Los nombres de los personajes así como todo lo relacionado con Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
Guest: Espero que este capítulo recompense la cena, si no, ya habrá uno que sí. Todo ese asunto es una cuestión que a lo largo de la historia se irá descubriendo el porqué de todo. El corazón de Ron quedó deshecho con lo que le sucedió, y él aún necesita superar ciertas cosas para ser el Ron de antes. ¡Yo apoyo tu sueño! Y qué gran sueño sería, eh jejeje.
Gracias a ti por leer, a seguir con esta historia. ¡Saludos!
Capítulo 8
La camioneta se detuvo con un suave movimiento, mientras el motor ronroneaba una última vez antes de apagarse por completo. Un sonoro suspiro resonó dentro del vehículo.
Ron apoyó los brazos sobre el volante y el mentón en los brazos, con la vista fija en La Madriguera. La casa estaba en completa obscuridad; los débiles rayos de la luna se reflejaban en las ventanas…
¿Qué demonios me sucede?
¿Desde cuándo él salía como loco a disculparse con alguien? ¡¿Desde cuándo él invitaba a salir a mujeres?!
Sobre todo a una mujer como lo era Hermione Granger.
No. Definitivamente, las cosas se estaban saliendo de control.
Y eso le molestaba en sobremanera; pero tampoco podía quitarse de la mente la imagen de la doctora Granger, en bata, recargada sobre la puerta en la luz nocturna.
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Hermione cerró el libro suavemente, al ver que era inútil seguir leyendo, pues no recordaba ni siquiera lo que había leído al principio de la lectura.
Aunque no quisiera admitirlo, sentía nervios por aquella tarde.
En el centro médico todo estaba tranquilo, realmente no había mucho que hacer ahí. Decidió que lo mejor era ir a casa y arreglarse para su encuentro con Ronald Weasley. Así que se levantó y comenzó a guardar unos documentos que estaban sobre el escritorio; se aseguró de que las medicinas estuvieran en su lugar y orden y de revisar el material que quedaba.
Pocos minutos después caminaba por la plaza del pueblo, observando a los niños jugar y saltar de un lado a otro. Entonces escuchó una voz familiar que le llamaba.
La castaña se giró y sonrió al localizar a James, corriendo hacia ella.
—¡Hola, James! —saludó, cuando el niño llegó ante ella.
—Hola, doctora Granger —respondió el pequeño, con la respiración agitada —. ¿El gato ya se recuperó? Mamá ha dicho que nadie lo ha reclamado —dijo con rapidez el pequeño.
—Sí, el gato ya está mucho mejor —sonrío Hermione y miró alrededor de James —. ¿Estás solo? —inquirió, volviendo su mirada al niño.
—No, he venido con mis abuelos, pero se han quedado atrás —James miró sobre su hombro, antes de seguir hablando —. ¿Va a quedarse con el gato?
—Sí —asintió la castaña, ya acostumbrada a la actitud de James —. Aunque no sé cómo podré llamarlo.
—¡Yo podría ayudarla con el nombre! —exclamó James, con los ojos brillantes con ilusión.
Pero antes de que Hermione le pudiera decir que sí a James, una voz distinta llamó al pequeño. James se dio la vuelta por completo y Hermione miró más allá de él.
—¡Aquí estás! —jadeó la mujer, caminando deprisa hacia el niño — ¿No te he dicho que no te movieras?
—Lo siento, abuela —se disculpó James, sinceramente —. Pero he visto a la doctora Granger y me acerqué a saludarla.
Hermione observó a la mujer de cabellos pelirrojos, con varias canas surcando en algunos lugares. Sus ojos se encontraron con los de ella.
—Hola —saludó Hermione, un poco intimidada por la penetrante mirada de la mujer —. Hermione Granger —extendió la mano hacia la abuela de James.
—Molly Weasley —correspondió la mujer, apretando la mano de Hermione educadamente —. Así que… ¿usted es la doctora de este pueblo?
—Sí —afirmó Hermione —. Sólo tengo unas semanas aquí. Llegué de la ciudad…
—¡Molly, James!
La castaña había sido interrumpida esta vez por un hombre alto, medio calvo, de cabello pelirrojo canoso y de unos ojos azules intensos que se le hicieron muy familiares. Él debía ser el padre de Ronald y Ginny.
—Ya he conseguido lo que necesito, creo que ya es hora de regresar —caminó hacia ellos, con una bolsa negra en una mano —. Colín nos espera.
—Cariño, ella es Hermione Granger —presentó Molly, mirando a su marido y luego a la castaña.
—Arthur Weasley —el hombre dio una ligera inclinación de cabeza.
—Bueno, James, despídete de la doctora Granger —le dijo Molly a su nieto.
—Hasta pronto, doctora Granger —James parecía decepcionado por irse tan pronto, pero no quiso protestar nada.
—Nos veremos luego, James —sonrió Hermione, revolviendo los cabellos del niño cariñosamente —. Y no te preocupes, el gato no tendrá nombre hasta que me ayudes.
—¡Gracias! —saltó el chiquillo, emocionado.
—Ha sido un placer conocerles, señores Weasley —Hermione miró ahora a los abuelos de James y les dedicó una sonrisa amable.
—Lo mismo decimos —finalizó Molly, igual sonriendo.
Después, Hermione los vio marchar.
¡Quién diría! Acaba de conocer a los padres de Ronald Weasley.
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Hermione no tuvo que esperar a que tocasen el timbre, pues el ruido del motor le había indicado que Ronald Weasley había llegado. Y, efectivamente, segundos después el sonido del timbre resonó en la casa.
Espero un par de minutos, luego se levantó y caminó hacia la puerta. Cuando la abrió, se encontró con el pelirrojo, que estaba de espaldas a ella. Ron se volteó lentamente al escuchar que la puerta se abría. Se miraron fijamente, para después apartar la mirada, incómodos.
—Hola —habló Hermione, mordiéndose el labio inferior en un claro gesto de nerviosismo.
—Buenas tardes, doctora Granger —el pelirrojo inclinó levemente la cabeza.
Hermione no pudo evitar notar como la camiseta blanca se pegaba al pecho del hombre, mientras la camisa a cuadros que traía encima ondeaba suavemente con la ligera brisa que ya comenzaba a presenciarse en el lugar.
—¿Lista? —preguntó Ron, después de carraspear.
Hermione apartó la vista inmediatamente y centró sus ojos en el rostro de Ronald.
—Sí, sí… sólo un momento —volvió a la casa.
Se aseguró de que el gato tuviera la suficiente comida y agua para el tiempo que ella estuviera fuera y luego cogió su bolso y las llaves y salió.
El pelirrojo ya había entrado a la camioneta, golpeteando sus dedos contra el volante. La puerta del pasajero estaba abierta. Hermione se subió y en cuanto cerró la puerta el pelirrojo se puso en marcha.
Ninguno de los dos habló y evitaron mirarse, Ron centrando la vista al frente y Hermione observando el paisaje por la ventana. No fue hasta un cuarto de hora después que Hermione le miró y habló.
—¿A dónde vamos? —preguntó, al ver que habían pasado la señal que indicaba que estaban saliendo del pueblo —¿A la ciudad? —añadió, frunciendo ligeramente el ceño.
—No realmente —respondió Ron, dirigiéndole una breve mirada.
—¿Entonces? —cuestionó la castaña confundida.
—Pronto lo sabrá —contestó Ron, enigmáticamente. Y luego se puso a tararear.
Hermione le miró, esperando que dijera algo más. Negó con la cabeza y se giró en el asiento, al ver que no obtendría ninguna palabra de aquél hombre. Sin embargo, una sonrisa se posó en sus labios.
Ron giró el volante y tomó la desviación que llevaba hacia el lugar a donde se dirigían. Hermione estrechó sus ojos, con curiosidad, mirando la carretera que se curvaba a unos cinco metros por delante de ellos.
—Ya casi estamos —le comunicó Ron, girando el volante.
Hermione movió su cabeza de arriba abajo mirando a Ron por momentos.
Después de seguir la curva, la camioneta avanzó varios metros más para después tomar otra desviación, y luego, Ron estacionó en lo que parecía ser en una zona de aparcamiento, donde otros automóviles estaban estacionados.
Hermione abrió la boca para preguntarle en dónde estaban, pero el pelirrojo ya había salido de la camioneta. Así que Hermione lo imitó y salió. El pelirrojo aseguró la camioneta y con un movimiento de su mano le indicó a Hermione que caminara.
El camino que siguieron más allá de los autos era de tierra plana. Ron hundió las manos en sus bolsillos delanteros y acortó sus pasos, dado que sus piernas eran más largas que las de la doctora Granger, y a ella le costaba un poco mantener su paso.
—¿Qué lugar es éste? —cuestionó Hermione, mirando hacia la multitud de personas que venían en dirección contraria a ellos.
—¿Exactamente? No sé —Ron se encogió de hombros y la miró de soslayo —. Es como… ¿ha escuchado del callejón Diagón? Ya sabe, el que está en Londres —agregó Ron, alzando sus cejas.
—Sí. He ido unas veces —respondió Hermione, recordando el lugar.
—Bueno, esto es algo como el callejón Diagón —contó Ron y levantó su mentón, señalando la hilera de negocios de donde personas entraban y salían —; nadie sabe cómo inicio ni cuándo. Pero ahora es muy visitado por los habitantes de Ottery y del pueblo vecino.
—¿Así que decidió traerme aquí? —cuestionó Hermione, cruzándose de brazos y mirando fijamente al pelirrojo.
—Creo que era justo que alguien le presentara el lugar —respondió el pelirrojo, con un ligero encogimiento de hombros y una media sonrisa que a Hermione le agradó.
—Gracias por tal molestia, señor Weasley —le dijo Hermione, mirando ahora los escaparates de los diferentes negocios por los que iban caminando.
Ron no respondió, pero le dedicó una mirada y una sonrisa más.
Caminaron en silencio unos minutos más hasta que oyeron que alguien llamaba al pelirrojo. Ambos se giraron para ver a un hombre, de mediana edad, fuera de una dulcería.
—¿Me permite? No tardaré —Ron miró a Hermione y ella le indicó que fuera.
Mientras Ron cruzaba la pequeña calle para ir hacia donde el hombre, Hermione observó los negocios que estaban unos metros por delante. Uno de ellos captó su atención: era una tienda de libros. Sin perder tiempo entró a la tienda.
Minutos después, cuando hubo terminado de hablar con Ben, el dueño de la dulcería, Ron se dio la vuelta para reunirse con la doctora Granger, pero se llevó una sorpresa cuando no la vio en el lugar. Frunciendo el ceño, cruzó la calle y se asomó en los locales. Finalmente la observó detrás del escaparate de una librería.
Dudó un momento y finalmente se decidió por esperarla afuera. Observaba de vez en cuando hacia el interior, donde podía ver a la doctora Granger por la ventana, caminando entre los pequeños estantes, examinando cubiertas.
Y entonces Ron se encontró observándola fijamente; observaba como su ceño se fruncía en ocasiones; como las comisuras de sus labios se alzaban en una sonrisa imperceptible o cuando mordía su labio inferior. Le parecía graciosa la forma en la que su abundante y rizado cabello castaño se alborotaba, y los mechones de enfrente le caían sobre el rostro. O la suave manera en la que sus manos cogían los libros y…
Sacudió la cabeza, apartando la mirada de golpe. Apretó la mandíbula, regañándose mentalmente por su actitud. Realmente, ¿qué le estaba sucediendo?
Alejando todos sus pensamientos de aquella mujer, se dedicó a mirar a la gente a su alrededor.
Hermione salió de la librería examinando la contratapa de uno de los libros que recién había comprado cuando sintió una mano en su hombro. Se giró rápidamente, dio un pequeño grito y dejó caer el libro.
—Lo siento, no pretendía asustarla —se disculpó Ron, reprimiendo la risa, mientras se agachaba y levantaba el libro.
—Pues lo ha hecho —dijo Hermione, completamente ruborizada, tomando el libro que el hombre le tendía —. Gracias.
—De nada —asintió Ron.
—Creí que aún estaría ocupado —murmuró Hermione, guardando el libro en la bolsa y luego lo miró fijamente.
—Sí, bueno, fue algo rápido —el pelirrojo se encogió de hombros y luego comenzó a caminar.
Hermione lo siguió y niveló sus pasos junto a él. Caminaron en silencio por varios metros, hasta que Ron le indicó que parase un momento.
—Quiero revisar algo de ahí —señaló un local, una juguetería.
Hermione sólo asintió y lo siguió. El pelirrojo anduvo entre los estantes, sorteando a varios chiquillos que exclamaban con emoción ante los juguetes que había ahí.
—¿Busca algo en especial, señor Weasley? —preguntó Hermione, acercándose a él.
—Sí —asintió Ronald, mirándola rápidamente, luego se dirigió hacia otro pasillo —. Creo que están por acá. La última vez que vine estaban en este pasillo.
Hermione se puso de pie junto al pelirrojo, que ahora examinaba fijamente lo que había en el estante que estaba frente a ellos. En ordenadas hileras, había montones de figurillas de diferentes animales: caballos, perros, elefantes, leones, jirafas… de todos, incluso aves.
—¿Por qué…? —comenzó a preguntar Hermione, girándose hacia Ron.
Pero Ron no la escuchaba, comenzaba a escoger varias figurillas, mientras murmuraba algo entre dientes. Después de haber tomado casi diez figurillas, alzó la mirada y se topó con los ojos marrones de Hermione mirándole fijamente, con la interrogante en la mirada.
—A James y a Colín les gustan —se encogió de hombros, con sencillez —. Coleccionarlos, ya sabe.
—Bueno, de James lo entiendo —asintió Hermione, sorprendida —. Pero, ¿de Colín, en serio?
—En serio —afirmó Ronald, pasando por su lado para ir a pagarlos —. Es un pasatiempo que tienen ellos dos. Así como usted con los libros, que los colecciona…
—¡Yo no colecciono los libros! —se indignó la castaña, siguiéndolo.
—¿Ah, no? —Ron la miró sobre su hombro, con las cejas alzadas — No me dirá que lee todo eso, ¿o sí?
—¡Pues claro! —bufó Hermione, frunciendo el ceño — Para eso son los libros, para leerlos. No para coleccionarlos o tenerlos de adorno.
—Bueno, hay gente que lo hace —se defendió el pelirrojo, dejando en el mostrador las figurillas. Giró medio cuerpo hacia Hermione, y la miró —. Coleccionarlos y tenerlos de adorno.
—Sí, pero…
—Me disculpo, entonces —interrumpió Ronald —. Usted es de las personas que los lee.
Y sin darle oportunidad a protestar, se giró hacia el cajero y comenzó una charla con él.
Hermione pestañeó, confusa por la actitud del hombre. Aunque, bueno, eso ya no era novedad: Ronald Weasley la confundía demasiado. Más de lo que a ella le gustaría.
Ron pateó una piedra y luego miró a la doctora Granger, pensando qué responder.
—¿Ah, sí? —dijo al fin, alzando sus cejas.
Hermione movió su cabeza con un perceptible asentimiento.
—Estaban con James —añadió, abrazándose a sí misma —. Me han parecido agradables.
—Agradables —repitió el pelirrojo con una burlesca sonrisa —. Sí, ellos son agradables con los demás.
—¿Qué quiere decir eso? —inquirió la castaña, frunciendo las cejas.
—Nada —se apresuró a responder Ronald, desviando la mirada. Pero siguió sintiendo la mirada de Hermione en él, así que, sin pensarlo, comenzó a hablar —. Mis padres y yo no tenemos una muy buena relación, así que el ser agradables, bueno… para mí, por lo menos no.
—Vaya, lo lamento —murmuró Hermione, mirándolo extrañamente.
—¿Por qué? —se extrañó el pelirrojo.
—No lo sé —se sinceró Hermione, alzando los hombros —. La relación con mis padres tampoco era buena, ni mala. Sólo era… distante, por así decirlo. Mis padres siempre fueron estrictos —contó la castaña, haciendo una pausa. Al ver que Ron la escuchaba con atención, continúo —. Fue por ellos que estudié la carrera de medicina…
—¿Entonces ser doctora no es su gran sueño? —inquirió Ron, con curiosidad.
—No realmente —afirmó Hermione, soltando aire —. Yo quería ser pianista. Bueno, ése era mi gran sueño antes de los doce —se rió Hermione, sacudiendo su cabeza ligeramente —. Y después me interesé por la abogacía. Pero a mis padres no les gustaba esa profesión para mí.
Ron compuso una mueca incómoda. Porque, al igual que los padres de la doctora Granger, sus padres tampoco habían aceptado su profesión elegida y le habían querido obligar a estudiar una carrera que a él no le agradaba en lo absoluto.
—… así que ellos me inscribieron en la carrera y bueno, yo no tuve el valor suficiente para negarme —continúo hablando Hermione, sin notar la expresión del Weasley —. Y terminé siendo doctora. Aunque ahora no me quejo, si soy sincera. Me gusta la profesión.
—Me alegro por usted, doctora Granger —la voz del pelirrojo salió un poco ronca y eso logró que Hermione se estremeciera —. ¿Tiene frío? —preguntó el pelirrojo, al notarlo.
—No, está bien —susurró Hermione, con la voz más delgada de lo usual.
El sol se había escondido hacía horas, llevándose el calor con él. Ahora una brisa fresca alborotaba los cabellos de los pocos transeúntes que aún se detenían en algunas tiendas, comprando o solamente observando.
Ron desenrolló las mangas de su camisa a cuadros que traía por encima y se la quitó, quedándose solamente con la blanca de manga corta que se pegaba a su torso, y se la tendió a la castaña.
—Tome, úsela —le dijo, sonriendo —. Aunque no lo crea, sé de caballerosidad. Y mi hermana me mataría si se entera de mi falta.
Hermione dudó un par de minutos, antes de finalmente aceptar la camisa. Lentamente, y evitando mirar al pelirrojo, se la puso y el aroma del pelirrojo impreso en la tela inundó sus fosas nasales. Requirió mucho de su esfuerzo para no llevarse la tela directamente a la nariz.
—Gracias —susurró.
Ron sólo la miró unos segundos y luego asintió. Caminaron comentando unas cuantas cosas más.
Pero en la mente del pelirrojo comenzó a rondar una pregunta al notar, de nueva cuenta, la alianza en el dedo anular de la castaña. Se cuestionó por qué aquello le intrigaba, pero, como ya era costumbre, no sabía explicarlo.
—¿Señor Weasley? ¿Está bien?
Ron sacudió su cabeza y centró su mirada en Hermione, que le miraba con una mezcla de curiosidad y preocupación.
—Sí, ajá —asintió, aclarándose la garganta —. Sólo me preguntaba… —dudó. Se humedeció los labios, y luego se decidió —, si no es muy oportunista de mi parte, ¿por qué aún lleva eso?
Señaló la alianza y Hermione dirigió la mirada hacia donde había señalado el pelirrojo.
—Bueno, aún sigo casada —contestó Hermione, insegura —. Creo que me he acostumbrado a tenerla puesta —confesó, con un ligero encogimiento de hombros; costumbre que debo quitarme. En poco tiempo Viktor y yo ya no estaremos casados.
—¿Viktor se llama su esposo? —cuestionó el pelirrojo, innecesariamente.
—Krum. Viktor Krum —asintió Hermione.
La boca de Ron se abrió con sorpresa y su mirada se clavó en la castaña.
—¿Viktor Krum… como el jugador de fútbol? —preguntó aturdido.
—Espere… —Hermione se detuvo y le regresó la mirada —, ¿usted… ha escuchado hablar de él?
—¿Qué si he escuchado hablar de él? —Ron sacudió la cabeza y sus labios rompieron en una gran sonrisa —¡Lo idolatraba!
—¿En serio? —Hermione se sorprendió aún más. ¡Quién lo diría!
Aunque, bueno, siendo Viktor un famoso jugador, no le sorprendía para nada. Lo que le sorprendía es que, precisamente, Ronald Weasley lo conociera.
—Sí. Bueno, eso fue cuando era más joven y estaba en la ciudad —aclaró el pelirrojo, retomando el paso —. Cuando vine a Ottery, prácticamente, me alejé de la sociedad y todo lo demás. Lo último que escuché de él fue había sido convocado a la selección nacional de Bulgaria y que, supuestamente, estaba comprometido, pero nunca se aclaró eso, o por lo menos que yo estuviera enterado. Pero ahora veo que sí era verdad —finalizó, echándole una extraña mirada a Hermione.
—Sí. Viktor siempre mantuvo lo nuestro en privado, cosa que yo agradecía mucho —sonrío Hermione —. Pero… lo nuestro no funcionó. Nuestras vidas eran muy complicadas como para poder encajar bien.
—¿Lo amaba? —preguntó Ron, pero al segundo se arrepintió.
¿Y a él que debería de importarle? Sin embargo, aguardó ansioso la respuesta de la doctora Granger. Hermione, en cambio, pensó en Viktor. Lo había querido mucho, demasiado. Pero, ¿amarlo?
—No —respondió, en voz alta —. Creo que más bien nos teníamos un gran cariño, pero nunca llegamos a sentir amor el uno por el otro. No de ése tipo de amor.
—¿A qué tipo de amor se refiere?
Y ahí iba. Aunque no quería, no podía evitar seguir preguntando. El amor era uno de sus temas menos favoritos, porque no le interesaba en su vida; no obstante, con Hermione Granger, era diferente. No. No es que fuera diferente, era que se sentía como él mismo.
Como el Ron que era antes del suceso que marcaría su vida.
—Ya sabe, al amor intenso, verdadero… ése amor que dura para siempre —Hermione suspiró y miró a Ron con la curiosidad pintada en su rostro —. ¿Alguna vez lo ha sentido o cree haberlo sentido?
Ron sintió como su garganta se secaba. La respuesta a aquella pregunta era un sí claro.
Él había amado tanto en un tiempo atrás; de una forma única y completa, y él en verdad creía que aquello duraría para siempre. Pero estaba muy equivocado… ¡y de qué forma!
—Sí —susurró, con la mirada en el pasado —. Pero aquello fue una ilusión… una gran mentira.
Hermione se abrazó a sí misma al escuchar la voz dura del pelirrojo. Observó su perfil, su larga nariz salpicada de pecas. Sus ojos, que ahora se veían más oscurecidos por algo que ella no era capaz de entender. Y entonces hizo una pregunta que había vuelto la expresión del pelirrojo tan fría e impenetrable, que la dejó helada. Pero la respuesta a aquella pregunta fue aún más impactante.
—¿Qué sucedió?
Ésa había sido la pregunta.
Y el pelirrojo había respondido:
—Ella mató a nuestro hijo.
¡Okeeeey!
Ese capítulo me lo imagino como: mirando una interesante película cuando de pronto la pantalla se pone en negro justo en el momento de suspenso. Bueno, no. Pero, mi plan aquí es dejarlas impactadas con este tipo de final de capítulo. ¿Lo logré? Alguien que me diga que sí, ¡por favor!
Ya, ya. No quiero que nadie venga a cruciarme por la noche.
Volviendo al capítulo, ¡ay, Merlín!, la historia se está revelando poco a poco ¡y lo que falta por descubrir!
Pero eso ya lo veremos más adelante.
Gracias a las lectoras por sus reviews en este capítulo: fatty73, Guest, Lugrintson, magicamentemuggle y Laila 25. ¡Gracias!
Si piensan que voy a disculparme por mi tardanza al actualizar, pues me dejan decir que... sí. ¡Lo siento! Pensaba actualizar la semana pasada, pero por el momento hay cosas muy importantes en mi vida que toman más de mi tiempo. Y hoy, aprovechando la mañana libre, decidí tomarme unas horas y así subir este capítulo. Así que ruego que me disculpen, y si vuelvo a tardar mucho, es porque realmente se me complica subir. Pero, eso sí, nunca dejaré la historia, hasta que acabe, así que no se me asusten.
Creo que me excedí con la nota, así que me despido de una buena vez.
Besos y abrazos.
¡Saludos!
LunitaEmo-Granger.
