*Los nombres de los personajes así como todo lo relacionado a Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.
Capítulo 23
La oscuridad de la habitación resultaba algo desconcertante para Ronald, pues en su habitación siempre había luz por las mañanas. Y James no estaba saltando sobre él para que fuera a desayunar y comenzara a trabajar. Por el contrario, algo muy suave presionaba su cuerpo.
Pero eso no es lo que encontraba extraño, no. Nada de eso. Lo más extraño es que se sentía ligero, renovado, como si el Ronald de quince años que apenas comenzaba a ver la vida se hubiera despertado en lugar de él. Sentía como si el peso del mundo hubiera abandonado su cuerpo en el transcurso de la noche y tal vez así había sido.
Un movimiento y su nariz cosquilleó al sentir el roce del cabello cerca. Ron parpadeó, sus ojos acostumbrándose a la oscuridad. También su cerebro dejó de relajarse y dio paso a los recuerdos de la noche anterior. Bajó la mirada, encontrándose a una Hermione dormida, acurrucada contra él. El sentimiento instalado en su corazón le hizo querer huir inmediatamente y a la vez quedarse ahí tanto como pudiera.
Tuvo un gran momento de vacilación antes de optar, cobardemente, por la primera opción, pues lo que había pasado con Hermione cambiaba todo el panorama. No sabía cómo enfrentarla después de aquello, no sabía qué decir y sobre todo estaba asustado de lo que esto significaba para ambos.
Así que se levantó y vistió sin despertar a Hermione. Evitó echarle una última mirada por miedo a cambiar de opinión y salió sin hacer ruido. Al pasar por la sala se fijó en la hora: pasaban de las seis. Era temprano, pensó, con suerte nadie lo vería salir y… Tropezó con Crookshanks. El gato le miró acusadoramente.
—Tú no has visto nada, ¿estamos? —se agachó y acarició al gato, que gustoso aceptó las caricias. Luego, se perdió camino a la habitación y por un instante Ronald quiso seguirlo.
Pero se mantuvo firme y soltando un suspiro, abandonó la casa. Salió mirando al suelo, sacando las llaves de su bolsillo y al alzar la vista, su corazón se paralizó. Justo detrás de su camioneta, el coche de patrulla de Harry estaba estacionado y el mismo Harry Potter estaba apoyado en ella, esperando.
—Interesante lugar para encontrarte —habló primero Harry, con un tono tranquilo en la voz.
—¿Me estabas buscando? —Ronald se acercó a él, lentamente, ignorando abiertamente el comentario de su cuñado.
El azabache soltó un suspiro con mucho pesar. Se incorporó y enseñó las esposas a Ronald.
—Hubo una denuncia en tu contra esta madrugada, causaste alboroto en el bar y le fracturaste la nariz a un hombre —mientras decía esto, lo miraba como si no lo reconociera, cosa que hizo a Ronald sentirse mal. Tantas cosas habían pasado en las últimas horas y no lograba terminar de comprenderlas. Y con esto solo empeoraba.
—¿Vas a arrestarme, entonces? —adivinó Ronald, algo sorprendido.
—Lo siento, Ronald, eres mi amigo pero también es mi deber —se disculpó Harry, abriendo las esposas —. ¿Supongo que no pondrás resistencia? —alzó las cejas en su dirección.
—No, claro que no —aceptó el pelirrojo, ofreciendo sus manos. Definitivamente, el mundo estaba loco.
Harry lo ayudó a subir a la patrulla y luego emprendió el camino a la comisaría. No era un gran tramo, pero Harry condujo lo más lento posible. Hubo un silencio incómodo que Harry rompió luego de un par de minutos.
—Mira, no sé lo que está pasando contigo, ¿bien? Pero sabes que siempre voy a ser tu amigo y voy a apoyarte en lo que pueda y crea conveniente para ti —sus ojos se encontraron en el espejo retrovisor y Ronald asintió.
—No sé si acabo de cometer una estupidez, Harry —murmuró el pelirrojo, segundos después.
—¿Te refieres a la razón por la que te estoy deteniendo o tiene que ver con Hermione? —lo miró de nuevo, no sabiendo bien cómo tomar la situación.
—En realidad, tienen que ver ambas —respondió Ron, echándose hacia atrás, mirando el techo.
Y antes de que Harry preguntara, Ron le contó todo lo que había estado pasando entre él y Hermione y como anoche todo había llegado a un punto donde ya no podía retroceder. Su cuerpo aún vibraba por lo que había pasado hacía tan solo unas horas. ¿Cómo podía su cuerpo sentirse tan frío sin sentir el calor que Hermione le proporcionaba? ¿Cómo podía su corazón sentirse tan atado por el miedo?
—¿No tienes idea de qué hacer, verdad? —Harry chasqueó la lengua mientras daba vuelta en la calle de la comisaría.
—¿Tú qué crees? —Ronald soltó una risa amarga —Yo planeaba quedarme soltero por el resto de mi vida y ahora… —gruñó, frustrado —Supongo que estar en la cárcel será algo bueno para mí.
Harry logró reír de verdad al escuchar a su amigo, que también se soltó a risas.
—Vamos, ¿a quién quieres que llamemos? No creo que Ginny sea una buena opción —dijo Harry, mientras sacaba a Ronald de la patrulla.
—Oh, no. Eso sería lo último que me faltaría en este momento. Llama a Colín.
El policía volvió a reír, pero antes de entrar, detuvo a Ronald.
—Luego de esto, tendremos una conversación como Dios manda —palmeó el hombro de Ronald, que asintió, agradecido.
Después de tantos años de conocerse, sabían entenderse con pocas palabras. Así eran ellos. Y Ronald apreciaba mucho todo lo que Harry hacía por él, aunque nunca se lo dijera, lo quería mucho, era un hermano más para él.
Harry, por el contrario, se encontraba tranquilo. Él, que conocía de primera mano todo lo que había pasado Ron, se hubiera encontrado preocupado, hasta asustado al saber lo que ahora acontecía en la vida de su amigo. Pero sabía que Hermione era una buena mujer y si alguien lograba revivir el corazón de su amigo, podría ser ella, sin duda alguna.
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Hermione no podía decidir si ése había sido un buen día o no, o simplemente un día más. Hacía más de una hora que su jornada laboral había terminado pero no tenía ganas de ir a su casa, donde solo recordaría con más intensidad lo que había sucedido en su habitación la noche pasada.
Una parte de ella quería convencerse de que había perdido la razón por completo. Y quizá sí que la había perdido, gracias a Ronald Weasley. Ella nunca había esperado que existiera alguien que la alterara a tal punto, alguien que rompiera todos sus esquemas y le hiciera cometer todas aquellas cosas que nunca pensó hacer; no creía que existiera alguien que mandara a volar todos sus pensamientos con tan solo sonreírle.
Además, se había ido sin decir nada. Ni siquiera una nota o algo. Y a esas alturas del día, hubiera esperado una llamada. Pero no había señales del hombre por ningún lado. La esperanza que tenía era que apareciera en su casa como la noche anterior.
¿Y luego qué?, se preguntó. ¿Qué pasaría entre ellos? ¿Qué pasaba si Ron estaba arrepentido de lo sucedido y por eso se había ido sin decir adiós? ¿Qué pasaba si no significaba nada para él? ¿O qué significado le daba él?
—Siempre lo complicas todo, Ronald Weasley —murmuró, frustrada, tratando de callar las miles de preguntas que seguían acechando su interior.
Finalmente, decidió que era inútil permanecer en el consultorio. No había ido nadie en el día y eso era algo raro para ella, aunque le daba cierta tranquilidad. Así que tras quince minutos donde alargó su partida, apagó y cerró todo. Aún seguía sin querer regresar a casa. No quería volver hasta saber qué significaba todo aquello.
¿Y si iba a buscar a Ron? ¿Sería una buena idea después de lo ocurrido? ¿Debería ella ir o esperar a que él la buscara? Después de todo, él había comenzado todo. Él la había besado por primera vez. Él había ido la noche anterior a buscarla, gritando como loco y al final… al final le había dado la mejor experiencia sexual de su vida.
Hasta podía sentir sus mejillas ruborizarse ante aquel pensamiento, pero Ronald Weasley le había demostrado que era capaz de sentir muchas cosas con un solo toque de su mano. Ronald Weasley era el hombre que marcaba un antes y un después en su vida, en todo sentido. Y no iba a permitir que se fuera sin explicaciones.
Había llegado a la plaza del pueblo y al pasar frente a un par de mujeres, escuchó claramente el nombre de Ronald.
—Eso es lo que oí: el mismísimo Harry Potter lo detuvo esta mañana. Se peleó anoche en el bar y le fracturó la nariz a uno.
—¿Y a quién fue? —preguntó una mujer a la otra, que sumidas en aquel chisme, no captaron la presencia de Hermione.
—Ah, fue a ese bueno para nada de Rick. Seguro quiere sacarle dinero al Weasley, ya sabes cómo se las gasta.
Al escuchar como las mujeres cambiaban a otro chisme relacionado con algo que el tal Rick había hecho, Hermione siguió caminando, pasando desapercibida. Así que Ron había sido detenido por la pelea y había herido a un hombre. ¿En qué momento había pasado todo aquello?
Mientras avanzaba sin pensar a dónde, analizaba todo lo sucedido desde anoche. Ron había ido, molesto, por algo que había oído, y ahí había sucedido la pelea: en el bar. Luego, todo había tomado un giro completamente inesperado y al despertar, él no estaba. Parecía un sueño, pensó Hermione. Intentó recordar algo que pudiera indicar lo que había sucedido, pero no encontró nada. Se había levantado aquella mañana, sola, como siempre, pero con una sensación tan diferente a la habitual. Todo lo que Ron Weasley hubiera despertado en ella había sido empañado por la confusión que creaban sus acciones.
Se había ido sin avisar, como si lo que hubiera pasado entre ellos fuera algo insignificante.
Se detuvo en una esquina, soltando el aire que oprimía su pecho. Miró a su alrededor, esperando tomar una decisión. Si daba vuelta, podría ir a su casa y olvidarse del asunto por el momento, podría esperar a que Ronald Weasley se comportara como un hombre y le diera la cara. Pero si seguía derecho, podría enfrentar las cosas como siempre las habría enfrentado: de frente, aunque eso significara sufrir, aunque no tuviera respuestas, aunque… ¿qué, qué podía esperar de Ronald Weasley, si cada que creía entenderle, él hacía algo completamente distinto?
Sus piernas se habían ido moviendo mientras su cerebro no dejaba de lanzar pensamientos sobre lo que debía hacer; cuando se tomó un momento para respirar profundo y cerrar los ojos, ya la decisión estaba tomada. A unos cuantos pasos de ella, la comisaría lanzaba una luz blanquecina sobre la banqueta. Le tomó un minuto cruzar la calle y empujar las puertas dobles que daban a la recepción del lugar. El lugar estaba casi vacío a aquellas horas de la noche. En el mostrador estaba un oficial que Hermione no conocía de nombre pero sí de vista. Y en una de las sillas que estaban pegadas a la pared contraria estaba Colin, con aspecto de estar aburrido, pasando las páginas de una revista demasiado vieja.
Alarmada por encontrarse con Colin, Hermione estaba a punto de dar media vuelta y salir de ahí, pensando ahora que ir había sido un gran error. Pero entonces, del pasillo que se encontraba junto al mostrador, resonaron varios pasos y luego, voces, que se distinguían claramente por el alto volumen de voz.
—Bueno, muchas gracias, oficial Potter. Ahora esperaré a mi hermano.
Era la voz de Ginny, que sin dejar lugar a dudas sonaba molesta. Y cuando por fin salieron a la sala, era notorio. Iba de manos cruzadas y la expresión fiera en su rostro era comparable a la de una leona defendiendo a sus cachorros, su cabello pelirrojo le daba ese toque de infierno.
Harry venía tras ella, mesando sus cabellos y con cara de no saber cómo reaccionar.
—Ginny, ya te lo he dicho: Ronald me lo pidió —intentó en vano explicar una vez más el asunto, pero su esposa estaba realmente enojada con él y con tantos años junto a ella, él sabía muy bien que unas palabras no bastarían.
La pelirroja caminó, sin hacer alusión a las palabras de su esposo. Estaba tan enfadada con él, que fue directo a sentarse junto a Colin (que al escuchar el ruido, alzó su mirada, que pasó de los Potter a la doctora Granger, sorprendido y confundido), sin notar a Hermione a un metro de ella. Harry, resopló, frustrado y al girar el rostro, vio a Hermione, ahí de pie, sin saber qué hacer. Ambos se miraron, una nerviosa, otro confundido y pensativo.
—Hermione, buenas noches —habló el oficial, dando un paso hacia ella —. No esperaba verte aquí.
—Buenas noches, Harry —respondió Hermione, reponiéndose y mostrando tranquilidad. Se giró hacia Colin y Ginny, sonriendo levemente —. Hola, Ginny, Colin.
Ambos respondieron, Colin aún confundido, Ginny más amable de lo que se había estado comportando con Harry.
—Bueno, he escuchado que Ronald está detenido y… y vine para ver si ocupaban algo.
Hermione espero que sus emociones no se reflejaran en su cara. Necesitaba saber de él, necesitaba saber lo que estaba pasando entre ellos. Cada minuto de duda la estaba matando.
—Pues por el momento, ocupamos que el oficial Potter se mueva y saque a mi hermano ya mismo —la mirada fulminante de Ginny hacia su esposo provocó una mirada incómoda en los demás, pues no era nada grato ver aquella escena.
Harry, decidiendo que era mejor discutir el asunto con ella más tarde, suspiró, resignado.
—De acuerdo. Iré a hacer el trámite, señora Potter —hizo énfasis en el apellido y se dio la vuelta, sintiendo la mirada de su esposa quemarle la nuca. Sabía que eso la molestaría más, pero si el daño estaba hecho, un poco más no le venía en mal.
—Yo iré por un café.
Hermione vio a Colin ponerse en pie apresuradamente y perderse por otro pasillo, pues ahora que Harry se había ido, Ginny se disponía a centrarse en él y definitivamente el muchacho no quería enfrentarse a la furia de aquella mujer, no sí quería seguir vivo.
—Cobarde —murmuró Ginny, echándose hacia atrás en la silla de plástico. Negó con la cabeza y miró a Hermione, sonriendo —. Siento que tengas que ver esto, pero tres hombres sacándote de tus casillas el mismo día, no es nada fácil.
Hermione soltó una risita, inevitablemente. Se sentó junto a su amiga y le palmeó el brazo.
—No te preocupes —sonrió e hizo una pausa, esperando para por fin hacer la pregunta que quería hacer desde que llegó —. Entonces, ¿qué ha pasado? Escuché que tu hermano se peleó y terminó aquí.
—Pues así fue —confirmó Ginny —. Anoche se pasó de copas, tal parece. Sin querer, terminó escuchando cosas que no fueron de su agrado y bueno, terminó en golpes. El pobre tipo no supo ni qué lo golpeó. Así que hoy a primera hora del día se presentó y denunció a Ronald por agresión física. Harry lo detuvo un par de horas después y mi hermano decidió llamar a Colin en lugar de a mí —terminó, indignada por lo último.
Más preguntas cruzaron la mente de Hermione al escuchar a Ginny.
—Llevaron al hombre al hospital que está en el otro pueblo, cerca de la ciudad —continúo la pelirroja, sin notar los cambios de expresión de Hermione —. Al parecer no creyeron que aquí pudieras atenderlo como se debe —se encogió de hombros y mesó su cabello pelirrojo.
—Fue una buena decisión —comentó Hermione, pues ella no contaba aún con todo lo necesario y, además (evitó ruborizarse de nuevo) no había estado disponible esa noche, de todas maneras.
—Sí. Entonces hablaron con el hombre y llegaron a un acuerdo, Ronald va a pagar los daños causados, una fianza y listo. En cualquier momento debe salir.
—Bueno, en ese caso, me voy. Solo quería saber cómo estaba el asunto —comenzó Hermione, levantándose de la silla pero en ese momento volvieron a oírse voces.
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Ron estaba harto de aquella celda. Estar confinado en esas tres paredes y una fila de barrotes era lo peor que le pudo haber pasado. Y no por el hecho de estar encerrado, no. El problema era que había estado encerrado más de doce horas, solo, sin ninguna distracción, sin nada que sacara a Hermione Granger de sus pensamientos.
Al principio pensó que pasar tantas horas ahí parecía mucho para poder pensar bien las cosas, pero la verdad es que seguía tan confundido como siempre. No entendía por qué Hermione Granger le confundía de tal manera que ni su cerebro ni su corazón podían ponerse de acuerdo en casi nada.
Le gustaba —y mucho—, pero no sabía si era solamente eso. Sabía que le gustaba estar con ella, pasar tiempo con ella, pero no sabía si estaba dispuesto a compartir mucho más con ella. No sabía si podría hacerlo. Tenía miedo de todo lo que pudiera pasar entre ellos… temía ser herido de nuevo. Aunque esta vez lo único que tenía que perder era su corazón.
Golpeó la pared con frustración, maldiciéndose a sí mismo. ¿Por qué la vida se empeñaba en jugarle de esa manera? ¿Qué mal había hecho él para que le pasaran esas cosas?
Dios, sonaba tan patético y mediocre, pensó.
—Weasley.
La voz vino del pasillo y Ronald se acercó a los barrotes. El oficial Thomas se acercaba a él, sosteniendo un juego de llaves. Le sonrió y abrió la celda.
—Ya eres libre —sostuvo la reja para que Ron saliera y luego volvió a cerrarla.
—Ya era hora —murmuró Ron, contento por al fin salir de aquel lugar.
—Ha sido rápido el trámite, solo era de llegar a un acuerdo. Te darán tus cosas en la recepción.
Pasaron por el largo pasillo de celdas, cruzaron la reja de seguridad y finalmente salieron del otro lado del mostrador, del lado contrario por donde tiempo atrás Harry se había perdido.
Lo primero que captó Ronald fue a Hermione poniéndose en pie; luego Ginny, sentada y con el semblante más fiero que pudiera tener. Tragó saliva fuertemente y quiso correr de nuevo a la celda y que lo encerraran para no tener que enfrentarse a esas dos mujeres.
—Sus pertenencias, señor Weasley —el oficial en la recepción llamó su atención. Sobre el mostrador estaba su cartera, llaves, reloj y otras cosas que le habían quitado al entrar. Sentía la mirada de las dos mujeres en su espalda. Las manos de las palmas comenzaban a sudarle.
Alargó lo más que pudo los minutos que usó para ponerse el reloj y guardarse todo lo demás en los bolsillos de su pantalón. Cuando ya no pudo hacer más para evitarles, por fin se dio la vuelta y avanzó hasta ellas.
—Qué bueno que estás libre, hermanito —soltó Ginny, antes de que Ron se plantara frente a ellas. Se puso en pie de un salto y miró fijamente a su hermano —. Muchas gracias por avisarme.
Y pasó a su lado.
—Ginny… —Ron suspiró y caminó tras su hermana, la detuvo del brazo y la hizo voltearse.
—¿Qué Ronald, qué tienes que decir? —bramó Ginny, golpeando el pecho de su hermano con un dedo acusador —Soy tu hermana, tu familia ¿y tengo que enterarme de lo que te pasa por boca de otros? ¿Después de todo lo que hemos pasado juntos? ¿Después de todo, en serio?
A medida que hablaba alzaba el volumen de su voz hasta llegar a gritar. Ron se contuvo, pues su hermana tenía razón. Su excusa era esa: que no quería enfrentarse a nadie. No pensaba que las cosas fueran a llegar a ese grado y ahora estaba ahí, en la cárcel y atrapado entre su hermana, una de las pocas personas que siempre le habían dado apoyo cuando todos los demás le habían dado la espalda. Y Hermione, una mujer que no sabía a estas alturas en qué parte de su vida colocarla. No era justo para ninguna.
—¡Lo siento, ya! —respondió Ronald, dando un paso atrás —Mira, todo pasó muy rápido. Quería evitar que se hiciera más grande todo esto. Además tú estás ocupada con lo de Charlie…
—No lo uses de excusa —cortó Ginny —. Los dos son mis hermanos, y sí, Charlie me necesita, nos necesita —se corrigió la pelirroja, haciendo énfasis —, pero no quiere decir que vaya a dejarte a ti de lado y lo sabes bien, Ronald. Buenas noches.
Ginny salió del lugar lo más rápido que pudo. Ronald suspiró y pasó las manos por su rostro. ¿Por qué todo le salía mal?
—No te preocupes, Ron —la voz de Harry llamó su atención. Sintió la mano del hombre palmeando su hombro y dándole un apretón reconfortante —. Hablaré con ella.
—Si necesitas un lugar donde dormir, sabes que La Madriguera está a tu disposición.
Ronald intentó bromear, aunque tratándose de su hermana, no lo decía tanto en broma. Harry sonrió y siguió los pasos de su esposa, preparándose para aquella batalla donde las llevaba de perder. Y Ronald tenía otra batalla que enfrentar.
Hermione había estado observando aquel enfrentamiento sin decir ni una palabra ni hacer un gesto. Nunca había visto a Ginny Potter de aquella manera y podría afirmar con seguridad que se necesitaría hacer mucho para que se le pasara el enfado. Colin, que había reaparecido un momento antes, ahora se encontraba en medio de aquello sin saber qué hacer o qué decir. Incomodo, miró a un lado y otro hasta finalmente encontrar la mirada de su jefe.
—Su camioneta está estacionada a una cuadra, frente a la florería, señor —le tendió las llaves y se pasó la mano por el cabello, nervioso —. Eh, si es todo, me iré a casa y…
—Está bien, Colin, gracias —Ronald le sonrió y para sorpresa del chico, pasó un brazo y le dio un medio abrazo —. Nos veremos mañana.
Colin, azorado, se despidió balbuceante de Ronald y de la doctora Granger y salió apresurado del lugar. Había sido un día largo y con muchas volteretas; necesitaba descansar.
Ron paseó la mirada por el lugar; el oficial que había estado en la recepción ahora no estaba. Solo él y Hermione.
Se miraron por fin. Recuerdos de la noche pasada. Palabras danzando en su mente. Todos sus pensamientos dando vueltas a su alrededor. ¿Qué decir ahora que estaban ahí, frente a frente?
—¿Estás bien? —fue la pregunta de Hermione.
—He estado peor —respondió Ronald, y era verdad. Había estado mucho peor; pero en ese momento, tampoco sabía qué decir.
—Es obvio que tenemos cosas que hablar, pero no creo que este sea el momento —Hermione se mordió el labio, nerviosamente. Quería respuestas, pero después de lo que acababa de pasar, no creía que fuera a obtenerlas —. Solo hazme saber cuándo estés listo.
Le dio un beso en la mejilla y salió del lugar. Ronald se debatió, ir tras ella o no. Aún no tenía claro lo que quería, pero no quería que Hermione se fuera sin más. Tal vez solo tenía que decirle cómo se sentía y ver qué sentía ella. Porque por primera vez se estaba preguntando qué sentía Hermione hacia él, ¿en qué punto estarían sus sentimientos hacia él?
Tenía miedo de cualquier respuesta. El miedo era lo que le impedía vivir aquello libremente y se estaba hartando de eso.
—¡Hermione! —gritó y corrió tras ella, dispuesto a darle una respuesta por fin.
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¡Hola, hola! Por fin un capítulo más de esta historia. Apuesto que esperaban otra cosa (detalles de lo que pasó entre Ron y Hermione, ejem), pero poco a poco.
Espero les haya gustado este capítulo, me gustó mucho escribirlo y me gustó cómo quedó. Es la entrada al final de esta historia, no puedo decir cuántos capítulos faltan, pero no creo que sean muchos.
Muchas gracias por leer, por seguir esperando esta historia.
Un abrazo fuerte de,
LunitaEmo-Granger.
