Los nombres de los personajes, así como todo lo relacionado con Harry Potter, pertenecen a J. K. Rowling.
Capítulo 3
Ronald Weasley observó a su sobrino comer rápidamente. Si su hermana Ginny estuviera viéndolo en ese momento, seguramente James se habría llevado un buen regaño. Pero a él realmente no le importaba la forma de comer de su sobrino, siempre y cuando no se ahogara.
—Así que te las arreglaste para conocer a la nueva enfermera en su primer día —dijo Ron alzando las cejas, que se escondieron detrás de los mechones pelirrojos que cubrían la frente del hombre.
—Fi —dijo James con la boca llena. Hizo una pausa, para tragarse la comida, antes de seguir hablando —. Pero no fue mi intención conocerla. ¡En serio! —añadió al ver el escepticismo en el rostro de su tío —. La culpa la tuvo el tonto de Michael.
—¿Y por qué "el tonto de Michael" tuvo la culpa? —cuestionó Ron, divertido ante el gesto molesto del niño.
—Porque fue él quien lanzó la pelota al árbol —respondió James antes de echarse un buen puñado de comida a la boca —. Y yo tuve que rescatarla —agregó un minuto más tarde —. Ya te lo había dicho en la enfermería.
Ron se quedó callado. Recordó el episodio en la enfermería del colegio y algo se removió dentro de él.
—¿Puedo ir a montar un rato? —preguntó James sacando a Ron de sus pensamientos.
—No —negó el pelirrojo, inmediatamente —. A tu madre no le gusta que montes cuando ella no está, así que no puedes.
—¡Pero tío…! —comenzó a protestar el niño.
—Pero nada, James —Ron recogió el plato y el vaso que el niño había usado y lo llevó al fregadero —. Sí te dejo, Ginny me matará. Y realmente no quiero morir en estos momentos.
—Bueno —aceptó James, con desgano —. ¿Pero puedo ir a verlos?
—De acuerdo —accedió Ron. Se acercó al niño y le revolvió el cabello azabache —. Pero que Colín esté contigo.
—¡Sí! —James salió corriendo y dejó solo al hombre pelirrojo.
Ron se quedó de pie en medio de la cocina. Sacudiendo la cabeza, cogió una manzana y salió de ahí en dirección a su despacho. Estaba cruzando la enorme estancia cuando el teléfono comenzó a repiquetear. El pelirrojo se detuvo y se acercó a la mesita donde descansaba el aparato.
—Ron Weasley, ¿quién habla? —preguntó, mecánicamente.
—Ron, soy Harry —respondió una segunda voz —. Ginny me ha avisado que James está contigo, pero no puedo ir por él. ¿Podrías traerlo aquí a la estación?
—Sí, está bien —accedió Ron —. De todas formas tengo que ir de nuevo al pueblo.
—Gracias, hermano —Harry suspiró, aliviado —. Si no me ves, preguntas por Dean.
—Sí —dijo Ron. Y tras despedirse de Harry, colgó.
Salió de la casa, en busca de James y Colín. Los dos estaban en el establo; James sentado en un banco mientras Colín cepillaba el pelaje del caballo.
—James, vamos —dijo Ron, apenas entró.
—¿A dónde? —preguntó James, apartando la vista del negro equino y mirando a su tío.
—A la estación —respondió Ron. Miró a Colín —. Estaré ausente poco más de una hora, por favor encárgate de que todo marche bien.
—¡Sí, señor! —asintió el muchacho, sin dejar de cepillar al caballo.
—Bien. Vamos, James —ordenó Ron y salió del establo.
Escuchó a James despedirse de Colín y luego, corriendo, lo alcanzó.
—Creí que papá vendría por mí —comentó el pequeño, jadeando.
—No puede. Me pidió que te llevara a la estación —Ron aminoró su paso, al darse cuenta de que caminaba muy rápido —. Así aprovecho para ir a cortarme el cabello.
—¿Por qué vas a cortarte el cabello? —preguntó James, curioso —Así te pareces al tío Charlie.
—Por eso mismo —dijo Ron, haciendo una mueca de irritación —. Ve por tu mochila. Te esperaré en la camioneta.
—Sí, tío —asintió James.
Ronald vio como James echaba a correr hacia la casa y él se dirigió a su camioneta, que como de costumbre estaba estacionada frente a la gran edificación. Se dejó caer sobre el asiento del conductor y azotó la puerta. La mención del parecido con su hermano Charlie lo había irritado; el exitoso y buen veterinario Charles Weasley.
Apretó la mandíbula y sacó un cigarrillo de la guantera. Normalmente sólo fumaba cuando sentía que iba a tensarse. Le dio tres caladas y luego lo apagó. Odiaba el sabor. Más sin embargo fumaba. Apartó el poco humo que se había formado sacudiendo sus ásperas manos de un lado a otro.
James estaba saliendo justo en ese momento. El niño corrió con la mochila colgada de un hombro y se subió a la camioneta.
—Ya, tío —dijo, al tiempo que se abrochaba el cinturón de seguridad.
—Andando —dijo Ron y encendió el motor de la camioneta.
El trayecto fue muy rápido. Cuando llegaron a la estación Dean Thomas, uno de los pocos policías que había en el pueblo, estaba afuera tomando un café en un termo.
—¡Hola, Thomas! —saludó Ron, bajándose de la camioneta.
—¿Qué tal, Weasley? —el hombre, de tez oscura, inclinó la cabeza a modo de saludo —¡Hey, James!
—¿Mi papá está dentro? —preguntó el niño, rápidamente, tratando de ver al interior del lugar.
—En su oficina, pero está ocupado. Sin embargo —Dean sonrió —, dijo que lo esperaras afuera cuando llegarás.
—Gracias, Dean —el niño entró rápidamente a la estación en busca de su padre.
—Nos vemos, Thomas —Ron se despidió y luego volvió a subirse a su camioneta.
Avanzaba lentamente mientras veía a niños corriendo de un lado para otro, a señoras cuchicheando en las esquinas y a hombres que iban de un lado a otro, tal vez de regreso a sus casas. Ron trató de recordar donde quedaba la única peluquería del lugar cuando unos metros más allá de donde iba su mirada captó el anuncio de "Centro médico". La voz de James resonó en su mente, recordándole que debía disculparse con la doctora Granger. Miró su reloj. No sabía a qué hora cerrarían en los dos lugares; además había gente saliendo del centro…
Se estacionó y se quedó pensando a qué lugar iría en primer lugar.
.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.
Hermione Granger suspiró y se sentó en la silla que había detrás del escritorio. Había sido un día largo y laborioso. El centro médico también estaba sucio y desordenado. Según le habían dicho, sólo iban de vez en cuando a limpiarlo y a asegurarse de que todo estuviera en orden, pero parecía que la última revisión había sido hace siglos.
Los medicamentos también habían sobrepasado (y por mucho) la fecha de caducidad. Lo único que aún servía era el recetario (el cual estaba intacto), los instrumentos y unas que otras pastillas. Y, por supuesto, las nuevas dosis que había pedido con anticipación para la campaña de vacunación. Ya habían ido varios habitantes a ponerse la vacuna, pero aún quedaban muchos.
Un ruido la distrajo de sus pensamientos. Alzó la cabeza y miró a través del enorme ventanal que separaba la oficina de la pequeña salita de espera. No evitó sorprenderse al ver entrando a un hombre pelirrojo al que no tardó en distinguir.
Ron atravesó la pequeña salita, abrió la puerta y entró en la oficina.
—Buenas tardes —saludó, con indiferencia.
—Señor Weasley, es una sorpresa verlo por aquí —dijo Hermione y volvió la vista al documento que estaba revisando.
—Yo también me sorprendo de estar aquí —dijo Ron. Cogió una de las dos sillas que había frente al escritorio y se sentó a horcajadas en ella.
—¿A qué debo su visita? —preguntó la mujer, sin apartar la vista.
El pelirrojo se quedó callado un momento. Se quitó el sombrero, revelando su aún largo cabello; se rascó la mejilla y centró su azul mirada en Hermione.
—A disculparme con usted —contestó, segundos después.
Hermione Granger alzó la vista rápidamente, sus ojos reflejando incredulidad y confusión al mismo tiempo.
—¿Disculparse por qué? —preguntó, devolviéndole la mirada al hombre.
—Bueno, mi sobrino James cree que he sido grosero con usted hace unas horas, cuando fui por el a la enfermería del colegio, entonces él…
—¿Vino a disculparse conmigo porque su sobrino se lo dijo? —le interrumpió Hermione.
Ron frunció el ceño. No estaba acostumbrado a que las personas lo interrumpieran, mucho menos una mujer. Cruzó los brazos sobre el respaldo de la silla y miró fijamente a la castaña.
—En parte sí —farfulló, un poco molesto —. Pero soy un caballero, y reconozco que no actúe de la mejor manera. Así que por eso he venido a pedirle una disculpa —terminó Ron con una rara mueca.
Hermione lo examinó fijamente y se levantó.
—Disculpa aceptada. Ahora sígame —ordenó, mientras se acercaba a un aparador y comenzaba a sacar varias cosas que Ron no lograba ver.
—¿A dónde y por qué? —cuestionó Ron, sin moverse.
—No voy a hacerle nada malo, señor Weasley —dijo Hermione —Siéntese ahí —señaló la camilla que había detrás del escritorio.
—¿Y qué si no quiero? —replicó Ron, de mal talante.
—Bueno, si prefiere quedarse ahí —Hermione se giró y Ron pudo observar que había sacado una aguja, una ampolleta con un líquido blanco, un pedazo de algodón y alcohol.
—¿Qué va a hacer? —preguntó Ron, nervioso de repente.
—Vacunarlo —respondió Hermione, con simpleza.
—Usted no va a vacunarme —determinó Ron, tratando de pararse, pero Hermione lo empujó de nuevo en la silla.
—Lo haré. Y ahora no se mueva —dijo.
Levantó la manga del brazo derecho de Ron hasta el hombro y limpió el área donde iba a poner la inyección.
—No necesito ser vacunado —dijo Ron, tratando de zafarse.
—Sí lo necesita —dijo Hermione mientras probaba la aguja (de la punta salió un poco del líquido y Hermione sonrió satisfecha) —. Y no se mueva.
—Pero…
—No se mueva.
—¡No me estoy moviendo!
—Entonces no hable —dijo Hermione. Se acercó a Ron y apretó el brazo del hombre, notando los músculos tensarse —. Y relájese.
—No me dé órdenes —le recriminó Ron, sin embargo aflojó los músculos. Segundos después sintió un pinchazo en el hombro. Ron se preguntó si Hermione le había encajado la aguja un poco más brusco de lo que debería de haber sido, o sí sólo había sido su imaginación.
—Listo —dijo Hermione presionando otro pedazo de algodón en el sitio donde había entrado la aguja —. Deténgalo ahí unos minutos, luego puede retirarlo.
—Sí, gracias —dijo Ron a regañadientes. Se levantó y se puso su sombrero —. Ya que me ha inyectado en contra de mi voluntad y me he disculpado, no tengo nada que hacer aquí.
—Que disfrute de su tarde, señor Weasley —dijo Hermione, pero realmente no parecía decirlo con sinceridad.
—Lo mismo digo, doctora —Ron le regaló una forzada sonrisa y salió de la oficina.
"¡Bruja!", gritó en su mente.
Mientras tanto Hermione sonreía con satisfacción al ver marcharse a aquel hombre tan irritante y tosco. El pelirrojo miró sobre su hombro antes de salir. Sus miradas se encontraron un momento y después ambos rompieron esa conexión.
"Ronald-testarudo-irritable-Weasley", pensó la castaña, antes de seguir con lo suyo.
¡Hola!
Y he aquí el tercer capítulo de esta historia. ¡Vaya! Ese encuentro entre nuestro pelirrojo favorito y nuestra castaña... espero les haya gustado.
Poco a poco estos dos irán conectando más.
Quiero agradecer a fatty73 y a angy por sus reviews en el capítulo pasado, ¡muchas gracias!
Bueno, nos leeremos en el siguiente capítulo.
¡Saludos!
LunitaEmo-Granger. :)
