Los nombres de los personajes, así como todo lo relacionado con Harry Potter, pertenecen a J. K. Rowling.


Capítulo 4

Hermione sonrió alegremente mientras observaba a los niños correr por el colorido campo. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de una actividad al aire libre, y aunque no fuera ella quién la estuviera realizando, era agradable ver como los niños corrían emocionados ante el comienzo del gran verano.

Encontró un lugar en una de las gradas y se sentó, sin apartar la vista de lo que se suponía era un juego de críquet.

—¡Hola!

Hermione giró el rostro ante el saludo dirigido a ella. Sonrió al distinguir a una mujer de cabellos pelirrojos que sonreía mientras tomaba lugar a su lado; junto a ella, un hombre de cabellos negros y ojos verdes escondidos detrás de unas gafas, le sonrió también.

—Hola, señores Potter —los saludó.

Los había visto en varias ocasiones las últimas dos semanas, pues su hijo James llegaba cada tanto a la enfermería con nuevas heridas y Hermione, de alguna manera, se había acostumbrado a verlos a los tres.

—¡Oh, por favor! Puedes llamarme Ginny —le dijo la mujer, sonriéndole afectivamente —. Eso de hablarnos de usted es raro para mí.

—Y para mí también —añadió el hombre, mirándola de reojo, luego mirando al campo.

—Bueno, de acuerdo, Ginny y Harry —accedió Hermione, riendo ante la expresión de gusto de la mencionada.

—Mucho mejor —sonrió Ginny, contenta —. ¿Cómo van las cosas en el centro médico?

—Van bien, recién terminó la campaña de vacunación y he atendido algunos que otros casos, pero nada grave —respondió Hermione, animadamente —. Es realmente tranquilo aquí, comparado con el hospital en la ciudad.

—¡Aquí están! —bramó una potente voz.

Hermione miró más allá de Harry, para ver a Ronald Weasley llegar. No lo había visto desde la ocasión en la que él había ido a disculparse, y ahora podía notar que lo único que había cambiado en él era su cabello, que estaba mucho más corto que la última vez que lo vio.

—Te has tardado tanto —le reprochó Ginny, mirándolo.

—Bueno, tú no tienes clientes que atender, ni un negocio que manejar —replicó Ron, pasándole un vaso de plástico con refresco —. Además, todavía ni comienza el… —se interrumpió al ver quien estaba sentada al lado de su hermana.

—¡Oh! Ron, ella es Hermione Granger, la doctora del pueblo —presentó Ginny, sonriendo —Y él, Hermione, es Ronald Weasley, mi hermano.

—Ya he tenido el placer de conocerla —murmuró Ron, lentamente —. Buenas tardes, doctora.

—Buenas tardes, señor Weasley —respondió Hermione, educadamente.

—¿Y dónde se han conocido? —preguntó Ginny, interesada.

—Bueno, cuando recogí a James en la escuela nos conocimos —respondió Ron, sin importancia. Su mirada se había centrado en el campo de juego.

—Espera, ¿fue cuando se arañó los brazos? —recordó Harry, no muy seguro.

—Sí, creo que fue aquella vez —asintió Ron, bebiendo del refresco que había traído para él.

—Interesante… —murmuró Ginny en voz baja.

—¡Eh, ahí está James! —gritó Harry y todos desviaron su atención al campo, donde los niños ya se habían dividido en equipos para comenzar a jugar.

Por unos minutos Hermione estuvo atenta al juego, pero después se levantó y bajó de las gradas. Se dirigió al pequeño puesto que había unos metros más allá de las gradas e hizo fila para comprar un poco de agua. Al parecer su intento por interesarse en los deportes no estaba funcionando del todo.

Nunca le habían interesado, ni siquiera cuando salió con aquél jugador famoso de fútbol. Y, tiempo atrás, cuando recién comenzó a salir con McLaggen, su desinterés al deporte seguía siendo nulo.

—Gracias —dijo a la vendedora que la había atendido.

Se dio vuelta rápidamente solo para sentir un impacto y algo frío extendiéndose sobre su pecho.

—Pero, ¿qué…? —comenzó a decir, mirando hacia sí misma, observando la mancha oscura que se extendía sobre su blusa.

—¡Oh, no! ¿Otra vez usted? —se quejó alguien frente a ella.

Hermione alzó la vista encontrándose con nada más y nada menos que Ronald Weasley, quien también había sido salpicado por el agua y su propio refresco.

—Lo mismo digo —farfulló Hermione, apretando los dientes.

—¿Podría disculparse, no cree?

—Usted también, ¿sabe? —regresó Hermione, devolviéndole la fulminante mirada al hombre pelirrojo.

—Bueno, pues yo no s… —las palabras del hombre pelirrojo murieron ante un grito en las gradas, procedido de un centenar de pasos y más gritos.

Los dos miraron hacia el campo, donde ya la mitad de los espectadores se habían reunido.

—¿Qué ha sucedido? —preguntó la vendedora, dejando un vaso de refresco a medio llenar.

Nadie respondió, pero todos se apresuraron a ir hacia donde el corro de gente estaba. Hermione les siguió, olvidándose del asunto con Ron, quien también la siguió, después de haber echado una mirada hacia las gradas y no ver a su hermana ni a su cuñado en ellas.

—… ¿están bien? —escucharon varias veces, mientras atravesaban la multitud.

—Debería de revisarlos la doctora —murmuró alguien delante de Hermione.

—Aquí estoy, ¿qué pasa? —preguntó, tratando de seguir pasando.

Al escucharla, las personas se apartaron para dejarla pasar; entonces Hermione pudo observar que dos niños estaban tendidos sobre el césped, uno con sangre comenzando a brotar de la nariz y otro con sangre en la coronilla.

—Tenemos que llevarle al centro médico rápidamente —dijo, después de haberlos examinados con premura —. Él necesitará puntadas —indicó, señalando al niño con la herida en la coronilla —. Y necesitamos parar esa hemorragia —añadió, apuntando al otro niño.

Al instante, la gente se apresuró a moverse, para dar espacio a que pasaran. Hermione iba a la cabeza, mirando de vez en cuando hacia atrás. Fue entonces cuando se dio cuenta de que Ron cargaba al niño más pequeño, y que ese niño era James. Se guardó su sorpresa para después y siguió avanzando.

—Por aquí —indicó Ron, al salir del campo, guiando a Hermione a través de una serie de camionetas, hasta detenerse en una vieja Ranger verde —. Vamos, suba, la puerta está sin seguro.

Hermione no dijo nada. Abrió la puerta y se subió rápidamente. Ron le pasó a James y ella lo sostuvo; por el espejo retrovisor vio a Harry y Ginny subirse a una patrulla, y a, supuso ella, los padres del otro niño subiendo a otra camioneta todo terreno.

—James, James, James —murmuró Ron, encendiendo el motor de la camioneta y acelerando con velocidad —. ¿Qué pasó ahí?

—Le pegué en la nariz —respondió el niño, haciendo una mueca de dolor.

—¿Tiene un pañuelo o algo? —preguntó Hermione, mirando la herida de James.

—En la guantera —señaló Ron, virando con un poco de brusquedad por una esquina —. ¿Y por qué le has pegado? ¿Y cómo fue que te abrió la cabeza?

—¡Auch! ¡Duele! —se quejó James cuando Hermione le apretó el pañuelo sobre la herida, para evitar que siguiera sangrando.

—Lo siento —se disculpó Hermione, con una sonrisa amable.

—Es que comenzó a insultarme, tío. ¡Y a ti también! Te dijo viejo gruñón —contó James, sin dejar de hacer muecas de dolor.

—¡¿Viejo gruñón yo?! —se escandalizó el hombre, bufando —¡Já! Gruñón su…

—¡Señor Weasley! —interrumpió Hermione —Evite decir groserías frente a su sobrino y frente a mí.

—Para que lo sepa, doctora, no iba a decir groserías —masculló Ron, de mala gana, mientras detenía la camioneta frente al centro médico —. Y ahora, ya que estamos aquí, atienda a mi sobrino.

—Ese es mi trabajo —regresó Hermione, bajándose ella primero y luego a James.

Se apresuró a abrir las puertas, mientras miraba a James. Justo cuando pudo entrar, llegaron Harry y Ginny, y luego los padres del otro niño herido.

Rápidamente se puso a trabajar, sacando lo necesario de los estantes, yendo de un lado para otro, atendiendo a los dos niños.

—James, esto va a dolerte —le advirtió Hermione, ante la mirada aterrorizada del niño, mientras preparaba todo para cocerle la herida —. Pero lo haré lo más rápido posible, lo prometo.

El pequeño asintió y cerró los ojos con fuerza, mientras aferraba la mano a la de su madre. James no pudo evitar llorar y gritar durante el proceso. Al final, sollozaba y temblaba un poco, pero estaba agradecido de que la herida ya no doliera tanto como antes. Hermione le cubrió la herida con una gasa y limpió un par de rasguños que había en sus mejillas y les puso una tirita.

—Ya está, James —le dijo, sonriéndole animadamente —. ¿Puedes salir un momento? Tengo que darles instrucciones a tus padres para cuidar esa herida.

James sólo asintió y salió, limpiándose los ojos. En la pequeña salita de espera estaban Ron, el otro niño lastimado, los padres de éste y el entrenador del equipo, que los miraba seriamente a ambos. James tomó asiento junto a su tío y se quedó en silencio, mirando hacia el suelo.

Minutos después, Harry y Ginny salían, agarrados de la mano. El entrenador se levantó y los miró a ambos, después a los otros padres.

—Creo que es necesario hablar con ustedes sobre lo sucedido —dijo, con su voz firme.

—Sí, está bien —murmuró Harry, al ver que nadie hablaba.

—Doctora Granger, ¿me permite su oficina un momento? —preguntó el entrenador, mirando por detrás de los Potter.

—Sí, claro, adelante entrenador Johnson —asintió Hermione, apartando.

—Señores Potter, señores Fellon —el entrenador Johnson hizo un además con su mano, indicándoles que avanzaran, después él entró.

—¿Tío Ron? —llamó James en voz baja. El mencionado giró su cabeza hacia él y alzó las cejas en gesto interrogativo —¿Van a castigarme mis padres, verdad?

Ron se quitó su sobrero, se revolvió el cabello y suspiró.

—No sé, James; tal vez sí, tal vez no —respondió, al fin.

James asintió y volvió a quedarse en silencio. Hermione había observado aquel intercambio de palabras entre el niño y el hombre; Ron Weasley se comportaba muy diferente con el niño, pero aun así le desagradaba a ella.

Un cuarto de hora después, el entrenador salió de la oficina, dirigió un gesto de despedida y salió del centro médico. Los Fellon le siguieron poco después.

—Vamos, Richard —ordenó el señor Fellon a su hijo.

Y los tres salieron del lugar.

—Los llevaré a casa —anunció Harry, saliendo después de Ginny —. Tengo que volver a la estación.

—Sí, papá —murmuró James en voz baja. Se levantó y se acercó a su madre. Miró a Hermione y le dirigió una tímida sonrisa —. Gracias por curarme, doctora Granger.

—De nada, James —le sonrió ella, de vuelta —. Ya nos veremos para revisar esa herida; pero mientras, aléjate de los problemas.

—Creo que eso es imposible —comentó Ginny, acariciando los cabellos de su hijo —. Pero James ya tendrá una conversación con nosotros. Hasta luego, Hermione. Ron —la mujer pelirroja se giró hacia su hermano —. Pasaré mañana por la Madriguera.

—Sí, te estaré esperando —Ron le sonrió a su hermana y a su sobrino.

—Bueno, adiós —se despidió Harry y salieron de ahí, dejando solos a Ron y a Hermione.

Ellos se miraron fijamente, antes de que Hermione se cruzara de brazos y adoptara una pose pensativa.

—¿Sabe qué, señor Weasley? —preguntó, meditando —Creo que después de todo, Richard Fellon tenía razón.

—¿Qué quiere decir, señorita Granger? —regresó él, frunciendo el entrecejo y también cruzándose de brazos.

—Que usted sí es un viejo gruñón. Y sigue siendo maleducado —añadió, antes de caminar rápidamente a su pequeña oficina y encerrarse, dejando a Ron con la boca abierta y con la réplica en la garganta.

Soltó una maldición entre dientes y se colocó su sombrero bruscamente.

—¡Y usted —gritó, enojado —es una persona irritante!

La puerta de la oficina se abrió y Hermione se asomó por ella, dirigiendo una mirada fulminante al pelirrojo.

—¡Usted es un testarudo amargado! —atacó Hermione.

—¡Lo mismo podría decir de usted! —dijo Ron, dispuesto a no dejarse vencer por aquella mujer.

—¡Pues usted es un idiota! —farfulló ella, dando un paso más hacia el pelirrojo —¡Y me ha echado a perder una blusa!

—¡Y usted una camisa! —repuso Ron, señalando su pecho —Además, eso se quita lavándola.

—Lo mismo digo de su camisa —murmuró Hermione, volviendo a cruzarse de brazos. Realmente ese pelirrojo la exasperaba de una manera en la que nadie lo había hecho.

—¿Ah, sí? ¡Pues bien! —bramó Ron, comenzando a desabrocharse la camisa de cuadros, que era de un color verde claro —Cuando la haya limpiado, me la devuelve —le dijo, y la aventó a los pies de Hermione.

Bufó, y se dio la media vuelta, con sólo una camisa sin mangas casi trasparente, dejando a Hermione con la boca abierta por esa reacción.


¡Hola! otro capítulo más de esta historia. ¡Vaya! Al parecer Ron y Hermione siguen llevándose mal. Como sólo ellos jeje.

Pues espero les haya gustado este capítulo y lo hayan disfrutado.

Gracias a fatty73 y a INMARU por sus reviews del capítulo pasado. Y a quien agregó a Favoritos y Follows.

Nos leemos en el siguiente.

Besos.

Lunita.