*Los nombres de los personajes así como todo lo relacionado con Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.


Capítulo 16

Hermione sonrió mientras iba a su recién adquirida camioneta. Ronald Weasley era un idiota en toda la extensión de la palabra, pero era un idiota que le estaba gustando mucho. Mientras subía y encendía el motor, revivió lo que había hecho hacía un momento.

¿Quién diría que ella se atrevería a hacer tal cosa? Pero ese hombre estaba despertando en ella cosas que nadie más había logrado.

Recordaba el beso de Ron, recordaba la extraña ansiedad e impaciencia que se arremolinaban dentro de ella el día después, esperando que el pelirrojo apareciera en cualquier momento, con palabras que pudieran calmarle. Pero no, Ron no había hecho acto de presencia y ella había tenido que irse a Londres con todos esos sentimientos revoloteando en todo su ser.

Y no podía permanecer así; su mente le exigía aclarar el asunto de una vez. Así que tomando todo el valor que tenía, había hecho el trayecto hasta La Madriguera, buscando aplacar sus sentimientos.

Pero ahora, mientras observaba el paisaje a su alrededor, se había dado cuenta que quizá no había sido buena idea. Pues sus sentimientos solo se habían alocado más y a fin de cuentas, se había ido como había llegado: con la curiosidad de saber por qué Ronald Weasley le había besado.

Existían aún muchas dudas sobre aquél hombre y éste no hacía más que aumentarlas con cada encuentro que tenían. Era el hombre distante, frío y desconfiado; era el hombre divertido, preocupado y amable. Hermione se encontraba pensando en él como un camaleón, cambiando constantemente, adaptándose a las circunstancias, adaptándose a las personas.

Hermione sabía lo suficiente como para asegurar que el pasado de Ron debía de ser trágico como para que él fuera de todas esas maneras.

Suspiró. Necesitaba conocer todo del hombre; quería ayudarlo, quería estar con él, lo quería a él. Y el simple pensamiento le asustaba a Hermione, porque como se lo había demostrado, Ron no era un hombre que quisiera una mujer en su vida.

Pero le había besado. Y eso, debía de significar algo.

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Cuando Colin entró al establo, buscando a su jefe, tuvo que contener una carcajada. Había dado lo que fuera por tener una cámara fotográfica para poder capturar el rostro atontado de Ronald Weasley. Ron tardó un momento para salir de su aturdimiento y cuando lo hizo, frunció el ceño.

—¿Tú qué miras? —espetó a Colin, mientras terminaba de poner orden en el lugar.

—Nada, señor —se apresuró a decir el muchacho, apretando los labios para no soltarse a reír. Se aclaró la garganta —. Eh, ¿esa era la doctora Granger saliendo de la propiedad?

—Sí, era ella —respondió Ron secamente; con eso, dejando en claro que no quería más preguntas.

—Bien. Si me ocupa, estaré en la cocina, señor —el joven dio un paso atrás y luego salió, cuando Ron lo despidió.

Ron salió un momento después, tratando de poner su mente en blanco. Pero fue un intento en vano y con poco sentido. Pues todo lo que pasaba por su mente era Hermione. Hermione Granger que había ido hasta él y le había besado. ¡Joder, ella lo había besado!

Se dejó caer sobre un gran fajo de paja y cubrió su rostro con sus manos, antes de pasarlo por su pelirrojo cabello. ¿Qué debía hacer?

Se sentía como un chiquillo enfrentándose a su primer enamoramiento. No sabía qué hacer; una parte de él gritaba por estar con Hermione, por pasar tiempo con ella, besarla, tenerla en sus brazos. La otra, aquella parte marchita, no hacía más que recordarle todo lo que había pasado la última vez que había querido a una mujer.

"No es ella", se repitió una vez más, apretando los puños.

Pero Lavander no siempre había sido así; hubo un tiempo, un tiempo muy lejano y corto que a Ron le costaba recordar, creer que de verdad había sido así, donde Lavander le quería, donde eran felices. Y luego, había cambiado.

Y él, Ron, había estado tan ciego, tan enamorado y tan enfrascado en querer ser feliz con ella, que no lo notó. No notó que Lavander dejó de sonreír, no notó sus mentiras, su frialdad. No notó que Lavander ya no decía las palabras porque las sintiera, las decía porque era la única manera no perderlo. De tenerlo en la palma de su mano. Y cuando Ron despertó, ya era tarde para dar marcha atrás. Se habían casado, iban a tener un hijo, un hijo que fallecería en tan poco tiempo. Y Ron había quedado hundido en la nada. Su hijo había muerto. La mujer que creía amar no existía más, había desaparecido tras dosis y dosis de drogas, tras tantas borracheras; se había ido consumido poco a poco, y Ron también. Y al final, se había quedado solo.

Y ahora, a tantos años de soledad, de amargura, Hermione había aparecido. Y con su sonrisa, su amabilidad y esa personalidad tan única, le estaba ofreciendo algo que, sin saberlo, Ron deseaba desesperadamente.

Pero la pregunta era: ¿estaba dispuesto a dejar todo atrás y darse una oportunidad?

—Ojalá algo fuera fácil en esta jodida vida —murmuró Ron, levantándose y saliendo del establo, mientras soltaba un largo suspiro.

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Hermione resopló, enmascarando la sonrisa que quería escapar de sus labios. Ginny soltó una risita y le miró.

—¡Vamos, Hermione! Se nota a kilómetros —añadió, antes de que la castaña pudiera decirle algo. Ginny pasó las hojas de una revista, mirando de reojo a la doctora —. Además, soy su hermana. Le conozco demasiado bien.

Hermione negó con la cabeza y ocultó el rostro detrás de un fajo de expedientes médicos.

—Hermione, en todos estos años he visto a Ron actuar distante, frío y hasta insensible con cualquier mujer (exceptuando a sus empleadas y a mí) que se le acercase. No pasa de un simple saludo y a veces ni eso —la pelirroja dejó la revista y centró su mirada en Hermione —. Contigo es diferente, lo sé. Estoy segura —dijo con total convicción.

Hermione rodó los ojos, pero sonreía por dentro. Acomodó los papeles de nueva cuenta, aunque estaba en orden. Se aclaró la garganta.

—Mira, Ginny, tu hermano y yo no congeniamos. Tú has visto que de cada dos encuentro, tres salen mal —intentó bromear y Ginny sonrió un poco —. Muy apenas soporta mi presencia…

—Eso es una reverenda mentira —le interrumpió la pelirroja, poniéndose en pie —. De verdad, Ron es otro contigo… no, no es otro —se corrigió, dando una vuelta por el consultorio —, es él. Contigo es él mismo. El Ron que he conocido de siempre. Es como si… —se calló abruptamente.

—¿Es como si… qué? —tanteó Hermione, cautelosa.

—Nada, Hermione —se apresuró a responder la pelirroja, sentándose de nuevo —. Son cosas de Ron.

—Tu hermano es un misterio, lo sé —declaró Hermione, después del largo silencio entre las dos. Ginny la miró, con cara de pena —. No creo que esté listo para algo más que una amistad.

—Hermione… Ron nunca ha estado listo para nada en su vida —Ginny tragó antes de seguir hablando —: no estuvo listo para cuando su familia le dio la espalda. Para vivir solo y mantenerse. Para casarse con la persona equivocada; para ser padre. Para perder a ese hijo. Para sentir la soledad a tan corta edad —los ojos de la pelirroja brillaban mientras enumeraba todo aquello —. Nunca ha estado listo y sin embargo, todo lo ha enfrentado y superado. Eso admiro de Ron.

Hermione escuchó con atención cada palabra que dijo Ginny. Ahí estaba otro poco más de Ronald Weasley y sin embargo no era suficiente para ella; no podía explicar esa sensación de querer saber más de él, la necesidad de conocerle al detalle.

—Solo te pido una cosa —agregó Ginny, después de aclararse la garganta —. Pase lo que pase entre tú y Ron, trata de no herirlo.

—Ginny, yo…

—Sé que el herir a las personas que queremos es inevitable —interrumpió Ginny, mirándole a los ojos —, pero trata de que sea lo menos posible.

Hermione le miró durante un largo momento, antes de asentir.

—Está bien, lo haré —se sorprendió de lo bajo que salió su voz —. Si es que no nos matamos antes los dos —intentó bromear, despejando el momento tenso.

—Oh, no creo que eso pase —Ginny suspiró, y luego compuso una sonrisita —. ¿Vendrás a la fiesta de esta noche?

—¿Estará tu hermano? —Hermione estrechó los ojos hacia ella. Ginny rió y se encogió de hombros —Vale… quizá vaya un rato —accedió Hermione, soltando el aire y moviendo la cabeza de un lado a otro, ante la gran sonrisa de Ginny Potter.

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—¡Vamos, tío Ron!

El pequeño James tiró de la mano de su tío, que caminaba lentamente, evadiendo a la multitud ya reunida en torno a la gran plaza de Ottery. Ansioso por subirse a los juegos mecánicos que habían montado en el lugar, James tropezó y evitó caerse gracias a su tío, que lo sujeto con fuerza.

—Tranquilo, James, tienes toda la noche —le dijo Ron, dándole una palmada en el hombro.

—¡Pero son muchos! —protestó el niño, abarcándolos con sus delgados brazos — Y además, tú siempre quieres irte temprano —recordó, dándole una mirada acusadora.

Ron sonrío, incapaz de negar aquello. Pues era verdad, no disfrutaba en absoluto el estar rodeado de gente y menos celebrando. Lo habría evitado, pero no podía negarle a James el placer de disfrutar aquello una vez al año. Además… quizá podría encontrarse con alguien y…

—¡Mira, ahí está mamá! —y antes de que Ron volteara, James ya corría hacia donde estaba su madre, acompañada de Harry, que acababa de acercarse a ella.

Ron lo siguió, caminando más rápido y llegó ante ellos justo cuando Ginny reprochaba a James por el nuevo rasguño en la barbilla del chiquillo.

—Mamá… ¡no es nada! —farfulló James, tratando de librarse de las manos de su madre.

—Y tú se supone que lo estás cuidando —Ginny dirigió una mirada enfadada a Ron, cuando llegó ante ella. El pelirrojo ni se inmutó, beso la mejilla de su hermana y saludó a Harry con un medio abrazo.

—Que lo cuide no significa que lo tenga atado todo el día sin hacer nada, Ginny —respondió Ron, encogiéndose de hombros.

—¿Por qué no vas ver los juegos, James? —dijo Harry, antes de que su esposa iniciara una discusión.

El niño aceptó con gusto las monedas que le dio su padre y antes de que pudieran detenerlo, salió corriendo, perdiéndose en la multitud.

—Bueno, ¿por qué no vamos por una cerveza, mejor? —propuso Harry, mirando a ambos.

—Neville anda por aquí. Bueno, de hecho todos mis inquilinos andan por aquí —comentó Ron, mientras seguía a su hermana y cuñado.

—Hermione también vendrá —comentó Ginny, como no dándole importancia. Pero Harry no pasó por alto la mirada que dirigió a Ron.

Éste, mantuvo su rostro sin emoción alguna, pero por dentro algo se removió y se contuvo de preguntarle a su hermana.

Fue un alivio que en ese momento divisaran a Neville y a su esposa, pues eso distrajo a Harry y Ginny. Con una gran sonrisa, la pareja se acercó hasta ellos, y los saludaron alegres, contentos de ver a sus amigos después de tanto tiempo.

—Acabo de ver a Frank y James en el tiro al blanco —comentó Hannah, cuando terminaron los saludos.

—Justo íbamos por algo de tomar, ¿por qué no nos acompañan? —invitó Ginny y los cinco siguieron su camino en busca de algo para beber.

Ron no participaba mucho en la conversación; giraba el rostro disimuladamente, sus ojos buscando una melena castaña que no aparecía por ningún lado. Tal vez Ginny le había mentido y Hermione no vendría. Quizá y si…

—¿Aburrido?

La voz de Hermione le llegó por su espalda. Giró un poco y ahí estaba ella, regalándole una pequeña sonrisa. Los labios de Ron temblaron, al querer estallar en una sonrisa.

—¡Hermione! —gritó Ginny, atrayendo la atención de ambos. La pelirroja sonrío —Te habías tardado.

—Cerré un poco tarde el centro y tuve que pasar a casa —explicó Hermione, acercándose para saludar a Ginny y Harry.

—Oh, te presento a Neville Longbottom y su esposa Hannah —Harry señaló a los mencionados; la pareja estrechó la mano de Hermione —, son viejos amigos y compañeros de colegio. Y ella es Hermione Granger, la doctora del pueblo.

—No te vimos en nuestra anterior visita —dijo Neville, sonriendo.

—Llegué este verano —repuso Hermione, correspondiendo la sonrisa.

Ron carraspeó un poco, pero miraba hacia otro lado. Hermione lo observó de reojo. Era difícil decir quién de los dos sentía más nervios, pues aunque lo ocultaban bien al exterior, por dentro bullían.

—Vamos a ver cómo están los niños —tomando la mano de su esposo, Ginny tiró de él, alejándose. Volteó sobre su hombro y le guiñó un ojo a Hermione.

—Eh, vamos con ustedes —se apresuró a decir Neville, captando la señal de la pelirroja.

Ron alzó las cejas al ver desaparecer a los cuatro. Le dio una inquisitiva mirada a su hermana, antes de apoyarse en la barra. Hermione se colocó a su lado, dejando un pequeño espacio entre los dos.

—Esto, uhm… —comenzó Ron, tragando saliva.

¡Maldición! ¿Es que siempre iba a estar balbuceando como idiota cada vez que Hermione estuviera en su presencia?

Hermione lo miró con diversión.

—Su hermana me ha convencido de que viniera —prosiguió Hermione, al ver que Ron no decía nada más.

—Ginny puede ser persuasiva cuando quiere —apuntó Ron, por fin armando una frase.

—¿También lo ha convencido, Ronald? —Hermione alzó las cejas.

—¡Oh, no! Ha sido James —el hombre soltó una risa —. Así que ya no sé quién es peor: la madre o el hijo.

Ambos rieron, y cuando terminaron de hacerlo, de nuevo hubo silencio. Había tantas cosas flotando en el aire. Pero ninguno se atrevía a decir nada. Ninguno se atrevía a aceptar que los besos que habían compartido les habían gustado tanto. Ni que se estaba formando algo entre ellos, aunque no supieran explicar el qué era.

—Esto es absurdo —murmuró Hermione, suspirando —. Somos adultos, ¿no? —miró a Ronald, clavando sus ojos marrones en los azules del pelirrojo.

Ron se limitó a encogerse de hombros, lo que exaspero a Hermione.

—Vamos a hacerlo fácil —decidió, cruzándose de brazos —. Nos olvidamos de todo lo que ha pasado o… o… —se calló. No era fácil, para nada. No sabía cuál era la alternativa. No sabía qué hacer consigo misma ni con el hombre que estaba ante ella.

Ron, en cambio, se debatía por dentro. La parte asustada de él estaba contento con la sugerencia de olvidarlo, de volver a su rutina. De volver a su vida antes de conocer a Hermione Granger. Pero la otra parte, ésa que en esos momentos solo quería avanzar hasta ella, tomarla entre sus brazos y besarla, estaba gritando más fuerte, golpeando todo dentro de él, sacudiéndolo con fuerza.

—No quiero olvidarlo, Hermione —las palabras salieron tan rápido, sin pensarlas, pero sintiéndolas. Se aclaró la garganta —. No quiero —reiteró, ante la atónita mirada de la castaña.

Y la besó. La besó, acallando las voces en su mente, los golpes en su interior. La besó sintiendo cómo todo iba desapareciendo; su mente volviéndose solo a Hermione y quedándose ahí, con ella.

La besó sin importarle que todo el pueblo los viera, los señalara. Sin importarle los rumores que pronto se extenderían por todo el lugar.

No le importaba, porque Hermione le estaba abrazando y lo besaba con las mismas ganas que él sentía. Y eso era lo único que contaba.


Primero que nada, quiero agradecer a esas personas que han estado al pendiente, espero un capítulo más de esta historia. Y que me perdonen si no he estado respondiendo sus reviews.

Bueno, aquí estamos. Un capítulo más que espero les haya gustado. Ya sé que ha pasado mucho tiempo, pero a veces no tengo tiempo y los problemas de salud no quieren dejarme del todo. Así que espero que comprendan mis largas ausencias, pero que sepan, como siempre les digo, que no pienso abandonar la historia hasta el punto final.

Bueno, nos vemos en un nuevo capítulo. ¡Muchas gracias por el apoyo!

Saludos.