*Los nombres de los personajes así como todo lo relacionado con Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.


Capítulo 15

Durante un largo momento que solo fueron dos segundos, Hermione no supo qué hacer. En un instante, su razonamiento se había tambaleado fuera de su ser y lo único que podía procesar eran los labios de Ronald Weasley moviéndose sobre los suyos; sus dedos presionando su nuca y su mano aferrando su muñeca.

Dos segundos pasaron antes de que su cuerpo se acercara a Ron y fundiera su boca con la suya. El brazo de Ron rodeó su cintura y Hermione se sujetó al pecho del pelirrojo. Se besaron con intensidad, sintiendo la necesidad escondida, el deseo guardado, la tensión que se había creado entre ellos y que ahora estaba desapareciendo conforme sus labios se buscaban más y más.

Y de pronto todo terminó. Ron se alejó, trastrabillando y balbuceando palabras que Hermione no lograba apreciar. Ambos se miraron, aturdidos, confundidos.

—Yo… debo… no… —tartamudeaba Ron, aún con la mente nublada por el reciente beso.

Se quedó callado al no saber qué decir. Hermione lo miraba, confusa; podía escuchar su respiración agitada, ver sus labios enrojecidos. Labios que acababan de borrar todo en su mente y que estaba deseando volver a tener.

—Buenas noches —farfulló, girándose. Y antes de que Hermione pudiera decir algo, Ron se apresuró, alejándose de Hermione, perdiéndose en la noche.

Hermione miró la silueta de Ron confundirse en la oscuridad.

Se llevó una mano a sus labios, frunciendo un poco el ceño. ¿De verdad había pasado? ¿No había sido algo en su imaginación? ¿Estaría enferma y fue un delirio?

Pero no, el hormigueo que había en todo su cuerpo. La sensación de sentirse en los brazos de aquel hombre, el calor que seguía irradiando. Todo era tan real; había pasado.

Ronald Weasley le había besado.

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Caminaba entre nubes de confusión. Sus pies lo llevaban por sí solos; su mente se había quedado trabada en lo que había sucedido tan solo unos cuantos minutos atrás.

Se detuvo, rodeado de la oscuridad de la calle y de sus pensamientos, ¿qué había hecho?

—La besé —susurró para sí.

Asimiló las palabras, sus actos, el hecho. Él, Ronald Weasley, el hombre que había decidido alejarse de las mujeres, el hombre que había hecho un pacto consigo mismo de no volver a enamorarse, de ignorar cualquier interés que una mujer pudiera provocarle, el mismo Ron que había jurado y perjurado que nunca más en su vida tocaría a una mujer de forma romántica, y ahí estaba. Hermione Granger había logrado desbaratar todo su mundo en cuestión de días, de minutos, de segundos. Y le había besado.

¡Joder, le había besado!

Y estaba dividido entre la euforia y el terror que aquello le había provocado. Miró hacia ambos lados de la calle; ¿y si regresaba, qué? ¿No sería mejor irse y dejar que las cosas se enfriaran?

—¡Ahg, maldición! —pateó una piedra en el suelo y se revolvió los cabellos, antes de volver a ponerse en marcha hacia casa de los Potter.

Cuando llegó a casa de su cuñado y hermana, seguía pensando en Hermione.

¿Qué se supone que haría ahora? ¿De qué manera iba a enfrentar lo que había hecho?

—Ron, ¿quieres té? —le ofreció Ginny, cuando pasó por la sala, donde ella y Harry descansaban.

Ron parpadeó y negó con la cabeza.

—Estoy cansado. Buenas noches —se limitó a decir, ante la confusa y escrutadora mirada de los otros dos.

Se encerró en la habitación de invitados que Ginny había preparado para él. Se tumbó en la cama, mirando al techo fijamente.

Inevitable, una sonrisa cruzó sus labios al cerrar los ojos y rememorar aquél beso. Lo había disfrutado tanto; de hecho, no recordaba un mejor beso que ése. Se había dejado llevar por sus impulsos, su necesidad. Quería sentirla más cerca. Se asustaba de sus propios sentimientos; eso debía parar antes de ser peor.

—Estás muerto, Weasley —se dijo en la oscuridad, antes de girarse y quedarse dormido, con el beso impregnado en sus pensamientos, en sus labios y en todo él.

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Ron estuvo agradecido de que el día llegara a su fin. Había estado trabajando como loco las últimas horas. Y ahora por fin podría darse el lujo de descansar un rato, antes de sumergirse en los asuntos que menos le gustaban: los administrativos.

Se recargó contra la cerca, disfrutando de ver el atardecer. Algunos de los inquilinos paseaban por los alrededores. Ron sonrió al distinguir a su viejo amigo Neville y a su esposa Hanna. Habían llegado aquella misma mañana. James estaba tan emocionado con la noticia de que su amigo Frank por fin estaba en "La Madriguera", que había empacado ropa en su mochila y había subido a la camioneta de su tío, dispuesto a instalarse para poder pasar tiempo con Frank.

Los dos niños habían aparecido por los establos, riendo de algo (seguramente una travesura). Frank siguió corriendo, pero James se detuvo y caminó hasta su tío.

—¿Y esta vez hicieron…? —preguntó Ron, mientras el pequeño se encaramaba en la cerca, quedando a la altura de su tío.

—Nada malo, tío Ronald —se apresuró a decir el pequeño, pero al notar las cejas alzadas de su tío, suspiró resignado —. Hemos hecho tropezar a Colin… sobre el bebedero de los caballos.

Ron se soltó a reír por lo cómico que sería eso. Revolvió los cabellos del niño.

—Pobre Colin, seguramente se ha reído de sí mismo, ¿no?

—Sí —asintió James, sonriendo —. Ha ido a cambiarse, dice que se irá temprano a casa. Tío, escuché a mamá y a papá hablar —dijo el niño, después de una pausa.

—¿Los estabas espiando, James? —preguntó el hombre, mirándolo extrañado.

—¡No, fue sin querer! —se defendió el chiquillo —Pero estaban diciendo que estabas raro… y luego mencionaron algo sobre el tío Charlie. Él y tú también están peleados, ¿verdad?

James miró a su tío, esperando una respuesta. Ron agachó la mirada y se frotó la nuca.

—Entre tu tío Charlie y yo han pasado ciertas cosas que son difíciles de borrar, ¿sabes?

James asintió y abrazó a su tío.

—Pues no le vayas a decir, pero tú eres mi tío favorito —Ron sonrió al escuchar las palabras del niño.

—Venga, Frank te está esperando —le dijo Ron, ayudándolo a bajar de un salto. James sonrió y corrió para alcanzar al pequeño que lo esperaba unos metros más allá.

Ron no quiso pensar más; esa mañana había recibido otra carta de Charlie, pidiéndole una respuesta, pero Ron se había limitado a arrugarla y tirarla a la basura. Tomó sus herramientas de trabajo y caminó hacia los establos para dejarlas en su lugar.

—Creo que había dejado en claro el no usar esa mano, señor Weasley.

Ron volteó tan deprisa, que volcó un par de cosas, provocando un fuerte ruido. Pero no tan fuerte como el que había hecho su corazón al escuchar aquella voz. Aquella hermosa y atormentadora voz.

Se tomó un segundo para hablar, pues las palabras no llegaban a él.

—Podría causarme un infarto, ¿sabe? —dijo, después de un rato. Pero su voz salió amortiguada, intentando sonar firme.

Hermione sonrió y le ayudo a recoger el destrozo que Ron había causado.

¿Qué hacía ahí? Ron se lo preguntó, evitando observarla. Durante los últimos dos días esa mujer había ocupado sus pensamientos cada que podía, colándose en la mente del pelirrojo, sin que éste pudiera detenerla.

Y siempre aparecía, cuando menos lo esperaba, lo sorprendía con su presencia.

—Perdone que haya venido sin avisarle, pero pensé que sería mejor —Hermione se plantó ante él y cruzó un brazo sobre su pecho, abrazándose a sí misma.

—¿Y a qué ha venido? —Ron le dio la espalda, fingiendo acomodar cuerdas y guantes en ganchos de las paredes.

—Sabe a qué he venido, señor Weasley —la voz de Hermione salió distinta. Un poco de incertidumbre se posaba sobre su firmeza.

Ron se detuvo y se quedó quieto. No estaba seguro de querer enfrentar aquello. Deseaba que las cosas se quedaran atrás, hacer como si ese beso no hubiera pasado. Pero se mentía; la parte más intensa de sí rogaba por hablar de aquello, por volver a repetirlo tantas veces, saciarse de aquella necesidad que comenzaba a sentir.

—Doctora Granger… —comenzó, dando la vuelta y enfrentándose a aquellos ojos marrones que le volvían loco.

—Hermione —le interrumpió ella —. Creo que debemos hablarnos por nuestros nombres, ¿no?

—Hermione —repitió Ron. Y descubrió lo bien que se sentía el nombre en sus labios. Le gustó pronunciarlo y ver que una sonrisa asomaba la comisura de los labios de la mujer que estaba frente a él.

—Ronald —pronunció Hermione en respuesta y lo miró, esperando alguna reacción del hombre. Sus labios se curvaron por sí solos y Ron sonrió al oír su nombre en los labios de Hermione. ¿Así lo sentiría ella?

Ninguno dijo nada por un largo y tenso momento. Se miraron fijamente el uno al otro, esperando que uno hablara.

—¿Va a decir algo o no? —preguntó Hermione, cansándose del silencio.

—Usted es quien ha venido aquí, doc… Hermione —se corrigió Ron, cruzando los brazos.

—Bueno, usted es quién me ha besado, en primer lugar —se atrevió a decir Hermione, tomando coraje —. Uno no va besando a la gente, para luego desaparecer y no decir nada.

Ron abrió y cerró la boca. Una vez más no sabía qué decir. Comenzaba a molestarle aquello. Hermione lo miraba, algo desafiante, pero ansiosa por oír lo que Ron tenía por decir.

—Pues… —balbuceó Ron. ¿Qué diría, ahora que tenía la oportunidad de expresar lo que estaba sintiendo?

Pero no. Decirlo supondría muchos riesgos. Y él ya no quería correrlos; ya había aprendido mucho de ello tiempo atrás y no quería volver a vivir la experiencia.

—Solo fue un beso —se decidió a decir. Pero todo indicaba mentira; claro que había sido más que un beso. Los dos lo sabían.

Hermione lo miró, fijamente. Sus labios trazaron una línea firme y Ron se perdió en ellos.

—¿Por qué me has besado, Ronald? —sus palabras fueron suaves, a penas pronunciadas.

Ron tardó en entenderlas. Temía que le preguntara precisamente eso. No tenía respuesta. Él mismo no lograba entender aquel momento de arrebato que le había hecho condenarse, probando esos labios que ahora eran la causa de sus debates mentales.

Ron escuchó el suspiro frustrado de Hermione cuando él no respondió.

—Olvídelo —dijo Hermione, dando un paso atrás —. Buenas tardes, señor Weasley.

Pero antes de que Hermione pudiera dar media vuelta e irse, Ron la sujetaba del brazo.

—No puedo explicárselo… porque no lo entiendo —estaba tan cerca de ella que le costaba entenderlo cada vez menos.

Se miraron fijamente y Ron pudo sentir los segundos sonando en su mente. Pudo ver en cámara lenta el rostro de Hermione acercarse. Su mano sujetando su nuca. Y todo volviendo a cobrar vida cuando, por segunda vez, sus bocas se encontraron.

Fue un beso diferente. Se podía sentir, pero Ron no podía definir qué era lo diferente. Quizá era el hecho de que Hermione fue quien inició el beso. Quizá era la forma en la que sus dedos jugaban con su nuca y sus cabellos. Quizá era la forma en la que se abrazaban mientras sus labios se buscaban más y más. Quizá era todo.

—Quizá esto tampoco tenga explicación, entonces —murmuró Hermione, separándose de él.

Ron, atontado, la miró. Su cuerpo hormigueaba por entero; por unos maravillosos segundos, había experimentado una tranquilidad que desde hacía años no sentía.

Esa mujer lo había confundido más. ¿Le había besado por las mismas razones que él tenía o solo lo había hecho por hacerlo?

No entendía. Ni a Hermione ni a él mismo.

—Porque me gustas, Hermione Granger —respondió a la nada, soltando la sonrisa que había reprimido desde que Hermione había llegado.

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Entonces Lunita iba caminando, piso una cáscara de plátano, se cayó, se pegó y murió. Fin.

Bueno, no, no he muerto. Y aquí estamos… con el peor capítulo que he escrito (a mi parecer). Me quedó demasiado corto, pero quería subir ya y seguir con otra parte de la historia. De ahora en adelante, veremos una transición en Ron y Hermione, y espero eso les guste.

Solo que mi musa, mis escritora interior y yo no estamos en acuerdo y eso causa que me tarde muchísimo en actualizar. Necesito terapia.

En fin, espero hayan disfrutado un poquito con este capítulo y pues ya nos veremos en el siguiente.

Gracias por todas las lecturas y comentarios. ¡Mil gracias! Un abrazo para todas esas personitas que me leen.

¡Saludos!

PD: Disculpen que no haya respondido reviews, pero los leo todos, muchas gracias. Prometo responder los siguientes ñ.ñ