Hacia rato que el alcohol havia hecho efecto en él. Cansado con una vista nublada, con la mente turbada y el cuerpo moviéndose libremente sin seguir órdenes de su cerebro, el pelinegro seguía buscando a ésa chica, con la cual, representaba que estaba saliendo.
El local estaba lleno de gente; el ritmo de la música hacía que todo el mundo que estaba bailando irrumpiera en el campo visual de él, dificultándole la búsqueda.
El chico llegó enfrente de sus colegas y no la encontró; el alcohol contestó por él:
-¿Dónde coño está Kikyou?
Repitiéndolo varias veces a sus amigos la pregunta, ellos contestaron con varias muecas, como si se burlasen de él. Sintió que su ira en ésos momentos no podía ser mayor.
-De seguro con alguno, ¡por ahí!- la sinceridad apesta, pensó Inuyasha. Como podían decir siempre lo que pensaban, sin darse cuenta que eso era lo que menos necesitaba en ése instante.
Otro contestó lo mismo añadiendo un par de nombres, consiguiendo que el pelinegro deseará arrancarle la lengua…y es que solo que tener que oír ésos nombres sentía una cólera tremenda hacía todos ésos tipejos.
-¿Y qué coño hace mi novia montándoselo con Naraku? ¿Es que no recuerda que YO le pedí salir?- sus tensas manos apretaban el cuello de la camisa del pobre 'amigo' que habia pronunciado ese apestoso nombre.
-¡Oh! Vamos tío –empezó otro- Siempre que hay una fiesta con bebidas, o la llevas a una discoteca, la pierdes de vista.
Su mente divagó en otras veces con las mismas circunstancias, hechos o persones. Tenía razón ése mal nacido de amigo que tenía; cuando había fiesta la perdía de vista enseguida y no la encontraba hasta el día siguiente cuando ella lo llamaba.
-A principio de año dejó a Naraku por ti.- una peque esperanza al recordar ese GRAN evento, se coló en el chico al oír eso de parte de otro amigo.-Hasta que te los encontraste en otra fiesta, detrás de la estación haciéndolo…
Acordarse de eso, le dolía más que el amor que guardaba hacía a ella a causa de la ternura y el supuesto enamoramiento de Kikyou que ella le profesaba.
Recordó entonces la razón que le impulsaba a engañarla a él también tantas veces con cualquier otra.
-O al terminar el curso que te la encontraste con Musou, el gemelo de Naraku, en el local donde ella va a beber y a fumar antes de una fiesta.
Las manos de Inuyasha se tensaron enormemente; sino fuera por la oscuridad del lugar, los demás jurarían que sus dedos estarían blancos a causa de la fuerza con la que apretaba la mano, complicando el camino de la sangre.
Volvió su mirada a sus amigos intentando parecer tranquilo, jodidamente tranquilo y siguió escuchando la conversación que esos pardillos tenían, con unas voces roncas a causa de los grados que llevaban encima...
-¿Sabes? Han hecho una apuesta para saber con quién se lo monta…ejem…ésta vez.- sus ojos se posaron en los temeroso del chico que hablaba, éste se detuvo un momento al ver la gran ira profunda que tenían los ojos de Inuyasha, pero el pelinegro con un movimiento de cabeza le instó a seguir.- Tú evidentemente estás y aunque no lo creas… é-éstas empatado con Naraku.- Sabía que su amigo no tenía la culpa que tuviera la misma oportunidad un viejo de casi 30 años a un adolescente bastante experto, de 20, para montárselo con una chica como Kikyou. La experiencia amorosa del viejo era sin duda bastante más amplia que la suya, pero aún así no podía evitar mirar al chico que tenía delante con tirria. – Pero muchas chicas encuentran esto… atractivo a Musou…así que vas como diciendo segundo… ya que hay mayoría de apuestas femeninas que masculinas.
El pelinegro no contestó, desvió la vista hacia un par de chupitos llenos de una mesa de al lado y sin la amabilidad que acostumbraba a salir de él, se los trago a golpes sin importar de quién eran.
Con ésos tres vasitos, sumando lo que ya llevaba encima, además de la resignación de ser otra vez traicionado, el dolor de ser deseado solo por su cuerpo y sin conocer el sentirse amado, Inuyasha volvió en la búsqueda de Kikyou para demostrarle que rival en la cama estaba perdiendo esa zorra, por su maldita traición.
…
Una muchacha de apenas dieciocho años, contempló como su amor platónico buscaba con la mirada perdida hacía todos los lados.
Los ojos de los dos se encontraron un par de segundo, en esos instantes un notable sonrojó apareció en las mejillas de ella, además de una tímida sonrisa. Su corazón dejó de latir en el mismo momento que leyó en los labios de él, pronunciar su nombre; desgraciadamente su amor se giró, despareciendo entre la multitud.
Lo sabía. Su esperanza estaba totalmente pérdida.
Sabía que ella nunca sería como la otra, ya que su pelo no era liso ni perfectamente negro, de tacto sedoso… además de que sus senos no eran tan evidentes o deseables; y aunque ya había tenido la oportunidad de sentir en su propia piel desnuda el calor de su no-chico en un par de ocasiones, deseaba poder tenerlo totalmente más a menudo; pertenecerle a él con el mismo entusiasmo que ella lo deseaba. Anhelaba que la amara más que a la otra.
Así despertaría de la pesadilla eterna que estaba sufriendo para caer en el mejor de los sueños. Quería sentir con una tierna caricia todo el amor de Inuyasha hacía ella; arder completamente junto a su amad, sabiendo que él seria el único amante que siempre desearía.
Se entristecía pensar que ella, con su pequeño cuerpo, pura e inocente, cada vez que lo habían hecho, no aportaba nada nuevo al gran Inuyasha, no podía ofrecerle nada único…
En esos momentos en los cuales ella estaba asumida dentro de su llanto, notó que el pelinegro casi caía al suelo, "seguro borracho como siempre", hacía un lado.
Una pelea había empezado, el chico de la pelea se giró insultándolo por emularle y empezó a darle golpes; a causa del alcohol no podía defenderse, causando que Inuyasha recibiera más golpes.
-I-Inuyasha…no…!- el chico cayó al suelo mientras el desconocido con aires de gran hombre, y sin que nadie lo viera, le pateaba en el estómago estando ya el ojidorado en el suelo desmayado.
Sin oír como la llamaban, corrió hacía él sin preocuparse del chico mayor que estaba pegando a Inuyasha la dañara a ella.
Por suerte, llegó dos segundos más tarde después de que el gamberro se fuera. Un espacio se hizo alrededor de Inuyasha estando el pelinegro inconsciente en el suelo.
Temerosa, con lágrimas en los ojos y las ganas de chillar a los cuatro vientos el nombre de Inuyasha, se acercó con un pañuelo hacía el cuerpo de él.
No pidió ayuda, hizo un sobreesfuerzo para levantarlo de ése suelo mojado de cerveza, y de todo tipo de otras bebidas. Intentó limpiar su cara y se dio cuenta que estaba húmeda por ese mejunje asqueroso del suelo.
Al pasar su pequeña mano por la cara de Inuyasha, éste se despertó.
-Ka-Kagome… -por lo menos recordaba su nombre, pensó la chica. Ella le sonrió tiernamente. Lo ayudo a levantarse con cuidado del suelo sin la ayuda de nadie.
Decidió que lo llevaría hasta fuera del local y lo abrazó con toda la fuerza que tenía para ayudarlo a caminar.
Cuando Inuyasha sintió el aire en la cara al salir de ése apestoso local, la jaqueca que estaba taladrando su cabeza pareció tranquilizarse. Se dio cuenta enseguida que las piernas le dolían mucho, más de lo que había creído en un principio, y que Kagome debía estar haciendo un gran esfuerzo ayudándolo para salir.
Ante ése pensamiento, no pudo evitar dirigir todos sus sentidos de borracho hacía Kagome: los suspiros de cansancio que hacía ella, le parecían los gemidos ahogados más sensuales que había oído nunca; sus pequeñas manos le abrazaban delicadamente pero con decisión por la espalda, recordándole la sensación que le causaba la misma mano, pero en su piel desnuda mientras le hacía el amor; al poner ella el brazo del chico por detrás del cuello, para que se apoyara mejor a ella, Kagome lo agarraba sutilmente con la otra mano libre la de él, podría entrelazar sus dedos con los de la pelinegra, ''como la primera vez que lo hicimos'' pensó sin poder evitarlo.
Se estaba convirtiendo en un pervertido salido con ésos pensamientos, al mismo tiempo que su cabeza le hacía recordar el cuerpo desnudo de Kagome; y además su miembro empezaba a afectarle que el humano pensará en Kagome de ésa manera, y sino paraba con eso, acabaría con una Kagome sonrojada y un Inuyasha abandonado en medio de la calle.
Empezaba a volverse vulnerable sin saber si era a causa del alcohol o de los sentimientos que ya tenía de sí siempre.
Sin decirse palabra alguna, lo llevo hacía un banco del parque que había justo al lado del local, un parque que parecía solidario y tranquilo. Un lugar íntimo, pensó Kagome sin poder evitar ruborizarse.
Inuyasha se sentó y Kagome, con su pequeña sonrisa, se arrodillo a su lado; el brazo inestable de él, todavía en la espalda de la chica y los ojos cerrados por el dolor general que aún se apoderaba de él.
Aguantándose las lagrimas, Kagome empezó a pasar el pañuelo por la cara del pelinegro otra vez.
Su rostro era perfecto, pensaba la muchacha, su pelo negro azabache como el de ella, estaba encantadoramente desordenado de la coleta que Inuyasha acostumbraba a llevar siempre,; el flequillo estaba pegado a la frente sudada del ojidorado, un dorado intenso y único. Le encantaban además las cejas, tan gruesas y que siempre le hacían parecer enfadado.
Kagome estuvo bastante rato pasándole el pañuelo mientras le acariciaba el pelo con la otra mano, esperando que él se acostumbrara al alcohol o que lo vomitara.
Se veía tan desgraciado, abandonado, solo e incluso infeliz… como un perrito que acaban de echarlo a la calle sin amo ni ama… y ella deseaba abrazarlo y consolarlo hasta ver el Inuyasha gruñón y egoísta que era en realidad.
Inuyasha abrió los ojos. Su cabeza le daba vueltas y a su lado vio la expresión de suma preocupación y ternura de su 'perra', como solo él la llamaba.
Intentó mirar alrededor, observó que le parque estaba vacío; "sólo ella", pensaba, "Sólo ella de más de treinta chicas que había en el local y que dicen amarme está a mi lado cuidándome."
Cerró los ojos.
Sentía como la mano de Kagome se paseaba por su cara, tranquila; como acariciaba su mejilla, sin llegar a sus labios, tal vez con mido de desearlos demasiado, provocándole un escalofrío de placer.
Pareció despertar de repente y cogió la mano de Kagome, con la cual le limpiaba la cara, entre las suyas. Un instante más tarde Inuyasha abrió los ojos con bastante pesadez. Giró su cara hacía la pelinegra que tenía al lado.
"Esa sonrisa le hace parecer tan hermosa",pensó, "tan jodidamente hermosa".
-¿Có-cómo estás Inuyasha, ne?
Esa sonrisa le tenía loco. Parecía querer demostrarle lo mucho que lo amaba y él lo sabía. No solo por la pequeña curva que formaban sus labios, tan tentadores… sino porque Kagome misma se lo había hecho meses atrás.
Echaba de menos oír esas palabras de corazón como las había dicho ella.
Los ojos de ella estaban brillantes, creer que había llorado porque estaba preocupada por él, le llenó de satisfacción.
Sin quererlo se abalanzó hacia ella, rodeándola de la cintura; la levantó del banco y en pocos segundos ya tenía a la pequeña de Kagome sentada encima de sus piernas, lista para abrazarla, acariciarla, besarla, lamerla o cualquier cosa que deseara…
Estaba seguro que cualquiera cosa que él quisiera, Kagome lo haría sin rechistar; sino todo lo contrario lo disfrutaría y sabía que lo deseaba incluso más que él mismo…
Él sólo debía pedir su deseo…
