*Los nombres de los personajes así como todo lo relacionado con Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
Capítulo 14
Ron sentía como la herida en su mano ardía mientras Hermione la desinfectaba. Estaban sentados en el baño; él en la taza del escusado y ella en un banquillo frente a él, James se apoyaba en el lavabo, mirando con atención los movimientos de Hermione y haciendo muecas como si fuera él a quien estaban curando la herida.
—Cuando sea grande seré doctor, como la doctora Granger —declaró el niño, después de haber estado unos minutos en silencio. Hermione sonrió y Ron alzó las cejas.
—James, la semana pasada dijiste que serías policía como tu padre; ayer dijiste que serías como Colín y hoy, como la doctora Granger —miró a su sobrino, aún con las cejas alzadas —Mañana seguro querrás ser como Neville —Ron sonrío divertido.
—¿Y qué, no puedo ser todas esas cosas, tío? —preguntó el pequeño, estrechando sus ojos hacia Ron.
—Claro que puedes, James —terció Hermione, mirándolo un momento —. Puedes ser todo lo que tú quieras.
—¿Ves, tío? —James miró a Ron y sonrío abiertamente —Puedo ser todo lo que quiera. Todo lo que quiera —repitió el niño, canturreando las palabras —. Y mañana seré como tú.
—¿Cómo yo? —a Ron le pareció divertido aquello.
—Sí, como tú —asintió el niño —. Quiero cuidar a los animales como tú y enseñar a las personas a montar y trabajar con Colín y hacer enfadar a mamá y cuando tenga un sobrino, también le compraré dulces como tú me los compras a mí —declaró el niño, terminando sin aire, pero con una gran sonrisa.
Hermione también sonreía, escuchando el intercambio entre James y Ron. Estaba sosteniendo la mano dura y fuerte de Ron con una de las suyas; con la otra limpiaba la sangre que se había secado alrededor de la herida y contenido la hemorragia. Le aliviaba saber que no era tan profunda como para necesitar puntadas, pero sí era de cuidado.
—James, primero dile a tus padres que te den un hermano o hermana para que puedas tener sobrinos —estaba diciendo Ron.
—Pues sí ya se los he pedido —bufó el pequeño —. Pero me dicen que los hermanos no nacen de la nada y se tardan en llegar —volvió a bufar, abatido —. ¿Es verdad eso, doctora Granger?
Hermione alzó la mirada, y miró a James.
—Sí, es verdad, James —confirmó la doctora —. Y necesitan muchos cuidados. Tener un bebé no es tan sencillo.
—Los que no son sencillos, son los adultos —determinó el niño, negando con la cabeza —. Son muy aburridos —y sin más, salió del cuarto de baño, dejando a Ron y a Hermione solos.
Ambos se miraron y rieron ante las palabras de James. Volvió el silencio y Ron miró a Hermione sin decir palabra alguna. Apenas y notaba ya dolor en la mano, pues Hermione lo trataba con mucho cuidado. Se sorprendió, pues aún recordaba el dolor de la inyección que le había puesto obligadamente.
—No es tan profunda —comentó Hermione, luego de un minuto. Se giró y tomó unas gasas del botiquín de emergencias que los Potter tenían en el baño —, pero de preferencia trate de no usar mucho esa mano.
—Imposible, tengo que trabajar y para eso necesito ambas manos —aclaró Ron, frunciendo el ceño.
—Pues tendrá que tomarse unos días de descanso, señor Weasley —Hermione aplicó un polvo blanco en la herida —. Es para que cierre más rápido —explicó, ante la mirada que Ron le dio. Cubrió la herida con una de las gasas —. Pero también le recomendaría que la dejara un tiempo sin la gasa, para que se seque la herida. Y hablo en serio sobre tomarse los días de descanso.
—Ya le he dicho que no puedo —replicó Ron, molestó.
No estaba molesto porque Hermione insistiera en que descansara. Estaba molesto porque ahora que James no lo distraía con su plática, ni sentía tanto dolor, su cuerpo era consciente de la cercanía de Hermione, de su mano sosteniendo la suya y de la pequeña voz en su mente que le susurraba cosas que él preferiría ignorar en aquel momento.
—Tiene empleados, ¿no? —Hermione cubrió la gasa con cinta de tela, ajustándola a la mano de Ron, sin dejarla muy apretada —Deje que se hagan cargo ellos.
—Pero…
—Pero nada —le cortó Hermione —. Mañana pase al centro. Le daré algo para que le cicatrice más rápido —arrastró el banquillo hacia atrás y se levantó. Dio la vuelta hacia el lavabo y comenzó a lavarse las manos —. O de lo contrario estará más tiempo incapacitado.
Ron no dijo nada. Se limitó a mirarla fijamente; en su rostro seguía el ceño fruncido, pero por dentro era un desastre. Sabía que estaba perdido, lo sabía. Esa mujer le gustaba y no había marcha atrás. Pero estaba tomando todo de sí para no caer ante ella.
No podía. No quería pasar por eso otra vez.
—¿Ya han terminado? La cena está lista —Harry apareció por la puerta, distrayendo a Ron.
Hermione asintió y sonrió.
—Gracias, Harry, ya bajamos.
—Ya vamos —dijo Ron, no mirando mucho a su cuñado, pues no sabía interpretar la mirada que le estaba dando.
—Vale, no tarden —dio un golpecito a la puerta y salió de nuevo, dejándolos una vez más solos.
—¿Quedó claro lo de no trabajar, señor Weasley? —Hermione le miró, con las cejas alzadas y los brazos cruzados.
—¿O qué, me va a tener vigilado todo los días todo el tiempo? —retó Ron, pero mientras lo dijo, en su mente comenzaba a formarse la escena: Hermione al pendiente de él.
—No, pero apuesto que su hermana sí —la doctora sonrió y salió del baño, dejando a Ron con la palabra en la boca.
Ron miró su espalda desaparecer y se lo dijo una vez más: estaba perdido.
.:.:.:.:.:.:.:.:.
Ron frunció el ceño, molesto.
—He conducido por esos caminos miles de veces, doctora Granger, así que puedo conducir con una sola mano.
—Pues ya le he dicho yo que no puede, señor Weasley —rebatió Hermione, mirando seriamente al pelirrojo.
—Ron, creo que la doctora tiene razón —interrumpió Harry, entrando a la sala —. Deberías quedarte aquí, mañana Colin puede pasar y llevarte él.
—Colin se quedó hoy en La Madriguera y tengo que estar muy temprano mañana. Hay muchas cosas que debo hacer, así que le guste o no, me iré esta noche a mi casa, conduciendo mi camioneta, con mi mano herida —añadió Ron, dirigiéndose a Hermione, que lo fulminó con la mirada.
—Tú no vas a ningún lado —terció Ginny. Estaba apoyada en la entrada de la sala, con los brazos cruzados —. Ya oíste a Hermione: no puedes usar esa mano herida. Y para conducir necesitas las dos manos. Así que te quedas aquí —determinó, entrando a la sala.
—Ginny, ya te he d…
—Ya dije que te quedas, Ron —cortó la pelirroja, mirando a su hermano —. Somos dos contra uno. Y la doctora aquí es Hermione, si ella dice que no puedes conducir, no puedes conducir.
—Y yo ya dije que puedo —rebatió Ron, con el rostro algo colorado.
—A mí no me metas —dijo Harry, alzando las cejas cuando su cuñado lo miró, buscando su apoyo.
—Vamos, Ron. Nada pasará porque te quedes una noche —añadió Ginny, en tono conciliador. Tomó el teléfono de la mesita y se lo pasó a Ron —. Llama a Colin y dile que venga mañana por ti.
Ron vaciló, tomando el teléfono. No quería ceder ni ante Ginny y mucho menos ante Hermione; pero entonces notó la pequeña sonrisa en el rostro de la castaña. Por un momento, creyó que ese estaba burlando de él, pero tras verla bien, se dio cuenta que en realidad, era una sonrisa de alivio. Así que marcó los números en el teléfono y esperó a que Colin le respondiera.
—Todo por llevar la contraria —susurró Ginny a Hermione, que sonrió y movió la cabeza de un lado a otro.
—Bueno, yo me voy ya —anunció Hermione, cuando Ron colgó el teléfono y miró a su alrededor, pareciendo molesto.
—¿Quiere que la acompañe, doctora Granger? —Ron la miró, alzando las cejas.
—Sí, sí quiere —contestó Ginny, antes de que Hermione abriera la boca. Dio un empujoncito a Hermione y sonrío —. Mañana vendrás de nuevo a cenar, ¿no?
—No creo, Ginny —respondió la castaña, un poco confusa —. Tengo que dejar todo listo antes de ir a la ciudad.
Ante las palabras de Hermione, Ron la miró fijamente. Miró a Harry, después, pero este esquivó su mirada y se movió, incómodo.
—Bueno, será mejor que me vaya —añadió Hermione, después de que nadie dijera e hiciera nada.
Se despidió de Harry y Ginny y salió, con Ron siguiéndola.
—Vuelvo en seguida —oyó que Ron le decía a Ginny.
—¡Nos vemos, Hermione! —gritó Harry, cuando ya se hubieran alejado de la casa.
La castaña lo despidió, moviendo una mano y retomó el camino hacia su casa. Ron caminaba a su lado, con la mano buena enfundada en el bolsillo del pantalón. Andaban en silencio, caminando uno al lado del otro.
Pero Hermione podía sentir de vez en cuando la mirada de Ron. Doblaron en una calle y siguieron andando. Hermione no soportó un segundo más en silencio y, mirando al pelirrojo, exhaló un suspiro.
—¿Está enojado por lo de esta noche, señor Weasley? —inquirió.
Ron la miró, enarcando las cejas.
—¿Por lo de imponer su autoridad de doctora o usar a mi hermana para poder controlarme?
Hermione iba a replicar, pero decidió callar, mirando las comisuras de los labios de Ron alzarse en una lenta sonrisa. Una muy hermosa lenta sonrisa.
—No estoy enojado —añadió Ron, al ver que ella no contestaba —. Pero me irrita el no hacer cosas que se supone yo deba hacer, ¿sabe?
—Sí, lo entiendo —respondió Hermione, empáticamente.
—¿Ya se va? —soltó Ron, deteniéndose y mirando a Hermione.
Ella se detuvo a su lado y lo miró, intentando descifrar la mirada en sus ojos.
—No entiendo su pregunta, señor Weasley —balbuceó Hermione.
—Le ha dicho a mi hermana sobre su viaje a la ciudad, ¿ya se va? —repitió él, acercándose un poco a ella, casi sin darse cuenta.
Aquello la tomó un poco por sorpresa, pero no retrocedió. Miró al hombre, preguntándose si estaba alucinando, porque por un momento creyó ver preocupación y un atisbo a algo parecido al miedo. Pero eso no podía ser.
—Sí, me voy —asintió y entonces estuvo segura de lo que veía en los ojos azules de Ron Weasley. Tragó saliva, aún impactada por los sentimientos que irradiaban hacia ella; se aclaró la garganta y continuó hablando —. Pero solo por un día. Tengo que resolver unos asuntos. He pedido la plaza permanente.
A Ron le costó asimilar aquello; su cerebro procesó las palabras con lentitud. Permanente.
Eso quería decir que Hermione se quedaría para siempre… en Ottery… donde él estaba y…
—¿Señor Weasley, está bien?
Parpadeó, aún confuso, y miró a Hermione, que le devolvía la mirada, preocupada.
—Sí… yo… —tartamudeó, y luego sacudió lo cabeza. Se tomó un segundo antes de volver a hablar —. Entonces, ¿piensa quedarse aquí?
—Sí, me ha encantado este lugar —la castaña sonrió, volviendo a continuar su camino —. Es un buen lugar para vivir, me gusta el sitio donde trabajo y he hecho muy buenos amigos. Aunque exista cierto pelirrojo amargado, pero creo que puedo vivir con eso.
Ron frunció el ceño, ante la broma que Hermione hizo.
—Bueno, será bueno tener a una doctora fastidiosa que se quede y no se vaya más —regresó el pelirrojo, cruzándose de brazos. Hermione rio y Ron se dio cuenta de cuanto le gustaba verla y escucharla reír.
—Solo espero que me den la plaza —suspiró Hermione y guardaron silencio de nuevo.
Ron no se había dado cuenta de la cercanía entre sus cuerpos, hasta que sintió un suave y cálido roce, provocado por la mano de Hermione. Ambos se miraron entre sí y se alejaron un poco.
Pronto estarían en casa de Hermione y Ron no quería despedirse de ella, aún.
—Su ex esposo habló conmigo —añadió, a la desespera, pero también por ver qué reacción tenía Hermione.
—¿En serio? ¿Cuándo fue eso? —inquirió, sorprendida.
—La noche que se vio con usted. Su camioneta se averió o algo así y Harry lo llevo a la Madriguera; le di hospedaje y antes de que lo corriera, habló conmigo.
—¿Lo corrió? —Hermione se detuvo, habiendo llegado a su destino. Ron asintió.
—Sí, no soporto a los patanes como él —se encogió de hombros —. Creía que lo había dejado por mí.
Ron evadió la mirada de Hermione al decir aquello.
—¿Por qué Viktor creería eso? —habló lentamente, con los ojos clavados en Ron.
—No sé, nos vio esa noche, supongo —volvió a encogerse de hombros.
—¿Y qué le ha dicho usted, señor Weasley?
Ron pudo notar como su garganta se cerraba. Había comenzado una brisa fresca que llevaba hasta sus fosas nasales el perfume de Hermione. Quería abrazarla en ese instante, inhalar por siempre el dulce aroma que desprendía.
—Que no era mi culpa que hubiera sido un completo imbécil con usted —recitó, recordando la cara de Viktor cuando mencionó aquello.
No se atrevió a levantar la mirada, hasta que Hermione cerró sus dedos sobre su mano, demasiado grande contra la suya.
—No es tan idiota como aparenta, señor Weasley —sonrió Hermione, dando un apretón, antes de dejarle ir y separarse de él —. Buenas noches.
Dio la vuelta, dejando atontado a Ron, sintiendo como su piel hormigueaba, aun con el calor de Hermione grabado en su piel. Sentía como se desconectaba de todo, todo excepto Hermione, que ahora avanzaba hacia la puerta de su casa.
Joder, ¡al diablo todo!
No recordaba en qué momento, ni cómo, pero su cuerpo se había movido por sí solo. Su mano había sujetado la muñeca de Hermione y tiraba de ella. Y al instante, su mano estaba en su nuca y sus labios estaban presionando contra los labios de Hermione.
Joder. Joder. Joder.
Y mil veces joder, porque aquello se sentía tan malditamente bien.
¡Hola, hola! Pues aquí de nuevo con este pequeño capítulo, pero con algo especial que todas querían: ¡que pasara algo entre estos dos!
*¡Fiesta!*
Vale, pues he decidido que fuera así porque, ¡vamos!, es Ron, es impulsivo, es imprevisible, nunca se sabe cómo pueda hacer ni qué pueda hacer. Así es este pelirrojo y así lo queremos y así lo quiere Hermione. Todos lo sabemos.
Espero haber demorado más de lo que tenía previsto, pero no ha sido un mes fácil y eso.
Me han mandando con la psicóloga, al final se dieron cuenta de mi locura y bueno, a ver qué resulta muajajaja... bueno, ya. Espero les haya gustado este capítulo (que como siempre a mí no me parecen tan bien), pero su opinión es la que cuenta. Y perdonen si hay alguna que otra falta de ortografía y redacción, olvidé revisarlo y quería subirlo de ya.
Bueno, nos veremos en el siguiente capítulo. Y eso.
¡Saluditos!
LunitaEmo-Granger.
PD: Perdonen que no haya respondido reviews, pero los he leído y muchas gracias por cada uno de ellos, en serio. ¡Gracias!
