Los personajes así como todo lo relacionado a Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.


Capítulo 2

En definitiva eso era lo que ella necesitaba: un pueblo tranquilo y alejado como lo era Ottery St. Catchpole. Además su nuevo trabajo le agradaba y el lugar que había conseguido para vivir era acogedor, pequeño; tal como a ella le gustaba.

Miró de nuevo a su alrededor a la pequeña sala de su nuevo hogar. Los muebles estaban algo desgastados, pero eran realmente cómodos. La pequeña cocina con una simple mesa cuadrada de cuatro comensales, la única habitación con baño propio. Todo era tan simple y eso a ella le gustaba.

Después de haber vivido toda su vida en la ciudad ese cambio le venía bien. Más después de todo lo que había pasado en los últimos dos años. Sacudió la cabeza, llevando los recuerdos lejos de su mente y de su corazón. Por instinto, y costumbre, miró la alianza en su dedo anular izquierdo.

—Hora de cenar, Hermione —se dijo, levantándose.

Quería acostarse ya, la mudanza y el viaje le habían dejado exhausta; así que sólo comería, se daría una rápida ducha y se iría a dormir para que al día siguiente tuviera las suficientes energías. Debía comenzar una campaña de vacunación en el pueblo y sabía que eso no sería nada fácil.

Era una buena mañana. Una de esas mañanas en las que el cielo estaba despejado y mostraba un lindo amanecer. Hermione Granger se levantó y fue a preparar café. Lo primero de su día era tomar café sin leche y con dos cucharadas de azúcar. Después irse a bañar, desayunar y leer un poco antes de irse al trabajo. O eso era cuando estaba en la ciudad. Pero ya no estaba más. Ahora estaba ahí y decidió que había que cambiar un poco la rutina.

Aún era demasiado temprano para ir al colegio del pueblo, por lo que decidió llevarse el café a su cama. Se acostó y tomó el primer libro que había desempacado, encontrando la página donde se había quedado la última vez que lo había leído: tres días atrás.

Finalmente, cuando faltaban poco más de cuarenta minutos para la hora acordada con la directora del colegio, decidió que era hora de darse una ducha y comenzar a prepararse. Eligió un cómodo y sencillo vestido que le llegaba a las rodillas, unas sandalias, y su bata de doctor, dejando su largo cabello castaño suelto.

El colegio del pueblo estaba a quince minutos, y Hermione disfrutó el trayecto observando con más atención los lugares del pueblo, decidiendo que cuando tuviera tiempo libre se daría la oportunidad de conocer mejor el pueblo. Pasó por el centro de salud, deteniéndose un poco, pero siguió de nuevo su camino. El colegio no era muy grande: alrededor de unas diez aulas construidas en filas de dos, esparcidas por el terreno. Un aula más el edificio que tenía el letrero de "Dirección"; otra pequeña construcción que rezaba "Enfermería"; y otras tres pequeñas construcciones que eran los baños de las niñas y los niños y la conserjería.

Se dirigió a la dirección dispuesta a comenzar su primer día como enfermera/doctora.

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Ron Weasley sonrió satisfecho con el rendimiento de aquel caballo negro que siempre le había gustado. Dio unas palmadas en los cuartos traseros del caballo y sujetó las cuerdas con fuerza mientras lo dirigía de nuevo al establo.

—Dale de beber y comer, Colín —ordenó Ron al empleado.

Colín Creevey asintió efusivamente y con una sonrisa en su rostro tomó las riendas que estaban sujetas al caballo y lo guió hasta los bebederos, mientras Ron anotaba varias cosas en un papel sujeto a una tabla.

—¿Richard ya envió su carta de confirmación, verdad? —preguntó el pelirrojo mientras se sentaba sobre un taburete y apoyaba la tabla en su muslo.

—Sí, señor —contestó Colín sin perder de vista al caballo —. Ha llegado esta mañana y la he dejado en su despacho.

—Bien. ¿Y la señora Hunter? —siguió preguntando Ron sin despegar la mirada de la tabla.

—Confirmadísimo —Colín se sacudió las palmas de las manos en los costados de sus pantalones vaqueros. Se rascó la cabeza, desacomodándose el cabello castaño —. Del que no ha llegado es de Ryan.

—Ryan no estará más con nosotros —explicó el pelirrojo, terminando de apuntar en la hoja. Se acomodó el sombrero, y cruzó los brazos dirigiendo su mirada a su empleado —. Colín, ¿qué fue lo que te pedí que hicieras antier?

—Eh... —el muchacho se rascó la cabeza, pensando —, muchas cosas. Alimentar a los caballos, revisar que los botes estuvieran en perfecto estado. Tras... —se calló abruptamente, sonrojándose al momento.

—¡Exacto! —gritó Ron, apuntándole con un dedo —Te pedí que trasladaras las pacas al establo cuatro, no al uno.

—Lo siento, señor. ¡Olvidé cuál era! —se excusó el chico —Y bueno, como casi siempre es al uno.

—Está bien, Colín —Ron se levantó y lo miró —. Pero que no vuelva a suceder. Ahora lleva ese equipo al dos. Iré a la casa y dejaré esto. Cuando el caballo termine lo regresas a su caballeriza.

—Sí, señor —asintió Colín y comenzó a hacer lo que Weasley le había ordenado.

Ron abandonó el establo número tres en dirección a la casa, pensando en todos el papeleo que tenía que organizar esos días. Agradecía enormemente tener a Colín como ayudante, aunque fuera despistado; si bien Ron siempre decía que lo despediría algún día, en el fondo sabía que no podría hacerlo. Colín era un muchacho de escasos veintidós años que llevaba trabajando con él desde que el muchacho tenía quince años, ayudándole los veranos. Y aunque le costara aceptarlo, Ron le tenía aprecio al muchacho.

Cuando llegó a su despacho, el teléfono estaba repiqueteando con insistencia. Ron pensó que tal vez era uno de sus clientes, pero dudo, ya que no estaba en horario de informes y reservaciones. Curioso, tomó el teléfono y respondió.

—Ron Weasley, ¿quién habla? —preguntó seriamente.

—¡Ron! ¡Gracias a Dios que contestas! —la voz de Ginny Potter se escuchó desde el otro lado de la línea. Ron tuvo que apartar el aparato un poco, ya que Ginny estaba hablando; corrección: gritando —Estoy atascada en el trabajo y Harry también, necesito que recojas a James del colegio. ¡Por favor!

—¡Ginny, primero deja de gritar! —se ofuscó Ron, resoplando —Me dejaras sordo, mujer. Y por James no te preocupes, yo paso por él. De todas formas tenía que ir al pueblo.

—¡Gracias, Ron! —la mujer sonó aliviada y bajó el volumen de su voz —Harry pasará por él más tarde.

—De acuerdo. nos vemos Ginny —Ron colgó y se dejó caer en el desgastado asiento de cuero que había pertenecido tiempo atrás a su abuelo. Observó la hora en el reloj que había en la pared del fondo —. Justo a tiempo —murmuró mientras se levantaba de nuevo.

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Hermione rebuscó una y otra vez en el armario en busca de agua oxigenada, algodón y las curitas. Se había pasado casi toda la mañana ordenando los archivos y expedientes de la enfermería. Pero no se había percatado, hasta ese momento, que el armario estaba igual en desorden. Apartó cajas vacías, pastillas en botecitos que no tenían etiqueta, hasta que finalmente encontró lo que necesitaba. Se irguió, tomando los objetos.

—...estás.

Alcanzó a escuchar la última palabra de una oración. Hermione frunció el ceño, preguntándose a quien le pertenecería esa ronca y profunda voz. Salió de la pequeña oficina que había en la enfermería y se dirigió hacia la parte delantera, donde estaban dos camillas.

—Sí. No vayas a decirle a mamá, tío...

Hermione escuchó la voz del pequeño que la había estado esperando. La castaña entró al área y distinguió a un hombre alto, fuerte y de cabello pelirrojo que le sobresalía por debajo del sombrero.

—Disculpe, ¿se le ofrece algo? —preguntó, curiosa por saber quién era.

El hombre se giró y la observó fijamente. Hermione se sobresaltó un poco ante la profunda mirada que le dio aquel hombre. Sus ojos eran de un azul sorprendente, y resaltaban más por la camisa azul claro de cuadros que traía puesta, junto a los vaqueros desgastados y botas.

—Vine por mi sobrino, James —respondió Ron examinando a la mujer que tenía en frente.

—Así que James es su sobrino —Hermione dejó lo que traía sobre una charolita y miró de nuevo al hombre —. Soy Hermione Granger, la nueva enfermera y doctora...

—Sí, sí —le cortó Ron, con un gesto brusco de su mano —. Me han dicho que ha venido a hacerse cargo del centro. Ya hacía falta alguien que ayudara aquí...

Hermione alzó las cejas, sorprendida por la actitud del hombre pelirrojo.

—Sí, para eso vine —contestó de forma más seria y dura.

—Bien. ¿Podemos irnos ya, James? —preguntó Ron, girándose hacia su sobrino.

—Aún no he limpiado sus heridas —se anticipó a decir Hermione, abriendo el agua oxigenada y mojando un trozo de algodón con ella.

—Bien, ¿podría hacerlo ya, por favor? Tengo prisa.

Hermione enarcó sus cejas, sorprendiéndose de nuevo por escuchar un Por favor de parte de aquel hombre, que sin conocerlo ya comenzaba a molestarle.

—Sólo tardaré unos minutos —dijo, entre dientes —. Mientras, puede esperar sentado.

El pelirrojo bufó, pero en vez de sentarse, se recargó en el marco de la puerta, con un brazo recargado sobre el marco y con el otro en su costado; el pulgar derecho reposaba sobre la hebilla del cinturón. Se veía tan relajado pero miraba a James fijamente.

—¿Y ahora qué fue, James? —le preguntó, desviando un segundo la vista hacia Hermione.

—Me subí a un árbol para rescatar una pelota —respondió el niño, haciendo un gesto de dolor al sentir un poco de presión en los rasguños que se había hecho en los brazos y rodillas.

—¿Otra vez? —Ron rió —Tu madre va a regañarte. Ya lo creo.

—No si no se entera —dijo James persuasivamente.

—Aunque yo no le diga nada, solo basta mirarte los brazos —señaló Ron con un movimiento de cabeza.

—Ya está, James —dijo Hermione, sonriéndole al niño —. Y trata de ya no trepar árboles...

—Eso está difícil —murmuró Ron —. James se la vive ahí... o en cualquier parte donde pueda rasparse o hacerse rasguños.

—Si eso es así, creo que te tendré seguido aquí James —Hermione volvió a sonreír al pequeño y dirigió su mirada a Ron —. Ya puede llevárselo.

—Gracias. Vamos James.

el pequeño se bajó de un salto de la camilla.

—Gracias, doctora Granger.

—De nada James.

El pequeño sonrió y pasó junto a su tío, saliendo de la enfermería.

—Creí que tenía prisa —murmuró Hermione al ver que el hombre seguía de pie en la puerta.

—Sí, así es —afirmó Ron —. Que tenga un buen día.

—Lo mismo digo, señor...

—Weasley —completó Ron. Se acercó a la castaña y le tendió la mano —. Ronald Weasley.

Hermione estiró la mano y estrechó la del pelirrojo. Notó la piel áspera y firme de la mano del pelirrojo, e inconscientemente una especie de corriente eléctrica le recorrió de la mano hasta el brazo y de ahí por todo el cuerpo. Apartó la mano enseguida y miró al hombre.

—Con su permiso —Ron dio un asentimiento de cabeza. Dio media vuelta y salió ante la mirada de Hermione.

Ella lo observó salir, entornando los ojos. Ronald Weasley, pensó en su mente.

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—Fuiste un poco grosero con la doctora Granger, tío Ronald —le reclamó James, sentado en el asiento copiloto de la camioneta de Ron.

—No lo fui —rebatió el pelirrojo sin apartar la mirada del camino.

—Lo fuiste —acusó James, de nuevo —. Deberías de pedirle una disculpa.

—¿Ahora tú me das clases de moral a mí? —preguntó Ron, sonriendo irónicamente.

—¿Moral?

—Olvídalo, James —murmuró Ron, sacudiendo la cabeza —. Está bien, cuando vuelva a ver a la doctora Granger le pediré disculpas, ¿contento?

—Sí.

James no dijo nada más y comenzó a jugar con una resortera que sacó del bolsillo de sus pantalones. Ron lo miró de reojo, confundido.

Pedir disculpas, pensó, resoplando interiormente. Bien. Debía aceptar que tal vez sí había sido grosero con aquella mujer. Y no podía explicarse ni él mismo el porqué, si aquella mujer se había portado amable.

O tal vez le irritara eso. Que fuera amable. Y bonita. Porque sí lo había notado. Hermione Granger era una mujer bonita. Demasiado. Y esas eran las mujeres que él evitaba, especialmente. Porque las mujeres bonitas —en su opinión y experiencia— siempre traían problemas, lo quisieran o no. Y era agradable. Otra cosa más a su favor.

Pero a Ron le molestaba, le irritaba.

Y también debía ser inteligente. Algo que podría ser peligroso.

Más sin embargo la apariencia de Hermione Granger era la de una mujer menuda, de esas que necesitaban ser protegidas por un hombre. Pero estaba claro que su carácter era otro.

Ron sacudió la cabeza. Ni siquiera sabía por qué estaba pensando todo aquello. Tenía cosas más importantes por las que preocuparse en ese momento; por decir, organizar los grupos para las actividades de ese verano, esperar que un entrenador de equitación apareciera de la nada.

Esas eran cosas importantes.

Y eso era en lo que debía estar su mente. No en el rostro ni en la dulce voz de Hermione Granger.

Porque él no se metía con mujeres. Mucho menos bonitas e inteligentes.


¡Hola!

Quiero agradecer a fatty73 y a Iluminaria por sus reviews, ¡gracias!

Espero les haya gustado este segundo capítulo, tardé en subirlo porque tuve problemas con mi computadora, pero ya está bien.

Gracias por los favoritos y follows.

Nos leemos.

Lunita.