Los personajes así como todo lo relacionado con Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.


Capítulo 5

Ron Weasley pisó el acelerador con fuerza, mientras maldecía mentalmente. ¿Qué había hecho?, se preguntó mientras salía del pueblo para dirigirse a La Madriguera.

—¡Hermione Granger! —gritó con enojo —Eres tan irritante —siguió diciendo, para después soltar otro par de palabrotas.

Ella lo sacaba de sus cabales. Ella lo irritaba con facilidad. ¡Lo volvía loco con su sola presencia! Y, ¡diablos!, como le molestaba aquello. Le molestaba de muchas maneras, y en grandes cantidades. Porque a pesar de todo lo que pudiera decir y pensar de ella, y de todo lo que siempre sucedía cuando se veían (sus ya peleas inevitables), a Ron le seguía pareciendo atractiva.

Muy, muy atractiva.

Y eso es lo que más le enfadaba.

Porque él no debería de verla atractiva.

No señor. No podía permitirse eso.

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Hermione suspiró, mientras caminaba por la plaza del pueblo. El sol resplandecía en el cielo, indicando un día más de aquél verano. Ya se estaba acostumbrando a ese pueblo y a la gente del lugar, sobre todo a los Potter.

Harry y Ginny siempre la saludaban cuando la veían, y ya la habían invitado a comer a su casa en más de una ocasión. Y el pequeño James no perdía oportunidad de aparecerse en el centro médico sólo para saludarla y por nuevas curitas para sus nuevos rasguños, al parecer el niño seguía sin salir de los problemas.

Sonrió y comenzó a caminar hacia su pequeño hogar. Estaba totalmente distraída buscando las llaves en su pequeño bolso cuando un débil gemido se escuchó por detrás de las macetas que estaban a un lado de la puerta.

Frunciendo el ceño, se giró y escuchó con atención. Varios gemidos, junto a un maullido se escucharon segundos después. Guiándose por el sonido, Hermione rodeó las macetas y al agacharse y ver un poco más de cerca descubrió a un gato.

—¡Oh! —exclamó, al ver mejor al pobre gato.

Tenía pinta de estar enfermo, pues estaba muy delgado y su pelaje cobrizo muy apagado, y faltaba en varias partes; además, estornudaba, al parecer con resfriado.

—Pobre gatito —murmuró Hermione, mirando al animalito. Se levantó, entró rápidamente a la casa y después volvió con una vieja manta donde envolvió al gatito, que maulló de dolor, y lo cargó, para volver a entrar —. Debes de tener hambre —dedujo Hermione; pues si bien era experta cuidando humanos, de animales no sabía nada, no estaba especializada en ellos.

Dejó al gatito, aún envuelto en la manta, sobre la alfombra, mientras iba a la cocina. Buscó un cuenco donde vertió un poco de leche. Dejó el recipiente en el suelo, junto al gatito, pero éste ignoraba el alimento, maullando y estornudando.

—Vamos, gatito, come un poco —instó Hermione, acercándole el plato —. ¡Sólo un poco! ¿No quieres leche? —preguntó al gato —Bueno, ¿agua? ¿atún? Seguro te gusta el atún, eres un gato, a los gatos les gusta el atún, creo yo —añadió, para sí.

Pues ciertamente nunca en su vida había tenido una mascota, sus padres se habían encargado de que fuera así. Y cuando finalmente fue lo suficiente mayor para irse a vivir sola siguió sin poder tener una mascota: en el edificio donde vivía no permitían ninguna clase de mascotas y, si era sincera, muy apenas tenía tiempo para sí en ese entonces.

—Vamos, gatito —volvió a insistir —. Come un poco, o bebe, pero no te quedes sólo ahí.

Pero, en efecto, el gatito se quedó sólo ahí, envuelto en la manta, maullando y estornudando. Hermione no quería dejarlo ahí sin hacer nada, pero no sabía qué hacer. Tampoco sabía si en el pueblo había un veterinario o alguien que supiera sobre animales.

Sólo había una persona a quién podía acudir; no estaba segura de sí podría ayudarla pero lo intentó.

—Hola Ginny, habla Hermione —dijo, al escuchar que contestaban la llamada.

—¡Hermione! Hola —saludó Ginny, su voz resonando en la bocina —. ¿Todo bien?

—Sí, sí. Bueno, en realidad necesito un poco de ayuda —respondió la castaña, mirando al pobre gatito —. ¿Sabes si en el pueblo hay una veterinaria o alguien que pueda ayudarme? Me he encontrado un gatito afuera de mi casa y parece estar realmente mal…

—¡Oh! —musitó la mujer, pareciendo pensativa —Bueno, la verdad es que no hay una veterinaria, pero sí que conozco a alguien que puede ayudarte.

—¿En serio? —preguntó Hermione, aliviada por la noticia.

—Sí, es más… —Ginny hizo una pausa, Hermione la escuchó hablar a lo lejos, y con un ruidito, la pelirroja volvió a hablar —, Colín pasará por ti y te llevará; no te preocupes, es un chico de confianza, y James irá.

—Gracias, Ginny.

—De nada. Colín dice que estará ahí en menos de diez minutos. ¡Suerte con el gatito! Buenas noches.

—Buenas noches —Hermione finalizó la llamada y sonrió al gatito —. Bueno, ahora sí veremos que tienes —le dijo, antes de dirigirse a su habitación, para cambiarse rápidamente y colocarse una ligera chaqueta, puesto que la brisa por las noches era un poco fría.

Cuando estaba saliendo de su habitación para volver a la sala escuchó tres ligeros golpes en la puerta principal. Abrió la puerta, encontrándose a un chico de cabello castaño, que le sonreía radiantemente, mientras James, a su lado, saltaba emocionado.

—Mamá ha dicho que tenía un gatito —dijo rápidamente, asomándose por detrás de Hermione, para poder ver al gatito.

—Así es, James. Sólo que está enfermo —Hermione se movió un poco y señaló el bulto que formaba el gatito. James corrió hasta él y se hincó, observando al gato.

—Se ve muy mal. Pobre gatito —se lamentó el niño.

—Pues será mejor que lo revisen lo antes posible —comentó Colín, aun en la entrada.

—¿Puedo cargarlo yo? —preguntó James, mirando a Hermione.

—Claro —accedió Hermione, sonriendo —. Bueno, vamos —cogió las llaves y apagó las luces de la sala. Colín ya estaba encendiendo el motor de la camioneta cuando Hermione aseguró la puerta.

Extrañamente le pareció familiar aquella camioneta, pero igual se subió, sin preguntar. Durante el trayecto sólo James estuvo hablando, más bien hablándole al gatito. Hermione lo veía y escuchaba, sonriendo de vez en cuando, mientras que Colín sólo se dedicaba a conducir por el terreno no pavimentado. Tardaron unos diez minutos en llegar hasta el lugar y Hermione se preguntó dónde estaría.

—Bienvenida a La Madriguera —dijo Colín, sonriendo —. Supongo que habrá oído hablar de ella…

—Sí —respondió Hermione en voz baja.

Había escuchado sobre el lugar varias veces, e incluso sabía a quién pertenecía.

—James, lleva a la doctora al establo uno. Yo iré a avisarle a tu tío que has llegado —ordenó Colín al pequeño, mientras bajaban de la camioneta.

—Por aquí, doctora Granger —guió James, sosteniendo al gato en sus brazos.

Hermione lo siguió en silencio. Entró al establo, detrás de James. El niño había dejado al gato sobre una mesa y lo miraba atentamente.

—¿Cómo se llama? —preguntó, sin mirar a Hermione.

—No tiene nombre —Hermione se acercó a James y también observó al gato, que parecía estar peor —. Y no sé si tenga dueño, tampoco.

—¿Va a quedárselo si no tiene dueño? —inquirió James, ahora si mirándola con sus ojos castaños brillando —Yo quería un perrito, pero mamá no me deja. Dice que ensuciarían todo, pero yo creo que es porque le tiene miedo a los perros —añadió, en voz baja.

—Bueno, pues sería lindo tener un gatito… —confesó Hermione, sonriendo.

Justo en ese momento se escucharon pasos.

—Colín me ha dicho que… —el recién llegado se calló abruptamente, al ver a Hermione. Sus ojos se abrieron con sorpresa, pero en seguida adoptó su expresión seria —. No sabía que se trataba de usted —murmuró, mirando a Hermione. Pero luego miró a James —. Será mejor que vayas a cenar si no quieres que se enfríe.

—¡Pero quiero ver al gatito! —protestó el niño, mirando a su tío.

—Y tu madre me mata si se entera que no cenas a tu hora —dijo Ron, cruzándose de brazos. Hermione observó que llevaba un maletín negro y en la otra mano algo parecido a un estetoscopio —. Así que ve a cenar —añadió firmemente.

James refunfuñó, derrotado.

—De acuerdo —aceptó, caminando hacia la salida del establo —. Pero después de cenar, ¿puedo ver al gatito? —preguntó, deteniéndose en la puerta.

—Ya veremos —respondió Ron, aunque le sonrió —. Y ya sabes que…

—Sí. Ir directo a la cocina. No molestar a los huéspedes. Y no intentar engañar a la señora Hunter para conseguir doble ración de postre —recitó James, finalizando casi sin aliento.

—Buen niño —le sonrió Ron.

—¡Hasta luego, doctora Granger! —dijo el niño, antes de salir corriendo directo a la casa.

—¡Hasta luego, James! —gritó Hermione, pero no estuvo segura de sí James la había escuchado.

Ron la miró unos segundos, antes de dirigir su mirada al gato, que se agitaba entre la vieja manta.

—Veamos que tenemos aquí —murmuró acercándose a la mesa. Dejó el maletín y el aparato a un lado del gato y se inclinó un poco, observando al gato minuciosamente —. Te ves muy mal, amiguito —murmuró, hablándole al gato. Quitó la manta con cuidado y el gato maulló. Ron frunció el ceño y se fijó en las extremidades del gato. Acercó una mano y tocó delicadamente una de las patas delanteras, pero el gato maulló con más fuerza y con su otra patita arañó la mano del pelirrojo, pareciendo a la defensiva —. ¡Tranquilo, tranquilo! Sólo quiero ayudarte —le dijo, antes de incorporarse. Suspiró y procedió a abrir el maletín.

—¿Qué tiene? —preguntó Hermione, hablando por fin.

—Parece ser que se ha fracturado la patita —respondió Ron, buscando algo dentro del maletín. Revolvió y comenzó a sacar varias cosas —. Y mientras tenga la extremidad así, no me permitirá examinarlo y seguirá atacándome —movió la mano, donde el gato le había rasguñado. Unas ligeras gotitas de sangre comenzaban a derramarse por su dorso —. Lo inyectaré para adormecerlo un poco y así poder vendarle y después examinarlo. No me gusta nada el aspecto que tiene.

Hermione lo miró sorprendida. Al parecer aquella era una cara más de Ronald Weasley que acababa de descubrir y le sorprendía enormemente. Pues era muy delicado con lo que hacía y trataba al gato con demasiada preocupación.

—Tranquilo, amigo —susurró Ron, acercándose despacio al gato. Con una mano lo sujetó por la barriga y luego, inyectó al animal, que volvió a maullar de dolor, pero en seguida se calmó y sus ojos se entrecerraron —. Bien, ahora sí a curarte —le dio una suave palmadita.

—Gracias por esto —murmuró Hermione, en voz baja.

—No agradezca, es mi deber —respondió Ron, atando una venda y una tablilla en la patita del gato —. Soy veterinario.

—¿Veterinario? —preguntó Hermione, sin esconder su sorpresa. Aunque algo así se figuraba desde que lo vio trata al gato.

—Aunque no lo crea —Ron alzó la mirada y la fijó en Hermione —. Aunque no he profesado desde hace años.

—¿Por qué? Se ve que es bueno en lo que hace —respondió Hermione, señalando al gatito.

—Porque mi hermano mayor, Charlie, también es veterinario — respondió Ron con simpleza, y siguió vendando al gato.

Hermione lo miró confundida. ¿Por qué sería un problema que su hermano también fuese un veterinario?

—Es una larga historia —respondió Ron, leyendo en el rostro de Hermione la pregunta no formulada. Iba a volver a fijar su atención en el gato cuando algo atrapó su atención. No seguro de haber visto bien, dirigió de nuevo la mirada a Hermione, específicamente a sus manos y confirmó que sus ojos no le habían engañado. No supo explicarse que sintió exactamente, pero decidió ignorar aquello —. Vaya, doctora —murmuró, terminando de vendar al gato. Alzó sus cejas mirando directamente a Hermione —, no pensé que fuera una mujer casada.

—¿Qué? —Hermione miró a Ron confundida, pero entonces captó la dirección de la mirada del pelirrojo y ella misma miró a sus dedos. En su dedo anular izquierdo brillaba una alianza de matrimonio plateada —Oh, sí… bueno —murmuró, nerviosa.

—¿Y dónde está su esposo? Porque, por lo que he oído, usted ha llegado sola —comentó Ron, fingiendo un tono de desinterés.

—En Londres, en la ciudad.

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¡Hola! Sí, soy yo de nuevo.

*Risa malvada* Con un nuevo capítulo que espero no cause paros cardiacos.

Ya. Así que nuestra doctora ¡es casada! Sí, no leyeron mal. Hermione es casada… las cosas por fin se ponen interesantes y la historia comienza. Espero hayan disfrutado este capítulo, que yo me divertí escribiéndolo, no sé por qué, pero me pareció divertido. ¡Oh! Y lo que sigue, me gusta eso jajaja. ¡Más intriga! Sabremos que sucedió con la camiseta del (sexy) pelirrojo, aunque no sé si les importe eso.

En fin, gracias a todas las lectoras que leen, muchas gracias. Y bueno, nos leemos en el siguiente capítulo.

Besos. ¡Saludos!

LunitaEmo-Granger