Los nombres de los personajes así como todo lo relacionado con Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.


Guest: Bueno, es que a mí me gusta sorprender con cosas como esas, jeje, nah, pero sí, Ron es algo multifácetico en esta historia (aunque creo que eso quedó claro. Y sí, conozco personas que piensan que los libros van de adorno, desgraciadamente). Ciertamente, con esta historia voy algo a la deriva, es decir, tengo cosas planeadas (ya sé a dónde voy), pero otras prefiero que salgan al momento. Y a mí me da mucho gusto que te haya gustado el capítulo. Oh, bueno, será en el otro capítulo que veremos algo de Ron y Hermione. ¡Pero claro que sí! Apuntadísima al sueño. ¡Saludos!


Capítulo 9.

Hermione bebió los restos de su té ya frío y llevó la taza hacia el fregadero. Lo dejó ahí, decidiendo que lo lavaría por la mañana. Algo rozó sus piernas, bajó la vista, encontrando al gato ronroneando. Sonrió, se agachó y lo cogió en sus brazos.

—Hey, gatito —le dijo, acariciando el pelaje nuevo y brillante que comenzaba a salirle.

El gato volvió a ronronear en sus brazos y cerró los ojos. Una pequeña sonrisa se instaló en los labios de Hermione mientras recorría el camino hasta su habitación.

Se echó en la cama, con el gato aún en sus brazos, y su mirada vagó hasta la silla del pequeño escritorio. En el respaldo de dicho mueble descansaba la camisa de Ron Weasley.

Un escalofrío recorrió su cuerpo al recordar la helada mirada del hombre, después de haber respondido a su pregunta. Aún trataba de procesar lo que él le había dicho.

¿Había querido decir exactamente lo que había dicho? ¿O tan sólo había sido una manera de hablar? Aunque dudaba lo último; la dureza en sus gestos, la rigidez en su cuerpo… todo indicaba que había querido decir lo que dijo. Pero, ¿cómo?

¿Cómo alguien podría haber matado a su propio hijo?

Era inconcebible, pensó Hermione. Para ella no podía ser posible; sin embargo, la expresión de Ronald le había dejado en claro que sí, había sucedido.

Pero había tantos espacios en blanco… y Hermione no estaba segura de querer saber la historia completa. Aunque, bueno, no creía tampoco que el hombre se la contara.

Tal vez podría preguntarle a Ginny, pero… no, no. No podría hacer eso.

Sacudió la cabeza y soltó un suspiro. Tal vez lo mejor sería dejar ese tema por el momento. Su mirada cayó de nuevo en la camisa del pelirrojo; se mordió el labio inferior mientras se arrastraba hasta el borde de la cama. El recuerdo del aroma impregnado en la camisa apareció en su mente y se sintió tentada de olerla.

No, para; se dijo mentalmente.

Ella no debía sentirse atraída por nada que tuviera que ver con Ronald Weasley. Ni por el hombre mismo.

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Un ruido procedente de los establos puso en alerta a Colín. Aferrando la lámpara que llevaba en sus manos caminó por el lugar, atento a una señal más. De nuevo el sonido se escuchó, seguido del relinchar de un caballo. Se apresuró a ir al establo dos, de donde había procedido el sonido, y en cuanto entró, un haz de luz le dio en el rostro.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó una voz masculina, mientras movía la luz del cegado rostro del chico.

—Se…señor Wesley —balbuceó Colín, con los ojos entrecerrados —. Escuché ruido y vine a revisar.

—Hace horas que deberías de haberte ido a casa, Colín —le retó Ron, mientras ajustaba la silla al caballo negro, que soltó otro relinchido.

—Me he quedado un poco más —explicó el chico, rascándose la nuca —. ¿Va a salir a estas horas?

—Sí —Ron le lanzó una rápida mirada y siguió con lo suyo —. Ve a dormir. Usa uno de los cuartos de servicios; ya es tarde para que te vayas a casa.

—Sí, señor —aceptó Colín, sin rechistar —. ¿Necesita ayuda en algo?

—No, ve a descansar —repitió el hombre, apagando la luz de su lámpara.

El chico asintió y salió, dejándolo sólo. Ron esperó unos segundos y después salió, con el caballo detrás de él. Caminó unos metros y luego lo montó. Con una ligera sacudida de las cuerdas, el caballo trotó siguiendo la dirección marcada por Ron.

La brisa del aire fresco golpeaba en su cara, aligerando un poco los sentimientos contenidos en su interior.

Esa noche había recordado algo que había tratado de olvidar desde hacía muchos años. Aunque sabía que era inútil. ¿Cómo olvidar una parte de ti? ¿Una parte que significó la mitad de tu vida?
Eso simplemente no podía olvidarse. Eso simplemente no lo olvidaría.
Nunca.

Pocos minutos después dio otro tirón a las riendas, esta vez el caballo aminoró la velocidad hasta detenerse por completo. Ron se bajó de un salto y dejó que el animal vagara por el lugar.

Suspiró. Caminó unos pasos hacia adelante y se dejó caer sobre el pasto, a orillas del lago. No era tan grande, pero lo suficiente para que sus inquilinos pudieran pasear en bote de vez en cuando.

Se recostó sobre el pasto y centró sus ojos azules en el cielo: despejado aquella noche, con algunas estrellas brillando sobre el firmamento. Estrellas… recordó cuando era niño y escuchaba a algunas personas decir que cuando alguien moría, se convertía en una estrella, que te vigilaba cada día.

Ron quería creer que él se había convertido en una estrella; que lo observaba desde el cielo y le sonreía, con esa sonrisa igual a la suya. Pero a sus treinta y dos años sabía que su hijo se había marchado a donde él no podía verlo.

—Aquí estás.

Ron se sobresaltó un poco al escuchar aquella voz. Se incorporó y miró sobre su hombro. La figura recortada por la luz se fue aclarando hasta hacer visible el rostro de Harry.

—¿Qué haces aquí? —inquirió Ron, volviendo su mirada hacia el agua.

—Estaba dando un rondín por la zona, he pasado a saludarte pero Colín me dijo que habías salido —Harry dijo todo esto mientras se dejaba caer al lado de Ron —. De alguna manera, sospechaba que estarías aquí.

—Me has encontrado —murmuró Ron, sin darle importancia.

Harry se quedó callado, mirando de reojo al hombre pelirrojo. Pasaron varios minutos sin que ninguno hablara. Harry soltó el aire y fijó sus ojos en Ron.

—Bien, ¿qué está mal?

—Nada —negó Ron, sacudiendo su cabeza —. ¿Por qué debería haber algo malo?

—¡Vamos, Ron! Te conozco. Sé que algo te pasa. Dilo —pidió Harry, exasperado. Ron no respondió —. Ron...

—¡Bien! —cortó Ron, molesto —Pasa que me gustaría olvidar, Harry. Eso pasa.

El rostro del hombre de ojos verdes cambió. Su mirada se ensombreció, a la vez que el entendimiento llegaba.

—Él de nuevo, ¿cierto?

Ron asintió con la cabeza.

—Siempre será sobre él —añadió, con voz ronca. Carraspeó, antes de continuar —. Y yo… yo no puedo superarlo aún. Ni siquiera puedo decir su nombre en voz alta… Tendría doce años ya.

—Y si siguiera vivo, ¿lo seguirías ocultando de tus padres, tus hermanos? —preguntó Harry, alzando sus cejas.

En un movimiento brusco, Ron clavó sus ojos llenos de furia en Harry.

—Ellos no tendrían derecho a saber de él —gruñó, con la mandíbula tensa —. Ni de él ni de nada.

—Aunque no lo quieras, Ron, siguen siendo tu familia —dijo Harry, sin perder la firmeza —. Yo sé bien lo que has pasado, pero si supieran…

—¡Ya dije que no! Ellos no sabrán de nada… Menos de él —murmuró Ron, apartando la mirada, centrándola en el pasto —. Él no era nada de ellos, Harry. Él era mi hijo… sólo mi hijo —murmuró, abatido.

—¡No puedes ocultarlo siempre, Ron! —gritó Harry, desesperado —Algún día se enteraran. Así podrás superarlo —Ron balbuceaba negativas mientras Harry seguía hablando —. O por lo menos George… él y… y Fred… ellos te apoyaron cuando nadie más lo hizo, él tiene derecho a saber lo que pasó con Lavander y…

—¡Lavander bien puede pudrirse en el infierno! —estalló Ron, parándose de un salto y caminando hacia el caballo.

—¡Ron, espera! —Harry lo siguió y lo detuvo, obligándolo a mirarlo —Sólo quiero ayudarte, pero si no dejas que alguien te ayude… Escucha, seguir odiándola por lo que hizo no te hará ningún bien.

—¡Tú no entiendes, Harry! —vociferó Ron, sus ojos comenzaban a enrojecer —¡Ella lo mató… ella le quitó la vida! ¿Y tú me pides que no la odie? ¡Simplemente es imposible! Dime, ¿cómo te sentirías si Ginny hiciera lo que hizo Lavander, eh? ¡¿EH?!

—Eso es diferente, Ron —dijo Harry, con la respiración agitada, pero hablando tranquilamente —. Ginny no es como Lavander y no sé cómo si quiera te atreves a compararlas de esa manera.

Hubo un momento de silencio, en el que sólo se miraron fijamente. Al final Ron hundió los hombros, derrotado.

—Tienes razón, Ginny no es como Lavander ni nunca lo sería —inhaló y exhaló, sacudió su cabeza y miró de nuevo a Harry —. Vamos, Harry, ya es tarde.

—Eres como mi hermano, Ron —el azabache le pasó un brazo por los hombros y chocó sus cabezas brevemente —. Siempre que me necesites ahí estaré.

—Lo sé, ciego —sonrió Ron, tirando de las gafas de Harry.

—¡Qué gracioso, Weasley! —bufó Harry, acomodándose las gafas de nuevo.

Y luego, ambos regresaron a La Madriguera a pie, hablando de cualquier otra cosa que no tuviera que ver con el pasado.

Pero cuando Ron se encontró sólo de nuevo, los sentimientos volvieron a embargarlo.

Y, por vez primera en mucho tiempo, se permitió llorar por la muerte de su hijo pequeño; aquél al que nunca pudo ver crecer.

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Hermione sonrío a modo de despedida a su pequeño paciente y a la madre de éste. Cuando estuvo sola de nuevo, regresó a su oficina y se dejó caer en la silla. La semana estaba pasando demasiado rápido. Aunque aquél jueves se le estaba haciendo demasiado largo.

La correspondencia que había recogido ese día en la oficina de correos estaba amontonada sobre el escritorio, a un lado de la carpeta donde llevaba un registro de todos los que acudían al centro.

Tomó los pocos sobres y los pasó lentamente: dos de ellos eran del banco, uno era del hospital donde trabajaba antes de irse de la ciudad, dos más de algunos de sus compañeros de la universidad y el último de su abogado.

Ése fue el que llamó su atención. Dejó el resto de los sobres en el escritorio y procedió a abrir el que había seleccionado. Sacó la hoja blanca doblada y la alisó antes de comenzar a leer.

Leyó atentamente cada una de las palabras y al finalizar soltó un gran suspiro.

Viktor había firmado ya los papeles del divorcio, sólo quedaba recoger la papelería.

Realmente no sabía qué sentir sobre aquello... finalmente había dado por concluido aquel matrimonio que nunca había funcionado. Ya nada le unía a Viktor. Nada. Más sin embargo tenía una sensación parecida a la nostalgia.

Dejó sus pensamientos y sentimientos de lado cuando escuchó alboroto en la salita de espera.

—¡Doctora Granger! —alguien gritaba mientras ella abría la puerta.

Al hacerlo se topó frente a frente con un preocupado Ron Weasley. Sus ojos se encontraron por segundos antes de que Ron se apartara y dejara ver a un hombre joven cargando a una mujer.

—Pase y déjela en la camilla —ordenó Hermione, sin perder tiempo, volviendo a entrar a la oficina.

El joven hizo lo indicado y se quedó sosteniendo la mano de la mujer. Ambos se veían pálidos.

—¿Qué sucedió? —inquirió Hermione mientras revisaba los signos vitales de la paciente.

—Estábamos dando una caminata y luego comenzó a sentirse mal —explicó el joven, sin apartar el rostro de su pareja —. Después se desmayó y aún no reacciona.

—¿Cuánto tiempo lleva así? —preguntó Hermione.

—Siete minutos a lo mucho. Vinimos enseguida —esta vez respondió Ron. Se había quedado en la puerta, observando —. ¿Cree que sea algo malo?

—Aún no puedo saberlo —murmuró Hermione al mismo tiempo que la chica volvía en sí.

—¡Sarah, Sarah! ¿Cómo te sientes? —arrolló el joven, tomando el rostro de la muchacha entre sus manos.

—Siento que la cabeza me da vueltas —respondió Sarah, haciendo el intento de incorporarse.

—Permanezca acostada —indicó Hermione —. ¿Podrían salir un momento? —miró en dirección de Ron y del joven.

—Ve, John. Ya estoy bien —alentó Sarah, al ver el rostro reticente del joven.

Éste asintió lentamente, le dio un beso en la frente y luego salió, mirando sobre su hombro. Ron lo siguió, después de dirigirle una mirada a Hermione, y cerró la puerta detrás de él.

Durante un cuarto de hora, Hermione interrogó a su paciente, anotando varios de los síntomas que la joven había tenido durante las últimas semanas. Frunció el ceño, pensativa.

—¿Qué pasa, doctora? —preguntó la joven, ansiosa —¿Tengo algo malo?

—Malo, malo… creo que no —Hermione sonrió tranquilizadoramente —. Espere un momento.

Salió a la sala de espera, donde además de Ron y John, ahora estaba Colin, el empleado de Ron.

—Señor Weasley, ¿le importaría si le pido un favor a Colin? —preguntó Hermione.

—Mejor pregúntele usted a él —dijo Ron, con un encogimiento de hombros.

—No me importaría —se apresuró a decir Colin, sonriendo —. ¿En qué puedo ayudarla, doctora Granger?

Hermione sonrió agradecida y le murmuró en voz baja. Colin asintió firmemente y luego salió del lugar. Tanto Ron como John los miraron confundidos.

—En un momento podrá ver de nuevo a su… —Hermione dudó ante la palabra.

—Esposa, es mi esposa —completó el joven. Se levantó y alzó una mano en dirección a Hermione —. John Walker.

—Un gusto, señor Walker —la castaña estrechó la mano de John y sonrió —. Soy la doctora Hermione Granger.

Unas palabras más y Hermione volvió a entrar a la oficina. Diez minutos después Colin regresó con una bolsa de papel marrón. Tocó la puerta de la oficina, le pasó la bolsa a Hermione y luego se sentó junto a Ron.

—¿Qué te ha pedido? —inquirió el pelirrojo, en voz baja.

—Una cosa —respondió Colin, evasivo. Sintió la mirada de Ron en él —. Esperaré afuera.

Salió de nueva cuenta, ante la atenta mirada de Ron.

Pasaron otros diez minutos antes de que Hermione saliera y les informara que todo estaba bien y que ya podían pasar. John entró sin perder tiempo; Ron se rezagó un poco, y finalmente se acercó, quedándose de nuevo cerca de la puerta.

—La doctora Granger cree que estoy embarazada —estaba diciendo en ese momento Sarah a John.

—¿En… en serio? —preguntó el hombre, mirando de su esposa a Hermione.

—Los síntomas apuntan a eso —asintió Hermione —. Se ha hecho la prueba de embarazo farmacéutica y ésta ha salido positiva —señaló la prueba que estaba en la camilla, a un lado de Sarah.

—Pero… yo… —John abría y cerraba la boca sin llegar a pronunciar nada.

—Aunque será necesario que acudan con un especialista —siguió diciendo Hermione —. Por el momento, aconsejo que guarde reposo y no realice actividades que exijan de mucho esfuerzo y energía…

—¡No puedo creerlo! —exclamó John, saliendo de su aturdimiento —¡Wow! ¡Vamos a ser padres! —una gran sonrisa se extendió en sus labios y miraba a su esposa con ojos brillantes.

—Aún no es seguro —recordó Sarah, acariciando la mejilla de John.

—¡Pues ya mismo regresamos a la ciudad! —dijo John, efusivamente —Gracias, doctora Granger —estrechó otra vez la mano de Hermione —. ¿Podemos irnos ya? —preguntó, ahora a Ron.

—Sí, claro. Adelante —Ron asintió y se apartó.

Los dos jóvenes se despidieron de Hermione y salieron. Ron estaba a punto de salir también cuando escuchó que Hermione le llamaba.

—Señor Weasley —Ron se volvió a ella —, ¿se encuentra bien? Parece… —dejó la frase a medio terminar.

Ron se debatió mentalmente. La última vez que se habían visto habían tenido una conversación muy extraña que había acabado con una confesión por parte de él. Y, aunque no podía explicarse el porqué, de alguna manera necesitaba explicarle por lo menos una parte.

—¿Señor Weasley? —repitió Hermione, dudosa.

—¿A qué horas cierra aquí? —preguntó, en cambio.

—Normalmente a estas horas —respondió la castaña, después de revisar la hora en el reloj en su muñeca —. En unos veinte minutos.

—Vale, entonces… ¿le parece dar una vuelta por el pueblo? —preguntó seriamente, sin dejar ver algún sentimiento.

Hermione, por el contrario, no pudo esconder su sorpresa. Pero tras unos segundos se repuso y asintió.

—Sí, está bien. De acuerdo —susurró.

—Bien —finalizó Ron y abandonó la sala.

Hermione sacudió la cabeza y luego procedió a ordenar antes de irse.

Ron le indicó a Colin que llevara a los Walker a la Madriguera y que al regresar por la noche, se trajera su camioneta y la dejara en casa de los Potter; él la recogería ahí.

Colin asintió y se despidió de su jefe. Ron, mientras tanto, espero fuera del centro médico a que pasaran los veinte minutos.

—¿Qué estás haciendo, Weasley? —se cuestionó, alzando el rostro hacia el cielo y soltando una exhalación.


¡Hola, hola!

Ya sé que con el capítulo anterior quedaron dudas sobre lo que había sucedido con nuestro pelirrojo. En éste hemos visto/leído un poco más de esa historia, pero aun así, como ya lo dijo Hermione, quedan espacios en blanco. Pero no se preocupen, ya se irán llenando.

Estoy muy contenta por los reviews del capítulo pasado, me han hecho muy feliz. ¡Muchas gracias!

Pido disculpa por tardar en actulizar, pero se debe a que tenía una especie de bloqueo y recién estoy saliendo de ella, aunque no con este capítulo, si no con el 11. Así que si me tardo en subir el que sigue (que ya está escrito), es porque aún tengo problemas con el 11.

Eh, creo que eso es todo. ¡Nos leemos!

Saluditos y besitos.

LunitaEmo-Granger.