Capítulo 12

Harry vio como la expresión en el rostro del pelirrojo cambiaba, a medida que la mirada azul de Ron seguía a la pareja entrante. Harry los observó, también; ajustó los lentes y entrecerró los ojos un poco, notando ya con claridad que en efecto, era Viktor Krum el que acompañaba a Hermione.

—¡No puedo creer que se conozcan! —exclamó Harry en un susurro, para que sólo Ron le oyera.

—Oh, no sólo se conocen —contestó Ron, frunciendo el ceño —, están casados.

El hombre giró su rostro para ver la sorpresa y perplejidad reflejada en la cara de su cuñado. Estuvo tentado de reírse de él, pero en seguida recordó a Hermione con Viktor y volvió la mirada hacia la mesa donde se habían sentado los susodichos.

—¿Me estás tomando el pelo, verdad? —Ron escuchó la incredulidad en la voz de Harry.

—Por supuesto que sí, Harry, estoy bromeando —comentó Ron con rotundo sarcasmo. Harry estrechó los ojos y bufó —. Se separaron y van a divorciarse.

—¿Y tú cómo sabes eso, eh? —le preguntó Harry, mirándolo con curiosidad.

Ron gruñó con molestia. Viktor sujetaba la mano de Hermione sobre la mesa; Ron no podía ver el rostro de Hermione, pues estaba sentado en un ángulo nada favorecedor para él y sólo podía observar un pequeño trozo de su mejilla, medio cubierta por su cabello castaño.

—¿Cómo lo sabes, Ron? —apremió Harry, queriendo saber más del asunto.

—Ella me lo dijo —respondió Ron, finalmente —. Y ahora cállate y déjame ver —ordenó rudamente. Harry lo miró, de nuevo con sorpresa. La actitud de Ron hacia la pareja era anormal, para Harry.

Desde lo sucedido con Lavander, Ron se había mantenido alejado de las mujeres, evitando relacionarse con ellas y ahora verlo así, tomaba por sorpresa a Harry.

Suspiró con cansancio y acompañó a Ron en silencio, observando de vez en cuando hacia la mesa ocupada por la doctora y el jugador.

A medida que los segundos pasaban, Ron se veía más tentado de ir hasta Hermione y alejarla de Viktor, pero hacía uso de todo su autocontrol para permanecer sentado en el banquillo. Podía sentir la mirada de Harry en él y su inquietud, lo que no le ayudaba en nada.

No fue hasta quince minutos después, cuando Hermione se levantó de la mesa y se dirigió a la salida del pub. Ron comenzó a levantarse, pero la mano de Harry se lo impidió.

—Ron, espera, ¿qué haces? —habló entre dientes, mirándolo brevemente, su mirada se desvió detrás de su hombro.

Ron miró hacia atrás, dándose cuenta de que Viktor tenía los ojos en ellos. Sostuvo su mirada un par de segundos, luego se soltó con brusquedad de Harry y salió rápidamente, dispuesto a encontrar a la doctora Granger.

La brisa nocturna golpeaba las mejillas de Hermione mientras se alejaba del pub, dejando a Viktor Krum atrás, cerrando un ciclo que debía haber terminado hacía mucho tiempo y ahora por fin lo había concluido.

No se detuvo hasta llegar a la plaza del pueblo; tomó aire profundamente, calmando los latidos de su corazón.

Era libre, al fin. Se sentía libre.

Una sonrisa nació en sus labios, al pensar en su vida de ahora en adelante, sin estar atada a un hombre que no amaba; un hombre al que le había importado poco, para el que ella siempre era la última en la lista de sus preocupaciones. Un hombre que (estaba completamente segura de eso) la había engañado infinidad de veces.

Viktor nunca la había maltratado, ni física ni verbalmente; pero las cosa que hacía, esos sí que la habían lastimado. La indiferencia con la que a veces actuaba, el poco interés que mostraba con algunas de las cosas importantes para Hermione, el cancelar centenares de veces cenas de cumpleaños, aniversarios y fechas importantes. Todo eso había llevado al límite a Hermione, y tras la muerte de sus padres, decidió que era hora de alejarse de Viktor, de su vida pasada, y comenzar de nuevo en otro lugar.

Eso era lo que la había llevado a ese pueblo, a Ottery, donde comenzaba a tener una vida. Donde por fin podría dejar el pasado atrás.

—Doctora Granger…

La ronca voz de Ron Weasley provocó que Hermione diera un salto y girara con rapidez, encontrándose al hombre tan cerca de ella que tuvo que retroceder un paso.

—¡Señor Weasley! —gritó Hermione, llevándose una mano al pecho, sintiendo el corazón acelerado por su repentina aparición.

—Parece que ha visto un fantasma —bromeó el pelirrojo, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Bueno… —balbuceó un poco la castaña, retomando el aliento. Dio otro paso, creando más espacio entre ellos —, es que usted ha aparecido de la nada —agregó, con un tono de reclamo.

Ron sonrió de medio lado y Hermione lo observó bien. Su cabello pelirrojo estaba algo revuelto por el ligero aire que danzaba en el ambiente; sus brillantes ojos azules relucían bajo las luces, haciéndolos ver de un azul distinto al normal. La larga nariz estaba salpicada con un montón de pecas, que también invadían un poco sus mejillas. Llegó hasta sus labios, que lucían agrietados y algo enrojecidos. Alzó la mirada rápidamente, antes de que el pelirrojo se diera cuenta de aquello.

De repente, se sintió muy nerviosa con la presencia de Ron. Se aclaró la garganta, antes de hablar.

—¿Qué hace aquí a estas horas? —preguntó, apoyando el peso en un pie y abrazándose a sí misma.

—Podría preguntarle lo mismo —murmuró Ron, torciendo los labios en una media sonrisa.

—Yo he preguntado primero —rebatió Hermione, con la mirada fija en la sonrisa del pelirrojo, que pronto se borró al escuchar a la castaña.

Suspiró, e hizo una extraña mueca que desconcertó a Hermione.

—La he visto con su exesposo —confesó Ron, luego de un silencio prolongado.

Los ojos de Hermione se abrieron con sorpresa.

—No sabía que usted estaba allí —musitó la castaña, todavía mostrándose sorprendida. Sacudió la cabeza, recobrándose —. Bueno, pero eso no explica qué hace aquí.

¿Qué hacía ahí? Buena pregunta, pensó Ron.

—No lo sé, la verdad —se sinceró, acompañando sus palabras con un encogimiento de hombros —. Parecía algo alterada allí dentro, así que… no sé.

Hermione escuchó las palabras del hombre, procesándolas lentamente, tratando de darle un significado, si es que lo tenían. ¿Acaso Ron Weasley estaba preocupándose por ella?

—¿Está todo bien? —preguntó Ron, un momento después.

Hermione estudió su rostro por un largo rato. Suspiró y tomó asiento en una banca cercana. Ron arqueó una ceja, luego la siguió, sentándose en el otro lado de la banca.

—Sí… sólo… di por finalizado todo con Viktor —contestó Hermione, mirando hacia el frente.

Ron la miró fijamente, tratando de descifrar el rostro de Hermione.

—Luce… muy tranquila —notó Ron, ladeando la cabeza ligeramente.

Hermione lo miró y parpadeó dos veces antes de que una sonrisa se formara en sus labios.

—Lo estoy —confirmó, sin borrar la sonrisa —. ¿Cómo no estarlo cuando puedo comenzar mi vida de nuevo, después de sentir que la estaba perdiendo poco a poco? ¿Nunca ha sentido eso, que puede levantarse después de haber caído hasta el fondo?

Ron meditó su respuesta; la verdad es que no, nunca lo había sentido. Siempre había sentido que nunca saldría del fondo infinito al que había caído desde lo sucedido con Lavander. Desde que había perdido a su hijo.

—No, nunca lo he sentido —respondió en voz alta, mirando de reojo a la castaña.

—¿Nunca? —Hermione alzó las cejas con incredulidad.

Ron soltó una risita sin humor.

—Cuando murió mi hijo mi mundo terminó, él era la única razón por la que yo luchaba día a día y cuando él se fue… yo no tuve nada más por lo que luchar —Ron humedeció sus labios y tragó saliva lentamente. Pocas veces había dicho esto, quizá nunca lo había dicho… no recordada.

—¿Y entonces por qué sigue aquí? —la pregunta salió en voz baja.

Hermione estaba impresionada por la declaración del hombre, pero sobre todo por los sentimientos tan tristes y profundos que podía leer en sus ojos.

—Porque me di cuenta que nada cambiaría lo que ya había pasado, que mi hijo no volvería y que de nada valdría desperdiciar la vida que a mí se me otorgó y a él se le negó.

Ginny le había ayudado en eso, si era sincero; pero se lo agradecía, le agradecía el hecho de haber estado para él como ninguna persona había estado.

—Lo siento, señor Weasley.

Ron la miró completamente confundido. Hermione notó aquello y sonrío tristemente.

—Creo que nadie merece perder a un hijo. Mucho menos cuando ese hijo fue amado como la forma en la que lo ama usted. Buenas noches, señor Weasley —se despidió Hermione, luego de un silencio en el que el pelirrojo no dejó de mirarla fijamente, quizá algo conmocionado por sus palabras.

Hermione se levantó de la banca y se alejó unos pasos, dando por finalizado aquel inesperado encuentro.

—¡Doctora Granger! —gritó Ron, unos segundos más tarde. Ella se dio media vuelta y Ron tragó saliva —Gracias —dijo, con un asentimiento de cabeza. Hermione le sonrío en respuesta y se alejó, perdiéndose en la noche.

El pelirrojo se quedó sentado, reviviendo en su mente la conversación que tan solo momentos antes había tenido con la mujer que estaba metiéndose en su mente cada vez con más frecuencia.

Cuando Ron estacionó su camioneta frente a la Madriguera, bajó inmediatamente, preguntándose quién le estaba esperando en los escalones que llevaban a la puerta principal.

A medida que se acercaba, pudo distinguir que se trataba de un hombre, alto y de complexión fuerte. Pero no fue hasta que estuvo a unos cuantos pasos de él que se dio cuenta de que se trataba ni más ni menos que de Viktor Krum. Aquello le tomó por sorpresa. ¿Qué hacía el hombre ahí?

—¿Es usted el señor Ronald Weasley? —preguntó Viktor, bajando los escalones, quedando a su altura.

—Y usted Viktor Krum —declaró Ron, hablando con seriedad —. ¿Puedo ayudarle en algo?

—De hecho, sí —habló Viktor, en un tono que intentaba ser agradable, pasando por alto que el pelirrojo conociera quién era —. Mi camioneta se ha descompuesto justo al salir del pub —miró al pelirrojo, buscando reconocimiento ante la mención del lugar, pero Ron seguía impasible —, y ya es muy tarde para encontrar a alguien que la arregle. Me han dicho que su... —se detuvo, buscando una palabra adecuada—, bueno, que "La Madriguera" es el único lugar donde puedo quedarme esta noche...

—¿Será sólo por esta noche? —interrumpió Ron, bruscamente —Mañana llegan unos clientes que ya tienen reserva, y no tengo más habitaciones disponibles.

—Sólo por esta noche —reafirmó Viktor, completamente seguro de que no le agradaba para nada al hombre aquel.

Ron guardó silencio, pensando. Se sentía tentado de no rentarle la habitación a Krum, pero por más que el hombre no fuera de su agrado, no podía hacerle eso.

—Pase —dijo al fin, subiendo los escalones rápidamente. Sacó las llaves, buscando la de la puerta principal; mientras abría, observó de reojo que Viktor tomaba una pequeña maleta del suelo, que debido a la oscuridad no había notado antes.

Ron empujó la puerta y entró. Viktor le siguió, examinando el lugar.

—Por aquí —indicó Ron, subiendo las escaleras. El búlgaro le siguió sin decir una palabra.

Ron lo llevó hasta el último piso y abrió la tercera puerta a la derecha. Se apartó, mirando al hombre.

—Mis clientes llegan alrededor de las dos de la tarde, le agradecería si pudiera desocupar la habitación una o dos horas antes.

—Sin problema... el oficial me dijo que mi camioneta estaría lista para las diez y que...

—¿Qué oficial? —cortó Ron, teniendo un presentimiento.

—El oficial Potter —respondió Krum —. Fue él quien me ayudó y me trajo hasta acá.

¡Maldito Potter!

—Buenas noches, señor Krum —masculló el pelirrojo, haciendo su camino de vuelta hacia abajo.

—¡Espere! ¿Qué hay del pago...?

—Lo acordaremos mañana —gruñó Ron, sin mirarlo.

Harry Potter era un traidor con todas las de la ley. ¿Cómo podía ése cuatro ojos ayudarle al cretino de Krum y luego llevarlo con él?

Ronald estaba furioso, y también siendo exagerado, pero de eso no se daba cuenta. Solo era consciente de que Harry Potter había cometido una gran falta contra su amistad, llevándole al hombre que… ¿Que qué? ¿Al hombre que qué, Ronald?, se preguntó a sí mismo.

Subió a su habitación y cerró la puerta de golpe.

¿Qué rayos estaba pasando con su vida? ¡¿Qué rayos pasaba con él?!

Se dejó caer de espaldas sobre la cama. Se tapó los ojos con los brazos y soltó un gran suspiro. ¿Cómo es que todo podía cambiar en un instante? ¿Cómo es que una sola persona pueda venir y moverte el mundo sin previo aviso? ¿Cómo una acción podía desencadenar más acciones y transformar tu presente y tu futuro y todo a la vez? ¿Cómo?

Ya lo había vivido una vez. Ya una vez alguien le había destruido su mundo, su vida, a él mismo. Y Ron no quería ser destruido de nuevo. Había tomado más de lo que podía dar, para poder juntar cada pedacito roto de él y ni así, había vuelto a ser el mismo; quedó marcado para siempre, era un ser lleno de cicatrices visibles al alma, más no a los ojos.

Dio vuelta sobre la cama, tratando de poner en blanco su mente. No pensar en nada. No ver nada. No sentir nada…

Las luces cegaban sus ojos, y el ruido se volvía ensordecedor y frenético mientras los segundos pasaban. Sentía el pulso acelerado mientras se movía entre el gentío que cada vez se juntaba más, queriendo ver lo que había sucedido.

Disculpe… permiso… disculpe —Ron murmuraba cada tanto, mientras se abría paso, empujando sin querer a las personas en su camino.

Que no sean ellos. Que no sean ellos. Por favor, no ellos.

Rogaba en su interior, mientras el miedo crecía fuertemente. Finalmente llegó al final, donde el auto estaba destruido. Le costó varios segundos salir del shock, pues aquel auto destruido que veía ante sus ojos, era el mismo que siempre ocupaba el lugar del estacionamiento en el edificio de apartamentos donde vivía con su hijo y Lavander.

Algo golpeó con fuerza en su interior, que le sacudió por completo. Avanzó torpe e inconscientemente, y eso que eso no podía ser.

No puede pasar —sintió una mano sujetar su hombro con fuerza y detenerlo. Ron miró la cara del oficial y parpadeó. Las palabras no salían de su boca y a su cerebro le costaba procesar lo que veía, lo que había pasado.

El oficial lo miró extrañado, pues veía la confusión y la consternación en el rostro del joven pelirrojo.

Tiene que retirarse de aquí —dijo el oficial, empujando a Ron hacia atrás —. ¿No me escucha? —gruñó, al ver que Ron no hacía caso de sus palabras, ni decía nada.

Un movimiento captó la atención de Ron. Unos paramédicos subían un cuerpo ensangrentado a una camilla. A pesar de las terribles heridas que lucían en su rostro, Ron la distinguió muy bien y un grito ahogado salió de su garganta.

¡Lavander! —gritó después de un momento, encontrando su voz al fin —¡Lavander!

Ron empujó al oficial, que trataba de detenerlo. Cruzó el área protegida, siendo detenido al instante por dos oficiales más.

Es mi esposa —lloró, notando las lágrimas frescas en su mejilla —. Iba con mi hijo… ¿Dónde está mi hijo? ¡¿Dónde está?! —gritó, sintiéndose enloquecer, mirando hacia todos lados y tratando de soltarse del firme agarre de los oficiales.

Tío Ronald… tío Ronald.

El pelirrojo miró a todos lados, buscando de dónde provenía esa voz infantil. Los rostros de los oficiales se desvanecieron y poco a poco, y luego todo se fue de repente.

Ron se levantó de un salto, provocando que James se echara hacia atrás y cayera de la cama.

—¡Ay! —exclamó el niño, levantándose y frotándose el trasero, donde se había llevado un buen golpe.

—¡James! —gritó Ron, parpadeando y entrecerrando los ojos —¿Qué haces aquí?

—La señora Hunter me mandó a despertarte, tío —respondió el niño, haciendo una mueca de dolor —. Dice que ya es tarde y alguien quiere hablar contigo.

—¿Quién quiere hablar conmigo? —gruñó Ron, pasándose las manos por el rostro, espabilándose.

—No sé —el niño se encogió de hombros —. Y ahora ya me voy, que no quiero otro golpe en el c…

—James —reprendió Ron, antes de que el niño terminara la frase —. Que tu madre no te escuche hablar así.

—Sí, sí, tío Ronald —el pequeño rodó los ojos y se dispuso a salir de la habitación.

Ron miró al niño salir y suspiró con fuerza. Se sintió pesado y cansado; hacía mucho tiempo que aquel sueño (o pesadilla) no lo visitaba. Un sueño que si bien no era un recuento de lo que había pasado, era una versión menos dolorosa de aquello.

Aún a veces podía escuchar la risa irónica y burlona de Lavander, acompañada con los gritos y chillidos de su bebé, que no reconocía a aquella mujer que era su madre. Podía escuchar las sirenas de los autos de la policía y las ambulancias. Podía escuchar a Ginny pidiendo que soltara el cuerpo ya sin vida de su hijo. A todas esas personas diciéndole que no podía hacer ya nada, el niño había fallecido al instante y todo se había ido con él.

—Está muerto, señor Weasley. No hay nada que hacer por él. Lo sentimos.

Repetía las palabras en su mente una y otra vez, pero no tenían sentido para él, si solo unas horas antes lo había visto, había besado sus cabellos y le había dicho que lo amaba, que lo vería por la noche. Y el pequeño le había sonreído y había reído y había murmurado una serie de palabras balbuceantes y poco entendibles. Y estaba vivo.

Y todo por culpa de aquella mujer.

Ella había arruinado todo… siempre lo había hecho y Ron se dio cuenta de eso hasta que ya fue muy tarde y no hubo manera de arreglar las cosas.

La puerta volvió a abrirse y James asomó su cabeza.

—¡Que te esperan, tío Ronald! —dijo, apurándolo y volvió a desaparecer.

A pesar de la tristeza y nostalgia que le invadió, Ron sonrió y movió la cabeza. Definitivamente, James era una gran alegría en su vida.


Bien, bien, reaparezco meses después con lo que considero un no muy buen capítulo… ¡aunque revelador!

Ya, no tengo excusas, ni disculpas ni nada de nada. Sólo quiero agradecer enormemente y con todo mi corazoncito el que hayan seguido al pendiente de esta historia. De verdad, ¡muchas gracias!

Dejando el momento sentimentalista, volvemos a la historia. Así que ya se habrán dado una idea de lo que sucedió, de cómo murió el hijo de Ron y ahora… nos adentramos más en Ron y Hermione, que están a punto de tener un cambio significativo en su relación, pero aún busco la manera adecuada para llegar a ese cambio… ya tengo algo en mente.

No puedo prometer que actualizaré pronto, pero sí que actualizaré algún día. De nuevo, pido paciencia y comprensión. Tendré un tiempo difícil en mi trabajo y bueno, si antes tenía poco tiempo, creo que ahora no tendré nada. La vida, la familia, los amigos y el amor, ocupa todo lo que me resta.

En fin, me despido de ustedes, agradeciendo que hayan tomado unos minutos de su tiempo para leer estas palabras y gracias.

¡Saludos!

Se despide,

LunitaEmo-Granger.