*Los nombres de los personajes así como todo lo relacionado a Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.


*Capítulo dedicado a Nadie, que sabe lo especial e importante que es para mí. ¡Feliz cumpleaños! (Otra vez).


Capítulo 18

El silencio que procedió a las palabras de Charlie Weasley, fue uno de los más largos y tensos que Harry hubiera presenciado jamás. Miraba a su esposa, que permanecía sin expresión alguna en el rostro, quizá todavía impresionada por las fuertes palabras del hombre pelirrojo. Charlie desvío la mirada, pero no antes de que Harry pudiera notar el arrepentimiento y la culpa en aquellos ojos azules.

—Hice tantas cosas mal, Ginny —el silencio se quebró ante la compungida voz de Charlie, que ahora miraba a su hermana con ojos brillantes y enrojecidos —. Le he hecho mucho daño a Ron y…

—¿Y ahora qué? —interrumpió Ginny, saliendo del trance. Su rostro lucía ahora una furia contenida, una rabia contra su hermano — ¿Vienes a hacerle más daño con esto?

—No, no es… —intentó explicarse Charlie, para ser callado de nuevo por Ginny.

—¡Ron ha sufrido mucho ya! —explotó la pelirroja, clavando sus fieros ojos en Charlie —No tienes derecho a venir y traerle recuerdos dolorosos… No puedo creer que hayas sido capaz de meterte con la mujer de tu hermano —soltó Ginny, luego de una pausa en la que ninguno habló. Movió la cabeza en negación —. Tu propio hermano —añadió, en un susurro.

Charlie bajó la cabeza. Había estado mal, lo sabía. Pero nunca había sido su intención. Y al final de cuentas, como siempre, las cosas habían terminado mal.

—Déjame explicarte, por favor —suplicó, mirando a su hermana.

Ginny lo observó, debatiendo si escuchar o no las palabras de Charlie. No podía creer que aquél hombre fuera de su propia sangre. No podía reconocer al Charlie que ella recordaba; al Charlie que la había cuidado de niña, le había protegido, a cada uno de sus hermanos. No podía ver a ese Charlie, sin embargo veía a otro. Aquel hombre frente a ella reflejaba en su mirada una culpa tan grande, que hizo a su corazón ablandarse, pero sólo lo suficiente para escucharle.

—Está bien —accedió, desplomándose contra el respaldo del sofá.

—Toma, Ginny —Harry se acercó y oportunamente le tendió un vaso a su mujer. Le ofreció otro a Charlie y luego se sentó junto a su esposa.

—Te voy a contar desde el principio —aclaró Charlie, apretando sus manos en el vaso. Ginny asintió en silencio; sus ojos seguían destellando de enojo —. Bien —se aclaró la garganta y se tomó el vaso de un trago, antes de hablar —. Tú bien sabes que Ron se alejó de la familia cuando mamá y papá le negaron su ayuda. Todos estos años me sentí culpable porque nunca hice nada para ayudarlo.

—Tú y casi todos —resopló Ginny, recordando los momentos difíciles para su hermano.

—Papá estaba muy enfermo en ese tiempo, Ginny, nadie quería contrariarlo —arguyó Charlie, en un intento de excusarse, pero Ginny lo fulminó con la mirada —. Así que todos optamos por lo fácil… para nosotros. Luego, pasó el tiempo y nadie sabía casi nada de Ron. Yo no sabía que estaba casado y que Lavander era su esposa —hizo una pausa, pero ni Harry ni Ginny hicieron o dijeron nada —. Quise remediar un poco mi culpa, así que investigué dónde vivía. Y fui a buscarle. Pero supongo que fue en ese entonces cuando estuvo separado de Lavander por un tiempo…

Esperó una confirmación de su hermana. Ginny asintió. Pasó las manos por su cabello.

—Ron estaba mal. Fue cuando descubrió que Lavander estaba consumiendo drogas; Ron no quería saber de eso y le dijo a Lavander que si no las dejaba, él se iba. Y se fue por un tiempo, pero Ron la quería mucho, no podía estar sin ella —contó Ginny, con la mirada perdida en los recuerdos.

—Lavander me dijo que era la nueva inquilina del lugar y no conocía a ningún Ronald Weasley; fui un tonto creyendo todo lo que dijo —añadió, con amargura en su voz —. No sé lo que vi en ella; la estuve viendo durante tres meses y luego un día, cuando fui a buscarla, Ron estaba ahí. Todo era tan confuso. Ron no quiso hablar conmigo. Cuando hablé con Lavander y le pedí una explicación, me contó la verdad…

—¿Y por qué no dijiste nada? ¿Por qué dejaste que Ron siguiera con ella? —terció Harry, incapaz de contenerse ante las palabras de Charlie. No le importaba cómo habían sucedido las cosas, lo único importante era evitar que Ron volviera a sufrir.

—¿Conociendo a Lavander? —Charlie soltó una risa sin humor —No, Harry, las cosas no eran fáciles con ella. Yo fui un completo idiota, me dejé manipular por ella. "Piensa en el daño que le causarás a tu hermano. ¿Quieres herirlo más? Ron no tiene por qué saberlo" —recitó el pelirrojo, mirando al suelo —. Me convenció de que lo mejor era callar, y así lo hice. Guardé silencio por tanto tiempo. Y entonces Lavander salió embarazada y yo no sabía si era hijo mío o de Ron. Me volví loco y sin pensarlo fui a reclamarle y Ron nos encontró y… Fue un completo desastre; nos gritamos, empujamos, peleamos… y al final Ron me dijo que ese hijo era suyo y que me fuera —Charlie alzó la mirada, para ver a su hermana; sus ojos de pronto lucían más atormentados que nunca —. Y lo hice por un tiempo.

—¿Qué quieres decir "por un tiempo"? —inquirió la pelirroja, creyendo tontamente que ahí termina la historia de Charlie-Lavander-Ron.

—El niño no era mío —negó Charlie, su voz más quebrada —. Nunca tendré hijos porque soy estéril.

Aquella confesión tomó por sorpresa a la pareja. Se miraron, sin saber qué decir.

—Yo quería decirle a Ron. Sabía que muy en el fondo, él seguía teniendo la duda y yo no podía callar eso —prosiguió. Las manos le temblaban finamente —. La noche del accidente… esa noche Lavander y yo nos encontramos. Estaba loca, fuera de este mundo. Y no la detuve cuando se fue con el niño. No pensé… —su voz volvió a temblar —. Fue mi culpa que ella estuviera manejando esa noche con el niño. Fue mi culpa que muriese…

Sus palabras se ahogaron con los sollozos que comenzaban a invadir su cuerpo. El tan solo relatar la historia resumida del infierno que había provocado, estaba hiriéndolo profundamente. Pero el recordar con claridad todo lo que había vivido, era mucho peor. Había estado tanto tiempo culpándose en silencio, castigándose, que ahora hasta sentía culpa por el alivio de confesar todo. No merecía sentir nada. Merecía lo que tenía ahora en su vida. Una enfermedad que no podía curar. Que poco a poco iba a acabar con su vida.

—Tú no le obligaste a drogarse, Charlie. Lavander era irresponsable, impulsiva y nada le importaba. Siempre había sido así, incluso antes de que llegaras —no eran palabras de consuelo las que dijo Harry. Eran la verdad —. La única culpable de la muerte del niño es Lavander. Solo ella.

Guardaron silencio, esperando a que Charlie se recompusiera. Tardó unos minutos en hacerlo. Se aclaró la garganta y frotó sus ojos con fuerza.

—Lo siento… —se disculpó. Su voz sonaba extraña, como si estuviera haciendo esfuerzo para hablar.

—Puedes quedarte aquí, si lo deseas —habló Ginny, por fin. Se levantó —. Iré a preparar la habitación.

Se levantó y dirigió una mirada a su hermano. Una mirada en la que decía que lo entendía, pero todavía no perdonaba del todo. La pelirroja salió de la sala y se perdió de vista.

Charlie y Harry se quedaron solos. El azabache meditaba la nueva información; ahora por fin el rompecabezas estaba completo. Pero había algo que no le quedaba claro.

—¿Por qué hasta ahora? —cuestionó, mirando fijamente al pelirrojo —¿Por qué después de tantos años vienes y quieres solucionar las cosas?

A Charlie le tembló la barbilla. Juntó sus manos y apoyó la cabeza en ellas. Echó una mirada, asegurándose de que Ginny aún no volviera. Finalmente miró a su cuñado.

—Estoy enfermo, Harry. Estoy enfermo y no sé cuánto tiempo me queda de vida.

Y el azabache le miró, sin saber qué decir o sentir por aquél hombre.

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La idea de Ron era tumbarse en su cama en cuanto llegara ante ella, pero la idea quedó a un lado cuando al entrar a su habitación, se dio cuenta de que la cama estaba ocupada por alguien más. James, dormía a pierna suelta, con la boca ligeramente abierta. El pelirrojo contuvo la risa ante la expresión graciosa y apacible de su sobrino. Acomodó al pequeño sobre la cama, asegurándose de no despertarlo; se cambió a una ropa más cómoda y se echó sobre la cama. La oscuridad volvió a rodearle, y Ron odiaba ese momento. Ese momento donde el mundo a su alrededor callaba, donde el silencio lo encerraba en sus pensamientos y él ya estaba harto de pensar.

Hubiera sido tan fácil decir sí a Hermione, hubiera sido tan fácil permitirse unos momentos de libertad y dejar que sus instintos y deseos lo guiaran. Porque era eso, justamente, lo que más le estaba preocupando; el deseo tan intenso que estaba naciendo en su cuerpo, el deseo por sentir a la doctora Granger en otras formas. Y estaba temiendo que ese deseo se convirtiera en un descontrol del que sabía, de antemano, que no podría escapar tan fácilmente.

Y él estaba consciente de lo peligroso que podría ser.

Estaba cansado de dividirse en dos, de las batallas internas que cada vez lo absorbían más. Sentía que ya no podía con ella y quería que un lado ganase y el otro perdiese; pero también, viceversa. Era tan irónico, tan contradictorio. Tan agotador…

—Tío Ron, despierta.

El pequeño James movió el pesado cuerpo de su tío; el hombre emitió un ronquido y giró sobre su espalda, apenas molestado por la voz y sacudidas de su sobrino. James se impacientó y se echó sobre Ron, aplastándole.

—¡Despierta, tío Ron! —gritó el pequeño, armando tal alboroto que finalmente, el pelirrojo despertó, casi tumbando al pequeño por el borde de la cama. Lo sujetó a tiempo, y lo regresó sobre el colchón.

—¡Jesús! ¿Uno no puede dormir en paz? —gruñó, desplomando la cabeza en la almohada.

—Pues sí, pero es muy tarde, tío —repuso el pequeño.

Ron miró el reloj que descansaba en su mesita y se dio cuenta, en efecto, que era muy tarde. Pero no le importó. Estaba seguro que nadie madrugaría ese día, luego de la fiesta la noche pasada. Aun así, había cosas que hacer.

—Tienes razón, James —revolvió los cabellos —. Ve a desayunar, luego iremos a montar un rato, ¿te parece?

—¡Sí! —el chiquillo brinco de alegría. Abrazó a su tío y corrió fuera de la habitación.

Era hora de enfrentarse a muchas cosas, pensó Ron, respirando con pesar. Y más tarde, quizá, vería a Hermione de nuevo. Se encontró pensando, para su mala suerte, que era la mejor motivación de su día.

Una hora después, cuando entró a los establos, Ron se topó con su primer enfrentamiento. Colin revisaba el orden del lugar, cuando lo divisó, se sobresaltó.

—¿Todo en orden, Colín? —preguntó Ron, revisando la tabla que colgaba sobre un clavo, ignorando el comportamiento de su ayudante.

—Sí, señor —se apresuró a contestar el muchacho, mirando cautamente a su jefe.

Ron alzó la mirada y examinó al joven. Rápido, las expresiones en el rostro de Colin le confirmaron que algo andaba mal. Dejó la tabla a un lado y le dedicó toda su atención.

—¿Y bien? —alzó las cejas.

—Bueno —vaciló el chico —, esta mañana, cuando pasé por el pueblo, escuché algunas cosas… Hay rumores… —hizo una pausa, mirando al hombre pelirrojo.

Ron asintió y contuvo un suspiro. Ya se lo imaginaba; ahora el chismorreo era sobre él y sobre Hermione. Hizo un ademán con la mano, para que el chico no continuase.

—Ya entiendo —al ver que Colin volvía a abrir la boca, repitió el ademán —. Basta de eso, concéntrate en tu trabajo e ignora lo demás, Colin.

Tenía la confianza suficiente en él para saber que, pasara lo que pasara, viera lo que viera, Colin no diría nada ni ayudaría a acrecentar los rumores. El tema quedó saldado en cuanto James entró, ansioso por el paseo que su tío le había prometido. James ayudó a preparar la silla de montar del ejemplar favorito de su tío y pronto, los dos montados, salieron cabalgando.

Ron disfrutaba la compañía de su sobrino y el hacerlo feliz; sin embargo, tenía otro motivo para querer estar solo con él, pues la idea que podría tener el niño sobre lo que había presenciado la noche anterior, tampoco dejaba de rondar su mente.

Conocía a James y lo mejor era que el niño supiese algunas cosas, convenientes a su edad, y que entendiese un poco la situación entre Ron y Hermione, aunque él mismo no la supiera. Se detuvieron en el lago que dividía la Madriguera; mientras James se divertía lanzando piedras y mirando a los pececillos cerca de la orilla, Ron debatía la mejor manera de abordar el tema. Sin embargo, fue el pequeño, que sentándose junto a su tío, sacó a relucir el tema.

—¿Entonces la doctora Granger es tu novia? —preguntó, con la emoción y la confusión en sus infantiles rasgos.

Ron meditó un poco la respuesta. No, no eran algo, ¿pero cómo explicarle a James algo que él tampoco entendía?

—No, James —contestó al fin. Y habló antes de que el niño preguntara algo más —. La doctora Granger y yo no somos novios.

—¿Entonces por qué se estaban besando? —la confusión invadió más el rostro y las palabras de James.

Ron se revolvió los cabellos, buscando la mejor manera de explicarlo.

—Escucha, a veces, James… cuando dos personas se gustan, aunque no sean nada, y si las dos quieren, pueden besarse…

—¿Pero eso no es algo malo? —el pequeño entrecerró los ojos, adoptando una expresión que hizo a Ron sonreír.

—Bueno, siempre y cuando no lastimes a terceras personas, no tiene por qué ser malo, James. Cuando crezcas y te gusten las niñas, vas a entender lo que te digo.

—¡No digas eso, tío! ¡Eso no va a pasar! —se apresuró a exclamar James, alarmado por las palabras de su tío. Ron soltó una carcajada y revolvió los cabellos del niño, que también se soltó a reír.

James volvió al lago, en compañía de su tío. Ron disfrutaba de la mañana con el niño, pero aquella alegría estaba por terminar.

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Charlie entendía a Ginny y Harry; lo que les había revelado la noche anterior no se asimilaba de un día para otro, pero eso era lo de menos. Desde que había hecho la maleta, su único propósito había sido encontrar a su hermano y tratar de solucionar las cosas. Quizá era demasiado tarde, había dejado pasar mucho tiempo, pero el miedo y la cobardía, la culpabilidad con la que había vivido día tras día, habían sido mucho más grande que todo.

También comprendía el que su hermana y cuñado se rehusaran a llevarlo a La Madriguera, pues eso sería una completa traición a Ron y no querían que Ron se enojara con ellos.

Así que armándose de un valor que no podía sentir, se encaminó a La Madriguera, bajo el sol que ya entonces bañaba el pueblo. Al cruzar la plaza, notó miradas hacia él, quizá se preguntaban quién era el extraño o lo confundían con Ron, pues era mucho el parecido.

Llegó a la carretera y se dirigió por el camino empedrado; varios carros pasaron por su lado. El cabello comenzaba a pegarse a su nuca cuando una camioneta se detuvo lentamente.

—¡Ronald iba a…! —la voz de la mujer se ahogó cuando Charlie dejó el rostro al descubierto. Sonrío al ver la bonita expresión de confusión —Lo siento, lo he confundido —se disculpó Hermione, avergonzada.

Examinó al hombre, era muy parecido a Ronald. ¿Acaso Ron tendría un gemelo o algo por el estilo y no le había dicho? Pero pronto obtuvo su respuesta, pues el hombre estaba hablando en ese momento.

—Soy Charlie Weasley, uno de los hermanos mayores de Ronald y Ginny —los ojos de Charlie se fijaron en ella y Hermione volvió a sorprenderse con el parecido a Ron. Pero claro que los ojos de Charlie no tenían ningún efecto en ella, en comparación a la mirada de Ron. Sintió un estremecimiento de tan solo recordarlo —. Supongo que va a la Madriguera, es lo único que queda de camino.

—Sí —admitió Hermione y tras una pausa algo incómoda, tomó una decisión —. ¿Quiere que lo lleve?

Charlie lo pensó varios segundos. Finalmente se encogió de hombros y subió a la camioneta. Se preguntó quién sería aquella mujer y cuál sería la relación que tenía con sus hermanos.

—Gracias… —Charlie dudó. La mujer no se había presentado aún.

—Oh, Hermione Granger —sonrió, avergonzada por la falta de educación —. Soy la doctora del pueblo —añadió.

Bueno, quizá solamente era eso: la doctora. Y tal vez fuera a atender una emergencia en la Madriguera. Pero había llamado a su hermano por su nombre, no por su apellido, y eso era raro, pues estaba más o menos al tanto de cómo era su hermano ahora.

—Gracias, el calor está algo insoportable —dijo, evadiendo su mente de los pensamientos que comenzaban a invadirle.

—De nada —le sonrió Hermione, amablemente.

No hablaron casi nada, pues el camino en auto era mucho más corto y tras unos minutos la Madriguera apareció frente a ellos. Hermione se estacionó y divisó a Colin fuera de los establos, sentado sobre un banco de madera, y con varias cuerdas a su alrededor. Tanto ella como Charlie se encaminaron hacia él, el pelirrojo detrás de Hermione.

—Doctora Granger —saludó Colin, con una inclinación de cabeza.

—Hola, Colin, busco al señor Weasley —Hermione sonrió algo nerviosa, prefiriendo mantener un poco la apariencia.

—Justo acaba de regresar con James. Si quiere… voy… a —dejó de hablar al notar al hombre. Lo reconoció inmediatamente, pues James le había mostrado en varias ocasiones fotos de todos sus familiares. Y estaba de más decir que sabía la historia entre Charlie y Ron, pues, en una ocasión, hacía varios años, Ronald le había contado todo lo que había pasado. Y eso bastaba para Colín, bastaba para saber que Charlie Weasley no era ni sería bien recibido en aquel recinto.

Charlie no tardó en leer la expresión del joven que tenía ante él. Se adelantó un paso a Hermione.

—Por favor, necesito ver a mi hermano —trató de que la súplica no se notara en su voz, haciendo un buen intento.

—No creo que el señor Weasley quiera recibirlo —repuso Colin, con un tono muy serio que Hermione, en el poco tiempo que tenía de conocerlo, jamás había oído —. Será mejor que se marche antes de que se entere de su presencia en este lugar.

—De verdad necesito hablar con él —insistió Charlie.

—Lo siento, márchese —ordenó Colin, en el mismo tono que había usado antes.

Esta vez Charlie no pudo replicar, pues unos pasos se escucharon y pararon de pronto. Cuando los tres giraron, James y Ronald los miraban fijamente. El primero, sorprendido; el segundo, con una cara tan blanca y fría como el mismo hielo.


Y de nuevo tardé más de lo pensado pero menos de lo esperado (¿?). El punto es que estoy aquí... de nuevo dejando intriga ja, ja, ja.

Ahora, por fin saben lo que pasó, paso a paso el rompecabezas de esta historia se va armando, tomando forma y ahí vamos. Podría decir que estamos en la mitad o un poquito más de la mitad de esta historia, todavía no sé cuándo vaya a ser el fin... y creo que cuanto menos lo sepa, mejor, ¿no?

Espero hayan disfrutado este capítulo. Agradecerles por su apoyo y por estar al pendiente. Las mejores lectoras que puedo tener.

¡Saludos y hasta el próximo!

LunitaEmo-Granger.

PD: Sinceramente, no recordaba si les había respondido reviews, así que los respondí y si fue doble vez, espero me disculpen ñ.ñ, tengo la mente muy ocupada a veces ñ.ñ.