joya que era esta mujer?
Escuchó la voz de su hermano de fondo. Ay, cielos…
– Ella es mi hermana… está haciendo el monitoreo de los media… supongo que vosotras cogeréis las riendas de las redes sociales y eso.
– Si, esas seremos nosotras.
– He escrito un montón de tuits… así como tuits que se sentían relevantes, si queréis que os los pase. Pero seguro que mi hermana también ha escrito algunos – siguió diciendo Greg.
– ¿Están en Twitter?
– Sí… Todos ellos. Todos ellos están en Twitter.
Lavinia se sintió interpelada a intervenir, aunque después se arrepintió. – A decid verdad solo he surfeado la red… Pero en la última hora hay un degoteo interesante de reacciones por parte de un puñado de periodistas liberales y activistas de izquierdas.
– Oh.
La nueva chica, Comfrey, apenas disimuló su desinterés. A su favor, enseguida sonrió:
– Tu eres su prima y entonces… vas a llevar todo el grueso de los medios, sí, ahm, como una jefa de prensa – dijo – normalmente bueno ya sabes hoy en día todo se centra en Internet, la posición de marca, la estrategia digital...
Bien, quizás se podía ir a casa antes de lo que pensaba. Hogar dulce hogar.
Lavinia asintió jugando sin querer con un bolígrafo.
– Estoy contenta que saques el tema, – contestó, cerciorándose que mantenía un tono profesional y no parecía demasiado aliviada – porque si vosotras también tomáis esto sería fantástico… Estoy aquí solo… por unas horas. Mi intención… no es interferir en vuestro trabajo en absoluto.
Se sintió un poco culpable por todos los ceros a los que potencialmente estaba renunciando… Pero se dijo que esto no podía salir bien de otra manera.
Además, esa chica tenía razón.
Por cierto, Kara le había enviado un correo electrónico pidiéndole que fuera a verla a Dust. No sabía cómo se sentía al respecto de eso.
Kendall entró al salón con la otra chica, Berry Schneider.
Que era algo así como una gurú de las relaciones públicas en Nueva York.
Recordó haber leído maravillas de ella en Internet, poliglota, talentosa, influencer, con un estilismo pulcro y una extensa educación en Seúl y la Yvy League americana.
– ¿Está mi primo agobiándote? – le preguntó Ken a Comfrey.
– No, está bien.
Entonces Schneider no perdió el tiempo para ganárselo: – Quiero empezar diciendo que algunos trabajos son por dinero, y otros son por cariño. Nos encantaría trabajar contigo. Nos encanta tu arco narrativo ¡y nos flipó tu valentía! En fin, todo lo que hiciste en esa sala de prensa.
Antes de bajar la cabeza a su ordenador, Lavinia dio un vistazo a Jess, esta mantenía su cara de póquer pero sus ojos revelaban una ligera mortificación. Iban a decirle que sí propusiera lo que propusiera e iba a ser una catástrofe, ¿verdad?
Vio a Jess hacer un pequeño esfuerzo para contener la preocupación, y luego centrar su atención en los papeles que tenía sobre la mesa.
Supuso que era lo que pasaba cuando uno tenía tanto dinero.
Nadie nunca te llevaba la contraria.
Aunque el trabajo del relaciones publicas a veces comportara batallar un poco para no empeorar ciertos escenarios.
Fantástico.
Kendall pareció entusiasmado con el plan. Aunque a decir verdad… casi no las dejó hablar.
– Tenemos pensado algunas propuestas más allá del posicionamiento de tu nombre en Internet y las redes sociales. Pero tengo entendido que tienes ya a alguien trabajando en los medios – Berry Schneider se giró hacia la mesa donde estaban Jess y ella – ¿En qué habías pensado?
Lavinia suspiró, incomoda.
¿De verdad hacía falta que interviniera?
– Solo estamos haciendo un enfoque de emergencia por aquí. Solo estoy en esto… temporalmente – tecleó el enter en el ordenador como excusa para desviar la vista, y volvió a alzar la mirada cuando a sus palabras le siguió un breve silencio.
– Oh porque podrías… mira, tenemos contacto con los editores y columnistas de los principales medios para así preparar a tu favor a inversionistas sólidos – Berry volvió su atención a Kendall. – También habíamos pensado en un manifiesto en línea con siete claves, lanzar un evento online, mierda como esa. Quiero decir no es el trabajo que se nos pide a nosotras aquí pero creo que funcionaría.
– Vosotras sois las mejores, lo sé, me lo han dicho – les aseguró Kendall – Vamos a escuchar cualquier propuesta… Estoy interesado en tener también a Lavinia a bordo porque la jefa de PR en Waystar iba a ficharla y qué le den a eso, la quiero conmigo.
Oh, Dios.
Realmente tenía que ganar práctica en eso de decir que no. ¿Por qué no la había escuchado en absoluto cuando le había dicho que estaba aquí sólo por ahora?
Decidida a sacarse eso de encima e irse, volvió a centrarse en el documento en copia en su ordenador.
Moviéndose por el salón, Kendall siguió hablando sin apenas dejar intervenir a las dos consultoras.
– La idea es a la mierda el clima cultural, lo vamos a cambiar. Para daros más contexto, estoy hablando con un editor del Times que estaría dispuesto a publicar una columna a mi favor y justamente habíamos empezado a trabajar en un manifiesto corporativo alternativo, quiero lanzar una charla exprés con TEDx. ¿Jess?
– Sí, justo hace un momento hemos conseguido su número personal. Va a estar fuera de la oficina la próxima hora pero te llamara.
– Genial. Vinnie, ¿puedes estar pendiente? Necesito que Jess siga llamando a Lisa.
Lavinia se aclaró la garganta. – Ahm, sí. Pero…
No se engañaba, no iba a terminar esa frase.
Había conocido a suficientes periodistas como para estar segura que era una exageración decir que el hombre iba a publicar sin más algo bajo su dictado. Incluso los jefes de los periódicos en Flandes tenían más sentido del orgullo y de la importancia personal que eso.
No dudaba que un Roy pudiese camelarse un periodista pero seguro que no hiriendo su ego.
En el mejor de los escenarios un editor del liberal New York Times puede que estuviera de acuerdo en que Logan Roy era el demonio y tuviera una opinión moderadamente favorable a Ken.
Kendall siguió sin dar tregua a Berry y a su colega Comfrey.
– Es importante que mantengamos una filosofía coherente – continuó – que nadie piense que todo esto es solo para darle un mamporro al viejo. Había pensado en contactar con varios cómicos satíricos para darle caña a mi Twitter con polvorilla, que haga la gente querer consultarlo.
– Sí, claro, sí. Está todo en línea con nuestro plan – aseguró Berry.
Escribiendo frenéticamente en su computadora, Lavinia trató de acabar todo el trabajo empezado antes del final del día.
Después de terminar la entrevista con las dos relaciones públicas y prácticamente contratarlas, Kendall se había largado del salón para hablar por teléfono con esa abogada, Lisa Arthur. Pero estaría allí en cualquier momento y tendría que hacerle entrar en la cabeza que su intención era buscar trabajo en otro sitio.
Lavinia no tenía tanto dinero en la cuenta bancaria como para rechazar su dinero a cambio de ayudarle un par de días y cobrar como si hubiera trabajado todo un maldito mes, pero eso era todo.
Iba a hacer todo lo posible para terminar las tareas que había empezado esta tarde por compromiso y ya está.
Cuando su primo reapareció, acababa de escribir los dos últimos párrafos del manifiesto, que él quería enviar a los medios antes de que cerraran las últimas ediciones.
– ¿Terminaste con todo?
Se sobresaltó ante la voz repentina que venía detrás de ella, y se volvió para mirarle.
– Eh, algo así. El trabajo está hecho. Se lo he pasado a Jess, que supongo que te pedirá el último OK antes de mandarlo a las direcciones que hemos recopilado… pero he introducido todas tus sugerencias. Solo tengo una última llamada que resolver y finalmente podré irme a casa. Hay un periodista del Journal que es… persistente. Y tu editor del Times… ah… no va enviarnos la editorial antes de publicarse – por supuesto. Era incluso absurdo que lo hubieran sugerido pero Kendall había sido insistente – No obstante, no creo que haya ningún problema. Parecía bastante convencido que lo que has hecho esta tarde es… reseñable.
Kendall levantó una ceja como si cuestionara sus palabras, lo que la puso nerviosa porque no parecía algo a lo que pudiera responder. Se quedó en silencio por un segundo antes de dejar escapar un suspiro y cerrar la tapa del portátil.
– Bien, vete a casa, te llamaré si surge algo nuevo.
Lavinia dio una pequeña sonrisa y asintió, pero con recelo. – Kendall… Creo que lo que has hecho hoy es muy valiente, pero con esas chicas al mando probablemente no me necesitas. Jess tiene en un correo las horas en las que mañana atenderás a los distintos medios para dar seguimiento a la historia como querías, y todo el mundo ha recibido el memo del dinosaurio y el meteoro – se puso de pie para recoger una libreta y su bolso – Me aseguraré de cerrar la puerta de abajo antes de correr de regreso a mi apartamento. Estoy segura de que aún hay periodistas esperando.
– Esta es mi oferta por semana – le tendió un cheque – No vas a decir que no.
Lavinia dudó. Era un montón de dinero. – ¿Puedo pensármelo?
– ¿Y consultarlo con… la almohada, ehm? – ironizó su primo.
– Algo así – se rascó el brazo. La tensión al escribir en el portátil durante horas le había provocado un pequeño calambre. No era extraño ya que Lavinia era de las que al escribir a mano siempre dejaba un pequeño relieve en la hoja.
Kendall se mantuvo en sus treces: – Mi padre aprobó pagos de millones de dólares en sobornos para esconder esos abusos. Está acabado, sabes que tengo razón.
Lavinia suspiró. – Kendall, no voy a jugar al emperador desnudo aquí… si todo el mundo ve que no llevas ropa, voy a decírtelo y puedes despedirme después. Si estás de acuerdo, voy a considerarlo. Si no te está bien, yo…
La expresión de su primo fue de sorpresa. – No soy yo a quien el FBI va a bajar los pantalones y a mirarle el culo, Vinnie, no seas absurda. Es mi padre… Tú lo sabes, joder. No me digas que tú tampoco crees que voy a ganar. – se rió ahora molesto – ¿Es tu opinión o la de Stewy?
– Te estaba haciendo una observación profesional… no digo que tenga que pasar – retrocedió – La opinión de Stewy no tiene nada que ver.
Entonces, la miró grave, un segundo. – Él no ha ido en serio con nadie desde el puto Buckley.
¿Qué quería que le contestara a eso?
– Ya.
Al menos agradeció que no le dijera que fuera con cuidado como había hecho el resto.
Era demasiado tarde para pararlo. Se había enamorado de él enseguida y así seguía. Pero era mayorcita para saber que quizás a Stewy no se le podía encorsetar.
Puede que fuera a acabar con el corazón roto, pero no hoy ni mañana… quizás eso bastara. Se querían. No era un todo o nada.
Antes de irse se acercó a su hermano que estaba pendiente del teléfono en la terraza.
– ¿Qué tienes?
– Es mamá… He tenido que cancelarle la tarjeta de crédito.
Lavinia le miró un momento. – ¿Por qué?
– El abuelo… parece que definitivamente la ha dejado fuera de la herencia. No va a dejarle nada. Le había avalado la tarjeta oro porque se me ocurrió que… eso era lo que haría un buen hijo – desvió la mirada – Pero entonces vio la rueda de prensa de Ken y está bajo la impresión que él va a acabar con la empresa. Así que ha entrado en pánico y se ha puesto a comprar batidoras Nutribullet y un montón de Krugerrands, es un tipo de moneda muy concreto, ah… Ella ni siquiera bebe los batidos. ¿Crees que si tú hablas con ella podrías…?
– Oh, Greg… dudo que a mí me escuche.
– Bueno, ella me ha dicho que tú eres la inteligente de los dos ahora, ahm… de alguna manera se ha enterado que tú y Stewy… dice que yo también debería expandir mis horizontes, ya sabes, buscarme una novia rica.
Cerró los ojos un instante y volvió a abrirlos, resignada. – ¿Buscar una novia rica y hacer de «dandy»? – bromeó.
Su hermano siguió hablando, encogiéndose de hombros: – ¿No te ha llamado?
– Sí, creo – de repente se sintió indispuesta, como si acabara de meterse en agua helada y se le hubiera cortado la circulación – Bueno… tengo el teléfono lleno de llamadas perdidas. Suponía que llamaba por la conferencia de prensa o para hablar contigo. No sé si quiero llamarla justo ahora, Greg. Ya sabes que mamá y yo no… No iría bien.
– ¿Puedes hacerlo? ¿Por mí? ¿Quizás un poco más tarde? Me siento mal dejándola sin la tarjeta pero no sabía cómo tranquilizarla y hacer que parara.
Lavinia se rió de nervios, no supo cómo reaccionar.
– Déjame pensar que decirle, ¿ehm? No te prometo nada. Voy a usar un momento el baño y largarme.
Cuando salía del baño escuchó hablar a Rava en voz alta.
– Es como cuando alguien rompe algo hermoso y te sirve para recordar que nada dura. ¡Qué la disfrutéis!
Su hermano había abierto la botella de vino que no era… por deseo de Naomi.
– Lavinia…
Se encontró a Rava de frente en el pasillo.
– ¿Estás bien? – le preguntó amable.
– Sí. ¿Y tú? Es muy tarde…
– Estoy cansada, pero como todos. Ya me iba – sonrió.
Tuvo la impresión que iba a decirle algo pero solo le devolvió la sonrisa.
Entonces sonó su móvil por enésima vez.
Esta vez, supuso que podía tomar la llamada.
– Perdón…
– No, tranquila. Voy a irme a la habitación y perder todo esto de vista un rato – dijo Rava antes de alejarse hacia unas escaleras de caracol que subían al piso superior del dúplex.
Ella cogió el teléfono.
– Eres una maldita cucaracha, ¿lo sabías?
– Hola, Roman – suspiró.
– ¿Qué estás haciendo, Vinnie?
– Ahm, ¿nada? – respondió al auricular.
– Bueno según tengo entendido estás con Kendall en esa misión para hundir al viejo. Lo que no paro de preguntarme es… – pudo imaginarle haciendo una pequeña mueca – ¿Cómo demonios has llegado a Nueva York a tiempo para el gran impacto? ¿Están Furness y Hosseini metidos en la última gran traición del muñeco Ken o…?
Se mordió la lengua para mantener la compostura.
– Negativo, Roman. Solo estaba allí por… casualidad.
– Ya y yo soy Michael Jordan – le replicó. – Hablando de gente insanamente alta que va a ser cancelada de un momento a otro en Twitter… ¿Qué tal está Greguito? Porque también está en el ajo, ¿no? ¿No sabrás por casualidad de donde ha sacado los papeles mi hermano?
– Ni idea – se calló. Pero no hacía falta que dijera mucho más. Roman iba por buen camino en sus suposiciones y lo sabía, por eso lo había dicho.
No era tonto, nunca lo había sido. Tenía buen instinto.
– No me creo una palabra de lo que me dices, Vinnie-Vi. Por cierto, no estará Shivy por aquí, ¿no?
– ¿Shiv? – se extrañó de entrada – No, no que yo la haya visto. Pensaba que estaríais haciendo piña todos juntos.
– ¡Ha! Eres súper graciosa – dijo con tono jocosamente ofendido – Nop. Vaya sorpresa, ¿eh?
No pudo evitar pensar que si las cosas fueran distintas, al final le habría gustado trabajar con él, aunque fuera un narcisista certificado y el maestro del insulto sexualizado.
Al menos se sentía cómoda contestándole.
No estaba segura que pudiera entenderse con Kendall de esa manera.
Kendall quería que la gente le viera como un buen tipo y eso, suponía, iba a su favor, pero nunca habían tenido demasiada relación.
No tenía ni idea como tratarle.
– Rome, perdóname, pero quería irme a casa de una vez.
– Vale y qué te den.
– Igualmente – miró al techo.
Fue colgar y varias cosas pasaron a la vez…
Entró más gente desconocida al salón y Jess recibió dos mensajes en menos de 30 segundos y una llamada.
Kendall la atrapó a ella cuando iba a bajar por el ascensor.
Tenía que irse pronto o no iba a salir de aquí.
– ¿Está tu hermano bien?
Le miró extrañada. – Sí, ¿por?
– Dice que está asustado. Vinnie, ¿puedes hablar con él? No hay nada de qué estar asustado. Tengo a Lisa Arthur, acaba de estar justo aquí. Mi padre es el puto diablo y vamos a machacarlo. Nadie tiene por qué saber de dónde saqué los documentos… excepto bueno los que ya lo sabéis. Esto va bien.
– Ken…
– ¿No irás a traicionarme tú también?
Entrecerró los ojos. – ¿Cómo iba a hacerlo? Yo no tengo ningún papel.
– En fin – se puso la mano en los bolsillos – Sé que Roman y tú os habéis llevado siempre bien. Probablemente hayas hablado ya con él por teléfono o te ha llamado mi padre.
Eso le pareció medianamente gracioso.
No tenía ninguna duda que era solo una mujercita sin seso en la cabeza de su tío abuelo. – Dudo que sea persona grata para Logan después de Grecia – dijo.
– Vale, de acuerdo. Entonces… ¿podrías antes de irte llamar a tu abuelo y pasármelo? Creo que estaría bien que hablara con él.
Oh, Jesús.
– Kendall… no es que no quiera hacerlo pero… Probablemente tu padre le haya pasado el parte a mi abuelo sobre ya sabes qué, así que dudo que pueda ayudarte tampoco en ese campo – cogió aire – Ahora de verdad que agradecería irme a casa por hoy.
Kendal asintió. – Vale, de acuerdo. Pero pese a todo es más probable que el tío Ewan te responda al teléfono a mí que a ti, solo hazme ese favor.
– Sí, bien. Toma, marca tú el teléfono, yo me espero aquí… – se rindió.
– Genial. De puta madre. Gracias, Lavinia.
Su abuelo, bendito fuera, no respondió la llamada. ¿Seguía su hermano en esta casa a esta hora?
Cuando Lavinia llegó al fin a la puerta de la calle, unos operarios subían un caballo de madera. Se frotó los ojos, agotada.
Aprovechó para hacer la videollamada que había querido hacer toda la tarde.
Quería verle, escucharle, olerle…; aunque apenas hacía unas horas que había podido hacer todo eso.
– Hola – susurró al teléfono.
Él le sonrió alejando la cabeza un poco de la cámara. Era oscuro y había luces que pasaban detrás suyo. Estaba en un coche.
– Al fin te ha liberado. Empezaba a pensar que iba a tener que venir a salvarte con espada y todo.
– Qué caballeroso de tu parte – rió un poco.
Tenía la misma voz dulzona de siempre que quería arrancarle una sonrisa. Y esos ojos oscuros que brillaban cuando sonreía y en los que a veces se empezaban a adivinar las primeras arrugas.
– Déjame verte – dijo – ¿Estás entera?
– Sí y diez años más vieja desde las cinco de la tarde – bromeó. – Ya te contaré. ¿Qué planes tienes?
Había algo dentro de su pecho deseando salir.
– Estoy en un coche con Sandi – escuchó una garganta aclarándose – Vamos para allá. A hablar con Kendall. ¿Estás fuera?
– Sí. En la puerta.
– ¿Oh, has visto mi regalo?
– ¿Qué regalo? Oh – Frunció el ceño. – ¿El caballo es cosa tuya? ¿Qué se supone que significa?
– Nada, un acertijo.
– Stew… ¿Un caballo de Troya? ¿no has pensado que puede pensar que tiene algo que ver… conmigo? A ver si se piensa que estoy… espiándole.
– Ahm. No. Eso no lo había pensado – replicó sincero.
– Bien, porque… es algo raro.
Alzó una ceja burlona. – Son solo… juegos mentales.
– Y Ken no va a suponer cosas ni nada – le dijo con una sonrisa resignada.
La miró un momento a través de la cámara. Parecía cansada, tenía bolsas bajo los ojos.
– Vale, puede que no lo pensara bien – la atajó con una sonrisa – Tiene más que ver con… Así es como el ejército pasa las puertas de la ciudadela y demás. Sinceramente pensé en enviarle una cabeza de caballo. ¿Has visto nunca el Padrino? Hay un tío que traiciona a Don Corleone y…
– Eso hubiera sido horrible.
Stewy chasqueó la lengua. – Sí, supuse que dormiría en el sofá esta noche si hacía eso.
– Ni siquiera es mi piso.
– Técnicamente eso no te impide mandarme al sofá.
Rió mordiéndose el labio. – Te echo de menos – dijo a la vez que rebuscaba la cartera en su bolso.
– Y yo. ¿Te esperas por aquí cerca y nos vemos después de esto de Ken?
– Vale. Voy a aprovechar para acércame a por un café al Deli de la esquina. ¿Te traigo algo cariño? – dio énfasis a la pregunta.
– Una chocolatina. A esta hora parece que nadie va a cenar – se quejó.
Parecía un chiquillo. Tan guapo como siempre pero con ese puchero en los labios.
– Hecho.
Lavinia se despidió con un suspiro.
Tenía ganas de que por fin se acabara este día y le susurrara sin sentidos mientras la achuchaba en su cama, donde todo olería como él. A su colonia Tom Ford y a notas de ámbar y madera de bosque. A limpio y sábanas excesivamente caras.
Le gustaba el olor de esa porción de Stewy comprendida entre la oreja y la clavícula cuando lo abrazaba; lo echaba de menos y la asustaba.
De momento se conformaba con esa sonrisa como si el hecho de ir a comprarle una estúpida chocolatina le hiciera merecedora de toda su admiración.
Una vocecilla detrás de ella casi le dio un infarto cuando colgó. – Hechooo. Vosotros dos sois patéticos. Creo que no me había dado cuenta cuánto hasta ahora.
Se llevó una mano al pecho. – Joder, Rome. ¿Cuánto hace que estás aquí?
Su primo puso los ojos en blanco. – Desde que te pidió un chocolate. Así que la caballería viene a ver a Kenny, ¿ehm?
– No. Hemos quedado en su piso – mintió Lavinia con recelo.
– Ya… En fin. ¿No pensaras invitarnos a una boda pronto? – se burló – Porque sintiéndolo mucho esta familia no está para muchas celebraciones… y sería raro.
– Ha, ha, ha – exhaló aire. – Y después dices que yo soy la graciosa aquí. ¿Vienes a ver a Kendall?
– Ahm, no.
– Oh, entonces has aparecido en su puerta, ¿por? – indagó.
– Vengo a espiar a Shivy. Sé que me has mentido o estabas demasiado acaramelada para enterarte pero está arriba – contó. – Vengo a controlarla y a reñir a mi hermano por haber enloquecido, no a sumarme a la fiesta. Al menos no yo, y Shiv es un icono feminista pésimo, ya sabes – se quedó pensativo mirando el movimiento que había en la entrada de Rava. Volvían a sacar al caballo de marras – ¿Qué es eso?
– Ah… – Lavinia se humedeció los labios – La verdad… tendría que pensar más a fondo en la metáfora para entenderla. No estoy muy segura… – admitió.
Rome se la quedó mirando, como si una certeza le cruzara la cabeza – O sea que es una fantástica idea de tu novio. Y la metáfora…, con esos dos, nunca se sabe, ¿no?
Le observó con una mueca. – Pues…
– No termines la frase. Prefiero mi imaginación pervertida – aseguró con las cejas levantadas señalando a su móvil, y anunció – Voy para arriba a controlar el gallinero y demás.
Gracias a Dios.
Todo parecía tan en el aire y ella… Lavinia tenía que admitir que se sentía un poco muerta de miedo de no estar viendo bien toda la fotografía sobre Kendall, Stewy…
Roman se giró hacia ella antes de travesar el portal. – ¿Subes?
– No, yo ya he acabado por hoy. Que tengas suerte.
Sandi carraspeó cuando Stewy colgó la llamada.
– Lo confieso… no habría imaginado nunca que eras un gran blandengue.
Se giró hacia la hija de su socio haciéndose el longuis con cara inocente – Sandi… No sé de lo que estás hablando.
– Sí que lo sabes – sonrió educada. – Tu novia es muy guapa. Perdona la indiscreción pero, ¿no va a trabajar en serio con Kendall, no? Sé buen chico y ofrécele otra salida, por el amor de Dios. ¿Cómo os puede gustar tanto complicaros la vida?
Él se rascó el cuello con desinterés y pareció pensar por un momento.
Lavinia era una cabezota que no aceptaría una ayuda suya de ese tipo. Como ponía toda resistencia posible a cualquier detalle o regalo caro que se le ocurriera.
Puede que fuera parte de la gracia de «su chica».
Lo que hacía que quisiera besarla con impaciencia, tocarla, y sí maldición, hacerle saber que nadie más le haría el amor así.
Pese a aquel hecho, una vocecilla en su cabeza le dijo que Sandi Furness tenía razón. No tenían por qué complicar esto también.
Después del hospital y antes de venir aquí con Sandi había pasado por casa y había cambiado su traje por una chaqueta de cuero más informal.
Se había dado una ducha rápida para despejarse.
Había perdido la cuenta de cuantas horas hacía desde que habían salido de Paxos esta mañana. Probablemente necesitaría una raya de coca o dos si iba a aguantar despierto más de cinco minutos esta noche.
Se apoyó en el exterior de la limusina con el móvil mientras esperaba que Kendall apareciera.
– Gracias por el caballo, tío. Muy divertido.
– Sí. Quería enviar uno de verdad. La cabeza cortada, pero no creerías el papeleo – ironizó girándose hacia él.
– Siento que no haya podido darte acceso a la conferencia de prensa – le notó serio.
– Colega, he podido ver al monje vietnamita prenderse fuego. Entradas para el espectáculo más jodido de la Tierra.
Kendall rió nervioso. – Así que, oye, ¿cómo está el juego? ¿Desde el punto de vista de… Tengo un caso, como te dije. Puedo acabar con él.
Y allí iban…
Stewy hizo una mueca. – De acuerdo. Bien. Todos te escuchamos pero… sigo sin verlo, tío. Hablemos… – le invitó a entrar al coche donde estaba Sandi.
No tenía ni idea como se las apañó pero la puñetera hizo hablar a su padre. O al menos la voz de Sandy dijo «hola» a través del teléfono.
Que le pincharan si conocía el maldito truco que acababa de usar esta mujer.
– Oye Sandy, todos sabemos que no estás, pero sí en verdad, haciendo esto para acabar con mi padre.
– Mi padre no opera de esa forma – le cortó Sandi hija – Está en eso por los fundamentos del negocio.
Stewy casi agradeció haber elegido uno de los asientos delanteros en la penumbra.
Esto era todo lo contrario de muy conveniente.
Entonces Kendall mantuvo la oferta de Grecia, pero con Logan fuera del tablero y la promesa de no apartarlos estratégicamente.
Los Furness o como mínimo Sandi no parecía entusiasmada.
No podía decir que no fuera su consejo.
La consigna era esperar para ver qué pasaba.
Lo reconoció de lejos en la misma calle donde vivía Rava. Estaba de espaldas apoyado en el coche.
Kendall se fue y luego Sandi bajó del Bentley de Stewy y se subió a otra limusina que apareció en el momento que su primo se metía en la entrada de su ex mujer.
No hacía ni medio día que se habían visto pero el estómago le dio un vuelco en una reacción casi instintiva cuando vio Stewy allí. Le deseó buenas noches a Sandi.
Ese timbre de voz y la seguridad en la forma de moverse eran inconfundibles.
Se acabó de beber el café antes de llegar a su altura.
– Hey – le dijo cuándo lo tuvo al alcance. Alargando la mano para darle la chocolatina.
La miró con una sonrisa y la recibió con un abrazo y un beso en la boca.
Después, Stewy la besó en el pelo, y notó como Lavinia sonreía sobre su chaqueta. – Hola – murmuró apretándola contra él.
Los brazos de él bajaron y envolvieron su cintura, y los de ella se sostuvieron alrededor de su espalda. – ¿Nos vamos a casa por fin? – le pidió sobón. Sus dedos acariciando el final de su espalda y ella apoyada en su pecho.
Lavinia sonrió.
– Sí. Pero… – se mordió el labio inferior – ¿Podemos dormir…? Estoy cansada y me ha venido la regla lo que es bueno pero… ahm, ya sabes…
Stewy tuvo el descaro de mirarla con las cejas arqueadas y una expresión melosa. – Tú mandas… Pero tengo un montón de toallas en mi casa, amor. Soy un hombre adulto.
Ella le estudió masticando la risa. – Me resulta muy atractivo escuchar esto… pero hoy solo… ¿podemos descansar y quizás no levantarnos hasta las 10 mañana como se suponía que íbamos a hacer en Grecia? Es decir, ya sé que seguramente Sandi tiene alguna reunión prevista para ti pero…
– No, me parece bien, joder, vamos a dormir. Es – miró su reloj de pulsera – tu aniversario. Podemos hacer lo que quieras. Lo que me lleva a… Feliz cumpleaños, preciosa – anunció satisfecho.
Besó a su novio en los labios con cariño.
Cuando acabó, Stewy acarició una de sus mejillas con la punta de su nariz.
Entonces saltaron varios mensajes de texto en el móvil de ella.
Mierda.
Se apartó un poco de él y los releyó con un leve recelo.
Se había temido algo así.
Pero a esta hora casi lo había descartado.
– Joder, Stewy. Lo siento – se pasó una mano por el cabello e intentó disimular un bostezo – Es Greg. Me pide que vaya… va a verse con el abuelo…
– ¿Pasadas las doce de la noche? – hizo un mohín sin dejarla ir de la cintura.
Ella se mordió el labio y lo miró con disculpa. – Supongo que toda la familia está un poco revolucionada en este momento. Te lo compensaré, te lo prometo.
– No hace falta. Toma.
Frunció el ceño. – ¿Qué es esto? – puso frente a sus ojos un llavero con una llave y una tarjetita con un número de clave.
– Me temo que yo también voy a quedarme frito en cuanto llegue a casa. Ven cuando hayas hablado con tu abuelo. Así no tienes que tocar el timbre.
– Pero…
– Estaré durmiendo como un angelito. – le dedicó una sonrisa socarrona – No me metas mano, aunque sé que soy irresistible y honestamente creo que podría perdonártelo extraordinariamente rápido…
Se rió.
– Tonto.
– ¿Vendrás? – Stewy arrastró la última sílaba.
Lavinia se rascó la nariz haciéndose la remolona y luego asintió con una sonrisa. – Sí. De acuerdo.
– Genial – mantuvo una mano en su espalda antes de dejarla ir. Sin sonreír, sin no hacerlo – No tardes.
– Sí – lo miró, empapándose de él un segundo. Le volvió a besar en los labios de manera breve, los sentidos un poco embotados – Estoy súper agotada.
– Lo sé. – asintió poniéndose serio.
Esta vez Stewy no podía permitirse el lujo de ser un idiota terco. No iba a decirse a sí mismo que esta historia no le importaba, cuando lo hacía.
Se apartó de ella y alzó la mano para parar un taxi que pasaba. – ¿Tuyo o mío?
– Me enfadaré un montón si me vuelvas a colocar al pobre Diego – le avisó ella.
– Vale. Venga, vete – la conmino a moverse.
– Sí, me voy.
Antes de subir al coche se volvieron a dar un beso. Dios, qué bien olía Stewy.
Ella le mordió el labio inferior antes de dar un paso atrás. Nunca le había gustado tanto besar a nadie.
Quedaron con su hermano en Washington Square cerca de donde se encontrarían con su abuelo.
Greg estaba hecho un flan y le explicó todo aquello del abogado que le había mandado Gerry, el que le había ofrecido Kendall, la llamada de Tom.
– ¿Porque tu novio… no podría…?
– Ni de coña, Greg. Ese tren ya pasó… Le ofreciste tus papeles a Kendall no a ellos, ¿no? No me pidas eso.
– Bueno tú dijiste que hiciera algo bueno con ellos. Y parecía justo, pero ahora no las tengo todas.
– Quizás el abuelo lo entiende – sugirió.
Miró a su hermano Greg de reojo, que apenas disimulaba la tensión a cien metros de ella.
– Hola, abuelo – Fue hacia Ewan dándole un beso en la mejilla.
Este se apartó refunfuñando. – Deja, deja.
– Gracias por esto – agradeció Greg unos pasos por detrás de ella. – El gran abuelo en la gran ciudad. ¿Cómo estás? ¿Qué haces aquí?
– Pongo mis asuntos en orden – admitió. – Vuestro amigo reservado, el que no le gusta la publicidad – ironizó sobre Ken – ha estado llamándome. ¿Qué es lo que quiere?
– Kendall… Yo creo que está buscando lo mismo que tú, aunque suene demasiado básico, porque ambos queréis hacer lo correcto.
Ewan calificó la aparición de Kendall en rueda de prensa de histriónica y melodramática.
Les dijo que no le gustaba lavar la ropa sucia fuera de casa.
Luego Greg rogó por un abogado.
– Es decir, yo no he hecho nada malo. Yo, yo… solo creo que… si todos se presentan con armadura a la batalla, me siento algo expuesto con solo mi taparrabos.
Vale, no podía decir si su abuelo estaba impresionado o consternado.
– Mala imagen mental – dio marcha atrás Greg.
– Sí.
– ¿Sí?
– Sí, yo puedo apoyarte, Greg. Te contrataré consejo legal.
Menos mal.
Lavinia se alzó decidida del banco al escucharlo. – Entonces está resuelto.
Su abuelo no se movió.
Con el bastón entre las manos, alzó la vista hacia ella. – Tengo entendido que es… tu cumpleaños, ¿no?
Supuso que esa era su entradilla para felicitarla. – Ah, sí.
Masculló un felicidades.
– Gracias.
– Ostras, Vinnie. Joder, ¿por qué no has dicho nada? – se quejó Greg.
– Es… solo hace como media hora… no te preocupes. Lo hubieras visto en Facebook – bromeó.
– Felicidades.
Ewan se aclaró la garganta. – Tengo que hablar contigo. Supongo que no es mucho pedir… comer mañana los tres juntos… después de visitar al abogado con tu hermano.
– No, por supuesto. Claro. Me hace ilusión – Y era verdad, ¿no? Todos esos años en Europa sí que es verdad que ella le había llamado muchas veces, pero a menudo no al revés.
– Queda dicho entonces – se puso de pie – Le pasaré la dirección de Pugh a tu hermano y nos vemos contigo a la salida. Lavinia…
– ¿Sí?
– Estoy preocupado por ti. Muy preocupado.
Se le hizo un nudo en el estómago porque adivinaba por donde irían los tiros.
Claro… ¿cómo lo sabría mamá si no? Greg ya la había advertido esta noche.
Cuando llegó al apartamento de Stewy entró con cuidado de no hacer ruido.
El piso estaba en la penumbra, pero al fondo se veía un trozo de la sala, tenuemente iluminada por una luz proveniente de algún rascacielos cercano que subía y bajaba de intensidad. Se descalzó y subió hasta la habitación. Las persianas estaban casi echadas pero intuyo la forma dormida de Stewy en la cama.
Sonrió, fue al baño y cuando volvió se metió bajo las sábanas solo en ropa interior. Notó sus brazos alrededor de su cintura. – Hola preciosa.
– Hola – sonrió.
– ¿Todo correcto?
No tuvo ánimo para decirle lo contrario. – Sí – murmuró, acurrucándose.
Estaba muerta de sueño.
Lo besó en la mejilla mientras él la abrazaba.
– Livy…
– ¿Sí?
– Mañana tenemos que hablar… Quiero que sepas que… aunque te haya ofrecido mucho dinero… no tienes por qué trabajar para Ken…
Le miró de reojo en la oscuridad. – ¿Cómo sabes que me lo ha ofrecido? No hemos llegado a comentarlo.
– Una corazonada – su voz sonó seria pero acarició su brazo con la yema de sus dedos – Sht, no te preocupes. Descansa, mañana voy a ir a por Toffee y luego por la noche tengo una reserva en un lugar que… creo que te gustara. Ponte algo bonito y confía en mí.
Lavinia mordió suavemente la piel de su hombro. – Miedo me das – musitó con una sonrisa.
Él le besó el labio inferior. Su boca se abrió. Volvieron a besarse.
– Sabes a granadina.
– Tú también. Podría ser culpa de mi pintalabios.
– Entonces ni se te ocurra dejar de usarlo – bromeó.
Lavinia puso la cabeza en su pecho hasta que se durmió.
Cuando se levantó por la mañana él no estaba, pero había dejado una nota diciéndole que volvía en una hora.
Lo hizo con café recién hecho, desayuno y el pequeño Toffee en una maleta para portarlo que tenía la pinta de ser significativamente cara.
– ¿Pero? – le miró sorprendida cogiendo el gato naranja en brazos y besándole en el pescuezo.
– Tengo mis trucos. Pensé que te alegraría ver que la bestia sigue viva y coleando. Oh, y mis sobrinas quieren régimen de visitas.
Él la miró de nuevo, pero esta vez había algo extraño detrás de su mirada. No podía precisar qué era, aunque se encontró sintiéndose casi tímida cuando sus ojos se detuvieron en los de ella. Cuando volvió a hablar, su tono era diferente.
No había rastro de la sonrisa burlona en su voz y, en cambio, una genuina suavidad que hizo que su pecho palpitara. – Eres hermosa – su voz salió sin aliento mientras daba otro paso hacia ella.
Entonces se detuvo ante Lavinia y Toffee, con las manos metidas en los bolsillos, un pequeño ceño fruncido en el espacio entre sus cejas, mientras la miraba con tanta intensidad que ella pudo sentir que comenzaba a ponerse nerviosa.
Stewy sonrió un poco. – El primer fin de semana de septiembre… con tiempo suficiente para que todo esto haya pasado… un sábado, comemos en casa de mi hermano, mis sobrinas ven al gato, yo demuestro que realmente existes, tú consigues ver una de esas estúpidas fotos mías de la infancia que odio porque honestamente es vergonzoso, nos besamos…
Sonrió.
El parecía más serio que de costumbre, o quizás simplemente cansado por haberse levantado a primera hora.
– ¿En serio?
– Muy en serio – la besó. Sus labios todavía estaban ligeramente entumecidos por el sueño. Le gustaba cómo se sentía. El beso fue dulce y lento. Ella soltó a Toffee en la encimera de la cocina y este saltó al suelo con agilidad.
– Me han dicho que tu gato es famoso por ataques furtivos a los pies y cazar lagartijas en el jardín – dijo Stewy cuando se separaron. Él tenía sus brazos alrededor de su cintura ahora, y miró hacia abajo a sus ojos sonriente.
Sus manos descansaron suavemente sobre sus caderas.
Lavinia se mordió el labio. – Lo siento.
Él le devolvió la sonrisa. – Nah. La mayoría sobrevivieron.
Definitivamente, Lavinia quería más besos de esos suyos, y podía decir al mirarlo a los ojos que él también quería un poco más. Pero tenían que darse prisa a empezar su día. Se inclinó de nuevo, besándolo delicadamente. Se sentía bien, pensó. Y él también parecía pensar lo mismo; sus dedos se movieron ligeramente a lo largo del dobladillo de la cinturilla de su vestido.
Se apartó de nuevo unos segundos después. – Si seguimos así, terminaremos haciendo algo que ninguno de los dos queremos. Y también hay otras cosas que debemos hacer – Volvió a besar su frente, y luego dio unos pasos atrás.
Ella ni siquiera había dado aún un sorbo al café. Para Stewy era el tercero de la mañana. Doble. También había comido un cruasán y echado una raya pequeña para despabilarse, lo que hizo que se diera cuenta que… era la primera en días.
– ¿Qué vas a hacer con Kendall?
– Creo que debería ir, cerrar algunos asuntos. No lo sé… Quizás me quede solo por esta semana.
Él arrugó la frente. – Sabes que no has de preocuparte por el dinero.
– Ahm, no estoy de acuerdo con eso; además voy a buscar otra cosa. Pero mientras… – sugirió – No lo sé. No he estado sin trabajo desde la universidad. ¿Podemos hablar de eso mañana? – suplicó – Hoy es mi cumpleaños.
Stewy sonrió con benevolencia mientras daba un sorbo a su café. – Y tengo un montón de planes sexys para esta noche. Más le vale no entretenerte.
Se rió, sonrojándose.
Luego, puso los ojos en blanco divertida. – Vale. Ahm – cogió el bolso de mano y buscó en el interior – Por cierto… tus llaves – empezó a decir.
Stewy se encogió de hombros. – Rava vive en Tribeca. No tiene sentido que vayas a Queens a dejar a don gato y vuelvas. ¿Vas a dormir aquí esta noche, no? Tiene comida en la bolsa, ya te lo llevarás mañana. Es lógico que puedas entrar y salir cuando quieras…
Lavinia entrecerró los ojos con un pequeño silencio.
No estaba muy segura de si se refería a hoy o…
Paso a paso.
– Vale – sopesó – Esta noche… ¿qué me pongo?
Se aclaró la voz dejando el recipiente vacío del café en el fregadero.
– Un vestido bonito. A poder ser… sin ropa interior – se humedeció los labios con una sonrisa provocativa.
Ella suspiró fingiéndose exasperada pero sin dejar de sonreír. – Stew, ahm… la regla, ¿recuerdas?
Hizo un mohín.
– Oh,… eso.
Se rió.
– Pásame una de esas pastas, eh, es muy tarde y hoy he quedado para comer con mi abuelo y Greg al mediodía.
Pestañeó al hacer memoria de que hoy su abuelo probablemente la sermonearía.
Tenía 34 años.
Era una mujer adulta que construye una relación con otro adulto... su abuelo podía renegar un poco pero eso era todo.
– ¿Hola? – llamó su atención Stewy algo preocupado.
– Todo bien… creo. Ya te contaré como va – se mordió la mejilla por dentro.
Con una sonrisa rodeó la cintura con el brazo derecho, y le dio un apretón en el culo. – Te voy a echar de menos todo el día. Esta noche vas a tener que meterme en vereda...
Lavinia esperó a Greg y Ewan fuera del bufete de abogados de Roger Pugh.
Esta mañana había hablado con Jess por teléfono y le había enviado un documento con el clipping de prensa desde una cafetería puesto que igualmente Kendall estaba fuera con su abogada.
Resopló para sí misma con una pequeña irritación. Respetas muchísimo a tu abuelo pero no puedes dejarle que te riña como a una niña.
Fueron a comer a un viejo restaurante de Brooklyn. Fue agradable.
Su hermano le puso una vela a un trozo de pastel de manzana y su abuelo hasta sonrió brevemente.
Luego, una vez que Greg se fue para el trabajo, Ewan la miró muy seriamente.
– Me han hablado de tu supuesto amigo – dijo.
– Te refieres a Stewy.
– Sí – resopló.
– Él es… mi novio.
– Entonces estoy obligado a decirte que ese hombre no me gusta para mi nieta.
Lavinia apretó los labios. – ¿Por qué?
Su abuelo negó con la cabeza. Nunca se habría imaginado que Lavinia fuera una chica particularmente insensata.
– Para empezar el hombre es un profesional del sustrato podrido que sustenta lo peor de esta ciudad y de la cultura de la estafa. No tiene sentido de la decencia ni de la moral y me han dicho que siempre anda con todos esos… mujeres y hombres.
– Los dos somos personas adultas, abuelo.
– Esta no es la forma en que te criaron, Vinnie... No por mi parte. Estás en esa edad en la que necesitas empezar a pensar en establecerte y tener hijos si es que los quieres. Es un drogadicto como tu primo y una mala influencia para ti.
Oh, Dios…
Lavinia le miró frustrada.
– No es como dices – insistió.
Su abuelo solo suspiró en respuesta. Ya había visto venir esta pelea. Y sabía que no tenía sentido decirle a su nieta con quién salir o qué hacer. Pero se oponía totalmente a ese hombre. Tenía sus razones.
Ewan le mostró un sobre color café rojizo a su nieta. – Mi querido hermano – ironizó – me ha hecho llegar esto. Dime Lavinia, ¿qué piensas de un hombre que es testigo de ese tipo de crueldad y no interviene?
Frunció el ceño.
– ¿De qué estás hablando?
– Tu amado primo Kendall, junto con Roman y algunos otros imbéciles, encontraron a un vagabundo en las calles de donde fuera que estaba organizando su despedida de soltero, y le pagaron para que se tatuara las iniciales de tu primo en la cara. ¿Sabes quién fue su padrino de boda, cariño?
Los ojos de Lavinia se abrieron como platos. Mierda…, pensó.
– Stewy – se aclaró la garganta – Pero eso no quiere decir nada – defendió.
– ¿Quieres decir que seguro que no estaba?
No sabía por qué, pero de alguna manera se sintió miserable. Trató de tragarse el nudo en la garganta antes de responder a la pregunta de su abuelo.
– Él no le haría daño a nadie… – No de esa forma, se dijo mentalmente.
Lo has idealizado al enamorarte y Stewy es humano... y considerablemente privilegiado; pero eso no significa que sea justificable que…
– ¿Estás segura?
Lavinia intentó recomponerse.
– ¿Por qué Logan te dejaría saber algo así de todas maneras? Sus dos hijos fueron los cabecillas… – hubo un silencio prolongado. Sus pensamientos disparados, no solo como mujer sino como profesional de las malditas relaciones públicas – ¿Piensa utilizarlo contra Kendall?
Su abuelo la estudió cogiendo el bastón que descansaba en el respaldo de su silla. – No lo sé… lo dudo dado que los dos joyas de tus primos están implicados. Sea lo que sea lo que me separa de mi hermano y es mucho, os lo dije ayer Lavinia, a tú y al pasmarote de Greg, no soy partidario de lavar la ropa sucia fuera de casa…
– Pero Greg ha dicho que Pugh quiere…
– Eso es diferente y legítimo. Mi pregunta aquí Vinnie es si vas a tener la sensatez de alejarte de ese hombre o voy a perder a mi única nieta.
Se sintió enferma. – No digas eso…
No otro chantaje como el de cuando era una niña.
Se dijo enfadada que además estaba siendo terriblemente hipócrita… tanto que detestaba a su hermano y sus sobrinos… no iba a usar esa información para nada más que esto…
Puede que tan hipócrita como ella que intentaba conjurar excusas mentales para Stewy en el caso no solo que hubiera tomado parte sino aplaudido en primera fila.
Estaban probablemente muy borrachos.
Oh, Vinnie, ¡no! No le excuses…
Respecto a Logan… si soltaba esto como peccata minuta... incluso si confiaba en esa cobardía de la que había acusado a su hermano en Grecia… Todavía no estaba segura, pero algo de la situación le molestaba. ¿Quizás tenía algo peor contra Kendall?
Ella tragó saliva. Lo que habían hecho a ese vagabundo era horrible y no sabía cómo sentirse al respecto si Stewy había participado…
Sin embargo, no cambiaba el hecho que su abuelo no tenía intención de dejarla vivir en paz con sus elecciones.
Aparentemente había logrado poner de acuerdo los ancianos hermanos Roy… Eso debía convalidar para algo en esa familia.
