¡Hola! ¡Hola!
No se cuanto llevo sin actualizar, pero pido perdón.
¡Perdón!
Siendo totalmente sincera, me ha encantado este capítulo. Obviamente podía haber tenido más cositas, más detalles, pero ya sabéis como soy.
No tengo mucho más que decir a parte de que espero que lo disfrutéis.
¡Nos leemos abajo!
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9 · Eres coqueta · You are coquette
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Lucy era preciosa, nadie lo dudaba, ni siquiera ella misma, y eso en algunas circunstancias era beneficioso.
Le gustaba lucirse, y aunque en la época en la que ambos se conocieron, sus constantes intentos de seducción no resultaban exitosas, con el tiempo fueron mejorando. Aunque realmente ya no parecía buscarlo.
Ahora, sin apenas mover un musculo o sin decir ni una sola palabra, su rubia compañera ya tenía algún que otro admirador - acosador buscando su atención, y tanto para él como para ella resultaba molesto. Ya no quería que la gente la viera, ya no quería seducir a nadie para conseguir ciertas cosas, ni para ella ni para el gremio, no se sentía satisfecha con los constantes halagos que los chicos le soltaban, y eso lo había notado. Lucy ya no buscaba a aquel "príncipe azul" del que siempre hablaba, aquel chico inteligente, gracioso, y caballeroso que tanto anhelaba. No, ya no lo quería. ¿Y como lo sabía? Porque ella misma se lo había dicho.
- "Eres el único que me importa."
En aquel entonces pensó que se trataba de una broma, o que quizás no eran las palabras acertadas, ya que el gremio entero le importaba. Lucy amaba a cada miembro de Fairy Tail, por lo que decir que era el "único" sonaba un tanto egoísta y desacertado, pero con el tiempo se dio cuenta de que quizás si podía serlo. No hablaba de la importancia que le tiene a un familiar, a una mascota o a un amigo. No. Hablaba de la importancia de ese chico anhelado, de ese "príncipe azul". En este caso, del dragón rojo. Es decir de él, Natsu Dragneel.
Ella se lo había dicho, pero además de eso, se lo había demostrado en varias ocasiones, y una de ellas fue durante uno de los eventos que el gremio celebró.
Necesitaban fondos para mejorar las instalaciones del lugar, y al maestro se le ocurrió la idea de celebrar una gran fiesta con toda la ciudad como invitados. Obviamente la misma palabra "invitados" significaba que no era necesario que pagaran algo, aunque eso a Makarov no le importó. Si querían beber, debían pagar, si querían nadar en la piscina, debían pagar, si querían ver a sus bailarinas, debían pagar, y si querían ver a LA BAILARINA, debían pagar el doble. ¿Y quien era esa bailarina? Por supuesto que Lucy.
- ¡No quiero hacerlo! - se negó ella.
- Oh, vamos. Pero si ya lo hiciste una vez, y no estuvo nada mal. - la animó Gray.
- S-Sí, pero era una misión. Además que el lugar era pequeño y no había tanta gente. - respondió recordando aquel momento en el reino de Stella.
- Pues imagínate que es una misión. - le dijo el maestro. - ¡La misión de conseguir dinero!
Todos los presentes miraban a la muchacha con estrellas en los ojos esperando una respuesta afirmativa, y eso no la animaba en absoluto.
- Porque me siento como si fuera un objeto...
Finalmente, tras unas horas de preparación mental - y unos cuantos tragos que Cana le ofreció a escondidas - Lucy aceptó.
Las luces del gremio se apagaron, y tan solo el escenario, decorado con estrellas flotantes, era iluminado por los grandes focos.
Todo el mundo giró la cabeza hacia allí, y justo en el centro, vestida con cortos ropajes dignos de una bailarina, la joven rubia comenzó a danzar.
Recordó como su mirada se posó de inmediato sobre ella. Estaba realmente hermosa.
Sabía que ella no había bailado en su vida, pero cualquiera que la viera en esos momentos y no la conociera, diría lo contario.
El cuerpo de su compañera se movía lentamente al son de la melodía. Daba pequeños saltos que seguidamente usaba para deslizarse por el suelo quedando muy cerca de los espectadores, giraba su cuerpo sobre ella misma y con suma elegancia volvía a ponerse en pie. Posaba una sola mano en el suelo y ejerciendo presión sobre su palma, se levantaba el cuerpo lateralmente y cayendo de rodillas volvía a girar abriéndose de piernas frente a todos.
En ese momento, como si supiera con exactitud donde se encontraba, los castaños ojos de Lucy se posaron sobre los suyos. Una extraña sensación surgió de él al verla entrecerrar los ojos y sonreír en su dirección.
La mayoría de los presentes soltaron un aullido de emoción al verla hacer eso. ¿Qué estaba tramando? En aquel momento no lo sabía, tan solo quería sacarla de allí y alejarla de cualquier depravado que osara mirarla de más, pero no lo hizo. Se quedó allí, estático, en el fondo del gremio, apoyado de espaldas en la pared, con la piel erizada y el corazón latiéndole a mil por hora. ¿En serio, que demonios estaba haciéndole?
Aún con su mirada sobre él, la joven maga deslizó su mano derecha por todo su cuerpo, desde las rodillas hasta su cuello, mientras que con la izquierda, y casi sin notarlo, se deshizo del peinado que portaba. Su rubia cabellera se deslizó sobre sus hombros y algunos mechones taparon parte de su rostro haciéndola más apetecible aún.
¿Cuántas personas había allí en aquel momento?
¿200?
¿300?
¿500?
...
¿Qué más daba? Era como si no existieran, como si otro foco lo enfocara a él, y solo existieran ambos. Tan solo él, tan solo ella. Lucy y Natsu. Natsu y Lucy. Nadie más. Un baile solo para él, una mirada solo para él, una sonrisa solo para él.
- "Eres el único que me importa." - volvió a recordar.
Con seguridad se lo creyó. No necesitaba ninguna prueba más. Sabía lo que la chica intentaba, y lo había conseguido. Era suficiente. Pero no, la chica quería seguir demostrándoselo.
No eran nada, pero al mismo tiempo tenían algo. Algo que ni ellos mismos podían nombrar. Solo sabían que lo que sentían era fuerte, más fuerte que cualquier otra cosa, y que a veces sentían la necesidad de recordárselo mutuamente, como aquel día yendo de misión.
Les había tocado perseguir a un duque conocido por asistir a fiestas y encuentros con la gente de la alta sociedad, por beber en abundancia y por amar el cuerpo de las mujeres, además de ocasionar el caos allí donde quisiera. Sí. Nada del otro mundo, pero debía estar todo el equipo. Así lo quisieron, y así se hizo.
Aun habiéndose negado, Lucy fue la elegida - por decisión de Erza - para ponerse su mejor vestido y acudir aquella noche al lugar. Los demás se infiltrarían entre los invitados y camareros para cerciorarse de que todo estuviera en orden, y completar la misión sin llamar la atención. Algo difícil teniendo en cuenta que habían llamado al grupo más desastroso.
Llegado el momento todos acudieron a sus puestos, y Lucy ya preparada se sentó al lado de la barra esperando lo que todos sabían: llamar la atención del hombre.
Lo que no sabían es que llamaría más de la atención deseada. Cada hombre, casado o soltero, dedicaba alguna que otra mirada a la joven, desesperándolo tanto a él como a ella. Erza le había dejado bien claro que necesitaba que se comportara, y se mantuviera quiero pasara lo que pasara, y Gray, sin saber por qué, le soltó:
- Confía un poco más en Lucy.
Claro que confiaba en Lucy, obviamente. ¿A qué demonios venía eso?
- Solo... obsérvala. - le dijo antes de dejarlo solo en el lugar.
Eso iba a hacer, y eso hizo. No necesitaba que nadie le dijera que posara sus ojos sobre ella, porque era algo que le salía automáticamente, y aún más esa noche. Demasiados peligros, y demasiado hermosa para esa situación.
Desde su posición, la vio levantarse del asiento y caminar con elegancia hacía el duque, quien le hacia señas para que se acercara.
- Maldito vago. - pensó.
- ¡Que buenas vistas hay aquí hoy! - oyó la voz de aquel sujeto.
Iba ya lo suficiente embriagado.
- ¿Vos sois el duque del que tanto me han hablado? - preguntó Lucy posándose frente a él.
- ¡Supongo que si soy yo! ¡No hay nadie mejor! - contestó.
Con descaro el hombre observó la figura de la rubia, y se relamió los labios al parar en sus pechos.
- Lo mato...
Quería ir y cargárselo de una buena vez, pero no podía. La paliza que Erza le daría después se lo impedía.
- ¡Vamos jovencita! ¡Siéntate a mi lado! - demandó golpeando con la palma de su mano el sofá.
- ¿Acaso puedo hacerlo? ¿Soy lo bastante buena? - inquirió ella con dulce voz.
- ¡Y tanto que puedes! ¡Eres lo suficientemente buena! ¡Aunque no tanto como yo! - respondió para después soltar una sonora carcajada.
- S-Será un honor entonces. - dijo Lucy con una falsa sonrisa la cual él no notó.
- ¿Y que hace tan bella dama en un lugar como este? - preguntó fijándose primero en sus piernas y de nuevo en sus pechos.
- Quería conocer nuevos lugares, nuevas personas, aunque jamás pensé encontrarlo a usted aquí.
- ¡Por supuesto que no! ¡No suelo tener mucho tiempo para este tipo de cosas!
- Mentira. - pensó Natsu.
- ¿Entonces debo de sentirme afortunada de haberlo visto?
- ¡Por supuesto que sí! - contestó con una gran risa. - Aunque... no se si sentirme yo el afortunado...
No hacía falta decir lo que el duque estaba observando para mencionar aquellas palabras.
Tuvo que apretar los puños con fuerza para no ir e incendiarle el trasero por ser tan... asqueroso...
- Debe ser un tipo bastante ocupado, ¿verdad? - preguntó ella
- ¡Lo soy!
- Engreído...
- ¿Y puedo saber en qué tipo de cosas gasta su tiempo, si no es mucha molestia?
- ¡Claro que no! ¡No puedes saberlo! ¡Que descarada!
Mierda. Quizás había sido muy directa...
La vio buscar algo con la mirada hasta finalmente encontrarlo.
¿Eh? ¿A él? Así era. Le estaba observando a él.
La vio suspirar y seguidamente sonreír. Allí estaba de nuevo.
- Lamento mi osadía, señor Duque... - habló ella girando su cuerpo más hacía el sujeto, pero sin quitar la vista de Natsu. - No suelo tratar con gente tan... poderosa... Por lo que me he dejado llevar. ¿Podría perdonarme?
- ¡Quizás no debería hacerlo! - contestó él. - Pero... si llegásemos a un acuerdo... - la mano rasposa del hombre se posó deliberadamente en la desnuda rodilla de la joven.
La estaba tocando... ¡Ese maldito la estaba tocando!
Como si hubiera leído sus pensamientos, Lucy le dedicó una sonrisa tranquilizadora, y él no pudo hacer más que aguantarse. Debía confiar en ella...
- ¿Qué clase de acuerdo, señor?
- ¿Eres tan tonta que no sabes de lo que te estoy hablando? - preguntó alzando la mirada. - Ah, que eres rubia... Supongo que lo dejaré pasar por esta vez...
Una vena palpitante salió de ambos magos.
- ¡Lo mato! - pensaba él, y probablemente ella también.
- D-Discúlpeme...
- Da gracias a que estás buena. - respondió él fijando de nuevo su mirada en sus pechos. - Sino serías castigada.
- ¿Quizás... sí que merezca... un castigo?
- ¿Lucy?
¿A que demonios venía eso?
Una vez más los ojos de la castaña se posaron sobre los suyos.
- ¿Quieres castigarme...? - pronunció ella lentamente.
El duque no notó el cambió repentino de tuteo de la chica, pero él sí que lo hizo.
No le estaba hablando al duque, no le estaba seduciendo al duque, ninguna palabra iba dirigida a ese asqueroso ser. No. ¿Entonces... para quien iban? Por supuesto que para él. No era tan tonto como para no darse cuenta. Lo observaba a él, a nadie más que a él.
- ¿Lo harás...? - continuó ella.
- ¡No suelo ser duro con las chicas... a no ser que hablemos de otra cosa! - contestó el duque con picardía. - ¿Qué es lo que quieres preciosa...?
- ¿Qué es lo que quieres tú...? - preguntó con cierta indirecta.
Natsu tragó fuertemente.
- Maldita sea, Lucy... - pensó él.
Esa chica estaba jugando con fuego en el momento y lugar equivocado...
Estaba más que claro lo que quería.
- Yo...
- Dime... ¿Qué es... lo que deseas...? - demandó ella.
- A ti, joder... - susurró Natsu para sí mismo.
- ¡Puedo tener todo lo que desee, pero no me importará soñar un poco más allá! - contestó el duque tomando la mano de la chica. - Vamos.
- ¿A dónde?
- A tener más intimidad. ¿No es lo que querías? Vistiendo de esta manera estaba más que claro que era esto lo que buscabas. - respondió observando su vestido.
Sus puños se incendiaron ¿Le acababa de llamar fresca? ¿Pervertida? ¿Buscona? ¿Quizás... p...? Puede ser, pero ella no hizo caso alguno. Tan siquiera reaccionó. Solo estaba viéndolo a él. ¿Por qué...?
- Sí... - la oyó decir. - Es lo que quiero... Tener... más intimidad contigo...
El fuego en sus manos se apagó, y de sus mejillas apareció un pequeño rubor. La vio reírse por lo bajo.
- Eso pensaba. Vamos.
Y estirando de su mano con rapidez, el duque y Lucy desaparecieron tras el umbral del pasillo que daba acceso a las habitaciones.
Era el momento. Iba a darle una buena paliza y seguidamente incendiarle.
Y así lo hizo. La misión terminó en éxito.
Y allí estaban los dos, semanas después, en la habitación de la susodicha.
El chico no sabía que más hacer. Si darse por vencido e irse, darse por vencido y mantenerse alejado, darse por vencido y beberse tres o cuatro botellas de alcohol imitando así a su compañera, darse por vencido y dejar que ella hiciera con él lo que quisiera, darse por vencido y seguirle el juego... No lo tenía claro, pero pensara lo que pensara en todas las opciones salía él perdiendo y ella ganando. No tenía suficientes fuerzas para lidiar con esa situación.
- Nee Natsu ~ - la voz de la chica, dos tonos más agudos de lo normal, le devolvió a la pesada realidad. - Juega un rato conmigo anda ~
En otras circunstancias Natsu hubiera aceptado esa propuesta con gusto, ya que no hubiera pensado que iba con segundas intenciones, como en ese caso, pero en esos momentos, habiendo tragado más de una docena de vasos rellenos de licor, y estando a horcajadas sobre el evitando así que pudiera escapar, no era muy recomendable responderle un:
- "Sí, claro. Vamos a jugar"
Estaría cavando su propia tumba.
- ¿Qué tal si dormimos? - contestó él echando la cabeza hacia atrás para abrir un poco más la distancia - Es muy tarde y tanto tu como yo necesitamos descansar.
- Sabes de sobra que no voy a hacerlo, Natsu. Y mucho menos después de conseguir atraparte ~ - Lucy volvió a acercar su rostro a él, y posando sus labios cerca de su oído, susurró - Ahora eres mío ~
El cuerpo del chico tembló. No supo si por miedo o por excitación. Tal vez por ambas. Oír a la chica pronunciar aquello terminó de quebrarle por completo los pensamientos.
- P-Puedo ser tuyo en cualquier otro momento Lucy, no ahora. - pronunció mientras posaba su mano sobre la delgada cintura de la rubia.
- ¿Acaso tu amiguito está roto? - preguntó con un deje de burla.
Igual al color de sus llamas, el rostro del peli-rosa enrojeció.
- ¡Mi amiguito está perfectamente!
Lucy soltó una pequeña carcajada mientras Natsu la fulminaba con la mirada.
- Entonces no veo el problema... - La sonrisa de la chica se esfumó brevemente, y mientras posaba sus brazos alrededor del cuello del chico pegando así sus cuerpos, soltó: - ¿O es que no te apetece?
Iba a contestar. No sabía exactamente el qué, pero iba a hacerlo. Iba a decirle que no se trataba de eso, pero sabía que eso solo indicaría que la respuesta era afirmativa, aunque realmente así era. ¡Claro que le apetecía! Por Mavis...
- Lucy... - pronunció su nombre como advertencia.
- ¿Sí, Natsu ~ ?
- Estás borracha. - le dijo.
- Y tu muy negativo, ¿no crees? - respondió hinchando sus mejillas, algo cansada. - Llevo esperando esto mucho tiempo, y se que te has dado cuenta. Así que si tu no das el paso, lo daré yo.
Como si hubiera leído los pensamientos de Lucy, el chico giró rápidamente la cabeza hacia un lado haciendo que los labios de la joven se posaran en su mejilla y no en sus labios como ella tenía previsto.
Lejos de enfadarse, la muchacha apegó aún más su cuerpo al de Natsu y repartió en ese lugar, y con lentitud algunos besos más.
- ¡¿Q-Qué estás haciendo?! - preguntó él en tensión. - ¡P-Para!
- ¡No quiero! - gritó ella sorprendiéndolo. - ¡¿Qué más tengo que hacer para que me beses?!
Vaya. Eso sí que había sido una indirecta bien directa.
- No estar borracha. - respondió él con total naturalidad.
- ¡Que no lo estoy!
- Se supone que los borrachos dicen la verdad... Qué raro...
Sin esperárselo, Lucy lo empujó de espaldas al suelo y lo acorraló con sus manos.
- ¡No he parado de decir la verdad en ningún momento! - contestó con lágrimas en los ojos a punto de desbordarse. - ¡Eres... Eres el único que me importa! ¡Eres a quien quiero! ¡Y yo... Yo quiero todo de ti! ¡Quiero que me beses, maldita sea!
El chico parpadeó con sorpresa.
- ¿Ah sí?
- ¡Idiota! - le gritó. - ¡Es más que obvio!
- Entonces...
De un rápido movimiento, Natsu agarró de las muñecas a su rubia compañera, y girando hacia un lado logró invertir los papeles. Fue su turno de estar sobre ella.
- ¿N-Natsu...?
- Entonces... ¿Me estás diciendo... que no te arrepentirás mañana de tus palabras? - preguntó.
- ¡No lo haré! - respondió con seguridad.
- ¿Qué si te beso ahora mismo no te enfadarás conmigo?
- Créeme, Natsu. - habló. - Me gustas tanto que estoy dispuesta a tener aquí y ahora... una muy buena noche... Ya me entiendes...
Y tanto que la entendía.
Sintió sus mejillas arder y seguidamente los labios de la chica posarse sobre los suyos.
Suspiró para sus adentros y cerrando los ojos se dejó hacer. Había perdido, contra ella. Aquella chica que pensó que jamás se atrevería a coquetear con alguien seriamente. Mucho menos con él. La que pensó que su vergüenza era más fuerte que su amor. Obviamente se equivocó, pero era mejor así. Le gustaba. Esa faceta coqueta y seductora que Lucy mostraba, le encantaba. Porque sabía que aunque tuviera que fingir hacerlo con alguien más, todo y cada uno de ellos iban dirigidos a él, y como bien le había dicho Gray en su día, debía confiar en ella. Y lo hacía.
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¿Qué os ha parecido?
¿Mejorable, quizás?
Comentadme cositas.
¡Y ya solo queda un solo capítulo! ¡El final!
¿Emocionados? ¿Ansiosos? ¡Yo sí!
Quiero que salga perfecto, así que no se cuanto tardaré en escribirlo, pero espero que para antes de mitad de Noviembre ya esté listo.
¡Un abrazo enorme y nos leemos!
¡Adiós! ¡Adiós!
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